EL ADIÓS DE UNA REINA
Cuento de
STELLA BLANCO SÁNCHEZ DE SAGUIER
(Enlace a datos biográficos y obras
En la GALERÍA DE LETRAS del
www.portalguarani.com )
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EL ADIÓS DE UNA REINA
Miró en torno suyo. Allí estaban los presentes: Todo lo que ella quiso, y todo lo que ella pidió, además de todo lo que Salomón le dió. La reina- se volvía, regresaba a su tierra con sus criados.
Recordó el día de su llegada, los camellos de la caravana que portaban la flor de la vainilla, la cúrcuma rojiza, el cardamomo, la feliz alcaravea, el comino, las pimientas y el azafrán. ¡Cuántos rubíes, esmeraldas y diamantes de Kabir! y todo el oro...
Aquel primer día perfumado de sándalo en el aire vibrante de arpas y salterios, fue el día en que la reina había bendecido al Jehová de Salomón por este Rey de derecho y dé justicia puesto en el trono de Israel. Fue el día en que llamó bienaventurados a sus siervos, por estar frente a Salomón y escuchar su sabiduría.
Aquel día habían contemplado por primera vez sus ojos, el cedro y el oro labrados que cubrían el Templo de Salomón. Luego de atravesar las puertas de olivo, se había quedado prendada de los dos querubines, con sus alas extendidas sobre el arca del pacto de Jehová. Estaban cubiertos de oro los querubines de talante divibrante: los cedros, las palmeras, el olivo y los botones no. Y la naturaleza estaba presente en el templo relumde flores, convertidos en oro para el holocausto y las ofrendas.
La reina de Saba había contemplado deslumbrada el poderío del rey. Su corazón se había conmovido con las respuestas de Salomón, cuando al llegar, él la condujera a la casa del bosque del Líbano y ella le había hecho las preguntas que en su corazón guardaba.
Mucho tenía ella que preguntar porqué el cielo y toda la tierra cabían en su corazón. Fue así como Salomón le habló de los majestuosos cedros, del arrastrado hisopo que agita entre las peñas su olorosa mata, de las aves, reptiles y peces.
Ella quiso saber del sueño en que, Dios le había entregado su sabiduría, porque él, el Rey Salomón, el hijo de David, había pedido corazón entendido para discernir entre lo bueno y lo malo, para poder, gobernar ese pueblo tan grande. ¿Y la nube? - aquella misteriosa nube?, que llenó la casa de Jehová. Quizás Jehová habitase en la oscuridad. Quizá... ¿Es verdad, -preguntaba la reina- que Dios morará sobre la tierra? Pues he aquí que los cielos de los cielos, no lo pueden contener... Cuanto menos, entonces, esto que tú has edificado. La reina obtuvo deleite de la Sabiduría de Salomón. Hoy mira en torno suyo envuelta aún en el perfume de sándalo que brota de todas partes, acariciada por la suavísima música de arpas y salterios, dejando pasa siempre la casa del bosque -cuánta felicidad puede también una casa albergar- y hoy ya no tiene preguntas en su corazón. En su lugar, comprende que la sabiduría máxima de un corazón entendido, es conocerse a sí mismo.
Es un trabajo individual, que nadie puede darnos, ni siquiera el mismo Jehová.
Ella siente un cambio, una evolución espiritual y vislumbra que Salomón por más rey y poderoso que sea no ha llegado a la concreción total y real de ese corazón entendido; que no lo puede recibir en profundidad sin antes trabajarlo. Y ya en su regreso la reina mira esos tesoros que Salomón le obsequiara y los vé palidecer.
Mira el desierto árido e interminable así como sería el conocimiento de sí misma.
STELLA M. BLANCO SÁNCHEZ DE SAGUIER
TALLER CUENTO BREVE
Imprenta-Editorial
Casa América,
Amplio resumen de autores y obras
de la Literatura Paraguaya.
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