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JACOBO A. RAUSKIN
  POESÍAS de CUADERNO DEL APRENDIZ - Poemario de JACOBO RAUSKIN


POESÍAS de CUADERNO DEL APRENDIZ - Poemario de JACOBO RAUSKIN
POESÍAS DEL POEMARIO

CUADERNO DEL APRENDIZ

Poemario de JACOBO A. RAUSKIN

 
 
 

EL APRENDIZ

Un año es hoy el puerto que la nave toca.
 
El puerto es una lluvia con mástiles.
 
Mejor no hablemos de la nave,
 
hablemos de esta lluvia de ayer
 
que todavía cae en la ventana.
 
El aprendiz oye a la lluvia,
 
la mira como ella quiere que la miren.
 
Así como los árboles son lluvia con hojas,
 
el aprendiz se siente lluvia con zapatos:
 
va pisando una mezcla de barro y sueño,
 
una promesa del paraíso.
 
Entre fusiles y desfiles y lápices y goma
 
de borrar borradores de un poema,
 
sin vocación para las armas
 
donde un joven, si es pobre y no es soldado,
 
es poco menos que un fantasma,
 
el aprendiz aprende a leer, realmente,
 
a leer una carta escrita por la lluvia.
 
Se fue la lluvia, queda la carta.
 
Se fue el silencio, caen las hojas
 
del calendario en una película.
 
Escena inevitable, la del calendario.
 
Las hojas caen, dejan ver los números,
 
los nombres de los días y los meses.
 
Así es como se entera el espectador.
 
De algo está seguro el viajero,
 
no es un espectador de sí mismo.
 
Vuelve siempre que puede
 
a la ciudad de la ventana en la lluvia de ayer,
 
a un país del amor y su gente,
 
gente oscura, sin suerte en el juego.
 
Vuelve y con él volvemos
 
a una joven de cabecita linda,
 
de mirada vacante y de corazón acéfalo.
 
Él la quiere, ella baila en el teatro.
 
Hay un café cerca del teatro.
 
Ahí, los justos en una mesa, el injusto en otra.
 
El joven no saluda al injusto.
 
Todo se explica por sí mismo,
 
dice a sus compañeros, menos la injusticia.
 
Los años son a su ningún oficio
 
lo que los siglos a una hormiga.
 
Hoy dice ser un viejo aprendiz de poeta.
 
Y puesto que vivir es misterio suficiente,
 
no quiere para sí la certidumbre
 
del fuego que ya fue.
 
En eso anda,
 
en robar otro fuego para después firmarlo.

 
 
 

ALGUNA COSA

Quienes aman, no saben
 
por cuánto tiempo nada,
 
por cuánto tiempo alguna cosa en lugar de nada.
 
Alguna cosa, alguna cosa pequeña y dulce es tu
 
mano entre las mías,
 
que me la traen a los labios
 
y luego me la dejan sobre el pecho.
 
Alguna cosa, alguna palabra que dejas volar con
 
una sonrisa.
 
Alguna cosa es tu risa que me toca todo el cuerpo.
 
En el amor que te mira también tengo dedos
 
que luego de abrirte los párpados
 
te los cierran para que me guardes en los ojos
 
y de nuevo te los abren para dejarme en tu mirada.


 
 
EL ÁNGEL DE LA FIESTA

La pared deja ver ladrillos
 
como quien muestra cicatrices.
 
El último en llegar sube las escaleras.
 
El primer piso es una sombra en alquiler,
 
el segundo es un taller de cajas para sombreros,
 
el tercero le ofrece conversación,
 
ruido,
 
………. amigos
 
……………….. reunidos
 
alrededor de una amiga que toca la guitarra.
 
Ella canta con un poco de fuego en la voz.
 
La guitarra es también un poco de fuego.
 
La alegría es tribal, por supuesto.
 
La dicha es abiertamente pegadiza.
 
La luna se filtra en la ventana.
 
Se filtra o se infiltra, da igual,
 
mientras alguien abre la puerta.
 
Digo alguien por cortesía con el ayer,
 
en realidad es el viento,
 
el viento con el ángel de la fiesta.
 
Hablemos en el presente histórico.
 
En el generoso tiempo de los historiadores,
 
sucedió se dice sucede;
 
cantó, canta;
 
el viento avivó el fuego
 
se dice el viento aviva el fuego;
 
es así porque somos quiere decir fuimos.
 
Y la fiesta se apaga con el viento,
 
el adiós va terminando con el grupo.
 
Ese grupo parece ser de pronto un fastidio:
 
todos son cada uno, nadie es todos.
 
De manera que, apenas desaparece el grupo,
 
el fastidio también desaparece,
 
y alguien dice adiós y otro buenas noches.
 
De cuando en cuando, el ángel de la fiesta
 
vuelve a la ciudad que ahora recordamos;
 
pasa por esa calle bordeada de árboles,
 
pasa frente a la misma pared
 
que deja ver ladrillos como cicatrices,
 
no entra en esa casa,
 
hace tiempo que ahí no vive nadie,
 
sigue de largo y entra en algún otro lugar,
 
en otra casa, en cualquier fiesta de amigos reunidos
 
alrededor de unas manos que tocan la guitarra,
 
de unas voces que se ofrecen al canto,
 
de unos labios que se mojan en un poco de vino.
 
El ángel de la fiesta
 
cree que la gente no cambia, no aprende.
 
Tiene mucha razón:
 
a la gente hay que darla vuelta
 
y revolverla bien, bien, bien,
 
en medio de una fiesta,
 
porque la música se acaba pronto
 
y la gente se pone triste
 
o, peor, seria.
 
Seria con su queja de siempre.
 
Su queja sobre el estado de las calles.
 
Su queja sobre el patio trasero.
 
Su patio trasero con basura en condominio.
 
Su condominio con cuchillo y ambulancia.

 

 
PERCEPCIÓN DE UN DESTELLO

Es un atardecer en la calle de paso,
 
justo donde un hombre camina de prisa.
 
Entre la gente que anónimamente lo roza,
 
que tan sólo aparece y se aleja,
 
el caminante se demora, mira una vidriera.
 
Se trata de una casa de modas.
 
Ahí, entonces, arreglando una exhibición
 
con flores de papel y una fotografía, se mueve
 
una mujer hermosa, apenas triste.
 
El hombre la mira como un regalo del cielo
 
y no sabe si los demás la ven así.
 
Y después sigue su camino.
 
Después no piensa, no recuerda.

 
 

 
EL FETICHE, LA MERCANCÍA Y LA IMAGEN

Ya fueron tristes y ahora se ofrecen a la dicha.
 
Se abrazan y son felices o son felices y se abrazan.
 
Son tan felices como el anuncio de la felicidad
 
en la tevé de las horas comiendo copos de maíz.
 
Son tan copos de maíz como la felicidad es visible.
 
Y lo mejor de toda esta historia es su moraleja.

 


 
EL TORBELLINO

A manera de glosa para
Venhase a perder nesse turbrilhao

Soy un vate sin vaticinio.
 
A ratos, consejero sentimental.
 
Eso, eso es lo que soy.
 
Y la gente, generalmente,
 
no sigue los consejos de alguien como yo.
 
No sé si los desprecian, no los siguen.
 
Y usted, que oye mi programa
 
o no lo oye porque ya tiene
 
apagada la radio a medianoche,
 
evite caer en tan común error.
 
No lo conozco, pero, venga, lo invito
 
a perderse en ese torbellino
 
del que hablábamos hace un instante.
 
Mire que el amor es cosa seria.
 
Mire que a cualquiera lo deja medio muerto,
 
casi vivo, tonto y medio.
 
Si usted no se pierde en ese torbellino,
 
irá a parar a un médico.
 
El torbellino salva, créame,
 
a quien en él se pierde.
 
Lo salva de perderse afuera,
 
donde no pasa nada,
 
donde no hay una sola mujer que valga,
 
donde las horas, si no son cadavéricas,
 
son nadaquevéricas. Oiga,
 
la contradicción es sólo aparente.
 
El torbellino salva, el remolino también.
 
 
 

Poemario de JACOBO A. RAUSKIN

Premio Nacional de Literatura 2007

Editorial Arandurã

Asunción, 2008

(Primera Edición, agosto 2006)

 
 
 
 

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