De niño, traido por las aguas y con el inmenso sueño de ser cantor un día, a bordo de una lancha -San Rafael- bajaba sobre las aguas del río Paraguay JOSÉ MAGNO SOLER. Nacido en San Pedro de Ycuamandyyú el 6 de octubre de 1935, llegó a la playa Montevideo para mezclarse con los habitantes de Asunción. Tras abandonar el puerto con su olor extraño e intenso, sus ojos miraron sorprendidos los rincones de aquella ciudad de la que había oído hablar, pero nunca había pisado sus calles.
Villa de San Pedro, con sus casas de gruesas paredes y la generosa sombra de sus árboles, había cobijado la infancia de aquel niño que estrenaba sus asombros más nuevos en la capital. Luego, por algún tiempo, había vivido en Puerto Antequera. Allí se le volvieron familiares los nombres de los barcos -Anita Barthe, Pingo y otros-, las figuras de los peces, los barrancos de Buena Vista y el entorno silencioso del Curusu Chicá.
Ese niño -sin saberlo- repetía la historia de tantos otros que como él llegaban a la ciudad comunera de las Indias con el afán de ser alguien un día. José Magno estudió y consiguió su primer empleo como dactilógrafo del entonces Colegio Militar (hoy sede de una parte del Congreso). Como sus dos obsesiones eran una guitarra y un reló, con su primer sueldo satisfizo su primera aspiración comprando el instrumento de un fabricante de Ypacaraí. Su segundo sueldo se convirtió en polvo con el reló que tanto había querido. Había noches en que no dormía para controlar si las horas coincidían con las que marcaban en la Catedral.
El joven vivía en la cuadra del cuartel, frente a la habitación de los músicos. Cada vez que salían de serenata sus compañeros él se ponía en punta. Así fue aprendiendo algunos secretos de la guitarra y algunas composiciones que cantaba en medio del jolgorio.
Un feliz día estaba cantando en la casa de una familia en Don Bosco casi Jejuí, cerca de la iglesia de María Auxiliadora. Cantó MITÂKUÑAMI, de EFIGENIO CABALLERO y CÉSAR MEDINA.
Un hombre de traje gris, sentado en un rincón de la casa, se le aproximó al terminar su interpretación se acercó a él.
-¿Ud. quiere cantar?-, le preguntó a manera de saludo.
-Sí, esa es la aspiración que traje de mi pueblo-, le contestó JOSÉ MAGNO SOLER.
-Tiene linda voz, pero debe aprender algunas cosas elementales. Yo soy CÉSAR MEDINA, director del CONJUNTO SAN SOLANO y estoy dispuesto a ayudarlo- le dijo aquel hombre.
Le explicó luego que al interpretar su obra había escogido la nota Mi, razón por la que no alcanzaba su voz en las partes altas. "Entonces, tenés que cantar en Do para no tener problemas", le aconsejó de entrada.
"Con él aprendí cosas prácticas, no teóricas. Me enseñó a promediar los tonos de acuerdo a la capacidad de mi garganta. Pronto fui su cantor y andaba con él, ijapyri, con su moto por todas partes", recuerda el sampedrano.
A comienzos de los años '70 regresaba al país MAURICIO CARDOZO OCAMPO. Buscó, para el CONJUNTO PERURIMÁ, un cantor. Y el escogido fue JOSÉ MAGNO SOLER. Para entonces ya era un intérprete de renombre en el ámbito de la música paraguaya.
En 1985 el Centro Sampedrano de Residentes en Asunción organizó una excursión por barco a la tierra que los había visto nacer y crecer. Arribaron al Puerto Jejui. Lo primero que hicieron fue bañarse. Luego enfilaron rumbo a la Villa donde asistieron a una misa y se encontraron con sus familiares. Recorrieron después el Aguaraymi, el Aguaray Seco y otros lugares que les devolvió la memoria de lo que habían pasado. Se dieron un chapuzón en el Puerto Inga. Retornaron a San Pedro, de donde partieron rumbo a Antequera. Antes de emprender el retorno, oraron ante el célebre Kurusu Chicá del lugar. Finalmente el río Paraguay escuchó a cada uno relatar lo que acababa de vivir.
En ese viaje le nació a José Magno la idea de escribirle una letra y una música a su valle. "A mí me gusta lo descriptivo. Entonces, lo que viví allí fui volcando en la composición que llamé San Pedro del Norte para diferenciarlo del que está en el sur. Simultáneamente fui haciendo la poesía con la música basado en mi reciente experiencia. Le hice escuchar a varios amigos. Corregí. Luego de cuatro años recién me animé a grabar", relata el que de pequeño había soñado con ser cantor y lo había logrado. Llegó incluso más lejos porque su talento lo convirtió también compositor para que su voz interior se tradujera en versos y melodías.