El amor es una canción compartida, un beso deseado y dado por dos, un sueño en pareja. Cuando ello no ocurre es, sencillamente, un imposible. Y es lo que le sucedió a DARÍO GÓMEZ SERRATO -hijo del cónsul de Corrientes, FLORENCIO GÓMEZ, y de doña ÁNGELA SERRATO; nacido el 18 de enero de 1900 en Trinidad y fallecido el 13 de diciembre de 1985 en el mismo barrio de la Capital-, músico de la Banda de Policía, pero sobre todo poeta. "Él es maestro de maestros. Está por encima de todos nosotros", admitió EMILIANO R. FERNÁNDEZ, avaro en calificativos de admiración.
Su hermano FLORENCIO -que llevaba el nombre de su papá- visitaba como novio a PABLA DENIS ROA, con quien se casaría y tendría 10 hijos. Martes, jueves, sábado y domingo era para él sagrados, porque en esos días caminaba desde Trinidad hasta Recoleta para llegar a la casa de su amada.
NABUCO GÓMEZ SERRATO, hijo de Darío, también poeta, recuerda que su padre, quien por entonces pertenecía a la Banda de Policía -donde tenía como compañero al creador de la guarania, JOSÉ ASUNCIÓN FLORES-, una vez acompañó a Florencio a la casa de su novia. Pudo haberle invitado él. Quizá se ofreció -atraído acaso por alguna información recibida- para ir con él. Lo cierto es que el joven músico llegó con su hermano a la casa de los Denis Roa.
Bastaron unas palabras intercambiadas y unas miradas que se cruzaron para que Darío Gómez Serrato quedara prendado de la viva poesía que era ROSA DENIS ROA, que apenas tenía 15 años. Ella también sintió arder su corazón una llama inconfundible de afecto hacia el visitante, mucho mayor que ella. Los padres de la muchacha, en complicidad con Florencio, dijeron "no" al romance que se gestaba. Y la historia de amor, al nacer, murió.
Cuando caminaba hacia la casa de Rosa - a veces, con la esperanza de que cambiara el trayecto de las circunstancias-, la luna le acompañaba. En febrero de 1927 -según está fechado en el poemario YASYYATERÉ, de GÓMEZ SERRATO, cuya primera edición se hizo en la imprenta ZURUCU´A, de MANUEL ORTIZ GUERRERO, en 1929, y se reeditó 50 años después -convirtió en vocablos lo que probablemente habitaba ya en su mente mucho antes. Así nació el poema que tituló ÑASAINDY JAVE, que, luego, ya con música de HERMINIO GIMÉNEZ, el pueblo titularía de manera defintiva JASY MOROTÏ.
En los versos el poeta narraba su desgracia amorosa. Allí confesaba que como un mba´asy po´i -tuberculosis- le va minando ese amor sin futuro. La obra está concebida como una serenata en la ventana de la amada. "Papá le hizo escuchar a Rosa en una serenata la obra que había escrito para ella, cantando el propio José Asunción Flores. Aun así, sus padres se mantuvieron intransigentes", relata Nabuco.
"Como el noviazgo no se concretó, papa tomó luego un rumbo diferente. Rosa Denis Roa se casaría después con otro", comenta Nabuco.
La canción cobró alas y construyó -independientemente de sus autores- su destino. "Se decía, antes de la Guerra contra Bolivia, que al que cantaba se le aparecía el espíritu de la luna y se enfermaba de mba´asy po´i. Después de la Guerra vino una epidemia de tuberculosis y se comentaba que todos los enfermos habían cantado JASY MOROTÏ, por lo cual contrajeron el mal", rememora Nabuco, partiendo de testimonios recogidos de boca de su padre.
"Como en una parte dice: Che tavy haguéma reikuaava´erã, se creía también que el autor era un loco. Papá se reía cuando me contaba eso", concluye Nabuco Gómez Serrato.