Entre las composiciones de Félix Pérez Cardozo -nacido el 20 de noviembre de 1908 en Hy'aty que hoy lleva su nombre, en el departamento del Guairá--hay dos polcas de singular belleza: Ángela Rosa y El sueño de Angelita.
La pregunta que brota naturalmente es si esas dos ángelas son las mismas o solo hay coincidencia. La respuesta la tiene Ángela Rosa Pérez Deán, una de las hijas del artista que con el Guyra Campana y otras obras de su autoría le dio vuelo universal al instrumento modificado por él -le cambió el diseño y le agregó cuatro cuerdas, completando 36-para darle mayor campo de expresión.
"Las dos obras están dedicadas a mí", cuenta en una fugaz visita a Asunción la señora que vive en Buenos Aires. En el brillo de los ojos y en los gestos que permiten leer su cuerpo hay orgullo y convicción.
"Mi mamá, Victoria Deán, hija de españoles a la que mi papá habrá conocido alrededor de 1940 y se casó con ella era la que me contaba la historia de esas dos obras. Yo había nacido en 1946 y él -que estaba lejos de Buenos Aires, actuando- llamó por teléfono. Lo que quería era una nena para hacerla cantar e integrar su conjunto. Supo que todo había salido bien y, como demostración de alegría. . . se fue a farrear tres días con sus amigos. Al tercer día vino llegando con un ramo de flores. Así era él", cuenta Ángela Rosa, quien lleva los nombres de sus dos abuelas. "Ángela era la mamá de mamá y Cándida Rosa era el nombre de mi abuela paterna", precisa.
De esos días de dicha compartida con sus amigos de juerga es Ángela Rosa.
"La otra la compuso alrededor de 1950. Yo tendría cuatro años. Vivíamos en alquiler en Palermo Viejo, en Humboldt 2101 y Soler. Él siempre venía al comedor a afinar su arpa, ensayar sus arpegios. Yo jugaba con una muñeca cerca de él mientras mamá hacía las cosas de la casa. En un momento dado, me quedé dormida en el sofá. Él me vio y empezó a componer en su arpa El sueño de Angelita. Durante muchos años fue solo instrumental", sigue relatando con el mismo fervor del principio.
La letra de El sueño de Angelita es del poeta argentino, amigo de los músicos paraguayos, Eduardo Rayo. Apenas se le menciona a Ángela Rosa este nombre, ella dispara: "Él hizo la letra ya después de la muerte de papá, sin autorización nuestra. Es obvio que conocía la circunstancia de su creación. Mamá nunca hizo nada para reclamarle. No le desautorizamos nunca. No lo hizo ella ayer, no lo voy a hacer yo ahora".
"De las dos composiciones, mi preferida es Ángela Rosa. Por más de que cada vez que la escuchó hago el esfuerzo para no emocionarme, siempre se me caen las lágrimas", confiesa.
A su padre lo recuerda como un hombre alto, de un metro con noventa centímetros, elegante y buen mozo. "Era puro corazón. En nuestra casa no faltaba nada, pero tampoco sobraba. Él les ayudaba a todos, sean músicos, políticos o lo que fueran. Era de una inmensa bondad", rememora. "Lo que también se me viene nítidamente a la memoria es que pocos días antes de morir, el 9 de junio de 1952, me llevó de paseo al bosque de Palermo. Los dos estábamos de gala: yo con un vestido vaporoso y él con smoking, como se ponía para actuar. Fue un trayecto inolvidable. También me acuerdo que de madrugada, cuando llegaba con su arpa, yo siempre estaba sentada esperándole. Dormía profundamente, pero cuando abría la puerta lo sentía. Él me entregaba las bananitas de oro que siempre me traía, las comía y volvía a dormir", concluye Ángela Rosa.