YO EL SUPREMO
COMO REPROBACIÓN DEL DISCURSO HISTÓRICO
Este trabajo fue galardonado con el
"Premio Ensayo 1982" de la Revista Plural.
Ensayo de JUAN MANUEL MARCOS
YO EL SUPREMO
COMO REPROBACIÓN DEL DISCURSO HISTÓRICO
En su novela YO EL SUPREMO (Edición digital, BIBLIOTECA VIRTUAL AUGUSTO ROA BASTOS del CENTRO CULTURAL DE LA REPÚBLICA "EL CABILDO"), AUGUSTO ROA BASTOS toma como pretexto el discurso histórico académico, impuesto por la cultura dominante en el Paraguay, para elaborar un nuevo discurso, de naturaleza mítica y revolucionaria. Tal vez haya sido Jean Franco la primera en señalar que YO EL SUPREMO apela a documentos históricos para poner de relieve la ideología neocolonial que ejerce su hegemonía en América Latina y, quizá, al "carnavalizarlos" -en términos de Mikhail Bakhtin- socavar los valores establecidos mediante una parodia de inspiración popular.(1) No cabe duda que, en efecto, este ha sido uno de los procedimientos textuales empleados en la novela para subvertir el discurso "monológico" de los historiadores paraguayos. Se trata de una operación de "deconstrucción", para usar la palabra con que Jacques Derrida denomina a un método muy precedente a su propia obra, que Jonathan Culler ha definido sencillamente como la demostración de que la lógica de un argumento dado puede no sólo ser rebatida sino revertida, cuando se basa en una paradoja o contradicción fundamental.(2) El propio Roa Bastos ha explicado su propósito de "deconstruir" -dice él, con una metáfora más feliz, "reprobar"- la versión oficial de los hechos históricos: "los historiadores tratan de probar documentalmente los hechos. Los narradores tratamos de reprobar los hechos míticamente, imaginariamente; es decir, por una parte nos rebelamos, reprobamos, el documento escueto que sólo muestra un fragmento de la verdad o de la realidad, y por otra, nos empeñamos en volver a probar, en representar, la validez significativa de tales hechos, en una dimensión más profunda, nueva e inédita, desde otro ángulo, mediante distintas mediaciones". (3)
La bibliografía crítica sobre YO EL SUPREMO ha crecido mucho en los últimos años. (4) Sin embargo, no parece todavía exhaustivo su estudio como texto "dialógico", es decir, según la excelente definición de Frederich Jamenson a propósito de Bakhtin, como "una ruptura del texto unidimensional de la narrativa burguesa, una dispersión carnavalesca del orden hegemónico de la cultura dominante”. (5) A veces, Roa Bastos ha echado de menos la perspicacia de la crítica sobre HIJO DE HOMBRE, "reprobándole" que no ha sabido ver, por ejemplo, la imagen mítica de RAFAEL BARRETT en el viejo "EXODO" (6) o la anticipación de la teología y la praxis de Medellín, mediante el símbolo del Cristo "rebelde", de su primer capítulo. (7) Esperemos que YO EL SUPREMO tenga más suerte. En realidad, no siempre hay que destacar una presencia, sino una omisión. En esta novela desfila una serie casi innumerable de personajes históricos. (8) Sin embargo, no aparece Sarmiento. ¿Alguien con más derecho a figurar como objeto de las diatribas proféticas del Supremo que ese general argentino quien, en palabras del propio narrador, "fue a morir apaciblemente en Asunción, olvidado ya de que, al final de la guerra de la Triple Alianza (que concluyó cuando él era Presidente de la República) había ordenado exterminar a los "dos mil perros", combatientes paraguayos en su mayoría niños, que aún le quedaban a Solano López. El, el predicador de la civilización contra la barbarie, debió suponer que era la civilización la que exigía que esos dos mil niños fueran aplastados bajo los cascos de los caballos invasores ... (9)
Otra ausencia extraordinaria es la del máximo historiador paraguayo contemporáneo, EFRAÍM CARDOZO. En YO EL SUPREMO son mencionados numerosos historiadores académicos y cronistas testimoniales (categorías en las que, por otra parte, no cabría con precisión la prosa lírico-ensayística de JUAN O’LEARY, otro omitido). (10) ¿Cómo explicar, entonces el vacío de Cardozo, conspicuo académico de la Historia? En el caso de Sarmiento, puede interpretarse que se debe a la gratitud de Roa Bastos hacia sectores progresistas de Buenos Aires, que le ofrecieron su hospitalidad como a tantos paraguayos. Para estos sectores, el autor de Facundo es paradójicamente un abanderado del progreso. En el caso de Cardozo, un honesto demócrata liberal que si bien nunca encabezó tampoco desalentó las tendencias más avanzadas de sus correligionarios, puede suponerse que se trata de una expresión de respeto del narrador hacia su coraje cívico. En la época de redacción de la novela, el llorado político, senador y presidente del mayor partido de oposición, sufría una agresión brutal, cobarde y calumniosa de parte de las élites más reaccionarias. Cuando Yo el Supremo se publicó, ya estaba muerto.
La actitud de Roa Bastos ante la historia es muy diferente a la de ciertos escritores identificados con el llamado boom. Ya ha sido estudiada la relación de YO EL SUPREMO con las novelas de tema histórico-legendario de CARPENTIER, GARCÍA MÁRQUEZ, etcétera. Ahora había que establecerla con algunas más recientes. Como un minotauro encerrado en el laberinto de su propio narcisismo, nutrido de la moda positivista y una masónica falsa conciencia europeísta, el proyecto liberal latinoamericano intentó conjugar la instauración de un librecambismo de flagrante complicidad neocolonial y el juego parlamentario de unos partidos de patronazgo, siempre testaferros en su cúpula de idénticos intereses oligárquicos, hasta el punto de que a veces debieron ser distinguidos por un apodo o un color. Al restablecer la pluralidad social del texto, autores revolucionarios como JOSÉ MARTÍ y AUGUSTO ROA BASTOS no escriben la historia, sino la desescriben y la hacen, como exigía BARRETT, con una muerte y una vida parecidas a quemarropa a la resurrección de GASPAR MORA. En los Estados Unidos, uno de los centros más influyentes y conservadores del hispanismo internacional, los críticos "minotáuricos" celebran, por ejemplo, el hecho que cierto autor argentino se haya preocupado por los espejos antes que LACAN, haya rehusado el historicismo antes que FOUCAULT, y se haya reseñado a sí mismo antes que GENETTE o DE MAN. Este orfebre de pesadillas, cuya ceguera nos recuerda el primer ensayo de De Man sobre Derrida, y cuyos laberintos ignoran el sueño de Stephen Dedalus -"History is a nightmare from which I am trying to awaken"- parece una ilusión óptica figurando en Derrida avant la lettre, como un Pierre Menard reescribiendo Nietzche o, quizá, Sir Francis Bacon.
El así llamado "post-estructuralismo", ha nacido de la deconstrucción de esa idea de Bacon, citada por Borges: cada texto representa una traza olvidada de una escritura subyacente. Laberinto, biblioteca o universo de naturaleza circular, infinita y babélica, el "texto" así concebido intenta abolir el texto en dos formas: como comunicación humana y como hecho social. El objeto de este asalto -sin duda a despacho de sus orígenes- anhela ejercer la hegemonía vanidosa y totalitaria de la crítica burguesa. El fetichismo de la "doble lectura" caído del cielo fenomenológico olvida que la esquizofrenia es todavía patológica. Tal vez Alonso Quijano, Iván Karámazov, Benjy, Mersault o el Supremo hayan sido mentalmente excéntricos, pero el texto que hoy llamamos Cervantes, Dostoievski, Faulkner, Camus o Roa Bastos nos emociona por su lucidez y unidad, no por su lunática y errática difference. El fetichismo del minotauro consiste, no en un sacrilegio contra el logocentrismo occidental, como quisieran los derridianos, sino en un viejo tipo de binarismo: la alienación ideológica de la abstracta oposición concebida por Saussure en términos de "langue" ("lengua") y "parole" ("habla") -los ejes metafórico y metonímico, según Jakobson-; un paradigma celestial y su mugriento espejo: sociedad, realidad, historicismo, vida y discurso humanos.
En América Latina esa alienación ha adquirido un carácter colonial: el conocido conflicto definido por Sarmiento -nuestro primer minotauro- como "civilización y barbarie". La cultura dominante latinoamericana privilegia la "civilización" (es decir, Londres o Washington) como una "langue", y repudia la "barbarie" (es decir nosotros) como una tosca y estúpida "parole". Cualquier macrocrítica honesta debería aspirar a pulverizar el esnobismo nordómano en América Latina. Algunos disfrutan, para usar la expresión de Lacan, el falaz y mítico "falo" del modelo o la "langue" europea. Para ir al grano, deberíamos más bien recuperar el "clítoris" de la realidad o la "parole" latinoamericana. Como mostró Bakhtin, la típica deconstrucción contra cualquier ideologema dominante es la parodia. Cervantes escribió Don Quijote como una paródica estrategia textual contra el nostálgico y absurdo logocentrismo de la Contrarreforma y su estética; el Barroco, Sancho, el verdadero héroe de la novela, se convierte en el mejor gobernador que tuvo Barataria. La "parole" de Sancho es el discurso del pueblo. Mientras tanto, la "langue" de don Quijote es un metafórico eco de silencio y de muerte: la disfrazada huella de un glorioso pasado y un fantasma sarcástico entre las ruinas y calamidades de un presente teocrático y oprobioso. Los cervantistas como José Hernández, José Martí, José María Arguedas y Augusto Roa Bastos ejercen la creación literaria como una artesanía colectiva, e imaginan el texto como una forma de pulverizar ideológicamente los valores consagrados. Los minotauros como Domingo Faustino Sarmiento, Jorge Luis Borges, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa practican la escritura como un arte prestigioso y conciben el texto como un laberinto narcisista, destinado en última instancia a perpetuar las instituciones establecidas.
Así podemos leer, por ejemplo, LA GUERRA DEL FIN DEL MUNDO, de VARGAS LLOSA. En este impecable juego minotáurico, el escritor peruano pretende inventar el "estilo invisible" como si Flaubert nunca hubiese escrito Salambó o él mismo LA ORGÍA PERPETUA. Una pseudo reivindicación de la "barbarie" latinoamericana, el verdadero héroe de este nuevo Tirant lo Blanc es un reportero de Bahía: fumador de opio como Herrera y Reissig, periodista como el mismo Vargas Llosa, y física e históricamente miope como Borges. El código moral de esta inoportuna "novela de caballería" es por supuesto, la ética brutal de la Caballería brasileña. Las parábolas cervantistas se presentan siempre como una impugnación del logocentrismo. Se niegan a aceptar la tiranía aristotélica y la geometría eurocentrípeta.
Anteponen la magia a la infalibilidad papal, el carnaval a la Semana Santa, el orgasmo a la biblioteca, la connotación a la cárcel del marqués de Sade. Por eso, el Supremo alcanza la lucidez en medio de la alucinación, y grávido de preguntas antienciclopédicas encuentra sus huellas de muchedumbre con las manos llenas de silencio.
Deconstructor de Rousseau un siglo antes que De la grammatologie, el Supremo apaga las luces del siglo y enciende la lámpara terrícola que la cultura ha trasvertido o degradado. Los historiadores liberales gemían porque el calendario positivista de uno de ellos, Comte, contaba el cuento de otro Augusto. Los cronistas populistas aborrecían que el inventor del supermacho fascista, Nietzsche, hubiera plantado a su hermana, en vez de sus espejismos, en el Paraguay. El gran maestre liberal remedó los dedos largos de la reina Victoria, y el torturador populista las mandíbulas de Mussolini. Ambos, claro, en nombre de la ciencia, el norte y la civilización. Una transparencia cartesiana. Polaroid de verano sabático, desnuda la nitidez de Canudos, que la civilizada caballería extermina con la obstinada brutalidad con que poco antes había masacrado al Paraguay. El logos, el prestigio cultural vienen de Europa, como la frenología y el anarquismo de Galileo Gall. Allí es donde hay que vender los libros, porque en la aldea natal... ; hay tantos analfabetos que sólo "leen" con los oídos a Pedro Camacho! Recordemos, en cambio, la transfiguración paródica que sufre la leyenda histórica del banquete del gobernador Ribera en homenaje a Manuel Godoy, en Yo el Supremo, con la irrupción victoriosa del mito primigenio. O la parada militar que, con el difunto Fulgencio Yegros a la cabeza, luciendo como medallas los agujeros de su fusilamiento, carnavaliza la fanfarria castrense que hubiera conmovido al general Moreira César.
Los minotauros odian contrapersonificar al héroe. Detestan la máscara de Alonso Quijano. Cuando sueñan un doble de álgebra, como Borges, lo extravían en el laberinto. Casi siempre el héroe culto se yergue, como una estatua de sal escoltada por pífanos marciales, entre una turbamulta de historiadores que han tejido la leyenda oficial, los manuales escolares y los best-sellers. Su retrato prefigura, simétrico, al regente condecorado por la plutocracia reinante, de turno como en botica, para prestar oídos a "la voz de su amo". La precisión rinde sus beneficios. La guerra del fin del mundo no ha terminado; los caballeros continuarán velando armas y daguerrotipos al pie de la civilización occidental. El Supremo, como Belgrano envuelto en una toalla o Echeverría soplando en el mate, es y no es. Delira como Macbeth y danza como la mujer araña. No podemos asir esa maraña de voces. No acabamos de leerlas y ya estamos hablando. Nos impiden la memoria y la cita. Prohíben que roamos los pies de página. Que el texto roa a Roa. Fusilen al ombligo del mundo. Ya no hay ángeles, sino oscuros fantasmas de la guarda. Los minotauros no transtextualizan. Se apropian. Evaporan el pasado con una niebla de gases lacrimógenos que atraviesan con una escafandra de la Rive Gauche. No tardarán en ser ungidos en busto o uncidos a un premio aritmético. No fingen un pasquín, o el marqués de Guarany, como el Supremo. Fingen que fingen metáforas: en realidad -nos dejan sospechar- son los accionistas de la historia.
Los académicos ejercen la titularidad de la leyenda como los minotauros literarios monopolizan los titulares del teletipo transnacional. En YO EL SUPREMO escriben todos. Pero la amnesia al revés del príncipe narcisista anestesia a las masas, cautivas todavía en el horno. Bocado de cardenal versus la eucaristía de Ernesto. El tiempo del texto, como la música, no sucede, sino gira. Sólo mueren los lectores, no Sultán ni Patiño. Pero el Consejero muere en Canudos, y López en Cerro Corá. Pocos consuelos tan confortables como el de los mitos muertos, para quienes han elegido el oficio de manipularlos. Un El popular sale del Yo suprémico, más allá de la cronología y el olvido, porque ya estaba desde antes. En la historia oficial -que es la de los oficiales- nadie sobrevive, más que una triste palabra policíaca. Hidalgo escribe a Hernández, Emerson a Martí, Faulkner a García Márquez, Barrett a Roa Bastos. Escritores escritos por la escritura pero, sobre todo, por los pueblos, en quienes se reconocen huellas, paráfrasis y la compilatoria humildad de la invención solidaria. La saga de Canudos no confiesa esta promiscua estratagema, ni siquiera la amarilla profecía de Da Cunha. La suya es una metáfora seria, como la que componen Dios y la Academia, o ambos a la vez, es decir, los profesores. A los teólogos del texto único les parece impertinente El Curioso Impertinente. Nada de técnicas chinescas. El Supremo escribe su novela sobre La Andaluza, su cuento sobre Tevegó, esa Comala o Santa María. Pero el periodista de Bahía no pasa de una crónica parlamentaria. Los cronistas por decreto estrangulan la intromisión del compilador. Olvidan que el exterminio del Paraguay y de Canudos por la Caballería brasileña obedece a la misma lógica de plomo con que han sido masacrados Tupac Amaru, los gauchos de Artigas, los montoneros de Felipe Varela y tantos otros patriotas y soñadores de nuestra América de ayer y de hoy.(11)
Pero examinemos más de cerca algunos ejemplos textuales de la estrategia "dialógica" de Yo el Supremo. Secuencias que sugieren que la escritura imaginativa es menos engañosa que las crónicas consagradas por la cultura dominante. Así, para contar el episodio en que un borracho apuñala el cadáver de Bonpland, el compilador se vale de una cita de Hijo de hombre. (12) Cuando el Supremo rememora su viaje a Córdoba, se refiere a su "presunto" padre y, como si conociera algunas teorías modernas sobre la novela picaresca, vincula esa dudosa paternidad con aquel género: "Quiere que me haga pícaro". El supuesto padre del Supremo se metamorfosea en el ciego del Lazarillo, a quien el hijo teólogo habría de servirle como "báculo".(13) De la picaresca. Yo el Supremo ha aprendido, en efecto, valiosas técnicas de relato autobiográfico. (14) Como en "El coloquio de los perros", es el perro Sultán un modelo de lucidez crítica, al censurar al Supremo los aspectos más aciagos de su dictadura: la tortura y la egolatría. (15) Esta novela "cervantista" lejos está de compartir la confesa admiración de otros autores actuales por la reaccionaria novela de caballería, contra la que fue expresamente escrita El Quijote. (16) Cuando el Supremo ridiculiza a su oficial de enlace, el "Amadís" Cantero, un "lector de novelas de caballería y escritor él mismo de bodrios insoportables", según Correia da Cámara, sugiere que los autores de este género no tienen otro oficio que "poner sobre el papel una espantosa mezcolanza de hechos contrahechos, patrañas, falsedades de todo calibre", y el espionaje.(17) La porosidad "intertextual" de la novela nos muestra a Cándido y Cacambo, las criaturas que Voltaire situó en el Paraguay colonial, en medio de un almuerzo alucinante en compañía de los Robertson, los perros Héroe y Sultán, un fabuloso provincial jesuita y el propio Supremo. De pronto, el banquete - o "simposio"- se transfigura en un acto de lectura. (18)
Las deudas "intertextuales" de YO EL SUPREMO son numerosas, como ha señalado Peter Turton a propósito de Pascal.(19) Yo mismo no he advertido en un artículo anterior que una parte del episodio del Cuaderno de Bitácora consiste en una cita literal de Schopenhauer, tomada de un perdido ensayo borgiano. (20) Algunos escritores aparecen con su nombre trasvestido, como Manuel Puig, disfrazado de "Puigrredón".(21) Estos chistes no son ofensivos. Al contrario, al recordar al paraguayo GABRIEL CASACCIA -nombrado "Benigno Gabriel Caxaxia"- el Supremo elogia la obra de éste sobre Areguá, como una "verídica historia".(22) Contrastar lo "verídico" de la novela de Casaccia con las falsedades de los historiadores y las "novelas de caballería" no deja de expresar un noble homenaje de Roa Bastos a su colega y compatriota, injustamente incomprendido y anatematizado por el chauvinismo provinciano local . (23) El Supremo menosprecia al mismo Roa Bastos como "un mediocre escriba", y a Hijo de hombre como "una de esas innobles noveletas que publican en el extranjero los escribas migrantes". (24) Ferrer Agüero ha señalado algunas relaciones entre YO EL SUPREMO y la obra de Raymond Rousse1. (25) A éstas se podrían añadir otras. En palabras de Jameson, la crítica de la historia lineal o evolucionista puede ser dramatizada por la paradoja de una anécdota de Roussel acerca de un viajero que decía haber visto, tras el vidrio de un museo de provincia, "le crane de Voltaire enfant!". (26) En el Apéndice sobre "los restos del Supremo"-migración que insinúa una sombría metáfora de un mito guaraní (27)-, se habla de la mandíbula de un niño "que al morir conservaba la totalidad de su dentadura de leche", y hasta de la suela del zapato de "una criatura de corta edad” (28)
En otros pasajes, la carnavalización es más directa. A menudo, se basa en el uso coloquial del estilo, para ironizar la solemnidad pedante de los historiadores. "Belgrano y Echeverría", narra el Supremo, "tuvieron que sufrir en el purgatorio de Corrientes un largo plantón".(29) A veces, la sátira se despliega como juego de palabras: "Cuando Buenos Aires se convirtió en flamantes ruinas, Asunción la refundó. Buenos Aires se avanza ahora a querer refundirnos". (30) La risa se cierne en ciertos momentos sobre individuos concretos. Como en el carnaval, desfilan en el texto una y otra máscara. Hipólito, el hijo de Teseo enamorado de Fedra, su madrastra, es el historiador Hipólito Sánchez Quell, y el conquistador romano de las Galias es Julio César, pero Chaves, el presidente de la Academia Paraguaya de la Lengua. En cambio, el revisionista José Antonio Vázquez aparece con su propio nombre (o rostro), presentado como "amigo". (31) El deán Gregorio Funes, que "tanto instigó a Bolívar con la quimera de la invasión al Paraguay", es llamado "Grimorio Fúnebre", o sea, libro de magia negra. (32) El crítico francés Jean-Luc Andreu, de la Universidad de Toulouse, donde también enseña Roa Bastos, es aludido por el Supremo como Charle Andreu Legard, "ex prisionero de la Bastilla, rumiando sus recuerdos en mi bastilla republicana", (33) Legard, también anagrama de Gardel, recuerda al célebre cantante popular, nacido precisamente en Toulouse. El antropólogo paragua-yo Miguel Chase Sardi se muda en Chasejk, un lenguaraz nivaklé. (34) Y el propio autor, en un tal "senhor Roa", al que se queja amargamente Correia da Câmara. (35)
No sólo hay nombres carnavalizados, sino también episodios históricos, legendarios y, aun, recientes. La evocación de la segunda fundación de Buenos Aires por las academias paraguayas de la Historia, por ejemplo, consistió hace pocos años en el homenaje de un "centenar de damas patricias" a Ana Díaz, la paraguaya que había participado en la gesta de 1580. (36) Veamos cómo lo narra "proféticamente" al Supremo, el doctor Echeverría: "Al anochecer llegaron al sitio... Allí se levanta un caserón mezquino, mezcla de convento, saladero y pulpería... Una de las damas... subió a un montículo de basuras y comenzó el discurso de circunstancias... Cuando mi amiga, la dama del discurso, clamó solemnemente por tres veces el nombre de Ana Díaz, apareció en la puerta una mujer en paños bastante menores. Aquí estoy, ¿qué buscan, misias?, dijo que la mujer inquirió destempladamente. La casa de Ana Díaz, replicó la dama. Hemos venido a hacerle un homenaje. Ana Díaz soy. Esta es mi casa... Las damas se horrorizaron... Ya habrán adivinado ustedes de qué lugar se trata: Un vulgar Templo de Eros...". (37)
La anécdota menor en que Correia da Câmara asiste a una representación teatral -supuestamente, Gasparina, obra del "Amadís" Cantero- y sugiere al Supremo su interés sexual por la primera actriz, símbolo de la República, "una escultural muchacha payaguá que aparece en escena cubierta nada más que por las pestañas" y los tatuajes, sirve de pretexto para un festivo retruécano. El Supremo advierte al diplomático brasileño: "usted comprenderá que no puedo prostituir a la República arrimándola a su cámara. No. Da Cámara, esta correia no es para su cuero". (38)
A veces, la carnavalización, el trasvestismo se somete a un proceso de remitificación, como en el caso del citado banquete ofrecido por el gobernador Lázaro de Ribera en 1804, interrumpido por la fulgurante aparición de un indio-tigre meteoro. (39) En otras ocasiones, el texto visualiza una dramatización cómica de algunos sucesos, como el de la expulsión de Robertson, que el Supremo ordena, enfurecido, bañado en rapé fosfórico y untado de luciérnagas. (40)
Por otra parte, se desarrollan numerosas situaciones ucrónicas. El Supremo, dotado de don profético, se burla de Mitre, a quien apoda el Tácito del Plata, y ensaya una interpretación revisionista de la Guerra del Paraguay (41): anuncia al mariscal paraguayo José Félix Estigarribia, futuro vencedor de la Guerra del Chaco (42); describe los funerales del general Belgrano y la "migración" de sus propios restos (43); y censura los retratos de los próceres -entre ellos, el suyo propio-, inventados por el pintor moderno Pablo Alborno. (44) Al "narrar el futuro", el Supremo invierte el discurso histórico, lo disuelve, como una estatua de sal, o "deconstruye". (45) En ciertos momentos, la técnica ucrónica, al abolir la cronología tradicional, permite un rico juego de planos simultáneos, como cuando el obispo Manuel López y Espinoza, encargado de la Diócesis paraguaya en 1765, continúa en 1840 su viaje alucinante desde el Alto Perú hacia Asunción, a pesar de sus 150 años de edad, y se desvía de la ruta que pasa por Córdoba del Tucumán, para evitar las guerrillas que estremecían el norte argentino en la época en que Roa Bastos escribía la novela. (46) Esta hiperbólica ancianidad del obispo parece anticipar la rebelesiana longevidad del patriarca de García Márquez. La simultaneidad se aplica también al esperpéntico desfile militar, al que asisten "superpuestos" los argentinos Herrera y Cossio, y el brasileño Correia, llegados al Paraguay en épocas diferentes. "En el mismo lugar aunque no en el mismo tiempo", como dicta el Supremo, los tres diplomáticos contemplan esa parada fantasmal encabezada por el citado Yegros, luciendo en el pecho las heridas de su fusilamiento. (47) Finalmente, en el episodio de la encuesta escolar, uno de los más conmovedores del texto, el Supremo vaticina el destino de sus herederos revolucionarios, los López. (48)
YO EL SUPREMO toma un claro partido ideológico en favor de un proyecto socialista, humanista y revolucionario, para nuestra América. Repudia la ideología, el discurso y las actitudes burguesas de los académicos de la Historia, de quienes afirma sin circunloquios: "Cuanto más cultos quieren ser, menos quieren ser paraguayos". (49) Más adelante indica que el único camino para la integración de una Confederación latinoamericana es un "proceso verdaderamente popular y revolucionario". (50) Reaparece así el umbral de la esperanza en la prosa del novelista paraguayo, tan estrechamente vinculado al concepto de utopía de Bloch. (51) Esta esperanza es unívoca para el Paraguay y la "patria americana", es decir, la unidad latinoamericana frente al neocolonialismo. (52) En un texto donde hay tanto substrato textual carnavalizado, no deja de ser emocionante y significativo que ciertos documentos claramente revolucionarios, como la nota federalista emitida por la Junta paraguaya el 20 de julio de 1811, sean mostrados cabalmente, con profundo respeto y camaradería. Por último, cabe mencionar el riguroso énfasis con que Roa Bastos ejerce la autocrítica revolucionaria, no sólo respecto al Supremo (54) o "la escritura" -dictadura egomaníaca de un Estado, y "dictadura" o dictado de un texto unidimensional o hegemónico-, sino al lenguaje mismo de dicha autocrítica, anticipando las ideas liberadoras de su ensayo "EL TEXTO CAUTIVO", (55) contra la dominación trasnacional del libro latinoamericano, su producción y su consumo. Y llegamos entonces a la conclusión fundamental de este trabajo: Yo el Supremo, como el Quijote, el Ulises o "Nuestra América", es una obra de anticipación. (56) No sólo de nuevos estilos o movimientos literarios, sino de realidades sociales y procesos políticos y culturales, en América Latina y el resto del mundo. El libro de Roa Bastos anuncia en 1974 el papel revolucionario que cumpliría en América Latina una "Iglesia de los pobres", a través de un nuevo estatuto moral de militancia religiosa, como ha acontecido en Centroamérica (57); supera el viejo dogma realista y asume el arte como una "herejía" o profecía mítica, tal como habrá de definirlo muchos años después un dirigente sandinista (58): y, en la indescriptible ternura del episodio de María de los Angeles Isasi, vuelca su inmenso y delicado respeto por la mujer paraguaya, para señalar el camino de una nueva clase de rebeldía y de feminismo en América Latina. (59)
Gran parte de lo que podemos denominar escritura latinoamericana de post-boom, se está produciendo en el exilio.
En el exilio "exterior", por aquellos transterrados del Cono Sur, como Fernando Alegría, Rubén Bareiro Saguier, Mario Benedetti, Rodrigo Díaz Pérez, Ariel Dorfman, Eduardo Galeano, Juan Carlos Onetti, Manuel Puig o Elvio Romero. En el exilio "interior", por quienes han permanecido en sus países para testimoniar un desgarramiento no menos sombrío, como Jorge Canese o Eraclio Zepeda. Esta Narrativa, vinculada a una cultura urbana del destierro, reconoce un excepcional antecedente; los cuentos de Roa Bastos, ambientados en Buenos Aires, ese "baldío" que es y no es paraguayo. (60) Los "exilios del escritor", que denuncia Roa Bastos, gravitan como una fatalidad en el Paraguay, hasta el punto de que podríamos interrogarnos cómo es posible que de uno de los rincones más olvidados de América haya surgido el autor de YO EL SUPREMO. Las dificultades de un paraguayo para alcanzar con su obra una trascendencia internacional son graves y numerosas. El aislamiento geográfico y cultural en que vivió y sigue viviendo este país mediterráneo, desde la época colonial, es uno de los más herméticos del continente. Aunque el Paraguay fue uno de los Estados sudamericanos más adelantados durante el segundo tercio del siglo XIX, la guerra neocolonial del 64-70, seguida de la enajenación de los últimos recursos fiscales en beneficio del capitalismo extranjero, lo convirtió en uno de los países latinoamericanos de más pobres recursos demográficos, financieros, industriales y tecnológicos, así como uno de los de menor extensión territorial. Un estado autocrático ha permanecido vigente en el país desde su independencia, impidiendo el desarrollo de las instituciones parlamentarias y judiciales, la práctica del sindicalismo y las manifestaciones populares, la libertad de expresión, el debate político pluralista, la libre circulación del libro y otros medios culturales e informativos, y una efectiva autonomía universitaria.
Ha perpetuado, por otra parte, una conciencia social temerosa de exigir sus derechos constitucionales o de denunciar la corrupción administrativa y la prepotencia policiaca, así como abortado el surgimiento de un público amplio, crítico y sensible a las novedades literarias, artísticas e ideológicas. El Paraguay no ha sido una excepción en cuanto a la violencia con que la cultura latinoamericana ha sufrido la extirpación genocida de sus tradiciones indígenas, la adulteración ideológica del pensamiento de sus caudillos emancipadores, la simplificación aberrante de su patrimonio folklórico, la persecución de sus educadores y creadores artísticos más genuinos, y la penetración masiva de subproductos pornográficos y alienantes dentro de su mercado cultural. Todos estos problemas deben ser inscritos, desde luego, en una crispada situación de dependencia neocolonial, a la que hay que añadir, en el caso paraguayo, una sub-dependencia con la Argentina y actualmente, con el Brasil. En cuanto a la situación específica del escritor paraguayo, que pertenece a una comunidad bilingüe con todas sus secuelas conflictivas, nada se puede agregar a las palabras, sentidas en carne viva, con que la ha definido el propio Roa Bastos: "el escritor paraguayo padece en su ostracismo local las persecuciones, encarcelamientos, torturas, desapariciones; la inseguridad personal e inestabilidad económica; la censura oficial y la autocensura con los efectos letales sobre su tarea de la comunidad intelectual misma; la incomunicación del escritor con su público nacional. Con respecto al escritor que padece el exilio exterior, experimenta, más agravada aún, su desconexión con su público nacional; su desconexión e incomunicación con el pueblo de la diáspora, tanto cultural como política; los problemas traumáticos del desarraigo y de la difícil adaptación a otras áreas culturales en las propias zonas latinoamericanas y en las externas al continente...". (61)
A todos estos factores se suma el crónico menosprecio con que la crítica especializada, la investigación universitaria y las editoriales del exterior han castigado a la literatura paraguaya. Ellas carecen de interés por la realidad de un pueblo sobre el que se cierne la más pesadillesca amnesia histórica. Muy poco son los extranjeros que consideran plausible la quijotada de escribir o publicar algo sobre este país silencioso o, más bien, enmudecido. Finalmente, en el caso particular de Roa Bastos, estamos ante un escritor de insobornable renuncia a participar en cualquier forma de comercialización fraudulenta del libro latinoamericano, ni el indigno coqueteo con los manipuladores que tejen los premios internacionales y la promoción artificiosa de las supuestas superestrellas literarias. Su obra, rigurosamente ceñida a la realidad mítica y social de su propio pueblo, ha eludido sobriamente el narcisismo textual de muchos escritores latinoamericanos actuales, publicitados en el mercado internacional como superdotados "tecnócratas" o "chamanes" de la escritura o fundadores de una nueva metafísica. De esta manera, Roa Bastos no parece fascinar a ciertos críticos, obsesionados por ejercer su propio narcisismo enciclopédico y eurocéntrico, a costa de aquellos autores más afines. (62)
En YO EL SUPREMO también hay fugaces alusiones al voseo moderno y el ambiente urbano asunceno, como ciertas "puterías por los quilombos de la calle General Díaz", (63) así como a los escritores exiliados que "se convierten en parásitos de otros Estados" y "pierden su lengua en el extranjero". (64) Pero Roa Bastos se yergue, sobre todo, como el gran precursor del post-boom, por su ejemplar desacralización del discurso "culto", de los amos del lenguaje "civilizado" de las academias, el mercado literario y las cátedras y revistas al servicio del imperialismo. En su prólogo a una gran novela de Fernando Alegría, de 1970, había escrito el paraguayo: "El nombre de Vietnam es ahora un signo que desborda una determinada realidad histórica y geográfica... Cifra paradigmáticamente la tragedia de nuestro tiempo. En desquite, es el nombre de la pequeña nación el que flamea ahora como una llamarada de napalm sobre el nombre de la potencia imperial que pretende destruirla a sangre y fuego". (65)
Lo mismo puede decirse, hoy, a propósito de El Salvador, con la responsabilidad mayor de que ahora se trata de un país de nuestra América. Y así llegamos al final de la parábola. El Supremo había definido a Borges, como símbolo del escritor narcisista latinoamericano, de esta manera: "Un insecto comió palabras. Creyó devorar el famoso canto del hombre y su fuerte fundamento. Nada aprendió el huésped ladrón con haber devorado palabras” (66) Ya en pleno post-boom, un narrador argentino no hablará de Borges. Simplemente lo mandará a hacer pish. (67) El doctor de Córdoba es un héroe contracultural. Reforma catecismos, critica HIJO DE HOMBRE, escupe cocuyo inglés cuando expulsa a Robertson, o vomita calambur portugués al repudiar a Correia da Câmara. Los críticos, sugiere, se han ocupado hasta ahora de explicar los textos. Lo que hay que hacer es cambiarlos. Si YO EL SUPREMO, "una especie de summa donde pueden leerse a contraluz los hechos reales de la circunstancia paraguaya", como acertó en designarla Edgar Valdéz, (68) es también la novela fundadora de la escritura no narcisista de nuestra América contemporánea, y como tal, ha principiado por replantear su propio lenguaje, reconsideremos también el lenguaje mismo de la crítica y el fetichismo de la hermenéutica supuestamente científica y autosuficiente. Todo texto es metáfora. Confesémoslo abiertamente. Y también que muchos escriben porque no les han dejado otra cosa que hacer.
Hombre y escritura forman una impecable unidad en Roa Bastos. Lo admiramos por su personalidad y su estilo pero, sobre todo, por una indisoluble unidad de obra y vida, de trabajo y conducta, que constituyen, como Martí en el siglo pasado, una de las más altas síntesis humanas de nuestro esperanzado continente.
NOTAS
1-. Jean Franco. "Dependency theory and literary history: the case of Latin American". The Minnesota Review 5 (1975), pp. 65-79. Estoy en deuda con el profesor John Beverley, de la Universidad de Pittsburgh, quien me ayudó en la interpretación de este ensayo.
2-. Jonathan Culler. "Jacques Derrida", en John Sturrock. ed., Structuralism and since (N. York: Oxford University Press, 1979), p. 159. El crítico norteamericano se refiere al estudio de Derrida sobre Husserl. Cuando el compilador, en la nota final de YO EL SUPREMO, afirma que ese libro "ha sido leído primero y escrito después", parece trazar, a su vez, una "deconstrucción" de toda la teoría derridiana.
3-. Beatriz Rodríguez Alcalá de González Oddone. "Yo el Supremo visto por su autor, y aproximaciones". Letras de Buenos Aires 3 (1981), pp. 135- 36. En otra parte de esta misma entrevista, añade Roa Bastos: "No he querido hacer un libro complaciente, una obra de evasión o de entretenimiento para lectores ociosos, sino una obra de reflexión, de crítica y de examen de conciencia para aquellos que hacen de la lectura un ejercicio de ascesis y que están entrañablemente preocupados por los problemas y por el destino de nuestro país". Ibídem, p. 138.
4-. Cf., por ejemplo, Giovanni Albertocchi, "La figura del dittadore in alcuni romanzi Latinoamericani", Ponte 33 (1877), pp. 616-25; Rubén Bareiro Saguier, "Augusto Roa Bastos e a Narrativa Paraguaia Atual". Revista Letras 25 (1976), pp. 335-46; Mario Benedetti, "El recurso del supremo patriarca". Casa de las Américas, 98 (1976), pp. 12-33; Jorge Castellanos y Miguel A. Martínez, "El dictador hispanoamericano como personaje literario". Latin American Research Review, XVI, 2 (1981), pp. 79-105; Angela B. Dellepiane, "Tres Novelas de la dictadura: El recurso del método, El otoño del patriarca, Yo el Supremo". Cahiers du Monde Hispanique et Luso Brésilien 29 (1977), pp. 65-87; Raúl Dorra, "Yo el supremo: La circular perpetua". Texto crítico 9 (1978), pp. 58-70; Luis María Ferrer Agüero, "La relación autor personaje en Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos", en Matyás Horányi, ed., Actas del simposio inter-nacional de estudios hispánicos (Budapest: Akad. 1978), pp. 491-500; Bernard Fouques, "La autopsia del poder según Roa Bastos, Carpentier y García Márquez". Cuadernos Americanos 222 (1979), pp. 83-111; Da-vid William Foster, Augusto Roa Bastos (Boston: Twayne, 1978); Martin Leenhard, "Apuntes sobre los desdoblamientos, la mitología y la escritura en Yo el Supremo". Hispamérica VII, 19 (1978); Domingo Milliani, "El dictador, objeto narrativo en dos novelas hispanoamericanas: Yo el Supremo y El recurso del método", en Horányi, cit., pp. 463-90; Janine Montero, "Historia y novela en Hispanoamérica: el lenguaje de la ironía". Hispanic Review 47 (1979), pp. 505-19; Eva Golluscio de Montoya, "Presencia y significación de La piedra en Yo el Supremo". Cahiers du Monde Hispanique et Luso Brésilien 29 (1977), pp. 89-95; Ángel Rama, Los dictadores latinoamericanos (México: Fondo de cultura Económica, (1976); Peter Turton, "Yo el Supremo: una verdadera revolución novelesca". Texto crítico 12 (1979), pp. 10-60; Sharon Keefe Ugalde, "Binarisms in Yo el Supremo". Hispanic Journal 2, 1 (1980), pp. 69-77. Ferrer Agüero recoge una extensa bibliografía en su tesis doctoral El universo narrativo de Augusto Roa Bastos (Madrid: Universidad Complutense, 1981). En Francia se han dedicado a Yo el Supremo volúmenes como L'ideologie dans le texte (Toulouse: Université de Toulouse Le Mirail, 1978); Seminario sobre Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos (Poitiers: Centre de Recherches Latino Américaines de 1'Université de Poitiers, 1980); J. Leenhard, et al., Litterature latino américaine d'aufuord'hui (París: Union générale Xeditions, 1980); Textos sobre el texto, 2° seminario sobre Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos (Poitiers: Centre de Recherches Latino Américaines de l’Université de Poitiers, 1980).
5-. Fredric Jameson, The Political Unconscious. Narrative as a Socially Symbolic Act (Ithaca, N.Y.: Cornell University Press, 1981), p. 285.
6-. Augusto Roa Bastos, "Prólogo", en Rafael Barrett, El dolor paraguayo (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1978), pp. XXX-XXXI.
7-. González Oddone, p. 137.
8-. Para no citar sino los vinculados al Paraguay y el Río de la Plata, entre los más destacados, encontramos, "por orden de aparición", a Manuel Pedro de Peña (8), Mariano Antonio Molas (8), Policarpo Patiño (9), Pedro García Panés y Llorente (12), José Gervasio Artigas (26), José de Antequera y Castro (39), Diego de los Reyes Balmaceda (39), Domingo Martínez de Irala (39), Fulgencio Yegros (40), Juan de Mena (42), Pedro Somellera (44), Antonio Manoel Corrêa da Câmara (50), Simón Bolívar (83), Bernardino Rivadavia (87), Carlos de Alvear (87), Juan Martín de Pueyrredón (87), Bernardo de Velasco y Huidobro (88), Agustín de Pinedo (93), José Espínola y Peña (104), Manuel Belgrano (114), Bartolomé Mitre (114), Manuel Atanasio Cavañas (116), Juan Manuel Gamarra (117), Amadeo Bonpland (123), José Félix Estigarribia (124), Roque Antonio Céspedes Xeria (136), Pedro Juan Cavallero (168), Lázaro de Ribera (169), Fernando de la Mora (171), Antonio Thomas Yegros (171), Xavier Bogarín (173), Juan Manuel de Rosas (194), Vicente Anastasio Echeverría (207), Cornelio Saavedra (207), José García de Cossio (211), Mariano Moreno (221), Juan de Garay (236), Nicolás de Herrera (257), José del Casal y Sanabria (265), Manuel Dorrego (271), Gregorio Funes (287), Juan de Salazar (315), Facundo Quiroga (323), José de San Martín (323), José Antonio Sucre (324), Francisco de Paula Santander (324), Bernardo Monteagudo (325), Jesusa Bocanegra (351), Francisco Solano López (474) y Carlos Antonio López (434), estos dos últimos, sucesores revolucionarios del doctor Francia, quienes simbólicamente cierran la serie. Los números remiten a las páginas de la primera edición. Buenos Aires: siglo XXI, 1974. Hay referencia sobre la mayoría de ellos en Charles J. Kolinski, Historical Dictionary of Paraguay (Metuchen, N.J.: The Scarecrow Press, 1973). Fuentes adicionales son Carlos R. Centurión, Historia de la cultura paraguaya, 2 vols. (Buenos Aires: Biblioteca Ortiz Guerrero, 1961); Julio César Chaves, El Supremo Dictador (Buenos Aires: Nizza, 1958); David Lewis Jones, Paraguay, A. Bibliography (N. York: Garland, 1979). La lista de personajes universales incluye nombres tan heterogéneos como Rabelais (15), Washington, Franklin y Jefferson (37), Esopo (40), Pompeyo y César (40), Alfonso X el sabio (42), Solón (43), Napoleón (45), Rousseau, Montesquieu, Voltaire y Diderot (45), Calígula (47), Pascal (53), Salomón (65), Tiberio (71), Maquiavelo (72), Homero (74), Cervantes (74), Josefina de Beauharnais (77), Robespierre (77), Diógenes (78), Tomás Moro (78), el marqués de Sade (80), Tupac Amaru (95), Descartes (106), Guillermo Tell (127), Chaucer (138), Swift (140), Donne (140), Da Vinci (142), el Marqués de Santillana (143), Borges (143), Nietzsche (143), Platón (144), Jesucristo (156), Newton (161), Shakespeare (207), Colón (209), el Papa Borgia (255), Alejandro de Macedonia (279), el barón de Humboldt (285), Fernando VII (332), Abra-ham y Moisés (355), Poncio Pilato (356), Martín Lutero (357), Confucio (401), Virgilio y Cicerón (438), Agustín de Hipona (447), etcétera. No he encontrado los del Che Guevara y Hegel, como indica la señora González Oddone en su entrevista citada, p. 131; aunque no se entiende si lo dice ella o transcribe a Enrique Raab. El inventario de nombres literarios es más breve y se presta a una lectura muy significativa: Sancho Panza (65), Hamlet (207), Fedra (235), Teseo (235), Caín y Abel (356), etcétera. Finalmente, una consulta siempre sugerente es José Antonio Vázquez, El Doctor Francia, visto y oído por sus contemporáneos (Bue-nos Aires: EUDEBA, 1975).
9-. Roa Bastos, "Prólogo", p. XVI.
10-. Entre ellos, Juan Parish y William Parish Robertson (21), Johann Rudolph Rengger y Longchamp (21), J. M. Velazco (“Bel-Asco") (29), Pedro Lozano (42), Julio César Chaves (105), Thomas Carlyle (207), Hipólito Sánchez Quell (235), Guillermo Furlong (263), Félix de Azara (305), Francisco de Aguirre (305), Enrique Wisner de Morgenstern (386), Benigno Riquelme García (458), Jesús Blanco Sánchez (458), Manuel Peña Villamil (459), Juan Silvano Godoi (459), Alfred Demersay (460), R. Antonio Ramos (461) y Marco Antonio Laconich (463).
11-. Cf. Mario Vargas Llosa, La guerra del fin del mundo (Buenos Aires: Seix Barral, 1981), p. 146, 170, 387, 423-24, para alusiones a la Guerra del Paraguay. Roa Bastos, Supremo, pp. 220-28 para la anécdota de Belgrano y Etcheverría, y 82-84, sobre el marqués de Guarany. La crónica parlamentaria está en Vargas Llosa, pp. 131-38.
12-. Roa Bastos, pp. 291-92: Hijo de hombre (Buenos Aires: Losada, 1960), curiosamente, en la misma página, 291. La cita es desde "Unos años antes..." hasta "... tres días atrás", y está bastante modificada. El resto es apócrifo: Roa Bastos jugando a Avellaneda.
13-. Roa Bastos, Supremo, p. 297. Claro que el Supremo sería más bien como Rinconete y Cortadillo, un pícaro por "su modo de hablar", como los define Julio Rodríguez-Luis, Estructura y personaje en el arte narrativo de las Novelas Ejemplares (Ann Arbor: University Microfilms, 1966), p. 288.
14-. Cf. Peter N. Dunn, The Spanish Picaresque Novel (Boston: Twayne, 1979), y el clásico Francisco Rico, La novela picaresca y el punto de vista (Barcelona: Seix Barral, 1970).
15-. Roa Bastos, pp. 414-21. Cf. Rodríguez-Luis, pp. 432-77.
16-. Cf. la intervención de Vargas Llosa en "Mesa Redonda: La experiencia de los Novelistas", Revista Iberoamericana, XLVII, 116-117 (1981), pp. 317-320.
17-. Roa Bastos, pp. 373-80. Chaves, p. 356.
18-. Roa Bastos, pp. 152-153. A propósito de Candide, Jean Sareil ha explicado el carácter deconstructivo de la hipérbole, en su Essai sur Candide (Gèneve; Droz, 1967).
19-. Turton, pp. 45-60.
20-. Juan Manuel Marcos, "Para una lectura de Yo el Supremo", ABC Color, 15 de marzo de 1981, pp. 5-7. Jorge Luis Borges, Inquisiciones (Buenos Aires: Proa, 1925), p. 93.
21-. Roa Bastos, p. 87.
22-. Roa Bastos, p. 371.
23-. Véase la polémica sobre el escritor recientemente fallecido, a propósito de su póstuma novela LOS HUERTA (Asunción: NAPA, 1981), en los diarios asuncenos Ultima Hora, del 23 y 30 de enero, y 6 de febrero de 1982, y ABC Color, del 31 de enero de 1982. El eminente paraguayólogo Thomas E. Case acaba de publicar una entrevista a Casaccia en Hispania 65, 1(1982), pp. 123-25.
24-. Roa Bastos, p. 291 y 102, respectivamente.
25-. Ferrer Agüero, p. 386. La voz del Supremo, como Michel Foucault ha definido la de Roussel, es "una lengua de siempre trabajada por la destrucción y la muerte". Cf. su Raymond Roussel (París: Gallimard, 1963), pp. 61-62.
26-. Jameson, p. 139.
27-. Cf. Pierre Clastres, "Mitos y Ritos de los Indios de América del Sur", Nicaráuac 4 (1981), pp. 151-54.
28-. Roa Bastos, p. 461 y 463.
29-. Roa Bastos, p. 208.
30-. Roa Bastos, p. 225.
31-. Roa Bastos, p. 235, 105 y 49, respectivamente.
32-. Roa Bastos, p. 287.
33-. Roa Bastos, p. 10.
34-. Roa Bastos, p. 183.
35-. Roa Bastos, p. 376. La cita es casi literal, recogida de los Anais do Itamarati, IV (Río de Janeiro. 1938), citada en Chaves, p. 363.
36-. Hipólito Sánchez Quell, Autoantología (Asunción: Biblioteca Colorados Contemporáneos, 1977), pp. 40-44.
37-. Roa Bastos, pp. 237-38. Para ser breve, he tenido que mutilar un frag-mento desopilante, que así pierde casi toda su gracia.
38-. Roa Bastos, pp. 253-56.
39-. Roa Bastos, pp. 261-65. Es imposible transcribir un párrafo que insinúe la fuerza y la belleza de este capítulo. Se trata de una carnavalización casi literal de Chaves, pp. 63-68.
40-. Roa Bastos, pp. 338-43.
41-. Roa Bastos, p. 119.
42-. Roa Bastos, p. 124.
43-. Roa Bastos, pp. 277-78.
44-. Roa Bastos, pp. 411-12.
45-. Libros revisionistas recientes son los de Domingo Laino, Paraguay: de la Independencia a la Dependencia (Buenos Aires: Cerro Corá, 1976); León Pomer, La Guerra del Paraguay: Gran negocio! (Buenos Aires: Caldén, 1968); Vivian Trías, El Paraguay, de Francia el Supremo a la Guerra de la Triple Alianza (Buenos Aires: Cuadernos de Crisis, 1970); Richard Alan White, Paraguays Autonomous Revolution (1810-1840) (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1978). Aunque la Casa Blanca ya estaba construida, en parte, en época del Supremo, su "lapsus" de la p. 332, también sería profético, puesto que el nombre de la sede del Ejecutivo norteamericano solamente fue oficializado en 1902 por un significativo presidente: Theodore Roosevelt. Sólo tengo a mano la traducción al inglés de Eduardo Galeano, Open veins of Latin America (N. York: Monthly Review Press; 1973), que contiene un impecable capítulo sobre el Paraguay revolucionario.
46-. Roa Bastos, pp. 363-64.
47-. Roa Bastos, pp. 269-70.
48-. Roa Bastos, p. 434.
49-. Roa Bastos, p. 38.
50-. Roa Bastos, p. 228.
51-. Jameson, p. 285; y "Ernest Bloch and the future", en su Marxism and Form (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1971), pp. 116-59.
52-. Roa Bastos, p. 325.
53-. Roa Bastos, p. 380. Véase un análisis serio de la nota del 20 de julio en Adriano Irala Burgos, La ideología del doctor Francia (Asunción: IDIA, 1975), pp. 2-32.
54-. Roa Bastos, pp. 454-56.
55-. Roa Bastos, "El texto cautivo", publicado por entregas en el diario asunceno ABC Color, hasta el 14 de febrero de 1982.
56-. Cf. el paralelismo entre Yo el Supremo y Ulises, establecido por el inglés Turton, pp. 12-17.
57-. Roa Bastos, pp. 365-66.
58-. Tomás Borge, "El Arte como Herejía", Nicaráuac 4 (1981), pp. 111-19. 59. Roa Bastos, pp. 348-52. Las ideas de este episodio están estrechamente conectadas con el de la carta de Telésfora Almada, pp. 434-35. Su desarrollo exigiría un estudio aparte.
60-. Roa Bastos, "El baldío", "Contar un cuento", "Encuentro con el traidor", "La tijera", "El y el otro", en El baldío (Buenos Aires: Losada, 1966); "Ajuste de cuentas", en Los pies sobre el agua (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1967); y "Juegos nocturnos", en Moriencia (Caracas: Monte Avila, 1969). A éstos habría que añadir los del destierro urbano "interior", es decir, de Asunción, como "El viejo señor obispo", "Audiencia privada", "La excavación", "La gran solución", en El trueno entre las hojas (Buenos Aires: Losada, 1953); "La rebelión" y "El pájaro mosca", en El baldío, cit. Esto es tema de otro estudio. Cf. los ensayos de Dorfman, Roa Bastos, Bareiro Saguier y A. Rama, en "América Latina, ¿una literatura exiliada”, Nueva Sociedad 35 (1978).
61-. Roa Bastos, "Los exilios del escritor en el Paraguay", Nueva Sociedad, cit., p. 33.
62-. Jean Franco, "Narrador, autor, superestrella: la narrativa latinoamericana en la época de cultura de masas" (traducción de John Beverly y Eliseo Colón), Revista Iberoamericana XLVII, 114-115 (1981), pp. 139-
40-. En este histórico artículo, la gran crítica inglesa señala a Yo el Supremo como la clausura del boom y el hito inaugural del post boom.
63-. Roa Bastos, Supremo, p. 217.
64-. Roa Bastos, p. 318.
65-. Roa Bastos, "Prólogo", en Fernando Alegría, Amerika, Amerikka, Amerikkka (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1970), pp. 20-21.
66-. Roa Bastos, Supremo, p. 144. No otra cosa dice Jean Franco en su demoledor "The Utopia of a Tired Man: Jorge Luis Borges", Social Text 4 (1981), pp. 52-78.
67-. Jorge Asís, Flores robadas en los jardines de Quilmes. (Buenos Aires: Losada, 1980), pp. 93-98.
68-. Edgar Valdés, "Literatura paraguaya y realidad nacional", Criterio II, 2 (1977), pp. 8-14.
De: Revista Plural, México, N° 136, 1982, pp. 15-23.
Este trabajo fue galardonado con el "Premio Ensayo 1982"
de la Revista Plural.
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Fuente (Enlace Interno):
Ilustraciones: CATITA ZELAYA EL-MASRI
Intercontinental Editora,
Asunción-Paraguay 2009 (427 a 822 páginas)
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