Santa María de los Buenos Aires. Sencillamente, después -y tal vez para siempre-, Buenos Aires. Al sur del corazón de América. Puerto, amparo y reparo de los músicos, poetas y compositores paraguayos que desde la década de 1920 tuvieron a la capital de la Argentina como un destino ineludible.
Al "señor de florecidas palabras" -como lo nombra FÉLIX DE GUARANIA (1)- CARLOS MIGUEL JIMÉNEZ (nacido el 5 de julio de 1914 en Pilar y fallecido en Asunción el 29 de agosto de 1970) también le alcanzó el llamado de esa tierra generosa y acogedora.
Con los hermanos LARRAMENDIA-AGUSTÍN, apodado RUBITO; GENEROSO, CHIROLE y LUCIANO, CHULO- y los guitarristas FIDELINO CASTRO CHAMORRO y TEÓFILO NOGUERA, a quienes se había sumado en Resistencia, el poeta había llegado a los aires hospitalarios el 10 de abril de 1939. Era el glosista de las presentaciones del conjunto de RUBITO LARRAMENDIA.
"Cuando Carlitos llegó a Buenos Aires, todos lo celebraron. Los que estaban allí, en su mayor parte, eran músicos y compositores. Escaseaban los poetas y, sobre todo, los buenos. De modo que su llegada fue un motivo de regocijo para la comunidad de artistas porque por fin iban a tener letras las melodías que habían creado en algunos casos hacía ya rato algunos de ellos", rememora CHIROLE LARRAMENDIA en una de sus visitas a Asunción.
El cantante, músico y compositor AGUSTÍN BARBOZA -nacido el 5 de mayo de 1913 y fallecido el 18 de diciembre de 1998 en la misma ciudad que le viera venir al mundo, Asunción-, lo conoció en Buenos Aires. "Trabé una sólida y duradera amistad con el gran poeta pilarense CARLOS MIGUEL JIMÉNEZ, aunque no mayor, más experimentado que todos nosotros" cuenta Barboza en su libro RUEGO Y CAMINO (2).
Alrededor de 1940 la relación fraterna se transformó en una hermandad más profunda: la de la coautoría. "Le pedí que me diera sus versos para musicalizarlos", relata Agustín, para indicar luego: "Su bondad nos permitió incorporar al repertorio paraguayo SOBRE EL CORAZÓN DE MI GUITARRA en ritmo de guarania. La pieza me proporcionó un pequeño prestigio ante Carlos Miguel. Muy pronto me cedió otro con el título de FLOR DE PILAR, una acuarela musical en homenaje a la mujer paraguaya y en especial a la de Pilar".
De esa comunión de espíritus surgía esa obra que compara a la pilarense con las de otros terruños del Paraguay. El poeta ensalza a las que no son de su entorno geográfico para demostrar que la más bella por siempre será la de su patria chica.
(1) DE GUARANIA, FÉLIX. Carlos Miguel Jiménez, señor de florecidas palabras. Asunción, Centro Editorial Paraguayo, 1990.
(2) BARBOZA, AGUSTÍN. Ruego y camino, memorias. Asunción, Intercontinental, Expolibro y Fundación Agustín Barboza, 2000. Págs. 70-71.
FLOR DE PILAR
Será preciosa como una rosa la guaireñita
y la asunceña blanca azucena parecerá
mas con la gracia llena de magia de su sonrisa
siempre la vence la pilarense, mi resedá.
Luce y destella como una estrella la encarnacena,
joya que brilla desde la orilla del Paraná.
Es primorosa la concepcena,
pero más dulce, gana y seduce la de Pilar.
Mi alma sueña con la luqueña maravillosa
y está en Pinasco, jazmín del Chaco, mi adoración;
pero por siempre la pilarense más deliciosa
tiene ganado sitio sagrado en mi corazón.
Es mi serena virgen morena la misionense
y la trigueña carapegueña, mburukuja;
pero el orgullo de mi terruño es la pilarense
con los claveles de los vergeles de mi Humaitá.
Caazapeña será la dueña de un raro hechizo;
muestra lozana, dalia serrana, Paraguarí...
pero parece la pilarense que Dios la hizo
para que fuera nuestra primera flor guarani.
Y si engalana la villetana su agreste huerto
porque Natura le dio hermosura de amambái
la pilarense cuando florece en su bello puerto
es la hechicera de la ribera del Paraguay.