El camino fue lo que marcó la vida del músico y poeta RODIS SEGOVIA. Éste es el nombre artístico de ROSARIO ELEUTERIO SEGOVIA, nacido en Trinidad (barrio de Asunción), el 2 de octubre de 1927.
Con la promesa de que su madre, SALVADORA SEGOVIA, le compraría una guitarra, a los siete años, se trasladó a Piribebuy, la tierra de quien la había traído al mundo. Casi murió de angustia un año después cuando a su progenitora le mordió una víbora. Ella se salvó milagrosamente gracias a que un carretero que pasaba por la compañía Paso hũ, donde vivían, le dijo que fuera a buscar al cerro las raíces del ysypo pere. Al volver, ya con el preciado remedio, lo hirvió, lo maceró y lo convirtió en polvo. A los 22 días de su constante aplicación, la llaga cicatrizó y su mamá volvió a ser la misma de siempre.
De esos caminos de Piribebuy, luego de una enriquecedora relación de trabajo y amistad con una familia de noruegos de apellido Petersen, se trasladó a la capital para cumplir el servicio militar. Al salir de baja de la Marina sabía ya cuál era su destino en la vida: el de la música.
Luego de aprender y formar parte de la AGRUPACIÓN TRADICIONALISTA GUARANI dirigida por HERMINIO GIMÉNEZ, formó su propio conjunto -en la década de 1940-, y emprendió, a pie, un viaje que sería decisivo en su vida. Del grupo formaba parte SAMUEL GUILLÉN, que era más conocido como el payaso TONGUITO. Éste, que era de una familia adinerada de Arroyos y Esteros, contra la voluntad de sus padres, había elegido el camino del arte.
El conjunto tomó la ruta I. Comenzó a actuar en San Lorenzo, pasando luego a Itá, Yaguarón y las demás comunidades ubicadas sobre una de las principales vías de comunicación de nuestro país.
A Quiindy llegaron justo para la fiesta de San Lorenzo, patrono del lugar. Luego, en una riña de gallos, fue quemado el telón que tenían y pusieron pies en polvorosa. En Valle Apu'a -después de Quiindy-, donde está el desvío que lleva al encantado territorio del Lago Ypoá, topetaron con una mujer que había enloquecido porque habían asesinado a su marido, que-mando la casa de la estancia que les pertenecía.
A medida que avanzaban, retrocedían las esperanzas que les había dado fuerzas para emprender el arduo trayecto. Había más dificultades que logros. En San Juan Bautista de las Misiones Tonguito vendió su tercer y último traje (los otros habían quedado en Caapucú y Florida).
En San Ignacio, Rodis conoció a IRENE SILVIA VERA -quien, con una magnífica voz, adoptaría el nombre artístico de CHORITA RODIS-, se enamoró y se casó con ella en Santa María de las Misiones.
De esos caminos polvorientos, Rodis y su conjunto regresaron a Asunción. Diversos puntos del Brasil y la Argentina formaron luego parte de su itinerario. Saliendo de Buenos Aires, en la segunda mitad de la década de 1950, realizaron una gira por varios países de América del Sur.
"En 1958 estábamos hospedados en el Hotel Crisol ubicado en un elegante barrio de Bogotá, Colombia. Era lunes y no teníamos actuación. Chorita y yo nos quedamos. Los demás habían salido a dar unas vueltas por la ciudad. Estábamos a la noche en la terraza y había una luna llena maravillosa. Por lo hermosa, se parecía a la luna que yo había visto en Villa Morra, junto a mi madre. Allí, en dos horas más o menos, recordando a Asunción, escribí la polca ÑASAINDY MIMBI", recuerda Rodis Segovia, quien vive en el barrio Trinidad.
"A fines de aquel año, cuando regresamos a Buenos Aires, se estrenó, en el Teatro Astral, la composición. Fue llamada canción de los inmigrantes porque expresaba el sentimiento común de los paraguayos que vivían afuera por entonces", concluye el, artista que recorrió mil y un caminos antes de regresar a quedarse en su tierra.