En aquel caluroso día de verano, los artistas descendieron del tren en Coronel Martínez –Departamento del Guairá-. Eran músicos, actores y actrices que venían de Villarrica, pertenecientes al elenco del caazapeño Carlos Talavera. Llegaban contratados por una docente local, para una fiesta. Corría el año 1949.
Uno de los músicos era José D. (Domingo) Morínigo –nacido en Villarrica el 7 de abril de 1931-, a quien acompañaba su hermano y dúo en el canto, Livio Morínigo.
Como no había hospedaje, cada uno fue asignado a una casa de la comunidad, para pasar la noche y aguardar la actuación del día siguiente. José Domingo fue asignado a una casa blanca, a orillas del pueblo, lindando ya con el campo.
“Upépe che ahecha peteí morena pire sa´i, oiméme oguereko 15 áño rupi. Rojuecha ypy guive voi ronovilléa ojuehe. Sa´i niko la oportunidad roñomongeta haguâ. Isy oiko pérupi, ojere. Upévare, ore resápente roñe´ê ojupe. (Allí vivía una morena de unos 15 años. En la primera ocasión en que nos vimos, ya hubo una mutua atracción. Eran pocas las oportunidades para hablar, porque su madre estaba siempre cerca. Por eso, nos hablábamos solo con los ojos)“, cuenta don José Domingo, quien actualmente vive en Caaguazú. Fue posible encontrarlo gracias a la pista inicial proporcionado por el periodista de Villarrica Juan Gayoso y los oficios de otro guaireño, pero residente en Caaguazú: Emiliano Domínguez.
La ocasión de conversar, sin embargo, se dio pocas horas antes del espectáculo. “Chéngo ndaikói ajere: derechoite ha´e chupe nokañyséipa chendive. Ndaikuaa porâi ha´épa che rayhu chéve terâpa la árte. (Fui al grano: le propuse que se fugara conmigo. No sabía si ella me amaba a mí o al arte que profesaba)” comenta. Ella le dijo que no.
Ya de nuevo en el tren, de regreso, la joven seguía en su mente. En ese viaje, silenciosamente, el compositor tomó la decisión de hacerle una música a su efímera amada.
En Villarrica hizo tres estrofas. “Nachemandu´avéima mba´éichapa héra raka´e. Amoî va´ekue chupe Rosíta oconcierta haguã la che verso. (No recuerdo ya cómo se llamaba. Le puse Rosita porque la métrica del verso lo requería)”, comenta rememorando este artista que había aprendido las primeras lecciones de guitarra nada menos que con Carlos Talavera. Su hermano Livio –que cantaba a dúo con él- le ayudó a profundizar sus conocimientos musicales.
Algún tiempo después, Diosnel Chase lo contrató para una gira por el Alto Paraguay. En el barco y en los distintos puertos –desde Villa Hayes hasta Fuerte Olimpo- fue puliendo y completando su obra. “Epuraheimína ku nde purahéi koygua´i (porqué no cantas tu cancioncilla)”, le pedían sus compañeros, que ya conocían Oga´i che vy’ahague. Después ya cantó en público. El dúo Aguilera (Aristóbulo)-Brítez (Carlos) fue el primero en grabarlo en disco.
Si bien la obra se llama Oga’i che vy’hahague, con el tiempo, el ingenio popular que interviene de manera anónima en las obras, lo rebautizó con el nombre de Oga’i morotîmi.