LA REVOLUCIÓN COMUNERA 1721-1735
Por HERIB CABALLERO CAMPOS
COLECCIÓN GUERRAS Y VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PARAGUAY
NÚMERO 3
© El Lector (de esta edición)
Director Editorial: Pablo León Burián
Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina
Director de la Colección: Herib Caballero Campos
Diseño de Tapa y Diagramación: Jorge Miranda Estigarribia
Corrección: Rodolfo Insaurralde
I.S.B.N. 978-99953-1-330-2
Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98
Esta edición consta de 15 mil ejemplares
Asunción – Paraguay
Diciembre, 2012 (92 páginas)
CONTENIDO
Contenido
Prólogo
Introducción
Capítulo I
Los motivos de la Revolución
La situación económica
El Puerto Preciso
La falta de moneda
La situación demográfica
Capítulo II
Un mal gobierno
Diego de los Reyes Balmaceda
Sus arbitrariedades
La represión contra los Cabildantes
La denuncia del Cabildo
El juez pesquisidor
Capítulo III
Estalla la Revolución
La destitución de Reyes Balmaceda
El gobierno de José de Antequera y Castro
La reacción del Virrey
La Batalla de Tebicuary
Antequera rumbo al Alto Perú
El gobierno de Martín de Barúa
Capítulo IV
La etapa "popular" de la Revolución 1731-1735
El gobierno del Cabildo
La ejecución de Antequera
La Batalla de Guayaibity
La Batalla de Tabapy
Ajusticiados y descuartizados
Conclusiones
Cronología
Bibliografía
Anexos
El autor
PRÓLOGO
La Revolución Comunera es uno de los hechos más mentados pero menos conocidos en la historia del Paraguay, pese a que hay buenos trabajos publicados al respecto.
Este libro de Herib Caballero Campos, como parte de la Colección Guerras y violencia política del Paraguay, es una contribución oportuna para que el común de la gente comprenda mejor lo que fue realmente aquello y lo que significó propiamente como proyección en el tiempo posterior.
En unas breves páginas, Caballero Campos compendia el tema de manera tan sencilla pero ilustrativa, que al lector le hará comprender cabalmente de qué se trató en verdad la Revolución de los Comuneros y el protagonismo que les cupo a personalidades célebres cuyo nombre está en la memoria del público pero cuyo verdadero papel no es demasiado comprendido más allá del círculo de los historiadores y de los iniciados en la investigación sobre la memoria nacional.
Este es el caso, por ejemplo, de José de Antequera y Castro, que terminó ejecutado después de aquella gesta que tuvo varios componentes como causa y efecto. Antequera, en su papel del juez pesquisidor enviado por la Audiencia de Charcas, había llegado a Asunción el 23 de julio de 1721 para iniciar un sumario con el fin de comprobar si eran ciertos o no los cargos que le ciudadanía le endilgaba al gobernador Reyes de Balmaceda, acusado de mal gobierno.
El autor divide muy bien los capítulos del libro, lo cual posibilita el ordenamiento del relato y la mejor comprensión de los acontecimientos que ocasionaron el levantamiento comunero, el conflicto en sí y, luego, las consecuencias que derivaron de aquello que fue una verdadera guerra civil.
Por ejemplo, Caballero resalta en su entera dimensión el rol que desplegaron los miembros de la Compañía de Jesús en la Revolución, que tuvo como una de las causas visibles las disputas por la posesión de indígenas en el marco del sistema de Encomienda.
Uno de los aspectos destacados de esta obra es la aclaración que hace Herib Caballero Campos respecto a cómo debe ser interpretada históricamente la Revolución Comunera.
El mismo señala que "partimos en esta obra del principio de que la Revolución Comunera del siglo XVIII, fue un movimiento que se rebeló contra el mal gobierno del representante del rey, nunca contra el rey Felipe V o la propia Monarquía".
Por lo que -agrega el historiador- no se puede considerar que este movimiento revolucionario pueda ser visto como un proceso pro-independentista. "Al contrario, debe ser analizado como lo que fue, un movimiento resultado de la extrema pobreza del Paraguay, cuyos habitantes tenían a la tierra como único medio de lograr una mediana subsistencia para sus familias".
Aquí está la Revolución Comunera, en un estupendo compendio para que los seguidores de esta gran Colección comprendan acabadamente de qué se trató aquello.
Bernardo Neri Farina
INTRODUCCIÓN
En la historiografía paraguaya se ha señalado como fecha de inicio de la Revolución Comunera del siglo XVIII al año 1717, por ser en el cual entró a gobernar don Diego de los Reyes Balmaceda. En esta obra se sigue la posición de que la Revolución se inició en 1721, cuando los vecinos apoyaron la destitución de Reyes Balmaceda por parte del juez pesquisidor remitido por la Real Audiencia de Charcas, quién ante presencia del Cabildo de Asunción procedió a dar cumplimiento a las disposiciones emanadas del más alto Tribunal del cual dependía la Provincia del Paraguay a fines del siglo XVIII.
En los primeros años de la Revolución, los vecinos principales de la ciudad de Asunción fueron los protagonistas del proceso en el cual se rebelaron en contra de los que ellos consideraban un trato abusivo y arbitrario por parte del gobernador Reyes Balmaceda, en el afán del mismo de congraciarse con los jesuitas, con cuyos principales referentes a nivel del Paraguay se encontraba emparentado.
En este primer período de la Revolución que se extiende hasta 1731, la principal reivindicación fue el de los principales vecinos de Asunción para tener acceso al derecho de recibir indígenas en Encomienda al igual que recibir tierras que en ese momento escaseaban, frente al acaparamiento de ambos recursos por parte de la Compañía de Jesús que sostenía que los indígenas sometidos al régimen de sus reducciones tenía una mejor calidad de vida, pues los indios encomendados a los asuncenos eran brutalmente explotados, alejados de sus hogares para el laboreo de la yerba mate o para trasladar mercaderías hasta la lejana Buenos Aires.
El segundo período comprendido entre 1731 y 1735 fue un período en el cual los aparceros y los arrendatarios cobran protagonismo en el proceso revolucionario y exigen con vehemencia también el acceso a la tierra ya sea para la agricultura como para la ganadería.
Por último cabe la aclaración que partimos en esta obra del principio de que la Revolución Comunera del siglo XVIII, fue un movimiento que se rebeló contra el "mal gobierno" del representante del rey, nunca contra el rey Felipe V o la propia Monarquía. Por lo que no consideramos que este movimiento revolucionario pueda ser visto como un proceso pro-independentista, sino al contrario debe ser analizado como lo que fue un movimiento resultado de la extrema pobreza del Paraguay, cuyos habitantes tenían a la tierra como único medio de lograr una mediana subsistencia para sus familias.
CAPITULO 1
LOS MOTIVOS DE LA REVOLUCIÓN
En este capítulo procederemos a explicar la situación económica en la que se encontraba el Paraguay entre el siglo XVII y comienzos del siglo XVIII, de modo a que se comprenda en su real dimensión las reivindicaciones de los Comuneros del Paraguay.
LA SITUACIÓN ECONÓMICA
Al fracasar en encontrar minas de oro y plata en el Paraguay los colonos españoles se dedicaron a la producción de productos agrícolas, primeramente vino que fue rápidamente sustituido por el producido en el Cuyo, luego la producción azucarera cobró fuerza, pero la misma entró en decadencia debido a que desde la suspensión el comercio entre el puerto de Buenos Aires y la Península, los comerciantes bonaerenses encontraron como método de aprovisionamiento del contrabando desde Portugal y específicamente desde la Colonia de Sacramento ubicada en el actual territorio del Uruguay.
Si bien es cierto que existía en el Paraguay una economía de subsistencia, como podía progresar una provincia fronteriza, sin circulación de moneda metálica con lo cual nadie podía ahorrar, además los productos que se importaban desde España que llegaban eran de mala calidad y carísimos y con la competencia en el único rubro rentable, la yerba mate, por parte de los jesuitas, con la constante movilización de los varones, hacía los presidios, o en las expediciones contra los indígenas chaqueños o los avances bandeirantes
Para el historiador paraguayo Hipólito Sánchez Quell, la decadencia económica de la Provincia fue la consecuencia de "... la división de la provincia al comenzar el siglo XVII, con la consiguiente pérdida del litoral atlántico; las incesantes luchas contra los terribles guaicurúes al oeste y los arteros bandeirantes al este; el apoderamiento de las riquezas básicas del Paraguay realizado por los jesuitas; los gobernadorcillos mediocres, venales o indolentes...". Ante tan dramática situación era muy difícil que algún funcionario, ni siquiera los obispos tengan intenciones de asumir sus cargos en el Paraguay y si llegaban buscaban lo más pronto posible salir de ella. Al respecto afirma Pedro Vives Azancot, que:
"...debía ser difícil convencer a ningún prelado para que se decidiera a quedarse en un lugar tan alejado y con la economía quebrada. A fines del siglo XVII Paraguay, por ejemplo, había perdido su antigua posición de exportadora de vinos, limitándose a cubrir los mercados de Asunción y Villa Rica. En 1664 consta ya el paso de vinos de Cuyo y la Rioja por Santa Fe con destino a Buenos Aires, en tanto Paraguay se disponía resignadamente a hacer girar su economía en torno a la yerba...".
Desde la llegada de los jesuitas al Paraguay en 1608, no transcurrieron muchos años para que los mismos consiguieran, por razones de evangelización, que sus indígenas no presten servicio personal a los encomenderos asuncenos, para lo cual los encomendaron al propio Rey. Para pagar la encomienda establecida, en moneda metálica, consiguieron el privilegio de exportar yerba, de esa forma se inició, una competencia para el único rubro rentable que les quedaba a los habitantes de la Provincia del Paraguay. Por lo que, según Efraím Cardozo, "La aparición de los jesuitas en el mercado de la yerba fue un golpe más que se descargó sobre la ya abatida provincia civil del Paraguay. Los jesuitas no pagaban sisas, alcabalas ni arbitrios; para ellos no hubo puerto preciso; la mano de obra era gratuita, lo mismo que el flete". Con respecto al Puerto Preciso nos referiremos al mismo en el siguiente apartado.
EL PUERTO PRECISO
El Puerto Preciso fue un sistema de recaudación de recursos a los que fueron sometidos los productos exportados por el Paraguay. Dicho sistema fue constantemente denunciado por la Provincia del Paraguay, pero el mismo fue levantado recién en 1778 con el Régimen de Libre Comercio.
El Puerto Preciso comenzó cuando en "... 1664 cuando el gobernador de Buenos Aires Martínez Salazar, propuso gravar la yerba paraguaya a fin de arbitrar recursos para fortificar la ciudad amenazada por los piratas ingleses". El 4 de julio de 1681, el capitán Juan Patiño publicó la Cédula Real, manifestando que:
"...se publicó una Cédula Real de 26 de febrero del año pasado de mil seiscientos y ochenta, por lo cual manda su Magestad que de la yerba (moneda usual de esta ciudad y Provincia) que bajare a la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz se pagase a sus Reales Cajas por cada arroba y de la que pasase a las Provincias del Tucumán y Perú se pagase a peso de ella con cuya noticia el Cabildo de esta ciudad en el acuerdo referido...".
Los arbitrios eran gravámenes destinados a financiar y mantener las edificaciones militares en Buenos Aires y una tropa de 200 soldados en Santa Fe para que luchen contra las invasiones indígenas de su región. Está situación hacía que los paraguayos financiasen con sus impuestos las crecientes necesidades de defensa de las provincias de abajo, "En 1701 se duplicó el impuesto para el costeamiento de otras fortificaciones y guerras, particularmente para la defensa de las ciudades de Santa Fe y Tucumán contra los indios abipones, de Chile contra los araucanos y de las costas del Sud contra los corsarios ingleses...".
Es decir que no importaba la situación económica caótica del Paraguay, su único producto rentable debía contribuir al sostenimiento de las defensas militares de otras regiones mientras sus habitantes cumplían con esa defensa a "su costa y minsión", esto es pagando de su propio dinero, las armas, la cabalgadura y la alimentación que debía consumir mientras hacía la guardia en los Presidios o Fortines establecidos a lo largo del río Paraguay. Dichos Presidios tenían por objetivo detener el ataque de los indígenas del Chaco que no se habían sometido al poder español y hacían invasiones eventuales para robar ganado y las cosechas así como armas y cualquier otro elemento que les fuese útil.
En pocos años, los efectos de esta nueva carga impositiva tuvo sus efectos negativos en la economía provincial paraguaya, es así que en el año de 1714 el Cabildo de Asunción informa " de la suma pobreza y necesidades que le ha puesto el importe de la sisa que se cobra de la yerba, moneda de su provincia, en la ciudad de Santa Fe, suplicando a su S.M., se sirva quitarla". Pero evidentemente, no hubo respuesta. Carlos Pussineri Scala, cita que el Cabildo de Asunción el 16 de junio de 1732, es decir más de 15 años de la petición anterior, afirmaba en un acuerdo capitular en plena Revolución de los Comuneros: "que por cuanto a mucho tiempo corre en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz la cobranza de la sisa impuesta en los frutos y monedas de esta Provincia yerba, tabaco, azúcar, con título o motivo de ser de su producción para la defensa y reparo de dicha ciudad, cuyos efectos de más de advertido tan perjudiciales....".
Debemos recordar que este pedido fue emitido dentro de la última etapa de la Revolución Comunera, y por ende no fue nuevamente levantado tan gravoso impuesto. Así en 1746 el cabildo asunceno nuevamente solicitó la supresión del Puerto Preciso, y en este contexto ya obligatorio, como consecuencia de la Revolución de los Comuneros, disposición establecida por el "pacificador" Bruno Mauricio de Zavala en 1735.
Según Juan Bautista Rivarola Paoli, el pago de los arbitrios en Santa Fe fue levantado en 1718, pero "en 1726 se establecían nuevos arbitrios sobre las exportaciones del Paraguay a Santa Fe, para costear la defensa de dicha ciudad y de Buenos Aires....".
Una de las razones expuestas por los santafesinos es la extrema pobreza de su comarca, por eso necesitaban de la contribución de Asunción. El 7 de septiembre de 1740, se leyó un Auto de Bruno Mauricio de Zavala que dispuso el cobro de los arbitrios determinados en la Cédula Real de 1726. Por lo tanto un tercio de yerba debía contribuir con tres reales, dos a la entrada y uno a la salida, el tabaco y el azúcar por arroba dos reales a la entrada y medio real a la salida. Con esta medida se asfixiaba y dificultaba aún más cualquier posibilidad de progreso de la provincia del Paraguay, pero eso no significó en ningún momento que se dejara de producir al contrario la producción continuaba.
Si bien la yerba era importante como rubro de producción, y de hecho era el primero por el volumen de producción, el tabaco ya cobraba su importancia a comienzos del siglo XVIII, así el tabaco iba de contrabando hacia Chile, donde la corona española ya lo había estancado.
Menciona Stapff, que el tabaco era introducido desde el Tucumán, entonces debía provenir desde Santa Fe o era enviado por comerciantes bonaerenses. De acuerdo a los registros de contratos públicos, del Archivo Nacional de Asunción, Rivarola Paoli afirma que "otros productos que exporta el Paraguay son el tabaco, el azúcar y la miel de caña, sobre los cuales existen numerosos contratos celebrados con vecinos de Santa Fe y Buenos Aires y asentados en los protocolos de los notarios asuncenos de la segunda mitad del siglo XVII y comienzos del XVIII".
Pero no todos en la Provincia creían que la yerba era positiva el padre jesuita Bartolomé Jiménez afirmaba la extracción de la misma era perjudicial para los indígenas pues los mismos eran brutalmente explotados, al respecto escribió, el "...la explotación tan desmedida que se hacía de la yerba mate, había sido la causa de la calamitosa desaparición de población india y el estado de postración en que se encontraba la provincia. Debido a ello se había dejado a un lado la explotación de otros productos (azúcar, tabaco, algodón y lienzo) que antes había supuesto a la provincia muy buenos dividendos...".
Pero son constantes las quejas, tanto de los gobernadores, el cabildo y los propios vecinos de la situación económica. Para el obispo Manuel Antonio de la Torre, luego de su visita a su jurisdicción, afirmaba en su informe al Rey que el beneficio de la yerba del Paraguay "tan ponderada en muchas historias, que parece hacen competencia con el cerro de Potosí" es sin embargo "su mayor maleficio, su dura esclavitud y su perdición".
En conclusión, la economía provincial paraguaya durante la primera mitad del siglo XVIII, estaba orientada hacia la subsistencia de la población, la yerba primero y luego el tabaco fueron utilizados como rubros exportables, que se intercambiaban por las mercaderías y artículos que se precisaban y las negociaciones se realizaba con los comerciantes bonaerenses.
Además, es fundamental resaltar que "el tabaco y la yerba eran la moneda tipo, a la cual se relacionaban los demás precios de los distintos artículos que también oficiaban de monedas".
Como menciona Agnes Stapff el Paraguay y Tucumán eran zonas subdesarrolladas en el continente sudamericano de mediados del siglo XVIII, en las que la economía monetaria aún no había llegado y por sobre todo con una producción sustentada prácticamente en un solo producto rentable que debido a las gabelas y a la intermediación no representaba ganancias significativas para la provincia y sus habitantes.
LA FALTA DE MONEDA
Una de las principales razones de la pobreza económica en la que estaba sumida la Provincia del Paraguay a comienzos del siglo XVIII se puede explicar en la prohibición de la circulación de moneda metálica. Esta prohibición estaba enmarcada dentro del mercantilismo, teoría económica que imperaba bajo los Austrias y también bajo los primeros Borbones. "El mercantilismo significa la traslación del afán de lucro capitalista a la política (...) premisa de la política mercantilista fue el aprovechamiento del mayor número posible de fuente con posibilidad lucrativa en el propio país".
El mercantilismo, buscaba lograr esto mediante el fomento de la industria nacional, así como también, a través de evitar que el numerario del país salga hacia otras potencias. En el caso del Paraguay, al no existir oro ni plata no circuló moneda sellada hasta fines del siglo XVIII.
Creemos que lo más pertinente sería sostener que no circuló masivamente pues se han encontrado en algunos documentos de la Real Hacienda constancias de algunos pagos aislados en moneda metálica, principalmente a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, así como la recaudación en moneda metálica. A partir de 1680, con el establecimiento de la Colonia do Sacramento, el contrabando con este enclave portugués fue permanente. A pesar de las constantes prohibiciones, los comerciantes bonaerenses comerciaban en forma permanente con esta colonia hasta su reconquista en el año 1776.
Ya en 1599, el gobernador don Francisco Beaumont y Navarra, buscó la introducción de moneda metálica a la Provincia del Paraguay, "...impuso a los mercaderes que visitan la provincia, la obligación de traer dinero efectivo la tercera parte de su caudal, para con él pagar el tercio de los productos que adquieran en el país..." Esto no se logró, y se siguió con el sistema monetario provincial, posteriormente casi cien años después, el gobernador Sarmiento de Figueroa dispone, el 23 de abril de 1662, que los que van a Santa Fe con hacienda "traigan en plata a esta provincia la cuarta parte de su producto". Posteriormente se intentó obligar nuevamente a los comerciantes negociar en plata, pero no se pudo conseguir, en primer lugar debido a la prohibición que se cumplía al pie de la letra en Buenos Aires y en Santa Fe, en ese sentido eran muy celosos, pues les convenía, mantener el sistema de pago en especies que les facilitaba conseguir yerba o tabaco más baratos.
Al principio se utilizaron como moneda de la tierra anzuelos, mallas de acero, cuchillos, fanegas de maíz y otros productos de acuerdo a lo dispuesto por la ordenanza de Domingo Martínez de Irala, al inicio de la conquista, de acuerde al cronista Juan Francisco de Aguirre, "un anzuelo de malla un maravedí, un anzuelo de rescate cinco maravedíses, un escoplo diez y seis maravedís, un cuchillo de rescate veinte y cinco maravedís, una cuña de la marca cincuenta maravedís y una cuña de ayunque cien maravedís".
Con el incremento productivo la yerba mate, ésta se convirtió en la Moneda de la Tierra. Ya en 1680 "era la yerba la moneda corriente en la Provincia del Paraguay. En 1680 valía en Santa Fe, 8 a 10 pesos plata la arroba...". Aguirre, cita a Don Manuel de Flores, quien al referirse al Paraguay en un escrito al Marqués de Valdeliria afirmaba que "viven sus naturales, como nuestros primeros padres, entre quienes el uso del oro y la plata es desconocido. La hierva y el tabaco son principalmente sus monedas de cambio; por los pañetes y bayetas de la tierra, que son los géneros que mas acomodan á su pobreza....".
En cuanto a los valores del sistema monetario existían diferencias. "En el comercio se habla de pesos: del peso provincial, también de peso hueco o peso imaginario, que se divide en ocho reales provinciales. En su relación con la moneda española, cada peso hueco valía dos reales plata". Este sistema monetario surgió como medida para responder al sistema comercial, cada producto podía ser utilizado, desde la miel hasta acero basado en un sistema de equivalencias.
Este sistema no sólo se daba en el Paraguay, en la zona mexicana se utilizaba como unidad monetaria al igual que en época de los mayas granos de cacao. "En otros espacios se daba el mismo fenómeno: productos como las hojas de coca en los Andes, los lienzos de Algodón o la Yerba Mate en el Paraguay y otros bienes fueron llamados también "monedas", más exactamente, "moneda de la tierra". Así mismo siguiendo, a Rivarola en su Historia Monetaria del Paraguay que una arroba de tabaco equivalía a cuatro pesos corrientes de ocho reales. Una arroba de yerba mate un peso corriente de ocho reales.
No debemos olvidar que esta situación, limitaba en forma considerable el poder adquisitivo de los comerciantes paraguayos, frente a la calidad y precio a ser pagados en Buenos Aires y Santa Fe, así como los impuestos que debían ser satisfechos en moneda metálica.
José Cardiel al describir la situación del Paraguay en 1747, escribía que "...en esta gobernación del Paraguay no corre moneda alguna, gobiérnase por trueque las vacas en el Paraguay valen 6 pesos y se compra con yerba, tabaco, algodón, miel de caña, azúcar y lienzo de algodón...".
Esta situación, limitaba la posibilidad de comercio, con respecto a otras provincias de la región y además los impuestos a la yerba eran: "...impuestos mayores que cualquier otro producto americano, incluso el oro. Las gabelas se multiplicaron cuando la Real Hacienda descubrió que la Yerba, por uso extendido e indispensable, su gran volumen y bajo costo, era ideal para los desenfrenos impositivos, pues, su contrabando era prácticamente imposible".
Los habitantes de la provincia, en varias ocasiones solicitaban la acuñación de una moneda provinciana, en otras pedían auxilios de forma a que parte de los impuestos con los que contribuía la producción paraguaya ya sea en Santa Fe o en Buenos Aires, retorne de forma a aliviar la situación.
Esta limitación colocaba a los comerciantes asuncenos en una situación de desventaja frente a los proveedores de Buenos Aires. Ya hemos mencionado en el sub capítulo anterior, la calidad de los productos remitidos al Paraguay, o el hecho de tener que enfrentar el acuerdo entre los comerciantes santafesinos para sacar a un menor precio la yerba remitida, de forma a que los paraguayos puedan cumplir con la sisa a ser satisfecha en ese puerto.
Todos estos elementos, crearon una situación de total mendicidad, no en el sentido de desamparo ni de ausencia de alimentos, sino el hecho de no poder acceder a un nivel de vida mejor, por encima de esa economía de subsistencia, que para Mora Mérida era la situación del Paraguay en la primera mitad del siglo XVII y lo siguió siendo hasta 1779, "la pobreza del país se infiere de que hasta el año de 1779 no se conocía la moneda. El comercio se reducía a permutas, y los derechos reales del correo se cobraban en yerba, algodón y tabaco...". No sólo las tarifas de correos, sino también los impuestos eran pagados, en productos en especie. Ahora bien en los Libros de Caja que se encuentran en el Archivo Nacional de Asunción hemos constatado algunos casos de pago en plata principalmente en el rubro de alcabalas. Esto viene a indicar que si bien lo común era la moneda provincial excepcionalmente algunos comerciantes o algunos recién emigrados disponían y comerciaban en algunas ocasiones en pesos corrientes de plata, principalmente en la segunda mitad del siglo XVIII.
Esta situación de subsistencia es grave, si bien la historiografía tradicional quiso ver en esta realidad económica tan penosa, una situación de resignación cristiana, adaptación al estilo de vida guaraní, estoicismo en el servicio al Rey, renunciando el ir al Perú para defender este territorio de los bandeirantes, no es este el objetivo a aclarar en este apartado ni en esta tesis, sino mencionamos esto para que se tenga en cuenta:
1°) No es posible que una sociedad decida permanecer en un estado de subsistencia por todo su desarrollo, cuando el resto de su región se encuentra comprendida en una economía de mercado; y
2°) El beneficio de la Yerba era sumamente duro, tanto para el peón que partía para los yerbales, así como para el comerciante que debía sostenerse varios meses, sin el movimiento de su capital.
La economía en el Paraguay se basaba en un sistema monetario establecido en especies a pesar de que formaba parte ya de un imperio colonial en el predominaba la economía monetaria. Romano afirma que ambos tipos de economía no son excluyentes, así "...incluso en el nivel del Estado, cuya vida está totalmente monetizada, hay infiltraciones de economía natural, también es verdad que hay infiltraciones más o menos grandes de la economía monetaria en el sector natural. Del mismo modo se constata que en el nivel del gran comercio existe la práctica del trueque...".
En síntesis, los beneficiarios de este sistema fueron los comerciantes del puerto de Buenos Aires, a pesar de la inserción del Paraguay en la economía monetaria a fines del siglo XVIII, afirmaba Félix de Azara que "...en estos últimos años, en que ha salido de la nada esta provincia, se han enriquecido bastantes comerciantes paraguayos que detienen los fondos en el país, todavía la mayor parte del comercio los saca de Buenos Aires, cuyos comerciantes se llevan casi toda la utilidad...".
El historiador argentino Carlos Mayo, en una conferencia ratifica la afirmación de Azara que a los pulperos de Buenos Aires, que se dedicaban a la venta al menudeo, "...la yerba dejaba un 90% de ganancia...".
LA SITUACIÓN DEMOGRÁFICA
El Paraguay a fines del siglo XVII, tenía una población de 38.666 habitantes de los cuales según el censo de Fray Faustino de las Casas, 27.806 habitantes vivían en los Pueblos de Indios y 10.860, vivían en los denominados Pueblos de Españoles.
Por lo tanto la población en su gran mayoría estaba compuesta por indígenas, de los cuales una gran parte no estaba sometida a la Encomienda por estar viviendo en una reducción jesuita. Sostiene el historiador Ignacio Telesca que entre los años 1682 y 1726 la población indígena encomendada disminuyó un 50% es decir de 11.253 indígenas a tan sólo 6.748. Esa disminución tan marcada se debía principalmente a que para la extracción de la yerba mate los asuncenos debían enviar a los indígenas hasta los yerbales naturales del Caaguazú y otras regiones distantes a 200 leguas de la ciudad, además de las condiciones de vida en el monte y el régimen de trabajo de explotación al que eran sometidos los indígenas provocaba una elevaba tasa de mortalidad, sumada a la fuga que hacían hacia "las Provincias de Abajo" para verse liberados de tan lamentables condiciones de vida.
Es en dicho contexto demográfico, en el cual estalla la Revolución de los Comuneros en 1721, con una escasez de mano de obra indígena que fuera utilizada por los vecinos de Asunción, en especial por los más ricos y poderosos de la ciudad, que en su gran mayoría integraban el Cabildo.
Gobernadores del Paraguay ántes de la Revolución de los Comuneros
CAPÍTULO III
ESTALLA LA REVOLUCIÓN
LA DESTITUCIÓN DE REYES BALMACEDA
El juez pesquisidor José de Antequera y Castro llegó a Asunción el 23 de julio de 1721. Una vez en la ciudad, se dispuso a iniciar el Sumario para comprobar si eran ciertos o no los cargos contra Reyes Balmaceda.
A fines de agosto de 1721, se iniciaron las declaraciones logrando el sector denunciante que los partidarios de Reyes Balmaceda y el mismo no se encontrasen en la ciudad de Asunción, con el fin de evitar que amenacen a los testigos que declararon ante el Juez Pesquisidor.
Al respecto escribió Lozano, que influenciado por los acusadores del gobernador fueron estos:
"...los que dispusieron la pesquisa a su modo, luego que el Juez empezó a desenvolver la tela de los capítulos contra el Gobernador. Este noticiado ya de todo, por no dar lugar a sus émulos, con su ausencia a que más libremente le calumniasen y a que le malquistasen con el juez trató de volverse cuanto antes a la Asunción, pero era ya tardío el remedio, porque sus enemigos estaban totalmente apoderados de Antequera, en quien experimentó en su recibimiento ciertos desaires, que al otro día de su llegada le suspendió de su gobierno, y mandó salir desterrado a un pueblo de indios llamado San Lorenzo de los Altos, que dista dieciséis leguas de la ciudad."
Sigue relatando Lozano que:
"Justo era este destierro y necesario para la libertad de los testigos que se habían de examinar en la pesquisa, pero los émulos del gobernador le miraron como triunfo porque, les parecía dejarles dueño del campo a que no tendría poder para volver, y con este principio favorable a sus designios corrieron más libres a su venganza, estimulando a los testigos, no sin aprobación del juez a que declarasen cuanto deseasen, fuese verdad o mentira."
Tras tomar las declaraciones que en su gran mayoría confirmaban los cargos en contra del gobernador, Antequera y Castro redactó un Memorial en el cual se confirmaban los cargos levantados por los miembros del Cabildo Asunceno.
En virtud de sus instrucciones, Antequera se presentó al Cabildo de Asunción el 14 de septiembre de 1721 con un pliego cerrado entregado por la Audiencia que debía ser abierto en caso de que se comprueben los cargos en contra de Reyes Balmaceda. El Pliego cerrado designaba como Gobernador del Paraguay al propio José de Antequera y Castro y le autorizaba a juzgar a su antecesor por los delitos cometidos.
Según Lozano, Antequera debía esperar a que Reyes Balmaceda concluya su quinquenio en 1722 para asumir como gobernador, pero que decidió asumir el cargo inmediatamente para lo cual:
"convocó el Cabildo a hora incompetente y en día feriado, pues era domingo 14 de septiembre, que tanto debía importar su recibimiento y tan grave peligro concebía su ambición en la tardanza que no quiso diferir esta diligencia al día siguiente. Propuso a los capitulares que los delitos probados a don Diego de los Reyes le hacían indigno del gobierno, y sabía bien que a la mayor parte no desagradaba la plática, con que siendo forzoso declararle incurso en la pena de privación, era tiempo de que tuviese efecto en su misma persona la merced que le hacia la real audiencia de que le recibiesen para su gobernador y capitán general de la Provincia, reteniendo también el empleo de juez pesquisidor."
Notificado Reyes Balmaceda de la situación, se resistió argumentando que una de las Leyes de Indias, prohibía al juez pesquisidor suceder en el gobierno de su pesquisado. Pero pese a esa resistencia jurídica, Reyes fue obligado a entregar el bastón de mando.
Así que, afirma Lozano, Reyes violentamente, entregó el bastón y se dio a prisión, trayéndole a la ciudad y señalándole su casa por cárcel, que no fue entonces poca piedad, si se atiende a lo que paso después. Pusole guardia de soldados, sin permitirle comunicación alguna fuera de sus domésticos, sino la del que le señaló por su procurador, pero con poca o ninguna inteligencia en las materias. Prosiguió el proceso contra el pobre Reyes, que absolutamente se hallaba indefenso y sus contrarios cada vez más validos y orgullosos.
Según escribió Antequera, remitió a Diego de Reyes Balmaceda preso a su morada en cumplimiento de las instrucciones de la propia Audiencia de Charcas.
El 15 de abril de 1722, Diego de los Reyes Balmaceda huye de su prisión domiciliaria, "...resolvió a disfrazarse y salir de noche como que fuese otra persona doméstica por entre los soldados que quizá se dejaron corromper con dones para hacer la vista gorda; aunque de ello nunca se tuvo sospecha. En conclusión, Reyes sin impedimento pasó por entre los guardas, que o no le conocieron o disimularon conocerle y encaminándose a donde de antemano tenia prevenidos caballos, procuró con toda diligencia alejarse por caminos extraviados bien conocidos de sus guías a un lugar seguro."
Reyes Balmaceda se refugió en los Pueblos de las Misiones administrados por los Jesuitas, y de allí pensaba trasladarse hasta Buenos Aires, con el fin de viajar a España para exponer su caso ante el propio rey, cuando recibió la provisión real firmado por el Arzobispo Virrey Fray Diego de Morcillo de fecha 26 de febrero de 1722, por la cual le autorizaba a continuar su mandato hasta completar el quinquenio.
Entonces Reyes Balmaceda decidió regresar al Paraguay, y en el pueblo de Candelaria se hizo reconocer como gobernador, y remitió una carta al Cabildo de Asunción a los efectos de que se le reconozca y se le devuelva su mando el 16 de septiembre de 1722.
Diego de los Reyes Balmaceda avanzó hacia el Paraguay, llegando a la Tabapy -la actual Roque González- donde los Dominicos poseían una estancia. Hasta allí fue un grupo armado encabezado por Ramón de las Llanas junto con el Alcalde de la Santa Hermandad -la policía de caminos de la época- José de Areco.
Reyes huyó pues fue avisado por el cura de Yaguarón don José Caballero Bazán que la partida de las Llanas iba para apresarlo.
Tras su huida fueron detenidos y conducidos a Asunción el hijo de Reyes el diácono Agustín de los Reyes y el cura José Caballero Bazán. Al respecto de esta detención, escribió Antequera al Obispo Palos, que el citado Caballero fue "... uno de los que más conmovieron y perturbaron esa Provincia", en otro punto dice del mismo que "fue uno de los principales motores de los alborotos, inquietudes y desasosiegos de esa Provincia, y alteración de su paz pública", por lo que fue sumariado, además el Protector de naturales lo acusó de mala administración de los bienes del pueblo de Yaguarón en donde ejerció como cura y administrador por cerca de diez años.
Con respecto a la detención del hijo de Reyes, Antequera escribió que en primer lugar la partida comandada por Areco tenía por propósito "noticiar, como queda ha dicho a Don Diego de los reyes, el Decreto que entrase en esa Ciudad sin estrepito de armas que traía consigo, ni sublevar la Provincia, se hizo preciso que acompañase a ese acto judicial la escolta del capitán de caballos, que era entonces don Ramón de las Llanas, con algunos soldados de los suyos".
Sigue sosteniendo Antequera que llegados a Tabapy las carretas y demás enseres que acompañaban a Reyes fueron confiscados y que para no dejar varado a Agustín de los Reyes se lo condujo a Asunción. Posteriormente las carretas y demás enseres confiscados fueron entregados al padre Francisco Plaza, quien era Procurador de los Pueblos de las Misiones, pues justificó que le pertenecían dichos bienes.
De esa forma concluía el primer año del gobierno de Antequera y Castro.
Fray Diego Morcillo, Virrey del Perú
EL GOBIERNO DE JOSÉ DE ANTEQUERA Y CASTRO
El gobierno de Antequera y Castro al igual que el de sus antecesores procedió a repartir indígenas en Encomienda y a dar mercedes de tierras a sus partidarios.
En ese sentido, informa el doctor Telesca que Antequera otorgó un total de 15 mercedes de tierras, de las cuales trece fueron para miembros de la elite con rango militar, una para un clérigo y una para el Convento de San Francisco.
Así mismo se persiguió a los partidarios de Reyes Balmaceda, por ejemplo José Delgado, quien fuera nombrado Teniente de Gobernador por el depuesto gobernador, fue apresado y mantenido en "un estrecho calabozo con tal aprieto que al cabo, consumido de miserias, acabo sus días en prisión". Según Lozano, "otros aún de los más principales ciudadanos eran desterrados a los presidios, donde de la licencia de los soldados padecían".
Ante las pretensiones de Reyes Balmaceda de retornar al poder, el Cabildo de Asunción instó al gobernador Antequera a resistir, por tal motivo tomó las medidas correspondientes para defender militarmente la provincia. Evidentemente que el proceso revolucionario estaba adquiriendo un nuevo cariz.
Mientras Reyes Balmaceda residía en Corrientes, desde donde operaba con el fin de lograr recuperar el poder en el Paraguay, entre las medidas adoptadas fue el embargo de bienes que eran transportados hasta Asunción.
Es así que el gobernador Antequera y Castro ordenó la detención de Reyes Balmaceda, el operativo comando es relatado por el capitán Baltasar García Ros al Rey, en los siguientes términos:
"Sin reparar en el temerario exceso, pasó (Antequera) a ejecutar otro atentado no de menor consideración que los antecedentes, despachando desde la ciudad de la Asunción, río abajo a la de las Corrientes, que no es de su distrito, dos botes con gente y armas, comandados del referido don Ramón de las Llanas, y éstos, sin haberse dado a sentir, se ocultaron en las islas del río Paraná, que afrontan con aquella ciudad, de donde acecharon con espías la posada de don Diego de los Reyes y asegurados apostaron a uno de los puertos de dicha ciudad con el mayor silencio que fue posible. Como no fueron sentidos, a deshora de la noche hicieron desembarque de más de treinta soldados y ejecutaron la noche del día veintiuno de agosto del año próximo pasado, el hurto y robo de la persona del mencionado don Diego de los Reyes Balmaceda, y el saqueo de su casa, llevándolo de la cama en paños menores.
Y para conseguir su hecho y que se les abriese la puerta de la posada, usaron de otro fraude, diciendo que era correo que venía del Paraguay con cartas a su Gobernador, y como esperaba las resultas del obedecimiento del despacho superior que había remitido, no dudaría fuese así, como también porque era increíble que don José de Antequera ni otro alguno tuviesen osadía y atrevimiento de introducir gente y armas a horas desusadas, a profanar los fueros y privilegios de una ciudad que vive asegurada bajo de ellos robar y saquear dentro de ella vulnerando las inmunidades de que gozaba, incurriendo en enormísimo atentado y crimen de aleve (...) Y con tan impracticable hecho lo llevaron a la ciudad de la Asunción, donde lo mantiene en la más cruel prisión que fuera imaginable ni creíble, a no ser tan notorio en estas Provincias y constar de deposiciones de testigos oculares, teniéndole en un calabozo donde se prenden las gentes de la ínfima suerte, asegurado con grillos en un cepo y afianzado por el pecho de una pesada cadena, cerrada la puerta, privado de la comunicación y puestas guardias de sus enemigos, que fueron testigos contra este en la sumaria que don José de Antequera le procesó...".
Lozano describe las condiciones en las que Reyes Balmaceda estuvo preso con mayores detalles, "... un hombre de casi sesenta años, sin poderse revolver en su estrecha mazmorra por lo cargado de hierros, ni alcanzar le sirviesen la bebida de la yerba del Paraguay, que quien se ha acostumbrado a ella siente más su falta que la del alimento (...) llenóse el cuerpo hasta en las mismas barbas de ciertas sabandijas que produce aquel país para ejercicio de la paciencia: llámense allí piques, y en otras tierras cálidas de estas Indias niguas, que penetrando en las carnes con insufrible escozor, forman en ella bolsillas del tamaño de un garbanzo...".
La detención de Reyes Balmaceda se concretó el 21 de agosto de 1723, dicha situación provocaría una reacción más enérgica de las autoridades de Lima, que llevaría al enfrentamiento armado con los Comuneros del Paraguay.
Gobiernos durante la Revolución Comunera
LA REACCIÓN DEL VIRREY
El Virrey del Perú, Fray Diego Morcillo, quien a su vez era Arzobispo de Lima dispuso que el teniente del Rey de la ciudad de Buenos Aires, Baltasar García Ros se traslade hasta el Paraguay a los efectos de liberar a don Diego de los Reyes Balmaceda si consideraba conveniente reponerlo en el cargo o en su defecto asumir como gobernador e inste a José de Antequera y Castro a que se presente ante el Virrey en Lima en un plazo no mayor a 8 meses, así mismo los miembros del Cabildo que se habían opuesto a reconocer la orden del Virrey de reponer a Reyes Balmaceda serían penados a dos años de destierro.
En cumplimiento de dicha disposición se trasladó García Ros, quien conocía bien el Paraguay pues había ejercido como Gobernador en dicha provincia. Juró su fidelidad para asumir el cargo en Buenos Aires, se trasladó hasta Corrientes en noviembre de 1723. Desde allí García Ros escribió a Antequera y al Cabildo de Asunción para que le recibiesen, pero tanto el Cabildo como Antequera le solicitaron testimonios de las resoluciones del Virrey. García Ross subió hasta la desembocadura del rio Tebicuary, pero se persuadió que tanto el gobernador Antequera como el Cabildo no le reconocerían su autoridad por lo que resolvió regresar a Buenos Aires.
Baltasar García Ros regresó a Buenos Aires a los efectos de conseguir los elementos necesarios para emprender una acción armada contra los vecinos del Paraguay de modo a dar cumplimiento a las órdenes del Virrey del Perú. En tal sentido subió por el río Uruguay y desde el pueblo de Yapeyú el 20 de junio de 1724, le escribió al Padre Tomás Rosa, quién era el Superior de las Misiones, a los efectos de que le provea 2000 indígenas tapes para dar cumplimiento a sus instrucciones.
Ante la expedición armada de García Ros quien organizó un ejército de dos mil indígenas con ayuda de los Padres Jesuitas de las Misiones, el Cabildo de Asunción convoca a un Cabildo Abierto es decir una reunión ampliada de la que participan los vecinos más importantes para adoptar la medida que corresponda ante la grave situación en la que se encontraban de mantenerse en su posición o ser obligados por las armas a que se cumplan los mandatos del Virrey del Perú.
En la resolución del Cabildo Abierto del cual participaron más de cien vecinos se resolvió que "No ser conveniente la reposición de don Diego de los Reyes a este Gobierno, respecto de las causas que tenía pendientes en la Real Audiencia y de la cuenta que tenia dada este Cabildo a su Majestad y a su Alteza sobre esta materia ni que entrase al gobierno el dicho, ni otro que fuese parcial suyo, y que es no se entiendese querer mantener al que actualmente gobernaba esta Provincia, que enviando su Excelencia a un Señor Ministro u otro que sea independiente de estas tres Provincias, y de parcialidades, lo recibirán en el ejercicio de dichos cargos". Era clara la posición de los vecinos asuncenos, que pretendían una persona imparcial a todo lo que venía desarrollándose desde 1721.
Ante el avance del ejército de García Ros, el Cabildo de Asunción dispuso la expulsión de los Padres jesuitas de su Colegio en un plazo perentorio de 3 horas el 7 de agosto de 1724. El encargado de notificar la resolución de expulsión fue el escribano Juan Ortiz de Vergara acompañado de Francisco de Méndez Carbajal y José de la Peña conocido como el tuerto, en calidad de testigos.
Los bienes de los jesuitas quedaron bajo el cuidado del Provisor y Vicario General del obispado durante los tres años y medio que estuvieron fuera de asunción los miembros de la Compañía de Jesús. Con respecto a los sacerdotes escribió "albergarónse aquella noche los desterrados jesuitas en una casa de campo bien incómoda y falta de todo, pues aun la luz anduvo tan escasa, que para rezar las vísperas que a algunos les faltaban por no haberle dado tiempo la tropelía de las cosas, para pagar esa deuda, no tuvieron otra que la de una mala lamparilla de sebo, que les trajo una india compasiva (...) Al día siguiente llegaron a una granja de nuestro Colegio, la cual desmantelaron sin ningún rubor nuestros enemigos, dándola a saco y robando las cosechas de aquel año, sin perdonar aun las puertas y ventanas y lo que pone horror, ni la iglesia se vio libre de la rapacidad...".
Posteriormente los padres llegaron hasta la Misiones, donde se refugiaron en los años siguientes, mientras García Ros avanzaba hacia el Paraguay.
LA BATALLA DE TEBICUARY
José de Antequera y Castro convocaba a los vecinos de Asunción a resistir ante el avance de las tropas de García Ros que estaban comandadas además por los sacerdotes jesuitas Policarpo Duffo y Antonio Ribera. El ejército de Antequera se presentó ante el de García Ros que se encontraba acampado a la orilla del río Tebicuary junto a una Laguna en una posición formidable, y difícil de atacar. García Ros seguía remitiendo cartas al Cabildo de Asunción para que depongan las armas y cumplan con las disposiciones del Virrey.
Las tropas de Asunción acamparon en las tierras de Cabañas en la jurisdicción de la actual Caapucú.
La primera escaramuza entre ambos ejércitos se produjo el 19 de agosto en el Paso Lorenza en donde las tropas de Asunción fueron resistidas por 50 indígenas del ejército jesuita. Al día siguiente un grupo de hombres armados comandados por Ramón de las Llanas, pero la operación no logró su objetivo.
La Batalla del Tebicuary se libró del 25 de agosto de 1724, según relata Lozano, Baltasar García Ros:
... tenía reservadas todavía en un carretón muchas armas, sin habérselas repartido, como tampoco la pólvora y las municiones convenientes, como quien no pensaba pelear, o como que tuviera aplazado con sus contrarios el día del combate. Al contrario Antequera dispuso muy bien aquella noche su gente. Habló a los cabos de su confianza para que tuviesen prontas sus milicias, repartióles en suficiente cantidad pólvora y municiones, pues según cuenta formada por ellos mismo, no habiendo tenido otra función, gastaron en esta expedición treinta y seis mil balas y seis quintales de pólvora."
Las tropas provinciales tomaron desprevenidos a las tropas de García Ros, la caballería logró derrotar a la desordenada infantería que resistió con piedras, lanzas y flechas. "Como estaban a caballo los españoles se acercaban para disparar sus carabinas y ahorrando caracoles hecha la descarga se retiraban a cargar de nuevo seguros de no ser acometidos por la espalda a falta de una caballería que los siguiera".
Describe Lozano la batalla que en ese sentido "... iban y venían casi dos mil carabineros, abrigando en el con medio de sus líneas a muchos indios sus amigos, especialmente del pueblo de Itá, que venían por sus auxiliares tan rebeldes como los paraguayos y se empleaban en acabar de matar a los paisanos suyos".
Ante un amague de retirada las fuerzas provinciales del Paraguay arremetieron finalmente contra las tropas del Virrey del Perú, por lo que "juzgó don Baltasar por consejo más acertado asegurar su persona con la fuga, según le persuadieron los mismos españoles de su sequito, rogándole encarecidamente no se expusiese a los ultrajes...".
García Ros huyó hacia San Ignacio en donde "llegó a medianoche mojado y medio muerto de frío", quien al día siguiente salió para Corrientes.
El resultado de la batalla fue trescientos indígenas de las Misiones muertos así como dos españoles y fueron hechos prisioneros 150 indígenas guaraníes, del sector de los asuncenos murieron 7 españoles y varios indígenas de servicio totalizando 26 bajas. Así mismo fueron apresados los jesuitas Duffo y Ribera quienes fueron remitidos como prisioneros hasta Asunción donde fueron sumariados.
Posteriormente avanza el ejército comandado por José de Antequera hasta los Pueblos de las Misiones, primero ingresa hasta Santa María de Fe, luego a San Ignacio, posteriormente a Santa Rosa.
Así mismo fue enviado a Villarrica Ramón de las Llanas, para detener a Teodosio Villalba, quien fue designado por García Ros como Teniente de Gobernador en dicha ciudad. Llegó de las Llanas hasta dicha ciudad y procedió a prender a Villalba y condenarlo a ser arcabuceado.
De esta manera se libró la primera batalla de la Revolución de los Comuneros, en la que salieron triunfantes las tropas convocadas por el Cabildo Asunceno y el gobernador José de Antequera y Castro.
ANTEQUERA RUMBO AL ALTO PERÚ
Ante el hecho de que las fuerzas que fueron enviadas por el Virrey del Perú fueron derrotadas, el gobierno colonial no podía admitir que una Provincia desacatase y resistiese por medio de las armas el cumplimiento de una real provisión. Ínterin llegaban los informes al respecto de la batalla del 25 de agosto de 1724, el nuevo virrey del Perú asumía el cargo José de Arméndariz, Marqués de Castelfuerte.
El virrey Castelfuerte ordenó al gobernador de Buenos Aires Bruno Mauricio de Zavala se traslade hasta Asunción a los efectos de pacificar la Provincia.
Zavala organiza un ejército con los indígenas misioneros, formando una tropa considerable de 6.000 soldados en enero de 1725. Una de las instrucciones precisas que tenía Zavala era la de prender a Antequera y remitirlo a Lima a los efectos de ser procesado por sus acciones en Asunción.
Zavala va avanzando a Asunción, y entonces Antequera deja como teniente de Gobernador a Ramón de las Llanas y junto con Juan de Mena, el maestre de campo Fernández de Montiel y unas cuarenta personas más decide salir de la Provincia rumbo a Charcas para rendir cuenta de sus acciones ante la Real Audiencia, pues evidentemente juzgó inútil resistir ante un ejército tan poderoso como el que traía Zavala.
La comitiva de José de Antequera y Castro se trasladó a Córdoba en donde fueron acogidos en el convento franciscano de dicha ciudad. En dicha ciudad tomó conocimiento de la disposición del marqués de Castelfuerte que lo declaraba proscripto y por lo tanto tuvo que huir de incógnito hacia Charcas en octubre de 1725.
Una vez presentado ante la Audiencia, fue detenido por las tropas del Virrey junto con Juan de Mena, el capitán Alonso González de Guzmán, Miguel Duarte y Tomás de Cárdenas. Todos los prisioneros fueron remitidos a Lima el 8 de febrero de 1726.
EL GOBIERNO DE MARTIN DE BARÚA
Una vez en Asunción, Bruno Mauricio de Zavala, procedió a cumplir con su cometido por lo que designó como gobernador y capitán General del Paraguay a don Martín Barúa quien era Teniente de Gobernador en Santa Fe.
Así mismo se procedió a liberar de la cárcel a don Diego de los Reyes Balmaceda, al respecto relata Lozano que durante una visita en su casa el Obispo junto con Bruno Mauricio de Zavala le invitaron a "pasar a Santa Fe después de reparar las fuerzas en su casa, sin permitirle demorar en la ciudad de las Corrientes, por los inconvenientes que podían resultar".
Zavala no emprendió ninguna acción violenta contra los Miembros de Cabildo de Asunción, de hecho los capitulares escribieron una carta al rey el 7 de septiembre de 1726 en la que informaban sobre el ingreso de Zavala a la provincia para pacificarla:
"...las providencias que dio vuestro virrey Marques de Castelfuerte para la pacificación de esta Provincia han producido los efectos de paz y sosiego así por el modo prudente con que procedió en las ejecuciones de las ordenes dicho vuestro gobernador de Buenos Aires como por el que se halla gobernando esta provincia por despachos de dicho vuestro virrey por la independencia con que atiende y especial aplicación al beneficio de la causa pública."
En el mismo documento que consta en el Archivo General de Indias, los miembros del cabildo Asunceno informaban al rey que entre las obras que emprendió Barúa se encontraban la reedificación de la fortaleza de San Agustín del Arecutacua, en la actual Emboscada así como la reorganización de las milicias a los efectos de ejercer una mejor defensa de la Provincia ante los ataques de los indígenas del Chaco. Entre los firmantes del memorial al rey se encontraban Antonio Ruiz de Arellano, Francisco de Rojas de Aranda, Miguel de Garay entre otros capitulares que habían colaborado con Antequera en su lucha contra Reyes Balmaceda.
Barúa pronto se vio influenciado por los reclamos de los Comuneros, por tal motivo propuso al rey que algunos de los indígenas de las Misiones puedan cumplir con el servicio de encomienda a los vecinos de Asunción.
Durante el gobierno de Barúa, según Hildegard Thomas: "la Provincia parecía pacificada por el espacio de 5 años, este plazo debió haber servido esencialmente para despertar la conciencia de la propia fuerza militar de los rangos bajos de la milicia provincial".
El 18 de marzo de 1728 los Padres Jesuitas pudieron volver a su Colegio en la Asunción, con lo cual todo parecía que los conflictos que habían acaecido a comienzos de la década de 1720 habían acabado.
Autoridades del Cabildo Asunceno durante la Revolución Comunera
Batalla de Guayaibity
Batalla de Tabapy
CONCLUSIONES
Tras la represión, Bruno Mauricio de Zavala dispuso el establecimiento del Puerto Preciso de Santa Fe, así mismo disolvió el Cabildo de Asunción integrándolo nuevamente. Dispuso que la Real Cédula del 12 de septiembre de 1537, no podía ser aplicada nuevamente por ser ilegal al no encontrarse en la Recopilación de las Leyes de Indias.
Tras catorce años de luchas y tumultos, la vida de la Provincia del Paraguay se vería sumamente afectada, en materia económica fue indudable el efecto negativo del establecimiento del Puerto Preciso en Santa Fe.
Desde el punto de vista social hubo una modificación en la población de la Provincia como lo señala el historiador argentino Juan Carlos Garavaglia, pues en los años inmediatamente posteriores a la finalización de la Revolución, "...el 41% de los marineros de las barcas corresponde a indígenas de las misiones escapados de sus pueblos. Pero, si nos acercamos más, la sorpresa aumenta: un número no despreciable de estos indios posee ya un apellido español".
Esa misma idea se constata cuando Fulgencio R. Moreno afirma que en el Paraguay se produjo un incremento demográfico, y que para poder observarlo:
"...cabalmente, es necesario tener en cuenta que la población (española o mestizas nos referimos) no se formó sólo con el crecimiento vegetativo de su primitiva base, o de la que consideramos a principios del siglo XVII, sino también con la incorporación constante de nuevos elementos aportados por el cruzamiento de los españoles y sus hijos con las indias de sus encomiendas y de los pueblos".
Éste incremento poblacional apoyado con la inmigración de los indígenas provenientes de los pueblos de indios ya sean éstos de los pueblos franciscanos o principalmente de los jesuíticos, y el proceso de mestizajeen el que participaban, pues "el indio originario, aunque siempre renovado por motivos fiscales, es progresivamente absorbido por el mestizaje y encubre al "mestizo reciente" que más tarde se integra en la sociedad blanca paraguaya". De modo a no dejar duda sobre este punto citamos a Garavaglia quien sostiene "... a medida que avanza el siglo XVIII -y que el número de indios escapados de sus pueblos aumenta en forma vertiginosa- parecería percibirse a través de las fuentes una creciente alarma".
Teniendo en cuenta el factor demográfico ya sea por mestizaje se produjo un incremento de la tasa de crecimiento demográfico, el establecimiento de sanciones económicas al comercio que ya de por sí era bastante difícil al ser la yerba mate el principal producto rentable con una fuerte competencia jesuita, es entendible la preocupación de las autoridades de la época en ese sentido.
Las clases sociales no tenían mayores diferencias en el Paraguay de fines del siglo XVIII, pues según Azara "... todos comen y visten lo mismo, suelen llamar algunos a esta provincia la tierra de los iguales (...) La pobreza del país se infiere de que hasta el año de 1779 no se conocía moneda". Por su parte el capitán Juan Francisco Aguirre en el mismo sentido sostiene que al Paraguay se le llamaba la tierra de los iguales, pues las familias ubicadas en la escala superior de la sociedad no tenían modo de acumular riquezas debido a la carencia de moneda metálica, por lo que su posición se demostraba con pequeños elementos y por sobre todo por la posesión de grandes extensiones de tierra y de indios y esclavos trabajando para ellos:
"Las familias patricias se inclinan particularmente a la campaña; la estancia es su mayor anhelo; el caballo y el arreo su principal lucimiento. Aunque vayan descalzos no faltan espuelas de libra cada una (...) se trasciende aun entre la pobreza de sus lienzos, la nobleza de sus prosapias... ".
En materia política se produjo un cambio sustancial en la composición de la elite capitular asuncena, los leales fueron premiados con cargos, y a partir del gobierno de Martin de Echauri se produjo el ingreso de nuevos miembros a la elite muchos de ellos provenientes de Santa Fe y de Buenos Aires.
En cuanto a lo actuado por José de Antequera y Castro, el rey Carlos III dispuso en una revisión del proceso al que fue sometido que sus actuaciones en el Paraguay durante los años 1721, estaban conformes a la ley que el mismo era "un honrado y leal ministro", reivindicó su memoria e incluso uno de sus parientes pudo cobrar una pensión a partir del 1 de abril de 1778.
La Revolución de los Comuneros fue un proceso histórico en el cual se evidenció la profunda pobreza en la que vivían los habitantes del Paraguay en el marco de un imperio en el cual ocupaba dicho país la periferia. Los Comuneros demostraron que el acaparamiento de las tierras y de la mano de obra indígena era una injusticia contra la cual se rebelaron cuando el gobernador Reyes de Balmaceda "perjudicó" los intereses tradicionales de la elite capitular asuncena.
En ese sentido y con el transcurrir de los años, sostiene Hildegard Thomas que "el común fue inducido a la resistencia armada, debió haberse despertado en él la conciencia de su propia fuerza militar. El común se levantó debido a una favorable constelación política, pretendiendo participar de las decisiones del Cabildo en nombre del pueblo. A pesar de que el movimiento buscaba excluir a los grupos dominantes -regidores tradicionales y jesuitas- no estuvo orientado de manera alguna hacia una liberación del principio de dominación colonial existente".
El triunfo de la Compañía de Jesús se hizo patente cuando nuevas tierras fueron ocupadas por los Misioneros en las actuales regiones del Caaguazú, San Pedro y Concepción.
Escudo Nobiliario de Antequera y Castro
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