Las canciones dedicadas a los pueblos suelen nacer del amor entrañable de algún hijo que perpetúa el nombre de su tierra en un poema convertido en melodía. O que busca y encuentra -como en el caso de SIXTO CANO que se vale de terceros (ANTONIO ORTIZ MAYANS y FRANCISCO ALVARENGA) para inmortalizar su adorado Quyquyhó-los artistas que cristalizan sus sueños.
Una mujer también, a veces, es la razón de ser de una inspiración que habla de un pueblo que se ama a través de su ternura. Este es el itinerario que hay que seguir para llegar al origen de A MI ROQUE GONZÁLEZ.
"En 1947 actuaba yo con el arpista ALBINO QUIÑÓNEZ y el guitarrista misionero MIGUEL AMARILLA en Formosa. Andaba por allí, tocábamos en las fiestas, corría dinero porque era tiempo de cosecha. En una de las actuaciones llegó al lugar donde actuábamos CHINITA MONTIEL con sus parientes. Nos habían escuchado cantar y quería saludarme al concluir nuestra presentación, cosa que no pudo ser porque como hacía tanto calor, al bajarme del escenario fui corriendo al camarín para cambiarme la camisa empapada. Lo cierto es que después volví a Asunción, ella también y el romance con la que también era cantante y guitarrista fue ya imposible de parar. Tanto es así que el 10 de enero de 1948 ya nos casamos", cuenta JUAN ALFONSO RAMÍREZ -nacido el 15 de enero de 1925 en la compañía Bombilla, de Coronel Martínez, departamento del Guairá-, director del CONJUNTO "LOS INDIOS" con el que recorrió 53 países del planeta.
"Roñontende niko mbeguekatúpe. Ha, ma'êrâiko, che guerahama katu voi Roque González, ivállepe (De a poco fuimos armonizando nuestras vidas. Y pronto ella me llevó a su valle, Roque González). Chinita era muy hermosa, una mantequilla. Era imposible negarse a lo que pedía. Me hizo conocer el arroyo Moñairy. Su nombre viene de la mitología guarani: es el arroyo del Moñái, una especie de diablo. Y también me hizo beber agua del 'Ykua Leguito' que tiene su fama. Por eso dice la canción el agua bebí de su boca en flor. Chéngo hay'u ijurúgui ha upépe che moakâ vaietéma. Había sido ipaje voi umi kuña upepegua ra'e (Bebí el agua de su boca y quedé perdidamente enamorado de ella. Había sido que las mujeres de ese lugar tenían su propio paje)", continúa relatando el músico y compositor.
"Pasó el tiempo y en 1959 estábamos en Roque González de Santacruz-que está en el departamento de Paraguarí y antes se llamaba Tavapy, era un pueblo de indígenas guaraníes- me aparté en una casita para componer A MI ROQUE GONZÁLEZ. Ndaha'éi ningo la che válle, ajépa, pero Chinita rupive che añemomba'e hese (Ciertamente no es mi terruño, pero a través de Chinita me apropié de él). Con mi guitarra, recordando que Roque González me había dado a la mujer de mi vida, fui componiendo la canción. Entonces iban apareciendo ante mí las escenas que vivimos en nuestra primera visita. Mimí (María), mi hija, muy pequeña aún, estaba escuchando mi empeño. Con muy buen oído y mucha intuición se acercó y me dio algunas sugerencias para la melodía. Por eso figura como coautora mía. Quise reconocer de ese modo su interés y su participación", concluye Juan Alfonso Ramírez ante la atenta mirada de Chinita Montiel quien fue aprobando los diversos pasajes de su relato sin intervenir ni una sola vez.
A MI ROQUE GONZÁLEZ
Pueblito querido, jardín de mi tierra, cuna de mi amor,
me diste la flor más linda de ti que tanto amo yo;
pueblito querido: me diste la dicha de un gran amor;
por eso te quiero y te llevo dentro, en mi corazón.
Juntitos los dos, fuimos al ysyry,
amambái roky roipo' o haguã,
heta rovy'a, heta rojuayhu
ykua rembe'ýpe roñohavi'ũ.
Juntitos los dos fuimos al Moñairy,
el agua bebí de su boca en flor;
no sé qué pasó, más la quiero yo
y me cautivó por siempre mi amor.
En la lejanía yo vivo soñando con mi Paraguay,
su luna plateada, la brisa aromada del cerro Acahay;
Roque de mi ensueño que guarda el encanto del Lago Ypoá,