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MONECO LÓPEZ
  TRES CUENTOS PARA LEER MIENTRAS EL SEMÁFORO SE PONE EN VERDE, 2011 - Cuentos de MONECO LÓPEZ


TRES CUENTOS PARA LEER MIENTRAS EL SEMÁFORO SE PONE EN VERDE, 2011 - Cuentos de MONECO LÓPEZ

TRES CUENTOS PARA LEER MIENTRAS EL SEMÁFORO SE PONE EN VERDE

Cuentos de MONECO LÓPEZ

Editorial SERVILIBRO

Dirección editorial: VIDALIA SÁNCHEZ

Ilustraciones: NICO

Asunción - Paraguay

2011 (112 páginas)

 

 

  

 CUANDO LOS NIÑOS DEJARON DE NACER  

Hacía cinco años, poco más, poco menos, que el fenómeno había comenzado. Al principio, fue tomado como una casualidad que no merecía mayor atención. Pero la percepción colectiva pasó de la curiosidad a la alarma cuando un informe de la ALIANZA MUNDIAL DE LAS NACIONES informó que, por razones aún no dilucidadas, las mujeres dejaron de embarazarse desde julio del año 2091. “Desde entonces hasta hoy, octubre del año 2096, no se registró el nacimiento de ningún ser humano en toda la tierra” rezaba el cierre del escueto informe oficial.

La certeza de que ya no nacían ni nacerían nuevos seres humanos, tuvo derivaciones diversas. Los más cínicos percibían el fenómeno como un modo no violento de llegar al fin del mundo. Pero a cambio de la no violencia, el final venía con una trágica tristeza. No acabaría el mundo con el estruendo apocalíptico de una Tercera Guerra Mundial, ni a causa de un virus mutante de agresividad incontenible, ni por el choque de un asteroide salido de rumbo.

La Humanidad acabaría por que sus filas irían diezmándose, sin que los espacios vacíos fueran ocupados por nuevos reemplazantes. Cada humano muerto, dejaba un vacío imposible de ser llenado. Una frase que fuera un lugar común tan socorrido, se volvía de pronto una verdad angustiante.

Las mujeres, dolorosamente conscientes de que a no habría más nacimientos de seres humanos, ni siquiera de uno, miraban con envidia a los animales domésticos preñados. Una perra a punto de parir en la terrible circunstancia que golpeaba a la humanidad toda, una madre en ciernes objeto de la mayor envidia.



La mayoría de los hombres también entendía con claridad que el cese de los embarazos femeninos era una condena a muerte a plazo incierto, pero en definitiva, corto. Hasta pocos años antes, la inquietud que el exceso de población humana provocaba en casi todos, hasta el punto de despertar en la mayoría una suerte de ira Anti-materna ante la visión de cualquier mujer embarazada, alentaba incluso a algunos a insultar en público a toda mujer embarazada que encontrase a su paso. Ahora, la certeza de que no habría más embarazos ni nacimientos, obviamente, reinstaló al a madre en un altar tardío.

La población mundial había superado los doce mil millones hacía muchos años y tanto la producción como el sistema de comercialización de cualquier producto, con énfasis en los alimentarios, enfrentaban muchas dificultades para desenvolverse. La Tierra ya había sufrido horribles experiencias años antes, cuando la población llegó a los 9.000 millones. En el momento de la oficialización de la noticia de que no habría más nacimientos ya había hambre entre los ricos.

Los acaparadores de productos comestibles dejaron a un lado su codicia y sacaron al mercado su mercadería. Los ancianos maltratados de todas las maneras posibles en los picos de las crisis de alimentos, eran tratados ahora con deferencia.

Era como si todos percibieran que estaban en un enorme bote que es estaba hundiendo, y no había sitio en el bote, en el que alguien pudiera sentirse a salvo. La condena a muerte era general.

Cada niño menor de doce años, comenzó a recibir del resto de la gente el trato reservado hasta entonces a seres muy especiales. Cuanto más pequeño el niño, con mayor deferencia era tratado. Claro, que los niños más chicos, rondaban los seis años.

Las secuelas económicas del fenómeno comenzaron con los cierres de las guarderías, jardines maternales y enseñanzas preescolares. A esto siguió el derrumbe de las acciones de las grandes productoras de artículos para bebés.

Los laboratorios faramcéuticos cancelaron sus departamentos de productos pediátricos y las jugueterías cerraron sus puertas para siempre. No pasó mucho tiempo para que a la caída de las acciones de las grandes empresas dedicadas al público infantil, siguiera la caída de las propias compañías.

Una parcela grande la humanidad se aferró a lo que se podía tomar como una ventaja: el coito entre hombre y mujer se volvió realmente libre. No había la menor posibilidad de que un momento de placer sexual fuera coronado con un embarazo sorpresivo. En ese grupo de gente, la libertad sexual, pronto se tornó promiscuidad pura. Por suerte para ellos todas  las enfermedades de transmisión sexual tenián cura absoluta desde el año 2076.

Pronto, la fidelidad pactada entre hombres y mujeres casados entre sí, perdió toda importancia. La promiscuidad saltó de la parcela en que nació a todo el resto de los humanos. Algunos líderes de las comunidades homosexuales se burlaban de los heterosexuales, por haber estos descubierto el placer del sexo por el sexo, con demasiado atraso.


AÑO 2120

Ya no había niños en el mundo. Los hombres y mujeres más jovenes rondaban los 24- 25 años. Una depresión anímica extraña tomó cuenta de la gente en general. De pronto, vivir no tenía sentido, si todo se acabaría, a lo sumo, en 60 o 70 años más. Y podían ser cien años también, que lo mismo daba.

Un poderoso empresario de la industria aeronáutica, de 76 años, dio a título de herencia a su unigénito de 50 años, 900 millones de GEAS, la moneda mundial exclusiva. Reservó para sí nos 300 millones, y echó a recorrer los mares en su ultrlujosa nave marina, acompañado de seis prostitutas bellísimas. A los dos meses de iniciado el viaje, el ex industrial se mató de un disparo en la boca con una pistola del máximo calibre permitido para el uso de civiles.

Las diversiones habituales habían perdido sentido. ¿Para qué salir a bailar, si tras una simple pregunta, cualquiera podía ir a la cama prácticamente con cualquiera? Las playas marinas pasaron a ser inmensos sitios de coito al aire libre. Al fin y al cabo, no quedaban niños a quienes escandalizar.


AÑO 2130

La mayoría ya estaba en el borde exterior de la edad madura. La belleza que había adornado a tantas mujeres y tantos hombres, estaba en retirada. La sigilosa depresión que había invadido sus mentes los había apartado de los hábitos sanos que practicaban antaño. Ya no hacían ejercicios físicos ni se cuidaban en las comidas. En realidad, un estado de anarquía y desánimo reinaba en todas partes. Las industrias cerraban en cadena, los agricultores, tanto los pequeños como empresariales, recogían las GEAS que podían y se largaban a cualquier lugar en el que creían poder comprar un poco de placer.

Muchos estaban ganados por la melancolía. Las mujeres y los hombres bellos, eran ahora demasiados jóvenes para ellos. Y entre gente mayor y deteriorada, pocas ganas quedaban para abordar el sexo o cualquier otro modo de pasarla bien.

Para oscurecer aún más el panorama, los laboratorios farmacéuticos terminaron cerrando totalmente. Casi inmediatamente se organizaron mercados negros en todos los centros todavía bien poblados. Pero comparado a lo que había en existencia en el mercado normal, pocos años atrás, el negro no disponía mucho más allá de algunos analgésicos, antifebriles, vitaminas (vencidas, en su mayoría) y muy poco más.

La generación- la última, en serio- no disponía de los fondos suficientes para costear la infraestructura necesaria para la diversión completa. Hacía al menos ocho años del cierre de la última discoteca. Y muchos a años más del cierre del último motel. De esos exclusivos para parejas con ganas de darle al coito hasta que casi duela.

Como consecuencia del cierre de las grandes industrias, los centros de compra fueron desabasteciéndose paulatinamente. Sólo la desaparición sostenida de la población mayor permitía que hubiera comida disponible. Pero estaba claro que no pasaría mucho tiempo para que faltara en serio.

Faltaban prendas de vestir y zapatos. Faltaban zapatillas deportivas. Aunque con la depresión iniciada casi 20 años atrás, nadie practicara deporte alguno. Los automóviles llegaban al fin de su vida útil con excesiva antelación. Y quedaban en las calles, lo mismo pasaba con los buses, las motos, los helicópteros personales, los aviones y avionetas. Estos últimos quedaban en los aeródromos o en las pistas especiales de los clubes aéreos.


AÑO 2150

La mayoría de la gente que escuchó como primicia la cancelación de los embarazos y nacimientos humanos, ya había muerto. La que aún vivía, ya estaba en la senectud.

Los humanos más jóvenes tenían entre sesenta y sesenta y dos años. Ahora sobraba espacio en el mundo. El acuciante problema de la sobrepoblación fue conjurado del peor modo posible: ahora había muy poca gente. Y esa poca gente lucía terriblemente mal. La gimnasia y los deportes ni siquiera fueron conocidos para la mayoría, que si conocía, y de sobra, el dolor y el hambre. Había- como nunca- animales salvajes comestibles. Pero nadie sabía como cazarlos o atraparlos. Las vacas de los grandes criaderos habían salido en estampida en la primera ocasión, sólo para hallar la muerte en las garras de los grandes felinos, o los osos, o los lobos, o los leones, según el sitio en que se encontraran.

Los alimentos enlatados, encontrados en sitios lógicos algunos, y otros en depósitos insólitos. Como aquel lote de carne enlatada, leche en polvo, jugos de frutas y vine en barricas encontrados en un polvorín de uno de los ejércitos de la Alianza de las Naciones, pasaron a ser los principales tesoros a ser buscados por todo el mundo. Hubo gente de mucha mala suerte que al cabo de horas de excavación, solo halló millones de GEAS, oro, platino y piedras preciosas. De comida y bebidas, nada.



AÑO 2176

Algún ser humano podía ser avistado todavía. Pero en estado de senilidad absoluta, inconsciente de estar vivo o estar muriendo. Los animales salvajes eran los amos del mundo. No así los animales domésticos, quienes perecieron alrededor de veinte años atrás. Muchos de ellos, muertos y devoradas por sus amos. Y la mayoría, devorados par los animales salvajes que ahora incursionaban en las zonas pobladas por humanos. Las fieras no atacaban a los antiguos dueños de la Tierra, solo porque en sus cromosomas pervivía el temor a su carácter depredador y a su fiereza asesina. Si se hubieran atrevido a atacar unos diez años antes, muchos humanos se habrían ahorrado el final de pesadilla que tuvieron sus vidas.

FIN

 

 


 

ÍNDICE

LOS NIÑOS DEL BOSQUE

LOS TRES AMIGOS Y EL, FINALMENTE DIOS VERDADERO

CUANDO LOS NIÑOS DEJARON DE NACER




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