GREGORIO CABRERA -nacido el 9 de mayo de 1904 en Salitre Cué, departamento de Itapúa-, violinista y poeta, se había enamorado, a fines de la década de 1930, en San Pedro del Paraná, de la bella maestra CELIA VIGO, prima hermana del mítico REGINO VIGO, mezcla de Robin Hood criollo y maleante vulgar.
Ella unía en su persona dos atributos no siempre coincidentes: era rica y hermosa. A él, en tanto, únicamente le sobraba talento musical. Como en aquella leyenda de la santaniana ROSITA MELLO, prendada del violín de HILARIÓN PÉREZ, Celia quedó envuelta en el sonido mágico del instrumento que, desde las manos de su amado, bajaba una serenata de estrellas a su ventana. El romance tenía el aroma de los jazmines de la tarde, la frescura del rocío en las puertas de la mañana.
Por entonces Gregorio ya era un músico de kilates. Se había iniciado en el violín en Posadas, con el padre de ELADIO MARTÍNEZ (LORENZO), perfeccionándose con el maestro REMBERTO GIMÉNEZ en Asunción. En 1931, con su hermano bandoneonista GERARDO, fundó en Posadas la ORQUESTA DE LOS HERMANOS CABRERA.
Gregorio era un hombre moreno, elegante, de hablar pausado, según el testimonio del músico GERMÁN BOGADO, que integró su orquesta alrededor de 1940. «Era mesurado, sencillo, abierto, generoso, sensible», asegura por su parte el profesor NARCISO ROMERO, un músico y docente sampedrano que conoció de cerca a Cabrera.
El músico bohemio, hecho de caminos y distancia, quería detenerse para siempre en los ojos de aquella mujer de la alta sociedad local. Voluntades extrañas -los padres de ella acaso-, cortaron el romance. Ella le escribió a él una enérgica CARTA DE RETIRO. Narciso Romero recuerda que Cabrera conjeturaba que las expresiones usadas en la misiva no eran las de aquélla a quien quería. Estimaba que le habían dictado el texto, contra su voluntad porque entre ellos nunca hubo desaveniencias, solo juramentos de amor eterno.
Decepcionado, con la esperanza convertida en polvo, Gregorio escribió ADIÓS PUEBLO. Allí se despide de su tierra y se va porque «el destino se interpuso/a la gloria prometida» y que «la Parca maldita» -en alusión a aquellas deidades de la mitología griega que decidían el momento de la muerte-, le había arrebatado el gran amor de su vida.
Su madre vivía en CAMPO FLORIDO -que antes se llamaba COMPAÑÍA LASÁNIMA-, a unos 9 kilómetros de San Pedro. Por eso, no tardó en volver a su pueblo. Con el tiempo, Celia se casó y fue a vivir, con su marido, de apellido Valle, a Posadas. «Él, a pesar de todo, nunca la olvidó. Me consta. La quiso hasta morir», asegura el profesor Romero.
El fin de la vida de GREGORIO CABRERA fue trágico. Ya retirado de la música, en la década de 1970, vivía en Campo Florido. Su madre ya había muerto. Un día venía al pueblo -San Pedro-, y cuando estaba por cruzarse con una tropilla de ganado, uno de los animales embistió su caballo, arrojándolo al suelo. Gravemente herido, fue llevado al Instituto de Previsión Social, IPS, de Encarnación, donde murió.
Un viejo camión destartalado que había llevado bolsas de algodón trajo su ataúd, que se bamboleaba en la carrocería. Así llegó a Gral. Artigas (Ex-Cangó), donde una comitiva le esperaba para acompañarlo hasta su tumba. Desde un parlante, una y otra vez, se escuchaba Adiós pueblo. Ésa era la última, definitiva despedida.
Fuente: Profesor NARCISO ROMERO.
ADIÓS PUEBLO
Mis ilusiones se alejan
mi esperanza está perdida
ya no espero en mi partida
aquel beso ni un adiós.
El destino se interpuso
a la gloria prometida
que juramos juntos un día
con la dueña de mi amor.
Recuerdo una noche
muy triste de otoño:
la Parca maldita
me la arrebató.
Y desde ese instante
mi alma bohemia
busca su solaz
sin poder encontrar.
En las horas de nostalgia
viene todo a mi recuerdo:
mis amigos más queridos
y mi rancho de bohemio.
Adiós pueblo ya te dejo
mas no puedo remediar,
como un barco a la deriva
voy sin rumbo a navegar.
Pero un gran recuerdo
de mi vida triste
nublará ese cielo
del pueblito aquél.
Y sé que en las noches
muy tristes de otoño
ya no escucharás
mi canción y mi adiós.
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