Para retratar personajes a través de su poesía y su música, MANECO GALEANO -en realidad, FÉLIX ROBERTO GALEANO MIERES, nacido en Puerto Pinasco, Alto Paraguay, el 13 de mayo de 1945 y fallecido en Asunción a los 35 años, el 9 de diciembre de 1980- tenía un talento peculiar.
Sus escasas aunque rotundas pinceladas de arquetipos -modelos- sociales dejaron grabadas las pinturas de gente con rasgos notoriamente. resaltantes. En EL EJECUTIVO delinea el perfil del tekorei (haragán) que se manda la parte rodeándose de varios elementos que conforman un lenguaje para leer su «importancia» ciudadana.
Aunque también tiene -en la arista satírica de su creación- TOMÁS TÉ CANASTA y el kilométrico título de LOS PROBLEMAS QUE ACARREA UN TELEVISOR EN LA CASA DE UN HOMBRE COMO YO, su pieza de mayor arrastre popular es LA CHUCHI.
«El recurso genial que encontró Maneco para darle fuerza y convicción a su poesía satírica fue la técnica de la inversión retórica, en la que ya era un maestro. Al criticar a la joven burguesa o 'chuchi', que disfruta del Té Canasta, o al 'ejecutivo' que puede ser su novio, el poeta traza su descripción o lanza sus imprecaciones desde el punto de vista del observador popular», sostiene JUAN MANUEL MARCOS -su coautor en ¡INDEPENDENCIA O MUERTE! en un estudio sobre la obra de MANECO GALEANO que introduce el libro «MANECO GALEANO. DESPERTAR - ANTOLOGÍA» (editado en 1995 al cumplirse los 15 años de su fallecimiento).
Lo que busca la sátira es censurar o ridiculizar -o censurar ridiculizando, o ridiculizar censurando según se dé el caso-, a determinados tipos humanos que circulan por las calles de la vida y portan vicios sobresalientes. Las anti-virtudes los convierten en protagonistas de la escritura de quienes, al fin de cuentas, únicamente ponen en palabras los aspectos más difundidos de la forma en que son vistos por los demás mortales.
Lo que el cantautor hizo en LA CHUCHI es elegir a una mujer de la «alta sociedad» para hacerla blanco de sus mortíferos dardos. Para comenzar, el autor aclara que no pertenece a la «clase social» de ella. Guarda distancia de entrada. En un pasaje dice que los apellidos de ella son tan largos -como «corresponde» a los de su categoría- y que él es «descendiente del cacique Lambaré». O sea, de sangre indígena.
Lo que hace luego es recorrer el comportamiento cotidiano de su «fotografiada»: toma la bici(cleta); se va al club Cente(nario) donde concurren las aristocracias de los abolengos y el dinero; viste «organcí» - un tipo de tela-; bebe «whisky importado», no «Arí(stócrata) -marca de caña paraguaya, una especie de «whisky» en relación a otras bebidas de la misma familia-; tiene un «idioma entrecortado», es «mandaparte que no tiene contraparte»; se empolva «el cuerpo entero» y «usa ropa llena de agujero».
El amor entre ellos -la «chuchi» y él, autor-, va por rumbos diferentes. Sin muchas vueltas, en la primera estrofa, ya le echa en cara que ella le engaña con otro. Y, más adelante, que sale de noche «con algún churro que tiene coche». Para no quedarse atrás, él decide irse con «Pancracia Pérez», que es, apenas, «la hija del viejo Pérez», sin ningún título nobiliario.
¿Quién habrá sido aquella «chuchi»?. ¿Eran todas las que con creces merecerían estar enmarcadas en ese apelativo, o era alguien, con identidad inconfundible?. «No era una alusión particular a nadie, aunque en son de broma decía que era su esposa, Cristina Barrail»,
afirma el hermano de Moneco, JOSÉ ANTONIO GALEANO, indicando que LA CHUCHI fue compuesta a fines de la década de 1960.
La composición se hizo popular. Los intérpretes le agregan o quitan pedazos -o vocablos- según su peor saber y entender. Anda suelta, aunque no perdida. Sigue vigente -una serie de televisión daba plena fe de ello- porque, con nuevos maquillajes y atuendos, la «chuchi» sigue siendo la misma que retratara el pintor de brocha verbal MANECO GALEANO.
LA CHUCHI
Si ya te voy conociendo ingrata
de mis ensueños,
vos decís que soy tu dueño
y con otro me engañás.
Será porque yo no soy
de tu igual clase social
y al Centenario no puedo
no puedo irme a bañar.
Tomás la bici, te vas al Cente
y por la noche te vas a SanBer.
Dormís de día, salís de noche
con algún churro que tiene coche.
A un trapo color rosado
vos le llamás organcí,
tomás whisky importado
en vez de tomar Arí.
Tu apellido son tan largo
que yo te digo ¡nambré!.
Yo niko soy descendiente
del cacique Lambaré.
A una vieja bicicleta
en tu idioma entrecortado
en vez de darle su nombre
solo bici le llamás.
Y en tu afán de mandaparte
que no tiene contraparte
te empolvás el cuerpo entero
y alguna otra cosa más.
Por eso voy a dejarte
para irme con Pancracia
si yo para mi desgracia
pude un día conocerte.
Hoy reniego de tal suerte,
me voy con Pancracia Pérez,
la hija del viejo Pérez,
quedate vos con tu Cente.
Tus anteojos y tus ruleros,
tu ropa llena de agujero,
me diste el nombre de «cuchi, cuchi»
ne añamemby reiko eñembochuchi.