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ESCRITORAS PARAGUAYAS ASOCIADAS E.P.A.
  PELDAÑOS DE PAPEL - CUENTOS Y POEMAS PARA NIÑOS Y ADOLESCENTES - ESCRITORAS PARAGUAYAS ASOCIADAS - Año 2002


PELDAÑOS DE PAPEL - CUENTOS Y POEMAS PARA NIÑOS Y ADOLESCENTES - ESCRITORAS PARAGUAYAS ASOCIADAS - Año 2002
PELDAÑOS DE PAPEL
 
(CUENTOS Y POEMAS PARA NIÑOS Y ADOLESCENTES)
 
 
 
 
Editado con el auspicio del FONDEC
 
QR Producciones Gráficas S.R.L.,
 
Diciembre, 2002 (212 páginas)
 

 
 

INTRODUCCIÓN
 
Escritoras Paraguayas Asociadas -EPA-, en su empeño por difundir la literatura nacional y estimular la afición a la buena lectura dentro de nuestro territorio, se complace en presentar este volumen de poemas y cuentos, para niños y adolescentes, titulado Peldaños de papel.
 
Por la seriedad, calidad y éxito de nuestro primer libro de cuentos, Tiempo de contar, y luego de la publicación del tomo Itinerario Poético (ambos editados con la ayuda del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, FONDEC), y por la valiosa propuesta para este tercer volumen, hemos ganado, de nuevo, la confianza del FONDEC. Su importante ayuda económica y el reconocimiento a la obra literaria escrita por mujeres paraguayas, hace posible llevar adelante nuestro común anhelo de que la palabra, en prosa y en verso, llegue al público lector, abra camino para ayudar al disfrute de la lectura, y nos descubra el misterioso universo donde realidad y fantasía se muestran ante nuestros ojos con su mejor ropaje, gracias al talento y sensibilidad de las autoras.
 
Es largo y arduo el trabajo que aún resta por hacer para que el pueblo paraguayo, no solo aprenda a leer, sino que se vuelva amante de la lectura: primer paso indispensable en la ruta del conocimiento, tanto literario corno técnico. La cultura da confianza y es puerta abierta al éxito. Hagámonos el regalo de enaltecer nuestra persona con el ejercicio placentero de la lectura diaria.
Toda escritora o escritor es responsable ante sus conciudadanos y ante el mundo del mensaje expresado en su obra; mensaje que el lector sabrá interpretar y juzgar. Asume, como testigo de su tiempo, un grave compromiso: el de llevar a las mentes ajenas su enfoque de la vida; sus alegrías, sus penas, su incertidumbre. A quienes se dedican a la enseñanza, les ofrecemos este libro de cuentos y poemas con el deseo de darles un instrumento que ayude a los jóvenes a descubrir la belleza de la palabra y los profundos sentimientos del ser humano, volcados en este manojo de voces con la sensibilidad de las escritoras paraguayas.
 
Creemos que este trabajo, bellamente editado por Arandurá Editorial, enaltece el valor de la literatura paraguaya y hace llegar el sentir de nuestras escritoras, quienes así se acercan, generosamente, a sus lectores.
 

Escritoras Paraguayas Asociadas, EPA, reafirma de esta manera su compromiso de bregar por hacer conocer las obras nacionales y fomentar la afición por la lectura. Asimismo, agradece al Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, FONDEC, su solidaria ayuda, permitiéndonos trabajar unidos, con los mismos ideales de progreso y cultura, para bien de nuestra Nación.
 

 


COMISIÓN DIRECTIVA
DE ESCRITORAS PARAGUAYAS ASOCIADAS, EPA
EJERCICIO 8/9/2002 – 8/9/2004

 
PRESIDENTA : MAYBELL LEBRON
VICEPRESIDENTA : DIRMA PARDO
SECRETARIA : LENI PANE
TESORERA : MARÍA EUGENIA GARAY
VOCALES TITULARES : DELFINA ACOSTA/ SUSY DELGADO/ MARÍA LUISA BOSIO
VOCALES SUPLENTES : EMY KASAMATSU/ EDDA DE LOS RÍOS/ LITA PÉREZ CÁCERES
SÍNDICO TITULAR : RENÉE FERRER
SÍNDICO SUPLENTE : NIDIA SANABRIA


 
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN

CUENTOS PARA ADOLESCENTES

*. DELFINA ACOSTA : LA GATA/ QUIERO UN VASO DE AGUA ;

*. MARÍA IRMA BETZEL : EL POZO ;

*. MARÍA LUISA BOSIO : HABLA EL RELOJ DEL BISABUELO ;

*. CARMEN ESCUDERO DE RIERA : ONK-HORN ;

*. RENÉE FERRER : CANCIÓN PARA SALVAR UNA VIDA ;

*. MARÍA EUGENIA GARAY : CORAZÓN DE LUCIÉRNAGAS/ CANCIÓN DE CUNA/ HUÉRFANOS DE LA LUNA ;

*. MAYBELL LEBRON : OFRENDA/ ENCUENTRO ;

*. ELLY ESTHER MERCADO DE VERA : PLATA IVYGUI ;

*. MARTA MEYER DE LANDÓ : HABÍA UNA VEZ ;

*. DIRMA PARDO DE CARUGATI : LA CASA (FRAGMENTO)/ EL SILBATO ;

*. LITA PÉREZ CÁCERES : EL MUÑECO DE NIEVES ;

*. MARGARITA PRIETO YEGROS : EL CENTINELA Y EL CURUPÍ/ LOS MITOS DE CIRILO ;

*. SUSANA RIQUELME : EL PAÍS DE MI INFANCIA/ VERANO/ LA PALABRA ;

*. GLORIA VEAS : SARDIN FOREVER ;

*. ELSA WIEZELL : PATRIA Y TRABAJO/ AMÉRICA/ ESTE ES MI PUEBLO .

CUENTOS PARA NIÑOS

*. MARIA LUISA ARTECONA DE THOMPSON : EL ÁNGEL GUARDIÁN DE LA AMAPOLA.

*. CARMEN BÁEZ GONZÁLEZ : EL ALONSO Y LAS ORUGAS/ ÁNGEL BUENO.

*. MARÍA IRMA BETZEL : LA VAQUITA SOCORRO.

*. STELLA BLANCO SÁNCHEZ : AL RESCATE DEL TREN.

*. MARÍA LUISA BOSIO : MICHA.

*. GLADYS CARMAGNOLA : JUAN PATO Y SUS LUNAS DE HARINA/ LA FAMILIA ELEFANTADA/ CIEMPIESECITO ;

*. STELLA COSCIA DE MARTINO : LA NUEVA GUARDIANA/ YO LO ENTERRÉ ;

*. RAQUEL CHAVES : COMO ATRAER LAS HADAS AL JARDÍN/ JARDÍN SARAMBÍ ;

*. MARÍA TERESA E. DE MIRANDA : ANIKE REKE! ;

*. RENÉE FERRER : LAS SIETE CABRITAS ;

*. NORA FRIEDMANN : TITIRITERO/ LAS FLORES ;

*. MILIA GAYOSO MANZUR : TOTO MICHIFÚS Y EL ÁNGEL DE LA GUARDA/ CIELITO ;

*. NILA LÓPEZ : LA NIÑA QUE SABÍA VOLAR/ EL HOMBRE DE LA LLUVIA.

*. MARTA MEYER DE LANDÓ : ZEUS.

*. LENI PANE : YACY YATERÉ.

*. JOSEFINA PLÁ : EL GIGANTE INVISIBLE.

*. NIDIA SANABRIA DE ROMERO : LA CIUDAD DE LAS HORMIGAS.

 
 
 
 

 
GLORIA VEAS
 
 
Egresa de la Universidad de Chile en 1972. En enero de 1976 se radica en Asunción. Por razones de perfeccionamiento profesional viaja a los Estados Unidos de América (1.978), y usufructuando de una beca a Gran Bretaña (1981/82). Ejerce como docente en instituciones de enseñanza de inglés en Asunción.
Desde 1987 participa en talleres literarios. Es socia fundadora de Escritoras Paraguayas Asociadas (EPA). En marzo de 1999 publica su primer libro de poemas: Desde el Sur, el que es presentado en Chillán (Chile), su ciudad natal, ese mismo año.

 
SARDIN FOREVER (CUENTO)
 

"¿Y por qué tenés que pararte en una roca o en un trampolín para lanzarte? Podés ir entrando así, de a poco, nada más".
"No, no es lo mismo entrar de a poco, como la gran mayoría. Tener una base firme donde apoyarte para lanzarte con fuerza, es de absoluta importancia si querés llegar lejos". "Entonces, ¿nunca vas a lanzarte? ¿Nos quedaremos aquí, de espectadores?".
"Esperemos un poco nada más. Paciencia. El momento ya se acerca. Algo va a suceder pronto. Falta muy poquito. Yo sé por qué lo digo".
"¿Me querés?". Quiso escuchar nuevamente su voz diciéndoselo, asegurándole lo mucho que la amaba.
"¡Más que el mar y los millones de peces que en él habitan! Serás mi reina. Té cubriré de joyas, de lujos, tendremos...".
***
Tan pacifico se mecía el océano ese atardecer en Dichato, que nada hacía presentir el drama que en ese mismo instante se vivía adentro, allá abajo, en el fondo...

***

-“¡No ha lugar", determinó el pez Yunque -Honorable Juez Partidor- dejando caer estrepitosamente su cabeza-nariz sobre la rectangular roca que hacía de escritorio, detrás del cual desempeñaba la poco honorable, inconsciente, y nacía pacífica justicia oceánica. El Intermediario recibió el dictamen y se lo transmitió tal cual a su cliente:
"¡No ha lugar! Sra. Sardin, y no hay nada que podamos hacer", aclaró, en tono profesional.
"¡Cómo que no ha lugar!", protestó la Sra. Sardin. -"¿Y qué haré yo para alimentar a mis tres pequeños? Sin la Plataforma se morirán de hambre en corto tiempo, usted sabe eso; Señor Intermediario".
"Lo sé, y así se lo hice ver a Usía. Desgraciadamente usted no tiene modo de probar la propiedad legal de la Plataforma. Todos los vecinos confirman que el Sr. Pejerrey ha mantenido su comedero en la Plataforma N° 18.693.000.-durante las últimas 1.962 mareas, no faltando a ninguna de ellas, alta o baja, ¿comprende usted?", le explicó el Intermediario, quitándose el respetable peluquín de cabello amarillo claro, procediendo a guardarlo delicadamente en su elegante conchafolio.
"Sí, eso fue así porque el Sr. Sardin, mi esposo, quiso ayudarlo por ser su pariente, y le permitió ocupar un sexto de nuestra Plataforma. Pero ahora que al Sr. Sardin se lo devoraron por descuido personal, yo debo mantener a mis pequeños. Peji, debe devolvernos nuestra Plataforma: él sabe muy bien que es mía y de los tres pequeñuelos".
"Yo ya sé eso, Sra. Sardin; desafortunadamente fue él y no usted quien registró la Plataforma N° 18.693.000.- en la O.B.O. (Oficina de Bienes Oceánicos) a su nombre: Luis E. Pejerrey".
"El Sr. Sardin jamás mencionó esa O.B.O., y yo siempre pensé- que la Plataforma era nuestra. Yo estaba tan ocupada en mi hogar trabajando para mi familia, que nunca se me ocurrió interesarme en certificados o documentos. Además, él tenía tan buena salud, era tan fuerte. Jamás me-imaginé-que podía llegar a morirse tan joven.
"Sí, claro, los famosos: yo-creí-que, me-pareció-que, yo-pensé-que, me-imaginé-que. Y, bueno, el mal ya está hecho. El Sr. Pejerrey le comunica que como favor muy especial, por haber sido pariente del Sr. Sardin, le permitirá a usted y a sus tres sardins el uso de un sexto de la Plataforma, pero solo durante cada bajada de marea. Eso es todo lo que él desea hacer por ustedes. A mí me parece suficiente, no lo rechace. Además, es lo único que tiene por ahora, ¿no?".
“¿Y qué haremos el resto del tiempo? No podemos salir a vagar por ahí, entre tantos peces espada, pulpos, tiburones, barracudas, e incluso pejerreyes, que solo buscan engullirnos. Además, durante la bajada de marea la corriente va tan rápido que casi no hay tiempo para comer. Mis tres sardins no podrán alimentarse bien, o se alimentarán a media tripa: ¡Morirán en poco tiempo!".
La Sra. Sardin acercó los tres pequeños a su escamoso cuerpo, intentando cubrirlos con sus diminutas y frágiles aletas, en señal de protección. Sus ojos se anegaron en salobre llanto al tomar conciencia de cuán solitarios y desprotegidos estaban los cuatro. Desde su pequeñez, los tres sardins vieron a su Gran Madre derramar amargas lágrimas por primera vez, y la sintieron achicarse, achicarse, achicarse, hasta llegar casi a su propio tamaño. Ya eran cuatro los sardins que al abandonar la oficina del Intermediario no tendrían adónde ir.
¡Hay Sr. Sardin! ¡Sr. Sardin!, ¡Sr. Sardin!, se lamentaba ella, ¿Cómo pudiste dejarnos en esta miserable posición? Y recordó algo que escuchó por ahí -sin entenderlo entonces- pero que ahora comprendía muy bien:
"Solo los vivos conocemos el dolor de la muerte". ¿Debía aceptar la limosna que le ofrecía Peji, el Señor Luis E. Pejerrey, como se hacía llamar ahora?

***

No pudo evitar sentirse absurda y estúpida, al recordar el día en que por primera vez vio a Peji a la entrada de la Plataforma. Si parecía una sardinita más de tan esmirriado que era. Y ella, estremecida de compasión por el pobre huérfano -¡pobre angá!-habló con el Sr. Sardin a su favor. Él la escuchó, y el mismo día le permitieron la entrada, sin mirar más allá.
Con el sardin más pequeño de la mano y los otros dos agarrados de su cola se puso en marcha resignada a ocupar el limitado espacio en la Plataforma que siempre creyó suya.
"Y, bueno, qué puedo hacer", se dijo, enjugando sus lágrimas en una oportuna alga que pasaba frente a ella. Si no consiga justicia para la subsistencia de mis pequeños, no me queda más que encomendarme a Proteo, y rogarle que nos ayude".
Gracias a Proteo, antes de llegar a su triste destino se encontró con la Srta. Tuna., su querida vecina de toda la vida, quien, al escucharla relatar el doble maremoto familiar que había asolado su hogar, no podía dejar de repetir: -"¡Oh! Proteo, no puede ser". "No puedo creer, Proteo mío". "Cómo permites que algo así suceda". Y ahí nada más le ofreció parte de su propia Plataforma, la N° 18.692.000.-, para que sus tres sardins pudieran jugar libremente, antes y después de cada bajada de marea, mientras ellas conversaban de sus cosas.
Presionada, impulsada por el hambre de sus tres hijos que la tironeaban de las aletas, llegaron a su antiguo hogar donde el usurpador Peji se había enseñoreado, ocupando cinco sextos de la superficie total.
Ahí estaba él, recostado cuan largo era, con toda la apariencia de Amo de los Siete Mares. ¡Cómo había cambiado! Ya no era el jovencito serio y callado con esa mirada baja y huidiza que siempre tuvo, desde que apareció rondando la Plataforma N° 18.693.000.- en busca de protección. Y ¡qué manera de comer!, si parecía inllenable, entonces.

***

El señor Sardin y ella lo encontraron muy gracioso al comienzo. Se divertían a mares viéndolo nadar, sumergirse, emerger y saltar de un extremo a otro de la Plataforma persiguiendo cada pequeña posibilidad de comida que pasaba cerca de él. Y ¡qué furioso se ponía cada vez que algo se le escapaba! ¡Parecía que en ello se le iba la vida!
A poco de llegar inventó un sistema de "bolsitas-de guardar comida ", las que ocultaba en unos huecos debajo de la Plataforma. A menudo lo pillaban despojando a los tres sardins de sus raciones del día, meterlas en sus bolsitas y nadar velozmente a esconderlas bajo la Plataforma. Generalmente, Peji se justificaba diciendo que les había ganado en unos juegos de competencia. Con la buena fe y la confianza acostumbradas, la Sra. Sardin no reparó en la diferencia de años que separaba a los tres pequeños del grandulón Peji. Mucho menos en las motivaciones retorcidas del recibido por compasión.
Tanto exageró Peji con el aprovisionamiento innecesario, que un día el Sr. Sardin no soportó más su ambición desmedida, y lo echó de la Plataforma:
_"¡Fuera de aquí! ". "¡Angurriento!" No te cansas jamás de acumular. Ya estás a punto de quitarnos la comida de la boca a todos nosotros: "¡Traguilla! ".
En el momento justo que Peji cargaba sus bolsitas al hombro para marcharse, llegó la Sra. Sardin de vuelta del salón de belleza, y otra vez intercedió por él ante su marido.
"¡Déjalo, querido! Es tan joven. No se da cuenta de lo que hace. No es por maldad". Acarició al Sr. Sardin pacificándolo, y consiguió que se le pasara el enojo. La bella paz volvió al hogar nuevamente, y todos fueron felices...
Nada más ver a Peji en posesión de toda la Plataforma, hablando en voz alta por primera vez y riendo a carcajadas con sus invitados, la Sra. Sardin se dio cuenta que el jovencito jamás había perdonado al Sr. Sardin por haberlo echado. ¿Será que desde entonces lo empezó a odiar? Copiosas lágrimas afloraron nuevamente a sus redondos ojos, al recordar el extraño accidente que le había quitado la vida tan a destiempo al padre de sus hijos.
Ahora veía claramente: al aceptar el ingreso de Peji en la Plataforma N° 18.693.000.- y por lo tanto en sus vidas, ella misma había firmado la sentencia de muerte de sus propios sardins. Ella tenía toda la culpa: ¡jamás se perdonaría a sí misma el grave error cometido! La cosa había sido echada a perder mucho antes de que sucediera: ¡ya es demasiado tarde!, se repetía una y otra vez la Sra. Sardin.
Víctima de la pésima organización legal en el Pacífico, y abandonada a su mala suerte, la viuda Sardin se acoquinó completamente. Mientras ayudaba a sus tres sardíns a procurarse algo de comida para sobrevivir, conseguía animarse un poco, o también cuando conversaba con alguna de sus antiguas amistades, especialmente con la Srta. Tuna; pero el resto del tiempo era queja y llanto, llanto y queja.
-"Una Sardina acoquinada" - comentaba Taini, una de las últimas ballenas del Pacífico Sur, a quien se detenía a escucharla- "es aquella que ante una agresión o desgracia vivida se deja intimidar, se aplasta, y no levanta nunca más cabeza". "Luego de la doble bofeteada recibida la viuda Sardin no fue más ella, y empezó a irse poco a poco de estas aguas".
Los que la conocían cuentan que cuando los Sardins llegaron a establecerse en la Plataforma Nº 18.693.000.- ella se destacaba por ser alegre y optimista. Trabajaba todo el Marítimo Día sin abandonar su Plataforma; y aunque el Sr. Sardin era bastante salidor, ella no se molestaba. Era feliz con sus sardíns, amistades y parientes, a quienes a menudo ayudaba más allá de sus propias posibilidades.
-"A mí me parece", dijo Don Cangrejo, vecino de la Plataforma de los Sardins, "que ambos eran muy demasiado confiados. Nunca veían el lado malvado de la fauna marina. Y ese descuido les fue fatal. ¿Qué opinan ustedes?".
-"Creo que Don Cangrejo tiene toda la razón", concordó el Caballito de Mar que cada noche se paraba bajo el farol de la esquina del barrio, justo frente a los Sardins; "los dos eran uniangúlicos, miraban la vida desde un solo ángulo: el de ellos. ¡Grave pecado! Que no habría de quedar sin castigo, como estamos constatando ahora".
-"Sí, yo también opino igual", agregó Don Loco, quien llevaba ya mucho tiempo adherido a cal y canto a la Plataforma Nº 18.693.000.-, "a las pocas mareas de llegar aquí, me di cuenta que desde este lugar entraba y salía mucha comida, pero muy poca quedaba en casa. Solo lo necesario para el consumo diario. Y el único del grupo familiar que estaba constantemente atareado guardando, almacenando bolsa tras bolsa de comida era Peji. Yo pensé que ésa era su función dentro de la familia, que él guardaba para todos".
-"Así es, no más—, acotó Doña Anguila, "esa Plataforma queda justo en medio de mi camino diario a casa. Un día me sorprendí al ver tantas bolsitas de comida ocultas bajo ella, y a Peji mirándolas embobado. El tipo era descaradamente ambicioso".
-"Tiene razón", recordó Don Pulpo, -cuando empezó a noviar con la Pejerreya Lali -esa que vivía detrás del antiguo basural del barrio- venían todas las tardes a mirar ansiosamente las bolsitas de comida, las contaban una y otra vez, conversando largo y tendido acerca de su futuro, según los escuché un día, por mera casualidad".
-"¡Pobre Sr. Sardin!", agregó la anciana Srta. Almeja con un leve tono insidioso, "tan simpático que era, y miren en lo que fue a parar: ¡arrastrado por las corrientes que tan bien dominaba en vida!-, "si es como para no creerlo".
-"¡En fin! ¡Qué le vamos a hacer! Ya todo está hecho: dictaminado, escriturado y firmado. Solo hay que aguantarse", roncó el Pez Espada -el único armado de la zona- dando veloces pases con su aguda nariz, que espantaron a la fauna marina del barrio. Los vecinos ya conocían su "graciosa" costumbre de no dar importancia a las cosas: -"No hay nada que hacer". "Solo hay que aguantarse", repetía estúpidamente; y por su culpa, todo en el fondo quedaba en agua de medusas.
Pasados unos pocos días de la tragedia familiar, Don Luis E. Pejerrey, como se hacía llamar ahora, instaló a la Pejerreya Lali en la que certificaban los documentos legales, era una P3 (Plataforma Pacífica Propia) por obra y gracia del Honorable Juez Partidor, al que ambos le quedaron eterna y "efectivamente" agradecidos.
Y, pese a que el poema de la vida no siempre rime como debe ser, terminaremos diciendo:
 
Aún sin comer perdices,
muy cerca de la Quinquina,
los pejerreyes fueron felices
sacrificando a las sardinas"

 
EPÍLOGO
 
 
De los tres huérfanos Sardirns quedados a la deriva: el Sardino Mayor, aplastado por el dolor y las esperanzas de la viuda Sardin depositadas en su persona, un día cualquiera-sin decir agua va- se desbarrancó en una profunda y negra caverna subterránea. Sardino Junior, falto de guía paterna, salió alborotador y gozador de la noche. Tempranamente se aficionó a vagar de una Plataforma a otra por todos los vericuetos marinos.
La Sra.Sardin dedicó su tiempo al estudio de una disciplina específica y al egresar del Sardinas Institute se dijo:
-"Este Océano Pacífico no es tal; prefiero irme a otras aguas a enfrentar los enemigos desconocidos, y no a los que camuflados invaden nuestra propia Plataforma, hasta expulsarnos de ella con ilegales complicidades".
Nadó días, nadó meses, nadó años, hasta llegar al otro Gran Mar por sus propios medios. Ella supo desde el principio que algo -cualquier cosa- le podía suceder en aguas extrañas. Pero ante las agresiones sufridas, no olvidó las indelebles lecciones recibidas en la nunca olvidada P2 (Plataforma Perdida):
•          Los mayores peligros no están allá afuera, en los parientes, los amigos o los desconocidos, sino sobre, debajo y adentro de tu P.I.P. (Plataforma Interna Propia), la cual es necesario explorar, descubrir y conocer, hasta en sus más mínimos detalles.
•          No dejarse influir por las infames: “Yo creí que"; "Me pareció que"; “Yo pensé que"; "Me imaginé que" expresiones desviadoras de intenciones y obnubiladoras de la acción efectiva.
•          Defender tu P.I.P. (Plataforma Interna Propia) con dientes y aletas, aunque en ello te vaya la vida.
• Por último, por tal motivo lo más importante: "¡Jamás Acoquinarse!", porque entonces serás verdadera y definitivamente una "sardina frita ", y esto es lo más grave que puede sucederle a una Sardin digna, que pretenda seguir siéndolo el resto de su vida.
 The End
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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