ECOS POÉTICOS: JOSEFINA PLÁ Y JORGE LUIS BORGES
PONENCIA DE ENRIQUE MARINI PALMIERI
ECOS POÉTICOS: JOSEFINA PLÁ Y JORGE LUIS BORGES
A DIEGO ALONSO
Siempre en mi carrera de profesor universitario estuvieron ligadas la investigación y la enseñanza: investigaba para enseñar y enseñaba para seguir investigando. Con todo y con eso, siempre mis estudiantes me aportaron ideas nuevas sobre lo que yo ya había preparado para ellos. Estas palabras son un ejemplo. Así, hoy, para mí es más un compartir experiencia que una exposición de congreso. Este compartir es el resultado de una doble coincidencia. Por un lado, el haber transformado una conferencia plenaria dada en Buenos Aires, en un contexto puramente borgeano (1) -"Nervo, Borges y Heráclito", principalmente sobre "Heráclito", un poema de La Moneda de hierro (1976)- en artículo para la revista Critica dirigida por el Dr. Livieres. Y por otro, el haber dialogado sobre el poema "Serpiente río", de Josefina Plá, con un estudiante de la carrera de Letras de la Universidad Nacional de Asunción, mientras el asistía al seminario que hube dictado entonces en el Centro Cultural de España "Juan de Salazar" (2). El orden cronológico de ambos poemas -uno de 1968, el de Plá (Isla de Lobos, Canarias, España, 1909 - Asunción, Paraguay, 1999); el otro de 1976, de Borges (Buenos Aires, 1899 - Ginebra, 1986)- vuelve natural el dicho "the ladies first".
La composición de Josefina Plá, "Serpiente río" (3), anuncia el tema del poema con el epígrafe "No bajarás dos veces al mismo río", primera frase del fragmento N° 41 de Heráclito de Éfeso. (4)
"SERPIENTE RÍO" (5)
"No bajaras dos veces al mismo río"
Heráclito de Éfeso
I
Quien te mira serpiente
bruñendo tus escamas
bajo el sol o el creciente
siempre pasando
nunca yéndote y el
marchándote y estando
desde las mismas fuentes
estando y regresando
desde la misma muerte
desde el origen al final encuentro
muriendo sin cesar y renaciendo siempre.
Alguien te arroja su rostro su sonrisa
para que tú las lleves
Pero pasas por ellos sobre ellos bajo ellos
indiferente
... La carnada ilusoria
de una imagen que nunca
devoraran los peces.
II
El cielo ciego en ti
sumerge
sus tesoros
y es natural que nunca lo recuerdes
El recuerdo es el viático
piadoso del que muere
Pero tú
permaneces
Navegas la bandera de todas las estrellas
en la muerte
continua
que es tu villa perenne
Porque sabemos que estarás
naciendo siempre
y el mar sediento que no agotó tus vidas
no agotará
las que aun no tienes
... Viajero de ti mismo
que todo lo recibes para que nada lleves
que todo lo recoges
y nada guardas Sierpe
que pides tus escamas al cielo derramado
Quien fuera como tú Muriendo (6) eternamente
y regresando
para nunca siempre
1968
NOTA 1: "Octavas Jornadas internacionales Borges y los otros", organizadas por la Fundación Jorge Luis Borges, en la sede de Buenos Aires, en agosto de 2008.
NOTA 2: Seminario sobre prosa narrativa de ficción en la literatura hispanoamericana. Quinta y última parte del dictado anteriormente Formas de la literatura hispanoamericana: "Poesía, Poema en prosa, Prosa poética, Prosa ensayística y Prosa narrativa de ficción".
NOTA 3: Se halla incluido en el manojo intitulado La Llama Y la arena, Asunción: Editorial Alcándara, 1987 (lleva unas palabras de la autora, a modo de prólogo, fechadas en agosta de 1987, p. 7-9), p. 13-14. Esta es la versión que se recoge aquí. Existe la edición de las Poesías completas, Asunción: El Lector, 2003, a mi parecer muy poco fiable, dada la falta de criterio editorial de la composición y el armado del volumen. Vgr.: el poema citado figura en las páginas 367-368, en un apartado intitulado “Introito”, el cual parece formar parte de un poemario intitulado Los Treinta mil ausentes -Asunción: Arte Nuevo. 1985- y que se inicia en la página 345. El título "La Llama y la arena" -que figura en el índice de obras como una aparte- se inicia en la página 369 -siguiendo al poema citado- y va hasta la página 376. Este hecho desvirtúa la posibilidad de que el poema citado pertenezca al poemario La Llama y la arena", lo que es evidente para quien conoce la edición de Alcándara, en la que se puede leer dicho poema.
NOTA 4: En la versión citada, no se indica el origen de la traducción del fragmento, ni se da el texto completo; tampoco se indica el lugar que ocupa entre los 129 -o 130, según los especialistas- fragmentos que nos han llegado de la obra del filósofo griego presocrático. El fragmento dice así: "No se puede bajar a las aguas del mismo río dos veces, dado que las aguas fluyen constantemente a los pies de uno" (traducción es mía, a partir de la versión inglesa de Cf. John Burnet, Early greek philosophy, edición facsímil de la que publicó en Londres la editorial A. & C. Black, Ltd, en 1920; realizada por Adamant Media corporation, en la serie Elibron Classics series, Replica Edition, en 2005 (el lugar no viene indicado).
NOTA 5: El título se construye con dos nombres propios de cosas reunidos en relación de coordinación. Como en la construcción, vgr., pájaro mosca, el segundo nombre va substantivado y especifica al primero, dándole a la serpiente las características específicas del accidente geográfico "río". Esta construcción y la ausencia de puntuación ortográfica para finalizar una frase -lo cual se señala con la mayúscula que se le concede a la palabra que inicia la frase siguiente- merecen un estudio semiótico.
NOTA 6: Este es un caso que calificaría de extremo en la manera de señalar los finales de frase, no con un punto, sino con una mayúscula.
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El poema se nos presenta dividido en dos segmentos, señalados por las cifras romanas "I" y "II". Cada segmento consta de dos estofas asimétricas de versos libres. La primera estrofa del primer segmento consta de una sola frase para los once versos que la forman. En el segundo segmento ambas estrofas cuentan con cuatro frases cada una. Como se puede observar, en toda la composición, la puntuación final de frase está dada por las mayúsculas. Se han introducido puntos suspensivos en las segundas estrofas del primero y del segundo segmento. Se los incluyen: antes de iniciarse la última frase de la segunda estrofa del primer segmento; y en el inicio de la segunda estrofa del segundo segmento. En el primero de los casos, se alude a los rostros y sonrisa que se arrojan a las aguas de la "serpiente rio", como "La carnada ilusoria/ de una imagen que nunca/ devoraran los peces", sugiriendo así la inutilidad del recordar puesto que el tiempo ni se detiene ni vuelve. En el segundo caso, el locutor poético realiza una síntesis en la doble naturaleza de la "serpiente río". Así, primero se dirige al masculino "río" para definirlo con la metáfora del "Viajero de ti mismo". Luego se dirige a lo femenino, a la "Sierpe/ que piles tus escamas al cielo derramado". Lo masculino y lo femenino se reúnen en las acciones paradójicas de los recibir y "nada" llevar, y de los recoger y "nada" guardar. La síntesis que retrata de manera conceptual al río de Heráclito se acuerda perfectamente con la concepción filosófica del maestro de Éfeso. Digamos, para terminar este apartado que, además, se observa que en el primer fragmento el locutor poético se dirige al carácter femenino de esta entidad que crea Plá, a la serpiente; luego, en el segundo segmento, se dirige al río, de carácter masculino. Valgan estas breves alusiones como introducción a la lectura del poema de Josefina Pla.
Así pues, en el primer segmento la voz poética propone el retrato de una "serpiente río" -entidad que, como se acaba de decir, reúne en ella los principios primigenios vitales. Se traza el retrato desde una doble perspectiva exterior anónima: "Quien te mira" (es decir: todo aquel que), y "Alguien te arroja" (es decir: uno, cierta persona a la que no se nombra). Ambos pronombres -relativo el uno, indefinido el otro- se refieren a testigos anónimos que, a través de las acciones de mirar y de arrojar, son quienes logran que esta "serpiente río" exista para una multitud anónima de posibles testigos. Visto así, lo que afirma el locutor poético adquiere la dimensión universal propia del Tiempo, en la que todos y todo está.
Al concepto del tiempo se lo analiza elaborando a partir del hilar la metáfora del tiempo por la entidad que crea Plá, la de una "serpiente río" de doble naturaleza, femenina y masculina. Esta metáfora -ya codificada- parte del verso serpentear y ofrece la imagen de un río que fluye como lo haría una serpiente sobre el suelo, y cuyas aguas, ondulando, forman cimas como "escamas" de serpiente que brillan tanto "bajo el sol" del día; como bajo "el creciente" de la luz nocturna de la Luna. (7) Esta metáfora se sustenta en un sistema de múltiples paradojas. Dos ejemplos: "siempre pasando/ nunca yéndote", "muriendo sin cesar y renaciendo siempre". La paradoja que sostiene a la metáfora fija el origen mismo de la "serpiente río": el de la muerte y su final, el del encuentro que es un hacerse y deshacerse en lo que llamo el ser y no ser, siendo. Es decir, que el río serpentea y la serpiente fluye ondulándose y, en este espejo metafórico y paradójico, la serpiente es el río y el río la serpiente, del río como serpiente vamos a la serpiente como río y viceversa. Como si se tratara de un personaje de historia narrada, el análisis del concepto se construye, pues; por etopeya, y los gerundios que se emplean para determinar las acciones paradójicas que cumple la "serpiente río" son parte de esta suerte de retrato. Así, en este segmento dedicado solo a la serpiente, los gerundios bruñen, pasan, se marchan, están -estando iterado dos veces, con un verso de por medio y, cambia su posición en el verso siguiente en una suerte de quiasmo- y regresan, mueren, renacen. La función adverbial de estos gerundios subraya el carácter circunstancial que, conformemente a lo paradójico de su naturaleza esencial, en esta serpiente bruñe y pasa, se marcha y esta, permanece y ondula y fluye; como serpiente, como río de Heráclito.
NOTA 7-. También se puede interpretar en el sentido inverso: la serpiente ondula como puede hacerlo el río. La estructura que subyace en la creación de Plá es en espejo. Ahora bien, en este cuarto creciente de la luna se muestra con las puntas para arriba del círculo lunar, mientras éste va creciendo. Sugiero que se recuerde el célebre verso de la Eneida en el que se exalta al dios del río en el Tíber dirigiéndosele como "el rey de las aguas hesperias, río cornígero" (Libro 8, 72). Este epíteto sugiere poderío, tanto en la mitología griega -el Apolo Karneios y Dionisos- como en latina -el dios del río Tíber-. También, habrá que recordar en el Antiguo testamento los rayos de gloria de Moisés cuando vuelve del Sinaí, rayos que la Vulgata traduce literalmente por "cuernos" -traducción que la Edad Media recoge en las representaciones del profeta y le pone en la cima del rostro un par de cuernos-. En los tratados sobre simbolismo se lee que el cuerno posee, a la vez, un valor masculino y solar, y otro femenino y lunar. Sobre dicha ambivalencia simbólica parece hallarse este río que es "serpiente río", es la serpiente y es el río.
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En la segunda estrofa, el pronombre "quien", de valor impersonal, generaliza la visión de la "serpiente río", da paso al "alguien", para ofrecer cierta callada indeterminación, supuestamente impersonal en la que existe la misma ambigüedad que, como en la pasiva refleja, el sujeto es complemento de acusativo, y viceversa. Ya que no se sabe si es el rostro el que arroja su sonrisa o la sonrisa la que arroja su rostro. Ambigüedad que se confirma en la oración adversativa que sigue, encabezada por el adverbio "pero"; en ella el "alguien" se vuelve plural: "ellos". Y, normativamente, domina el masculino del rostro por encima del femenino sonrisa. Ambigüedad respecto del que arroja a que, subrayada por la falta de puntuación final, y que sugiere que ese "siempre pasando" caracteriza a la "serpiente río" (8). Asimismo, los tres puntos suspensivos que inician al verso siguiente también son significantes, ya que llevan la esencia de la metáfora de lo que se ha arrojado: el rostro y la sonrisa, por la "carnada ilusoria/ de una imagen que nunca devoraran los peces". Ni peces ni carnada, ni rostro ni sonrisa, solo el pasar y no pasar, pasando: los puntos suspensivos y la ausencia de puntuación ortográfica para marcar los finales de frase y el primer segmento termina sin puntuación final ortográfica, sin representación del eterno fluir del tiempo. Como si, entre paradoja y puntuación significante, el poema ondulara. (9)
NOTA 8 - La ausencia de puntuación ortográfica subsanada por el empleo de mayúsculas que indican en cambio de frase, se halla cargada de sentido, es pues, decididamente significante.
NOTA 9 - En nuestra conversación respecto de este poema-mantenida con un estudiante y a la que he aludido al iniciar este análisis comparativo entre Plá y Borges- Diego Alonso me dijo que observara cómo el propio título, "Serpiente río", ya anuncia dicha ondulación serpentina, dado que el primer substantivo cuenta con nueve letras; mientras, el segundo sólo con tres, produciéndose una suerte de ademán silábico en el sintagma de doble substantivo que sugiere dicha ondulación serpentina. Convine con él que sería interesante analizar desde el punto de vista aritmosófico los valores simbólicos de las cifras tres y su múltiplo la del nueve. Pero ello rebasa, evidentemente, los límites del enfoque del presente análisis: el eco poético entre Plá y Borges en torno de la figura y la filosofía de Heráclito.
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En el segundo segmento, en la primera estrofa, siempre por etopeya, por las acciones del sujeto y acusativo "serpiente río", el locutor poético pone de relieve la natural incapacidad del río -ahora, ya el locutor poético no se dirige a la serpiente- a "que nunca recuerdes". Partiendo del río, se indica fiel y esencialmente el pensamiento de Heráclito: solo existe el presente del fluir, presente de esencia, presente del ser. El presente es la nunca dimensión temporal en la que el río "permanece", y en el que "estarás/ naciendo siempre", dice el locutor poético a su destinatario. El río no conoce la muerte ni los "tesoros" que "el cielo ciego en ti/ sumerge". Tampoco conoce el "recuerdo" que "es el viatico/ piadoso del que muere". El vacío Heráclito, hecho de la suma de presentes, se instala en el poema y, con ese, "la muerte continua/ que es tu vida perenne". Vacío hecho de ausencia de un mas allá -del que sea, cristiano o no- y, por ende, del de una vida en ese mas allá, en la que el Creador del universo está ausente, obviamente. ¡Lejos estamos de la tradición castellana de Manrique y de Quevedo... Así como de San Agustín, para quien tampoco existen el pasado y el futuro, pero si un presente, el de la naturaleza de Dios.
Acaba el segmento hilando la misma metáfora del río que serpentea, por el tiempo. Otra vez, a la metáfora se le une la paradoja, la cual insiste en la realidad geográfica de la confluencia de los ríos con el mar: "y el mar sediento que no agotó tus vidas/ no agotara/ las que aun no tienes". Para el filósofo de Éfeso el Tempo no es más que una eternidad hecha de presentes. Eternidad de "vida perenne" y de muerte "continua", dice el locutor poético a propósito del río. También esta paradoja esta heredada de las ideas y de la manera de formularlas de Heráclito. La eternidad, siendo la suma de presentes, justifica el hecho de que la segunda estrofa de este segundo segmento se inicie con otra serie de puntos suspensivos, por ende significantes. Los sigue el adjetivo substantivado en masculino "viajero"; substantivo determinado por el complemento de preposición y pronombre: "de ti mismo". También en este caso, se enumeran las particularidad etopéyicas de la "serpiente río": "todo lo recibes para que nada lleves", y "que todo lo recoges/ y nada guardas" -pronombre relativo que es polisémico: determina (equivale a quien), y señala consecuencia (equivale a puesto que): un viajero ligero de equipaje, como diría Antonio Machado de sí mismo en su "Autorretrato". Llega ahora, sin puntuación ortográfica, marcándola la mayúscula, el vocativo femenino "Sierpe". Este se reúne, desde el centro de la estrofa, con el anterior vocativo masculino "viajero". Y el poema sigue ondulándose entre ambas naturalezas. Se reconstituye la doble naturaleza de esta entidad femenina y masculina a la vez, la "serpiente río" de Plá. Sierpe es el nombre de una constelación y el de un reptil ofidio. Ambos sentidos fundan la metáfora en ausencia por la superficie irisada del agua de un río a la luz del sol y de la luna, y como en la primera estrofa del primer segmento, ahora se lee: "pides tus escamas al cielo derramado". (10) El locutor poético cierra la composición con un deseo "Quien fuera como tú Muriendo eternamente/ y regresando/ para nunca siempre". Este "Quien" -al que yo le habría puesto tilde- es un "viajero", por similitud con la "serpiente río". El poema concluye con un deseo reñido con la fe cristiana de la que se hacen eco en la tradición poética hispánica Jorge Manrique, Francisco de Quevedo y sor Juana Inés de la Cruz por no citar algunos nombres en total arbitrariedad, aunque es conocida la admiración de Borges por Quevedo-. Deseo expresado con un sintagma paradójico que reúne a una preposición de finalidad con dos adverbios: "para nunca siempre". Paradoja que abre a una última serie de puntos suspensivos. Sera que el poema serpentea como la "serpiente río"? Hay quienes así lo sugieren...
El poema de Borges también se inspira en el mismo fragmento N° 41 que inspiró a nuestra escritora. Veamos, pues, lo que nos dice este otro "Heráclito" en el fluir del Tiempo.
Heráclito camina por la tarde
De Éfeso. La tarde lo ha dejado,
Sin que su voluntad lo decidiera,
En la margen de un río silencioso
Cuyo destino y cuyo nombre ignora.
Hay un Jano de piedra y unos álamos.
Se mira en el espejo fugitivo
Y descubre y trabaja la sentencia
Que las generaciones de los hombres
No dejaran caer. Su voz se declara:
Nadie baja dos veces a las aguas
Del mismo río. Se detiene. Siente
Con el asombro de un horror sagrado
Que el también es un río y una fuga.
Quiere recuperar esa mañana
Y su noche y la víspera. No puede.
Repite la sentencia. La ve impresa
En futuros y claros caracteres
En una de las páginas de Burnet.
Heráclito no sabe griego. Jano,
Dios de las puertas, es un dios latino.
Heráclito no tiene ayer ni ahora.
Es un mero artificio que ha soñado
Un hombre gris a orillas del Red Cedar,
Un hombre que entreteje endecasílabos
Para no pensar tanto en Buenos Aires
Y en los rostros queridos. Uno falta.
East Lansing, 1976
NOTA 10 - El simbolismo de la serpiente es uno de los más ricos en las culturas universales. Símbolo de las fuerzas naturales para Hesíodo en su Teogonía; Pitón custodiaba el oráculo de Delfos hasta que fue vencido por Apolo, quien así puso fin a la civilización lunar y femenina, dando comienzo a la solar y viril, como lo dice Homero en su Himno a Apolo délfico. El Libro de los muertos egipcio menciona a la serpiente Atoum como un ser que emergió de por sí mismo de las aguas primordiales diciendo: "Soy lo que permanece. Es Leviatán en el Antiguo Testamento. Y los ríos Tíber cornígero y el Aqueleos, el mayor de los ríos de Grecia antigua, que se metamorfosea en toro para luchar con Hércules. Vida que late, vida subterránea, conciencia diurna, es lo que vive y a la vez vivifica, es el círculo y la idea de Dios, y su representación es la del ouroboros -sobre este símbolo y representación circular y divina hallamos notas en Nicolas de Cuse, en Spinoza, en Bachelard y en Borges-. Se podría mencionar también entre las creencias guaraníes a la Mbói jusu, la enorme serpiente que sirve de puente entre el último pasaje del alma y el final de su purificación. Datos sacados del Dictionnaire des symboles de Jean Chevalier y Alain Gherbrant, Paris: Robert Laffont et Éditions Jupiter, 1969; y, a partir de 1973, por las editoriales Júpiter y Seghers.
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Es una serie de 27 endecasílabos isosilábicos y polirrítmicos (Dominan los melódicos (9; 3ª, 6ª, 10ª ) y los heroicos (7; 2ª, 6ª, 10ª); además hay tres clásicos (6ª, 10ª), tres sáficos a minori (4ª, 8ª, 10ª), y un verso enfático (1ª, 6ª, 10ª), a la francesa (4ª, 6ª, 8ª, 10ª), de gaita gallega (1ª, 4ª, 7ª, 10ª), italiano 1ª, 4ª, 7ª, 10ª) y uno acentuado en la 2ª, 4ª, 6ª y 10ª), blancos, a la manera de los "versi sciolti" de Carducci. Lleva la fecha y el lugar de la composición: Borges se encuentra dirigiendo un seminario de literatura argentina en la universidad del estado de Michigan, en las afueras de la capital del estado, en East Lansing, a orillas de río Red Cedar, indicaciones que va dando el locutor respecto del "hombre gris" que "entreteje endecasílabos", al que alude al final del poema.
Se inicia el discurso poético con la voz poética que describe a Heráclito, cuando la noche cae, de paseo por Éfeso, y junto a un río "silencioso", "Cuyo destino y cuyo nombre ignora" -nótese la polisemia del substantivo: la dirección que podría seguir el río camino del mar, y el futuro de un ser humano. Estos versos fundan su retórica en la personificaci6n del río, merced a la hipálage y a la metáfora en ausencia: "el espejo fugitivo", por el río - siendo este, a su vez, metáfora del tiempo- y fija la idea de que existe un lado de aquí y otro de allí en la dimensión temporal. ¿Este espejo es un umbral? En efecto, un verso, independiente de los que lo preceden y de los que lo suceden, le sirve de umbral a Heráclito -umbral que marca Jano, el dios latino de los límites- para mirarse en el río. Heráclito "descubre y trabaja" uno de sus propios fragmentos -el que lleva el número 41/42 entre todos que se conocen de él; habiendo de añadírsele el N° 81 en la clasificación del citado Burnet- el cual pocos versos más adelante figura en cursiva: "Nadie baja dos veces a las aguas/ del mismo río".; el encabalgamiento abrupto insiste en diferenciar lo que parece haberse reunido en la realidad llamada espejo, es decir, al cauce y al fluir del caudal del río, confundiéndolos en una sola realidad, la de la esencia del río, metáfora por el Tiempo. Enseguida, Heráclito descubre "Que el también es un río y una fuga". Es decir "un espejo fugitivo". Y es evidente que el descubrimiento provoca asombro y "un horror sagrado" en él; como, en efecto, sólo puede provocar la visión de Dios. El dios río lo enajena a Heráclito, y poseído por el presente eterno en el que vive el dios, siendo ya de su misma substancia, intenta mirarse en esa misma eternidad divina, pero "No puede". Y, "Repite la sentencia", como si fuese una fórmula mágica, queriendo "recuperar esa mañana/ Y su noche y la víspera", y tampoco existe el pasado. De pronto, sin quererlo se le presenta su futuro y "ve impresa" la sentencia que reiteró y la ve "En futuros y claros caracteres/ En una página de Burnet". Sin embargo, ya no es Heráclito el que ha tenido la visión del futuro, puesto que tampoco esa dimensión temporal le está permitida: el Otro es quien le concede a Heráclito esa visión. El Otro es quien cruza el umbral que ha abierto Jano, y se dirige hacia Heráclito, hacia el Uno. Es imposible que este Uno conozca las traducciones de sus fragmentos en griego por Burnet. (12) Así, el Uno que es Heráclito pasa a ser personaje de un sueño, que sueña el Otro, el "hombre gris". Y el Otro se halla a orillas de otro río, en otro lugar, en otro tiempo cronológico, en otra historia personal. No está en Éfeso, ni su río es el de Heráclito. El río del Otro esta mas allá de la realidad vivida, en aquella en la que Heráclito es circunstancial y perenne a la vez, en aquella en la que, filosóficamente se es y no es siendo. Ni entonces ni en el presente de la escritura del poema -como tampoco en el presente de la lectura- Heráclito "no tiene ayer ni Ahora", es pura substancia de tiempo y fluye en la eternidad hecha de presentes. Ahora, Heráclito es para el Otro solo un "mero artificio", artificio poético del "hombre gris", quien enhebra los endecasílabos que componen el poema. El "hombre gris" los va componiendo "Para no pensar tanto en Buenos Aires/ Y en los rostros queridos. Uno falta".
Llegados a este punto, nosotros, lectores, nos hemos de detener y preguntarnos en lo que hemos de interpretar en el final del poema. En efecto, si en una primera lectura, ingenua y sin preconcebidos, se piensa que el tema del poema es el de la nostalgia, de la ausencia de los seres "queridos"; en una lectura avisada del poema, y teniendo en cuenta la fecha que se indica al pie de la composición, se comprende que entre esos rostros está el de su madre, fallecida en 1975. (13) El lector ingenuo comprende que el locutor es el propio Borges. (14) Y, si el lector ingenuo no puede saber que los cuatro últimos versos del poema ofrecen detalles de la vida real del escritor, el lector avisado sí. Entonces, los versos recuerdan, y vienen de una eternidad en la que se hace memoria de la madre, momentos que siempre tan solo un instante. Primero, el instante en el que se piensa, se siente y se desea darle forma poética al recuerdo de la presencia de la madre. Luego, el instante en el que se concretan esos pensar, sentir, desear gracias al escribir el poema. Por fin, el instante de la lectura; instante siempre múltiple, tanto en su temporalidad como en su espacialidad. Tales instantes son metáforas por la eternidad en la que se origino el mecanismo de la poetización del recuerdo de la madre del poeta. Un tiempo de esencia, el del sub specie aeternitatis para Spinoza. Un tiempo del eterno presente de Dios para San Agustín. Un tiempo de eterno fluir de Heráclito. Soñandose en el recuerdo de su madre, Borges es también una gota de ese caudal que fluye continuo en el presente, en un presente de eternidad. (15)
CONCLUYENDO, se podría proponer que en el poema de Borges, ambos, Borges y Heráclito-metaforizados en el Uno y en el Otro, en el Uno como el Otro, que son y no son, siendo- los dos se miran en un mismo río y "arrojan su rostro" -como se lee en el poema de Plá- en el fluir del Tiempo, y así se escribe una elegía fúnebre en memoria de la madre fallecida. Para Josefina Plá, ello -"Quien te mira" y "Alguien te arroja su rostro y su sonrisa"- se pierde en los espejos de la serpiente y del río, porque la "serpiente río" es encuentro y muerte continuos, en el tiempo y por el tiempo. Si por esta vez, de manera lírica que se entronca con la tradición religiosa y moral hispanobarroca, Borges recuerda a su madre, (16) para Josefina Plá el recordar es "viatico piadoso del que muere".
EN SU POEMA DE ENDECASÍLABOS, si Borges acaba volviéndose Heráclito, así es para poder perderse en el fluir presente y eterno del río, para vivir y morir a la vez. La finalidad de dicha metamorfosis es el pasar a vivir en el pensamiento de Heráclito sobre el tiempo, viviendo y muriendo y volviendo a vivir en la circunstancia del ser y no ser, siendo, en el "espejo fugitivo" -metáfora por el río, siendo este, a su vez, la metáfora por el tiempo- lo cual sobreentiende el recordar y el escribir. Para Borges, el escribir supone el leer; y con las múltiples posibilidades de lectura de un poema se pone en marcha el flujo continuo de tiempo; dinámica paradójica ésta, una vez más, en la que reside la eternidad como futuro. La esencia misma del poema conlleva tal eternidad. Esencia poemática y filosófica cuya naturaleza es la propia de todo ser que no es, siendo: la del poeta y la de la madre fallecida. En la expresión metafórica del pensamiento de Heráclito el río es la eternidad circunstancial. En los endecasílabos de Borges, Jano, el dios de los límites, es quien se lo revela al locutor político y, por ende, al lector. Habiéndosela revelado también a Heráclito, este lo expresara en los términos del fragmento N° 41/42. Luego Jano le abre los límites del misterio a Borges. El poema es y será por la eternidad la suma de presentes, puesto que cada vez que el lector eventual cruza el umbral y baja a la eternidad del "espejo fugitivo", el poeta y su madre viven en la reiteración del fluir de lecturas innombrables. Dicha reiteración, al pasado como tal, le concede una suerte de presente de eternidad, fundada en el concepto de recordar, y en los actos de escribir y leer -un vivir y un morir. Ambos concepto y acto son substancia y en esencia de la razón de ser del poema.
A PLÁ LE TOCA el reflexionar sobre el fluir del tiempo, sin apelar ni a recuerdos ni a pasado, dejándola a la muerte en su vacío eterno, esa "ilusoria carnada" que, en el poema de Borges es su razón de ser. En "Serpiente río", ella propone que el hombre ha de ser indiferente al correr del tiempo, puesto que la "muerte continua" del tiempo, es forma de "vida perenne". Tal paradójica indiferencia, cuyo enfoque es estrictamente filosófico y especulativo, de raíces en la ataraxia de Epicuro, aparta a Plá de la tradición poética española moral y religiosa cristiana. El poema de Plá parece ser una suerte de ejercicio estoico, escéptico y ataráxico. Dada la realidad del nacimiento y de la cultura de la autora, sorprende que la voz poética no se lamente recordando, como, vgr., Jorge Manrique al padre fallecido: [°] contemplando/ cómo se pasa la vida,/ cómo se viene la muerte/ tan callando;/[°]". (17) En el poema de Plá, desde la intencionalidad filosófica, se expresa el deseo de una vida eterna vivida en las circunstancias propias del hombre: "Quien fuera como tú", serpiente y río, "regresando/ para nunca siempre". Mientras que, en el poema de Borges, si hay un deseo de vivir en el fluir del tiempo, es porque existe una meta: la de vencer al tiempo, reiterándolo merced a la lectura y de manera a que en la eternidad del recordar este reemplace al tiempo. Borges no niega que exista la muerte; ni tampoco la teme; ni se lamenta por tener que vivir en los límites del tiempo.
Borges va mas allá de la ataraxia: con la elegía fúnebre a su madre, intentando perpetuar su memoria, se emparienta de manera paradójica con la poética tradicional moral y religiosa española. (18)
A PARTIR DE ESTOS ECOS HERACLIDIANOS entre Plá y Borges, se observa que allí -en la española, paraguaya de adopción- donde se espera leer la tradición española, la voz poética propone una universal reflexión filosófica presocrática, eminentemente heraclidiana. Creo que le toca a Borges, el hispanoamericano, el aportar dicha tradición y hacerlo de manera personal, mirándose sub specie aeternitatis en las aguas del río de Heráclito, reconociendo con este y con Spinoza que en la fugacidad del paso del hombre por la vida existe una suerte de esencia propia de la divinidad gracias a la que el recordar ha de perpetuarse.
Asunción, 29 de octubre de 2009
G.H.M., In memoriam
NOTA12 - La mención al libro de Burnet, así, sólo el apellido, llama la atención del lector. Borges cita con familiaridad propia de quien maneja una información muy conocida, como por inspiración de las Musas. ¿Lo acababa de leer en el momento de escribir el poema? John Burnet es una autoridad con relación a la filosofía presocrática, junto a la obra de Diels y Bywater, por ejemplo, a quienes cita y explica las razones de seguir el orden que éste le dio a los fragmentos. No sólo el volumen es rico en informaciones totalmente fidedignas sino porque el contenido, responde a un método de exposición cuyas características son la síntesis clara y erudita de la argumentación aristotélica, y posee gran atractivo intelectual. Por ejemplo, en unas treinta primeras páginas y en catorce secciones, Burnet propone un repaso desde el orfismo hasta Platón, en sus principios y enunciados más importantes. La síntesis brillante pone de relieve dos características del pensamiento de esas épocas primigenias de la filosofía: el valor de lo irracional y de lo inconmensurable. Características éstas que, a partir de Platón y Aristóteles, reanudan con las especulaciones. Burnet le dedica a Heráclito las páginas que van desde la 130 hasta la 168. En ellas propone lo fundamental de su pensamiento y del alcance de éste en los filósofos que vinieron después. Y va enumerando los diferentes fragmentos, en el orden en el que la tradición erudita los ha fijado, indicando en notas detalles que pudiesen variar de un filólogo a otro, y así desde la página 132 hasta la 141, los 130 fragmentos. El que se cita dice en inglés: "You cannot step twice into the same rivers" (cf. Burnet, p. 136). Nótese la traducción literal que se da en el poema del verbo to step roto, con "entrar en" (cf. referencia en nota N° 4).
NOTA 13 - Desde los años en los que la ceguera comenzó a impedir a Borges el viajar solo, la madre fue compañera infatigable del poeta, y muy a menudo en los Estados Unidos. El poema resulta, pues, una elegía fúnebre -un poco a la manera de Jorge Manrique y de los poemas a la muerte que compuso Francisco de Quevedo- en memoria de su madre fallecida en 1975. Tarea ésta imposible para Heráclito, y para cualquiera que adhiera fehacientemente a su filosofía. Sólo para "el hombre gris" -para quien tampoco es posible recuperar el pasado- por un instante -por el de la escritura, y también por el de la lectura- materializar al rostro, a los momentos compartidos con ese rostro.
NOTA 14 - El hecho de que Heráclito es "un mero artificio que ha soñado/ Un hombre gris que entreteje endecasílabos", le propone al lector ingenuo un paralelo entre el filósofo y el poeta: ambos se hallan junto a un río, y uno piensa mientras el otro poetiza. El río es una señal que solicita la inteligencia de ambos y cada uno reacciona a su manera. Este paralelismo podría sugerirnos que ambos se hallan en las aguas de otro río que no es y ni el de Éfeso, ni el Red Cedar, sino en un río que es la metáfora del fragmento de Heráclito, es decir en el Tiempo. El poema es el tiempo, vive en el tiempo, pervive en el tiempo cada vez que se lo lee. El mecanismo metafórico se inspira en el discurso obscuro en el que el pensamiento de Heráclito se expresa en los fragmentos y. a la vez, la armonía que resulta de la tensión de elementos opuestos -como el ser y no ser, siendo- cimenta la unidad paradójica del universo- Burnet califica al pensamiento de Heráclito de "oracular", porque en él ciencia y religión se aúnan para responder a las interrogantes del hombre frente al universo. Los dictámenes del oráculo eran fundamentales e incoherentes en apariencia, necesitaban una exégesis, una explicación avisada. Los dictámenes y su elucidación seguían siendo misteriosos y proféticos. La obscuridad no riñe con el alcance del contenido del pensamiento, dice Heráclito, porque la sabiduría está más allá del entendimiento, de la comprensión (“for all whose discourse I have heard, there is not one who attains to understanding that wisdom is apart from all", dice el fragmento N° 18 – “porque, todo aquel que discurre y al que he oído, no es alguien que alcanza esa claridad con la que la sabiduría se sitúa lejos de todo”-). Tampoco estos enunciados riñen con la obscuridad y con el entendimiento en este poema de Borges, aunque su lector sea avisado o ingenuo.
NOTA 15 - En el poema "Final de año" de Fervor de Buenos Aires se lee: "[°] La causa verdadera/es la sospecha general y borrosa/del enigma del Tiempo;/es el asombro ante el milagro/ de que a despecho de infinitos azares,/ de que a despecho de que somos/ las gotas del río de Heráclito,/ perdure algo en nosotros: inmóvil,/ algo que no encontró lo que buscaba" (cito por Obra poética 1923-1977, Madrid: Alianza Editorial (1972)-Buenos Aires: Emecé (1977), 1990, p. 43).
NOTA 16 - Y se piensa enseguida en Jorge Manrique (1440-1479) y Francisco de Quevedo (1580-1645). En efecto, ya en inicios de los años 20, Borges publicó "Menoscabo y grandeza de Quevedo—, es el primer ensayo breve que escribe Borges sobre el escritor español. Salió en la Revista de Occidente (Madrid, 1924, N° 6, p. 249-255). Se lo recogió luego en Inquisiciones, Buenos Aires: Editorial Proa, 1925. Allí dice: "[°] Quevedo es, ante todo intensidad. No descubrió una sola, forma estrófica [°]; no agregó al universo una sola alma; no enriqueció de voces duraderas la lengua. Transverberó su obra de tan intensa certitud de vivir que su magnífico ademán se eterniza en una firme encarnación de leyenda. Fue un sentidor del mundo. Fue una realidad más; [°]" (cito por la edición de Inquisiciones, Barcelona: Seix Barral, Biblioteca Breve, 1994, p. 43-49; p. 49). Asimismo, Borges redacta un prólogo en 1948 (para el volumen Prosa y verso, en Buenos Aires: Emecé), Allí, desde su profundo conocimiento y admiración por el autor del Heráclito cristiano, Borges califica al poeta español de enigma de "la historia de la literatura", cuya "grandeza [°] es verbal, puesto que no es ni filósofo, ni teólogo, ni estadista como se lo ha querido ver”, dice. Apoya su admiración en la que Alfonso Reyes tenía por Quevedo, y la cita. Luego, menciona Borges el soneto "Retirado en la paz de estos desiertos", escrito, al igual que el Heráclito cristiano y segunda arpa a imitación de David (1613), en la torre de Juan Abad. Dicho soneto, afirma Borges, lleva en sí la "memorable línea [sic]" de la 1ª Elegía de Propercio (verso 19): "Ut meus oblito pulvis amore vacet" - "Polvo serán, mas polvo enamorado". Borges concluye que "Las mejores piezas de Quevedo, existen más allá de la emoción que las engendró y de las comunes ideas que las informan [°]. Son (para de alguna manera decirlo) objetos verbales, puros e independientes como un anillo de plata'[º]". Para ilustrar dicha afirmación, cita el soneto cuyo primer verso es: "Harta la toga del veneno lirio" -y sus tercetos dicen-: "Competir su palacio a Jove quieres,/ pues miente el oro estrellas a su modo/ en el que vives sin saber que mueres.// Y en tantas glorias, tú, señor de todo,/ para quien sabe examinarte, eres/ lo solamente vil: el asco, el lodo" (cito por Obras completas de Quevedo, tomo I: Poesía original, edición de José Manuel Blecua, en Barcelona: Editorial Planeta, 1963, p. 87-88; el citado soneto se dirige al "abundoso y feliz Licas"). Por mi lado, creo que de Quevedo, en este marco borgeano, se podrían citar también: el soneto N° 2, en sus tercetos: "Ayer se fue; mañana no ha llegado;/ hoy se está yendo sin parar un punto:/ soy un fue, y un será, y un es cansado.-// En el hoy y mañana y ayer, junto/ pañales y mortaja, y he quedado/ presentes sucesiones de difunto" (ibíd., p. 4); y, entre los poemas morales, la silva N° 139, "El Reloj de arena", dice, en sus primeros versos: "¿Qué tienes que contar, reloj molesto,/ en un soplo de vida desdichada/ que se pasa tan presto; en un camino que es una jornada,/ breve y estrecha, de este al otro polo,/ siendo jornada que es un paso solo/ [°]" (ibíd., p. 119-120).
NOTA 17 - Cito por Coplas, Edición de Amparo Medina-Bocos, Madrid: Editorial EDAF, 2002. p. 65; asimismo, la copla 12 recuerda que los deleites temporales son los tormentos "eternales", ibíd., p. 87.
NOTA 18 - Digo "de manera paradójica", dado que por lo general nos evoca en la obra borgeana el aspecto religioso cristiano; sin embargo y considerando la ausencia física de la madre e intentado acercarse a su eternidad presente en 1976, Borges podría sugerir al lector que posee la convicción que propone la fe cristiana de que allí donde hubo un cuerpo queda el alma, la cual sí sigue existiendo -aunque no se pueda afirmar dónde ni cómo-. Y Borges parece basarse en ello e intentarlo con el poema, y por supuesto con Heráclito, una reunión con el querido rostro ausente.
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Fuente de la imagen: diazmartinez.wordpress.com
Fuente:
IV ÉPOCA – Nº 18
A CENTRE OF INTERNATIONAL PEN
EDICIÓN ESPECIAL
LA FUNCIÓN SOCIAL DE LA LITERATURA EN EL PARAGUAY
Arandurã Editorial,
Asunción – Paraguay
Julio 2010 (199 páginas).
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