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MARÍA GRACIELA PALLARÉS DE MUSSI
  HEROÍNA DE LA EPOPEYA NACIONAL (MARÍA GRACIELA PALLARÉS DE MUSSI)


HEROÍNA DE LA EPOPEYA NACIONAL (MARÍA GRACIELA PALLARÉS DE MUSSI)

HEROÍNA DE LA EPOPEYA NACIONAL

MARÍA GRACIELA PALLARÉS DE MUSSI


 

         Como un homenaje a ellas trataremos, en una breve síntesis, de decir aquello que de heroico ha hecho la mujer en la época de la guerra de la Triple Alianza.

         El papel que desempeñó la mujer paraguaya en la heroica gesta de 1864 a 1870, hace que ella sea digna de ser ensalzada por todas las generaciones posteriores.

         Esa Mujer en sus múltiples facetas de madre, esposa, hija, hermana o novia del soldado, a quien consolaba, alentaba y acompañaba en los campos de batalla; esa Mujer que hasta llegó a guerrear en defensa de la heredad patria, es merecedora de los más grandes elogios y de las más bellas palabras que puedan brotar del corazón humano.

         Su aporte a la guerra abarcó desde tejer el uniforme del soldado, donar sus joyas, curar a los heridos, hasta pelear como una fiera sin más armas que palos, piedras, pedazos de botellas rotas o simplemente arena, acompañando al ejército de López en su doloroso tránsito desde Paso de Patria a Cerro Corá; para después, sin desmayos, tomar el arado y labrar la tierra en la titánica tarea de la reconstrucción nacional.

         Los periódicos de la época se refieren en diversas oportunidades a la mujer heroína. Así "La Estrella", "El Semanario", "El Centinela".

         El periódico "La Estrella" narra que: "jádeánte el pecho por la emoción, empañados de lágrimas los ojos por la pérdida de tantos seres queridos, transidas al cabo de tantos dolores, se encargaban de atender la agricultura con todo esmero en reemplazo del marido, de los hermanos y de los hijos, al mismo tiempo que preparaban lugares y establecimientos en que pudieran alojarse los niños huérfanos, que ellas ayudarían a mantener con la labranza".

         "El Semanario" nos habla de las mujeres que se desempeñaron en el magisterio, y dice que las huérfanas fueron recogidas en una quinta de Santísima Trinidad, con dos Maestras, y que se les proporcionaban textos, útiles y costuras y otras tareas propias del sexo.

         Nuestra historia ha recogido la actuación heroica de muchísimas mujeres. Una de ellas es la heroína del combate de San Solano (Este lugar era una estancia del Estado).

         El 3 de agosto de 1867, antes del ataque enemigo, por resolución del Mariscal, las mujeres abandonaron el lugar. Siendo las siete de la mañana, la columna brasileña tomó contacto con las fuerzas paraguayas. La lucha fue encarnizada; murieron muchos paraguayos, y los pocos que se salvaron, heridos y peleando hasta el final, se lanzaron a los bañados para llegar a los bosques cercanos, y así cayó San Solano en poder de los enemigos, mas la sorpresa de éstos fue grande, pues no encontraron allí casi nada: las casas vacías, unos pocos animales y los armamentos y municiones habían sido inutilizados antes de abandonarlos.

         Natalicio de María Talavera, en su crónica sobre lo acontecido, refiere: "Que fue grande la decepción de los soldados al no encontrar las mujeres prometidas. La previsión de S.E. el Sr. Mariscal había hecho qué se reconcentraran nuestras mujeres en las inmediaciones, sin lo cual muchas de ellas hubieran servido a la lubricidad de los conquistadores".

         La heroína de San Solano fue FRANCÍSCA CABRERA, excepcional mujer paraguaya, quien, antes de internarse en los bosques, el día del combate, o sea el citado 3 de agosto de 1867, arengó a sus hijos en guaraní. Natalicio Talavera, también tradujo al español sus palabras, y publicó; en "El Semanario" lo siguiente:

         "Una heroína apareció en esta ocasión. Una mujer llamada Francisca Cabrera, al ver que el enemigo avanzaba, tomó un cuchillo y seguida de sus hijos corrió a ocultarse en el monte. Rodeada de éstos, les dijo que allí todos morirían si eran cargados por el enemigo, pero que ella les defendería con su cuchillo hasta morir y que después de muerta ella, el mayorcito de sus hijos tomaría el cuchillo y pelearía también hasta morir. Dijo a todos que el enemigo les quería llevar, pero que prefiriesen morir con ella".

         Por fortuna, él enemigo no encontró a aquella heroica familia, que en su resolución nos dejó en nuestra historia un ejemplo de virtud patriótica, nacida del seno de una madre paraguaya.

         El patriotismo era inculcado a los hijos por sus madres, como bien puede deducirse de lo que "El Centinela", también periódico de la época en su número del 12 de septiembre de 1867, narra:

         "Una chiquilla de siete años pronunció la nochedel ocho en el Club Nacional una alocución en presencia de todo el bello sexo, que por su clara expresión, su acento

y los conceptos que contenía, arrancó repetidos aplausos.

         "Soy huérfana, decía; mi padre murió en la defensa de la patria, pero tengo brazos para vengar su generosa sangre. Yo también vengo a contribuir con lo qué tengo para la defensa de la libertad".

         No sólo las paraguayas participaron y se hicieron sentir en la magnífica gesta, alentando al gobierno y a los guerreros. Las extranjeras residentes en el país también.

         "El Centinela" del 10 de octubre de 1867, habla sobre la adhesión de las señoras extranjeras al Mariscal Presidente, y dice:

         "El tres del corriente, se reunieron las señoras extranjeras en el Club Nacional con el objeto de hacer una manifestación de gratitud al Excmo. Sr. Mariscal López.

         Las concurrentes manifestaron su adhesión espontánea al pensamiento noble de hacer notable el reconocimiento a las garantías que el Excmo. Gobierno del Paraguay otorga a todos los extranjeros. En consecuencia, se nombró una comisión de seis Sras. para la realización de todo lo concerniente al objeto. Sabemos que el próximo sábado tendrá lugar otra reunión. Esperamos fundadamente que tan bello propósito será secundado por actos de corazón como lo hemos notado en la primera reunión".

         Y luego en el siguiente número del mismo periódico, del 17 de octubre de 1867, leemos:

         "Las Damas Extranjeras", como título.

         "Felicitamos igualmente a estas distinguidas Sras. por el entusiasmo que han desplegado para ofrecer una espontánea muestra de sus sentimientos al Excmo. Sr. Mariscal López. La reunión del sábado estuvo espléndida, animada e interesante.

          Los discursos qué pronunciaron algunas Sras., honran al sexo de damas extranjeras, y merecen para nosotros una recomendación especial, porque ellos son las expresión franca y genuina de lo que todos sienten y palpan en la crisis actual. Bien hacen las extranjeras de llenar el más santo de los deberes, el más noble de los sentimientos - la Gratitud". No podemos olvidar el rasgo heroico del ofrecimiento que el cinco de enero de 1868, hicieron las mujeres de Pirayú, de tomar las armas en defensa de la patria.     Otra heroína paraguaya, digna de ser recordada, es la señora ENCARNACION DE ALVISO, esposa del Tte. Alviso, que pertenecía a la guarnición de Humaitá. Sufrió ella todos los horrores del sitio impuesto a la plaza por los aliados, y cuando ésta fue evacuada, el 24 de julio de 1868, siguió a su esposo hasta Isla Poí, donde juntos combatieron heroicamente.

         En medio de la lucha, vio caer muerto a su marido, y entonces para vengarlo, con un furor inenarrable, se lanzó contra el enemigo y luchó hasta que recibió un balazo en el corazón.

         En ese traslado de la guarnición de Humaitá a Isla Poí, al otro lado del río, pasaje que se realizó en medio de tremendos combates, lucharon al igual que los varones, las mujeres y hasta los niños.

         Otro acto de heroicidad incomparable:

         El 1° de agosto de 1868; mujeres y niños juntos, tomaron parte en una embestida de canoas paraguayas que ambicionaban romper el bloqueo impuesto por los aliados a Laguna Vera.

         Allí volvió a brillar la bravura de nuestras mujeres.

         El Cnel. Jorge Thompson, en su libro "La Guerra del Paraguay", se refiere a la actuación de la mujer paraguaya en el Campamento de Paso Pucú, dice: "Las mujeres del campamento tenían a su disposición una hilera de ranchos en cada división y en Paso Pucú había dos grandes aldeas dé estas casuchas. Tenían sargentas nombradas por ellas mismas, que eran responsables del orden.

         Las mujeres podían recorrer libremente el campamento excepto en tiempo del cólera, en que no se les permitió separarse de sus divisiones.

         Al principio no podían permanecer en los cuarteles después de la retreta, pero hacia el fin de la guerra, esta orden fue abolida. Asistían a los hospitales y lavaban las ropas.

        No podían dejar el campamento sin permiso especial del Gral. Resquín. No se les permitían raciones, y tenían que vivir con las que les daban los soldados".

         De lo que puede deducirse, que gracias a estas mujeres que aún soportando penurias y mal alimentadas, el campamento paraguayo se mantenía notablemente aseado y los enfermos y heridos atendidos lo mejor posible.

         En diciembre de 1868 se libró otra formidable batalla en Lomas Valentinas. Allí actuó como médico el Dr. Francisca Morra, caballero de nacionalidad italiana, quien asistió a una heroína paraguaya, de gran temple y patriotismo sin par.

         Referente a esto, relata un jefe aliado en su diario de guerra: "Las fuerzas de mi mando tomaron campo en el centro de las dos baterías, donde para mi desgracia existía un hospital, con gran número de heridos que estaban hacía unos días sin curar. En el suelo yacían otros muertos, aquello era espantoso, ver ésos infelices casi moribundos, mezclados a los cadáveres y sobre todo a una infeliz joven, de hermosa faz, a la que un casco de granada le había arrancado las dos pechos, vivía aún en una agonía infernal. El Dr. Francisco Morra hizo todos los esfuerzos imaginables por salvarla, y no pudo conseguirlo".

         En esa batalla de Lomas Valentinas, las mujeres, en medio del fragor de la lucha, rasgaban sus vestidos para vendar a los heridos, a fin de que éstos pudieran volver al combate.

         El 21 de diciembre de 1868 se iniciaba la gran batalla de siete días de Itá Ybaté, en la que murió casi la totalidad de los guerreros paraguayos, y en la cual se distinguió otra mujer, comparable a las anteriormente citadas.

         Cuenta Juan Crisóstomo Centurión en sus "Memorias", que RAMONA MARTINEZ, una adolescente de apenas 15 años, de tez morena, cabellos y ojos negros,  formaba parte de la servidumbre del Mariscal y se hallaba en su tienda de campaña contemplando el desastre, cuando el enemigo se acercó al lugar y lo rodeó.

         El Mariscal y otros lograron escapar, mientras ella absorta quedaba sola entre los invasores que salían de todas partes.

         Se puso de pie, miró fijamente a su alrededor, salió de la tienda y comenzó a caminar. Algunos heridos que estaban resignados a morir en el glorioso campo de batalla, le indicaron el camino seguido por el mariscal y los otros sobrevivientes y con algunos heridos que podían, siguió camino.

         Divisó un destacamento enemigo que perseguía al mariscal y sus compañeros, tratando de cortarles la retirada, por lo que ella, andando por atajos trató de unirse a ellos, alcanzándola antes el enemigo, y ella, con una espada que le había dado el mayor Ozuna, arengando a los heridos, comenzó a atacar. Primero el enemigo afrontó su ataque, y el de los heridos arengados por ella, con estupefacción, hasta que la atacaron y cayó herida en la cabeza y en el pecho. Los brasileños la contemplaron con admiración y respeto, e intentaron acercarse a ella, pero se levantó sangrando y se abrió el camino a sablazos, desapareciendo de sus perseguidores tras un montículo cercano. Libre de la persecución y fuera del campo de Itá Ybaté, antes de llegar junto al resto del ejército que seguía al mariscal, Ramona tuvo que enfrentar otra lucha junto a los combatientes al mando del Mayor Patricio Escobar en él pasaje de Ypecuá. Luego pasó a Carapeguá, Cerro León, y llegó con el ejército hasta Cerro Corá.

         Esta heroína sin par,  falleció en la Asunción, a la avanzada edad de 92 años, totalmente ciega.

         El periódico "La Estrella", del 27 de marzo de 1869, lleva inserto un suelto que tiene como titulo el nombre de tres damas: "Doña Petrona Acosta de Argüello, doña

Lucía Ramírez y doña Francisca Oviedo", y su texto dice:

         "Estás ciudadanas cuyos nombres van al frente, son vecinas de Yhacanguazú y cabezas de las secciones que se forman en sus distritos, para atender tanto la moralidad como la agricultura. Merecen una mención especial estas distinguidas hijas de la patria, por la inteligencia y buen orden en el manejo de sus secciones, así como la actividad y celo que despliegan en el cumplimiento de sus obligaciones... Nos complacemos en consignar en nuestras columnas como un bello ejemplo de laboriosidad y celo a las respetables señoras que hemos mencionado. También se ha particularizado a doña Francisca Oviedo, reuniendo a sus seccionarios para recomendarles las comunicaciones con las familias residentas, explicándolas en términos sencillos lo que importa la caridad y que faltando esta virtud cardinal, ya no habrá esa fraternidad que debe reinar en las familias, concluyendo que procuren ayudarles en todo y hacer qué su permanencia en el Distrito sea, agradable".

         "La Estrella" del 10 de abril de 1869 se refiere a la mujer que no faltaba en los bailes que se daban en las divisiones, que animaba con su presencia a los concurrentes y alentaba a los bravos soldados.

         El ejército paraguayo había sido prácticamente aniquilado en la batalla de Itá Ybaté. Sólo escaparon unos pocos que acompañaron al mariscal López. Los aliados no los persiguieron, y marcharon a la Asunción a saquearla. El Comandante de las fuerzas aliadas, Marqués de Caxías, consideró terminada la guerra, y abandonó el teatro de operaciones.

         El Mariscal López se trasladó a Azcurra el 1° de enero de 1869, y desde entonces comenzaron a llegar los heridos, rezagados dispersos y prisioneros que se habían fugado de los campamentos enemigos. El mariscal llamó a todos los varones que hasta entonces por su edad no habían sido llamados a las armas.

          Fue así como llegaron ancianos y niños, traídos estos últimos por sus propias madres e incorporados al ejército. En pocos días el mariscal reunió un total de 12.000 personas.

         Piribebuy fue declarada capital provisional. El nuevo comandante de las fuerzas aliadas era el Conde D'Eu, yerno del Emperador del Brasil, quien se propuso apoderarse de dicha capital provisional.

         El Comandante Pedro Pablo Caballero era jefe de la plaza que contaba con una guarnición de 2.000 personas: ancianos mujeres y niños en su mayor parte. Los enemigos llegaron a sitiar a Piribebuy el 11 de agosto de 1869. El Comandante Caballero fue intimado a rendirse y que se retirasen de allí las mujeres y los niños, a lo que respondió: "Decid a vuestro jefe que las mujeres y los niños están aquí seguros y que él mandará en territorio paraguayo cuando no haya uno que lo defienda". De inmediato comenzó el ataque, la resistencia fue notabilísima, murieron los bravos y quedó la última resistencia a cargo de mujeres armadas de botellas y palos. El Comandante Caballero fue hecho prisionero. Afirma el historiador brasileño Borman que las mujeres pelearon en las trincheras "con una bizarría no común en su sexo; cayeron decenas de aliados a los golpes de sus manos defensoras, armadas de sables o de fusil, de pedazos de piedras, de botellas vacías, de huesos y hasta de tierra.

         Un grito clamoroso resonó contra los primeros imperiales que asomaron dentro de las trincheras, y a este grito, que pareció surgir del fondo de la tierra, siguió una descarga de botellas vacías y una nube de arenas que cegó a los asaltantes: eran las mujeres de Piribebuy".

         Las heroínas de Piribebuy fueron casi todas exterminadas; las que sobrevivieron fueron llevadas ante el Serenísimo Príncipe para presenciar el sacrificio de sus compañeros, el incendio del hospital repleto de enfermos y heridos. Esto lo anota el Conde D'Eú en su diario de guerra.

         En el mencionado hospital se encontraba atendiendo a heridos, la Sra. Francisca Yegros de Yegros, quien murió con aquellos que no pudieron escapar de tan tremenda muerte, y a quienes estaba tratando de ayudar a hacerlo.

         De actos de heroísmo de la mujer, nuestra historia está llena. No podemos dejar de mencionar a aquellas madres que el 16 de agosto de 1869, en los campos de Acosta Ñú, en una de las batallas más sangrientas de la guerra, perdieron a sus hijos, adolescentes apenas, y tampoco podemos olvidar que hubo mujeres que guerrearon en esos mismos campos, junto a esos niños, armadas de fusiles que ya no servían.

         Mención especial merece también la inseparable compañera del Mariscal, la irlandesa: Elisa Alicia Lynch, quien lo siguió hasta el momento supremo de Cerro Corá, y presenció también la muerte de su joven hijo, el Cnel. Juan Francisco López (Panchito) quien no se quiso entregar al enemigo, y también la de otro hijo, José Félix, de 11 años, bárbara y brutalmente sacrificado.

         Así pasaron las mujeres paraguayas cinco años de sufrimientos inenarrables y luego tomaron sobre sus espaldas la tarea de reconstrucción de la patria. Con amor y con tesón, cumplieron con el deber, de sustituir al hombre como pilar sostenedor de la casa.

         Hicieron los trabajos más pesados, se encargaron de la labranza y otras mil tareas más, que con sus manos femeninas fueron hechas con dulzura y suavidad.

         Para todas las mujeres que han escrito páginas memoriales en nuestra historia, nuestro loor y alabanza por siempre!

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

CARDOZO, EFRAIM: Historia del Paraguay Independiente.- Reproducción del tomo XXI de Historia de América y de los pueblos americanos. Dirigida por Antonio Ballesteros. Salvat Edit. Barcelona, 1949, con autorización de los autores. Asunción, 1964.

Id., Id.: Efemérides de la Historia del Paraguay.Hoy en nuestra historia. Ediciones Nizza, Asunción - Buenos Aires - 1967.

Id, Id.: Breve Historia del Paraguay. Eudeba, Nº 33.

Artículo: Final de hace 100 años: Sucumbe el Mcal. López en Cerro Corá al grito de "Muero con mi Patria y con la espada en la mano". La Tribuna 1° de marzo de 1970.

CENTURION, JUAN CRISOSTOMO: Memorias - T-IV, 1944

Crónicas de "El Semanario" y de "La Estrella".

"EL Centinela": Colección del Semanario de los Paraguayos en la guerra de la Triple Alianza. 1867 - Fondo Editorial Paraguay - Prólogo de José Antonio Vázquez.

FRANCO, VICTOR I. Artículos: Combates en San Solano: En escena bélica una extraordinaria mujer paraguaya. La Tribuna 28-I-1968.

Dos episodios de sublimidad en la guerra grande. La Tribuna 11-I-1968.

Las Heroínas mujeres del Acosta Ñú. La Tribuna 9-III-1969.

KOSTIANOVSKY, OLINDA M. DE: El Papel de la Mujer en la Epopeya Nacional. La Tribuna 1-II-1970. Retazos de heroísmo. La Tribuna 17-V-1970.

RAMOS, R. ANTONIO: La Mujer paraguaya en la guerra contra la Triple Alianza. Conferencia pronunciada en la Academia Paraguaya de la Historia 21-VII-1970. THOMPSON, JORGE: La Guerra del Paraguay.

ZARZA, IDALIA FLORES G. DE: La Mujer en la Epopeya. - La Tribuna 1°-III-70. Gran Primera Asamblea Americana de Mujeres. ABC (Cont.) 24-V-1970.



FUENTE - ENLACE INTERNO:

 

ANUARIO DEL

INSTITUTO FEMENINO DE INVESTIGACIONES HISTORICAS

VOLUMEN Nº 1

ASUNCIÓN – PARAGUAY

1970 – 1971 (175 páginas)

 

 

 






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