EL PERÍODO GUBERNATIVO DE CARLOS ANTONIO LÓPEZ
HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS
La muerte de José Gaspar de Francia cerró un período profundamente dramático de la vida nacional. Apenas ocurrida la desaparición del dictador misántropo, constituyóse una junta provisoria de gobierno. Fue en la tarde del 20 de septiembre de 1840. Integráronla el alcalde primero y juez ordinario, Manuel Antonio Ortiz, en carácter de presidente, el capitán de artillería Agustín Cañete, el teniente Pablo Pereira, el teniente Miguel Maldonado y el subteniente Gabino Arroyo, como vocales.
Esta primera junta duró en sus funciones hasta el 22 de enero de 1841. Un golpe de cuartel, encabezado por el sargento Romualdo Duré, dio en tierra con ella. En sustitución quedó compuesta una segunda junta provisoria de gobierno, integrada por el alcalde primero y juez ordinario interino Juan José Medina; el secretario, José Gabriel Benítez, y el fiel de fechos, José Domingo Campos. Esta junta sólo tenía por misión la convocatoria del Congreso Nacional y el resguardo del orden público. Fue entonces que hizo su aparición en el escenario político una personalidad destinada a tener relieves extraordinarios en la historia del Paraguay: Carlos Antonio López. Inspirado por prudente temor – pues había sido ya catedrático de teología dogmático-moral en el colegio carolino desde 1812 hasta 1814 –, durante los días de la dictadura de Francia refugióse en las umbrosas soledades de Itacurubí del Rosario. Regresó a la capital cuatro meses después de la muerte del gran taciturno e intervino activamente en la deposición de la segunda junta.
El 9 de febrero de 1841, al constituirse el nuevo gobierno, llamado Comandancia General de Armas, aparece Carlos Antonio López como secretario de Mariano Roque Alonso. Convocado el Congreso general para el 12 de marzo siguiente, reunióse en esa fecha. Lo integraban quinientos diputados aproximadamente, "que parecen haberse reunido más bien para votar los proyectos presentados que para discutirlos, máxime si se tiene en cuenta la poca preparación intelectual y política de la gran mayoría de los mismos". No obstante, una voz salvó el decoro de la asamblea, la viril y resonante de Juan Bautista Rivarola, intérprete de las aspiraciones populares y anhelosa de un "régimen más tolerable después de la larga tiranía".
Las sesiones del Congreso de 1841 – el primero de los reunidos en el Paraguay después de la asamblea general del 1º de junio de 1816 que otorgó la dictadura perpetua al doctor Francia – duraron hasta el 16 de marzo. Sus principales resoluciones constituyeron la creación del Segundo Consulado, la del Cuerpo Municipal y la habilitación del puerto de Villa del Pilar, con la condición de que ningún buque mercante arribara hasta la Asunción. Para integrar el nuevo gobierno fueron designados Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso.
El Segundo Consulado rigió los destinos del país hasta el 13 de marzo de 1844. Entre sus numerosas obras deben contarse el restablecimiento del Colegio Seminario, la multiplicación de escuelas, la apertura de los puertos y la admisión de los extranjeros, hechos notables que atrajeron al Paraguay elementos valiosos de cultura y de trabajo. También, por decreto del 30 de noviembre de 1841, el gobierno consular creó la Academia Literaria. Esta inició sus cursos con una cátedra de filosofía y otra de latín. Dicha institución funcionaba en un local situado en el lugar en que luego fue edificado el Teatro de López. A las primeras cátedras citadas se añadió, más tarde, las de teología, bellas artes y castellano, ya incluidas en el plan, según se ve en el decreto de su creación. Fue nombrado profesor de estas últimas el presbítero José Joaquín Palacios.
En lo referente al culto católico, débese al Segundo Consulado un estímulo notable que permitió su levantamiento del marasmo en que le había hundido la prolongada dictadura del doctor Francia. Al obispo García Panés sucedió en la silla episcopal de la Asunción el presbítero Basilio Antonio López, hermano del cónsul del mismo apellido. Era el primer paraguayo que llegaba en esta diócesis a tan elevada dignidad.
Durante el segundo gobierno consular reunióse, en la iglesia de la Encarnación, el 25 de noviembre de 1842, un Congreso de cuatrocientos diputados. El mismo día, este Congreso ratificó solemnemente la independencia nacional. Existe un acta en que se dice – escribe Manuel Domínguez – que el Paraguay es inconquistable, "audacia de expresión en que debe verse la resolución irrevocable de ser nación a toda costa".
Otras medidas de buen gobierno, tanto en el orden externo como en el interno, adeuda el país al segundo consulado. Además de la libertad de los presos políticos – cuyo número oscilaba entre seiscientos y setecientos ciudadanos que se pudrían en las cárceles, muchos de ellos desde hacía un cuarto de siglo –, López y Alonso organizaron la justicia y derogaron de las leyes punitivas de fondo, la pena de tormento y la confiscación de bienes. Más aún, el 24 de noviembre de 1842, el Segundo Consulado decretó la libertad de vientres en el Paraguay. Así adelantábase nuestro país a las naciones más civilizadas del orbe. En Europa, Suecia, Dinamarca y Francia lo hicieron en 1848; en América, los Estados Unidos lo proclamaron en 1865, y el Brasil en 1888. (146)
Con la eficaz dirección del Segundo Consulado, el Paraguay entraba, pues, en una nueva y fecunda época de su historia: la era del trabajo, del orden, del progreso.
Al cerrarse el tercer año de su gestión, abríase para el Paraguay un horizonte promisorio y magnífico. El Congreso del 13 de marzo de 1844 que puso término a su misión histórica, así lo reconoció ampliamente, e injusticia sería no dejar constancias de sus patrióticos desvelos, de su recia firmeza en el obrar y de sus nobles y generosos propósitos.
El Segundo Consulado fue un gobierno de transición. De la dictadura hermética y torva, llevó a la nación a la primera era constitucional, cuyo personaje central debía de ser, durarte diez y ocho años, el patriarca Carlos Antonio López. La personalidad de este prócer debe conocerse, previamente, para poder ensayarse, con algún acierto, la interpretación del alma de su tiempo. También merece un estudio especial el comandante MARIANO ROQUE ALONSO, quien dueño de todo mando, lo entregó sin hesitaciones, respetuoso de la voluntad popular.
CARLOS ANTONIO LÓPEZ pertenecía a una familia distinguida de la Asunción. "Nobles y limpios, sin mala raza ni tacha" fueron sus progenitores. (147) Entre sus hermanos se cuenta el presbítero Martín López, maestro en artes y hombre de reconocido prestigio por su talento y virtudes; fray Basilio Antonio López, obispo del Paraguay; Francisco de Pabla López, a quien sus coetáneos llamaban "el filósofo", tercero de sus hermanos. Era "un pensador retraído que hizo la vida de un místico entregado al estudio y a la meditación"; finalmente, José Domingo López, sacerdote ilustrado, y Victoriano López, completaban aquella familia destinada a figurar con luz propia y singularísima en los fastos históricos del Paraguay. (148)
Carlos Antonio López nació en la capital paraguaya, en el distrito de San Roque, el 4 de noviembre de 1792. Confirma este dato la anotación contenida en el "Libro Segundo de bautismo de la iglesia Vice-Parroquial del Señor San Roque de esta ciudad de la Asunción del Paraguay que principia el 7 de Julio de 1793", y que expresa, textualmente, lo siguiente:
"Agosto
. . . . . . . . .
en diecinueve del mismo suplí las sagradas seremonias a Carlos Antonio de nueve meses Baptisado Por el Ro. Pre. J.n Jph Martinez Recoleto, hijo de Dn. Miguel Sirilo López, y de Dña. Melchora Insfrán fué padrino Dn. Jn. de la Cruz Arce y para qe conste lo firmo.– Dionicio Ibarrola." (149)
La casona donde nació el prócer ha poco ha sido derruida. Esta histórica mansión, según documentos inéditos existentes en el Archivo Nacional, en 1812, hacía más de ochenta años que albergaba a los miembros de la ilustre familia. Quedaba situada sobre la actual avenida General Genes, antes Manorá, frente al antiguo convento de los Recoletos.
Carlos Antonio López cursó estudios teológicos y canónicos. Dedicóse, más tarde, a la enseñanza secundaria y al ejercicio de la abogacía, aun cuando no poseía el título de doctor. Solicitó permiso para ausentarse al exterior con el propósito de proseguir sus estudios, pero el dictador Francia no se lo concedió. En la escuelita particular del sacerdote argentino José Joaquín Palacios, estudió lecciones de bellas artes y filosofía. Fue, posteriormente, catedrático del colegio carolino . Durante la hegemonía francista, después de 1817, se refugió en su estancia de Itacurubí del Rosario. Regresó a Asunción en enero de 1841. Desde entonces datan sus actividades de gobernante.
También se sabe que, cuando la invasión de Belgrano, en 1811, fue movilizado, juntamente con sus condiscípulos del Colegio de San Carlos. Pero no actuó ni en Paraguarí ni en Tacuarí.
Hemos hablado ya de su iniciación como secretario de la Comandancia General de Armas y luego de su actuación en el Segundo Consulado.
El 13 de marzo de 1844 un congreso de trescientos diputados, reunido en la Asunción dio por terminado gobierno consular, y al aprobar la Constitución denominada "Ley que establece la administración política de la República del Paraguay, y demás que en ella se contiene", creó la Presidencia de la República. Para desempeñar el cargo fue electo Carlos Antonio López, el 14 del mismo mes, y por el término de diez años. (150)
Durante ese tiempo dio pruebas de singular capacidad gubernativa. Los méritos conquistados en la gestión de los negocios públicos le valieron su reelección por otros diez años, según resolución del Congreso del 14 de marzo de 1854. (151) El presidente López, por auto personal, redujo este nuevo periodo a sólo tres años. No obstante, el Congreso de cien diputados, reunido en la Asunción en el año 1857, designóle nuevamente, y ya por tercera vez, por otro período de una década. Durante este tiempo, Carlos Antonio López falleció en la capital paraguaya. Fue el 10 septiembre de 1862. Sus restos mortales fueron sepultados en el templo de la Santísima Trinidad mandado construir de su propio peculio. En 1939 las cenizas del gran ciudadano fueron trasladadas al Panteón Nacional. Allí yacen ahora, custodiadas por el pueblo paraguayo.
Carlos Antonio López fue un político de visión real y honda, de voluntad tesonera y recia y de sentido práctico, que gobernó a la nación paternalmente. Fue también un hombre de letras.
Catedrático de teología y derecho, sus enseñanzas han dado eficaces resultados. Periodista de pluma avezada, fundó y redactó El Paraguayo Independiente. Este periódico – Dice Cecilio Báez – se ocupaba exclusivamente de demostrar la independencia del Paraguay y de defender sus derechos territoriales contra las pretensiones del dictador argentino Juan Manuel de Rosas. (152)
La colección de El Paraguayo Independiente, que consta de 118 números, ha sido editada, con índice de gran utilidad, en 1854, en dos volúmenes; en 1934, en otra reedición oficial, en un tomo; y dieciocho números en facsímil, en 1927, por los talleres de El Orden.
Carlos Antonio López colaboró también en El Semanario, periódico dirigido y redactado por Juan Andrés Gelly y después por Ildefonso Antonio Bermejo. Desde 1855 hasta 1857, El Semanario dejó de aparecer, dejando su lugar a Eco del Paraguay.
En cuanto a los mensajes de su gobierno, que en total son cinco, han sido editados en la Imprenta de Corrientes, en 1842, el de ese año. Lo signan Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso; y por la Imprenta del Estado, en la Asunción, los cuatro restantes, en 1844, 1849, 1854 y 1857, respectivamente. (153) Vése, así, que entre los numerosos méritos de Carlos Antonio López, cuéntase el de ser el fundador del periodismo paraguayo y el organizador de la primera Imprenta del Estado, como veremos más adelante. (154)
Vamos a transcribir a continuación una de sus famosas proclamas:
"¡Viva la República del Paraguay!
"¡Independencia o muerte!
"Asunción, junio 13 de 1849, año 40 de la Libertad, 39 del reconocimiento esplícito de la Independencia por el Gobierno de Buenos Ayres, y 37 de la Independencia nacional.
"Proclama del Presidente de la República. A las fuerzas nacionales en operaciones sobre el Uruguay y la Tranquera de Loreto.
"El Gobernador de Buenos Ayres Don Juan Manuel de Rosas mal contento con impedir que nuestro comercio naciente tome el vuelo, y desenvolvimiento que debería tener, por la navegación que Dios nos ha querido conceder, nos aflige también por tierra, cortando toda comunicación con el Ymperio del Brasil.
"Ha publicado sobre su mero dicho, que le pertenece el dominio esclusivo de las aguas del Paraná, y de las tierras de las antiguas Misiones del Paraguay. El papel oficial de Buenos Ayres no ha escusado insultos y calumnias para desacreditar a la República del Paraguay: no ha presentado el menor motivo justo para tales insultos, y menos para hostilidades: mientras el Gobierno de la República no sólo ha demostrado hasta la evidencia, su derecho tradicional derivado del régimen español para navegar el Paraná y el Plata con su pabellón nacional: no solo ha publicado fielmente los títulos incontestables sobre el territorio, que entre el Paraná y el Uruguay le ha pertenecido antes, y después de su emancipación política del dominio español, sino que no ha cesado de acreditar a Buenos Ayres finos y leales sentimientos de pura amistad: ha agotado los medios á su alcance para un acomodamiento honroso para la seguridad, el comercio, y bien estar de ambos paises.
"A pesar de todo, el Gobernador de Buenos Ayres no ha querido entenderse con el Gobierno de la República; le ha negado hasta la capacidad política de tratar, y se afirma en su desacordado designio de dominar la nación paraguaya.
"Soldados: la defensa, y seguridad de la República exigen que se ocupen algunos puntos importantes del territorio nacional entre el Paraná y el Uruguay. En el manifiesto, y decreto que ordena esta ocupación, se han espuesto á la Nación los grandes motivos que la justifican. No váis á invadir un territorio ageno: no váis á llevar la guerra á ningún Estado vecino: Váis á sostener el buen derecho de vuestra Patria: observad la más rigurosa disciplina, y el mejor orden, respetad las personas, y propiedades de los habitantes pacíficos, que podáis encontrar; pero si alguno intentase detener vuestros pasos, recordad, y probad que sois descendientes de los vencedores de Paraguarí, y Tacuarí. – Carlos Antonio López." (155)
El documento transcripto permite la formación de un juicio referente al estilo del escritor. Sin muchas galas, quizás un poco tosco, es, sin embargo, expresión de una mente vigorosa y lúcida. Pertenece a la clase de los más dedicados al fondo que a la forma, al concepto, a la idea, al pensamiento que a su elocución. Poco parece interesarle el elegante engarce de las palabras. De éstas sólo se sirve para dar a conocer, con sencillez y justeza, sus aspiraciones de gobernante o sus sentimientos patrióticos. No obstante, Carlos Antonio López fue un escritor de prosa peculiar, un hombre de cultura general y un civilizador. Su gestión de gobernante no se limitó solamente a las relaciones exteriores, a las cuestiones económicas y financieras, al afianzamiento de la paz interna, al progreso material de la nación – en cuyos órdenes fue de una fecundidad admirable –, sino también, y muy especialmente, se orientó hacia los dominios del espíritu. En este sentido, debe dejarse aquí anotado que fue fundador de cuatrocientos treinta y cinco escuelas, a las que concurrían veinticuatro mil alumnos; que fue el autor de las Ordenanzas a los comisionados de campaña, referentes a la enseñanza gratuita; y que se le adeuda la creación de la Academia Literaria, que data del 30 de noviembre de 1841. El primer director de este instituto fue Marco Antonio Maiz. Contaba al comienzo con ciento veinticinco alumnos externos y veintitrés internos; se le debe la reapertura del Colegio de San Carlos; la obligatoriedad de la enseñanza primaria; la contratación de profesores extranjeros, tales como el literato español Ildefonso Antonio Bermejo, el músico Francisco Sauvageod de Dupuis y el arquitecto Alejandro Ravizza, quien trazó los planos del Panteón Nacional y Oratorio de la Virgen de la Asunción. Corresponde al haber de su gobierno la enseñanza de artes y oficios en las escuelas; el alojamiento, la alimentación y el reparto de útiles a los niños pobres, por cuenta del Estado; el envío de jóvenes estudiantes paraguayos a Europa, con propósito de cultura; la contratación de ingenieros ingleses; la fundación de una escuela de derecho civil y político, en 1850 (156); el apoyo moral y material a instituciones docentes particulares, entre las que pueden citarse, en la Asunción, el Colegio Jesuita de Segunda Enseñanza, dirigido por el padre Bernardo Parés, y cuyos profesores fueron los padres Anastasio José Calvo, Fidel Vicente López y Manuel Martos; la escuela del padre José Joaquín Palacios, catedrático argentino que daba lecciones de filosofía y bellas letras, y entre cuyos discípulos figuraban Francisco Solano López y Fidel Maiz; el Colegio de María, para niñas; la escuela de Juan Andrés Gelly, "del librero Cirio" y la de Manuel Pedro de la Peña; las de Juan Pablo Florencio y Ambrosio Florentín; la de Bernardo Ortellado; las de Ferriol e Isidoro Codina; la de un tal Demetrio y la de Cluny, a cuyas aulas – dice Manuel Domínguez – enviaba sus hijos la aristocracia. (157) También la escuela de un señor Cañete fue su beneficiaria en ese tiempo. (158) En el año 1858 aún enseñaba el viejo maestro Juan Pedro Escalada. Su escuela, de la que ya nos hemos ocupado, y donde habían pupilos, se hallaba situada entonces donde hoy se alza el edificio del Asilo Nacional, y sus alumnos se distinguían en el conocimiento de las ciencias exactas. El literato español Ildefonso Antonio Bermejo daba también lecciones particulares, aparte de su empleo de director de la Escuela Normal. Esta institución fue creada en 1856 y duró solamente un año. Funcionaba en un local situado donde ahora se halla la Jefatura de Policía. En 1857, en su reemplazo, se fundó un instituto de segunda enseñanza, el Aula de Filosofía, bajo la dirección del mismo Bermejo. Su plan de estudios abarcaba seis cursos y comprendía gramática – particular y general –, historia, geografía, cosmografía, literatura, composición literaria, filosofía, francés, catecismo político y derecho civil. (159) El último año ya lo cumplió en la gehena sangrienta de la guerra de defensa nacional contra la triple alianza. Fueron alumnos de esta institución, entre otros, el poeta Natalicio de María Talavera, el coronel Juan Crisóstomo Centurión, diplomático e historiador de aquella famosa lucha en la que fuera actor, y el después convencional José Mateo Collar.
Simultáneamente con este colegio funcionaba otro nacional también, dirigido por el francés Francisco Sauvageod de Dupuis. Su programa se concretaba a las ciencias matemáticas. (160) Poco antes se creó en Zeballos-cué, bajo la dirección de Miguel Rojas, una escuela de aritmética, de carácter preparatorio. (161)
El colegio carolino, con su doble carácter, civil y eclesiástico, contó con rectores como el ilustrado presbítero Fidel Maiz y tuvo profesores notables como el padre Bonifacio Moreno.
En el Seminario se enseñaba latín, gramática, literatura, teología, derecho canónico y filosofía. En 1862 contaba con más de quinientos alumnos.
En consecuencia de esta política civilizadora, era raro ver, en 1862, un paraguayo analfabeto. No hubo en el ejército de la república, al iniciarse la guerra de 1864-1870, un solo soldado que no supiera leer. La Europa misma no tiene ejemplo de esta especie, decía Juan Bautista Alberdi, anotando esta verdad.
Débese también a Carlos Antonio López la construcción del primer arsenal, la primera línea férrea y las primeras líneas telegráficas en tierra paraguaya, así como la apertura de los ríos interiores a la libre navegación.
Defectos habrá de hallarse en su régimen político y económico; fallas habrá de anotarse en el sistema de enseñanza, en el que aparece el discutido catecismo del arzobispo de La Plata, monseñor Joseph Antonio de San Alberto – llamado José Antonio Campos y Julián, antes de profesar en la Orden de los Carmelitas Descalzos –; pero, por sobre todos ellos, exaltanse las virtudes patricias del prócer, cuya figura, a medida que nos alejamos en el tiempo, como la pétrea elevación de una montaña, se aterza y bruñe, apareciendo ante la historia, admirable en su noble majestad.
Durante este período, que se inicia verdaderamente el 20 de septiembre de 1840 y se prolonga hasta el 10 de septiembre de 1862, fecha del fallecimiento de Carlos Antonio López, pocos son los valores aparecidos en el escenario intelectual del Paraguay. Y así debía ocurrir, naturalmente. La dictadura del doctor Francia no permitió la formación de los hombres que podrían distinguirse en dicha época.
No obstante, además del ya nombrado Carlos Antonio López, puede citarse a Basilio Antonio López, Juan Andrés Gelly y Juan José Brizuela, y a los asiduos colaboradores de La Época y después de la revista La Aurora, "enciclopedia popular y mensual", como rezaba su carátula, en los que se publicaron los primeros ensayos de los alumnos del Aula de Filosofía.
Figuraban entre éstos José Mateo Collar, Gumersindo Benítez, Mauricio Benítez, Juan Bautista González, Enrique López, José del Rosario Medina y Américo Varela. Colaboraban, asimismo, en La Aurora, el italiano José Domingo Parodi, en prosa, y la mujer Marcelina Almeyda, en verso. Es autora, esta última, de La Pecadora.
La Academia Literaria, en su sección de instrucción primaria, tenía como maestro a Mariano Antonio López, cuyo nombre, como educacionista, debe ser también incluido en esta página.
BASILIO ANTONIO LOPEZ nació en la Recoleta, en el lugar llamado "Manorá", y en la solariega vivienda de la familia de los López, a fines del siglo XVIII. Era hermano mayor de Carlos Antonio López. Profesó como religioso franciscano. Fue exclaustrado de hecho por la dictadura de José Gaspar de Francia, con motivo de la supresión de las comunidades religiosas, en 1824. Después de la muerte de "El Supremo", en 1844, reanudada las relaciones del gobierno paraguayo con la Santa Sede, Carlos Antonio López obtuvo del Papa Gregorio XVI las bulas de institución para los primeros obispos paraguayos. Estos fueron Basilio Antonio López y Marco Antonio Maiz. El primero fue designado como diocesano y el segundo como auxiliar. La consagración de ambos prelados – ya lo anotamos – tuvo lugar en Cuyabá, el 31 de agosto de 1847.
Antes de esta fecha, durante el período del régimen francista, fray Basilio Antonio López desempeñó el curato parroquial de Pirayú. Hallándose en ejercicio del mismo se le otorgó la mitra de la Asunción.
En su secta dictó cátedra de teología moral y otra de víspera de cánones. El padre Fidel Maiz, quien recibió de sus manos su ordenación sacerdotal en el año 1853 y quien permaneció al lado del obispo López durante seis años, afirma que "era un espíritu profundamente versado en la materia de su especialidad y muy distinguido en la oratoria sagrada", cuya elocuencia en el púlpito alcanzó a admirar.
Monseñor Basilio Antonio López falleció en la capital paraguaya el 16 de enero de 1859.
JUAN ANDRÉS GELLY nació en la Asunción, en el año 1790. Aprendió las primeras letras en su ciudad natal. Luego se trasladó a Buenos Aires, en donde ingresó en el Real Colegio de San Carlos, en cuya aula de filosofía estudió disciplinas humanistas. "En dicho colegio conoció y se vinculó – dice R. Antonio Ramos – con los hombres que descollaron en la política del Río de la Plata. No fue extraño a la transformación operada en el nuevo mundo, que culminó con la invasión de Napoleón a la península ibérica. Fue de los que se decidieron por la terminación del poder español. Intervino en los sucesos memorables de 1810. En la mañana del 25 de mayo estuvo en la plaza de la Victoria. Formó parte de la agitación popular del 24 y de la multitud que al día siguiente exigió la renuncia del virrey Cisneros. Fue de los que pidieron la constitución de una junta patriótica presidida por Cornelio de Saavedra. Su nombre figura entre los firmantes de la petición presentada al cabildo por los vecinos, comandantes y oficiales de los cuerpos de voluntarios de Buenos Aires. Fue así cómo el Paraguay estuvo representado en el día de la independencia argentina, en la persona de uno de sus hijos más ilustres." (162)
Poco después de la revolución de la independencia nacional, regresó a la Asunción. Fue amigo de los principales adalides de aquel acontecimiento, y, muy especialmente, de Fulgencio Yegros, Pedro Juan Cavallero y Fernando de la Mora. En 1813 intentó oponerse a las actitudes ya autoritarias de José Gaspar de Francia, pero fracasó. En diciembre de aquel año regresó al extranjero. Radicado en Buenos Aires, contrajo matrimonio con Micaela Obes, en cuyo hogar nació Juan Gelly y Obes, general del ejército argentino, de conocida actuación en la guerra de la triple alianza contra el Paraguay.
En la Argentina, Gelly actuó en la política. Se inició como auxiliar de archivo durante el gobierno del director supremo de las Provincias Unidas, Gervasio Antonio de Posadas.
Durante ese tiempo prosiguió sus estudios y se dedicó al periodismo. Se afilió entre los unitarios. Trabó amistad con los hombres más representativos del Río de la Plata y con ellos sobresalió en la vida pública. Mereció la confianza de Bernardino Rivadavia, y fue compañero de Florencio y Juan Cruz Varela, Julián Segundo de Agüero, Salvador María del Carril, Valentín Alsina, Juan María Gutiérrez, Miguel Diaz Vélez y otros. En jornadas memorables revistó al lado de los generales Lavalle, Paz y Lavalleja. Así tuvo lucida actuación en la política platina y en la guerra contra el Brasil. En 1829 fue secretario del gobernador Lavalle, "y se asegura que en dicha ocasión redactó él, el borrador del parte elevado por Lavalle dando cuenta del fusilamiento de Dorrego". "En 1829, integró una comisión con el coronel Eduardo Trolé, de carácter estrictamente confidencial, enviada por el citado Lavalle, para pedir al general José de San Martín que se hiciera cargo del gobierno de Buenos Aires. Pero "éste se negó a acceder al llamado de Lavalle, ratificó su profesión de fe monárquica y su decisión de no intervenir en la división de sus conciudadanos. Fue el último jefe de la política del gobernador Lavalle, cargo que ejerció poco tiempo."
Cuando Rosas impuso su hegemonía política y persiguió a los unitarios, Juan Andrés Gelly emigró. Se radicó en el Uruguay. Allí desarrollóse otra etapa de su agitada y brillante vida pública. "En Montevideo se encontró con Rivera, amigo de infancia, cuya confianza conquistó y durante cuyo gobierno tuvo marcada influencia llegando a ser su consejero . Su parentesco con hombres de valía como Lucas Obes, Nicolás de Herrera, Julián Alvarez y José Ellauri, facilitaron su carrera y con ellos desempeñó un papel preponderante en la política." (163) El último de los nombrados, entonces ministro de relaciones exteriores, fue enviado en 18 39, como representante del Uruguay ante varios gobiernos, llevó a Gally como secretario de la misión. Estuvo en París, donde se vinculó amistosamente con personalidades descollantes como Adolfo Thiers.
De regreso del viejo mundo, fue designado oficial mayor del ministerio de gobierno y relaciones exteriores, "desde cuyo cargo influyó decididamente en la política del Río de la Plata. En la cancillería oriental era considerado como autoridad en los asuntos americanos y europeos, y en más de una vez hizo las veces de ministro de estado".
Gelly, a pesar de su intensa actividad política, no se mantuvo ajeno al movimiento literario de aquella agitada y azarosa época. El 25 de mayo de 1841, en un certamen poético realizado en Teatro Coliseo de Montevideo, en homenaje al día de la libertad, el ilustre paraguayo integró el jurado en el que figuraban a su lado representantes distinguidos de las letras americanas. Cuando el acto se realizaba, aun sonaba el estampido de los cañones de la armada de Rosas, la que, desde la mañana se trababa en lucha con la unitaria, comandada por José Garibaldi, en la rada de Montevideo. Fue aquel el primer certamen poético celebrado en el Río de la Plata. Los laureados fueron Juan María Gutiérrez, Luis L. Domínguez, José Mármol y Francisco Acuña de Figueroa.
En Montevideo – dice R. Antonio Ramos, en su conferencia leída ante la Academia Carioca de Letras –, Gelly dio término a sus estudios de derecho, recibiéndose de doctor en jurisprudencia. Su título se encuentra registrado en el archivo de la Alta Corte de Justicia de la capital uruguaya, y figura con el número cinco en la lista de abogados.
Posteriormente visitó Río de Janeiro, donde se vinculó con personalidades intelectuales y políticas.
"En el Uruguay desarrolló una fecunda labor intelectual como jurista, hombre de estado y periodista. A su pluma se debe La relación de las actividades del general Paz durante el sitio de Montevideo y Los apuntes biográficos del doctor Julián Alvarez, opúsculo éste que apareció ya en su ausencia, en noviembre de 1844. (164) En 1842 escribió también Mis reflexiones sobre el Paraguay, trabajo destinado especialmente a su hijo, quien deseaba conocer la patria de su progenitor.
Gelly defendió con tesón la independencia de nuestro país. Las noticias referentes al Paraguay y publicadas en El Nacional, periódico desde cuyas columnas Rivera Indarte también defendía la causa paraguaya, fueron todas debidas a Juan Andrés Gelly. En su correspondencia, que fue copiosa, no ocultó el interés por el destino de su patria. Al gobierno consular de Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso prestó valiosos servicios, dando amplia difusión a sus obras e informándole de los sucesos continentales.
En 1844, desaparecida la dictadura de José Gaspar de Francia en su tierra natal, y fatigado Gelly después de tantas luchas, donde había sufrido "acerbos y costosos desengaños", regresó, en pos de sosiego, al Paraguay.
"Después de un viaje de seis meses, accidentado y lleno de penurias, llegó el 7 de enero de 1845, al campamento paraguayo de San José, en la margen izquierda del Paraná. El jefe del destacamento no le permitió seguir adelante. Se dirigió entonces al gobierno pidiendo autorización para pasar hasta la capital de la república. El presidente Carlos Antonio López le permitió la entrada y le fijó como punto de residencia Villarrica, bajo las condiciones siguientes: prestar juramento de reconocimiento de la independencia nacional, y de obediencia y lealtad al gobierno; no mantener correspondencia con el Río de la Plata; y de no intervenir en política. Gelly aceptó la resolución del gobierno". (165) Regresaba así a la patria después de treinta y dos años de ausencia.
Poco tiempo permaneció en Villarrica. Se trasladó a la Asunción, llamado por Carlos Antonio López. Fue su consejero y uno de los redactores de El Paraguayo Independiente.
En 1846 fue enviado Juan Andrés Gelly como representante del gobierno nacional ante la corte de Río de Janeiro. Se puso en contacto, inmediatamente de llegado, con el Barón de Cayrú, ministro de negocios extranjeros del Imperio, "a quien elevó un memorial sobre el estado y situación del Paraguay". También le presentó dos proyectos de tratado: el uno, de alianza ofensiva contra Rosas, y el otro, de fijación de límites. Ambos no prosperaron.
Múltiples fueron las actividades de Gelly en el Brasil. Se debieron a sus gestiones la contratación de los primeros técnicos para la fundición de Ybycuí, y de médicos para el servicio del ejército, así como la adquisición de una máquina de acuñar moneda, construida en el arsenal de la marina. Se vinculó con el Jornal do Comercio, por intermedio de Manuel Moreira de Castro; difundió El Paraguayo Independiente, cuyos artículos hizo reproducir no sólo en el Brasil sino en el Uruguay y Europa. A pedido de M. Ouseley, escribió Apuntes sobre el Paraguay, para desvanecer los cuentos del señor Graham. Pero la más importante de su labor – afirma R. Antonio Ramos –, fue la publicación de El Paraguay lo que es, y lo que será, cuya primera edición apareció en 1848, por la imprenta de Jornal do Comercio, simultáneamente en francés y en portugués. Dos ejemplares de esa obra envió a los soberanos del Brasil. El que perteneció a la emperatriz se halla en la Biblioteca Nacional de Río e Janeiro, formando parte de la colección Teresa Cristina. Otro volumen remitió su autor a lord Palmerston, canciller del Imperio Británico.
En 1849 en la Asunción, fue publicada la edición española de dicho libro, para la cual envió Gelly un prefacio desde Río de Janeiro. En 1851, Melchor Pacheco y Obes publicó, en París, otra edición en francés, y la Editorial de Indias, también en París dio a la estampa, en 1926, la última en español.
En 1853 Gelly acompañó al general Solano López en su viaje a Europa, en calidad de secretario de la misión. En Inglaterra tuvo actuación fecunda en los trámites de la construcción del "Tacuarí", buque de la armada paraguaya. Visitó en aquella oportunidad – además de Londres – París, Roma y Madrid y su gestión fue notoria y decisiva en la concertación de tratados tendientes a estimular el progreso nacional.
Juan Andrés Gelly falleció en la Asunción, el 25 de agosto de 1856. Su fortuna constituyó su biblioteca, parte de la cual legó al estado paraguayo, "como una prueba más de su amor a la cultura".
JUAN JOSÉ BRIZUELA era oriundo de la capital paraguaya. Nació, según se cree, en el año 1820. Desde su niñez radicóse en Montevideo, donde ejerció, después, la misión de cónsul general, encargado de negocios y ministro residente del Paraguay a cerca del gobierno oriental. Su nombre ha quedado vinculado a la histórica condonación de la deuda y devolución de los trofeos tomados al Paraguay durante la campaña de 1864-70, por parte del gobierno y pueblo uruguayos.
Brizuela escribió en prosa y en verso. En el año 1857 publicó en Buenos Aires Ojeada histórica sobre el Paraguay, seguida del vapuleo de un traidor, dividida en varias azotaínas administradas al extraviado autor de las producciones contra el Paraguay conocido vulgarmente por el nombre de Luciano el sonso. (166)
En 1870 dirigió y redactó El Paraguay, diario que aparecía en la Asunción. El año siguiente ocupó una banca en el Senado de la nación.
En 1874 tuvo lucida actuación en los actos de la transmisión del mando presidencial al ciudadano Juan Bautista Gill.
Juan José Brizuela falleció en Montevideo, en el año 1889 . Son de su estro estos versos satíricos extraídos de "El Vapuleo de un traidor":
Si me auxilias con tu risa,
lector, y sagacidad,
daréte una trinidad,
si no desnuda, en camisa.
A ponerles la divisa
de traidores voy derecho,
y si no les queda estrecho
el sayo que les regalo
ha de sufrir palo y palo
aunque parezca repecho.
. . . . . . . . . . . . . . . . .
GUMERSINDO BENITEZ, oriundo de Villarrica, donde nació en 1835, colabora en La Aurora, en cuyas páginas aparecieron sus Estudios Sociales. – Artículos para el nacional o el extranjero o sus mementos, y sus Estudios Artísticos. – Algunas reflexiones sobre la imprenta. Son de 1860. Fue Benítez secretario privado de Carlos Antonio López y director de El Semanario, después de Bermejo. Poseía una valiosa biblioteca. Siendo ministro de relaciones exteriores realizó una labor ingente y útil. Existe una interesante colección de la correspondencia diplomática cambiada entre el gobierno del Paraguay y el de los Estados Unidos de América que es obra suya, la cual fue editada en Buenos Aires. Gumersindo Benítez falleció durante la guerra contra la triple alianza. Fue fusilado por orden de los tribunales militares. Además de los trabajos citados, ha dejado una famosa narración de la batalla de Tatayibá. (167)
En las columnas de La Aurora aparecieron también interesantes colaboraciones de MAURICIO BENITEZ, quien llegó al grado de coronel del ejército nacional, y estuvo en Cerro Corá acompañando al mariscal López. Entre las colaboraciones de Mauricio Benítez, aparecidas en La Aurora, figura La primera musa en América, Galileo, Estudios Morales – Amor e influencia de la madre, y una colección de Estudios Científicos.
MARIANO DEL ROSARIO AGUIAR era natural de Itapé. Fue ordenado sacerdote en 1862, en el Seminario de la Asunción. También colaboraba en La Aurora. Entre sus trabajos son conocidos Estudios religiosos. – La Fe, y Estudios religiosos. – La Esperanza.
JOSÉ DEL ROSARIO MEDINA publicó también en la citada revista Estudios filosóficos. – La Hipótesis y La Superstición.
JOSÉ MATEO COLLAR, cuya actuación posterior a la guerra de la triple alianza, ya sea en a Convención Nacional Constituyente reunida en la Asunción en 1870, en la magistratura judicial, en la política y en la prensa, le dieron personalidad notoria, publicó sus primeros ensayos literarios en la revista del Aula de Filosofía. En sus hoy amarillentas páginas pueden leerse sus colaboraciones de 1860 intituladas Moral Privada, Necesidad de la ciencia para la existencia y organización de una sociedad y Estudios Morales. – La Educación y su objeto. En 1894, Mateo Collar continuaba escribiendo para la prensa. En La independencia, editada en honor a los próceres de la patria, el 14 de mayo de aquél año, aparece Un pensamiento, debido a su pluma de prosador.
José Mateo Collar nació en Mbuyapey, en 1835, y falleció en la Asunción, en 1919.
De JUAN BAUTISTA GONZÁLEZ, oriundo de Barrero Grande, quien actuó en la magistratura forense, fue diputado después de la guerra y falleció en la Asunción en 1879, puede leerse en la colección de La Aurora. – El primer elemento de la civilización es la Religión, y Estudios Recreativos. – Magdalena.
De ENRIQUE LÓPEZ son Estudios filosóficos. – La ambición. – De la envidia. – Estudios Históricos. – La Inquisición en España, Reflexiones sobre la vanidad, Estudios Sociales, Estudios de Bellas Artes. – La música, Estudios Sociales. – Error de la Vocación, Estudios Morales. – El Avaro, Estudios literarios. – Reflexiones.
Y de AMÉRICO VARELA, Misceláneas, Amor de Madre, Influencia de la Religión representada por el cura católico en la sociedad, La moral considerada como restricción de la pobreza, Moral Privada. – Máximas, pensamientos y reflexiones, La mujer. Estudios Morales. – El juego, Estudios Morales. – El Médico. Su influencia en la Sociedad.– La Mujer. Su influencia en la Sociedad.– La Amistad, Estudios Morales. – La Ira y el Patriotismo. (168)
De los que integraron este grupo nada se sabe, en detalle, de sus respectivas existencias. A excepción del padre Aguiar, de Juan B. González, de Mauricio Benitez y de José Mateo Collar, lo único cierto es que parece que los demás fueron devorados por la guerra. Y es posible que así haya sido. El grande orco incineró vidas y papeles en un impetuoso y terrible afán de destrucción.
Debe agregarse al nombre de los ya citados, el de BERNARDINO BAEZ, nacido, al parecer, en Itá, militar – era coronel – emigrado en Río de Janeiro en 1846, amigo de Juan Andrés Gelly, "Su reputación estaba cimentada en una brillante hoja de servicios, ganada, en las luchas del Río de la Plata." En colaboración y bajo la dirección del citado Gelly, el coronel Báez publicó, por la imprenta del Jornal do Comercio, de Río de Janeiro, en 1849, A República do Paraguay e o gobernador de Buenos Aires ou discussão e exame das questoes que Este tem promovido a República do Paraguay. El volumen se editó en columnas paralelas, en portugues y francés, y contenían artículos de El Paraguayo Independiente.
También citaremos a LUCIANO RECALDE, quien publicó, en Buenos Aires, hallandose en el exilio, en 1857, una Carta Primera al Presidente del Paraguay.
No está demás, asimismo, recordar en este lugar a algunos escritores extranjeros que vivieron en nuestro país durante la segunda mitad del siglo XIX y que nos han legado algunos trabajos referentes al Paraguay o han colaborado en los afanes de su cultura.
Nos referimos a ALFREDO M. DU GRATY y a L. ALFRED DEMERSAY.
El primero dejó una extensa obra intitulada La República del Paraguay, la que fue editada en Besanzon, en 1862. La versión castellana es de Carlos Calvo, y lleva interesantes fotograbados. El libro del segundo consta de dos tomos y un tercero de atlas dividido en tres secciones. Se intitula Histoir Phisique, Economique e Politique du Paraguay et des établessement des jesuites. El tomo primero fue editado en París, en 1860; el segundo, también en París, 1863, y los atlas, publicados igualmente en la capital francesa, en 1860, en 1861 y en 1863, respectivamente, cada sección.
ÉPOCA PRECURSORA y ÉPOCA DE FORMACION
EDITORIAL AYACUCHO BUENOS AIRES-ARGENTINA (1947)
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