En el Club Guaraní, de Asunción, al son de polcas, galopas y otros ritmos no nacionales, a la medianoche, el baile llegaba a su pico más elevado de entusiasmo. La orquesta típica moderna de Florentín Giménez era la que animaba ese fervor. Media hora después de ingresar el nuevo día, sin embargo, abruptamente, paran los instrumentos. Tras el silencio, las preguntas tuvieron respuesta: llevaban preso al director del grupo orquestal.
Era el año 1952. Gobernaba FEDERICO CHÁVEZ. El jefe de Policía era ya, entonces, EPIFANIO MÉNDEZ FLEITAS, músico también. La intolerancia se había lavado la cara, con los colorados que se decían democráticos en el poder, pero seguía con los mismos afilados dientes de lobo para los que no pensaban como ellos. Todo lo que oliera a comunismo era para ellos cabeza de persecución.
FLORENTÍN GIMÉNEZ era vice-presidente de la combativa Asociación de Músicos del Paraguay, AMP. Su representante pertenecía al Partido Comunista. Una noche allanaron su casa y, entre otras cosas, encontraron el formulario de contratos de la típica moderna. Con esa lógica tan extraña a la racionalidad, el siguiente operativo fue la detención -sin orden judicial alguna, por supuesto-, del director de la orquesta.
Luego de tres semanas, quedó decretada la "suerte" del hombre que había nacido en Ybycui el 14 de marzo de 1925. Le dieron la libertad, pero le pusieron en una canoa, rumbo a Clorinda. El exilio era el camino más corto para alejar a los que eran considerados enemigos del régimen.
FLORENTÍN GIMÉNEZ, acorralado por el techaga'u, escribió allí ADIÓS GOLONDRINA -sólo música, sin letra-, y NOCTURNAL. En esta última, con ritmo de guarania, el artista vuelca sus sentimientos de paraguayo desterrado al otro lado del río de su patria. Evoca a su esposa e hijos y cada nota va describiendo su ánimo golpeado por el deseo del regreso junto a los suyos.
Mientras tanto, en la orilla opuesta que él añora, sus amigos músicos no se cansan de pedir al gobierno el fin de ese castigo tan duro. Los reclamos surten efecto positivo a los tres meses y Giménez huele de nuevo los aromas de los azahares y de las diamelas de su tierra.
Conversando con el que es también su coautor en ASÍ CANTA MI PATRIA, LIONEL ENRIQUE LARA, le contó las penurias que pasó en esa ciudad argentina de frontera que se había convertido -sobre todo después de la guerra civil de 1947-, en puerto indeseado pero acogedor de los paraguayos desterrados. Le habló del motivo de la composición musical que había dado en llamar Nocturnal. Este nombre, más que al hecho físico en que la luz se convierte en sombras durante varias horas, se refería a la noche de su espíritu.
Lara comprendió la idea del músico y a partir de la circunstancia que le había relatado, escribió la letra de la composición. Se refirió a los fantasmas de la memoria del artista y aludió a la luna, para que hiciera de mensajera e intermediaria con la dueña de su amor.