DE CARA AL CORAZÓN
(2a edición)
Poesías de ELVIO ROMERO
RP ediciones
Edición al cuidado de LALO ROBLES
Composición y Armado: A & C.
Tirada: 1.000 ejemplares.
Hecho el depósito que marca la ley.
Este libro se termino de imprimir el
Asunción - Paraguay
7 de Agosto de 1995
ELVIO ROMERO (Premio Nacional de Literatura 1991) afamado poeta paraguayo publicó en Editorial Losada, Argentina, en el año 1955, este libro de poemas de amor que Expolibro y RP ediciones han deseado poner nuevamente al alcance del público lector.
La poesía romántica de ELVIO ROMERO es poco conocida; opacada quizás por su combativa producción de contenido social, viene a emerger ahora con el ardor y el sentimiento descarnado de un espíritu íntimamente vinculado a la tierra, a la vegetación y. al calor incandescente de lo nuestro.
RAFAEL PERONI
POESÍAS DE ELVIO ROMERO
CANCIÓN
Busqué un pozo; resonaba
tu voz, dormida, en el fondo.
Tu voz y el agua; yo encima.
Yo y el brocal sobre el pozo.
Fuimos tres: tú, el pozo y yo,
palpando sombríos hoyos,
tú buscando perlas finas
con que alhajarte los ojos.
El pozo, oreando entrañas
de elementales despojos,
yo averiguando en la tierra,
desenterrando sollozos.
Así te encontré. Te traje.
Latido intangible el chorro
que ordenaba el manantial,
ascua de emoción tu rostro,
y un gesto de juventud
en el uno y en el otro.
Tú y yo por honduras vivas.
El amor sobre los hombros.
Dos ríos de eternidad.
Dos perfiles en asombro.
TUS PASEOS
Hoy bajas por la carretera
y yo te escucho cómo cantas;
vuelan pájaros de tus hombros,
vuelan gramillas de tus faldas;
en las colinas de tus senos
se aventan las oscuras gramas,
y se ve en el trasluz del horizonte
que se disipa ya la madrugada.
Tú sales a mirar la noche,
a trajinar por las llanadas,
desprendes el cabellos al aire
y la humedad se te rezaga
bajo los pies, entre las piedras,
elemental y sofocada,
y yo te aguardo porque sé que traes
los ojos limpios de esperar el alba.
Necesitas la noche; sube
su penumbra por tus espaldas,
tomas olor a los tomillos,
desnuda entre las hierbas agrias
verdes se quedan tus hoyuelos,
florecen verdes tus pestañas,
y vuelves como un árbol caminante,
como raíz nutrida y fecundada.
Por las colinas de tus senos
se aventan las oscuras gramas.
Tú necesitas de la noche,
de los montes y las bajadas.
Pones la mano entre la tierra,
quedas de pronto ensimismada,
y luego vegetal, verde y sereno,
tu rostro se ilumina en la mañana.
FERVOR
Junto a ti se arremansa,
sin reposar, mi sangre.
Lleva la sangre en vuelo
sus ariscos raudales;
llega a ti conmovida
de fuego y desenlace,
es decir, ya cumplida
su jornada más grande,
su vocación antigua
de sueños anhelantes.
Primero entre los hombres
sus semillas expande,
allí aprende dulzuras
que a tu presencia trae,
conoce altas banderas,
luego te da sus panes,
primero va a la tierra,
después tu sol comparte.
El gran silencio herido
que de pronto le invade,
es por haber tocado
fragorosos follajes,
o amado en sus remansos
los frutos más radiantes,
y por días más bellos
luchar y desangrarse.
El amor es más pleno
cuando llega y reparte
por la tierra semillas
de ilesas claridades.
Entre otras vidas fueron
bruñidos sus caudales;
recogió por la patria
sus más hondos cantares,
al remansarse en ella
cosechó sus mensajes,
y hoy nuestra pobre mesa
está llena de panes
que amasó entre otros hombres,
que por sus luchas arde,
que halló por los caminos,
que hirió por sus combates.
Hoy junto a ti se tiende,
sin reposar, mi sangre.
PORQUÉ
Por qué no habremos de querer nosotros
lo que nunca quisimos; por ejemplo, una casa
sobre el remanso de un río,
con camalotes en sus costados,
con sus ventanas en regocijo»
Por qué no habremos de escuchar nosotros
lo que la noche escucha; por ejemplo, una sombra
que nos sirva de abrigo,
que allí muera misteriosamente
asumiendo el color de sus dominios.
Por qué no habremos de pisar nosotros
lo que jamás pisamos; por ejemplo, un sendero
con olorosos racimos,
con una hoguera que allí se encienda,
con grandes lluvias que nunca vimos.
Por qué no habremos de sonar nosotros
con un eco que suene; por ejemplo, un murmullo
que tiemble en el sonido,
el que responda a las preguntas
que junto al fuego recogimos.
Y por qué no buscar siempre
lo que es parada en un camino,
lo que hay de otoño en un verano,
lo que hay de ardiente en lo más frío,
lo que es sonrojo en unos labios,
lo que es Recuerdo en el Olvido,
lo que es pregunta en la respuesta,
lo que es jadeo en un suspiro,
lo que es vital de esa alegría,
de esa tristeza en que vivimos.
TRANSFIGURACIÓN
No sé a veces qué somos, si ya cada
grumo de tierra suena en nuestra mano,
si eres mujer o barro de secano,
si yo varón o arena derrumbada.
Si tu cara es latido o si semilla,
si un ramaje de hierbas tu cabello,
si tus ojos dos ascuas en destello,
si mi sombra un helor que se arrodilla.
Tanto llevamos un color de tierra,
que nuestro cuerpo es como tierra lisa,
tierra que el viento reconoce y pisa,
que el aire besa y su ademán encierra.
Tanto de tierra somos, tanto enciende
la tierra nuestra sangre y nuestra vida,
que ya no sé si somos sólo herida
de tierra que sus vértigos esplende.
Si te embisto, tal vez ya sólo embisto
una colina, un surco, un sembradío,
y, labrador al fin de esfuerzo y brío,
de sol me anego y de calor me visto.
De tierra somos. Ya la tierra muerde,
mujer, tu entraña dulce y fragorosa,
y si mi fuego de varón te acosa,
los hijos saltan de tu prado verde.
No sé si por tu piel se transfigura
la vegetal orilla de un paisaje,
no sé si vuelves o si estás de viaje
hacia la tierra, hacia su agricultura.
Si varón o mujer, no sé; si en vano
pretendemos no ser yerba o simiente,
si dos ramas que sellan su corriente,
¡si dos raíces que se dan la mano!
SOMOS ÚNICOS
Por la densa tristeza del amor; por su alegre
soledad,
somos únicos;
única es la penumbra que nuestro lecho expande,
la decisión que insurge de su cuenco desnudo,
la acción de nuestra sangre tiene mayor espuma,
mayor gloria atesoran su fuerza y sus impulsos.
Las dos más desbordantes cenizas de una
hoguera.
Los dos más alhajados de un eco taciturno.
Los dos más destinados a sangrar en silencio.
Los dos pechos del yunque más sonoro y más puro.
Los más hechos de llanto, de surco removido.
Las dos más enlazadas emociones del mundo.
Por la densa tristeza del amor, por su alegre
soledad, somos únicos;
únicos por el fuego mayor que enardecemos
—mayor sangre en el beso, mayor su avance
oscuro—,
mayor tamaño tienen las rejas de mi arado,
con lágrimas mayores sobre tu pecho acudo,
la ausencia me desgasta con heridas mayores,
aunque regreso siempre mayor y más profundo!
AH, NO TEMAS, HERMOSA.
Tus manos son dos frescos
remansos que me llevan,
al insurgir de un fondo
de oscura arena,
levantan un nocturno
fragor entre las venas,
enardecidos vasos,
liturgia plena,
pendientes jazmineros
de fuego y seda,
con diez iluminadas
fosforescencias:
alba, rocío, sueño,
irradiación, belleza.
Llevan simientes, bosques,
sol, sementeras,
desnudo corazón,
olas y estrellas,
poder de exhalación,
júbilo y fiestas.
Ah, no temas, hermosa,
que acaso sean
las que más alto vuelen,
las que posean
la urdiembre de la luz
y las hogueras;
déjalas extenderse
hallando perlas
en el rito nocturno
que nos recrea;
táctiles llamaradas,
cántaros que despiertan,
frutos de la creación,
envíos de la tierra!
Sus diez racimos penden
con el rocío a cuestas,
baten constelaciones
de clara fuerza,
toman de la intemperie
su azul firmeza,
sus golpes matutinos,
sus túnicas, sus hebras,
y en ignea exhalación
activan y se aquietan.
Ah, no temas, hermosa,
que de repente hieran
el aire, cuando emprenden
la firma empresa
de perseguir los frutos
más hondos de la tierra;
son opulentos vasos,
liturgia plena,
radiantes jazmineros
de fuego y seda,
alba, rocío, sueño,
irradiación, belleza.
TE LLEVARE A LOS MONTES
Te llevaré a los montes,
te enseñaré las ciegas resonancias
de la hirviente madera que en silencio conversa
—monte arriba y enferma de arrogancias—
con el viento, que atiza
su báculo impreciso revolviendo las ramas.
Aquí se es simple: mira,
mita esos rostros de apretadas aguas
donde la barba crece, pelo y bronce,
con trémulos visajes de color de campanas;
mira cómo se acercan a la tierra, perpleja
de verlos oficiantes de su sangre primaria.
Aquí huelen tus trenzas
a mojada raíz iluminada,
a sudor cuyo riego de cristal sobrellevan
varones que comandan su castigada savia,
huelen a vehemencia de relámpago agreste,
a levadura y lluvia descampada.
Simple es aquí el amor. Y jubiloso
el ímpetu, el caudal con que prepara
la sangre su encendida vocación fecundante,
la desbordante fuerza de sus hijos de grama,
simple y claro el amor, y silencioso,
con el silencio fuerte de la honradez más alta.
Te llevaré a los montes
y pronto —monte adentro— prendidas nuestras
lámparas,
dorada la piel honda entre panales,
con el ceñido fuego del sol sobre la espalda,
mujer, recogeremos
un palino, ayer perdido, de tierra ensimismada,
el mágico milagro de los callados sueños,
el transparente orgullo de una nueva jornada!
ELLA
Camarada: es que lleva
sobre la frente femenina lunas,
relámpagos, luciérnagas.
Reconociendo en Ella
sus largas hebras, la intemperie toca
su oscura cabellera.
Su claridad penetra
y anima el poderío de un paisaje
de primarias riberas.
Sus bucles bailotean
al ras del aire, como si sus manos
sencillas se mecieran.
Taciturna en la urgencia
de aprisionar los ecos del silencio,
posa el oído en tierra.
En su rostro conserva
la impaciencia boreal de una semilla
que el rocío atraviesa.
El decoro, a su vera,
se sienta con un gesto adolescente
de humilde transparencia.
Camarada, es que lleva
lo que mañana, al ascender el alba,
llenará nuestras fiestas.
Simple muchacha, bella,
bravura y amistad, ímpetu y calma,
¡rectitud mañanera!
ÉXTASIS
(Ante un paisaje)
Como un aire que pasa
llevándose una brizna por las cuestas,
un viento extraño, aligerando el paso
por la fragancia de las cumbres quietas,
llevó mi frente hacia no sé qué fuentes,
llevó tus ojos a no sé qué tierras...
El sol destituía
su cárdeno fulgor por las laderas;
me miraste, sin ver, el ceño adusto,
te estreché, sin sentir, la mano diestra.
El crepúsculo haría aquellos rostros
—humo y cobre— en la oscura carretera...
Devanando algo incierto
tu mirada era un tiesto de tristezas;
ciego y absorto, en mi perdida estancia,
removía no sé qué aguas secretas,
viandantes del poniente mis dos manos,
fugitivos tu rostro y tu belleza.
Tal vez, tal vez pensaba
que aquellos rostros —humo y cobre— fueran
nada más que espejismos de la tarde,
no más que arcilla pobre y polvorienta,
tal vez yo te buscaba no sé adonde,
tal vez me dibujabas en la arena...
Que tú estabas lejana,
que yo perdido en una dulce ausencia;
eso es verdad; el monte mismo
parecía volar hacia otras tierras,
y el propio corazón —péndulo al viento—
rodaba por la vieja carretera...
SÓLO NOS CABE YA...
Mi dulce y buena camarada, ahora
nos cabe contemplar subir la aurora.
Hemos puesto el amor en un paraje
de soles y esperanzas, su follaje
tiene un claro color por dar al hombre
una nueva canción y un nuevo nombre,
sueños que suben como un agua pura
en fuentes de aire, en iris de hermosura;
vemos de pronto amanecer, amamos
el albo resplandor y no anhelamos
sino ver a la vida, hermosa estrella,
más dichosa, más álgida y más bella.
Mi dulce y buena camarada, luego
no habrá más que atizar la luz y el fuego.
Tú ves que a veces nuestro amor no suena,
no crece en calma, en plenitud serena;
no estás de pronto aquí, no estoy a veces,
otros seres nos llaman, otras mieses
—nuestras también— nos hablan y acudimos,
y no tenemos tiempo, ya no somos
entonces sino luz de otros aromos,
y hay gavillas de hierba en nuestra mano,
porque somos hermanos del hermano.
Mi dulce y buena camarada, vemos
que en ese mismo andar nos defendemos.
Por idéntico ardor nos conocimos,
bajo un fecundo sol estremecimos
un fuego semejante, mientras nada
pudo turbar la fuente enamorada
de las esencias hondas, de la pura
anhelación por dar a la hermosura
de nuestro amor un arco rumoroso
de pan fecundo, de temblor dichoso,
de una nueva medida para el día
gobernando el color de la alegría!
Mi dulce y buena camarada, ahora
nos cabe contemplar subir la aurora.
ENLACE A LA EDICIÓN DIGITAL:
Autor/a:
ROMERO, ELVIO
(1926-2004)
Título:
DE CARA AL CORAZÓN
(PDF 1.066 Kbytes)
Edición digital:
Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2009
N. sobre edición original:
Edición digital basada en la 2ª ed. de [Asunción (Paraguay)],
Expolibro ; RP Ediciones, [1995].
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DE CARA AL CORAZÓN
Poesías de ELVIO ROMERO
(BIBLIOTECA POPULAR DE AUTORES PARAGUAYOS Nº 9)
© de esta edición Editorial El Lector/
© de la introducción Francisco Pérez-Maricevich
ABC COLOR y Editorial El Lector, Asunción-Paraguay 2006
Director editorial: Pablo León Burián
Coordinador editorial: Bernardo Neri Fariña
Guía de trabajo: Francisco Pérez-Maricevich
Asunción - Paraguay
2006 (80 páginas)
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