ALONSO DE LAS HERAS - PERFIL DE UN MAESTRO
Por MARIANO LLANO
Asunción – Paraguay
(141 páginas)
INDICE
CAPITULO I- Los Bayoneses
CAPITULO II- San Miguel Garicoïts
CAPITULO III- Alonso de las Heras
CAPITULO IV- Riquelme Saguier/ Miguel Martínez Fuertes
CAPITULO V- Anécdotas y recuerdos de ex-alumnos
CAPÍTULO I
LOS BAYONESES
Corría el año 1878, tan solo 8 años de la terminación de la guerra de la Triple Alianza.
El general Caballero había regresado a su patria, luego de estar encarcelado en Rio de Janeiro.
Al poco tiempo con su inteligencia, su natural don de gente, su figura distinguida llegó a ser caudillo indiscutido del momento.
En Buenos Aires el padre Francisco Lophitz, de la congregación de Betharram, preparaba su viaje al Paraguay. Ya estuvo en el Uruguay y construyó la iglesia del Cerro en Montevideo. Era apóstol. Al bajar al puerto de Asunción, en un mástil flameaba la bandera imperial.
Se habían muerto casi todos los sacerdotes, quedaban muy pocos, con la guerra murieron 53. Fidel Maíz, lo recibió.
En el año 1879 se consagra obispo del Paraguay, Pedro Juan Aponte, que luego fue reemplazado por Juan S. Bogarín.
Ya habían hecho los primeros contactos, que se prolongaría durante las presidencias de Emilio Aceval, Héctor Carvallo y llega el punto culminante cuando por decreto del Poder Ejecutivo se resuelve la entrada y fundación del Colegio San José, con la presidencia del Coronel Escurra.
La labor del superior Víctor Bourdenne en todas estas tratativas preliminares fue destacable, en colaboración del padre Juan Bautista Toudenou.
Transcribimos una carta del superior general padre Víctor Bourdenne, que contesta al cardenal Rampolla.
"Reverendo padre:
"Las tristísimas condiciones religiosas en que se halla la República del Paraguay, han hecho sentir la vivísima y urgente necesidad de que allí se establezca una Congregación Religiosa dedicada a la enseñanza, para sustraer a las escuelas masónicas la juventud estudiosa y así proveer al futuro de esa desventurada nación. Por eso Su Santidad vería con la mayor satisfacción que tal obra fuese asumida por los beneméritos padres del Sagrado Corazón de Betharram, los cuales se encuentran instalados ya, con tanto provecho para la juventud, en la vecina República Argentina y me ha ordenado que interese vivamente su paternidad reverendísima en esta santa empresa de redención espiritual de ese pueblo. En cuanto a los comienzos estarían seguramente compensados con el tiempo, ya sea por el número de alumnos, ya sea porque la vida es barata en esa región".
“Aprovecho la ocasión para confirmarle mi distinguida estima. "
“De vuestra paternidad afectísimo en el Señor.
"Roma, 13 de octubre de 1902.
"Cardenal Rampolla".
El Superior General P: Víctor Bourdenne, contesta sin tardar al cardenal Rampolla:
F.V.D. Eminencia:
Con el más profundo respeto, tuve conocimiento junto con los honorables miembros de mi consejo, de la carta que os habéis dignado dirigirnos en nombre de Su Santidad.
Nuestra respuesta no podía ser dudosa ni hacerse esperar ya que Jesucristo por boca de su Vicario, nos pedía apacentar sus ovejas en esa lejana comarca del Paraguay tan desheredada de maestros cristianos.
Por tanto, aunque no tengamos ni oro ni plata, ni siquiera los hombres necesarios para responder a los deseos del Pastor Supremo, nos ponernos de todo corazón a su disposición para empezar modestamente y en cuanto sea posible la importante obra que nos es confiada. Contamos con la bendición del Santísimo Padre para que el Señor nos envíe los obreros y los recursos necesarios para esta misión. Su Eminencia se dignará también, así lo esperamos, emplear su alta influencia para que se nos allanen los caminos para llegar a su Excelencia el obispo del Paraguay.
Y en 1902, le escribe al padre Vignau".
No queremos ser, según las lecciones y los ejemplos de nuestro Venerable fundador, sino sus humildes, dóciles y abnegados cooperadores.
Dignase su Eminencia... etc.
P. Bourdenne
Y el 23 de octubre del mismo año 1902 le escribe al P. Vignau, visitador del Colegio San José de Buenos Aires.
"Reverendo y querido padre:
"Recibí de su Eminencia el Cardenal Rampolla la carta cuya copia adjunto.
"Inmediatamente la comuniqué a los miembros del consejo y dos días después nos reunimos para deliberar sobre lo que nos propone de parte del Santo Padre: ir a establecernos en el Paraguay.
"El parecer unánime ha sido que siendo un deseo de Su Santidad, no había que dudar, y que cueste lo que cueste, había que disponerse a realizarlo...
"La Providencia que hacía coincidir la propuesta de ese establecimiento con su presencia en esas regiones, nos indica suficientemente que os ha elegido para poner los fundamentos de la obra.
"Le ruego pues se ocupe de ello con el R.P. Magendie (era el Superior del San José de B. Aires). Uno y otro tienen la experiencia y la sabiduría necesarias para realizarlo con éxito.
"Pensamos que había que establecerse en la capital, única ciudad importante de la República. No tenemos, sin embargo, ninguna idea fija sobre el particular.
"Vaya a ver el lugar y ante todo al obispo. Nos dicen que es amigo de nuestros padres de Buenos Aires. Suponemos que es él quien, por medio del Nuncio, ha tomado esta manera eficaz de atraernos hacia él. No debe pues temer no ser bien recibido.
"Si podemos comenzar el año próximo sólo será con tres sujetos y habrá que tomarlos de las casas de América, a no ser que los acontecimientos se precipiten en Francia y que tengamos que disolvernos antes del fin de nuestro año escolar.
¡Que Dios y Nuestra Señora nos ayuden!
"Con la seguridad de mis más afectuosos sentimientos, P. Bourdenne".
Había buena disposición en el gobierno, era presidente don Emilio Aceval, tomando el capítulo de mi autoría, sobre "los presidentes del siglo". del diario Noticias, se lee:
"Asunción, año 1853, ejerce la Presidencia de la República don Carlos Antonio López, en un marco de orden y progreso. Cercano a la Quinta de Trinidad y del Ycuá Francia, sobre lo que es hoy la avenida Santísima Trinidad y Julio Correa, estaba la chacra de los Aceval. Muy temprano comenzaban las tareas y los trabajos de campo. Había que traer las lecheras, que amanecían en el tambo, después de pasar un tremendo barranco de tierra colorada".
Emilio Aceval nace un 16 de octubre de 1853, sus padres fueron Leonardo Aceval y Mónica Marín. Niño aún, peleó en Rubio Ñu y se ganó las antorchas de cabo y luego sargento. Tenía tan sólo 14 años cuando cayó prisionero en poder de los brasileros y fue conducido a Rio de Janeiro. Ya en libertad, fue a Buenos Aires e ingresó en el Colegio Nacional, donde conoció a Alberdi y Sarmiento.
Posteriormente, acompañó a su primo Benjamín a los Estados Unidos, como secretario plenipotenciario paraguayo, en ocasión del arbitraje sobre el Chaco. De vuelta a Asunción, se une en matrimonio con Josefina Rivarola, con quien tuvo varios hijos, entre ellos Josefina, que se casa con Pastor Saguier Cabañas, de noble estirpe, descendiente de Pierre Huber Saguier, que desde la época del doctor Francia era dueño de la estancia "Gasory", ubicada entre Curuguaty y Juan de Mena y donde el mariscal López, primo de Adolfo Saguier por el lado materno de los Carrillo, estuvo de paso a Cerro Corá.
Fue director del Banco Nacional del Paraguay durante la presidencia del general Bernardino Caballero, cuando comenzaba el renacer de la patria. Ocupó el cargo de ministro de Guerra y Marina durante el gobierno del General Egusquiza en 1894. Cumplió su mandato por cuatro años y reorganizó el ejército.
Fueron enviados a Chile: Eugenio Alejandrino Garay, Manuel Rojas, Adolfo Chirife, Manlio Schenone, Albino Jara, Carlos Goiburú, Pedro Mendoza. Se fundaron fortines en el Chaco, como Galpón y Patria y por primera vez se ocupa mayor extensión.
En elecciones internas del partido Colorado, surge la candidatura de Emilio Aceval y Héctor Carvallo. Triunfantes asumen el mando el 25 de noviembre de 1898 que se extiende hasta 1902. El acto de transmisión se realiza en el Palacio legislativo, haciéndole entrega de la banda presidencial el general Egusquiza.
El gabinete estaba constituido por los siguientes ministros: Interior, Guillermo de los Ríos; Relaciones Exteriores, José Segundo Decoud; Hacienda, José Urdapilleta; Justicia, José Caminos y de Guerra, coronel Escurra. A raíz de una revolución, fue desalojado del gobierno el 9 dé enero de 1901.
Don Emilio Aceval es una figura patricia de nuestra democracia. Noble, sencillo, inteligente, que como estadista dijo: "Iré al poder a gobernar con todos mis compatriotas íntegros, capaces y de
buena voluntad, sin fijarme en su bandera, sin fijarse en su bandera política. Tengo por axioma, y no sin fundamento, que la obra de la reconstrucción nacional requiere la mayor suma posible de energía intelectual, la mayor prudencia en la elección de los medios y un esfuerzo común del patriotismo".
"Mi administración comunicará un fuerte impulso a la producción agrícola, protegiendo su desarrollo y multiplicados los medios de mejor calidad. Nuestro fértil territorio ofrece ancho campo a la actividad agrícola, y mi gobierno llamará con predilecto interés al colono que lo cultive y le haga producir.
Hemos de olvidar que el asombroso adelanto de algunos pueblos de América, que parecen estar llamados a prodigiosos destinos, débese al concurso del extranjero".
"El secreto de nuestra fuerza material está en la colonización. Es el inmigrante quien levantará al Paraguay, regenerado y potente, de la postración en que cayó. Convencido de esta verdad, mi administración ofrecerá segura vía a la corriente de la inmigración europea. Y si tengo por cierto que, sin la colonización, al Paraguay le será harto difícil levantarse de su ruina, no tengo por menos que nuestra fuerza intelectual debemos buscarla en las escuelas".
Dice Vida] Aparicio: "Llega al poder, el nuevo presidente, rodeado de una verdadera aureola de popular simpatía, en medio de una paz que no empaña la más ligera nube; y su proclamación unánime, tranquila, sin ni siquiera pequeños incidentes, como no se acostumbran ni se conocen en América, hácenos creer que muy en breve veremos al Paraguay de hoy, no al Paraguay de los Francia y de los López, sino al Paraguay de los Caballero, de los Escobar, de los
Egusquiza, de los Aceval caminar por verdaderos derroteros de prosperidad y grandeza; destruyendo con sus hechos, con su liberal hospitalidad americana, la leyenda, aún no desaparecida en Europa, de sus misterios chinos, con sus murallas infranqueables, sus selvas vírgenes, seis desiertos fantásticos, sus grandes ríos inexplorados, sus indómitos guaicurúes, sus guaraníes ferocísimos y hasta sus Tobas del Chaco".
Por esto, satisfácenos en tanta escala la designación de Aceval; porque, al llevar a término sus propósitos, hará del Paraguay un país conocido en Europa, como lo son sus vecinos Uruguay y Argentina; sin más títulos ni derechos al crédito y a la consideración del exterior, que la mayor atención prestada por sus gobernantes a los problemas sociales de su porvenir.
Nuestros saludos, pues, y nuestra felicitación también a los paraguayos, por la justicia con que han procedido. El pueblo que así sabe honrar a sus hijos merece que se le salude con respeto, como lo hace hoy el Álbum Salón, desde sus humildes columnas".
Años después, fue senador nacional. Fue condecorado con la Gran Cruz del Mérito Naval de España y la Orden de Mérito de Chile y Comendador de la Legión de Honor de Francia. Durante sus últimos años se ocupa de la administración de su estancia "Josefina" y compra una casa-quinta sobre la avenida "Mburuvichá Róga" y que vende a don Elías García, quien fuera Jefe de Policía.
Falleció en Asunción, el 15 de abril de 1931, el presidente de la República José P. Guggiari decretó duelo oficial y se instaló una capilla ardiente en lo alto de la casa del ilustre extinto, sita en Benjamín Constant y 15 de Agosto, edificio que es ocupado hoy por financiera "El Comercio'".
El decreto del Poder Ejecutivo que rinde honores fúnebres a don Emilio Aceval dice: "Asunción, abril 15 de 1931. Habiendo fallecido el ex-presidente de la república, don Emilio Aceval, y siendo un deber del gobierno honrar la memoria de los ciudadanos que han ejercido la alta dignidad del Primer Magistrado y teniendo en consideración los importantes servicios prestados a la Nación por el ilustre extinto, como soldado de la patria en la guerra 1864-70, y varios elevados cargos de la administración pública y en el Parlamento, de acuerdo con el parecer de Consejo de Ministros.
Le suman mas sacerdotes, los padres Sampay y Lhoste, que fueron guiados por el padre Roa.
Ejercía la presidencia de la república Héctor Carvallo, breve gobierno, digo en mi capítulo: Los presidentes del siglo XX.
"Trinidad, no muy lejos de la quinta de don Carlos, se trabaja empeñosamente en las vías del tren. Un carruaje espera a doña Juana Carrillo. Murmullos en la nueva Iglesia, asistirá a la misa el joven presidente Solano López. Corría el año 1862".
Sobre la actual avenida Artigas y Vía Férrea tenían su casona la familia Carvallo. Estaba rodeada de altos y añosos árboles, un gigantesco mango junto a un colorido lapacho, sobre un pedazo de tierra que descendía bruscamente hasta la vía del tren.
El pequeño Héctor de tan sólo tres años, jugaba inocentemente sin pensar en la tragedia de la Guerra Grande.
En 1870, ya era alumno de la primaria. La secundaria lo cursó en el Colegio Nacional. Es uno de los fundadores del Partido Colorado, ocupando importantes cargos en la administración pública. Fue desde muy joven diputado y en el Congreso tuvo destacada actuación, especialmente en la ley que arbitraba recursos para el incremento de la instrucción primaria.
Fue electo vicepresidente, en el octavo período de 1898-1902 y pasó a ocupar el cargo de presidente del Senado de la nación.
Los primeros días del mes de enero de 1902, calor sofocante y con mucha humedad, había malestar por la candidatura del próximo presidente. Desechada la de Guillermo de los Ríos, surge sin embargo con el apoyo del general Bernardino Caballero, la del joven y talentoso militar, coronel Escurra.
Ante la renuncia de don Emilio Aceval, Héctor Carvallo pasa a ocupar la presidencia el 9 de enero de 1902.
Cumple una gestión destacada en su breve gobierno. Lleva adelante la fijación del ejido de las localidades de Bella Vista, Villa Ygatimí, San Bernardino, Escobar, Iturbe, Yegros, Loreto y Paso de Patria.
Se termina el censo ganadero con un total de tres millones de cabezas de ganado vacuno, equino y caballar, además el censo de alumnos primarios de un total de 25.247 alumnos.
Visita personalmente todas las escuelas de la capital. Y con el ministro de Instrucción Pública llega hasta distintas localidades del interior.
Se autoriza la emisión por un total de US$ 300.000, en níquel, conocidos en la plaza cambiaria como níquel león. Agiliza préstamos para pequeño agricultores para cosecha de algodón.
Promulga la ley que establece el descanso dominical.
El 24 de agosto de 1902, fallece el ex-presidente general Juan B. Egusquiza y se rinde los honores correspondientes al ilustre militar desaparecido.
El 125 de noviembre de 1902, en soleada mañana, Asunción se viste de fiesta. Una multitud, con los pañuelos rojos vitorean el carruaje estirado por caballos blancos que conducen al presidente Carvallo. Ya había llegado el general Bernardino Caballero, de su quinta del Belvedere.
Todo listo para el trascendental acto, en el viejo Congreso, donde 10 meses atrás, en una sesión permanente del Senado, con ánimos caldeados, una bala perdida había acabado con la vida del senador Facundo Dolores Insfrán. Curadas ya las heridas del senador Federico Bogarín en ese histórico Congreso- se procedió a la entrega de las insignias del poder al coronel Escurra, proclamando presidente.
Todos los ministros de Héctor Carvallo se hallaban presentes, ellos eran:
De interior: Eduardo Fleitas; Hacienda: Fulgencio R. Moreno; Justicia: Cayetano Carreras; Relaciones Exteriores: Dr. Pedro Peña; Guerra y Marina: coronel Antonio Cáceres.
También el vicepresidente electo Manuel Domínguez.
El breve discurso de Carvallo rezaba lo siguiente: "Señor presidente: en este momento cumplo el deber de transmitiros, el mando supremo de la república, al que habéis sido elevado por el voto unánime de la nación". Contestó, el coronel Escurra. "Pienso amoldar mis actos a la Constitución y a las leyes, siguiendo vuestro ejemplo. En nombre de la patria, a mi vez os agradezco los servicios que le habéis prestado". Se pasó luego al Salón Dorado donde se bebió una copa de champaña. El decano del cuerpo diplomático, embajador del Brasil, doctor Itibere da Cunha, elevó la copa y brindó por la grandeza del Paraguay y tuvo conceptos hermosos para con el presidente y el nuevo gobierno qué en aquel momento se iniciaba. Contestó en nombre del gobierno el ministro del Interior, Eduardo Fleitas. El ministro boliviano señor Chacon, igualmente dio un brindis, para que Paraguay y Bolivia, como verdaderos hermanos, arreglen sus antiguas cuestiones de límites.
El señor Ministro de Guerra y Marina invitó a los presentes al palco oficial, ubicado sobre la calle Buenos Aires, donde desfilaron el batallón N° 1 de la Infantería al mando del teniente coronel Toribio Bordón y el Regimiento N° 2, de Caballería al mando del teniente coronel Estanislao Mieres y por último el Cuerpo de Guardia Civil. La Municipalidad colocó arcos de flores y follajes en la calle Constitución, Villarrica, 14 de Mayo y 25 de Diciembre. Se iluminaron con potentes faroles los edificios públicos y entre los particulares se destacaron la Casa Blanca, la mansión de Marcos Quaranta, la de Pintos de la calle Villarrica.
A la noche más de 10.000 personas presenciaron un espectáculo de fuegos artificiales. La muchedumbre aliñada, llenaba la plaza Constitución y de Armas, corredores del Correo y la azotea del Congreso.
La banda militar del Cuerpo de Guarnición y la de los Salesianos ejecutaban alegres piezas y polcas. Así se despidió Héctor Carvallo del poder.
En 1910 se trasladó con su familia de Asunción a Altos, donde estableció su residencia.
Al iniciarse la guerra, concurría todos los días al puerto de Asunción, para alentar a los soldados.
Era aquel anciano que alzaba y agitaba los brazos al zarpar las cañoneras, y era la voz de Héctor Carvallo la que hablaba sobre la valentía del general Díaz, rememoraba la lucha de Curupayty y decía a viva voz "Nuestro lema será siempre: Vencer o morir".
Ya apenas se divisaba a lo lejos el Humaitá, iba a Puerto Casado, toda esa juventud llevaba muy presente la voz del anciano estadista y el sol se ponía al oeste hacia el inmenso Chaco con majestuosos estallidos de anaranjados, que llegaban al legendario Pilcomayo y Parapití, reflejando todo su esplendor. Falleció en plena guerra del Chaco, en el año 1934".
Todo estaba arreglado, faltaba comprar la casa, y fue adquirida de Vilda González Peña, la casona sale la avenida España, por el Padre Touncdou, y sus discípulos Padre Bacqué y Andrés Losteau.
Era presidente el Coronel Escurra, y expresó en el capítulo Los presidentes del siglo XX del Diario Noticias.
"Nace en la ciudad de Caraguatay, en el Dpto. de las Cordilleras, al sur Isla Pucú, al este Carayaó y al oeste Emboscada, donde años más tarde naciera otro ilustre militar, el general José Félix Estigarribia, a no muy lejos de la vieja iglesia, en el año 1859, bajo la presidencia de don Carlos Antonio López.
Se dedica a las tareas del campo, previo paso por la escuela primaria; el rubro explotado por la familia Escurra era la cosecha de algodón, maíz y frutales. A los 20 años, en el año 1879, se traslada a Asunción y se incorpora al ejército, logra obtener el grado de Alférez de Caballería.
En 1894 es ascendido a teniente coronel y designado comandante militar de Misiones. Tuvo destacada actuación en la revuelta del 18 de octubre de 1891 defendiendo con valor al gobierno legal constituido juntamente con el general Egusquiza; fueron gravitantes actuando con hidalguía y capacidad.
Ya en el año 1897 era coronel de la nación. El presidente don Emilio Aceval le designa Ministro de Guerra y Marina en el año 1898. El 25 de noviembre de 1902, en un solemne acto, el presidente Héctor Carvallo le hace entrega de las insignias de poder.
Vivía muy cerca del Palacio de López, al lado de la Escuela Militar, en un caserón colonial, sobre la avenida República. La primera dama era doña Josefa Rojas, de tradicional familia y muy arraigada en la sociedad asuncena.
Entre sus obras de gobierno se destacan: el haber estabilizado la moneda y el presupuesto. Nuestra moneda tuvo durante su gestión un valor respetable. Autoriza a levantar el monumento a los Héroes de Ytororó. La construcción del Solar de Artigas, refrendando la voluntad del supremo dictador de la república, doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, dado al héroe de la Independencia del Uruguay, general José Gervasio Artigas.
Los negocios comienzan a prosperar; la firma Casal Ribeiro exporta tabaco y algodón a Europa. Rius y Jorba exporta gran cantidad de cueros, lanas y cerdas.
En 1903, egresan de la Facultad de Medicina Manuel Urbieta, Andrés Barbero, Eusebio Taboada, Ricardo Odriozola, entre otros.
Llegan y se instalan los padres Bayoneses y se funda el prestigioso colegio de San José, cuyo lema era: "Fíat voluntas Dei", "Hágase la voluntad de Dios".
Su gabinete formado por algunos hombres fogueados, otros provenientes del "egusquicismo" y un grupo de políticos jóvenes, quedó constituido de la siguiente manera:
- Ministerio del Interior: Eduardo Fleytas,
- Ministerio de Relaciones Exteriores: Dr. Pedro P Peña;
- Ministerio de Hacienda: Fulgencio R. Moreno,
-Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública: Cayetano Carrera;
- Ministerio de Guerra y Marina: Cnel. Antonio Cáceres
Vicepresidente: el Dr. Manuel Domínguez, que por entonces contaba con 34 años.
En 1903 nombra a Antolín Irala nuevo ministro de Relaciones y de Hacienda a Antonio Sosa.
En agosto de 1904 se produce un movimiento militar que se instala en Villeta, y consigue a fines de diciembre del mismo año deponer al presidente Escurra.
Juró como presidente constitucional el 25 de noviembre de 1902, no pudo completar el período que le correspondía y su gobierno llega hasta diciembre de 1904.
Se retiró a la vida privada, formó un hogar respetable y se estableció en una granja en Villa Hayes. Murió allí el sábado 24 de agosto de 1929.
El Poder Ejecutivo dispuso, por decreto, se rindan honores al extinto, cuyos restos fueron velados en el Palacio de López y conducidos al cementerio de la Recoleta, donde serán inhumados. Al llegar al Puerto de Asunción la batería de la Artillería de marina hizo una salva de once cañonazos, conforme a una disposición del Ministerio de Guerra. Una sección de la Marinería hizo la Guardia de Honor en el Palacio de López, habiendo desfilado ante el féretro, entre otros, el presidente Jose P.Guggiari; el ministro de hacienda, Dr. Eligio Ayala; miembros del parlamento y del Supremo Tribunal de Justicia, caracterizados políticos del partido Colorado, numerosas familias de la alta sociedad asuncena.
Previa misa solemne de cuerpo presente en la Catedral Metropolitana, dada arzobispo de Asunción, Juan Sinforiano Bogarín; sus restos fueron depositados en el Panteón Militar, momento solemne en que la batería de la Artillería de la marina lanzó otras salvas de once cañonazos.
En el acto de la inhumación hizo uso de la palabra a nombre del Poder Ejecutivo el ministro del Interior, Luis de Gasperi, y por el Partido Colorado, el Dr. Eduardo Fleytas, don Natalicio González y otras personalidades del Partido Colorado.
Fueron depositados sus restos en el Panteón Militar, momento solemne en que la batería de la Artillería de Marina lanzó otras salvas de once cañonazos".
En el año 1906, el colegio llega a tener 150 alumnos y la llegada del Superior General Bourdenne y se acopla el Padre Chenú.
Más tarde se agrega un sacerdote excepcional, un santo, un maestro, su sola presencia debe confianza y fe, era el padre Cestac.
Los primeros bachilleres fueron: Pedro Molinas, Colnago, Bray e Ismael Gómez.
En 1916, con la guerra mundial muchos sacerdotes franceses, vuelven a su patria, se queda el padre Bordenave.
En 1918, aparece el legendario y muy querido padre Marcelino Noutz.
Casi en la misma época otro santo, bueno y noble padre Juan Pucheau.
En 1926, aparecen: Saubatte, Marette, Noutz, Bellocq, Oxibar. Hay mayor cantidad de alumnos. En el Teatro Municipal se lee unos versos del padre Noutz:
RESURRECCIÓN
"Sargento Silva, toque!. En un momento,
Al oír la diana, se levanta
De su ignorada tumba la gigante
muchedumbre. Los muertos, al acento
De aquella vieja voz, de aquel llamado,
Como en un sobresalto han despertado
Y acuden a formar..
La clarinada vibra, fulge el fuego
Del arrogante son, de la armonía
Que otrora los llamara a la victoria.
Todos acuden, todos: escuadrones
A galope tendido, batallones
Con el rítmico paso de la gloria.
Vienen los de Humaitá, los de Corrientes,
Los héroes altivos, los ardientes
Defensores del suelo patrio: Herreros,
Caballero, Resquín, Díaz, Duarte;
Los que fueron tu augusto baluarte,
O Paraguay. Tus mártires, guerreros
que soñara un Homero, un Bonaparte,
Marchan, interminable caravana,
Escuálidos espectros de ultratumba,
Y su desfile inmenso allá retumba
Y mezcla su fragor con la diana...
Mirad, mirad el despertar sublime
De los que el negro olvido sepultaba,
Hoy la conciencia nacional redime
A los que la derrota encadenaba.
Están de pie los muertos, los titanes,
Los acá morotí, los capitanes,
La tierna flor de A costa Ñú... el lirio
Que desfallece y muere en el martirio!
Están de pie los viejos harapientos,
los exangües, las madres doloridas,
Las madres que curaron sus heridas
Y las que compartieron sus tormentos!
¡Están de pie! ¡Está de pie la raza!
Ondea más briosa su bandera
Al soplo de una nueva primavera,
Y la aurora que surge los abrasa!
Es la vuelta tardía de la gloria;
Es la resurrección, es la Victoria...
Toque el clarín y suenen los tambores,
De pie, vencidos ¡Sois los vencedores!
Marcelino Noutz
CAPITULO II
SAN MIGUEL GARCOÏTS
Como olvidar a San Miguel y si todas las mañanas, en el mes de mayo, bajábamos del estudio por la escalera a la vieja iglesia del colegio. En la puerta había que exhibir aquel devocionario de color amarillo, con franjas anaranjadas, nos inclinábamos reverente ante San Miguel, siempre pidiendo algún deseo, alguna nota, alguna esperanza.
Nos relata el padre Basilio Sarthou, en su libro: "Nueva vida popular de San Miguel Garicoïts".
"Miguel Garicoïts nació en tierra vasca, en un pueblecito del sur de Francia, Ibarre, el 15 de abril de 1797.
Su padre Arnaldo y su madre Graciana eran modestos campesinos. Carecían de fortuna, pero en cambio poseían los tesoros más preciados: el de la fe cristiana y el del amor a Dios.
En aquellos tiempos de la Revolución Francesa, corrían días tristes para los cristianos comprometidos: se veían perseguidos los más fieles sacerdotes de Dios. Fue necesario esperar seis meses la llegada sigilosa de un sacerdote fiel a la Iglesia Católica para que pudiera bautizar al niño Miguel.
En el momento de sentir correr el agua fría sobre su frente, el vasquito Miguel pareció tomar venganza del párroco, al alargar su pequeña mano y hacer añicos una página del libro ritual, revelando con ello la energía de su particular carácter.
SU BUENA Y SANTA MADRE. MISA EN UN ARMARIO
¡Qué grande y duradera es la influencia de una madre en la formación de la conciencia y del corazón de sus hijos!.
Miguel Garicoïts afirmará varias veces que sin las graves enseñanzas de su santa madre, tal vez hubiera podido llegar a ser un malvado. Mi madre-decía- se esmeró desde mi tierna infancia para inspirarme una gran aversión al pecado. Tenía apenas cuatro años cuando, una noche, me habló del infierno ante las llamas del hogar: Hijo mío, me dijo, terrible es este fuego, pero mucho más tremendas son las llamas con que Dios castiga a quienes cometen el pecado mortal.
Al mismo tiempo, la ferviente madre alentaba en el alma del pequeño Miguel los primeros indicios de una vocación sacerdotal, de un modo particular cuando lo llevaba a misa para el cumplimiento dominical. Ya los seis años, acomodaba un pequeño altar en el espacio de un armario de la casa y gustaba de imitar allí las ceremonias de la misa. El hermano menor hacía de monaguillo.
ESCOLAR AVENTAJADO. EN EL DOMICILIO DE LOS ANGHELU
En la escuela del pueblo Miguel realizó tales progresos que a sus once años superaba ya a su maestro. Era necesario enviar al niño a una escuela superior. Pero no había medios: y, como Miguel se mostraba robusto y juicioso, lo colocaron en el vecino pueblo de Garris como pastor de los rebaños de la familia Anghelú.
Empezó, pues a ganarse el pan de cada día con el sudor de su frente. Bien temprano, todos los días conducía a la montaña del amo, entonando en las cimas preciosos cánticos aprendidos en la Iglesia parroquial. Con su frugal merienda solía llevar algún libro de catecismo o de historia sagrada para acrecentar sus primeros conocimientos. Estudios y cánticos alternaban con sencillas oraciones que brotaban naturalmente de su sencillo y candoroso corazón.
LUCHA VALIENTE CONTRA UN ÁGUILA
Un día, mientras Miguel miraba al cielo con profundos deseos de infinitud, vio planear bien alto a un águila real de las montañas vascas, de las que escudriñan los pastos con el taladro de sus penetrantes ojos en busca de alguna débil víctima.
Se le ocurre hacerse el muerto con la intención de engañar al ave rapaz y entablar una lucha en peligroso duelo. Se extendió en el suelo, de cara al sol, junto a su makila, el duro bastón de pastor.
Al poco rato, el águila, que lo había descubierto, inicia vastos círculos sobre su posible presa; luego desciende en espiral vertiginosa y, por fin, se arroja sobre el adormecido pastor. Miguel no se ajusta; se persigna rápidamente, se yergue como rayo instantáneo y empieza con su robusto makila un formidable molinete que lo protege el águila. Plumas y sangre se esparcen, arrancadas al voraz agresor que se aleja muy maltrecho, mientras el humilde pastor da gracias al Señor.
Así será Miguel, en el transcurso de su vida: valiente y tenaz luchador en medio de las dificultades, confiando ciegamente en la ayuda de Dios.
UN PASTORCITO SOÑADOR: PRIMERA COMUNIÓN
La contemplación de la esplendente naturaleza le hacía elevar su alma pensativa hacia Dios. Ciertamente un libro hermoso se abría cada mañana ante los ojos soñadores de Miguel: cimas nevadas en invierno, resplandecientes a la luz del sol; cristalinos arroyos, murmurando como oraciones; cimas arboladas, refugio de inocentes pájaros; llanuras cuadriculadas por variados sembrados y salpicadas de campanarios bajo cuya fresca sombra residía Dios.
Verdaderamente el angelical pastor parecía llevar una vida plena de la sagrada poesía sobre los estribos de las montañas prepirenaicas.
El mismo confesará que, en una ocasión, cuidando el rebaño, quiso tocar el cielo con su mano, trepando una y otra vez las distintas cumbres que tenía delante, hasta anochecer.
Gracias a Dios, una luz del cielo vino a decirle que dios no se encuentra tan lejos de nosotros. Compenetrado de su omnipresencia, supo adorarlo en su propio pecho y en el cielo más cercano del altar. Pero su anhelo de primera comunión se vio postergado por el rigorismo reinante. A partir de entonces se acercaba a la sagrada mesa tantas veces como se lo permitía su severo confesor.
Podemos decir que Miguel era ya en aquel entonces todo un hombre. En la casa de los Anghelú, de profunda raigambre cristiana, era apreciado y respetado porque a todos maravillaba con sus virtudes, destrezas y fuerza física. Eran tan juiciosas sus palabras que lo llamaban el doctorcito.
Cierto día, anunció a sus patrones su decisión de volver a su hogar. Pero tanto sentían su alejamiento que le ofrecieron triplicar su sueldo. Miguel repuso que no podía resistir al llamado de Dios.
QUIERO SER SACERDOTE... LA ABUELITA BUENA ABOGADA CON SUS DOS POLLOS EN LA CANASTA
Miguel tiene quince años cuando se despide de los Anghelú. Llegado a su casa, declaró sin rodeos que sentía en su interior la vocación al sacerdocio.
Ante tan firme decisión, Arnaldo y Graciana se sintieron profundamente halagados por el posible privilegio de dar un ministro al Señor. Pero, ¿quién costearía los estudios? Dios nos ayudará, contestó Miguel. Varias semanas de vacilación pasaron.
Mientras, el joven confiaba sus deseos a su santa abuelita, Catalina Echeberry, con quien oraba a Dios para que les inspirara alguna solución.
La Providencia no se hizo esperar. Cierto día, la abuelita abordó el tema con decisión: ¿No les parece -dijo a los padres de Miguel¬ que la solución está en manos del Padre Borda, antiguo Borda, antiguo cura de Ibarre, ascendido ahora al importante cargo de párroco de Saint Palais? Miguel puede ocuparse de la huerta y de la caballeriza a cambio de algunas lecciones de latín que le daría el señor cura o que recibiría en el colegio del lugar...
Mucho agradó la perspectiva, pero ¿quién se atrevería a proponerla al señor Borda? "Si les parece bien, -agregó doña Catalina¬ iré yo misma a Saint Palais y Dios todopoderoso ha de querer recibir a Miguel".
A la madrugada siguiente, la valiente abuelita, sin mirar a sus años ni a las cinco leguas de distancia, se encaminó a pie hacia Saint Palais, llevando en su canasta dos hermosos pollos, destinados a apoyar, con seguro éxito, su petitorio ante el querido párroco, don Borda.
En efecto, el bondadoso sacerdote halló muy oportuna la proyectada solución. Pocos días después, con himnos interiores de acción de gracias, Miguel hacía su entrada formal en la casa parroquial.
ESTUDIANTE Y CRIADO A LA VEZ EN LA CURIA
DE BAYONA. LABORIOSA ASCENSION AL SACERDOCIO
Por lo visto, Miguel tuvo que empeñar su libertad para llegar a la ciencia y al sacerdocio. Sonados éxitos coronaron sus esfuerzos. A pesar de sus múltiples ocupaciones, en poco tiempo figuró como el mejor alumno del colegio de Saint Palais.
Terminados los cursos de esa modesta institución, Miguel, estudiante y criado a la vez, tuvo la suerte de ingresar, en idénticas condiciones, en el palacio episcopal de Bayona, al servicio de Don Honnert, secretario del obispado.
Allí también se puso pronto a la cabeza de sus condiscípulos del colegio San León, si bien, debido al cúmulo de trabajos materiales, le fue forzoso sustraer muchas horas al descanso nocturno.
Estando allí, le sucedió el siguiente episodio: estudiante insaciable, Miguel tuvo la osadía de manifestar al profesor el afán de tener mayor cantidad de deberes y lecciones. Inmediatamente explotó el desagrado de sus compañeros que resolvieron darle una paliza para calmar sus ardores. Le esperaron, pues, en el pasillo, a la salida de clase. Los más fuertes se aprestaban a cerrarle el paso a puñetazos. En esto salió Miguel haciéndoles frente con tal furia y gallardía que nadie se atrevió a tocarle. La escena terminó en una alegre carcajada.
En otra ocasión, notó que unos muchachotes, abusando de su fuerza, maltrataban cruelmente a un compañero. Arremetió contra ellos como un rayo y los puso en vergonzosa fuga, echándoles en cara su mala acción.
Al terminar cada día las clases, Miguel volvió a su humilde empleo, en cuyo desempeño supo granjearse el cariño y el aprecio no solo del secretario de la curia sino del respetado obispo, de todo el personal y hasta de la casi siempre malhumorada cocinera: ¡Qué fácil - decía él mismo - qué fácil es ganarse los corazones! Yo obedecía a todos y todos me trataban como a un príncipe.
NIÑO MIMADO DE DON HONNERT
Quien mayor aprecio manifestó por Miguel fue don Honnert, al ver la presteza y el desinterés con que encaraba todos los servicios que le pedía el numeroso personal de la Curia, sin descuidar por ende sus deberes y lecciones con los que se ponía al día en su tiempo libre y en sus prolongadas vigilias nocturnas.
Cada tarde, al salir de clase, Miguel debía consagrar sus atenciones al hermoso perro de Don Honnert y pasearlo cuidadosamente por las calles de Bayona hasta las murallas fortificadas, en donde buscaba soledad para devorar sus libros de estudio.
Don Honnert estaba encantado con su criado y al mismo tiempo orgulloso con el destacado alumno a quien le facilitó la entrada en el Seminario Mayor de Aire.
Cuando llegó el día de la separación, se sintió realmente conmovido como si se despidiera de un miembro de su familia: le regaló un buen ajuar, le hizo preparar un opulento desayuno y le llenó el bolsillo de dinero como para costearse el viaje y para los gastos personales. Sesenta francos contó Miguel cuando se hubo acomodado en la pesada diligencia. ¡Nunca había poseído semejante fortuna!
Así es -agregaba al contar estos detalles- así es como conquistaremos la voluntad de los demás.
"Dios hace la voluntad del verdadero obediente..." (San Miguel Garicoïts).
EN EL SEMINARIO MAYOR. OTRO SAN LUIS GONZAGA
Miguel contaba con sus veintidós años cuando ingresó en el Seminario Mayor para iniciar los estudios de filosofía y de teología. En Aire y Dax se distinguió por la profundidad y solidez de su talento.
Un profesor ha consignado en estos términos el concepto que le merecía el joven Garicoïts: Ha sido un estudiante de aplicación constante y de capacidad poco común. El mismo rector del seminario no pudo contener un día su admiración: Si no me equivoco dijo- se hablará un día de Miguel.
Efectivamente, cual planta vigorosa a orillas de abundantes aguas, Miguel crecía en ciencia y en virtud en forma extraordinaria: eran tales su modestia, su recogimiento y su piedad, que sus condiscípulos le llamaban nuestro san Luis Gonzaga.
Lo que más maravillaba en él era su indomable fuerza de voluntad para santificarse a toda costa y un total dominio de sí mismo, pues logró transformar, con la gracia divina y el propio esfuerzo, un temperamento ardiente e impulsivo en un modelo de mansedumbre y amabilidad.
MIGUEL SE ESTRENA COMO PROFESOR
"Dios tiene sus designios" y prepara en secreto a los hombres destinados a realizarlos.
En los planes divinos, Miguel ha de ser fundador de una congregación docente y misionera. He aquí que la Providencia dispone interrumpir sus estudios para adquirir en un colegio la experiencia pedagógica que servirá de base a su futura institución.
La ocasión providencial fue la siguiente: En 1821, el obispo de Bayona, en su deseo de aumentar el número de sacerdotes de su diócesis, abrió un nuevo Seminario Menor en el antiguo colegio de Larressore. Al frente de la obra coloco a don Claverie, muy joven sacerdote, dinámico y emprendedor, autorizándole a elegir a sus colaboradores. Naturalmente, éste se alzó con lo más granado del seminario y en especial con Miguel Garicoïts a quien fueron confiados los cargos que mayor serenidad y espíritu de sacrificio requieren, es decir, la disciplina general y la vigilancia del salón de estudio, los dos fortines de todo establecimiento escolar.
De entrada, don Claverie se reveló educador nato y Miguel Garicoïts colaborador sin par. Además de las vigilancias, estaba siempre listo para suplir a cualquiera de los profesores.
Muy justo y bueno con los educandos, compartía sus juegos con digna familiaridad, pero imponía el mayor respeto para la autoridad del último maestro o celador. Así realizó de golpe el tipo de profesor cordial, alerta y serio, que luego estampará en las reglas de su Congregación.
EL SACERDOTE
MIGUEL RECIBE EL SACERDOCIO. AUXILIAR DEL CURA DE CAMBO
Miguel fue ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1823, en la iglesia catedral de Bayona por monseñor David d'Astros, que más tarde sería cardenal-arzobispo de Toulouse. Jesucristo, sumo sacerdote, lo colmó en ese inolvidable día con sus favores de predilección. Poco tiempo después, el joven sacerdote fue nombrado auxiliar del cura de Cambó, pintoresca ciudad de verano, cuyo viejo y paralizado párroco necesitaba los cuidados de la más acendrada caridad.
Con el joven sacerdote Garicoïts, no sólo recibió un dócil colaborador sino un modelo de fervor sacerdotal.
Apenas llegado, Miguel lo colmó de atenciones que impactaron a los fieles. ¡Con cuánta edificación se enteraron también de que el joven sacerdote pasaba largas horas arrodillado ante el sagrario, austeridades y pasaba buena parte de las noches en estudio y oración!.
Era de ver cómo enseñaba el catecismo... ¡Qué sencillez, qué claridad, cómo embelesaba a los niños con sus relatos bíblicos! Después de los actos litúrgicos, ¡qué gusto daba a la feligresía ver al ministro del Señor animar con su ejemplo los juegos parroquiales, desafiar a los mozos del pueblo en reñidos partidos de pelota vasca en el soleado frontón de la plaza, mirar y aplaudir las movidas y sanas danzas regionales!
El pastorcito de Ibarre se había convertido en un gran modelo de pastor espiritual...
EL BUEN PASTOR. RENOVACIÓN DE LA PARROQUIA
El buen pastor guarda, defiende y alimenta a su rebaño. Ese programa lo cumple a maravilla el Padre Garicoïts, renovador santamente inspirado, cuyas predicaciones prácticas nutren las almas y engendran en ellas un rejuvenecimiento espiritual.
¿Cómo es en el confesionario? Tenemos que recordar que los rigores de la doctrina jansenista habían hecho del sacramento de la penitencia casi un instrumento de suplicio, pues, a fuerza de escudriñar las conciencias, arrojaban a las almas en abismos de escrúpulos y desesperación. Pero el padre Garicoïts devuelve a la confesión su aspecto atrayente de misericordia; por eso, se ve asediado durante largas horas en el confesionario no sólo por sus feligfreses, sino por multitudes que acuden de los pueblos circundantes en busca de perdón y de paz.
Sabe que el alma regenerada por la penitencia hay que reconfortarla con el alimento celestial de la santa comunión. Pues bien, en una época en que, cumplido el precepto pascual, se hacía el vacío en torno a la mesa eucarística y en que los párrocos toleraban apenas una comunión mensual, el Padre Garicoïts invitaba a su piadoso rebaño a la frecuente comunión, adelantándose así en tres cuartos de siglo al gran impulso eucarístico del Papa San Pío X. Se hallaba profundamente convencido de que en la Eucaristía está la devoción central de los cristianos y la fuente inagotable de toda virtud y santidad.
Así fue como Cambó se constituyó en modelo de todas las parroquias vascas.
AL SERVICIO DE LAS ALMAS. EL CABALLO DESBOCADO
El buen pastor corre tras las ovejas descarriadas. Pues bien, ni una sola se le escapa al padre Garicoïts.
Por de pronto, son los enfermos los que concentración sus cuidados pastorales. No les dispensa visitas apresuradas, sino que permanece largas horas a la cabecera de su lecho, preparándolos para ofrecer el sacrificio de su vida y dar el paso supremo con santa resignación.
Si son pobres, procura repartirles oportunas limosnas. Daría su vida por ellos. Cierto día, mientras catequizaba en la iglesia, le comunican que un albañil acaba de caer de gran altura y se halla en peligro de morir. Se precipita el ardiente pastor y llega a tiempo para salvar el alma del desventurado obrero.
Otra vez, se trata de una niña arrastrada por un caballo desbocado; el joven sacerdote monta en pelo en un brioso corcel y se arroja como un relámpago por la pendiente peligrosa; son asombro de sus feligreses, detiene al animal y salva la vida de la infortunada niña.
En 1825, al obscurecer, dos hombres vienen a buscarlo para llevar los santos sacramentos a una anciana de noventa años que vive en las montañas. Se trata de hora y media de camino por senderos difíciles. Lejos de postergar para "mañana", el P. Garicoïts sale a caballo como flecha y, desafiando las tinieblas, llega volando a la casa. Confiesa a la enferma y al alba siguiente vuelve trayendo el santo viático y recibe el último suspiro de la anciana.
¿Quién iba a resistir al ardor de su celo cuando se lo veía prodigarse día y noche por la salvación de su rebaño?
PESCA MILAGROSA. EL ALCALDE DE CAMBIO
Entre los burgueses acomodados de la parroquia, algunos se las daban de muy liberales y procuraban solapadamente neutralizar la influencia del P. Garicoïts. El más disimulado era el alcalde de Cambó, concurrido escribano, cortés y diplomático, pues asistía a misa los domingos, pero era asiduo y astuto lector de la mala prensa, cuyo veneno destilaba luego en sus clientes y subordinados.
El P. Garicoïts lo había descubierto pronto y soñaba con su conversión. Durante un año observa sus artimañas y estudia el modo de desenmascararlo con eficacia y caridad.
Luego de mucho orar para conseguir el auxilio divino, pone por escrito y refuta todos los agravios del alcalde contra la religión y, por fin, le solicita una entrevista. El alcalde no sospecha el motivo y la concede con su acostumbrada cortesía.
Después de los saludos de rigor, el joven sacerdote le pide autorización para dar lectura a un importante documento y, con toda firmeza, empieza a leer su mesurada pero recia requitoria. Sorprendido por el ataque, el alcalde procura defenderse y profiere amenazas. Sin inmutarse, el P. Garicoïts prosigue su exposición y pone fin a su discurso con estos términos: Señor alcalde, porque usted se hacía el escurridizo, vine a sorprenderle en su propia casa. No me guarde rencor por este paso; lo he dado para su bien y descargo de mi conciencia; nadie lo sospecha nadie lo sabrá jamás. Le hablo con el corazón en la mano y espero que mi confianza no será defraudada.
Estas nobles palabras devuelven al alcalde su serenidad. Confiesa sus errores, afirma su respeto a la Iglesia y a su ley y, en adelante, admira al joven sacerdote que se ha erguido frente a él con saludable altura y la magna imponencia de un ministro de Dios.
LA COFRADÍA DEL SAGRADO CORAZÓN
Como medio infalible para encender en las almas el divino amor, el P Garicoïts implantó en la parroquia de Cambó la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. No lo pudo hacer sin religiosa valentía ya que a la sazón encontraba resistencia en muchos puntos de la diócesis ese sagrado culto, fuente inagotable de vida espiritual y de santidad.
Con este objeto y en colaboración con el P Jaureche, nativo de Cambó y autor de un manual vascuence de dicha devoción, redactó los estatutos de una Cofradía del Sagrado Corazón que contó inmediatamente con centenares de miembros, no solo de Cambó sino de unas quince parroquias circundantes.
En los registros parroquiales se conserva el relato de la primera fiesta del Sagrado Corazón, a cuya sombra y con cuyo apelativo iba a fundar un día una Congregación.
Merced a su inflamada piedad, en poco menos de dos años, el P Garicoïts había transformado la parroquia y los alrededores de Cambó. ¿No lo había prometido, acaso, a sus devotos, el Sagrado Corazón de Jesús?... Las almas tibias se volverán fervientes...
EL SANTUARIO DE BETHARRAM
Hacía apenas dos años que el P Garicoïts se hallaba en Cambó cuando Monseñor d'Astros, gran conocedor de hombres, le asignó la cátedra de filosofía en el Seminario Mayor que se hallaba entonces en Betharram (1825).
Betharram es un antiguo santuario de la Virgen, situado en un pintoresco rincón de las montañas pirenaicas (a 24 kilómetros de Pau, capital del Bearne y a 15 de Lourdes, la ciudad de la Virgen), a orillas del río Gave y al pie de una colina, cuyas laderas arboladas se ven hoy salpicadas por catorce elegantes capillas que son las estaciones de un Calvario monumental.
En este lugar, tres pastores candorosos hallan cierto día una estatua de la Virgen rodeada de fulgores misteriosos. Ahí mismo se levantó una capilla y se le dio el nombre de Nuestra Señora del Bello Ramo o Betharram (en bearnés), porque esa Virgen salvó de las aguas caudalosas del río Gave a una niña incauta que se ahogaba y a la que le alargó maternalmente un ramo salvador.
Junto al santuario hay un vetusto monasterio, morada en otro tiempo de capellanes y misioneros que la Revolución Francesa dispersó y que se habilitó como seminario desde 1812.
Por primera vez el P Garicoïts va pisar esa tierra bendita que va a ser el teatro de su virtuosa vida y la cuna de la Congregación que más tarde ha de fundar.
Se dan misteriosas armonías entre un hombre y un determinado lugar. Betharram y Garicoïts estaban mutuamente predestinados y permanecerán unidos hasta el fin de los siglos.
CATEDRÁTICO DE FILOSOFÍA
El Seminario Mayor de Betharram cobijaba a más de cien alumnos seminaristas bajo la dirección de un superior achacoso y casi octogenario, don Procopio Lasalle, en cuya ayuda Monseñor D' Astros enviaba al P Garicoïts con el encargo confidencial de reformar gradualmente el régimen de la institución.
El nuevo profesor de filosofía era un apuesto joven de 28 años, de buena estatura, cuyo tranquilo rostro traslucía mansedumbre y energía, de cabellos oscuros, aflecados atrás; de boca bien recortada, cuyos labios expresaban bondad; de nariz recta y dominadora; de barba recia y ojos luminosos. El conjunto revelaba gravedad, elevación de sentimientos, inspirando respeto, confianza y decisión.
Os mando a un hombre muy santo y muy prudente, había escrito el obispo de Bayona al anciano rector. Efectivamente, con la llegada del P Garicoïts, la casa tomó nuevo aspecto, habiéndose notado posteriormente que los clérigos formados por él, entre 1825 y 1833, fueron sin excepción honor y prez del sacerdocio por su ciencia y por su virtud.
REFORMADOR DEL SEMINARIO
Se necesitaba un reajuste en el relajado seminario de Betharram. Pero con cuánta cautela tuvo que proceder el P. Garicoïts para no zaherir susceptibilidades en profesores y alumnos, sin hablar por supuesto del venerable rector.
En efecto, encargado de la buena marcha del seminario, carecía de plenos poderes, disponiendo tan sólo de su prestigio y del arte de la persuasión. Afortunadamente, el P. Garicoïts tenía prudencia consumada y gracia de Dios. En tan falsa situación, brillaron su virtud y abnegación. El mismo refiere como procedía en sus dificultades: Notificaba al Superior; si remediaba el asunto, muy bien; si no, paciencia. Daba mi parecer con entera franqueza y luego me quedaba en paz.
Amaba el orden de manera apasionada y en su celo para imponerlo traslucía su inmenso amor a la juventud.
De entrada, causó a todos una impresión de fuerza avasalladora. Sus mismos colaboradores lo experimentaron, a tal punto que le encargaron todo asunto vidrioso con los estudiantes.
En cuanto a él, intervenía en forma repentina y con breves palabras: Amigo, ¿qué significan esos modales? ¿Son acaso medio adecuado para prepararse al sacerdocio? Es completamente necesario un cambio rápido y cabal y lo espero de tu inteligente generosidad. Gracias a Dios, sus correcciones eran bien recibidas. Aumentaba a diario su prestigio. Ya reinaba en la casa un orden ejemplar, floreciendo los estudios y la piedad.
APOSTOL DE LA EUCARISTÍA. PRIMEROS ÉXTASIS
Todos los esfuerzos del padre Garicoïts hubieran sido inútiles de no haber recurrido al remedio por excelencia: el sacramento de la Eucaristía.
El medio triunfal utilizado para la reforma del Seminario fue, pues, la implantación de la comunión frecuente entre los estudiantes seminaristas.
Antes de su llegada y debido a los resabios del jansenismo, no se permitía a los seminaristas acercarse a la sagrada mesa sino una vez al mes. De ahí que la languideciera su vida espiritual.
Pero todo cambió de repente con la llegada del P. Garicoïts. Desafiando prejuicios, empieza a autorizar tres comuniones semanales. Esta innovación levanta una tormenta entre los rutinarios profesores de la institución. Pero hace frente a todo y justifica su conducta con estas palabras: El seminarista debe prepararse a subir al altar mediante la digna y repetida recepción de la Eucaristía, pues la hostia consagrada engendra virtudes en los futuros ministros del Señor.
Por otra parte, todos admiran en el P. Garicoïts un modelo angelical de devoción al Santísimo Sacramento. Cuando celebra misa, más que un hombre parece un serafín. Dios se complace en señalar a su servidor con innegables prodigios. El día de Navidad de 1830, los seminaristas contemplan con asombro una aureola que ilumina su frente en el altar mayor. En julio y agosto de 1831, lo ven arrebatado en éxtasis durante la misa, elevado a un palmo del suelo.
ORIENTADOR DE VOCACIONES
El P. Garicoïts posee el don de comunicar la piedad a la juventud y de orientarla con mística perspicacia hacia las gradas del altar. ¡Cuántos debieron a su santo impulso su vocación religiosa o sacerdotal!
Cierto día, visita a su tío Echeberry en su chacra de Ibarrola. Allí encuentra al hijo mayor de 15 años (que escribió más tarde una corta biografía vasca de su primo Garicoïts). Le habla del sagrado apostolado y del sacerdocio con palabras tan luminosas y persuasivas que logra arrastrar al servicio de Dios a quien un día será canónigo de la Catedral de Boyana.
Conquista un nuevo triunfo con la vocación de Eugenio Segalás. En 1822, este joven privilegiado termina sus estudios en el liceo de Pan y acaba por inscribirse en la Facultad de Derecho de Toulouse. Miguel lamenta, hasta con lágrimas, esa inconsulta decisión de un amigo destinado al sacerdocio y comenta dolorosamente el caso con su virtuoso colega don Eduardo Cestac.
En verdad, Dios establece entre los santos ondas de secreta comprensión. De repente, ambos se sientan en el escritorio. Eduardo toma la pluma y bajo el dictado de Miguel escribe a Segalás una carta con términos de fuego que obran un milagro. Al recibir el mensaje y al leer estas palabras: Dios te llama al sacerdocio, Eugenio Segalás se siente transformado; en el acto vuelve a su casa, anuncia a sus padres su santa decisión y llega a ser un destacado sacerdote, director del colegio de la ciudad de Saint Palais.
A sus amigos Dios comunica gracia para descubrir y orientar innumerables vocaciones religiosas.
RENOVADOR DE LOS ESTUDIOS
Aprender más y mejor. En estas palabras se sintetizaba el programa docente del P Miguel Garicoïts, en su afán de combatir rutinas y desterrar anticuados métodos.
Con este fin, amplió febrilmente su preparación; compulsó cuanto libro, antiguo o nuevo, fuera capaz de abrir horizontes a su espíritu renovador. El estudio es su pasión: si no bastan los días, le consagra las noches. De esa manera adquiere apreciable saber.
"Inteligencia sólida, insensible al mariposeo, ahonda en las obras serias con el pesado realismo del campesino; las compendia con esmero y no se da por satisfecho mientras no consigue reducir las tupidas disertaciones a sencillas preguntas y respuestas, cristalinas y profundas como capítulos del Catecismo" (P. Miéyáa, vida, p. 111).
Se esmera en la preparación de sus clases. Madura y organiza la argumentación espigada en lecturas y discusiones, luego redacta su curso. La lenta preparación culmina en tratados tan notables que llenaron de admiración a los jueces encargados de examinar uno por uno sus numerosos escritos para su beatificación.
Así logró formar una generación de sacerdotes ilustrados.
AMENAS CLASES DEL PADRE GARICOÏTS
El P. Garicoït no se contenta con ser sabio. Quiere ser ameno e interesante, a fin de cautivar la atención de sus discípulos.
A partir de 1823 hasta 1833, le encargan sucesivamente las cátedras de filosofía, teología y Sagrada Escritura. Sus alumnos celebran el carácter vivo, moderno y espiritual de su doctrina. Su clase, siempre movida, se torna a veces alborotada. El profesor, en su tarima, imprime a sus lecciones el tono de una libre conversación, estalla en pintorescas ocurrencias y cuenta anécdotas bien subrayadas por las risas. Cada alumno tiene libertad para exponer sus dificultades. Al discutirlas, el profesor levanta la voz, su rostro se inflama, se cruzan preguntas y respuestas en un apasionado debate que engendra un conocimiento más profundo y una razonada convicción.
El P. Garicoït quiere ser de su siglo. Sin abrigar la pretensión de innovar, aunque su gran inteligencia lo capacitaba para ello, presta oídos atentos a todas las voces contemporáneas para apropiarse las mejores y refutar las erróneas con vigorosa chispa y lógica triunfal. Por encima de todo, se aprecia de ser romano conforme al dicho de su santa madre: A nosotros los católicos, nos corresponde colocarnos siempre del lado del Papa.
Por fin, el profesor nunca olvida su rol de padre espiritual y se preocupa más aún de la vida interior de sus alumnos que de su preparación intelectual. De ahí que se explaye con tanta complacencia en los dogmas generadores de la piedad sacerdotal.
RECTOR DEL SEMINARIO. GUARDIAN DEL SANTUARIO
Al fallecer don Próspero Lassalle en 1831, el P. Garicoïts es nombrado, a la edad de 34 años, rector del Seminario Mayor, honroso y delicado cargo que ocupará durante tres años, hasta el traslado definitivo de los seminaristas a un nuevo local de la ciudad episcopal.
En cuanto a Betharram, su destino fue servir de residencia a unos cuantos misioneros a cuyo frente el P. Garicoïts iba a permanecer, como decía él, en calidad de superior de cuatro paredes y de capellán del venerado Santuario de Nuestra Señora de Betharram.
Hay hombres providenciales. El P. Garicoïts, lo fue para
Betharram, llamado allí por la Providencia para restaurar el culto a la Virgen en el secular santuario, que fuera en otro tiempo uno de los más concurridos de Francia, para reedificar el Calvario y restablecer la antigua Sociedad de Misioneros barridos por la Revolución Francesa. Notaremos de paso que, durante los ocho años de su laborioso profesorado en Betharram, el P. Garicoïts logró adquirir vastísimos conocimientos en todas las ramas del saber humano, descollando, sin embargo, en filosofía y teología, las dos reinas de las ciencias.
TREINTA Y TRES AÑOS DE CAPELLANIA A DOS LEGUAS POR DÍA
La Congregación de las Hermanas Hijas de la Cruz, dedicadas a la enseñanza de la clase humilde y al cuidado de asilos y hospitales, había sido fundada en 1808, en la diócesis de Potiers (Francia) por san Andrés Humberto Foumet (1752-1834), canonizado en 1925, y por santa Juana Isabel Bichier des Ages.
En 1825, el valiente obispo Monseñor d'Astros, que había enfrentado en otro tiempo al mismo Napoleón, introdujo a dichas hermanas en su diócesis de Bayona, en el modesto monasterio de Igón, situado a una legua de Betharram.
Hacia 1830, eligió como confesor y capellán de la ferviente Comunidad al P. Garicoïts, quien se vio confirmado en el cargo hasta su muerte. Durante más de 30 años, a pie, a caballo, en coche, con increíble constancia, el P. Garicoïts recorrió, pues, cada día, cuando no varias veces al día, la distancia de Betharram a Igón para el ejercicio de su sagrado ministerio sacerdotal, merced al cual y a los ejemplos de las Hijas de la Cruz, aprendió la esencia de la vida religiosa, pudiéndose afirmar que fue allí donde halló el germen de su obra y de su propia santidad.
LA "BUENA HERMANA" ISABEL
La fundadora de las Hijas de la Cruz, cuya benignidad inalterable la hizo apellidar "la buena hermana", visitaba de vez en cuando la Comunidad de Igón. Así se presentó la ocasión providencial para que se conocieran dos santos destinados a recibir, el mismo día, el honor de los altares.
Efectivamente, el P. Garicoïts se complacía en recoger inapreciables consejos de labios de esa fundadora ideal, que le llevaba 25 años de proficua experiencia y cuya santidad irradiaba en su obra que progresaba con celeridad.
Hay serios indicios de que fue la "buena hermana" la que insinuó al P Garicoïts la fundación de la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón. Sabiendo, por otra parte, que Monseñor d'Astros alimentaba la idea de aprovechar el lugar de Betharram para establecer en él una sociedad de misioneros diocesanos, sugirió al joven capellán que bien podía germinar allí el comienzo de un instituto, parejo al de Igón, y destinado a difundirse por el mundo.
El P. Garicoïts se entrevistó con el prelado recientemente promovido al cargo arquiespiscopal de Toulouse, y le expuso en confidencia su proyecto: Amigo, le contestó el gran obispo, ya puede dar comienzo a su Congregación y, sin adelantarse a la divina Providencia, procure seguir sus indicaciones con gran perseverancia y generosidad.
EL FUNDADOR
LA FUNDACIÓN DE LA CONGREGACIÓN
El P. Garicoïts exclamaba a menudo: ¡Oh, si pudiera reunir un núcleo de sacerdotes con el mismo programa del divino Corazón de Jesús, el Sacerdote eterno y servidor del Padre celestial!... es decir, con abnegación total, obediencia absoluta, perfecta sencillez y mansedumbre inalterable, ¡cuánta gloria daría al Señor!
Así es como, entristecido por el espíritu de independencia y de insubordinación desparramado por el mundo, hasta entre el mismo clero, ideó la fundación de una sociedad de sacerdotes cuya divisa fuera el cumplimiento exacto de la Voluntad de Dios y la más perfecta obediencia a la autoridad.
Maduró su idea en la meditación y luego, a fin de cerciorarse a fondo de la divina voluntad acerca de esa obra, se trasladó a la ciudad de Toulouse (1832) para hacer un retiro espiritual de 30 días bajo la dirección del P. Leblanc, de la Compañía de Jesús, quien le dijo: Seguid vuestra inspiración; seréis padre de una familia religiosa émula de la nuestra.
Plenamente confirmado en todos sus proyectos, el P Garicoïts se dispuso a realizarlos sin apresuramiento ni temor, cual humilde instrumento de Dios.
A su regreso a Betharram, fue a postrarse ante el altar de Nuestra Señora y recibió, según su propia confesión, una intensa luz del cielo y una poderosa gracia para llevar a cabo la proyectada fundación.
A partir de ese día, puede considerarse como existente la Congregación de Betharram.
EL PRIMER COMPAÑERO DEL PADRE GARICOITS. SABROSA CENA
El primer sacerdote que se unió al fundador, con la intención bien madura de vivir en comunidad, fue el P Juan Chirou, joven párroco del bearne. Había sido alumno del P. Garicoïts en sus años de seminario y apreciaba en sumo grado la firmeza de su dirección.
Era un domingo de 1833, antes de la misa cantada en su iglesia parroquial. Había recibido la carta del obispo que accedía a sus deseos de vida religiosa. Experimentó tal alegría que, después del oficio, sin probar bocado, ensilló su caballo y se llegó a Betharram casi al oscurecer.
El P Garicoïts lo recibió con los brazos abiertos y, después de conversar con él acerca de la obra proyectada, se acordó de prepararle una modesta cena. ¿En qué consistió? ¿Qué podría ofrecer el pobre fundador que vivía de privaciones? Con tono alegre, bromeó acerca de su pobreza, puso en la mesa medio pan casero, prendió fuego y, cortando una buena tajada de tocino, la calentó en la punta de una varilla a modo de asador: "Jamás - confesaba el P. Chirou - jamás comí con mayor gana y tamaña felicidad".
El primer compañero del P Garicoïts estaba destinado a ser su primer sucesor al frente de la Congregación y fue el restaurador del Calvario de Betharram.
PENOSOS COMIENZOS. LOS DOS INCRÉDULOS
Harto penosos fueron los principios de la obra, lo cual interpretó de buen presagio el P. Garicoïts, cuya doctrina aseguraba que las obras de Dios suelen ser combatidas y que sólo prosperan aquella que se apoyan en la cruz.
En efecto, el nuevo obispo, monseñor d'Arbou, escatimaba el envío de nuevos misioneros. Hasta 1834, el fundador no pudo reunir sino a dos compañeros y no del todo convencidos de la santidad de su misión.
Cierto día, durante el frugal almuerzo, se atrevieron a manifestarlo al P Garicoïts, quien acababa de exponerles briosamente los detalles de la obra y su seguro porvenir. Al descubrir su incredulidad, se levantó Miguel como arrobado y les habló con tanta autoridad que les pareció cual hombre inspirado de lo alto. A partir de ese día, no hubo oposición; y, en los meses siguientes, se agregaron otros misioneros.
A pesar de lo reducido de la naciente sociedad, el obispo la tenía en cuenta, según consta en carta manuscrita del 22 de diciembre de 1834, en la cual le concede algunos privilegios.
Pero en octubre de 1835, se produjo un acontecimiento de importancia. Eran ya seis los miembros reunidos, los padres Garicoïts, Chirou, Guimón, Perguilhem, Fondeville y Larrouy. Resolvieron adoptar como reglamento de su vida religiosa el de los misioneros diocesanos. Eligieron por unanimidad al P. Garicoïts en calidad de superior y formularon a sus plantas los tres votos anuales de pobreza, obediencia y castidad, que constituyen la esencia de una Congregación.
A partir de ese momento, se halla bien visible, en cuerpo y alma, el Instituto del P. Garicoïts.
EL NEGOCIO DEL VASCO HIRIART
Por lo visto, al principio, la pequeña comunidad de Betharram careció en absoluto de personal doméstico, arreglándoselas solos los abnegados misioneros.
Sin embargo, en 1835, se aceptaron los servicios del generoso vasco Hiriart, que llenaba todos los cargos: portero, criado, cocinero, sacristán, etc. Pero el buen vasco se cansó de tanto oficio y se dejó tentar por ilusiones de fortuna. Engañado por el espejismo de cierto negocio, se alejó un día del piadoso santuario, se arruinó al cabo de dos meses y volvió mendigando a Betharram.
El P. Garicoïts, lejos de ponerle mala cara, lo hospedó con simpatía y se compadeció de su desgracia, al extremo de vender su biblioteca para acudir en su ayuda.
El mismo fundador contó a uno de sus primos la aventura del vasco Hiriart, agregando textualmente: Ahora no poseo más que mi breviario, la Biblia y mi Teología, pero nunca me he callado tan contento. Cuanto más vuelvo a mi pobreza original, tanto mayor es mi felicidad.
CAPUCHINOS VASCO-ESPAÑOLES AMPARADOS EN BETHARRAM
Ocurrió que, por esa época, en España, a raíz de enconadas rivalidades políticas entre Cristianos y Carlistas, no pocos religiosos se vieron desterrados del país.
¿Adónde dirigirse en tan amarga coyuntura? Un convento vasco-navarro realizaba angustiosos trámites para refugiarse en la diócesis de Bayona. El P. Garicoïts, sintiendo hervir dentro de sí la sangre vasca y su caridad sacerdotal, acudió a los pies del obispo con santo celo y generosidad para poner a su disposición el monasterio de Betharram.
Los venerables capuchinos aceptaron y fueron acogidos como hermanos por los discípulos del P. Garicoïts. Cuando, pasada la tormenta, franquearon los Pirineos para volver a su convento, no sólo se llevaron un agradable recuerdo de la caridad fraterna prodigada en Betharram, sino que el provincial de la ínclita Orden mandó escribir al P. Garicoïts, desde el convento de Los Arcos, que el nombre de su Comunidad quedaría estampado en los registros entre los grandes benefactores de la familia capuchina y que, en señal de gratitud perenne a tan amable caridad, el General de la Orden concedía certificado de afiliación perpetua a la Congregación de Betharram.
COMO FORMA A SUS MISIONEROS
¿Cuál es el ideal soñado por el P. Garicoïts para sus misioneros..., el molde preparado para su formación?
Ese ideal, claro y sencillo, él mismo lo proclama: Antes que misioneros, serán hombres de oración, porque el celo apostólico requiere corazones inflamados en el amor a Dios.
¿Qué consigna les da? vuestra predicación será del todo llana y evangélica, al alcance de todas las inteligencias.
El fundador repugna con razón el artificio literario y el florero personal: Lo que falta, exclama, son unos cuantos hombres de Dios que sepan hechizar al pueblo con palabras del Evangelio y la predicación sencilla de Jesús crucificado. Lo que quiero son instrucciones sólidas, llenas de piedad y de unción, compuestas con notas sustanciosas, bajo la dirección del Espíritu Santo.
En el confesionario, el misionero, alejado del rigorismo, evitará la frialdad del juez, para llenarse de misericordia, orientará a las almas con exhortaciones paternales, procurando ayudarlas a progresar de virtud en virtud hacia la perfección.
Tal es el molde del fundador mediante el cual Dios realizó maravillas por obra de sus misioneros al extremo de afirmar el obispo de Bayona: Si mi diócesis es una de las mejores de Francia, no cabe duda que lo debo a los misioneros de Betharram.
En cuanto al P. Garicoïts, ¡cuánto sentía no poder encabezar personalmente a sus predicadores! Sus cargos se lo impedían totalmente, pero los acompañaba con sus oraciones y los electrizaba con sus cartas en su apostólica labor.
UN MISIONERO PINTORÈSCO
Entre los misioneros de Betharram se destacó singularmente la figura del P Guimón, orador nato y apóstol ardiente que subyugaba con su elocuencia.
Hombre de rasgos llamativos, cuerpo mediano y robusto, tosco perfil de campesino vasco, de gesto adusto y hablar sin rodeos, tiene ya diez años de sagrado ministerio, diez años de éxitos cuando se ofrece al P. Garicoïts.
Prudente moralista, no tolera severidad en el confesionario. Usen la mayor misericordia con las almas, solía decir a sus colegas.
Nadie discute sus directivas, pues todos admiran sus triunfos en el Confesionario. Su ardor incansable corre al encuentro del pecador y apela a recursos impresionantes. Es intrépido andarín, curtido en el trabajo, corre en busca del pecador; en la diligencia se trepa junto al postillón a fin de impartirle una absolución. Persigue a los pecadores en sus campos, en sus cacerías o frente a la mesa de juego y los confiesa sentado en una piedra o tronco de árbol. Es un cazador de almas (Mieyaa, p. 193),
Un pecador se acusa de blasfemias; lo interrumpe el confesor y lo pregunta bruscamente:
- ¿Tiene usted un cuchillo?
- Sí, Padre...
- Sírvase prestármelo.
El penitente registra su bolsillo, halla una fuerte navaja y la entrega al confesor.
- Saque la lengua.
- ¿Y para qué?
- Saque la lengua, le digo, que se la voy a cortar, ya que le sirve únicamente para ofender a Dios...
El blasfemo ha comprendido la trágica lección.
¿Quién puede resistir al celo inflamado del P Guimón? Todos terminan por rendirse a ese austero y compasivo sacerdote que sabe graduar, con arte consumada, las exigencias de la vida cristiana con la fuerza moral del pecador.
Durante una misión en el pueblecito de Bidache, se las tiene que ver con un beodo empedernido. Lo lleva a la sacristía y logra finalmente la promesa de que abandonará el infamante vicio...
- Sí, señor Padre, pero con una condición.
- ¿Qué condición?
- Que me tolere unos seis litros cada día...
- ¿Seis litros? ¡Santo Dios!... Le autorizo cuatro...
- Necesito seis...
- Nada más que cuatro...
- Seis, Padre, concédame seis...
- Imposible, no insista más.
Y el pecador capitula, recibe la gracia de Dios, se corrige gradualmente hasta la privación total, con gran admiración de todos. Más aún: su vida fue tan ejemplar que terminaron por llamarle en la región: el santo de Bidache.
Tales milagros de la gracia son la recompensa de la heroica mortificación del misionero. Donde no triunfa la oración, el P. Guimón recurre a su tremenda disciplina y se azota hasta la sangre a fin de convertir un pecador.
El reino de los cielos se arrebata por la fuerza; los que se hacen violencia se apoderan de él (S. Mateo, 10, 12).
CONGREGACIÓN HERMANA:
MISIONEROS DE GARAISON
La buena fama de los misioneros de Betharram se difundió rápidamente, aun fuera de la diócesis de Bayona.
Monseñor d'Astros, que conocía bien el ardor apostólico de sus sermones, no vaciló en llamarlos para predicar una misión en su iglesia catedral de Toulouse, en donde obtuvieron un triunfo especial.
Igual éxito lograron en la vecina diócesis de Tarbes. Habiéndose propuesto el obispo resucitar, junto al Santuario de Nuestra Señora de Garaison, una sociedad de misioneros similar a la que ya existía en Betharram, juzgó que lo más práctico consistía en pedir al P Garicoïts que hospedara por un tiempo, como en un breve noviciado, a los sacerdotes destinados a fundar la nueva Congregación.
Accedió de buen grado el P. Garcoïts y esos virtuosos religiosos pudieron absorber en Betharram la savia de la nueva institución. Luego, al retirarse en mayo de 1836, consiguieron llevarse por tres meses al ardiente P. Guimón, a modo de asesor para sentar las bases de la piadosa sociedad que se llamó más tarde Misioneros de la Inmaculada concepción, conocida en todo el mundo por su valiosa actuación junto al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, de donde les ha venido el nombre popular de Padres Lourdistas, que fundaron más tarde algunos colegios en Argentina.
EL PADRE GARICOÏTS Y SU FAMILIA
Arnaldo Garicoïts, el robusto y virtuoso padre de Miguel, vivió hasta 1859, alcanzando la edad de 92 años; en cuanto a su madres Graciana, falleció a los 78 años, en 1845.
Ambos tuvieron, pues, el consuelo de asistir a la ordenación sacerdotal de su hijo y de presenciar sus éxitos en Larressore, Cambó y Betharram, especialmente Arnaldo, a quien Miguel sobrevivió apenas cuatro años.
No pocos se figuran que los santos, arrebatados por el amor a Dios, prescinden del amor a su familia y se tornan indiferentes con ella. Muy otra es la verdad. En los santos, el amor a la familia, depurado por el divino amor, se acrecienta a la par de éste, si bien se torna más espiritual.
¡Con cuánto gusto volvía Miguel a su aldea de Ibarre, a su desmantelada iglesia que anhelaba restaurar, a las casas solariegas de los Anghelú y de Saint Palais, en donde fuera peón y criado en su laboriosa juventud! ¡qué alegres conversaciones trataba en su hogar con sus padres y sus cuatro hermanos, con los amigos y vecinos de su pueblo natal!
En cuanto fue teniente cura y profesor, Miguel trató naturalmente de ahorrar sobre sus módicos sueldos a fin de aliviar la precaria situación de sus familiares. En 1827, lo vemos abonar a don Pedro Ibarnegaray una modesta suma que adeudaba don Arnaldo. En los años siguientes, proporcionó también varios auxilios. Pero llegó un día, el de la fundación de Betharram, en que anunció a sus padres que, si bien era sacerdote merced a sus sacrificios, mucho más lo debía a la gracia de Dios; y que en lo sucesivo, en calidad de fundador de una familia religiosa, deseaba ser considerado como muerto para los intereses del hogar.
Arnaldo y Graciana, con su robusta fe cristiana, aprobaron ese lenguaje tan hondamente evangélico.
Pero Miguel no dejó por ello de escapar alguna vez de sus trabajos para compartir la vida humilde de los suyos. La última vez que visitó a su anciano padre, en 1858, conversó con él gran parte de la noche, accedió a fumar la pipa en su compañía y le dejó su santa bendición.
No, los santos no son indiferentes con los suyos, sino sus abogados en la tierra y sus protectores en la gloria...
EL P GARICOÏTS AMIGO DE LOS NIÑOS. EDUCACIÓN DE LA JUVENTUD
Hay atracción recíproca entre niñez y santidad. El P. Garicoïts ama a los pequeñuelos como amaba a sus hermanitos de Ibarre y a sus compañeros de colegio. Quiere a los niños como un santo cuya mirada mística vislumbra, en los cándidos rostros, la gracia y la inocencia de los ángeles. Los quiere con amor de sacerdote y con respeto paternal, celoso de sus altos destinos, temeroso de los peligros que los acechan y fascinan.
Va hacia ellos espontáneamente. En el seminario de Lairessore, comparte sus juegos y los conquista con su afabilidad. En Cambó, hace de la catequística su obra predilecta y su aparición por las calles de la ciudad atrae bandadas de pilletes a quienes embelesa con hermosos cuentos. En el convento de Igón, cuando sorprende al monaguillo trepando en su columpio, se entretiene en darle impulsos que lo llevan hasta las nubes. Halla sus delicias en medio de los niños (P. Miéyáa, Vida, p. 220).
Su corazón se inclina con su marcada preferencia hacia los más desheredados. Cierto día, tropieza en la calle con un pobre aprendiz de tejedor que lleva al hombro un vetusto telar. Se acerca con cariño, le hace amables preguntas, se apodera de la máquina y se informa del mecanismo de boca del sonriente artesano; manda que le den un almuerzo abundante y nota, al despedirse, que al aprendiz y a él les cuesta separarse... Hay sembrado amistad.
Para los niños y los jóvenes, el corazón del P. Garicoïts reserva una sorpresa de magnas consecuencias. Especialmente para ellos ha resuelto señalar un nuevo rumbo a su Comunidad, agregando a las misiones la enseñanza de la juventud. Quien recibe a los niños en mi nombre, a mí me recibe (Mateo, 18,5).
EL COLEGIO DE NUESTRA SEÑORA DE BETHARRAM
Si la niñez y la juventud se pierden por falta de educación, decía el P. Garicoïts, educar debe ser una de las formas del ministerio sacerdotal a la cual urge consagrar la abnegación y el espíritu de fe de las congregaciones religiosas.
En consecuencia, se dispuso abrir un colegio en Betharram. Con ese objeto consiguió la colaboración de un joven diplomado, llamado Eliçabide, su ex-discípulo del seminario, secundado por el maestro Arnaldo Arabehere (1818-1853) que puede ser considerado como el primer hermano coadjutor de la Congregación.
La nueva escuela, abierta en locales modestos, reunió pronto a más de cien alumnos, entre pupilos y externos; su joven director le dio prestigio, pero se retiró al poco tiempo, supliéndole otro maestro hasta 1840.
En ese año, el P. Garicoïts resolvió sustituir con sacerdotes el personal de la escuela. El P Diego Barbé, debidamente diplomado, la dirigió con sabia mano durante más de quince años. Con él, la institución, cada vez más floreciente, se transformó en primario superior y luego en secundario (1847), llegando a ser un vivero de vocaciones para la carrera sacerdotal.
En el Colegio de Nuestra Señora de Betharram se realizaron sonadas conversaciones. Muchos jóvenes, apenas ingresaban en la escuela, se veían libres de sus malos hábitos y se transformaban por obra de milagro (P. Garicoïts).
Durante diez años se luchó con la pobreza y la incomodidad de los locales. Dos veces al día, buena parte de los internos, alojados a 300 metros del monasterio, hacen su viajecito para ir al Colegio. Con tiempo hermoso van y vienen como caravana festiva; pero con lluvia y nieve, los maestros gritan: “¡Sálvese quien pueda!' y todos se precipitan, cual torbellino, con atronador golpetear de zuecos (P. Miéyáa, Vida, p. 233).
Por fin, en 1857, el P. Garicoïts pudo levantar el grandioso edificio del Colegio de Nuestra Señora de Betharram con capacidad para trescientos internos (más tarde para cuatrocientos y quinientos) en cuyas prestigiosas aulas se han formado, hasta nuestros días, brillantes generaciones de civiles y eclesiásticos.
EL P. GARICOÏTS SALVA EL ALMA DE ELICABIDE, CONDENADO A LA GUILLOTINA
¡Cuán admirable fue el comportamiento del santo P. Garicoïts para con Pedro Eliçabide, el primer director de la escuela de Betharram!
Este joven vasco, de notable preparación, dio gran relieve a la escuela; luego, engreído por sus éxitos y víctima de un mórbido de gloria y de riqueza, empezó a molestar al santo fundador con exigencias cada vez mayores de sueldos y prebendas, al extremo de atraerse estas proféticas palabras: Amigo, si no combate esa pasión desordenada, ella lo llevará al presidio y al cadalso.
Profundamente disgustado, el maestro vengativo intentó, noche, incendiar el convento y luego desapareció, marchándose a París con la ilusión de la fortuna. Exasperado luego por múltiples fracasos, sufrió un derrumbe moral y cometió un triple asesinato, Refugiado en Burdeos, lo descubrió la policía y lo encarcelo, a la espera de su ejecución final.
Al enterarse de su desgracia, se conmueve el corazón del P.Garicoïts. Escribe al criminal una emotiva carta. Este la lee con lagrimas: Un santo la ha escrito, dijo, y un ángel se la dictó. Acude a Burdeos, comparece ante el tribunal, defiende en lo posible al ex-maestro y, finalmente, lo visita en su celda para llevarle el divino perdón. ¡Conmovedora escena, bañada en lágrimas de arrepentimiento y fraternal amor: Amigo, dice el santo al arrepentido, usted se halla ahora en inmejorable posición. Arrójese en el seno de la misericordia con confianza absoluta exclamando: ¡Oh Dios, tened piedad de mí y usted será salvo!
Al día siguiente, Eliçabide fue ejecutado, pagando su crimen con altos sentimientos de cristiana expiación.
ESPIRITUALIDAD GARICOISTA. PUNTO DE PARTIDA:
EL ECCE VENID (AQUI ESTOY, APE AIME)
La espiritualidad busca y emplea los medios apropiados para desarrollar la vida interior hasta llegar a la santidad. Es innegable que Dios ha inspirado a los fundadores de familias religiosas variadas concepciones de santidad. Los benedictinos hallan su norma en la oración litúrgica; los carmelitas, en la contemplación; los franciscanos, en la pobreza y sencillez de Cristo; los jesuitas, en la abnegación propia y la extensión del reino de Dios, etc.
Aquí se trata de saber si existe un tipo de espiritualidad betharramita, una forma especial de santidad propuesta a sus religiosos por el P, Garcoïts, En caso afirmativo, ¿cuál es la idea principal de su doctrina en torno a la cual se agrupan armoniosamente todas las enseñanzas del santo fundador?
Pues bien, un estudio profundo y detallado del libro de los pensamientos permite afirmar con certeza que existe una espiritualidad garicoísta y que el P. Garicoïts tuvo real conocimiento de qué proponía a sus oyentes, dentro de las normas generales de la santidad, un ideal nuevo de perfección evangélica, ideal inexplorado aún en la Iglesia y, por ende, propio y peculiar a su Congregación.
El punto de arranue de esa espiritualidad se halla natural y necesariamente en el culto al Sagrado Corazón; y su idea maestra y dominante consiste en adorar e imitar a fondo el ardor sublime del Corazón de jesús, ofreciéndose al Padre para la redención del mundo, en el instante mismo de su Encarnación, con estas primeras palabras de su humanidad: Ecce Venio, aquí estoy, oh Padre, para cumplir tu santa voluntad (Heb. 10,7).
En el impulso generoso del Ecce Venlo cristalizó el P. Garicoïts la devoción betharramita al Sagrado Corazón, con el afán de encarnar en su Congregación el abnegado ideal de Jesús inmolándose totalmente a los designios del Señor. En el Ecce Venio el P. Garicoïts ha descubierto el remedio "a la frialdad, al egoísmo atroz y a la rebeldía satánica de nuestros tiempos".
Notemos enseguida que el Ecce Venio encierra una doble orientación: 1° Hacia el Padre, en cuyo honor se ofrecen Jesucristo y el religioso en pos de El; 2° hacia las almas, a cuya salvación debe cooperar el hombre a fin de prolongar en la tierra la misión y la gracia del divino Redentor.
De ahí un doble elemento de la perfección garicoísta, una doble ley de amor y de obediencia por la que nos incorporamos a Cristo para colaborar en su obra de santificación:
a) Dentro de nosotros: la ley del Amor Divino que clama sin cesar en nuestros corazones el Ecce Venio del desprendimiento y de la generosidad.
b) Fuera de nosotros, la gran ley de obediencia que invita al alma a sacrificar todo para el amoroso cumplimiento de la Voluntad de Dios. Decía él: Tened siempre ante los ojos primero y ante todo a Dios y su adorable voluntad.
De ahí esta soberbia fórmula que compendia ambas leyes en toda su amplitud. Procure el religioso del Sagrado Corazón ejercitar la inmensidad de la caridad dentro de los exactos límites de su oficio y de su posición.
Tal es el fundamento de la espiritualidad garicoísta que fluye de sus pensamientos y de sus numerosas cartas de dirección. Podemos recordar este pasaje de Corintios: Como sabio arquitecto, puso buenos fundamentos (3, 10).
LAS DEVOCIONES DEL PADRE GARICOITS.
SU CULTO A NUESTRA SEÑORA DE BETHARRAM
Es siempre interesante conocer las devociones predilectas de los santos para guiarnos en nuestra propia vida espiritual.
Pues bien, las devociones del P. Garicoïts nada tienen de raras. Son las fundamentales de la santa Iglesia: el culto a Jesús, María y José. El culto a Jesús en su Sagrado Corazón y en la divina Eucaristía; el culto a la Virgen, en su Santuario de Betharram y como Madre de Dolores; el culto a San José, modelo de trabajadores y sostén de las familias a quien proclamó protector especial de su Congregación.
Naturalmente, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús es la primera de sus devociones, por haber sido puesto el instituto bajo la advocación del Rey y centro de las almas, fuente de vida y santidad, de cuya plenitud sus religiosos han de recibir torrentes de gracia para su perfeccionamiento espiritual.
Como propugnador de la doctrina de la Cruz, el P. Garicoïts tuvo gran devoción por la Pasión de Cristo y propagó eficazmente la práctica del Vía Crucis dentro y fuera de su Congregación.
En cuanto al culto de María, ¡con qué ternura lo infunde y practica! Hermosea el Santuario de Betharram, predica las grandezas de la Virgen y de su Inmaculado Corazón; propaga el santo rosario y suele llevarlo al cuello para rezar avemarías en las idas y venidas, implanta su recitación diaria en la Comunidad; manda cantar la misa en las fiestas marianas; y da un relieve especial en setiembre a la fiesta tan popular de los siete dolores de Nuestra Señora del Calvario.
Enseña y defiende la Inmaculada Concepción de María mucho antes de su definición por la iglesia; se regocija de las apariciones de Lourdes en 1858; examina a Bernardita y proclama su favorable parecer; anuncia que las muchedumbres acudirán al nuevo santuario, el cual, muy lejos de perjudicar a Betharram, le comunicará renovado esplendor.
En su piedad hacia la Virgen, el P Garicoïts acarició la esperanza de recuperar la primitiva imagen de Nuestra Señora de Betharram transportada a España en los días aciagos de las Guerras de Religión (siglo XVI). Pero, habiendo fracasado la encuesta, se propuso aprovechar la presencia del gran escultor Renoir, contratado para la restauración del Calvario de Betharra, a fin de sustituir por una impresionante estatua de mármol blanco la diminuta efigie que se veneraba entonces en el altar mayor del santuario.
Desde 1845, esa obra maestra de escultura atrae las miradas de los peregrinos de Betharram y recibe los homenajes de los fieles, premiando María con divinas gracias su filial devoción.
VIRTUDES DEL P GARICOÏTS
La Iglesia no beatifica ni canoniza a ningún servidor de Dios sin previa comprobación de la práctica de las virtudes en grado heroico. Precisamente, ese examen de la heroicidad de las virtudes puso de manifiesto el magnífico conjunto de las que practicó el P Garicoïts. Ya conocemos muchas de ellas con el solo relato de su vida: Su fe que conservó la sencillez de la infancia, manifestada en su fervor ante el altar y en su interpretación providencial de todos los sucesos con esta luminosa fórmula: Dios tiene sus designios; conocemos su esperanza en la divina misericordia traducida en esta expresión de confiado y santo abandono: Dios proveerá su caridad abarcando a Dios y al más humilde prójimo con idéntico ardor; la humildad de quien nunca conoció el orgullo y se gozaba en proclamar el rústico origen del antiguo sirviente y pastor; la prudencia y circunspección de un joven que supo conservar su inocencia; vivió virgen y murió virgen, la templanza y la mortificación de quien llenó su vida de acumulados sacrificios, en el sueño reducido, el escaso alimento, la huida de comodidades materiales, la aceptación y la búsqueda de cuanto duele y crucifica.
He ahí un rápido cuadro de las virtudes que fueron adornando el alma del P Garicoïts y preparándolo para la recompensa y la gloria que Dios reserva a sus santos.
SEÑAS DIVINAS. GRACIAS Y DONES MISTICOS
Dios se complace en revelar a los hombres la santidad de sus grandes servidores, mediante dones y prodigios de orden espiritual. El P. Garicoïts se vio favorecido con fenómenos sobrenaturales llamados gracias místicas. Los primeros prodigios se remontan a 1830 y se escalonan hasta el año de su muerte (1863). En el transcurso de 3 años, lo observaron repetidas veces familiares del santo y peregrinos, sacerdotes y doctos profesores cuyas declaraciones, tomadas bajo juramento en el proceso de beatificación, testimonian la realidad de esos hechos maravillosos.
Además de los muchos éxtasis o arrobamientos del P. Garicoïts, tuvieron resonancia en la comarca sus frecuentes levitaciones, fenómeno que consiste en mantenerse elevado del suelo por atracción del divino amor.
Una de esas levitaciones ha sido minuciosamente observada por un alumno del Colegio de Betharram: Quedé estupefacto, dice, al notar que los pies del P. Garicoïts no tocaban la plataforma del altar. Estaba alzado a unos quince centímetros con los pies en posición horizontal. Dios revestía al santo con las glorias del Tabor.
También le concedió el don de los milagros.
Las fuerzas de la naturaleza obedecían a sus ruegos. Se comprobaron repetidos casos de curaciones corporales y espirituales. En 1852, una formidable tormenta amenazó la región de Betharram. Entre relámpagos y truenos, empezó a caer un tremendo pedrisco. Salió el P. Garicoïts, suplicó al Cielo con los brazos en alto y cesó al instante el azote, siendo voz desde ya, entre los lugareños que, mientras viva el P. Garicoïts, estamos preservados de la piedra.
El P. Garicoïts leía en las conciencias. En el confesionario, se adelantaba al penitente para descubrir su estado interior. Señalaba rumbos y fijaba vocaciones a personas que nunca había visto: Usted no debe abandonar sus comuniones... Usted será religioso o soldado... Si usted abandona su vocación, no respondo más de su alma.
Tenía el don de profecía. A una señorita inquieta por la salvación de su hermano; Está tranquila, le aseguró, no se perderá. Consultado sobre un enojoso asunto entre misioneros y profesores del monasterio de Garaison, dio la siguiente respuesta: Este año se producirá en la diócesis un acontecimiento que podrá las cosas en su estado normal. Efectivamente, falleció el obispo de Tarbes y el nuevo prelado todo lo arregló.
LA DOCTRINA DE LA CRUZ
Uno de los puntales de la espiritualidad del P. Garicoïts lo constituye la doctrina de la Cruz. Nada más natural en el fundador de una Congregación nacida al pie de un Calvario monumental cuya principal fiesta, muy popular en la comarca, es precisamente la de la exaltación de la Santa Cruz.
La doctrina de la Cruz es fundamental en el Cristianismo y fluye de estas palabras del divino Redentor: Si alguien quiere venir en pos de mí, ha de renunciar a sí mismo, cargar con su cruz y seguirme (Mt. 17,24).
Pues bien, el P. Garicoïts predica esa doctrina y procura inculcarla a sus discípulos no el más inspirado ardor. El tema vuelve con insistencia en todas sus charlas. Citaremos algunas de sus sentencias entre el centenar de las que ha formulado al respecto:
• Todo buen cristiano tiene vocación providencial para sufrir en pos de Cristo.
• Si amamos a Dios, amaremos la Cruz.
• El dolor nos vuelve semejante a Jesús.
• El sufrimiento es señal clara de predestimación.
• Es un desorden grave, en un cristiano y en un sacerdote, el de no amar las pruebas y tribulaciones de la Cruz.
• ¡Ay del falso religioso que tuviera la desgracia de ser enemigo del sacrificio y de la Cruz!...
• Los que protestan contra la Cruz son enemigos declarados de Cristo.
• Doquiera está la Cruz está el orden y la salvación.
• Las mejores cruces son las providenciales, o sea, las de la posición.
• Las cruces nos vienen gota a gota según nuestra capacidad de sufrir
• Las pruebas son inevitables en este mundo. Ni la edad, ni la posición eximen del dolor.
• Todo se reduce a saber si queremos salvarnos sufriendo en pos de Cristo o si queremos condenarnos para sufrir con Satanás".
LA CANONIZACIÓN DE MIGUEL GARICOÏTS
El domingo 6 de julio de 1947 fue la fecha fijada por Pío XII para la canonización simultánea del padre Garicoïts y de Isabel Bichier des Ages.
Con este objeto acudieron a Roma nutridas delegaciones de ambas familias religiosas y peregrinaciones populares deseosas de asistir a tan soberbias ceremonias en la Basílica de San Pedro de Roma.
Asumió la representación de Argentina, en tan solemne acto, el distinguido ex-alumno del Colegio San José de Buenos Aires, Dr. Rafael Ocampo Jiménez, embajador extraordinario y ministro plenipotenciario ante el gobierno de Italia. De paso por Roma, asistió igualmente a la canonización, la esposa del Presidente de la República, general Juan Domingo Perón.
En representación del gobierno de Francia, acudió al acto el célebre filósofo Jacques Maritain, embajador ante la Santa Sede, con todo el personal de la embajada.
La ceremonia fue realizada con la presencia de doce cardenales y unos cincuenta obispos, figurando entre ellos los obispos de Bayona, de Pitiers, de Tarbes y Lourdes.
Asistió una gran multitud afanosa de ver al Santo Padre, haciendo su solemne entrada en San Pedro, entre los esplendores de las luces, los flamantes uniformes de la guardia pontificia, las notas triunfales de las trompetas de plata y los coros de la inmensa basílica romana.
El momento culminante de la ceremonia, o sea, la proclamación de los nuevos santos por el Pontífice Supremo, quedará grabado en las mentes cual prodigioso punto de contacto entre el cielo y la tierra.
Nos dice el Padre Miguel Martínez, actual director del Colegio San José: "Me he puesto a reinscribir el texto, adecuándolo a la línea evolutiva de nuestro lenguaje, cincuenta años después de su primera impresión y añadiendo pocos datos novedades posteriores,
Sea este un homenaje más a San Miguel Garicoïts, para renovar y extender el talante cristocéntrico que cruzó su vida, plasmado en el F.V.D. (Fíat Voluntas Dei. Hágase la voluntad de Dios), y que nos dejó en herencia".
CAPÍTULO III
ALONSO DE LAS HERAS
Nace el Paí Alonso, en Villaralbo (Zamora) España, en la Nochebuena del 24 de diciembre de 1913. Algunos ex-alumnos dicen que nació en Tristán (provincia de Buenos Aires), Argentina.
Sacerdote de la congregación del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram.
Realizó su bachillerato en Francia, donde adquirió el dominio del francés. Escribió muy pronto poemas en este idioma; alguno de ellos le mereció correspondencia con Paul Claudel. Ya en el Paraguay compuso "Mon petit coin de France", dedicado, en pública lectura, al Excmo. Sr. embajador de Francia Mr. Tessier.
Llegado al Paraguay en 1940, se incorporó al plantel de profesores del colegio de San José, del que fue director (1953-1959).
Junto con un profundo apostolado sacerdotal y psico-religioso, desarrolló una larga y duradera labor pedagógica, sobre todo en la enseñanza de la lengua y de la literatura castellanas.
Dio vida a la Academia Literaria y en ella asentó las bases de la Academia Universitaria (fundada primero como Círculo Literario, en 1946), en donde se formaron muchos jóvenes que descollaron pronto en cualquiera de sus actividades. Se destaca sin embargo el grupo específicamente literario como Mazó, Appleyard, Villagra, Díaz . Pérez, Gómez Sanjurjo, Domínguez, Gatti, etc.
El Padre Alonso desplegó además una intensa labor cultural personal, montando obras de teatro (dio a conocer los pasos de Lope de Rueda y traducciones de Moliére), creando el mismo, participando en la labor cultural del ambiente, dictando numerosas conferencias de tipo religioso y literario, y sobre todo buscando la veta espiritual de autores como Claudel, García Lorca, Sartre, Gide, Gabriel Miró, Ramón Jiménez, Voltaire, Samuel Bécker, Racine, etc.
Esta labor fue poco dada a la prensa. Tenemos de él sin embargo: María de Nazaret, Jaones de Gloria, Qué cercano tu recuerdo, San Blas (misterio dramático), "Silencio", Rosario y Vía Crucis, Antologías, Navidad variaciones, Más que tú lo he deseado.
Compuso, junto con el Dr. Juan Manuel Marcos el Curso Literaturas Hispánicas en tres tomos.
El gobierno español lo condecoró con la Cruz de Caballero de Isabel la Católica y el gobierno francés con las "Palmes Académiques".
Pertenece al Pen Club Internacional, a Amigos del Arte, al Instituto de Cultura Hispánica.
Es miembro de número de la Academia Paraguaya de la Historia y de la Lengua, en cuyo ingreso disertó sobre "Lengua del Paraguay y los Clásicos". Realizó investigaciones sobre el lago de San Bernardino: sus leyendas y su historia. Realizó estudios y dio una conferencia en la Academia de la Historia sobre Irala, evocándolo desde su solar de Anzuola y presentó en la Academia un detenido trabajo sobre manuscritos de Qumram. En otra conferencia de la Academia de la Historia dio a conocer el resultado de sus investigaciones (realizadas en los archivos secretos del Vaticano) sobre un aspecto poco conocido de las Misiones Jesuíticas.
En el año 1994, le otorgaron la Cruz de Comendador del Mérito Nacional y el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional.
El 28 de octubre de 1997, fue premiado con "La llama del Arte nunca se apaga" por la Asociación de "Amigos del Arte" del Paraguay.
En 1997, el 31 de octubre, celebra sus Bodas de Diamante Sacerdotales. Había sido ordenado sacerdote en Belén, el 31 de octubre de 1937.
Con referencia a la Academia Literaria del Colegio San José, nos dice el padre Alonso:
LA ACADEMIA UNIVERSITARIA
En el mes de marzo de 1941, el P. Cipriano Oxibar, que ese año se estrenaba en la dirección del Colegio de San José, me dijo sencillamente:
- "Usted se va a encargar de la ACADEMIA".
- "¿Y eso, cómo?" le dije.
- Usted verá, me contestó.
Y empezó mi estilo de academia. Obra en nuestro archivo el primer libro de Actas.
Aunque no eran mis alumnos, pues yo daba clase de castellano en 1° y 2°, no podía prescindir de los alumnos voluntarios de 4° y 5° que de alguna manera, mantenían el nombre de aquella Academia, fundada en la primera década del siglo, por el P. Lhoste. Así pues tuvimos un primer año de búsqueda, el de 1941, en que ya empezó a publicarse la revista "ESTRELLA"; en agosto.
Se formaliza con el primer libro de Actas, 1942, en que figura el Consejo Directivo compuesto por alumnos que empezaron conmigo y esos voluntarios de 4° y 5°.
Presidente: Eliseo Da Rosa.
Vice-Presidente: José Ricardo Mazó.
Secretario: Rafael Eladio Velázquez.
Tesorero: Eusebio Báez
Vocales: Edmundo Zuccolillo y Juan Santiago Dávalos.
Bibliotecario: Raúl Sosa Ugarte.
Sin desmerecer a ninguno de ellos, antes bien, cómo no recordar los nombres de Eliseo Da Rosa, los hermanos Peña, Manuel Cibils, cuyo poema "Atardecer" aparece en el 1er. N° de la Estrella y varios otros seguirán apareciendo. Mucho prometía y se murió muy joven. Con mucha redacción y muchas correcciones se desarrolla pues la Academia Literaria, después de los primeros ensayos, con el esquema de trabajo que rige hasta hoy, en su vertebración principal.
El año de 1945 terminan su bachillerato los alumnos que se iniciaron conmigo, es decir durante cinco años de labor interesante y proficua. En el transcurso de ese año, pensando ya en la dispersión natural, analizábamos la posibilidad de mantener la cohesión académica, cuya temida pérdida causaba no poca dostalgia.
Así fue como los egresados académicos del 45, lograron mantenerse unidos en lo que primero se llamó "Círculo Literario", en 1946.
Era un deseo de seguir con el empeño, ya trazado desde la Academia del Colegio, de llegar a la conquista del Paraguay por la cultura. Lema que nos incitaba cada vez más.
No había reglamento; ninguna estructura. Nos reuníamos en diversas casas -de los componentes del círculo- prácticamente todos los egresados. Se invitaba a las sesiones a los amigos y amigas. Así un día en la casa de Enrique Ibarra, con lectura de poemas, charlas, y un concierto de piano de Victoria Alfaro. Un ambigú constituía el momento de esparcimiento y conversación informal.
Recuerdo otra reunión importante en casa de Rolando Niella, pues en ella Herib Campos Cervera, a quien habíamos invitado, nos leyó su recién compuesta "Balada de los árboles ausentes". En ella también recordó Campos Cervera sus años del San José; (en un diario intimo, que poseo, escribe "Cárcel San José...) y sus discusiones ideológicas con un Carlos Pedretti o un Carlos Andrada.
Pronto, sin embargo sentimos la necesidad de algo estructurado, aunque amplio. Así surgió la denominada "Academia Universitaria", ya que sus componentes eran todos universitarios. Se dio entrada a los ex-alumnos de otros colegios, que atraídos por esa manera de hacer cultura, quisieron participar. Destacan entre ellos: Carlos Viliagra Marsal, Rubén Bareiro Saguier, Kiko Díaz Pérez, Pelayo García, Lorenzo Livieres, Rubén Talavera.
Como la mayoría de los académicos habían sido excelentes alumnos y que en el San José se impartía una educación muy humanística, pareció oportuno comenzar con un estudio serio de la literatura Grego¬Latina. Se presentó un programa de los grandes clásicos de esa cultura de la que occidente vivió tanto tiempo y que juzgamos imprescindible, aunque hoy, sin embargo, se deja de lado.
Se empezó con un panorama general de la literatura griega, no sin antes especificar la importancia geo-política de la Grecia de Pericles. En los libros de actas constan los nombres de quienes se empeñaban con auténtica maestría de jóvenes brillantes, en dar verdaderas conferencias sobre cada tema.
Ese estudio de los autores clásicos era el único programado. En cada reunión había también discusiones de todo tipo, diversos temas y presentación de trabajos libres. La Academia Universitaria fue así un foro de exposiciones que conllevaban enseguida ásperas, a veces, discusiones de críticas y contracríticas; éstas siempre por escrito.
Los trabajos libres abarcaban todo el saber humano, desde la creación poética hasta el ensayo político, socio-cultural o religioso. No existía ninguna censura. Hubo exposiciones que acarrearon prolongados aplausos o producían un prolongado silencio meditativo. Poesías de José María, de Appleyard, de Ramiro, de Mazó particularmente, nos llenaban de admiración y complacencia.
Hubo una sesión en que se discutió mucho sobre el estro poético, la inspiración, la artesanía (u orfebrería). Nos comprometimos, algunos, a escribir un poema partiendo de la primera palabra que acudiera a la mente y dejándonos luego guiar por una secuencia "inspirada". Recuerdo que yo mismo llevé a leer la poesía: "Los misteriosos pájaros de nieve".
Llegamos a la conclusión de que el poema es una arquitectura: puesta una base determinada, la poesía se halla como obligada, como determinada a una estructura e idea que obligan al poeta. La poesía auténtica es una inspiración; el poeta es un poseído.
Verdaderamente gozábamos de nuestro esfuerzo y nos aplaudíamos los éxitos. Eran incitantes las sesiones académicas. No es fácil recordar el inmenso trabajo de tantas sesiones. No pretendo un estudio exhaustivo que analice el contenido de tanta escritura, de tanta disertación. La tolerancia se aprendía con altura aunque bajara, a veces, a peleas. La mente se enriquecía de múltiples conocimientos, el verbo se depuraba en léxico propio y sintaxis correcta e incluso elegante.
Sí recuerdo, porque me atañe directamente, cómo después de leer mi poema "Paraguay", en 1953, hubo cinco minutos de silencio, que fue el más emocionante aplauso que haya recibido. Impactaron versículos como estos:
¿"Por qué nunca se acaba de tí que se empieza? "Faltaba la vergüenza de meterse a la Patria en el bolsillo".
No era, ciertamente, una Academia Literaria solamente; era sí, un cauce de expresión literaria, pero también un foro y una palestra. Empezó aquel año triste de 1947, el año de la gran y trágica revolución. Esa revolución impactó profundamente a los académicos. Cuando se dice de ellos que pertenecen "a la generación" del 50, se sigue mecánicamente, pero erróneamente, una secuencia de diez en diez años. Si hay que hablar de generación, a estos jóvenes de entonces les corresponde propiamente la denominación "Generación del 47".
Componían la academia jóvenes de diversos partidos: liberales, colorados y un grupo numeroso de aquellos que formarán más tarde la Democracia Cristiana.
Nos reuníamos, primero, los domingos por la mañana, alguna vez el sábado por la tarde; después los viernes, a partir de las 21 hs. Más de una vez fueron los académicos alertados por suspicacias políticas. De hecho todas se encontraban, se volvían a reunir, en esas horas intensas e inciertas. Podían discutir, y a veces, muy agriamente, hasta llegar a situaciones violentas; algunos incluso se venían del "Frente" de batalla. Nunca, sin embargo, se suspendieron las sesiones. La academia era, en esas circunstancias, un verdadero Parlamento: nunca la política combatiente llegó a separarlos. Una sola vez hubo quien tras una violenta disputa y antes de cerrar la puerta con violencia, lanzó: "Me voy pero nos volveremos a encontrar".
Las discusiones no eran sólo de ideología política. También ciertos aspectos religiosos acarreaban disparidad de criterios. Se buscaba un ideario que pudiera satisfacer a todos. Costó mucho y hubo muchas discusiones, a veces acaloradas. Un grupo, que pertenecía a la Acción Católica, deseaba que "lo católico" se incorporara a ese ideario. Los otros, sin ser "anti", preferían que el ideario se centrara en un humanismo que no exigiera profesión de fe católica. Se llegó sin embargo a un acuerdo y se redactó por fin el texto siguiente del 29 de abril de 1950, pues el l° era de diciembre del 47:
IDEARIO DE LA ACADEMIA UNIVERSITARIA
Nosotros:
Tenemos un empeño: la conquista del Paraguay por la cultura, informada de espíritu cristiano.
Todo lo paraguayo es nuestro para dolernos y corregirlo o bien para ensalzarlo. El mal y el bien no creemos que deban atribuirse a un solo grupo. Son obra de la comunidad paraguaya, como las desdichas y las glorias.
Creemos en nuestra patria. Somos paraguayos totales y veneramos los tres colores hermanados de nuestra enseña patria. El Paraguay es complejo y difícil; por eso nos preocupa y por eso lo amamos entrañablemente.
Queremos compenetrarnos con la cultura extranjera en la medida que responda a nuestro espíritu; por eso, reconociendo una comunidad hispana, sin mayores razgos, buscaremos asimilar su esencia occidental y cristiana.
Propiciamos una revisión total de valores: la cultura guaraní, la Conquista y la Colonia, la historia de nuestra vida independiente. Juzgamos los hechos y a los hombres sin petulancia pero sin miramiento a endiosados criterios, con la serena franqueza de la verdad. Buscaremos la esencia de nuestra nacionalidad en la fusión hispano-guaraní, dándole a cada cual su valor. El guaraní es nuestra lengua sentimental; el castellano la de nuestra cultura. Estudiaremos la tradición y el folklore y depuraremos nuestras leyendas. Imprimiremos el sello paraguayo en todas nuestras creaciones.
¡Por la cultura hacia un Paraguay nuevo, hacia Dios!
Tanto trabajo bien investigado, bien elaborado nos incitaba a darlos a luz, a emprender una serie de publicaciones.
Ciertamente, de vez en cuando, aparecía un volante de la academia con el punto de vista, bien medido aunque recio, sobre circunstancias socio-políticas del país. Llamaron siempre la atención por la altura de sus conceptos. Son textos que habría que recuperar porque los juzgo totalmente válidos hoy mismo.
Cada vez más se afirmaba entre los académicos el espíritu de cuerpo, la idea de constituirse en un movimiento de opinión por encima de los inmediatos, y no siempre limpios, intereses de los partidos políticos, tan envenenados entonces.
No se llegó a concretar pero sí se hablaba de "intencionalismo", ya que, efectivamente, todo lo nuestro arrancaba de la idea, de la intención de afirmar una presencia joven con voluntad de patria total y cultura.
En cuanto a publicaciones, solo y con muchísimo esfuerzo llegó a publicarse el poemario "Poesía", Asunción, 1953. Era el N° 1 de la serie de publicaciones deseada. En la solapa del anverso constaba la Comisión Directiva de la Academia, bajo mi dirección:
Presidente: José Luis Appleyard
Vicepresidente: Nicolás María Angulo
Secretario general: Gustavo Gatti Cardozo
Bibliotecario: Jerónimo Irala Burgos
Tesorero: Lorenzo N. Livieres Banks.
Delegado del ciclo básico: Miguel Ángel Ferreira.
En la solapa del reverso, se anunciaba: ¡fallida esperanza!, Publicaciones: 1. Poesía. 2. Ensayos (en preparación).
En el librito -hoy un tesoro-, con un prólogo mío, se encontraba unas "ya magníficas" poesías de Ramiro Domínguez, José María Gómez-Sanjurjo, Ricardo Mazó y José Luis Appleyard. Sorprende el dominio del lenguaje y de las formas poéticas, mucho estro pero también mucho escribir y mucho orientar y corregir.
El prólogo lleva esta afirmación: "mucho se ha discutido en la Academia Universitaria sobre lo subjetivo, lo nacional, y lo universal en poesía. La poesía es de todos en cuanto plasma belleza. No es preciso hacer tipismo para ser auténticamente de su patria, de su tierra; porque el poeta, el verdadero poeta lleva siempre un mensaje y hasta el jazmín tembloroso incita como una estrella, a la superación; y "elevarse, en algo, es alzar a la patria consigo".
Otro deseo fallido: la publicación de una revista que fuera portavoz de la academia. Los académicos del San José habían sido artífices de la modesta, pero constante revista Estrella, que recogía la vida del Colegio y la actividad académica. Se la ideaba como una revista cultural y por eso se pensaba llamarla NOUS: SPIRITU.
Pero de nuevo la cuestión de principios. Era un tema difícil por el radicalismo de algunos. Llegué a escribir el primer editorial: "Vamos". Appleyard había sido un estupendo enlace entre algunos de ellos. Mazó e Ibarra no salió nunca. Ese editorial "Vamos", sin ser cuestionado, fue requerido por un académico (Niella) para analizarse detenidamente... pero no lo vi más!
Los que hablan de un grupo altivo, displicente, un grupo burgués, sin compromiso con la realidad efectivamente no conocieron la vida de entusiasmo, de superación y de enfrentamiento, la vida de gestación que en ella bullía.
La Academia Universitaria Generación édita? Generación inédita? En los años que entonces corrían bien se sabía de ella. Ya hemos dicho que editar fue solo ese librito de poemas; también vieron la luz y se difundieron unas cuantas proclamas de la academia. Además, una vez al año, en primavera, se esparcían las "flores de lapacho", en reuniones públicas, con mucha gente. Era el nombre que dábamos a lectura de poemas. No eran de mero lirismo, sino que lanzaban un descontento. "Eran ansia y por eso los poetas se incorporaban a una generación y le daban tono" (En el prólogo).
Mi poema Paraguay, allí también provocó conmoción. ¿Y qué dice Appleyard cuando dice para responder al mote de puro lirismo que sólo animaría a los poetas de la academia:
"No es excesivo empeño el que me lleva
a romper las paredes...
Me repugna hondamente
la indiferencia de los que van sin ansias
a entumecer las piernas en el barro"
... "Y yo, y nosotros todos,
los que quisimos responder con algo
al llamar de lo poco que se salva
de este creciente mar de salivazos,
¿seguiremos creyendo
que la noche del sábado
es el único premio
que tienen los seis días de trabajo?
"Y Ramiro Domínguez, en "Estudio Revolucionario ".
"Dónde encontrar el grito que conmueva
los muros del tirano!
Lo evoqué con marciales polonesas,
hasta en el erizado grito de mi Scherzo!
Sí, la academia dio tono de quebranto y esperanza en esos años difíciles que siguieron la Revolución del 47.
Había también sesiones públicas en que la Academia propiciaba la Conferencia magistral de algún especialista. Así, por ejemplo, fue en la Academia Universitaria donde Efraín Cardozo leyó la célebre conferencia "Las Raíces de la Nacionalidad" que dará, en 1959, el estupendo libro: "El Paraguay Colonial. Las Raíces de la nacionalidad", con prólogo de Justo Pastor Benítez. Fue una conferencia magistral. Cardozo irrumpió ese día contra una serie de mitos y afirmó su profunda espiritualidad religiosa. No tardaron algunos en acusar el golpe y nos lanzaron la frase que tanto se repetía: "Roedores de los mármoles de la Patria".
Otra conferencia importante fue la del abogado español Jiménez de Asila, el gran criminalista.
Propiciamos también un concierto del arpista Albino Quiñónes, que Gómez Sanjurjo fue a retirar de su valle.
En las sesiones ordinarias teníamos, alguna vez, gratas visitas o expresas invitaciones. Nos llegaba Roa Bastos que lograba entrecortar su exilio. El nos decía que la cultura es como una ascua ardiente pero que lo mismo hay que alzarla. Y la alzábamos.
La Academia Universitaria dejó de funcionar el año de 1960. Fue una lástima, quizá, ¿ya?, el cumplimiento de un ciclo vital. La vida, la calle desparramada mucho en Paraguay: la procura del vivir, de un "bien-mejor-estar" hurta los ocios sagrados del quehacer cultural. Y la política corroe las más estupendas esperanzas. El Paraguay que posee unas posibilidades artísticas y culturales de primer orden pareciera tener un apagavelas que impide o recorta toda superación.
Como nunca es la hora. Aquellos jóvenes que se empeñaron en ser, lastimosamente, poco pudieron servir a la Patria. A pesar de que los llamaron no quisieron traicionar la estirpe que iniciaban y les comprometía: ¡la conquista del Paraguay por la cultural! Era la primera frase del ideario; la frase muchas veces repetida. Yo sé que muchos de ellos que ya no son jóvenes, añoran aquellos impulsos. Es una levadura que está clamando por henchir la vida del Paraguay. Podrán cambiarse estructuras, podrá discutirse sobre técnicas de adelantos materiales, se podrá buscar una reforma de la educación, se podrá incluso pedir un saneamiento moral de la nación, pero sin cultura... ¡Ay, la fábula del asno cargado de reliquias!
Lo que es preciso, lo que es urgente es enarbolar la cultura, la cultura que no tiene fronteras, la cultura universal. Que el hombre sea, en toda la dimensión, portador, hacedor de cultura. Que se enraíce en esta tierra roja y surja como un lapacho "que encienda las estrellas con la llamada de sus flores" (Appleyard).
¡Como nunca es la hora! Hay que romper los libros -o romperse en ellos, en los grandes!- y recrear el espíritu, para que la fina flor del Espíritu domine todo lo crematístico. Hay que romper todos los cercos que aprisionan los vientos para las singladuras del alma!
Hay que romper el cerco de un nacionalismo ciego que no ve más allá de fronteras convencionales; que pretende apoyarse en una peculiar particularidad para aislarse, en definitiva, e impedir la elevación del verdadero ser universal. Hoy, derribadas murallas de mitos que se creían la salvación universal, es atentatorio a la dignidad humana crear, reforzar otros mitos particulares como queriendo afirmarse en lo deleznable, en vez de pujar por valores más sustanciales.
¿Poetas muertos? Sí, pero poetas vivos que insuflen el hábito vivificante en estas coyunturas que nos interpelan. ¿Qué podemos hacer en un mercado común, en el "gran mercado del mundo"? Nosotros, tan carentes de técnicas, sí podemos fabricar cultura.
Que sea Asunción, Nuestra Señora de la Asunción, de nuevo emprendedora de todo asentamiento del Espíritu. Que se exija a sí misma -rota la costra de toda podredumbre- el compromiso de fecundar la Patria de Cultura. Es empresa de poetas: ellos son los que hacen, los que crean.
Y "vibrarán de entusiasmo las palmeras".
En sus poemas "Qué cercano tu recuerdo" pág. 27 dice:
SENCILLAMENTE, ASI
ASI
Sencillamente, así,
estar sentado
en un atardecer traslúcido
en que se avivan los recuerdos
y ya no sabes descifrar
las horas
en el tiempo.
Pasan las cosas.
Vibran
los gritos en el monte
y se alargan levemente las sombras.
El caballo se estira.
Luce
su pelo como un tibio sol.
Respira.
Y es su relincho como el humo
desvanecido
del pajonal lejano.
Aire delgado, fino.
Seda crujiente.
Fulen las aguas
y en la copa del árbol
se balancean
dos pájaros que juegan
a darse picotazos.
Yo leo un libro de aventuras:
el Quijote.
Escudriño
el profundo sentido de una locura tan lucida
y valiente.
¿No has visto alguna vez ese gigante
que sólo es aspavientos?
Pero este loco lucha. Es hombre
siempre.
El agua, el árbol,
un lento atardecer
y el canto del chohui.
¿No estoy en la pradera
junto al Duero?
La misma dulcedumbre, el mismo atardecer.
Un pájaro, y el agua.
El ritmo
de un pensamiento perdurable
me han llevado tan lejos,
que ya suelto mi libro
y sólo pienso.
LA SANGRE DE SU ENTRAÑA
DAME el caballo blanco,
el caballo brioso, alto, ágil, que corría
a mi gusto.
Dame el caballo blanco de la estancia del Chaco.
Quiero ponerme al trote
y recorrer
mi tierra paraguaya.
Andar y detenerme cuando guste.
- El avión me lleva muy de prisa.
Con el coche no puedo: ¡los esteros!
y la carreta
es otro rancho andante, con demasiada impedimenta.
¡El caballo! Quiero el caballo
blanco.
Ponle el apero.
Ponle toda la arboladura: las grupas,
la manta, el ovechá-piré
y el cuerno para el mate.
Pónselo todo:
quiero vivir con él, en andadura
y tote,
la tierra paraguaya.
Hala, caballo, corre, por el amanecer.
La tierra es firme.
Son tus cascos, en el campo,
aldabonazos
que despiertan la vida.
Vuela la chotocabra; grita, traqueando, el tero,
la piririta deja la rama
que se balancea.
Es bella esta tierra roja;
rezuma la sangre de su entraña: vive, espera.
Hala, caballo, trota.
El pajonal te llega al flanco. Es lumbre
y pudiera inflamarse en un instante.
El sol es llama. Cada tallo
es una rama incandescente.
Este crisol de mediodía
volatiza el alma
por el campo.
Quiero llegar pronto a la isla. Pronto
que me deshago.
Hala, caballo, descansa.
Yo me preparo un tereré junto al ycuá.
La siesta es refrescante,
y me adhiero a la vida.
Aquí, y ahora,
en este campo de guarania.
Puedo soñar,
puedo adentarme en el misterio
de la naturaleza.
Respirar con el aire,
vibrar con el suspiro de los pájaros,
crecer con los lapachos,
lentamente.
Saber que nuestra vida
es primero de tierra y vegetal;
que anima nuestro esfuerzo
un animal de carne y hueso.
Vivir y estar.
Estarme así, en la siesta,
con la vida primera.
Estar, estar por largo rato viendo
el caballo, la tierra, el borbotar del agua,
el pájaro,
la fiera, el cínife, la vida murmurante
de los yuyales,
la vida
en la tinaja extraña, exuberante
del tacurú calcinado.
¡Trepa, caballo, por la cordillera!
Admira el penacho de los cocoteros
que se destacan sobre el azul
y vibran, musicales:
arpas al viento.
¿Por qué sus púas me desgarran?
Esa maldad inesperada
que me hiere
quédese atrás y surja
la esperada loma.
La palma apunta añiles
para ti.
Disfruta y canta.
Alguno se unirá a tu confianza.
Tengo un poncho listado
para esta noche que alienta en la colina.
Deja ya que tu beso resople
por la yerba.
Descansa tú también, caballo.
Y me tiendo, me estiro, me dilato, gozo,
ojos al cielo.
Mi cabeza descansa
en la piel muele. Si,
la Cruz del Sur se redondea
redonda, más redonda,
tiembla.
Mi pulso se acompasa, pulso,
igual que el pulso de la tierra.
Noche. La Cruz del Sur,
la cruz -¿redonda órbitas?-
¡qué dulce es el sopor del poncho tibio,
de la brisa,
esta noche, en esta tierra!
VOLVER
(A los amigos paraguayos que están lejos)
HAY que volver, amigo.
No dejes que una noche muy larga te lo impida.
Controla tus luceros.
Cuando sientas que va a caer la tarde
Ponte el hato a las espaldas
y regresa.
Te esperan los lapachos.
Hay uno, siempre -el tuyo-, inflorecido
por tu ausencia.
Te espera el manantial que ha detenido su corriente.
Verás como, otra vez, se desparrama.
letras cómo florece de nuevo
aquel jazmín de tus ensueños
Hay que volver, amigo.
Hay que volver desde la pena.
Desde la pobre pena agazapada
en la esquina,
para el escalofrío de una inquietud
de la que huyes.
Vive como sino vivieras.
No se enraícen tus entrañas
en el suelo que pisas y no es tuyo.
No es verdad que seamos ciudadanos
de toda la tierra.
Te hicieron la selva y el Chaco.
Te hicieron estos ríos
de tibio caudal como el de las venas.
Te hizo esta tierra roja,
la sangre de la historia de tus padres
y la esperanza que anida
soñolienta
en el surco apenas iniciado.
Hay que volver, amigo.
Yo me vuelvo.
Es aquello lo mío. Aquí
sin duda tengo más. Tengo
los lazos de la sangre, el sentimiento,
La cultura de siglos,
y un porvenir que ríe en cada alba.
Pero el hilo sutil de aquella voz,
el cuento
de un cariño infantil, que añora verte,
el azahar de los naranjos
el sortilegio de algún atardecer
entre las palmas,
el misterio, la angustia y el suspiro,
el dolor y el gozo eviscerarte,
eso sólo está allí
y yo no puedo vivir faltándome tanta alma.
Pronto,
antes de que te clave otro lucero.
Hay que volver, amigo.
Allí te espero.
Y allí, cuando te duela todo,
cuando sientas que muerde la malicia,
has de quedarte.
El silencioso alerta de Dios, la inmemorial conmoción de la belleza, al regreso de los sueños, refluyen con tensa pureza en la poesía de Alonso, en "Antologías".
EMPIEZA EL AÑO
Empieza el año Señor
y todo empieza de nuevo
Dame la gracia de amar
hasta lo más pequeño
Empieza el año Señor
y yo quisiera ser nuevo
como la flor y la autora
para entretejer mis sueños
Sueños de paz y alegría
sueños de sueños de fuego
donde se queme lo endeble
y sólo quede lo eterno
Trescientos sesenta y cinco
son los días de mi anhelo
Dame una rueda de amor
para rodar este tiempo.
¡SOL!
Ya se acortan los días
Tengo miedo
En sigilo
los cuarterones de una puerta de prisión
se cierran sobre mí
y ya me entrizan
¡Sol!
MARIA CIPRES
a Puli y Sacha
He visto en Nazaret sobre el ocaso
el árbol tenso que retiene el aire
No negro centinela de las sombras
España y cirio que ilumina y abre
Un huso recogido en la plegaria
místico y puro en su desprendimiento
Enajenado el éxtasis lo eleva
iluminada frente en el espacio
Fino ciprés de recogidos brazos
la claridad del cielo se recorta
hecha oración y grito reluciente
en esta exclamación del alma absorta.
Ciprés María en oración ardiente
hasta el misterio del Señor alcanza
tu espíritu sutil y penetrante
qué enardecida savia dulce gracia
Y allá en la punta la paloma posa
grácil y etérea su blancura leve
Dios anhelado en servicial postura
es un latir de carne que a ti viene
Nazareno ciprés en tu penumbra
virgen secreta y prodigiosa alquimia
para el hambriento y ciego lo convierte
en abundante y luminosa espiga.
Así cumplida en ti y enajenada
Ciprés de amor a Dios Virgen María
alegras la existencia de los hombres
en un sereno hilar de paz divina.
COLORES DEL OTOÑO
En memoria de mi maestro
P. PASCAU
Yo era adolescente: Tuve
un gran maestro que me amaba
el me enseñó a vivir
El me enseñaba los colores
a gustar los colores del otoño
-"C'est merveilleux" decía
mire cuántos matices
los castaños las hayas las encinas
en sus hojas ofrecen. Se despiden
del mundo en una sinfonía
que el alma sólo capta. Mire
Llénese el alma de colores
Ellos serán "oui mon enfant"
el anhelo incitante que le ayude
a componer de luz pausada
el tapiz de su vida
Yo me voy Y miraba hacia lo alto
con sus ojos de lago remansado
todo el color de otoño enardecido
"C'est dejó mon déclin " y me alargaba
una mano traslúcida
Como una luz
me transmitía su vida
la luz de los colores.
MIS SALMOS
en memoria del que fue mi amigo
en Palestina, A. Breunot
En Rosario y Vía Crucis:
EL NACIMIENTO
En Belén, va cayendo la tarde y apuntan las estrellas con frío de relente.
Va saliendo del pueblo un grupo humilde: un asno, una mujer sobre él, encinta, un hombre.
El se ha estado cansando de llamar a las puertas de todos los albergues.
Y humildemente van a buscar en las afueras algún refugio de pastores.
Y el portento se unió a la sencillez: así no más.
A la pobre mujer, le ha llegado la hora y alumbra.
Es María, la Virgen del anuncio, virgen luego, y ahora Virgen, en el parto sin dolor y en dulce paz.
Y el niño es Dios, la luz del mundo, el más fino diamante en la ganga de tierra, hasta su hora que lo cubra.
Oh, María, qué vamos a decir ni pensar en esta hora?
Sólo quedar muy recogidos, en tierna adoración, y sin palabra; todo asombra.
LA RESURRECCIÓN
El alba era de fina gasa y el rosicler se insinuaba entre las crestas de los cerros.
Una mujer tendía sus anhelos de prisa hacia el lugar del Calvario. ¡Y El no está! La piedra removida deja entrever la oquedad del sepulcro sin el cuerpo...
¡Ay, Magdalena, qué enajenada estás para que así confundas a jesús con ese jardinero!
¡Es El, oye tu nombre, nadie te lo ha robado!
Resucitó el Señor, después de aquella muerte ignominiosa y de las horas huecas que siguieron desde el viernes.
Y aunque no nos lo diga el Evangelio, la primera visita ha sido para tí, Virgen, su Madre.
No solo el rosicler, el Sol se entró de golpe por todos los resquicios de tu ser.
La Redención ha deseado la muerte y el sepulcro y el encuentro guardará para siempre una raíz de sangre.
En su libro "San Bernardino", nos dice el Paí Alonso:
PANORAMAS
Peregrino que subes el cerro tras del cual se esconde, en nido acurrucado, el pueblo mariano de Caacupé, vuelve los ojos y contempla uno de los panoramas más bellos que ofrece la naturaleza. Inmenso circo se extiende a tus pies, en horizonte ilimitado, pues las colinas que lo cierran no bastan a detener la vista que, por encima, se pierde en el cielo.
Al alcance de tus manos, rozándote, una vegetación lujuriante se derrama por las faldas del monte en oleada susurrante, verdinegra hasta alcanzar el llano. Un rancho está achatado allí, en lo hondo, entre erguidos cocoteros. Y la vega se extiende, parda y amarillenta, por el pasto reseco, cortada en negro por la ruta "Mariscal Estigarribia" que zigzaguea desde Ypacaraí y asciende la Sierrezuel del lbytipané. A la izquierda, caprichosos, altivos, como a machetazos recortados, se yerguen los cerros legendarios de Paraguarí, con la gruta de Santo Tomé y las huellas que el Santo Apóstol imprimió al retirarse. A estas horas de la tarde un tinte amoratado los envuelve que suaviza sus contornos y se esparce por los alrededores. Allí se asienta Yaguarón que fundó Fray Bolaños "conquistador a lo divino", con el templo de madera tallada que España envidiaría.
Mas vuelve ya la vista a la derecha. Allá lejos una gran superficie brillante, resplandeciente, incitante, desea cautivar tus ojos. Es el lago de San Bernardino que se extiende aún más de lo que se alcanza a ver. Con ese fulgor de llamarada que lo transfigura, la mente se va luego al campo imaginario y se pregunta si no será cierto, ante esa Mbaeveraguazú, que las aguas esconden la ciudad mimbipá. De este lado de acá un cerrito aislado, redondo, señala la villa elegante cuyo nombre va tomando el lago, dejando el oficial de Ypacaraí. Del lado de allá corta las aguas la femenina ondulación de los cerros de Patiño y Areguá, muellemente recostados a la vera del lago como bañistas al sol. Hay tanta suavidad en el paisaje que la mirada se aterciopela y lo acaricia todo, costándole trabajo arrancarse a sus encantos.
EL CEMENTERIO INDIO
El 11 de enero de 1946 el diario "La Tribuna" de Asunción, publicaba la siguiente sensacional noticia: "Un cementerio de indios fue hallado en una de las márgenes del Lago de Ipacaraí".
"Hemos sido informados que el Padre Alonso, del Colegio San José de esta capital, ha realizado un hallazgo realmente importante, ya que en ocasión de encontrarse en la vecina localidad de San Bernardino y en circunstancia que se hallaba recorriendo las márgenes del Lago Ypacaraí, en la parte que da hacia el campo de aviación de la localidad, pudo constatar que en la parte del terreno que quedaba en descubierto por motivo de la bajante de las aguas, había estado ubicado en tiempos remotísimos un cementerio de los indios aborígenes. En efecto, el padre Alonso encontró en el lugar cráneos, dientes, restos de esqueletos humanos, vasijas de barro trabajadas y otros objetos de origen indígena.
"Los objetos hallados fueron conducidos inmediatamente a la capital a fin de proceder al estudio respectivo para establecer el tiempo de que datan y otros datos históricos. Una de las primeras conclusiones a que se ha podido llegar fueron dadas por el odontólogo que al estudiar los maxilares molares, cte., pudo establecer que éstos pertenecían a seres humanos de estaturas colosales, ya que calcula que pertenecían a hombres de más o menos 1 metro 90 centímetros de estatura.
"El hallazgo del padre Alonso ha llamado justamente la atención de los medios científicos, máxime teniendo en cuenta las leyendas que por siglos han rodeado al lago Ypacaraí. En posesión de nuevos datos iremos dando a conocer a nuestros lectores".
Para poner las cosas en su debido punto me apresuré a escribir yo mismo un artículo sobre el particular que titulé "El Cementerio Indio" y que salió en La Tribuna del 19 de enero del mismo año. A éste siguió otro, el 25 del mismo mes titulado: "Un poco de historia". Helos aquí los dos tal como aparecieron entonces.
"El Cementerio Indio"
Yendo a pie, hacia el sur, por la orilla del Lago Ypacaraí, como a unos cuarenta minutos, quédase el paseante sorprendido por la configuración de la costa, llena de pedregullo y montoncitos de tosca, en una cinta de aproximadamente 100 metros. Es lo que se denomina "Cementerio Indio". Inmerecidamente se me ha atribuido el descubrimiento. Ese honor le corresponde a otros señores y desde hace muchos años.
Muchas veces oí hablar de tal "cementerio" en San Bernardino. Solamente este año, por el receso de las aguas, me fue posible darme cuenta personalmente de que en efecto allí había algo. Los numerosos trozos de cerámica hallados -vasijas, cántaros- desgraciadamente muy quebrados, unos cuantos huesos humanos, un pedazo de parietal y una premolar, dejaron admirados a quienes los vieron. Sin embargo como tengo dicho, no se trata de un descubrimiento. Pero, como ha llamado la atención y para responder a la curiosidad de los veraneantes de San Bernardino y de los lectores en general, procuraré relatar los hechos conforme me los ha narrado a mí el Sr. Edgar Stanley, con suma gentileza.
En 1914 se produjo una bajante seria. Los señores Teodoro Rojas y Juan Herken se dieron cuenta de algo raro en la costa. Se pusieron a examinarla detenidamente y tuvieron la satisfacción de encontrar, con numerosos trozos de vasijas, siete esqueletos completos y restos esparcidos de otros más. Hallábanse en la superficie menos unos cuantos que estaban solo a unos diez centímetros en tierra. Es probable que fueron enterrados más profundamente pero el movimiento de las aguas fue poco a poco arrastrando la tierra, que es arenosa. Es de notar que no se encontraban sepultados en vasijas como suelen estar los esqueletos de indios en otros lugares. Tales esqueletos no demostraban nada extraordinario, si no es, tal vez, una gran complexión, lo mismo que puede notarse en los huesos hallados ahora.
Unos de los esqueletos fue mandado a Suiza. Contestaron que tendría cien años; otros sin embargo les atribuían una existencia muchísimo mayor.
Otro lo llevaron a lo que fue museo, en el Jardín Botánico. Tengo entendido que se halla actualmente en el museo del Dr. Barbero. En el Jardín Botánico se ha reestructurado un museo y allá se encuentran los huesos muy maltratados de otro esqueleto, en un cajón.
En 1917, esta vez el mismo Sr. Edgar Stanley con varios vecinos del pueblo, encontraron otros huesos y pedazos de cerámica. Un poco más allá el Sr. Stanley dio con un hacha de piedra, regalada después a Mr. Thomas que fue gerente del ferrocarril. En diversas ocasiones se han encontrado otras hachas, hoy perdidas.
En 1928 Gertz Fiebrig informa sobre "Cementerios indios a orillas del Lago Ypacaraí".
Como suele suceder, todo esto llamó un rato la atención y fueron muchos a ver; pero los entendidos, ni los hubo, no le dieron interés, y al vulgo le importaba muy poco un cementerio donde no había "entierros... de oro".
En el llamado "cementerio indio" hay algo pues, como se ve. ¿De qué se trata? Por ahora no estamos en condiciones de aclarar nada. La cerámica tal vez, nos de algún dato interesante sobre la época, comparándola con la que los indios de hoy día emplean todavía. Pudiera también no ser ningún cementerio, exclusivamente. Tal vez nos hallemos ante una estación, por el número de vasijas no destinadas, como aparece, a sepulturas, y algunos instrumentos. Las aguas esconden todavía mucho terreno que pudiera ofrecer novedades.
La gente de por aquí dice que estos esqueletos son de soldados de López que este hizo desaparecer para que se llevaran el secreto del lugar donde habían escondido su tesoro.
Unas ancianas que vivían en Patiño aseguraban que allí se enterraba la gente cuando ellas eran niñas. ¡Vaya uno a saber!
Sea lo que sea, hay un hecho tangible. Bajo las aguas del lago se hallan testimonios de habitación. El lago por consiguiente no estuvo siempre o por lo menos no fue de tales dimensiones. ¿Será un lago artificial? ¿Desde cuándo?
Si la gentileza de este diario nos lo permite, iremos dando varios informes interesantes, siempre guiados por el culto y atento Sr. Stanley que tal vez sea la única persona que guarda en su memoria muchos datos con relación a este lago... que seguirá siendo encantador.
San Bernardino, enero 16, 1946
PERSONAJES DE SAN BERNARDINO
Hoy pueden citarse tres rarezas principales:
1. El Dr. Rich, relojero, ingeniero, químico, profesor en célebres universidades de Centro Europa. Vive solitario en una casa de piedra con una torre, de aspecto medieval, oculta en el monte, sobre el camino de Altos. Largo tiempo lo anduve buscando; un día lo hallé; era un anciano de larga barba y encorvado, asmático. Me miró con recelo y procuré tranquilizarlo. Sin criados, su prime vecino dista un cuarto de hora. Le dije mi deseo de ver sus relojes, y me llevó a una sala en cuya puerta había un sospechoso enjambre de abispas enormes. Ahí me ajusté yo, pero su tranquilidad, su familiaridad con ellas y la risueña invitación a seguirle me dieron confianza. ¡Qué sala, Dios mío! Llena, en verdad, de relojes, pero no adornando como yo pensaba sino desparramados por mesas, paredes y suelo, en confusión. La mayoría estaban deshechos y con sus maquinarias al lado. Dos, tres, de pared, tenían la caja comida de polilla. En una esfera se leía 1.6... y en un banco de trabajo muchísimos aparatos de precisión, con los que, según me dijo, podía hacer cualquier pieza de reloj, grande o pequeño. En un rincón también, carcomida, hallábase un arpa, toda cubierta de polvo y, sin duda, de su dueño aliviada! A no ser que las manos temblorosas del anciano, recoleto y asmático sabio, la acaricien alguna vez, recordando... ¿Cuántas cosas recordará ese sabio europeo, metido en tal rincón del Paraguay?
Y cuando me disponía a desatar el caballo, la voz asmática desde el umbral me dice:
"¿Le gusta a Ud. el vino?"
Un "vaso de bon vino" siempre gusta y le digo que sí. Me lleva entonces a su escritorio, atiborrado de libros, revistas y papeles. Saca una copa y una botella y me ofrece... el vino más extraño que he bebido "Lo hago yo, me cuenta, con mis propias uvas; pero no mucho porque yo no puedo con los miles de pájaros que me las vienen a comer". Nos damos ya un cordial apretón de manos y siento que he conquistado toda su confianza.
¿Qué habrá sido de él durante la revolución?
Tengo entendido que ha abandonado su encierro. El ritmo del tiempo de sus relojes, ¿para quién medirá " serenas horas”?
2. "La Tigresa" tiene su chalet a orillas del lago; es la última casa blanca que se divisa desde la playa, hacia el sur, cerca del campo de aviación.
Así la llaman, parece, por un tigre domesticado que tenía. Yo ya no lo he conocido. Su casa y su persona estaban rodeadas de un halo de misterio. De vez en cuando se la veía pasar por el pueblo jinete en hermoso caballo. Me hablaron un día de una colección de cerámicas, de su sala de música. Solicité ver su colección y con la más atenta cortesía me otorgó el permiso.
Seis magníficos y amedrentadores perros daneses corrieron juntos al cancel. Con mi caballo estaba dispuesto a correr. La voz de la dueña me tranquilizó:
- "Pase, pase Ud.; no tenga miedo, conmigo no le harán nada".
- "...¡Oh! ¿Mi colección de cerámica? Son unos cuantos jarros y platos que he comprado en mis viajes", dice sencillamente.
Y empiezo a ver el museo más heterogéneo que pueda haber, formado por una mujer culta en sus dos vueltas al mundo, una vez en barco y otra en avión. Allí hay porcelanas chinas, de Sévres, de
Talavera; estatuitas japonesas y malayas; un elefantito de marfil chino, diminuto, metido en una caja y ésta en otra y así sucesivamente hasta cinco o seis; siendo la sexta más pequeña que una cajetilla de fósforos. Hay unos estupendos muebles de ébano, de Persia. Hay recuerdos de Sumatra, de las islas Hawai, de Groenlandia, flechas de la tierra de Fuego. En un hermoso desorden se encuentra en esa villa todo el "bric-á-brac" que los naturales exhiben en los puertos.
- Vea Ud.; pues todo esto me ha costado más dinero traerlo de Buenos Aires aquí que desde los puntos de partida de Buenos Aires. La dueña de este museo es aficionadísima a la música y tiene una sala de música con 2 pianos de cola, harmonio, un órgano de salón, 10 violines y todo en una sala de color morado, baldosas del piso y decoración de las paredes:
- Este es el color de la música, me dice; Yo no puedo oír música sin asociarla a este color"... Y me ofrece una audición de música... religiosa. Van girando los discos y se elevan, profundos, misteriosos, místicos más coros de indígenas de las islas Sanwich. De verdad no hay que hacer mucho esfuerzo para pensar que se está oyendo música gregoriana.
También ella me obsequia con un licor de su marca, me ofrece una tarjeta de invitación china, deliciosamente china, y me cuenta que todas las baldosas y azulejos de la casa los ha hecho ella en un horno que funcionó durante algunos años. Antesx, me dice también, venían músicos de Asunción y teníamos aquí grandes conciertos...
¿Por qué se irán esos tiempos? ¡Cuántas cosas "raras" ha habido en estos parajes!, ¡pienso mientras me alejo, soñando, de la casa de esta andadora de mundos, hoy asentada frente a un lago de leyendas, la señora Hingenolh, por todos conocida como la Tigresa.
3. Y queda Bauer: Este, en su rareza, es sin embargo, conocido por todos y hasta requerido por muchos, como se sabe. Con mucha frecuencia en el atardecer, se le ve con un pantaloncito de baño, delgado, huesudo, otear el horizonte, plantado en una de las "Tres Piedras". Medita, se concentra. Cuando vuelva a su casa algún ilustre personaje le estará esperando o alguna joven dolida de amores. También lo esperan sus innumerables gatos, de todos los colores y de todas las razas pero flacos como él pues es mucha la carne que se necesita para el menú de esos michinos. Les tiene un verdadero culto el enigmático Bauer. Es casi su religión, como en parte, en el Egipto Antiguo.
Dicen que pertenece a una gran familia de banqueros; recibe de vez en cuando algún dinero para la pitanza de sus gatos, porque el mismo es muy poco lo que come.
Lo cierto es que alguna vez logré hablar con él.
Guarda un acento muy alemán y procura mantener su imagen enigmática. Es cierto, viajó mucho; estuvo en el primer viaje del primer tren que unió Jerusalén con Haiffa; se hallaba en Sicilia cuando la erupción del Etna.
Es filósofo y mentalista, astrólogo. Son esos estudios de astrología los que le proporcionan clientes deseosos de conocer su historia astral, su porvenir. Sobre todo se rodea de mucho misterio.
- ¿Sus gatos? pregunto
-- ¡Ah" y suspira. Tenía más, pero la gente es mala, me los quiere envenenar. No saben que es un animal sagrado.
Yo también le pedí mi horóscopo, que nunca diseñó. Además le oculté la verdad del misterio donde había nacido".
La revisita "La Estrella" del Colegio San José, era prácticamente dirigida por el padre Alonso.
En el Nº 55 de agosto de 1956, se publicaron poesías de Vargas Peña y Guido Martínez y el Paraíso perdido de Mariscalito.
EL PARAISO PERDIDO
José Félix Estigarribia Fernández
Creo firmemente que el paraíso terrenal tuvo por límites el "Apa", el "Paraná", el "Paraguay" y el "Pilcomayo"; y en la gigantesca grieta del "Amambay" y del "Mbaracayú", donde el salto del "Guairá" resuena como la voz del Altísimo, habrá adorado Adán a su Creador. Todas las bellezas lo rodeaban, y aún al ser expulsados, Dios Padre fue indulgente con sus dos hijos, y siguió gozando el Paraguay un clima privilegiado y de una naturaleza edénica.
Mucho aprendió el hombre, amasó el pan; sus armas y viviendas evolucionaron, disciplinó la naturaleza; pero, todos los progresos no le hicieron olvidar su paraíso... y en una aurora inolvidable vislumbró la "tierra prometida".
Tres ríos gigantescos, palmeras reales e imperiales; todas las plantas en frutos o en flor durante todo el año, y jardines aéreos por doquier, realzaban el imponente escenario.
Tenían todos los colores del cielo; las hojas brillaban para destacar las llamaradas de oro, rosa, lila y azul.
Era un inmenso y centenario bosque de lapachos que ofrecía su milagro perpetuo o un recuerdo del paraíso perdido.
Nos introdujimos en el claro de un bosque de naranjos nevados de flores de penetrante perfume y al caminar a lo lejos bajo los lapachos, comprendimos que en nuestras manos tal vez, en lo futuro, esta tierra bendita volvería a ser la "tierra prometida".
TARDE
Triste tarde,
tarde gris con lloviznas de recuerdos.
Yo ante el fuego...
tú ¿quién sabe?
y entre nos está el invierno.
Ramas secas se retuercen,
Suave beso el de las llamas.
Ya no brilla tu mirada
al cruzarse con la mía,
y en la tarde gris te veo
empapada de llovizna.
Yo ante el fuego...
tú ¿quién sabe?
Y en las llamas de este invierno
llora triste tu recuerdo.
Ramiro Vargas Peña
4° Curso
¡AY! JESUS
Cuantas veces soñé tu cuerpo herido
y en sueños te tenía compasión.
¡Qué lástima, estaba yo dormido,
al decir mi alma tan bella oración!
Cuantas veces pensé, Cristo sufrido,
en tu tan resignado corazón.
Es triste, que no hubiese yo vivido
aquella inolvidable admiración.
Ahora veo en tu rostro el calvario
que sufriste por mí, señor Jesús,
y quiero que mi cuerpo en un sudario
Envuelvan mis seres más amados,
después de expiar en tosca cruz,
mis ofensas a tí, y mis pecados.
Guido Martínez Cattaneo
El padre Alonso, nos ha dejado sus enseñanzas, sus obras literarias, pero lo que valoramos más es esa condición innata que tiene, de maestro, el hombre bueno, modesto, sencillo. El apóstol, el ejemplo de una vida dedicada a dios y los hombres. Nunca lo olvidaremos, siempre estaremos con él, le diremos a toda voz: Presente, padre Alonso.
El mes de octubre pasado, lo visité a Alonso, en su escritorio, sobre la calle San José.
Le conté lo de mi libro y le invité para la presentación el 23 de noviembre, en la Casa de los Ex-alumnos.
Me felicitó y me dijo que: "en el Antiguo Testamento, se dice que Dios cuida de los israelitas como un pastor cuida su rebaño. En el Nuevo Testamento, Jesús se nombró a sí mismo el Buen Pastor que cuida de sus ovejas y que, finalmente, muere por ellos. Mateo 18; Lucas 15.
PERDIDO Y ENCONTRADO
Una gran multitud rodeaba a Jesús para escucharle. Entre la gente se encontraban los fariseos, que observaban y sostenían estrictamente la ley judía. Los fariseos se escandalizaban al ver recaudadores de impuestos y delincuentes alrededor de Jesús. Empezaron a murmurar entre ellos contra Jesús:
- Este Jesús acogía a todo el mundo y les explicaba que estaba allí para cuidar de los que estaban marginados y de los que le necesitaban. Entonces, explicó una historia en la que comparaba a Dios con un pastor. Este pastor, al darse cuenta de que había perdido una de sus cien ovejas, dejó a las obras noventa y nueve para buscar por todas partes la oveja perdida. Cuando la halló, regresó a casa muy contento. Se alegraba más por haber vuelto a su casa con la oveja que se había perdido que por el resto del rebaño que se había quedado en el redil.
Porque es voluntad de Dios, nuestro Padre, que nadie, ni siquiera el más humilde, se pierda.
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