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ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH (+)
  LA COLONIZACIÓN PORTUGUESA (Autor: ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH)


LA COLONIZACIÓN PORTUGUESA (Autor: ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH)
LA COLONIZACIÓN PORTUGUESA.
 
Por ALFREDO BOCCIA ROMAÑACH
 
 
 
 
 
1. La colonización portuguesa. El palo brasil.

 
"Minha terra tem palmeiras
onde canta o sabiá;
as aves que aquí gorjeiam,
nâo gorjeiam como lá."
(Gonçalves Dias)
 
 

Colón habló a los Reyes Católicos, en la reseña de su tercer viaje, de la existencia de un árbol rojo llamado brasil. Hizo entrega al rey de casi una tonelada de muestras recogidas en las costas de la actual Venezuela (24). Pinzón en el año 1500 llevó a Europa 21 toneles de palo brasil recogidos posiblemente en las costas del noreste del nuevo continente. El palo brasil era una variedad de la familia de las leguminosas de propiedades tintóreas, conocida por los naturales de América como Ybyrapyta. Fue clasificada por el célebre botánico Lamark como Caesalpina ecchinata pero existen otras variedades conocidas como el Peltoporum rubium (Ybyrapyta del Paraguay) (25).
 
La industria textil estaba en franca expansión en Europa. Con la evolución de las costumbres surgió la necesidad de mejorar el aspecto físico de las personas y la apariencia de su vestimenta. El uso de ropas finas y coloridas estaba muy difundido entre las clases altas pero el alto costo de las telas hacía que los más pobres no las pudieran adquirir. La materia prima para la tinción llegaba del Asia; eran productos naturales elaborados a partir de la caparazón de algunos insectos: el más cotizado de ellos era el sapang de Malasia. Los especialistas percibieron que el palo brasil, muy abundante y barato, podía suplantar al sapang pese a que su capacidad de tinción eran menor.
 
La industria textil de Flandes, Portugal y Francia estaba dominada por el. empresariado judío. Los troncos llevados a Portugal eran reembarcados con destino a Ámsterdam para ser convertidos en polvo y vendidos a los fabricantes de tejidos. Los árboles de brasil se hallaban en grandes cantidades en las costas de Pernambuco, Bahía y hasta las vecindades de Cabo Frío, tierras que el rey portugués había dado en arrendamiento a grupos comerciales también controlados por los semitas. Estos dirigían el negocio de la importación de las maderas y su posterior venta. Se había desarrollado una próspera industria que reportaba ingentes lucros a los beneficiados.
 
La obtención del producto se hizo en grandes proporciones y como era de rigor se requirió la mano de obra del indígena, que fue sometida a inhumana explotación. El pago a los naturales se hacía con herramientas de hierro, cuchillos y telas coloridas; el uso de elementos de corte como el hacha significó una disminución en el tiempo de trabajo pero condujo irremisiblemente a la disminución del número de naturales y a la rápida deforestación del litoral marítimo. Era cada vez mayor la distancia para acercar la madera a los puertos de embarque. Los indígenas tabajara, tupiniquin y tupinamba, impelidos de su cultura neolítica a un régimen de explotación inmisericorde, sufrieron el mismo proceso de dispersión y desorganización de sus estructuras sociales lo que sería una constante en la historia de la conquista y la colonización americana.
 
Los europeos que se ocupaban del negocio del palo brasil eran llamados "brasileros". Con el tiempo, este apelativo se generalizaría incluyendo a todos los nacidos en esa colonia.
 
El negocio era demasiado bueno para no despertar la codicia de los extranjeros; las factorías instaladas en las costas del Sena en Francia, en las ciudades de Honfleur, Rouen y Dieppe exigían mayores cantidades de materia colorante. Los mercaderes de Bretaña, grandes navegantes, se ocuparon de introducir de contrabando miles de toneladas de palo brasil. Estos contaban con el apoyo del rey Francisco I y se favorecían de la escasa vigilancia de la armada portuguesa sobre las vastas extensiones del litoral brasileño.
 
Los contrabandistas franceses, conocidos como "entreloups" organizaron una empresa de colosal magnitud. Uno de sus directores, el capitalista Jean Ango, invirtió grandes sumas en el comercio ilegal de madera. Disponía de centenares de barcos que se ocupaban de todos los negocios del Mediterráneo. Los franceses, llegaron al extremo de obtener de Francisco I patente de corso para continuar sus operaciones. La presión del reino portugués había desatado conflictos muy serios, y la flota del reino de
Lisboa hacía frecuentes apresamientos de las naves corsarias.
 
El trato de los indígenas potiguar de la costa norte era menos dificultoso que con los portugueses del sur, porque los "entreloups" no se ocupaban de cazar esclavos. Los franceses harían en adelante varios intentos de asentamiento definitivo en las costas del Brasil, pero todas las veces resultarían expulsados por las fuerzas de Portugal.
 

 
2. La expedición de Martim Afonso de Souza
 
Apenas retirado Gaboto del Río de la Plata, en el año 1530, el rey Juan III envió al Brasil a su protegido y amigo Martim Afonso de Souza. Desde el pasaje de la expedición de Cabral treinta años atrás, no se había dispensado tanto dinero en los intereses del reino en América. Souza comandaba una flota compuesta de 400 hombres embarcados en dos naos, dos carabelas y un galeón. Juan III había recibido advertencias de su hermana Isabel, esposa de Carlos V, rey de España, de no violar la jurisdicción hispana demarcada por Tordesillas.
 
El objetivo de la expedición era doble, barrer a los franceses, ingleses y otros expedicionarios clandestinos de sus costas y fundar una ciudad en el río de la Plata. Se trataba de impedir, de una buena vez, las tropelías de los corsarios franceses y explorar las posibles vías de penetración para llegar a las Sierra del Plata. Como se percibe, era un episodio más de la fervorosa carrera hacia el oro de las Indias. Por tanto, Martim llevaba la orden de explorar los dos mayores caminos naturales que se adentraban al continente: el río de la Plata y el río Marañón. Este último sería explorado en toda su extensión recién cincuenta años más tarde, por el español Orellana. Juan III comprendía la necesidad de extender sus límites hacia el oeste en la cuenca amazónica y hacia el sur en el río de la Plata: la tesis del "Magnus Brasil" era defendida con mayor pasión por la política exterior de Portugal.
 
Al llegar a la bahía de Guanabara, Martim Afonso repitió el intento vespuciano de hacer una entrada por tierra. En esa exploración de más de 500 kilómetros no encontró oro ni especias, pero sí estableció relaciones de amistad con los naturales de la región, especialmente con el cacique Tibiriçá de la región de Piratininga, donde 24 años después Nóbrega fundaría el asentamiento religioso de San Paulo.
 
En el litoral, Souza estableció la primera colonia definitiva, San Vicente, cerca de Santos, que pasó a ser conocida como puerto de los Esclavos. Allí conoció a Joâo Ramalho, quien dirigía el tráfico de esclavos y sería factor importante para llevar adelante la expansión bandeirante en busca de indios.
 
En el año 1532 Francisco Pizarro, un criador de cerdos en España, realizaba la portentosa hazaña de conquistar el imperio inca con sólo 153 hombres y 27 caballos. El "rey blanco" era entonces, Atahualpa, hijo de Huayna Capac.
 
En 1545, los españoles llegaban al Potosí, monte de 600 metros de altura, del cual se extrajeron 6000 metros cúbicos de plata. Perdidas las esperanzas del oro peruano, Portugal dirigió su mira a la explotación racional de sus colonias. Estaban dadas las condiciones para iniciar una política agraria y mercantil que produjera los réditos que no se lograron con el metal (26).
 
En 1549, Tomé de Souza fue designado primer gobernador general del Brasil y la primera capital fue Salvador, en la bahía de todos los Santos.
 

 
3. La filosofía de las colonizaciones
 
El Príncipe Enrique "el Navegante" había impuesto el sistema administrativo de las capitanías hereditarias, en las provincias ultramarinas de Portugal de Azores y Madeira. Con la experiencia recogida en estas posesiones, fue posible organizar el mismo régimen en las tierras del palo brasil. Portugal era un reino sin grandes posibilidades económicas y ante la incapacidad de hacer frente a los gastos que demandaba la colonización de su vastísimo territorio, resolvió adoptar el régimen de concesión a favor de particulares: las capitanías hereditarias. A efectos de su organización se envió al Brasil al emisario real Martim Afonso de Souza.
 
De hecho, este sistema representaba la resurrección de un sistema administrativo feudal de la Edad Media.
 
Como los señoríos feudales, las capitanías (27) representaban dignidades individuales, intransferibles y transmisibles por herencia al hijo primogénito, y a falta de éste, al heredero inmediato, según el orden establecido en el contrato de donación. Los dueños, donatarios de la concesión, gozaban de verdaderas atribuciones gubernativas, de cobrar contribuciones y ejercer funciones judiciales en ámbito civil y militar
 
A estas nuevas capitanías se concedieron privilegios especiales con el propósito de facilitar la colonización, al permitir el ingreso de extranjeros de cualquier nacionalidad y sin mayores restricciones. Se buscaba la incorporación de pobladores que vinieran a consolidar las posiciones establecidas a lo largo de su extenso litoral marítimo, con el propósito de desarrollar las actividades mercantiles y el comercio en sus puertos.
 
Había sin embargo, en América una nueva modalidad de colonización, distinta a la que se venía haciendo en las costas del África, donde persistió el criterio de la defensa armada de los asentamientos costeros, con la creación de fortalezas y factorías. Así lo imponía el tipo de explotación, el oro y el marfil, las minas y la venta de mano de obra negra para la esclavitud. En Brasil, había que fortalecer las poblaciones y hacerlas duraderas y productivas. A pesar del éxito inicial de la empresa, persistieron algunas rémoras de la administración como las sesmarías y el carácter hereditario de las capitanías. La colonización portuguesa estaba orientada hacia la explotación comercial. Los lusitanos poseían una definida cultura mercantil adquirida durante siglos de intensa explotación de sus recursos y se hallaban peculiarmente adiestrados en el trato con los mercaderes del mar Mediterráneo. Establecieron en el Brasil un poderoso complejo de agro-industria: la elaboración de azúcar con un esquema colonialista de avanzada. Grandes estrategas de la economía, desarrollaron sus empresas atendiendo importantes factores geopolíticos, como la ubicación geográfica de sus ingenios en el nordeste brasileño, en las tierras americanas más cercanas a las fuentes de consumo, Liverpool y Londres, donde llegaban sus productos con costos sin competencia.
 
Paulo Schilling en su obra "Orígenes del expansionismo brasileño" dice "Inglaterra, en plena expansión de su comercio, en la revolución industrial, pagaba los productos con el nefasto sistema de triangulación. Se recibía azúcar y otras materias primas en naves inglesas que de regreso conducían a las colonias americanas de Portugal a miles de esclavos negros cazados en las costa Sierra Leona, Angola, Mozambique y otras costas de Africa. El esquema económico dependía de la mano de obra esclavizada y estaba montado para generar grandes ganancias a las dos potencias: Portugal e Inglaterra. La otra forma de generar riquezas era el comercio de mercaderías manufacturadas o reexportadas por los diligentes comerciantes de Gran Bretaña.
 
Materia prima a cambio de manufactura barata. Ese fue el eje de la expansión económica de todas las potencias de Europa y lo sigue siendo hasta la actualidad.. Portugal y España no alcanzarían jamás los niveles de industrialización alcanzados por Inglaterra o Francia. Los portugueses estaban destinados a ser los fenicios de América en el papel de mercaderes- navegantes."
 
La política administrativa colonial de Portugal no se regía por normas preestablecidas y los colonos tenían la libertad de operar de acuerdo a sus necesidades circunstanciales. El sistema de comercio sin restricciones y la libre entrada de colonos extranjeros al Brasil fueron de capital importancia para el futuro de su expansión mercantil.
 
En 1554, a pocos años de la llegada de Cabral, Lisboa ya habían superado las previsiones iniciales relativas al poblamiento del litoral, y derogó el mandato del primer gobernador general de Brasil, Tomé de Souza, que determinaba quienes y a qué precio podrían ingresar a las posesiones americanas de la corona (28). La legislación que limitaba la trata de esclavos indígenas, despertó la indignación de los conquistadores, pues la venta de estos cautivos podría resarcir los gastos que demandaban una expedición al nuevo mundo. En 1609, una disposición real que declaraba hombres libres a los indios, levantó tal montaña de protestas que hubo necesidad de derogarla años después. Los monarcas de Portugal, fueron, en general, mucho más complacientes en permitir la captura, el servicio o la venta de los indígenas. Los donatarios de las capitanías tenían autorización de la Corona para vender determinada cantidad de esclavos. El gobernador Tomé de Souza trató de frenar la esclavitud de los naturales, dando margen a que se pudiera capturarlos solamente cuando éstos dieran muestras de hostilidad (29).
 
En el "Diario y derrotero de sus viajes 1749 -1750", un clásico de la narrativa colonial, refiere Fray Pedro José de Parras: "Uno de los mayores comercios que tiene el Brasil es el de negros. Traen los de los mismos puertos que los portugueses tienen en la costa oriental (Africa). No nacen esclavos por naturaleza sino libres, y el modo de esclavizarse es éste: en las partes del Oriente, esto es, en toda la Guinea, hay en las costas muy buenas ciudades de portugueses, holandeses e ingleses; pero tierra adentro todo es habitación de innumerables negros idólatras, al modo que estas partes de la India Meridional tienen sus campañas inundadas de indios....
 
De estos negros hay tantos esclavos en el Brasil que sólo en las minas del oro, pasan de cincuenta mil los que trabajan. Causa admiración ver que, para cada un blanco hay cien negros, y que éstos no se alcen con la tierra. Consiste, sin duda alguna, en el grandísimo rigor con que los portugueses los tratan, pues por cualquier delito, los castigan con cruelísimo y casi increíble rigor; fuera de que hay orden del rey para que cualquier esclavo que haga la más leve o acción o movimiento contra su señor, le mate éste inmediatamente, sin remisión alguna".
 
Esta visión europea de la esclavitud, relatada por un religioso, en la que no revela un ápice de descargo por culpabilidad ni demuestra el mínimo sentimiento de humanidad cristiana, pone de manifiesto el criterio generalizado con el que se aceptaban en la época estas situaciones de sometimiento humano.
 
Souza encontró en las costas del mar a un heterogéneo grupo de abandonados y náufragos que medraban en el litoral por más de veinte años. Fundó en 1532 el puerto de San Vicente donde comenzó una precaria plantación de caña e instaló el primer ingenio de elaboración de azúcar.
 
Guinea, en el África, representaba una fuente inagotable de negros que podían venderse como esclavos, pero recién en 1549, comenzaron a llegar al Brasil colonizado, los primeros esclavos de origen africano, comercio que alcanzaría vastas proporciones.
Martim Souza entendió que el Plata estaba fuera de su hegemonía y se abstuvo de fundar ciudades como era el interés real.
 
El gobierno lusitano permitió a sus colonias manejarse con gran autonomía, sujetas solamente a una leve supervisión que se tradujo en el fortalecimiento de un nuevo orden comunal, con virtual independencia en sus manejos políticos y administrativos. Como consecuencia, la sociedad colonial se formó con una clase dirigente aristocrática rural de latifundistas y propietarios de ingenios azucareros, una masa esclavizada de negros y una porción de blancos pobres sin mayores expectativas de progreso. Esta "civilización del azúcar" mantuvo su apogeo hasta fines del siglo XVII, en el que se modificaron las estructuras comerciales. Era la época dorada de las casas lujosas de grandes señores feudales, tan magníficamente retratada por Gilberto Freyre en su obra "Casa Grande e Senzala" (30).
 
 
 
 
NOTAS:
 
24- "Crónicas de los cuatro viajes" y "Cartas al rey" de Cristóbal Colón
 
25- Jean-Baptiste Lamark, naturalista francés, (1744-1829)
 
26- "No le restaba a Portugal otra alternativa: había que colonizar el Brasil. En efecto, luego de treinta años de abandono, el rey vuelve su atención a sus posesiones americanas. Todo el interés de los negocios estaba volcado a la India y las Molucas. Comienza la época de las Capitanías hereditarias. La economía brasileña estaba en estado de colapso por los conflictos surgidos entre portugueses e indígenas derivados de la necesidad de captación de esclavos, por los desordenes internos y por la presencia de piratas franceses." ("Capitâes de Brasil", Antonio Bueno, Río de Janeiro, 1Vol. III, 1999)
 
27- El Brasil fue dividido en donatarios o capitanías hereditarias. A cada capitanía le correspondía 350 kilómetros de litoral y se extendía en profundidad hasta la línea establecida por el Tratado de Tordesillas. No hubo ningún interés en adjudicarse estas concesiones entre los miembros de la nobleza de Lisboa. Las doce capitanías fueron adjudicadas a militares y burócratas responsables de la exploración marítima y de este proceso administrativo sobrevivieron solamente dos de ellas, Pernambuco y San Vicente.
 
Las sesmarías eran fracciones de tierra virgen distribuidas por los donatarios entre los colonos. La palabra deriva de "sesmo", sexta parte. Al recibir la tierra, el colono asumía el compromiso de su explotación en el plazo de cinco años. Este se vio en la posesión de vastas tierras que no pudieron ser aprovechadas y según opinión del historiador Francisco de Varnhagen (1859), la ambición de poseer grandes extensiones de bosques y praderas dio lugar más adelante a los grandes latifundios improductivos."
(Eduardo Bueno, "Capitâes do Brasil", Op. Cit)
 
Francisco Adolfo de Varnhagen, Barón y Visconde de Porto Seguro (1816-1878) es autor de una valiosa obra llamada "Historia Geral do Brasil". (Nota del autor).
 
28- Buarque de Holanda, Sergio. "Raizes do Brasil"
 
29- En 1758, el marques de Pombal decretó la libertad absoluta de los indios, pero todavía en los comienzos del siglo XIX se llevaban a cabo expediciones armadas para la captura de aborígenes.
 
30- Freyre, Gilberto, "Casa Grande e Senzala", Recife, PE., Edit. Jose Olympo, 1933.
 
 
 
 
Fuente:
 
 
Editorial El Lector, Asunción – Paraguay. Año 2000.
 
 
 
 
 
 

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