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MARIANO LLANO (+)
  MUERTE DE UN PRESIDENTE (PRESIDENTE MANUEL FRANCO), 2007 - Por MARIANO LLANO


MUERTE DE UN PRESIDENTE (PRESIDENTE MANUEL FRANCO), 2007 - Por MARIANO LLANO

MUERTE DE UN PRESIDENTE/

EL PRESIDENTE MANUEL FRANCO FALLECE INESPERÁDAMENTE

EL 5 DE JUNIO DE 1919 A LAS 22:28 HORAS

POR MARIANO LLANO

Asunción-Paraguay,

Mayo 2007.



En 1916, al asumir el cargo de presidente de la República del Paraguay, Manuel Franco vivía en una casa ubicada en 4ta. Proyectada casi Yegros (actual sede de Radio Nacional, adquirida durante la presidencia del Gral. Andrés Rodríguez). Frente estaba la casa del Dr. Alfonso Capurro, al lado la familia Estigarribia y casa por medio vivía don Leopoldo Elizeche. Recuerda su nieto el Ese. Elizeche Codas que su abuelo le comentaba que el presidente Franco hacía todos los días el recorrido de ida y vuelta al Palacio sin ninguna guardia, sin custodia, iba y volvía a pie, y que su tía la millonaria ganadera de Concepción doña Trifona Isnardi, al enterarse que su sobrino caminaba para ir al Palacio, le ofreció uno de los dos carruajes que tenía en Asunción y cuatro caballos percherones traídos de Santa Fe, República Argentina. Manuel no aceptó porque decía: "No tengo rubro para la manutención de caballos y sólo hay para la policía montada... hay prioridades más importantes, tía... la educación y la salud de mi pueblo".

Nos dice el magistrado judicial Dr. Carlos Bray Maurice que doña Trifona Isnardi era su ascendiente, suegra de su abuelo y que en una oportunidad, cuando Manuel Franco, que era administrador de los bienes, tres estancias ubicadas en Concepción, renuncia. Y le dijo: "Tía, ya no puedo ser tu administrador". -¿Por qué Manuel?... te doblaré el sueldo... -No, no, tía, es que fui elegido Presidente del Paraguay-. Y a continuación su tía le preguntó: ¿Quién de mis yernos me aconsejas que sea el nuevo administrador: Alfredo Bray o Enrique Mojoli? -Y Franco le manifestó: "El inglés".

Primeros días de junio de 1919. Asunción, a pesar de ser invierno, un intenso calor, viento norte, con pronóstico para ese fin de semana de posibles tormentas y lluvias. El presidente Franco, como era habitual ese 5 de junio, salió de su casa muy temprano con los primeros rayos del sol, de 4ta. Proyectada casi Yegros, caminando sin custodia al Palacio de López. Vestía impecable traje negro, camisa blanca, corbata de color bordó, media y zapato negro, tipo bota, acompañando un sombrero de paño negro.

Algunos decían en aquella época que tenía el parecido físico de Solano López. Barba espesa, de mediana estatura, ancho de hombros, mandíbula firme, ojos negros con mirada penetrante, de poco hablar. Al terminar sus tareas de Estado volvía por el mismo camino, generalmente a la siesta.

Había cumplido casi tres años de mandato, de aquel agosto de 1916. Joven aún, faltaban pocos años para los 50, de buena salud. Sin embargo, el Presidente estaba preocupado y a veces angustiado por las internas del Partido Liberal y la intransigencia de los caudillos del Partido Colorado, que decidieron abstenerse en participar en las elecciones presidenciales. Eligio Ayala y Manuel Franco fueron siempre respetuosos y amigos de sus adversarios políticos del Partido Colorado. Sólo Eligio obtuvo que el Partido Colorado participe en las elecciones presidenciales de 1928, siendo el candidato de los mismos el caudillo don Eduardo Fleytas.

Ya en enero de 1919, los grupos que pretendían el poder estaban bien divididos y de postura irreconciliable. El Presidente era presionado diariamente. Por un lado, el ex presidente de la República, del periodo 1912 - 1916, don Eduardo Schaerer, precursor de la defensa del Chaco, durante su presidencia se fundó la Escuela Militar, y postulaba a su ex Ministro de Guerra y Marina Dr. Ernesto Velázquez, uno de los funcionarios más honestos y capaces que tuvo la República. Por el otro lado, la candidatura del ex presidente don Manuel Gondrá, que era apoyado por viejos caudillos y por una fracción de jóvenes encabezada por Eusebio Ayala, José P. Guggiari, Luis A. Riart, entre otros.

En la Convención del Partido Liberal resultó victorioso don Manuel Gondra como candidato del partido, y éste ejercía funciones diplomáticas en ese momento en los EE.UU.

Las críticas contra el candidato electo fueron creciendo día a día, no sólo de parte de su partido, sino también de toda la oposición, aún de los independientes. Se hablaba a viva voz de una revolución. El ejército se mantenía equidistante, pero surgía ya, se vislumbraba entre los altos oficiales, un líder que años más tarde sería el protagonista principal de la revolución de 1922/1923, coronel Adolfo Chirife.

El jueves 5 de junio, como era habitual, muy temprano, el Presidente salía de su casa al Palacio de López. Recibió a un grupo de maestras del Colegio Normal. Más tarde al presidente del Congreso, Dr. Gualberto Cardús Huerta. El secretario Julio Quinto Godoy presentó un decreto por el cual se aceptaba la renuncia presentada por los oficiales de Guardia Cárcel, señores Prieto, Olivere y Almeida. Firmó el Presidente y fue su último decreto, que lleva el N° 9.998.

A las 13:00 hs. salió por última vez del Palacio de López. Siempre iba por el mismo camino a la vuelta, subiendo por Convención cruzaba Palma, el Banco de Londres, haciendo cruz la tienda La Piedad y de allí seguía unas 5 cuadras al costado de la quinta de los Vierci, más hacia norte la caballeriza de los Angulo, que llegaba hasta la calle Amambay, más arriba algunas casitas entre 1ra. a 4ta. Proyectada.

Almorzó en su casa, a las 14:00 hs. comida liviana, sopa de verdura y pastelito de perejil con arroz. De postre mazamorra rociada con miel. Tenía la familia una nueva cocinera que era experta en comida italiana, que el Presidente a la noche gustaba acompañar con un buen vaso de vino mendocino. No sintió hasta ese momento ningún malestar, al levantarse de la mesa, sin embargo, momentos después, repentinamente surgieron fuertes dolores de estómago, para dar lugar a un intenso malestar. A las cuatro de la tarde los dolores estomacales persistían con mayor intensidad.

Fue llamado el doctor Jovino Mernes. Acudió éste, que era médico del Presidente, estuvo hasta las cinco de la tarde, hora en que se retiró para volver después a las siete, encontrando a su paciente en estado bastante grave, ya con otros problemas, incluyendo el corazón.

Después de dos horas y cuarto de observación minuciosa y asistencia solícita, viendo que el mal progresaba alarmantemente, tomó un automóvil para ir a la Asistencia Pública a proveerse de inyecciones. No pudo el doctor Mernes volver rápidamente, como hubiera querido, porque sufrió el vehículo que los conducía un accidente que le obligó a andar despacio.

Franco, segundos antes de morir, sintiéndose ya en agonía, llamó a un miembro de su familia; ésta apenas había llegado, cuando sufría un nuevo y último ataque. No pudo despedirse de su querida Trifona, murió sin articular una palabra. Eran las 22:28 minutos.

Su fallecimiento fue repentino, fulminante, inesperadamente, y tomó de sorpresa a la población de Asunción. El sábado de esa semana en la casa solariega de doña Prudencia Gellay Larán, ubicada en el aristocrático barrio residencial del centro, Estrella y Ayolas, y ya al atardecer, se reunían vecinas formando tertulias comentando, y se hablaba a viva voz de que el Presidente había sido envenenado por la cocinera, contratada hacía sólo un mes.

Las ceremonias se improvisaron en la casa particular donde su excelencia expiró, una capilla ardiente, siendo velado el cadáver por todos los personajes de más alta figuración intelectual y política. Esto a pesar de lo inesperado de la inmensa desgracia acaecida y de la difícil propagación de la infausta nueva, debido a la hora en que la muerte se produjo, ya al filo de la medianoche.

Al día siguiente, a las tres y media de la tarde, los restos del extinto fueron conducidos al Palacio de López, donde bajo la dirección de la Curia Eclesiástica se levantó la capilla ardiente, ubicada en el salón de la recepción.

A la noche fueron velados solemnemente, habiendo sido designados para rendirle los honores, los alumnos de la Escuela Militar y alumnos del Colegio Nacional, esta última institución que años anteriores ejerció la dirección don Manuel Franco.

Al día siguiente a las diez y media a.m., Su Señoría llustrísima, el obispo diocesano don Juan Sinforiano Bogarín, ofició en el Palacio solemne misa de cuerpo presente.

A las tres de la tarde del sábado se procedió a la inhumación de los restos del presidente extinto, rindiéndosele los honores de estilo. Una inmensa multitud acompañó los restos del doctor Franco.

Esa mañana del día viernes seis, a las siete a.m., ante la noticia del fallecimiento de S.E., los alumnos de Colegio Nacional resolvieron no entrar en clase. Dejaron vacías las aulas, para desfilar en corporación ante la casa particular del ilustre muerto.

Es un rasgo digno de medición la juventud sin pasiones ni enconos de ninguna clase espontáneamente, con sinceridad insospechable, exteriorizó su cariño al magistrado austero y patriota que fue un maestro, educador y que dio mucha importancia en sus tres años de mandato a la educación pública.

Esos jovencitos, qué pletóricos de ideales y de patrio afecto saben del aplauso para lo noble, viendo en la figura del doctor Manuel Franco la encarnación de las virtudes ciudadanas, concurrieron a la casa para la exteriorización de su cariño y afecto, que no puede ser sino para el que lo merezca a todas luces.

La forma en que se expuso el homenaje, la calidad indiscutible de los que también supieron rendir su tributo de admiración y respeto, constituyen rasgos por demás honrosos para la memoria del primer magistrado de la Nación.

En todas las escuelas públicas y particulares se cerraron las aulas, en señal de duelo. La actitud es digna y justa.

Esa noche desfilaron por la casa mortuoria los principales políticos, magistrados judiciales, senadores y diputados: Doctor José P Montero, vicepresidente de la República; doctor Eusebio Ayala, ministro de Relaciones Exteriores; doctor Félix Paiva, ministro de Justicia; coronel Adolfo Chirife, ministro de Guerra; doctor Luis A. Riart, ministro del Interior; don Francisco Sosa Gaona, ministro de Hacienda; doctores Emilio Bobadilla y Federico Codas, miembros del Superior Tribunal de Justicia; general Patricio A. Escobar; doctor Vicente Rivarola, intendente municipal; senadores doctores Gualberto Cardús Huerta, Gerónimo Zubizarreta; señores Eduardo Schaerer, Francisco Ruiz, Tomás Varela, Fernando A. Carreras, Francisco Campos; diputados doctores Luis Ortellado, Manuel Peña, Rogelio Ibarra, Benigno Escobar, Zoilo Díaz Escobar, Francisco Quiñónez; señores Pacífico de Vargas, Sever Marecos, Eliseo Da Rosa; mayor Francisco Brizuela, jefe de Policía; Junio Quinto Godoy, Belisario Rivarola, mayor Rolando Ibarra, José M. Cantilo, ministro argentino; doctores Juan B. Colunga, Celso R. Velázquez, Francisco Pecci, Pedro Larán, Enrique L. Pinho, Francisco Ortiz, Rodrigo Solalinde; diputados Eladio Velázquez, Carlos Sosa, Eusebio Velázquez, Ernesto Velázquez, Héctor Velázquez; coronel Pedro Mendoza, mayor José D. Garcete, Silvano Mosqueira, Genaro Romero, Pablo Alborno.

EL DOCTOR DON JOSÉ P. MONTERO ASUME LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA: A la mañana, a las 9 y 30, se reunió el Congreso Nacional en sesión plena, sancionando el decreto que sigue:

El Senado y Cámara de Diputados, reunidos en Congreso, acuerdan y Decretan:

Art. 1ro.: Habiendo fallecido el Excelentísimo Señor Presidente de la República Doctor Don Manuel Franco, queda en ejercicio del P.E. el Vicepresidente de la República Doctor José P Montero.

Art. 2do.: Comuníquese., publíquese y dése al Registro Oficial.

El Presidente del Senado, Gualberto Cardús Huerta.- Secretario, Rodolfo González.- El Presidente de la Cámara de Diputados, Rogelio Ibarra.- Secretario Manuel Giménez.

En el Congreso Nacional - Sesión Plena (…)

EN PALACIO: Se hizo cargo de la presidencia de la República el doctor Montero.

Firmó decreto por el que dispone que la bandera nacional sea izada a media asta, durante diez días, en todas las oficinas públicas. A la tarde concurrió a su despacho el nuevo presidente de la República, doctor Montero. Durante la semana siguiente y por decir todos los días hasta fines de aquel año luctuoso de 1919, quedaba una duda en la población ...fue asesinado el presidente Franco... hubo negligencia en el médico doctor Mernes en trasladar de inmediato al enfermo a la Asistencia Pública... o pedir una junta médica para saber el estado de tan ilustre hombre público, nada menos que el Presidente de la República del Paraguay.

Pero lo que sí es cierto que lamentablemente la patria perdió a un joven brillante, honesto y capaz... Cuánto más hubiera aportado Manuel Franco a su patria... El educador, el estadista, el gran desconocido Manuel Franco, el Presidente...

La trilogía para ser un gran estadista requiere: Inteligencia, Honestidad y Perseverancia. Tuvimos una trilogía de presidentes de la República del Paraguay, del siglo anterior, que reunían estas cualidades, y ellos eran: Eligio Ayala, Manuel Franco y Eusebio Ayala, y una casualidad del destino: los tres llevaban con orgullo y honor el apellido de su madre.

A 87 años de la muerte de Manuel Franco, sus descendientes en su gran mayoría, admiten la posibilidad cierta de que fue envenenado...

Quién o quiénes fueron los ejecutores...

Era 1919 un año electoral, de no haber muerto el Presidente, con seguridad se habría evitado la revolución de 1922/ 1923.



ÍNDICE:

Capítulo I: CONCEPCIÓN;

Capítulo II: BANCO AGRÍCOLA;

Capítulo III: MINISTROS-SUPERIOR TRIBUNAL DE JUSTICIA-FISCAL GENERAL DEL ESTADO;

Capítulo IV: EL PRESIDENTE;

Capítulo V: EXEQUIAS.



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