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NILSA CASARIEGO
  ONCE POETAS PARAGUAYOS - AMANECER – EDICIÓN ESPECIAL, 1972


ONCE POETAS PARAGUAYOS - AMANECER – EDICIÓN ESPECIAL, 1972

ONCE POETAS PARAGUAYOS

AMANECER – EDICIÓN ESPECIAL

VOZ Y SENTIR DE LA COMUNIDAD LUQUEÑA

Academia “JULIO CORREA”

Año VII – 7 de abril de 1972 – Nº 45

Director: ENRIQUE ANTONIO ZELAYA

Presidente: ELADIO DUARTE CARVALLO

 

JOSÉ LUIS APPLEYARD,

JOSÉ ANTONIO BILBAO,

WILLIAM BAECKER,

EGIDIO BERNARDIER,

NILSA CASARIEGO,

VICENTE CAPPELLO MAURO,

OSCAR FERREIRO,

LUIS MARÍA MARTÍNEZ,

RICARDO MAZÓ,

JACOBO A. RAUSKIN y

FÉLIX PÉREZ CALONGA

 

 

 El ejemplar corresponde a la

Sra. NILSA CASARINO, facilitado al

PORTALGUARANI.COM para su edición

 

 

NOTA EDITORIAL

 

ESTE número extraordinario de la revista «Amanecer» es como un símbolo que se levanta entre los distintos grupos y tendencias culturales del ámbito nacional; es el reflejo de lo acontecido en una sola noche, noche en que la ciudad de Luque viviera un evento sin precedente en toda su historia desde el punto de vista del quehacer poético. La prensa nacional se hizo eco y todos tuvieron la oportunidad de integrarse en el primer recital de poesías con la participación de poetas de primera línea, quienes brindaron todo su arte con lo lectura de sus obras, que las páginas de nuestra modesta revista reproducen, como una sincera entrega a esta juventud que puebla los jardines de nuestra patria.

Estamos seguros que sentadas las bases del diálogo entre autores de obras poéticas y el mismo pueblo que los admira o través de su labor, se está apuntalando el comino que acerca los núcleos antes distantes y, hasta si se quiere decir extranjerizantes, que otenazaban las gargantas de los que sienten afecto por esta tierra paraguaya que se adentra en la sangre y en el alma para impresionar las fibras más sensibles de nuestra intelectualidad.

Casi podemos palpar de nuevo la exquisitez que se desgranara en la memorable noche del 15 de Setiembre; nunca como entonces hemos sentido tan nuestra la labor poética; como nunca hemos constatado la vigencia de la poesía y como nunca se ha abierto las puertas de un mundo hasta hoy desconocido para que quien quiera pudiera solazarse con lo que tras ella se vislumbraba con prometedora cadencia. No nos falta talento para experimentar lo que es auténticamente nuestro y cuando la sinceridad acompaña al que se entrega en el diálogo, entonces, no podemos menos sino rendirle el tributo de nuestro sincero reconocimiento en aros de la unidad de la gran familia paraguaya que espera de sus hijos el entendimiento en todos los órdenes de la vida.

Nos aguarda varias jornadas como esta en el futuro, algunas tal vez más sustanciosas, pero como dice el poema “esas no volverán”. Es como si una nostalgia se plasmara en nuestra mente para decirnos que aquello fue una entrega total de lo que el alma podía brindar, sin egoísmos, una entrega a nuestra ciudad, un regalo al mérito de la juventud, a la imponderable y siempre excelsa cultura paraguaya.

 

 

AMANECER

 

          

 

JOSE-LUIS APPLEYARD

 

LA SOLEDAD

 

Las viejas horas de los ojos

tiemblan junto al claro vibrar de los rubíes,

mientras el pulso ahonda

artesianos de sangre busca

la inencontrable excusa del vivir.

 

Hay muros y hay rincones en la casa

en donde ella se esconde, transparente,

acecha desde ellos y de pronto

con felina avidez

lanzó sus garras ahogantes de dolor.

 

Oh soledad, espejo heladamente neutro de mí mismo,

nada detrás de ti,

ni tan siquiera el mercurio fugaz de los cristales,

Aulladora de sombras, enteramente mía

y dedicada al más solícito cuidado de mi sombra,

aya, codriza negra,

que amamantando oscura y agria leche

desbordas de amargura estos labios que tienden

su sed hacia el pezón nocturno de tus pechos.

 

No quiero ser de ti.

quiero fugarme de esa tu larga sombra que me invade

y que llega reptante hasta la mía.

No quiero ser de ti,

pero me entrego, porque tu voracidad de madre uránica

abre su seno inmenso

y me invita al monólogo eterno con ta nada.

 

(Recuerdo hace tiempo

cuando las horas daban el motivo fugaz de las palabras

ya supe yo quién eras

y cómo, sentándote a mi lado,          

me hablabas con voz vieja

diciéndome al oído

la verdad de tu sola, completa y estupenda compañía,

la verdad de mí mismo y de mi entraña absurda,

la verdad de mi propia,

definitiva,

pura,   

completa soledad)

 

 

SE ESTA HACIENDO MUY TARDE

 

Desde un cielo naranja que es el mío

brota un humo que tiene de las nubes

la forma y el dolor.

 

Solo razonan las aguas de este lago gris y turbio,

Esta es mi tierra, sí. Nada se ha dicho

de tolvaneras pardas que respiran

un silencio de tedio y viento norte.  

Casi nunca se habla de las cosas

que están a nuestro lado, aquí en nosotros,

en un árbol torcido que albergara

más que pájaro y nido, una esperanza.

 

Un silencio se cierne y la palabra,

abre surcos oscuros en el alma.

Pienso en el hombre que creció a mi vera

que supo de esta tierra y de su sana,

pictórica y amable geografía,

Creció como los hombres, se hizo amigo

del grillo y la cigarra   y de sus cantos,

puso su nota de pasión al viento

y una lágrima triste al pensamiento.

Después fue con su carga de luciérnagas

para morir sin voz junto a un lapacho.

Pienso en el hombre que se fue y no vino

a cumplir con la cita y el amigo,

porque una tarde le quedara grande

como una ajena mariposa negra

sobre los hombros dulces de la madre.

Nada se ha dicho

ni de ese hombre gris que fue conmigo,

ni de los hombres grises que transitan

con corazón los años y la vida.

Los escuda un silencio invulnerable,

los amarra un dolor hecho servicio,

los guardan en un cofre de agonía

para que pueda demorar el día.

Las viejas tolveneras de mi patria

esconden muchas cosas dolorosas.

Y cuando este silencio se nos abre

como un libro prohibido de mil hojas,

empezamos, los hombres preteridos,

a pensar que se está haciendo muy tarde.

 

            José Luis Appleyard

 

 

PUEDE DE PRONTO HERIR

LA MADRUGADA

 

Porque sé que es imposible

conocer el inicio de las cosas;

porque sé que es inútil

remontarse a la fuente de la propia palabra;

porque la raíz más dulce del cariño

estará oculta siempre,

por eso, por ese cúmulo de razones inciertas

estoy empezando a comprender

que no hay dolor que no sea ajeno

cuando el amor es nuestro.

 

Puede de pronto herir la madrugada

su frescura de noche y de luceros

y herir abriendo heridas

para que sangre por fin

la sangre oscura,

esa sangre dolida de las venas

que entumece los miembros y el recuerdo

esa sangre, remanso de tristezas,

oscura y meramente sueño.

 

Después, queda la herida

abierta como labios en un beso,

y en su limpieza puro se transforma,

y busca la salud y el tiempo preso.

 

Yo no sé porque siempre en madrugada

llega hasta mí la magia de un regreso

que en renovada sangre me renueva

la esperanza de ser más que un deseo.

 

Herida, sangre, cicatriz, encuentro,

cuatro palabras a mi mundo dentro.

 

José Luis Appleyard

 

 

 

JOSÉ ANTONIO BILBAO

 

LA CIGARRA

 

Canta, canta, tanto canta que deja

achicharrado el palmeral umbrío,

incendia el pasto y acuchilla el río

por donde va la tarde que se aleja.

 

 

Y en la delgada punta del estío

cuya trama el ocaso no maneja,

su cantata se vuelve desvarío

para aplazar la muerte de una queja.

 

Pero no sabe que su acento agudo

es la bocina del verano ardiente,

es un vivir de piel, siempre desnudo

y un galopar de sangre coronada

que se afinca en el pecho fuertemente

para trocarse en rosa atormentada.

 

José Antonio Bilbao

 

LAS MANOS HUMILDES

 

Están, sobre el regazo,

caídas como dos pájaros muertos.

 

Vencidas por una fatiga de siglos

llenas de un viejo polvo de tristezas.

 

Caídas

Tienen dura trayectoria

y hermosa sencillez de senda antigua.

 

Caídas.

No se alzan para la maravilla

de la joya, para la luz prestada.

Sólo el color del pan tostado

puede resplandecer cuando las miro.

 

Son toscas como madera virgen

tumbada a golpes en el silencio oscuro,

como pedrusco agudo

que lenguas de agua no lamieron.

 

Son rudas como cortezas,

como cueros incurtidos.

Tienen sequedad de calcinado huerto

y una avidez   arena ardida.

 

Pero esas manos caídas, en el tiempo,

morenos pájaros yacentes,

trazan de sol a sol una parábola

que concluye en el ánfora del cuerpo.

La madrugada las anima

como al cercano bosque

y van como palomas acechadas

de un árbol a otro.

 

Están caídas, ahora,

cuando ya la noche su liturgia empieza

y un sacristán azul enciende velas.

 

Caídas, como pajarillos muertos.

 

Pero el alba las verá de nuevo

tensas, firmes, llenas de amor, ardientes,

repleta de la sangre que nos quema,

y que convierte en luz la noche interna.

 

Y, entonces, esas manos, rugosas manos,

que están llamando un aldabón de tierra,

tendrán la suavidad del musgo joven

y un aroma sutil de rosa entera.

 

 

 

WILLIAM BAECKER

 

Y QUE RÍAN LOS FAUNOS

 

(Y que rían los faunos

a la cálida luz del mediodía)

 

Al son del saxo el sexo vibre

y es hoy el cuarto día

del sexto mes del año;

es junio, amor, mi cumpleaños,

 

(y que rían los faunos . . .)

 

Regálame el amor que tanto ansío

y hagamos del amor

un incendio infinito

 

(a la cálida luz del mediodía . . .)

 

Ya sé que solo sexo

no es todo lo que tienes;

pero, vida, si a vida sexo induce

vayamos a la vida.

 

(Y que rían los faunos

a la cálida luz del mediodía. . . )

 

AQUÍ, DESDE EL ESPACIO

 

Aún te amaré, mujer, aún

te amaré.

 

Cuando sea tierra nueva

girando en el espacio

su infinito silencio.

 

Aún te amaré, mujer,

aún te amaré

cuando un pacífico océano mirándonos

aún sea lo que entonces

en él descubrimos:

un inmenso dolor de el agua siempre

así como dolor

es amarte

aún estando, como hoy estamos,

tan distantes

y tan cerca que pienso

que podría besarte en el oído

y pronunciar la estrella de tu nombre.

 

Aún te amaré, mujer

aún te amaré.

 

Aquí, desde el espacio,

desde este tiempo insosteniblemente largo,

qué inmensa soledad amarte tanto!

 

 

REGRESAR

 

Regresar.        

Invertir las elipsis.

Cambiar las luces del semáforo

para matar el ritmo de los grillos.

 

Ser nuevamente punto de partida.

 

Comenzar a decir

con sonidos más puros

las palabras. .

 

Creer

que tanto ha sido un lamentable

error de la semántica.

 

Nacer de nuevo.

Crecer.

Poder pensar

sin la lógica absurda del dinero;

Sentir que las galaxias

no son tan extranjeras;

que hay boomerang nuestro en el espacio,

que todo es suma de equilibrios

y que todo se mueve

en cósmico silencio.

 

 

EGIDIO BERNARDIER

 

HOMBRE EN EL COSMOS

(De EL REGRESO EN LA HIDA)

 

Como una torre abierta al alto cielo,

desafiante a la reinante estrella;

desde la tierra vertical y muda, 

siempre presa de un Argos constelado,

esta del hombre la cabeza enhiesta.

Busca el río y el mar y la corriente

y el movimiento entero le hace apuesta.

El sorteo del hombre es siempre incierto

y el girar de este mundo le atormenta.

Habla el hombre del hombre y de la arena.

Habla el hombre del tiempo y del vacío.

Habla el hombre de Dios  y no haya nada.

Átomo y Dios y el hombre comulgando

una misma verdad que nadie sabe.

El hombre busca a Dios y Dios al hombre

y el átomo entre ellos los separa.

Y solo el corazón que pulsa el alba

descubre la verdad desconcertada.

Porque al saber que el mundo es gobernado,

el sabe que fue siempre y nunca nada.

 

A LA HORA DE ESTE SIGLO

 

Un camino abierto hacia galaxias lejanas;

desde el mismo lugar donde se encuentra el hombre,

el que gravita al compás de las máquinas,

pero que tiene un alma que le guía

y le hace sentir que existe un dios,

el mundo,

otros hombres como él

y otros distintos.

 

Un camino que al avanzar por el

lanza su red de perspectivas

donde cae cautiva la luz de nuestros ojos

para seguir latiendo ciego el corazón.

(Espejo luminoso que nos quita y devuelve la imagen

del mundo en que vivimos,

porque es ten bellamente breve el tiempo de su ciclo,

de su arena

y su esplendor de planeta en movimiento).

Por el transita el hombre a la hora de este siglo,

entre millones asidos al destino.

No es un hombre-dios,

como pudieran pensar los sacerdotes

que pronostican en el ocio algún milagro.

Es, sencillamente, un hombre,

semejante a aquellos que pudieran ser tales,

como este, el hombre,

que canta,

que es feliz

y comprende las imágenes sin pies,

sin corazón

y pensamientos enfermos de locura.

Hay un camino que se abre al compás de este siglo

y el hombre está en el,

a esta hora en que un ángel de la Biblia

sigue los pasos de una guerra sin cuartel.

 

ANDEN

 

Desde esta plataforma abierta hacia el futuro,

desde este hoyo de la tierra que fecunda espacio,

sin nociones de vientos cardinales,

ni mejores estrellas,

girovagante hacia el inmenso cielo,

sueño,

canto,

replico

y me quebrante.

Desde esta dimensión de cuerpo y aire,

desde este aireado corazón y aireados ojos,

desde esta latitud sorbente y provocante,

mi amor y mi dolor,   

y mi voz de risa plañidera,

todo,

todo,

todo,

hasta el desmayo que repta por el llanto,

y hasta el triunfo que nace y desploma,

todo,

me libra y me enajena,

todo,

el Dios del movimiento

todo.

Brujulero y sin brújula de un sol nunca encendido.

Trashumante desviado a la deriva del camino.

Así, sabiendo y no sabiendo,

siempre anhelante del destino,

sigo el camino

aunque el signo del Norte haya perdido.

Pero el viaje,

este viaje irredimible que se alarga y se agudiza,

se abre paso   

y el tiempo al paso lo desbroza,

Y yo, madero de Caronte,

siendo imposible a la deriva,

a la deriva, sin embargo yendo.

Si a esta pendiente alguien la evitara,

y el sueño,

tan solo el sueño ese mismo alguien lo trajera,

entonces viviría

y esta triste y lenta muerte olvidaría.

Pero, no.

El viaje sigue y no es un sueño.

Es un andar que late.

Habrá tal vez orilla en lontananza,

una orilla perdida sin tiempo y sin distancia,

una orilla que espera su carga presentida,

para llegar al fin de esta ascendente y siempre ida.

 

 

 

NILSA CASARINO

 

POEMA

 

Quiero apretarme

a tu pecho adormilado

y juntar tus esperanzas

con mi boca.

Quiero llevar allá, a lo lejos,

un pedazo de este sentimiento

que me ahoga,

y sentirme tuya siempre,

trayendo hojas blancas,

y el espejo de la luna

en mi regazo.

Quiero apartar con mis manos

esta distancia atroz

que no me deja,

y así poder gritar todo este canto.

Llenarme

y retozar como una copa

de presencia,

y dormir así

con las manes en el cielo…

 Nilsa Livia Casariego

 

 

POEMA

 

Mi alma necesita

de palabras claras,

de versos,

de tonadas,

para sentirse hermana

de nostalgias vivas

y vivir

cantando

la libre comunión

de su natura.

Necesita que la quietud del viento

arrulle

en sus trigales florecidos

para mezclarse

y caminar

entre vosotros en ese laberinto de la vida.

Mi alma necesita que su mano se tienda

en cada madrugada

para acoger,

sentir, 

y forjar en rezo

su piel adormecida,   

y llevar consigo

esa sombra

que cobijándose

en la aurora adormilada

estalle 

en su primer encuentro

con la luz del día.

Mi alma necesita

el mundo todo

que brille de azul

su lejanía

y cogiéndose de la mano

con la vida

extenderse a cada ser

sembrando,

cual la luz por las tinieblas,

su heroica melodía.

 

 

POEMA

 

 

Es difícil hablar

del ayer que se repite,

de la vaga, soledad

que el destiempo no deshoja,

ese mustió y fallido,

inexorable,

y triste confín de la frontera.

Es difícil sellar

el fácil pensamiento de la vida

cuando la vida

sólo agita el cuerpo del momento,

mostrándonos

la muerte

en sus alcobas.

Es difícil, en fin,

sentir nuestros latidos

en momentos aquellos

de salvaje brillo

que nos envuelve con su sed

en las esquinas

tomándonos en brazos

callada y sideral:

la muerte.

 

            Nilsa Livia Casariego

 

 

 

VICENTE CAPPELLO MAURO

 

DESPIERTA

 

La palabra es un tabique

que nos aparta del tiempo

su filo es como la noche

tiene un millón de verdades

¡despierta!

relájate en otro silencio

tú debes masticar el sueño

si quieres gobernar tu mundo

¡despierta!

aspira la flor que en la vida

nace de mil pensamientos

ve y dile a tus hermanos

que siempre estarás con ellos

y que tu sangre y tu vida

es la fuerza que ofreces

para oxigenar la tierra

¡despierta!

no subas a la escalera

que te llevará a otro sueño

no prediques con tu ejemplo

la condena de esta tierra

Tú, madera denuestro árbol

Tú, puñal que razona y habla

despierta... no duermas nunca!

 

 

MANDAMIENTO AMERICANO

 

Existirá para tí una sola tierra

a la que amarás por sobre toda otra geografía

la honrarás como a tu madre

con tu esfuerzo y el de tus hijos

no la hipotecarás

no la matarás con tu silencio

festejarás su Independencia todos los días

no permitiendo que otro la acaricie

o se lleve su fruto sin pagarlo

no te exiliarás

no levantarás falsos testimonios sobre ella

tomarás la pala y el arado

y sembrarás  el trigo de tu Independencia

con la semilla de la paz que tú promuevas

Yo te digo

tus únicos bienes serán tus hijos libres          

una patria

una tierra buena

y una historia sin odios ni rencores.

 

 

LA PAZ QUE YO PROPONGO

 

Yo propongo un mundo nuevo

sin puertas y ventanas que se cierren

sin barreras que corten los caminos

y sin la suficiencia de los grandes

invito al gobernante y a su pueblo

a que compartan el pan y los sentidos

sin egoísmo, sin orgullo, sin engaño

y sin la suspicacia del cretino.

 

Pido que América despierte

en el pecho de cada Americano

con la sonrisa de una Patria nueva

sin derramar la sangre del hermano.

 

La Paz que yo propongo

no es el epitafio de una fría tumba

ni la que puedan dar las armas

es la paz que busca la Poesía

en el intelecto humano y en el alma

es una paz nacida en el trabajo honrado

es la sonrisa de la gente joven

y en la voz que dice al hombre sus errores

con nobleza, solvencia y valentía.

 

Vicente Cappello Mauro

 

 

 

OSCAR FERREIRO

 

MEDUSA     

 

Oh flameros lejanos!

El cielo está alambrado de vagidos y hechos.

Ultima estrella sola

farallón solitario

donde ciegos se estrellan los pájaros errantes

Corralón de los náufragos

donde la mar se aplaca con derrames de fiebre

con cien chorros de sangre

donde la mar se ahíta

con el viscoso crúor de los muertos.

 

Sonámbulos e insomnes.

con los pies empapados

bogarnos sin un sueño

hacia el abismo

con todos nuestros muertos

tumbados en el fondo de la barca

que pesada se inclina a los bandazos

en la tromba girante de las olas.

 

Espesas marejadas

revolviendo melenas y serpientes

hirviente remolino     

gritos largos

que no escuchara los gélidos poetas

bebiendo indiferentes

de un balón transparente

el agua destilada del orgullo.

 

Rimad con esta angustia

insaciables amantes

cuando el amor se amanse

cuando el dolor se endulce

cuando el placer se plaque en el jadeo

cuando el fulgor se aduerma en el suspenso

de las rojas batallas del vivir,.

 

 Oscar Ferreiro

 

FONCIERRE

 

Pasto rojo

sequía y mi corazón reseco

tizones crepitantes en la noche.

Sonora quemazón de aquellos años

y al fin aquella lluvia

misericordia y agua sobe el bosque

apagando el incendio

con su luna crecida y su abundancia.

 

En los cerros de oriente

entre los troncos negros

la luz se reavivaba contra el cielo de cuarzo

y los monos clamaban

a una luna redonda de zapallos.

 

Sierra de Quince Puntas

denudada en cenizas y carbones

con mi congoja a solas.

Altos ríos caballos muertos

desbordados

tremendos

y mil cuervos girando

sobre rojos espinos y arcoíris

para matar la estirpe de los hombres

para borrar las huellas de esta raza.

 

                        Oscar Ferreiro

 

 

 

LUIS MARÍA MARTÍNEZ

 

PALABRAS PARA JULIO CORREA

 

Cometía un gran crimen, al cantar, ordenando

los escondidos maúseres que en la lengua entierran.

 

(¡Qué bien, así,

así, su voz de mando

truena  al cantar la tierra,

ríe al sentir la fronda,

ruge al tocar los muros,

trina al palpar el viento...!)

 

Pero a su voz ya nadie la enterraba

ni podían herirla como a un pájaro incierto,

porque en su acento múltiple se erguían

libélulas tocadas por el aire de un trueno

y abejas que se asientan sobre flores de aldeas.

 

¡Y en su sonido todo se entesaba,

desde el aura más débil, que juega como un niño,

hasta la voz de escarcha que la gleba sostiene

en su herida garganta prisionera…!

 

Julio Correa, numeroso

ya repartiéndose en el aire:    

hachas y arados que conocen

como adentrarse en la madera

y alzarse en vuelo rumoroso

desde un millón de espigas nuevas.

 

- Mira que el alba te conoce

abriendo aleves puertas finas

y auroras parcas, de rutinas -

 

- Me has dicho, tu, julio Correa,

trino que escucho y atendemos;

- ... esas son puertas de neblinas –

 

Y yo que pienso al escucharte,

pienso que vale la pena nuestra

soñar que llegan las golondrinas...

 

Es su clamor brumoso el que atraviesa y parte

no enamorados rostros de campesinos rudos

ni de robustos brazos de herreros consumidos

por la ferviente fragua que en el jadeo estalla,

sino agraviantes muros que paralizan, dejan,

medio pedazo vivo de patria en el camino

sin que estremezca el ancho panal de su espesura.

 

No ardía más que cuando esos muros se unían

para herir a su pueblo con los bruscos metales

que de las armas parten, empecinadas, ciegas,

igual que pedernales que al desatarse, matan.

 

No ardía más que cuando lo miraba a su pueblo

amustiarse y caerse en sus floridos valles,

con esas bocas llenas de esperas y rosarios

por esos días malos, desajustados, turbios,

donde encendidos panes desatendidos huyen;

 

¡Qué crimen el tuyo, Julio,

cantar agavillando las esperanzas,

desperezando las ansias

de aquella gente menuda

que no canta pero suda!

 

¡Qué crimen el tuyo, Julio,

confesar que se cayeron,

que fueron y no volvieron,

que se mostraron desnudos

de ropas mas no de escudos!

 

¡Qué crimen ser como eras,

voz plenamente segura

sobre el vergel, la capuera!

 

Mas tu no calla las ni aunque más lo quisieras,

poeta estremecido por los tambores vagos

que en las aldeas suenan con su son de dulzuras,

que los jinetes llevan repartiendo en las eras,

y que dejan de noche callado en las monturas,

igual que si guardaran un pedazo de estrella.

 

Mas tu, Julio Correa, persististe en la hoguera.

Sólo la muerte pudo apartarte en su hora

mas se han quedado todas tus camisas guerreras.

 

Cometía un gran crimen, al cantar, ordenando

los escondidos mauseres que en la lengua se entierran.

 

Pero a su voz ya nadie la sujeta.

 

Se volvió mandamiento

para el pueblo que avanza ya muy resueltamente

sin sujetarse al miedo que hasta ayer lo venciera

en dirección al aire de otro viento...

 

Ya se volvió su voz   

sonido de este tiempo.

 

 1968

 

 

 

RICARDO MAZÓ

 

LEYENDA DE UN MARINERO

 

            -de un relato escuchado en Rio.

 

Nació una vez en la ribera

del Paraguay ancho y sereno.

Curtió sus manos y aguzó sus ojos

buscando en el agua su sustento.

 

A veces la tormenta

batió su barca y cauteló su cuerpo,

pero siempre

volvió a la vera de su padre río

con la faz de su Virgen en el pecho.

 

Llególe el tiempo de dejar su playa

su rancho su barca y su poniente

monótono de palmas.

 

(La Patria quiere que el hijo la conozca.

la sirva, la respete

y aprenda a defenderla)

 

Un barco armado, gris, ligero

fue su pan, su techo y su cuidado.

 

Al poco tiempo, por el río abajo

vió costas nuevas, ciudades populosas

y máquinas extrañas.

 

Llegó hasta el mar, moreno de su río

con los ojos quemados de nostalgia

y la fe de su tierra como abrigo.

 

El mar, huraño y receloso,

no quiso ser su amigo

y en las costas de Santa Catalina

soltó su furia y lo arrastró en sus brazos.

 

Mas la santa de Lima que en Agosto nombra

la tormenta que bate aquellas costa

miró su escapulario y lo llevó a la      orilla.

 

Marinero de río, ribereño

del Paraguay tranquilo,

salobre arena como ropa fina

nació otra vez sobre la arena tibia.

 

Y al terminar Octubre, allende cerros,

la Virgen Azul tuvo de ofrenda

una concha de nácar, fe de perla

de aquel hijo del río paraguayo

que al llegar hasta el mar nació de nuevo.

 

            Ricardo Mazó

            Río, junio 1971.

 

 

 

           

PARA EL POETA DE AICHF

 

Joven poeta,

tú que puedes

escribir églogas de amor imberbe

con un saco de luna sobre el hombro

y ponerte

pantalones de tierra   

sin hollarla.

 

Joven poeta,

tú que tienes todavía

el alma limpia de remansos pardos

sigue

mientras dura tu inocencia

el curso dulce  de la poesía

que si bien a veces es quehacer bastardo 

atempla el sol

y amansa a los extraños.

 

Sigue, Joven poeta,

con tus sueños de luna sobre  el hombro

hasta que te llegue el tiempo

en que no hay tiempo

de andar con la luna por la tierra

ni tiempo

de ponerle palabras a poesía.

 

Sigue escribiendo

la égloga sencilla del amor imberbe

y madúrala dentro de tus sueños.

No dejas que se aborte,

e ignora

la tentación de faustas Babilonias

que sólo significan

un largo cautiverio,    

tullen el alma

y doran sin valor el verbo.

 

Sigue escribiendo

con un saco de luna sobre el hombro

y con los pies plantados

en nuestra tierra roja.

 

Si no lo hicieras puede

que te reproches luego          

no haber sido tú mismo

no haber cantado a tiempo.

 

            Ricardo Mazó

            NY Octubre 1970 

 

 

 

JACOBO A. RAUSKIN

 

 

MAREA NOCTURNA

 

 

Insomnio, amnesia del sueño

Siempre tan cerca de la cama

Pero no puedo

Dormir, no me viene

El sueño envuelto en una sábana

Como ayer

Cuando la hora de la vigilia.

En mi dormida, despierta, sin embargo

Se movía

Como una bestia en su jaula

Como un poeta en su cama

 

Dormido a pesar de estar tan despierto

Con amarillas novelas desleídas

Con Barbitúrica calma

 

Y ese vaso de agua

Esa manzana de hospital

Que pareciera mirarme          

Con una súplica intacta

Caído

De sueño que no se fue a la cama

Frente a esa ventana

jamás abierta ni cerrada

 

Despierto a pesar de estar tan dormido

Los ojos se agrandan

Según el párpado cede

En la madera de la puerta

Crece la veta

Dilatándose   

Inmensa

Dactiloscópica huella

De un animal extinto

En mi ninguna peor cama

 

No puedo dormir, no puedo

Salir. Sin fuerzas para ese lugar

De trago más rápido

Sin ganas de otro cuerpo

Mezclando su almizcle humano

Con el sudor de mi insomnio

 

Insomne, amnésico de mí

A la luna de los tejados

Con aria de arpías y el eco

De un disparo

 

            J. A. Rauskin

 

 

 

 

FÉLIX PÉREZ CALONGA

 

LA CRUZ DEL PUKARÁ

 

LIBRO TERCERO

CANTO PRIMERO

 

Si en los atardeceres

llorasteis de esperar la dicha esquiva

y el agridulce sabor de las lágrimas

poblasteis muchas veces... ¡Oíd la lira...!

 

Ya vuelven las guaranias

de los olvidos la canción perdida

a modular, sus tristes melopeas

van saturadas, con tristezas íntimas

 

Ellas recorren siempre

la vasta soledad de las campiñas

son notas quejumbrosas de las tardes

sus noches de dolor nadie adivina

 

Notas que se han quedado

olvidadas talvez en la marchita

flor del  «yagua - rundi» cuando las vírgenes

de paso por allí llorando se iban

 

Son notas que han pasado

pero retornan siempre con más vida

para impulsar de nuevo a la esperanza

que se prendó de azules lejanías

 

Ya vuelven las guaranias

a nuestra fe trayendo la ambrosía

de aquella flor qué no aspiramos nunca

pero que está en la esencia de la intrínseca

 

Esperanza que hablamos

en nuestras almas rotas, florecida

Ya vuelven las guaranias del silencio

trayéndonos el canto de la vida

 

Si en los atardeceres

llegáis muy quedo  a despertar la ninfa

que duerme allende el río que cruzasteis

para pedirle cura a vuestra herida

 

Escucháis que os llaman

os gritan, os maldicen, fugitivas

formas imposibles, lúbricas mujeres 

plañideras, que acaso están perdidas

 

Perdidas para siempre

en la noche que aún nadie determina

Allende el río viven acechando

en su noche fatal nadie se abisma

 

Y hasta el barranco llegan

del río que nos separa de sus vidas

Si atender nos quedamos, nos parece

que hay un mundo, tal vez de maravilla

 

Que añoran las ideas

El mundo de las vírgenes tristísimas

que olvidan los poetas. Ellas guardan

del rito de Tupá sacras reliquias

 

Oíd la lira del alma

que busca en su cantar la fe perdida

que vaga entre los juncos y resbala

sobre la quieta superficie lisa

 

Del lago azul en donde

la estrella de otro lago azul se abisma

para llorar al príncipe que huyera

en pos de una guarania fugitiva

 

Le fe si, existe, pero

huyendo como el alma de la brisa

asómate en el fondo del espíritu

la escuchareis llorar muy compungida

 

La fe si, existe, bajo

la triste soledad de una gran ruina

Llama a los hijos más los hijos huyen

la fe es la madre de una esperanza india

 

II

Pasó el agua lamiendo la barranca

quitándole el tributo para el tiempo

sobre el sauce lloraba la nostalgia

amargo llanto acerbo.

 

Lamento que se mezcla a los murmullos

del río apresurado que corriendo

expresa lo fugaz, que todo pasa

y muere con el tiempo

 

Cayó el olvido como noche larga

y todo lo cubrió en su mantonegro

Vino el astro y recostóse al lado

Duermen un largo sueño

 

La flor del aire marchitóse triste

los años y los soles la pusieron

mustia y podrida bajo el fango inmundo

a donde caen los muertos

 

Muertos a quienes nadie conmemora

perdidos en la noche del silencio

que vagan en la brisa y los     murmullos

de los lagos inmensos

 

Ayer nomás dichosas sonrieron

bajo la sombra de los altos cedros

La vida solo es vida transitoria

de nuestro pensamiento.

Pensando, pasan años y nociones

y Cuando nuestra senda ya hemos hecho

notamos la hemorragia de la muerte

y rotos los cerebros

 

Roto el cerebro que anidó una idea

Ideas a las que nadie dio respeto

que cual los grandes hombres no transigen

Sin doblegarse ha muerto.

 

Félix Pérez Calonga

 

 






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