Si se afirmara que Emiliano R. Fernández es el poeta popular del amor por excelencia, no se estaría muy lejos de la verdad. Citar dos o tres poemas -Nde juru mbyte, Che pochýma nendive y su contracara, Ndachepochýi nendive, por ejemplo- bastarían para resaltar esta faceta de su rica creación literaria.
Si hurgáramos en su producción épica llegaríamos también a la conclusión de que en este aspecto su aporte es relevante. Los diversos episodios de las dos guerras -La del 70, como su suele llamar a la Guerra Guasu del siglo XIX, contra Argentina, Brasil y Uruguay, y la del 32 al 35, ya del siglo pasado, contra Bolivia- tuvieron en nuestro vate a uno de sus más elevados cantores.
Esos dos rostros de la poesía emilianiana son harto conocidos y divulgados. Por otro lado, su poesía patriótica -no referida a lo bélico-, religiosa, ecológica -exaltación de la naturaleza- y hasta humorístico satírica son de dominio público.
Hay, sin embargo, una vertiente poco difundida y solo ocasionalmente mencionada de su inspiración fundamental: su poesía social. Mboriahu Memby es el capítulo más notorio de este apartado. Por las referencias que exhibe el texto, tuvo que haber sido escrito alrededor de 1930.
La obra de Emiliano R. Fernández es autobiográfica. Sus obras parten de sus vivencias. Su vida está volcada en sus versos. Sus impresiones son las que se convierten en palabras resonantes. Lo que escribe parte de él, pero no se detiene en él. Lo que le pasa le pasa también a los demás. Por eso se ama tanto su herencia poética. Y, desde su historia personal, hace también alusión a lo que le sucede a la patria en distintos momentos -Trayecto de mi campaña, por ejemplo, habla de los distintos puntos por donde fue pasando como integrante de la tropa gubernista que entre 1922 y 1923 persiguió a los alzados en armas encabezados por el coronel Chirife y derrotado en la mítica Ka'i Puente, hoy llamada Coronel Bogado- de la vida nacional.
Mboriahu memby es un grito contra la injusticia. Sus cuartetos, insistiendo en la antinomia mboriahu memby/ríko ra’y -que no es casual, porque el pobre suele tener madre, pero no padre; el rico, en cambio tiene padre- van mostrando las diversas escenas cotidianas en las que el látigo de la desigualdad social golpea a los habitantes de nuestro país. Fue ayer, se dirá; pero es hoy también, en otros contextos, sin duda.
Emiliano ve que para el desposeído económicamente todo es adverso; en cambio para el bendecido por la fortuna -de sus padres- todo es bonanza y bienestar. Lo que observa y señala, sin embargo, no es solo la desigualdad social. También levanta el índice acusador de su verbo fulminante para resaltar que hay pobres porque existen aquellos que llevan a su bolsa el fruto del sacrificio de los humildes.
No deja de ser llamativo que nadie haya reclamado la coautoría -en música- de esta letra vigorosamente bella, pero comprometedora. Emiliano, entonces, asume la totalidad de su creación.