Una de las características de los creadores de poesía y música de inspiración folklórica en nuestro país es cantar a su valle, a la tierra que lo vio retozar de niño. Es una insistente llamada interior que acosa al autor hasta que al fin sus sentimientos se vuelcan en una obra cuyo destinatario es su lugar de nacimiento. Está hecha en clave de añoranza, de retorno y de infinitas ganas de quedarse para siempre en lo que considera el edén perdido y hallado en la triste voz de la nostalgia.
Don MAURICIO CARDOZO OCAMPO -nacido en Ybycuí, departamento de Paraguarí, el 14 de mayo de 1907 y fallecido en Buenos Aires el 5 de mayo de 1982-, no es ajeno a este patrón de conducta de nuestros artistas populares. Él, no satisfecho con haberle dedicado a su patria chica Pueblo Ybycuí muchos años después compuso CHE PUEBLO PÕRÃ.
La primera es una guarania honda, melancólica y solemne. En ella se vuelca el alma del andariego que está lejos de lo que más ama y extraña. El poeta argentino OSVALDO SOSA CORDERO interpretó el techaga’u del autor de la música -MAURICIO CARDOZO OCAMPO- y ordenó las palabras a imagen y semejanza del alma de su coautor.
La melodía tuvo que haber sido compuesta alrededor de 1930. ELADIO MARTÍNEZ y CARDOZO OCAMPO cantaban a dúo (1) desde la Movilización de 1928 cuando ya casi ardía la guerra entre Bolivia y Paraguay. Algún tiempo después de la desmovilización, en 1931, con la Compañía Uruguaya de Comedias de Antonio Cuore salieron de gira, recalando, finalmente en Buenos Aires. Es posible que Cardozo Ocampo ya llevara consigo la música. Tal vez la compuso ya en la capital argentina. El rastro preciso que es posible encontrar data de 1934 cuando el dúo MARTÍNEZ-CARDOZO grabó por primera vez la composición.
Un dato curioso es que una de las cuartetas hacía alusión a la guerra, con el tronar del "impío cañón". ANIBAL CARDOZO OCAMPO, hijo de don Mauricio, dice que su padre, con el tiempo, prefirió sacar esa alusión bélica y simplificar la estrofa al respecto.
Muchos años después, cuando don Mauricio regresaba al Paraguay con la intención de quedarse definitivamente, creó la letra y la música de CHE PUEBLO PÕRÃ. "Esa obra tiene que ser de finales de la década de 1960 y la tuvo que haber hecho en Asunción cuando retornaba con mucho entusiasmo", sostiene ANÍBAL CARDOZO OCAMPO. Mientras tanto, JOSÉ MAGNO SOLER, cantor del CONJUNTO PERURIMÁ que dirigía don Mauricio, conjetura que la polca es de la década de 1950 y que tuvo que haber tenido su origen en Buenos Aires, donde el compositor residía con su familia por entonces. "Recuerdo que cuando vino recién, por 1967-68, él le dio la partitura original a CÉSAR MEDINA y él me pasó a mí para que yo la cantara", rememora Soler.
"Con los años, papá le agregó dos versos finales que no estaban en el original. Allí expresa su deseo de ser enterrado en su pueblo", cuenta Aníbal.
El deseo de don Mauricio fue cumplido por sus familiares. Mientras un avión arrojaba pétalos de rosas, él se abrazaba para siempre a la tierra que tanto había amado y a la que cantó con la ternura de un hijo que habiéndose ido nunca se fue.
(1) Cardozo Ocampo, Mauricio. Mis bodas de oro con el folklore (Memorias de un pychâi). Asunción, 1980, segunda edición.
PUEBLO YBYCUÍ
Oh! Pueblo Ybycuí, tierra paraguaya que me vio nacer.
Oh! rincón guarani, cofre que atesora todo mi querer.
En tu humilde solar corrieron mis años de feliz niñez;
hoy, paria en mi vagar, mi anhelo tan solo es verte otra vez.
Yo quisiera volverte a encontrar
tan risueño cual yo te dejé,
con tu huerto exhalando azahar
y niño azoté.
Y detrás de una reja de amor
atraída por mi mbaraka
ver de pronto surgiendo cual flor
che jegustaha.
Oh! Pueblo Ybycuí, qué florido estabas cuando te dejé.
Hoy, rincón guarani, de lejos te lloro por verte otra vez (*)
Mas, quisiera volverte a encontrar
tan risueño cual yo te dejé
con tu huerto exhalando azahar
y niño azoté.
Y al igual que en los tiempos de ayer
recibir de mi madre otra vez
(*) La estrofa original decía:
Oh! Pueblo Ybycuí, qué florido estabas cuando te dejé.
Hoy rincón guarani lloras tu tributo de sangre y de sed
pues impío el cañón , destruyendo vidas con saña y maldad,
la materna ilusión convirtió en amarga y cruel realidad.
las caricias que supieron ser
dicha en mi niñez.
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