El encuentro de dos talentos Por distintos caminos aunque con idénticos propósitos —ser fieles a su vocación de músicos—, ambos habían llegado a San Pablo, Brasil. Dueños de talentos singulares y deseosos de alcanzar un espacio en el que no solamente pudieran crear sino donde también pudieran dar a conocer a una ancha franja de público su arte, arribaron a esa populosa ciudad acompañando a los grupos musicales de los que entonces formaban parte. Luis Bordón —nacido en Kambapokué, Guarambaré, el 19 de agosto de 1926— y Oscar Nelson Carín Safuán —que vio la luz en la norteña San Estanislao el 21 de setiembre de 1943—, se encontraron allá y se convirtieron en amigos entrañables. A tanto llegaba la armonía entre los dos músicos y compositores que decidieron estrechar aún más los lazos del afecto que les unía haciéndose compadres.
Safuán, que integraba Los Tres Soles, había ido a anclar en Curitiba. El éxito le sonreía al trío. Tanta era la presión por grabar un disco — según recuerda el santaniano—, que un día se marcharon rumbo a San Pablo para buscar una casa discográfica. Allá la primera y obligada referencia era Luis Bordón. Y junto a él se fueron buscando puertas abiertas.
El guarambareño vino al mundo para ser arpista. “De los ocho hermanos —entre los cuales hay también músicos—, yo fui el único que se interesó por el arpa”, recuerda el maestro Bordón.
En 1949 emprende, como invitado, una gira por el Brasil con el Conjunto de Julián Rejala. Llega hasta San Pablo y sin dejar su arpa se emplea en una de las casas más grandes de electrodomésticos de esa urbe industrial. Como había estudiado electrónica se puso a arreglar televisores a domicilio. Su jefe era un paraguayo. La empresa que lo contrató, a fines de la década del ‘50, decide abrir la casa grabadora de discos Chantecler. “Allí Luis fue número puesto. Tenía que grabar con los hermanos Meaurio y éstos, poco antes de entrar al estudio, se pelearon. Entonces el empresario le pidió que grabara solo. Y allí comenzó el ancho camino de sus triunfos”, cuenta su compadre.
Cuando Luis y Carín se encontraron pronto hubo una sintonía entre ellos. La amistad se fue acrecentando y se volvieron inseparables casi.
En el ‘80 Safuán preparaba su disco Paraguay 80 donde grabaría las obras creadas por él en ritmo de Avanzada. “Nos veíamos todos los días. El vivía frente a mi casa y todas las mañanas pasaba la calle para que tocáramos juntos. Ni mbaraka voi ndoguerúimiva (ni su guitarra traía) porque Luisinho, mi hijo, tenía la suya que le prestaba”, rememora Luis Bordón.
“Entonces, en esos días de 1980, mientras ensayábamos y charlábamos tomando mate fue naciendo El arpa y la danza de mi tierra. Yo con la guitarra, él con el arpa, fuimos componiendo la melodía. No tiene letra. Parábamos y seguíamos. Tardamos varios días, pero al final concluimos”, dice Safuán.
Uno de los primeros en escuchar la obra fue Mauricio Cardozo Ocampo. “Hi’éxito manteva’erâ kóva (necesariamente tendrá que tener éxito)”, vaticinó el maestro que, sin saberlo, les estaba haciendo su última visita.
“El nombre que le pusimos se me ocurrió a mí. Al comenzar la melodía invita a la danza, al movimiento. Y además, como se ejecutaba en arpa, tenía que estar asociado a ese instrumento. Por eso acordamos ponerle El arpa y la danza de mi tierra “, cuenta Oscar al recuperar en su memoria la forma en que se creó la composición que ganó definitivamente un lugar de privilegio dentro de la música paraguaya.