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LA PRINCESA MIMI
Montado en mi caballo blanco, mi bicicleta, cabalgo hacia el reino de la princesa Mimí, que está en lo alto del cerro, cerca de las nubes, próxima, muy próxima al inmenso cielo. ¡Hico, caballico! ¡Vamos al castillo de la rubiecita inalcanzable! ¡La que suele estar al sol, detrás de los barrotes del balcón blanco de su casa grande! ¡Vamos, bicicleta, llévame a mis sueños, llévame a ella!
Y este caballo mío, que con sus dos ruedas corre-que-te-corre, raudo y silencioso, hace que yo pueda verla, desde lejos, para vislumbrar -apenas- sus crenchas rubias, en lo alto del balcón inaccesible.
¿Por qué nunca bajará, aunque sólo fuera para curiosear nuestros juegos y vocinglería? ¿No estará cautiva de algún ogro? ¿No la habrán castigado por cortar flores sin permiso, o por bañar con jabón alguna muñeca nueva de felpa?
¡Arre, caballo, arre! ¡Sin que nadie nuestra presencia note! ¡Sin que nadie nuestra intención penetre! ¡Sin que nadie se percate de que yo, el príncipe, voy a liberar a la princesa!
Los cascos de mi caballo, más que galopar, vuelan, y no se escucha rudo alguno porque no ceso el pedaleo para que ni siquiera el rechino del piñón dela te nuestra presencia. ¡Vamos, caballo! ¡Al castillo! ¡A la princesa!
Si mi hermana Rosaura supiera lo que pienso, se lo contaría a mamá y por su cuenta agregaría que yo la quiero a la nena del balcón y que eso es pecado. En cuanto a mis hermanos, no quiero ni pensarlo. Ya escucho las pullas: " ¡Tiene nooviá, tiene nooviá!".
El viento me enfría las orejas y la nariz, tanto que ya casi no las siento. Pero, aún así, sigo a toda velocidad, levantándome del asiento para poner todo el peso de mi cuerpo en los pedales. ¡Mi caballo vuela con el viento, yendo hacia las nubes, yendo a liberar a la princesa!
¡Y ya llegamos! ¡Ahí está la casa! ¡Y allá está la fiera que la tiene sometida! Bueno. . .es Georgina, la cocinera, gorda y fea, enfundada en su blanco delantal de siempre. ¡Alto, caballo! ¡El cancerbero está ahí, en el jardín, recogiendo ramas de palma y de ilusión, culantrillos y flores de todas clases! ¡Y cuántas margaritas! ¿Para qué las querrá? ¡Y tantas! ¿Por qué llorará? ¡Cuántas lágrimas resbalan en trazas brillantes por su negra cara regordeta! ¡Qué simpática! ¡La habrán mandado a recoger flores como castigo por haber hecho mal la comida!
Pero, ¿por qué detuve la marcha? ¡Vamos, caballo, adelante para que no nos vean! ¿Por qué será que me produce alegría y tristeza el solo pensar en Mimí? ¿Por qué me desborda este inmenso deseo de verla? ¡Me pasaría la vida a su lado, sólo por mirarla! ¡Y qué malos! ¿Por qué tenerla encerrada, siempre solita, allá arriba? ¿Por qué no dejarla bajar, a jugar con nosotros? Hoy no está en el balcón, pero suele estar. Yo jugaría con ella y ¡hasta le prestaría mi bicicleta!
¡Vamos! ¡A la iglesia, caballito!, para llegar antes que el oficio termine y noten mi ausencia. ¡Ay, Dios mío, parece que llegamos tarde! ¡La gente ya sale de misa, y allá están mis hermanos! ¡Ya me vieron! ¡Ya vienen hacia mí! ¡Vienen gritando todos! ¡Parece que dijeran Mimí! ¡Sí, dicen Mimí! ¿Habrá Rosaura adivinado mis pensamientos? ¡Porque a ella, al igual que a mamá, los pajaritos le cuentan todo lo que queremos esconder!
¡Rodrigo, Rodrigo! ¡Se murió Mimí! ¡La chica del balcón! ¡La que nunca salía a jugar! ¡Desde ahora habrá una vocecita más en el cielo. . .! Pero, ¿por qué lloras, Rodrigo?
¡Rodrigo lloorá! ¡Rodrigo lloorá!
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Dirección: HUGO RODRÍGUEZ ALCALÁ
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