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ALBERTO CANDIA
  AGUI, UN ROMÁNTICO CELESTIAL (07/05/2007) - Por ALBERTO CANDIA


AGUI, UN ROMÁNTICO CELESTIAL (07/05/2007) - Por ALBERTO CANDIA

AGUI, UN ROMÁNTICO CELESTIAL

AGUSTIN PIO BARRIOS, A 122 AÑOS DE SU NACIMIENTO (III)

Por ALBERTO CANDIA

 

Para Agui cabe perfectamente aquel antiguo adagio español que afirma: “No hay mal que por bien no venga”, ya que su “autoexilio” posibilitó el registro de una parte importante de sus elaboradas y maravillosas composiciones que fueron impresas todas ellas en el extranjero. Se sabe que, de haber optado por permanecer en nuestro país, sus producciones se habrían perdido por completo. En esta tercera entrega exponemos destellos de aquellos momentos que por siempre alumbrarán nuestros sentimientos patrios.

 

 

Tan sencillo y desprendido era Barrios que nunca tuvo ambición material. Sus valores pasaban por otras áreas, lo cual generó grandes aprietos a su cotidianidad.

Para comprender su forma de ser (personalidad) pasamos a detallar segmentos señalados por su maestro que con probada objetividad y sin ánimo de menoscabar, describió actitudes y rasgos resaltantes.

Dice Sosa Escalada: “Barrios con dinero en el bolsillo es un gran absurdo. Si me dicen que llegó del Plata con dinero en la cartera no iré a verlo, porque creeré que me quieren tomar el pelo. Agustín Barrios será siempre el mismo Barrios, ‘imi’ (extrema y cultivada humildad), como él quiere que sea su personalidad”.
Pocos días después del año nuevo, visitó en Encarnación (1910) el domicilio de su maestro y esperando la llegada del mismo desde el obraje se produjo un hecho notable. Al llegar “Don Gustavo” a la casa, ya enterado de su llegada, averiguó a su esposa sobre el ilustrado huésped. El diálogo fue el siguiente:

MAESTRO: ¿ Y Agustín?

ESPOSA: Y... está en la sala tocando la guitarra. Toca todo el día, mira su valija.

MAESTRO: Tanteo el plegadizo y digo: ‘No tiene peso’.

ESPOSA: ...abrila.

MAESTRO: Lo hago y encuentro un traje de frac, una camisa, un cuello y corbata, un par de zapatos de charol, un atado de cartas y unas hojas sueltas con su membrete: ‘Agustín Barrios, concertista paraguayo de guitarra’.

MAESTRO: ¿Y la ropa blanca?

ESPOSA: Dice que es más cómodo comprarla y tirarla luego para no tener que luchar con los servicios de los hoteles en sus giras.

ESPOSA: Jamás vuelve de la calle sin atados de caramelos finos y bombones para las criaturas. Le dije que no había necesidad de hacerlo, que guarde su dinero para los viajes, pero siempre me contesta invariablemente que para él ‘la cuestión dinero es asunto de un concierto que dará contigo en Posadas y listo’.

Así era el artista, muy original, arriero, un carácter despreocupado y humorístico que lo inducía siempre a divertirse, sobrellevando la vida con particular estilo.


SUS RECUERDOS AÑORADOS

En el crepúsculo de las tardes asuncenas, Agui se acercaba reposadamente al escenario obligado de la “ciudad” para participar de los conciertos públicos brindados por las diversas bandas militares en la “Plaza Constitución”, ubicada entre el Cabildo y la Catedral. Jamás olvidaría esas divertidas y añoradas jornadas experimentadas en sus años mozos, en ese lugar emblemático de la Asunción de entonces, en donde toda la sociedad asistía con regularidad para las fanfarrias, el esparcimiento, el ocio y la recreación.
Después de cada “retreta” se formaban los “círculos de amigos” y la musicada se elevaba por los aires en compañía del máximo esplendor de la luna que besaba la bahía como mudo testigo y feliz custodio de atontados musiqueros.

Así fue incorporando a su repertorio todo lo que oía en las diversas jornadas captando el gusto de la gente. Allí escuchó las obras de Enrique L. Pinho y a la vez platicaba con él sobre diferentes criterios musicales. Para ensalzar al amigo, Agui incorpora a su repertorio algunas de esas melodías, pero enriqueciéndolas musicalmente al adecuarlas a su estilo interpretativo y a su concepto estético, como lo fue sin duda su gran versión de la “Marcha Paraguaya”.

La asimilación que tuvo (vista y oído) del bullicio y del jolgorio de la gente, resultante de los timbres de “alegres galopas” y de “épicas marchas” que invadían la bullanguera planicie, fueron determinantes para la posterior creación de sus composiciones con los más genuinos aires telúricos.

Tiempo después, Agui se convertiría en un “serenatero consuetudinario”, desarrollando incluso una pieza especial para la ocasión: “Abrime la puerta mi china”, pasando esta a integrar más de una docena de obras que regularmente “tocaba” en sus innumerables salidas nocturnas. Parte de ese primigenio repertorio incluía las siguientes composiciones: “Cigarro mi”, “Ka’u ñe’e”, “Guaimi pysa pe”, “Mamá kumanda”, “London Karape”, “Campamento”, “Colorado”, “Afloja un peso, che!” (tango de su autoría), “Diana mbaja”, “Himno patriótico”, “Marcha paraguaya” (de Enrique L. Pinho), “Pericón”, “La Magdalena”, “Chopi”, “Kurupa’yty” y “Py’cheche”.

Rescatado y restaurado.

Del silencioso olvido logramos insuflarle “nueva vida” a la genial caricatura de

JUAN “CHUCHÍN” SORAZÁBAL,

quien retrató con estilo y pureza la expresión

y espontaneidad artística de Agustín Barrios.

 


SU PRIMERA SALIDA

Con el armamento más mortífero (la guitarra) que disparaba balas fragmentarias (su música), el tañedor guaraní se mimetizó entre las tropas del Partido Liberal que pretendía sofocar el movimiento revolucionario colorado venido de Corrientes bajo el mando del coronel José Gill, en los sucesos de Laureles, Ñeembucú, en septiembre y subsiguientes meses de 1909, Agui aprovechó esa ocasión y se dejó llevar por el espíritu de aventuras, respondiendo más que nada a su gran corazonada y su inmenso deseo por musicar para la soldadesca, fuente de inspiración para sus primeras creaciones. El mismo sostenía que esa vivencia era única y evidentemente no la desaprovechó.

Finalizadas las escaramuzas, se embarcó río arriba hasta Encarnación (como vimos) donde su maestro Gustavo Sosa Escalada se hallaba contratado como administrador de un establecimiento ganadero y forestal. Agustín le solicitó su apoyo y acompañamiento para brindar conciertos en la ciudad de Posadas lo cual fue aceptado sin titubeos. Luego de estas jornadas musicales, Agustín se deja llevar río abajo atracando en un pequeño puerto argentino, una villa llamada Ituzaingó. Siendo esta su base, recorrió otras villas circunvecinas como Poncho Verde, Kamba Ju’ái, Resistencia, Barranqueras, Ita Yvate, Ka’a Katî (Gral. Paz) para finalmente asentarse en Corrientes el día 12 de enero de 1910 y desde donde emprendería su gran “gira artística” como él mismo la denominó.

Dentro de su periplo -por cierto no programado- llega a Buenos Aires, previas sucesivas escalas en ciudades portuarias situadas en ambas riberas del Paraná. Entre sus idas y venidas de Montevideo a Buenos Aires, logra lo impensado en la capital porteña. Entre 1911 y 1912 y en medio de incontables tertulias musicales, a cambio de unas pocas monedas, aparecen las posibilidades de grabar sus primeros discos, plasmándose así para la eternidad sus prístinas creaciones como “Invocación a mi Madre”. Ya las novedosas productoras sonoras, a través de los experimentales “sellos discográficos”, fijaron la vista en las sobresalientes cualidades del guitarrista paraguayo.



LA EXPRESION DE UN SOLDADO

Mucho tiempo después, en Ita Yvate, un ex combatiente sedicioso, que se convirtió en peón de estancia y oyó la guitarra de Barrios durante los fragores de la batalla de Laureles, al ver que el artista se aproximaba a los exiliados aglomerados e inquietos por el revés revolucionario, se refirió al mismo y comparó su música con los sones militares del campamento y de los diversos estrépitos meteorológicos que oyó en la guitarra que traía consigo maravillando a los oidores incluso por la diversidad de los timbres instrumentales que imitaba, además de la acústica de los fenómenos atmosféricos y de todos los susurros del mundo animal, la flora y la fauna que les circundaban en cualquier rincón de la región. El “peón” exclamó con proverbial sencillez guaranítica lo que vio y escuchó, quedando grabado para la historia (ver pergamino).

Mayor descripción vernácula resulta imposible. Agui fue retratado con absoluta fidelidad. Esta esencia explicativa se apreciaría en toda su obra posterior, sobre todo en lo referente a la fuente de inspiración que le sirvió para definir el carácter y la tremenda identidad de su mágica obra, entre ellas “Un sueño en la floresta” y “Ha che valle”.

 

 

Edición impresa del diario ABC COLOR

Lunes, 07 de Mayo de 2007

Fuente digital: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

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