Un buen día, alrededor de 1985, en las Islas Canarias -España-, el músico y compositor RUBÉN DOMÍNGUEZ -nacido en Puerto Casado, Alto Paraguay, el 18 de enero de 1957-, recordaba los primeros años de su vida. Y, como en una película, aparecieron las escenas de su infancia y adolescencia: la vida dura de los obrajes, el sacrificio de su padre LORENZO DOMÍNGUEZ, la ternura de su madre ESTHER ALVARENGA, quebrachos por todas partes, el río viajero, las idas y venidas interminables.
De pronto, su memoria se detuvo en el OBRAJE FRANCIAKUE, de la compañía cementera Vallemí, a escasos kilómetros del poblado del mismo nombre, en el Departamento de Concepción. Volvió a ver a su padre, acusado de méndez-fleitista aun cuando era reconocido febrerista, caminando hacia el pueblo, acompañado por su esposa.
Rubén rememoraba entonces que al llegar a su casa los tahachí le responsabilizaron de estar fabricando bombas. Y como el dictador ALFREDO STROESSNER -sería 1963, más o menos-, la conclusión era obvia: quería asesinarlo. Descubierta la "conspiración", había que descabezarla.
"Lo que había sucedido es que papá, que era en el lugar recibidor de trozos de madera destinados a la alimentación de las calderas de Vallemí, había traído cemento para hacer el piso. Adentro de las bolsas habían unos balines. Y con ellos nosotros, los niños, jugábamos día y noche", cuenta Rubén en su casa de Tacumbú.
Doña Esther, ante la injusticia que estaban cometiendo con él, movió cielo y tierra. Y desempolvó de algún viejo baúl el salvoconducto que su papá, que por entonces era comandante de la Cuarta
Región militar con asiento en Concepción, le había dado a su marido. Y con ello logró sacarlo de la alcaldía del lugar. Tuvieron que salir de la comunidad en la que vivían, para continuar su destino de caminantes.
El vale morotî era, en Franciakue, el cartón con el que se retiraban las provistas del almacén de la cementera Vallemí a precios muy elevados. No había alternativa. Cada ocho días se distribuía el vale.
"Nosotros jamás vimos la plata del trabajo de mi padre. Solamente era ese vale. Eso me inspiró a mí para componer la canción que es, en parte, mi autobiografía", comenta Domínguez. Su madre agrega que tras el incidente ocurrido con su marido, que siempre había sido febrerista, fue la única vez que su esposo recibió en dinero contante y sonante el saldo que le quedaba.
Bajaron luego a Rosario y de allí su marido, tras aclararse un confuso episodio de entrega de quebracho de años atrás, volvió a ser contratado por la compañía taninera CARLOS CASADO. Mientras tanto, Rubén Domínguez, ya músico hecho y derecho, se abría picadas en el oficio de la música. En 1976 viajó a Europa y unos años después compuso VALE MOROTÎ.