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ESTER DE IZAGUIRRE (+)
  Y DAN UN PREMIO AL QUE LO ATRAPE VIVO, 1986 - Poesías de ESTER DE IZAGUIRRE


Y DAN UN PREMIO AL QUE LO ATRAPE VIVO, 1986  - Poesías de ESTER DE IZAGUIRRE
Y DAN UN PREMIO AL QUE LO ATRAPE VIVO (1986)
 
Poesías de ESTER DE IZAGUIRRE
 
 
 
 
 

PRÓLOGO
 
Un nuevo volumen de poemas de Ester de Izaguirre no puede pasar inadvertido. Ni la autora ni el público podrían caer en esto. La autora en Y dan un premio al que lo atrape vivo intenta (y logra) una totalidad, que es un camino ascendente desde la desesperanza del tiempo y lo cotidiano rutinario, hasta el reencuentro con lo que realmente importa.

Pero, por sobre todo, estamos frente a una poeta que trabaja su lenguaje literario y nos entrega su mensaje con la misma facilidad con que parecen esculpidas las estatuas y las joyas: como si no hubiera esfuerzo.

Frente a la «técnica» Ester de Izaguirre instaura un discurso poético sugerente, sin altibajos. Es una «voz» que entabla un doble diálogo: con sus obsesiones y con el virtual lector que se integre a estas páginas. Labor de poeta sin duda, pero también labor de un ser que ahonda en lo que la vida ofrece de reflexión, de constante introspección para llegar hasta el sentimiento más hondo y desde allí hablamos. «Vida vivida», frase que quizá ya haya escrito en otro artículo, pero que aquí significa, también, vida vivida y transmutada en poesía. En esa poesía que perdura como un recuerdo necesario (obstinado) y hace releer el texto más de una vez, como una melodía que nos llegara finamente al alma para quedar allí retenida.

El título de este nuevo libro hace alusión a versos de la propia autora.


«Ámense ahora que el milagro anda suelto por las plazas y dan un premio al que lo atrape vivo».

Está tomado de Qué importa si anochece, volumen de 1984. Este nuevo libro -que alude al milagro del amor- lleva solamente el último verso como título general del poemario: «Y dan un premio al que lo atrape vivo».

El volumen está dividido en varias «estaciones», diría, tal como un ascenso del «yo lírico» (en términos técnicos) o del «alma» en términos que mejor se avienen con la temática del mismo. «Juguetes y otros olvidos», «El tiempo y demás traiciones», que contiene la mayor cantidad de poemas y es ahí en donde quizá se genere el doble juego temático de oposiciones de este volumen: «ser inmerso en el tiempo» opuesto a «liberación por el conocimiento de lo trascendente»; la cuarta parte se refiere a «El amor y otros espejismos».

Se conjugan, pues, dos temáticas que recorren el libro: la del tiempo obcecado, que destruye la materia y la memoria, y el amor que se instaura también en el tiempo.

Por esto hablábamos al comienzo de «libro total», de «estaciones del alma», de una cosmovisión que la autora intenta dar con acertado y acabado lenguaje poético, pero que intenta trascender lo poético puro (como otros escritores desde los griegos para aquí) para que el poema sea el vehículo de ese mensaje o intención logrado.

Un libro totalizante, repetimos, como pocos que hemos leído en un panorama literario preocupado por lo efímero, que marca una trayectoria y una esperanza. La esperanza porque todavía la poesía hispánica mantiene un rumbo firme en una de sus máximas voces.
 

Al amplio registro temático hay que agregar la sólida lucidez con que Ester de Izaguirre maneja el lenguaje poético, que va desde el verso libre hasta el soneto, todos estos canales de expresión puestos en función del sentimiento a expresar.
 
 
Alberto Laguna
 
Del Diario La Capital de Rosario, 22 marzo de 1987
 


JUGUETES Y OTROS OLVIDOS



COMO SI NO ESTUVIERA


 

Cuando era chica

     
 

robé una muñeca de aquella estantería,

     
 

y de tanto quererla

     
 

pude acallar mi culpa.

     
 

Pero una tarde


   
 

al ver a mis amigas

     
 

con juguetes comprados

     
 

-la seguridad y la inocencia-

     
 

corrí a devolverla y ya era tarde.

     
 

No existía la casa ni la calle


   
 

ni aquel amor tan grande

     
 

que me impulsó a robarla.

     
 

Ahora sigue a mi lado.

     
 

Como si no estuviera.

     
 



 




DESTIEMPO


 

Llegué tarde a la fiesta.

     
 

Aun así aguardaba un globo,

     
     
 

una guirnalda ingenua

     
 

en la puerta de calle desolada.

     
 

El dueño de casa despedía


   
 

a los últimos huéspedes.

     
 

Usted ha llegado tarde,

     
 

quizás pueda regresar fuera del tiempo

     
 

cuando un día se distraiga

     
 

o se enloquezca un año.


   
 

Quizás haya otra fiesta en que ataviado

     
 

con todos los que fueron desencuentros,

     
 

se convierta en el único invitado.

     
 



 




DESENCUENTRO


 

Madre,

     
 

me compraste un juguete. Lo escondiste

     
 

y lo busco por la casa

     
 

que está desordenada como siempre.

     
 

No hay puertas ni hay ventanas,


   
 

no hay vereda ni enfrente, no hay vecinos.

     
 

Ya no me hablas del río, las barrancas.

     
 

Qué pasó con el pueblo y las amigas

     
 

y por qué este silencio y esta nada.

     
 

Lo escondiste


   
 

y no puedo hallarlo, madre

     
 

y esa verdad tendría el color del verano.

     
 

Si no me lo hubieras prometido

     
 

habría jugado con cajitas de fósforos,

     
 

con los viejos botones de tu cómoda,


   
 

con los collares que nunca te ponías,

     
 

con pétalos de flores.

     
 

Me hubiera entretenido imaginándolo.

     
 

Madre, atardece

     
 

y ya me cansa el juego.


   
 



 




ROMANCE A UN CONSCRIPTO DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO


(Buenos Aires, 1982)



Marinero, marinero

     

hace muy poco bogabas

     

en barquitos de papel

     

sin cañones, ni mesanas

     

y sin nubes que cubrieran


   

el cielo de tu mañana.

     

Marinero de mi tierra

     

que navegabas el alba

     

y de golpe te pusieron

     

en el pecho una metralla.


   

¡Ah, cómo abrías los ojos

     

y no podías despertar,

     

cuando creías todavía

     

que llamaban a marchar!

     

Era a luchar que llamaban


   

y allá en el mundo del mar

     

te aguardó un columpio de algas,

     

un juego de arena y sal,

     

y una cuna de madrépora

     

para dormir sin cesar.


   

¡Ay pobre cuna de sombras!

     

¡Ay, sueño sin despertar

     

qué acantilado vacío

     

tu nombre recordará!

     
 



 


EL TIEMPO Y DEMÁS TRAICIONES



TEATRO


 

No me va el papel de anciana

     
 

y la escena me aguarda,

     
 

me golpean la puerta

     
 

y el público impaciente se agiganta.

     
 

Debo salir,


   
 

me empujan los relojes,

     
 

el escenario clama, los focos me previenen

     
 

y no creo en la máscara que llevo.

     
 

No me va el papel de anciana

     
 

y yo sé que es la última vez que caerán los telones.


   
 

Debo dejar que mi cansancio y mis arrugas

     
 

se convenzan a sí mismos,

     
 

como un mediocre actor, de que es Edipo,

     
 

de mi preñez de lágrimas,

     
 

de noches que no acaban,


   
 

de las mínimas urnas

     
 

en las que paseo las cenizas del amor.

     
 

Pero entro vacilante,

     
 

miro a cada rostro despiadado

     
 

y la cortesanía de violines


   
 

le va dejando paso a las palabras.

     
 

No me va este papel ni lo he querido.

     
 

Y al fin todos aplauden

     
 

como se aplaude al triunfo.

     
 



 


RÍO



Hoy vuelvo a estar como antes,

     

como cuando era chica

     

y veía detenerse las barcas

     

pero nadie bajaba al muelle de mi pueblo.

     

Ni un rostro diferente,


   

sola, con la oscura tristeza de aquel río.

     

Después llegué hasta el mar

     

y no podía creer

     

en la rielante senda hacia la espuma

     

que me impelía,


   

desde la sordidez de camalotes;

     

y no podía creer

     

en la magia raigal de las madréporas.

     

Ahora,

     

las arenas de ausencia me devuelven


   

al limo de la costas,

     

a las aguas taimadas,

     

a las barcas en las que nadie llega.

     
 



SI EL TIEMPO NO TRANSCURRIERA


 

La vejez al acecho, sin moverse

     
 

como un pastor que cuida las haciendas.

     
 

De pronto, la mirada sin los ojos

     
 

descubrirá una estrella.

     
 



 


AL HERMANO QUE NO TUVE


 

Ahora me doy cuenta

     
 

de la falta que me haces.

     
 

De haber crecido juntos

     
 

hubiéramos repartido aquel paisaje

     
 

de sauces junto al río,


   
 

y hoy tendría en los ojos

     
 

la mitad de la pena.

     
 



 




PADRE NAVEGANTE


A Ramón Ayrolo



No querías saber nada

     

de las fotografías de pájaros en vuelo.

     

No querías comprender la existencia necesaria

     

de los supermercados, las farmacias,

     

los quioscos de noticias.


   

Querías saber del mar

     

porque nunca pregunta...

     

Pero ayer te dejamos en un cuarto mezquino

     

y busqué por los rincones

     

para ver por dónde tu alma


   

podría salir al aire

     

de ese pueblito blanco

     

que también fue tu cuna,

     

y volver a los puertos

     

en los que anclaste con tu risa llana,


   

y a los pueblos que ahora busco en los mapas

     

y no existen.

     

   

Padre, duende, delfín,

     

qué hacer en esta jaula

     

con la herencia del vuelo.


   

Y sin tus alas.

     
 



 




VOS, EXILIADO


 

Existe el desterrado y existe la costumbre

     
 

que transforma el castigo en una espiga;

     
 

existe la costumbre de olvidarse

     
 

del nombre de la tierra

     
 

y formar otro nido, en otra orilla,


   
 

y vendarse la herida con restos de bandera.

     
 

Caen destronados los reyes de la infancia,

     
 

se buscan los paisajes

     
 

de la ciudad amada

     
 

y el hombre antiguo se desangra y calla.


   
 

Nace y muere cien veces una noche

     
 

por hallar la Cruz del Sur sobre su frente,

     
 

pero ve que la cruz está en su espalda

     
 

y en sus pies la simiente

     
 

que dejará sus frutos en una tierra extraña.


   
 

Del otro, del que era, ni acordarse.

     
 

Pero a vos, Buenos Aires te duele en el costado

     
 

y la llevás a cuestas por el mundo

     
 

como una escarapela del destierro.

     
 

Hubiera sido cómodo


   
 

dejarla en el estuario

     
 

y jugar a olvidarla poco a poco.

     
 

Pero elegiste fundarla adonde fueres,

     
 

como una medalla, lucirla en la solapa,

     
 

y celebrar con versos a tu tierra nativa


   
 

con la lealtad y el fuego

     
 

de una lágrima.

     
 



 




EL ACTOR


 

Soy dos hombres.

     
 

Después, ni yo ni Hamlet.

     
 

Tan sólo una pregunta

     
 

en el gran escenario

     
 

frente al salón vacío:


   
 

Quién soy.

     
 

En cuál de las dos cárceles

     
 

quedó encerrada el alma.

     
 



 




AGENDA


 

Cuando muera esta mano

     
 

que puede anotar fechas,

     
 

una libreta opaca

     
 

persistirá asombrada en mi escritorio.

     
 

Como un perro extraviado


   
 

sin el amo del tiempo,

     
 

como el inútil canto de victoria

     
 

desde un pueblo sitiado.

     
 



 



LA PELÍCULA ANTIGUA



El tema es una casa

     

a la que invaden los aniversarios

     

y también perseverantes filodendros.

     

En verdad la memoria es una cárcel

     

de la que no pueden escapar los procesados.


   

Las figuraciones de la vista

     

   

tienen más realidad

     

que la pluma y la página

     

que deja de ser blanca;

     

más que el escritorio que me soporta cada día


   

como si yo estuviera entera;

     

más que todo lo que conseguí

     

creyendo que lo estaba buscando.

     

Además creía en otras cosas,

     

en la sacra vitalidad del poema


   

que no vive en la casa de los aniversarios.

     

Observo el espectáculo de nuevo.

     

Esa mujer ha vuelto, parece que es feliz,

     

ama a sus hijos, reza,

     

festeja todos los aniversarios,


   

riega los minuciosos filodendros.

     

De tanto proyectarla en algún cine

     

se ve deteriorada.

     

Y silenciosa

     

como el escorzo


   

patético de un templo,

     

está la casa.

     
 



 



AMARRAS


 

Casa,

     
 

ni la muerte se atrevía

     
 

a la custodia ardiente de tus puertas.

     
 

Patio de los murmullos y los juegos,

     
 

de la salud en los ojos y en el gesto;


   
 

de las plantas abiertas al milagro

     
 

de florecer sin tregua.

     
 

Todavía te defiendo.

     
 

Las veces que fui feliz bajo tu amparo,

     
     
 

casa, la de mis hijos, mis raíces, mi tiempo.


   
 

El dolor verdadero fue el tenerlos enfermos.

     
 

Lo demás

     
 

fue el engaño de un verbo que inventaba el exceso.

     
 

Aunque todo termine,

     
 

aunque el Apocalipsis sea cierto,


   
 

con el verdor postrero subsistirá la casa

     
 

que yo habré preservado

     
 

con uñas y con dientes,

     
 

de la usura y la nada

     
 

de mi propio desierto.


   
 



 


PUEBLO


 

Desde entonces

     
 

cuánta semilla en el secano,

     
 

cuánto desperdiciado brote.

     
 

No ver cuándo amanece

     
 

es seguir en la noche.


   
 

Y me fui,

     
 

abandoné la tierra

     
 

y las siestas de hoguera.

     
 

Desde entonces

     
 

quiero saber quién es la desertora.


   
 

Quién soy,

     
 

que ahora nadie deletrea mi nombre.

     
 

Quién soy que la casa está cerrada

     
 

y ajenas, reticentes, las paredes.

     
     
 

Que el perro ya no sale a recibirme,


   
 

que al entrar en la escuela

     
 

ya no hay olor a tinta

     
 

y a sosegado otoño.

     
 

Que en el recreo, a las hamacas

     
 

las columpia el aire.


   
 

Que no quiero ser Tarzán ni Jean Harlow.

     
 

Apenas la que soy, pero saberlo,

     
 

y no dudar ante el recuerdo

     
 

de aquellos cementerios deslunados,

     
 

en los que yazgo,


   
 

unitaria y plural

     
 

como la vida.

     
 



 


OBJETO INÚTIL


 

Nada de lo que sirve, a mí me sirve.

     
 

Quiero lo que no sirve a nadie,

     
 

las cosas sin destino, cosas libres,

     
 

un saco que no cubra los andrajos,

     
 

un amor gratuito como el sol,


   
 

que no cueste arrojarlo a la vereda

     
 

y se pueda malherirlo sin escándalo.

     
 

Y yo

     
 

no quiero servir más,

     
 

me quitaré el tatuaje de la feria


   
 

y si alguien me encuentra

     
 

que no se llame a engaño:

     
 

soy un objeto inútil.

     
 

Que no me busquen dueño

     
 

y no pongan avisos en los diarios.


   
 



 


A UNA AMIGA DE LA INFANCIA


 

Quiero que me recuerdes cosas

     
 

que a mí se me olvidaron,

     
 

aquello en que deseaba convertirme,

     
 

el detenido enero,

     
 

el sol iridiscente junto al ceibal dormido.


   
 

Recuérdamelo amiga.

     
 

Investigo la prehistoria de mis manos

     
 

y no descubro nada.

     
 

Sé que tu voz,

     
 

una venda de estrellas quitará de mis ojos


   
 

y volverá aquel patio, nuestro fugaz reinado

     
 

donde hacíamos coronas con los sauces

     
 

en aquellas domesticables primaveras.

     
 

Convócame a aquel tiempo que se fue.

     
 

Si lo entendieras como yo


   
 

no cabrían en el mundo tu miedo y mi dolor.

     
 

Las cartas se extraviaron,

     
 

en todos los correos hay fogatas de letras,

     
 

los teléfonos se ahogan con sus propios cordones,

     
 

los libros permanecen en rancias bibliotecas


   
 

bautizados con ojos que ahora leen la tierra.

     
 

Los partidos de fútbol señalarán domingos

     
 

y una máquina sorda partirá en dos la siesta.

     
 

Entonces, esta culpa de haber nacido a medias,

     
 

de vivir olvidando tanta infancia de veras,


   
 

sabrá que ya no hay tiempo

     
 

bajo el cielo que espera.

     
 



 




EL GOL DEL DOMINGO EN EL POTRERO


 

Fue una caricia el sol. Es primavera.

     
 

No importa que mañana

     
 

repte otra vez el aire amenazado,

     
 

las órdenes y el gesto de cualquiera,

     
 

del padre que no sabe ni presiente.


   
 

Con la cara feliz, los ojos menos,

     
 

y zapatos que se niegan al regreso.

     
 

Pero allí está la casa con el rincón sabido,

     
 

con el olor a sombras,

     
 

con el ácido ruido de los días venideros.


   
 

No importa,

     
 

el otro sol, la pelota de fútbol,

     
 

pregonará su gol por siete días.

     
 

Y así se lo enseñaron en la escuela,

     
 

ni San Martín en Chile,


   
 

ni Belgrano allá en Salta,

     
 

ni Napoleón en Austerlitz

     
 

se gloriaron como él, aquel domingo.

     
 

Mañana habrá un reloj despertador

     
 

más allá de las proezas y los sueños.


   
 



 


AMA DE CASA


 

Sentada en la vereda del verano

     
 

nunca tuve la idea

     
 

de que hubiera otras calles

     
 

más allá de mi calle.

     
     
 

Pero ayer me distraje con el vuelo


   
 

de un pájaro.

     
 

Se me fueron los ojos por el aire

     
 

y se perdieron lejos.

     
 

Desde lo alto pude contemplarme:

     
 

parecía un barquito de papel,


   
 

como esos que fabrica nuestro hijo

     
 

y que a poco de andar

     
 

quedan varados

     
 

en un traidor escollo de hojas secas.

     
 

Mis ojos se quedaron allá arriba,


   
 

libres entre la luz de las estrellas.

     
 

Ahora, ciega, sentada en la vereda del verano,

     
 

veo pasar la vida de mi pueblo

     
 

con la mirada ajena.

     
 



 


A UN GATO


 

Quiero domesticarte y para eso

     
 

acerco tu comida a la ventana.

     
 

No te animas hasta que no me alejo.

     
 

Tiembla en tu lomo terso la sospecha

     
 

del ancestral engaño de la selva.


   
 

Te verberan los genes

     
 

y la especie te advierte en el oído.

     
 

Yo quiero demostrarte lo que siento

     
 

y te hablo,

     
 

que no me tengas miedo.


   
 

Podría trocar en nido la intemperie

     
 

y en calor el tejado.

     
 

Hay algo de temer en las palabras,

     
 

me miras a hurtadillas

     
     
 

y escapas a tu choza de lluvia y desamparo.


   
 

Sabes que soy un hombre

     
 

y tu mirada antigua

     
 

no me cree.

     
 



 


NIEVE SOBRE EL ÁRBOL SECO


(Vaduz, Liechtenstein 1980)



Es un candelabro

     

en la fiesta fugaz de la montaña.

     

Me duele el blanco sobre el árbol muerto,

     

sus mentidos diamantes,

     

la ajena investidura del amor.


   

La prestada belleza que mañana

     

será murmullo de agua,

     

corazón del torrente,

     

otra vez tronco herido

     

y apenas pura rama vulnerada.


   

Mañana

     

sólo árbol crucificado

     

sobre el Gólgota inútil del paisaje.

     

Me duele tanto resplandor de nieve

     

y esta pobre limosna del instante.


   
 



 


NO TE HE LLORADO


A la memoria de Clelia Costa Lima


(Buenos Aires, junio de 1978)



En tu rostro detenido

     

contemplé todas las máscaras

     

que alguna vez se detendrán conmigo.

     


   

No te he llorado, amiga,

     

porque quiero alcanzar con silencios


   

la hondura del no estás.

     

Quiero que alguien me ayude

     

a conversar tu ausencia

     

de café y librerías,

     

de música y poemas.


   

Dónde hay un Cireneo que me ayude

     

esta mañana sin tus buenos días.

     

Ya no me está gustando

     

resolver crucigramas

     

y acariciar los hábitos.


   

Buenos Aires mira

     

desde alguna bandera desganada.

     
 



 


CUANDO DIJE ADIÓS


A Juan Cicco



Sorprendí a las barrancas

     

en su primera cita con el río.

     

Vi los soles terribles que nunca se ponían.

     

Vi el rostro de la madre solitaria

     

a través de la fiebre.


   

Y vi la tarde en que me despedía

     

de eso ambiguo y hadado

     

que flotaba en el aire.

     

Todo lo encontré

     

al oír una música de entonces.


   

Todo lo encontré menos a ésta,

     

que está escribiendo sus memorias rotas.

     
 



 


EL ESPEJO



Porque es él la mitad de lo que he sido

   

entre tanta perdida arquitectura,

   

porque es el rostro que dejó el olvido

   

y un testimonio de mi desmesura.

   
 


Porque me veo en él desfigurada


 

como si en el azogue quebradizo

   

acechara la infancia constelada

   

que la tiniebla del ayer deshizo.

   
 

 

Persigo aquella imagen y aquel juego

   
 

pero todo verdor es amarillo


 
 

y el ojo que miraba es ojo ciego.

   
 

 

Es inútil buscar en los espejos

   
 

y demandar vestigios a su brillo,

   
 

de aquellos sueños que se fueron lejos.

   
 
 



 


LA OTRA


 

La extravié,

     
 

y después el recuerdo enmarcó

     
 

con su madera carcomida

     
 

-ebria todavía de su bosque-

     
 

aquella imagen.


   
 

Y llevé sin agobio

     
 

el crimen de olvidarla.

     
 

Hoy la volví a encontrar

     
 

y le observé la carne y la mirada.

     
 

El aire, a su contacto, se volvía traslúcido


   
 

y cantaba, cantaba.

     

   
 

Le reclamé mi parte de pasado,

     
 

las perdidas señales

     
 

de haber nacido juntas,

     
 

y no me respondí.


   
 

Fui perfecta extranjera en el espejo.

     
 

La otra, la olvidada.

     
 



 


COLECCIONISTA DE MONEDAS



Porque es la cara y ceca de la vida

     

y porque tiene un rostro casi humano,

     

se me va de los dedos, desasida,

     

y retorna, doméstica, a mis manos.

     

Yo te retengo, mía, mercenaria,


   

me quedo con tu cifra y tu hidalguía,

     

cerceno tu carrera rutinaria

     

con mi cárcel de pana y lanería.

     

Yo colecciono tiempo enmudecido.

     

Yo doy a Dios lo que es de Dios, y al César


   

un museo de níquel y de olvido.

     
 



 




AUSENTES


 

Crecer es irse lejos,

     
 

crucificar a la rayuela,

     
 

sorprender a la galera

     
 

con un bigote adentro.

     
 

Matar como a una hormiga los recuerdos


   
 

de la infancia.

     
 

No sea que devoren los jardines

     
 

del nuevo continente.

     

   
 

Crecer

     
 

es acallar preguntas,


   
 

romper en dos la hoja de la vida

     
 

para escribir de nuevo.

     
 



 


EL QUE NO FUE


De todos los Sperma Zoidion

sólo uno fecunda el óvulo:

los demás mueren.

 

(De un texto elemental de Biología)




 

Corriste como un loco. Era la vida,

   
 

toda la vida la que te jugabas.

   
 

Al llegar a la esquina tu tranvía

   
 

diez cuadras más allá se te escapaba.

   
 

 

Había que regresar ¿a qué países?,


 
 

¿a qué verano insulso, a qué embeleso?

   
 

¿A la primera cita, a las raíces?,

   
 

¿a la luz de bengala de aquel beso?

   
 

 

¿Volver a aquel deseo milagroso

   
 

que te escandió hecho néctar en su cuerpo


 
 

como un raro poema silencioso?

   
 

 

Predicador, profeta o guerrillero,

   
 

pequeño dios que no llegaste a ser

   
 

porque el tiempo otra vez llegó primero.

   
 
 



 




ÁRBOL DE LA CIUDAD


 

Buscabas un lugar para nacer.

     
 

Te equivocaste

     
     
 

y estás sobre la acera de una ciudad indigente,

     
 

fiesta de logaritmos y de pistas,

     
 

de ventanas selladas,


   
 

de cielos sojuzgados.

     
 

Tallo sediento que no sé cómo creces

     
 

de puro estar, nomás,

     
 

allí plantado.

     
 



 


DEL AMOR Y OTROS ESPEJISMOS





CEGUERA


 

Corazón,

     
 

ya conoces la casa,

     
 

pero cambian los muebles de lugar

     
 

y tropiezas, lloras, te desangras;

     
 

caes.


   
 

Sé que nunca verás y me da pena.

     
 

No existen los paisajes

     
 

que buscas hacia adentro

     
 

ni tampoco los dioses que inventaste.

     
 

Sin embargo yo cubro los resquicios


   
 

por donde pueda entrar una luz salvadora.

     
 

Yo cuido tu ceguera

     
 

porque no sé, mi pobre corazón,

     
 

qué pasaría,

     
 

si alguna vez, por un milagro,


   
 

vieras.

     
 


SÍMBOLO


 

Cuando te nombro

     
 

enciendo una candela

     
 

en la noche del páramo.

     
 

Cuando puedas nombrarme

     
 

sabré cómo me llamo


   
 

y seré un crucigrama

     
 

resuelto por milagro.

     
 



 


LA DISTANCIA


 

Hoy descubro esta piel límite;

     
 

límite de tu cuerpo y del mío.

     
 

Muralla indeseable,

     
 

largo cerco de ausencias.

     
 

Hasta el aire me devuelve lejanías sitiadas


   
 

y el cielo me revela sus fronteras.

     
 



 


LA CÁBALA


 

No quieras descifrarme;

     
 

soy tuya porque el tiempo

     
 

detuvo a nuestro lado su rojo desenfreno,

     
 

para hundir sus raíces fugitivas

     
 

en un poco de piel y otro de suelo.


   
 



 



RAYOS LÁSER


 

Te busco como si estuvieras en la tierra,

     
 

rastreo un olor a pintura fresca,

     
     
 

a casa sin estrenar -y la casa es el alma-,

     
 

un perfume a jazmines -a un austral el ramo-,

     
 

un silencio de bar ahogado de suburbio,


   
 

algún boleto de ómnibus hecho tiempo

     
 

en un bolso distraído,

     
 

algún poema sin pie ni cabeza

     
 

que escribo o que me leen,

     
 

algún paisaje (la juventud es pavor),


   
 

alguna calle de pueblo

     
 

en la que resucita

     
 

el ladrido de un perro,

     
 

la plaza, que siempre espera una distracción

     
 

para florecerme adentro,


   
 

el recuerdo de mis rodillas nuevas,

     
 

bajo unas medias caladas

     
 

ya pasadas de moda,

     
 

mis primeros rubores

     
 

con sabor a malvado latrocinio.


   
 

El mundo se va confabulando

     
 

para hacerme creer

     
 

que a la vuelta de la esquina

     
 

me espera tu impaciencia.

     
 

Doblo el recodo. Estás, pero sigo caminando


   
 

y atravieso tu imagen.

     
 

¿Por qué si estás, no estás?

     
 

¿Cuál es el juego?

     
 

Siento con el aire de esta tarde de enero

     
 

la extraviada cantidad de tu piel


   
 

que no me germinó más que en palabras.

     
 

¡Tu palabra!

     

   
 

Dónde el tono y la voz, dónde el silencio.

     
 

Nadie sabe lo que es buscar a nadie,

     
 

obstinarse revolviendo las sombras


   
 

en un cuarto vacío

     
 

una y otra vez, sin convencerse

     
 

de que ya no hay milagros

     
 

más a mano

     
 

para robar alguno.


   
 

El aire desorientado

     
 

hace un ruido discreto

     
 

en mi ventana.

     
 



 


RÉQUIEM AL AMOR


 

Dónde estaba la gente distraída

   
 

que no se oyó el tañer de una campana,

   
 

que ninguna palabra lo ha llorado,

   
 

que los parques están como si nada.

   
 

 

Empecinado tiempo que desgasta


 
 

la estatua y el diamante y el poema.

   
 

En mi pecho hay un mínimo sepulcro

   
 

y una paloma sepultada a medias.

   
 

 

Hay una parte exánime que hiende

   
 

las sombras y el orgullo destronado;


 
 

la otra todavía se estremece;

   
 

 

el ala viva del amor que ha muerto

   
 

esta hoja otoñal, este fantasma

   
 

ya no podrá volar ni en el recuerdo.

   
 
 




 

DE DIOS Y OTRAS ESPERANZAS



A UNA MARIPOSA EN LA CIUDAD


 

Allí estás sobre el muro de cemento,

   
 

destronada de un ciego paraíso

   
 

de alguna aldea parecida al viento,

   
 

de un jardín devastado de improviso.

   
 

 

Qué distancia enarbola tu extravío,


 
 

qué vandálica lluvia, qué exorcismo

   
 

te arrancó al corazón del labrantío

   
 

y señaló a tu vuelo el ostracismo.

   
 


Entre tanta ciudad, tanto hundimiento,

   

tus alas replegadas se parecen


 

a desquiciada brújula de tiempo;

   
 


señalas derrumbada el pavimento

   

pero recuerdas que hay un Mar de Césped

   

más allá del naufragio y el tormento.

   
 
 



 


RIEGO DE VERANO


 

Se detiene extrañado el universo

   
 

donde un fuego se apaga, donde el ansia

   
 

de conjugar la muerte con el beso

   
 

se convierte en un caos de fragancia.

   
 

 

Río de amor sobre la tierra oscura,


 
 

ávida sed en labios mortecinos,

   
   
 

la heredad te agradece la frescura

   
 

con el húmedo silbo de los pinos.

   
 

 

Maná aguardado. Bienaventuranza,

   
 

un perdón olvidado en el infierno


 
 

que llegó desde el tiempo y la esperanza.

   
 

 

Y en el mudo lenguaje de su vuelo

   
 

después dirá la flor lo que no dijo

   
 

en su entregado asombro, el pobre suelo.

   
 
 



 


EL MILAGRO


 

Tal vez pasó, tal vez no pasó nada

   
 

en esa calle que hasta ayer dormía,

   
 

lugar de Buenos Aires donde abría

   
 

su fatiga de luz, la madrugada.

   
 

 

Frente a la plaza oscura y destronada


 
 

la iglesia sin altar languidecía.

   
 

Musitaba el rosario de los días

   
 

alguna sombra oculta y rezagada.

   
 

 

Se le llenó la savia de suspensos

   
 

cuando una casa se pobló de duendes,


 
 

cuando la iglesia se impregnó de inciensos.

   
 


Porque ha nacido el hijo de mis hijos,

   

la calle innominada, el barrio entero

   

milagrearon de nombres y bautizos.

   
 
 



 


A MI CUERPO


 

Miras la tierra empecinadamente,

     
 

miras y te detienes frente a un árbol

     
 

ajeno a toda explicación sensata.

     
 

Mi cuerpo,

     
 

hoy eres tuyo.


   
 

Mientras voy despidiéndome

     
 

aguardo aquí, en la puerta de la casa,

     
 

al que me prestó la túnica de tu piel y tus huesos,

     
 

y me arrendó tus ojos

     
 

para no ver las cosas


   
 

y enloquecer de tiempo.

     
 

Pronto vendrá por mí.

     
 

Viste de blanco

     
 

y es de montaña y llama

     
 

la verdad de su rostro.


   
 



 


LA CITA


 

Parecía tan lejano nuestro encuentro

     
 

pero me preparaba para el día

     
 

enjoyándome las manos;

     
 

me lavaba los ojos, las miopías, las nieblas.

     
 

Y al fin estoy aquí. El lugar de la cita.


   
 

Ya te veo llegar por la vereda.

     
 

Buenos Aires detiene su albedrío,

     
 

llueve en alguna parte

     
 

y el aire se atomiza.

     
 

Qué silencio es el vértigo,


   
     
 

qué lucidez desierta la locura.

     
 

Salimos juntos.

     
 

Cuando cierro la puerta

     
 

me distrae

     
 

el color


   
 

de tus sandalias.

     
 


 

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POEMAS (1960-1992). OBRAS COMPLETAS

Obras ESTER DE IZAGUIRRE

Edición digital:

Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002

N. sobre edición original:

Edición digital basada en la de [Asunción (Paraguay)],

Editorial Don Bosco, [s.a.].


 



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