Los preparativos del ataque crucial a Boquerón, en los primeros días de setiembre de 1932, ardían aceleradamente. El ejército paraguayo reunía sus tropas para desalojar a los bolivianos atrincherados en ese estratégico fortín.
Hasta ese lugar llegó el poeta y periodista FACUNDO RECALDE, FA RE. Como era hermano del coronel CAMILO RECALDE no tuvo problemas para acceder al frente donde estaba a punto de librarse combate.
Sin vueltas, preguntando apurado, con dos soldados que le acompañaban, se apersonó, en Punta Brava, ante su amigo, el teniente LORENZO MEDINA -nacido en Concepción el 10 de agosto de 1899 y fallecido el 22 de setiembre de 1986 en Asunción-, comandante de compañía del Tercer Batallón del Regimiento de Infantería « 2 de mayo». Las balas bolivianas zumbaban sobre sus cabezas.
-Entre sus soldados hay un hombre valioso, que la patria no puede permitirse el lujo de perder. Es un gran músico. Se llama JOSÉ ASUNCIÓN FLORES. Tenemos que salvarle, al menos por esta vez; después no sabemos lo que ha de pasar. Sus superiores me han dado la venia correspondiente para que lo retire de su compañía. A cambio, te dejaré estos dos que vienen conmigo. Es un favor que te pido como amigo y conocedor de tus sentimientos ... si se puede-, planteó FA RE.
-Me parece muy razonable eso-, le respondió el comandante. Al rato, se presentó Flores, que era servidor de ametralladora. Le explicaron que debía ser evacuado antes de que los cañones empezaran a rugir.
-Está bien, pero no me iré de aquí si es que conmigo no se va mi amigo, también músico, ANICETO VERA IBARROLA-, exigió, decidido, quien para entonces ya había creado la Guarania.
El jefe tuvo que acceder. Y Facundo Recalde volvió a la retaguardia con dos promesas para la patria salvados de la furia de Marte. Los protagonistas de este episodio no olvidarían este hecho. Y serviría para que, un tiempo después, se reencontraran y tomaran parte del nacimiento de una canción.
En realidad, el eje de esta historia es el que terminaría la guerra en Charagua -Bolivia, ya más alla del río Parapití-, siendo el mayor Lorenzo Medina. Realizó sus estudios primarios en la escuela La Patria de su tierra natal, Concepción. Inició la secundaria en el Colegio Salesiano San José, de allí, concluyéndola en el Colegio Nacional de la Capital.
Desde niño, le deslumbró la carrera militar. Aun cuando su hermano ALFREDO MEDINA tuvo un trágico final, en Concepción, asesinado junto a otros dos oficiales por el sublevado teniente ROGELIO GODOY -que fue fusilado en 1914 en la capital-, en él no se apagó el deseo de ser un profesional de las armas. En 1918 egresaba corno flamante oficial.
Destinado a la guarnición de Villarrica, el coronel ADOLFO CHIRIFE le inculcó, lo mismo que a sus compañeros oficiales, la necesidad de salir del cuartel y mezclarse con la sociedad villarriqueña. Fue así como conoció a la reina del Club Porvenir Guaireño, ANTONIA RODRÍGUEZ alrededor de 1920. El romance creció a la sombra de la esperanza de sus vidas compartidas.
Al amor, sin embargo, nunca le faltan tropiezos. Y éste también tuvo el suyo. El coronel Chirife y los schaeristas se alzaron en armas contra el gobierno de EUSEBIO AYALA y los GONDRISTAS. Tronaron las armas de la intolerancia fratricida. El teniente Lorenzo Medina se alistó en las filas del sublevado, obviamente.
Derrotados por las fuerzas gubernistas, los revolucionarios sobrevivientes buscaron la frontera. Lorenzo y sus hermanos Teófilo y Eliodoro pasaron a la Argentina. Los tres hermanos improvisaron su itinerario, sobre la marcha: Posadas, Yguazú, Matto Grosso. Recalaron en los yerbales de la Mate Larangeira-Méndez. Allí, por esas cosas del destino, cuya dirección de timón es siempre imposible de predecir, encontraron como administrador a ADÁN GODOY, hermano de ROGELIO GODOY, que había asesinado a Alfredo, hermano de ellos. Estaban en una encrucijada de sangre: o vengaban la muerte del ser querido o perdonaban. De hecho, en una carta, sus padres ya habían perdonado al criminal. Le mostraron la misiva al que años antes había llegado ya al obraje. La concordia pudo más, finalmente.
Como los Medina tenían instrucción académica, no fueron enviados a la dura faena del obraje. Se les encargó hacer trabajos de oficina. Sin embargo, les pesaba el destierro abrupto. La añoranza les devoraba el espíritu. Lorenzo recordaba a su amada lejana, su reina del Guairá.
Acosado por los recuerdos, en la soledad, Lorenzo escribió REIKUAA NGA’U RA’E. Su padecimiento, por la ausencia, era «más agudo que el lamento del trágico guaiguingue», que es un pájaro de dolores en su tétrica voz, abundante en la zona. Imaginaba, cuando el sueño era un duende que no llegaba a sus ojos, que Antonia tocaba al umbral de la puerta de su rancho de pindó para acercarle la caricia de sus manos de seda. Sentía, entonces, su aroma de mujer. Mas, al rato se daba cuenta de que todo era apenas el soplo del viento en medio de la noche habitada de silencio y «lucero ko’êmbota».
En 1928 hubo una amnistía. Si la patria no les había convocado antes, para vivir, los convocaba en ese momento para morir por ella. Los hermanos regresaron al hogar. Lorenzo se reincorporó al ejército- de manera inmediata. Se fue a Bahía Negra. Cumplió con éxito una misión de espionaje, desde el lado argentino -Las lomitas-, en Bolivia, como chofer que proveía harina, caña y mujeres a los bolivianos.
Alrededor del '30 volvió a Concepción. Se dedicó al periodismo en «EL CORREO DEL NORTE», dirigido por el poeta LUIS RESQUÍN HUERTA. Este conoció el poema REIKUAA NGA’U RA’E. Pudo haberse quedado, incluso, con su original porque al autor se le extravió su texto.
Se inició la guerra. Él se embarcó rumbo a Casado y se dirigió al frente. Poco antes del inicio de la batalla de Boquerón, ocurrió aquel episodio del pedido de FA RE.
Tras la resonante victoria de Campo Vía, el 11 de diciembre de 1933, el ya capitán LORENZO MEDINA tuvo unos días de licencia. Vino a Asunción. Y, sin que él supiera cómo habían llegado hasta la casa donde se hospedaba, se presentaron unos músicos pidiéndole permiso para una musiqueada. El aceptó.
-Ejapysaka pôrâmi kóvare (Atienda bien esto)-, le pidió el que encabezaba el grupo. Y lo que escuchó no era otra cosa sino que los versos de REIKUAA NGA’U RA’E musicalizados.
-¡Esa es mi obra!-, exclamó, emocionado, el capitán. Y recordó a su Antonia, a la que nunca volvería a ver en su vida.
-En agradecimiento al gesto de salvarme, le puse música-, le contó JOSÉ ASUNCIÓN FLORES al terminar la canción. ¿Cómo llegó hasta él?. ¿Fue el nexo Luis Resquín Huerta?. Acaso nunca se conozcan las respuestas. Sólo perdura la obra terminada. (*).
Fuentes: Este relato se hizo en base a un texto de la Lic. SARA MEDINA DE GIMÉNEZ -de Pedro Juan Caballero-, y del testimonio de TEÓFILO JAVIER MEDINA -de Concepción-Ambos son sobrinos del Mayor LORENZO MEDINA. Se consultó también un artículo del Mayor LORENZO MEDINA, publicado tras la muerte del creador de la Guarania, en 1972, con el título de JOSÉ ASUNCIÓN FLORES, EN TRÁNSITO A LA INMORTALIDAD. No se consigna el diario en el que se publicó.
REIKUAA NGA’U RA’E
Reikuaa nga’u ra’e
mis grandes padecimientos
más agudos que el lamento
del trágico guaîguîngue.
Aguapy ramo apensa
ndarekói ningún consuelo
y en mis noches de desvelo
nderehe che mandu’a.
Añenórô ake haguâ
no me llega más el sueño
y es en vano todo empeño
ambotyvo che resa.
Ndaikatúi asapymi
porque siento que te acercas
en el umbral de mi puerta
ñaimo’â tupâsymi.
Rejávaicha rejeko
junto a mi pobre lecho
y a veces por mi pecho
rembojavaicha nde po.
Añandúma che keguýpe
dulcificadas mis penas
por tu presencia serena
arekógui pe che ypýpe.
Ñaimo’â ku ahêtúva
el perfume de tu aliento
pero solo es el viento
ohasávo che pejúva.
Apu’â ramo roheka
el silencio me rodea
ya en el cielo parpadea
lucero ko’êmbota.