LA GENERACÍON DEL 40 - LITERATURA PARAGUAYA
LOS DEL 40 SABÍAN LO QUE NO QUERÍAN
Como ya se anticipara, en febrero de 1936 un golpe de Estado pone fin a la era liberal. Entonces llega al poder el coronel Rafael Franco. Inmediatamente se declara al mariscal Francisco Solano López: héroe nacional. De esta forma se anularon todas las disposiciones legales dictadas contra el mismo. Hasta entonces se daba una suerte de ebullición de la literatura paraguaya que estaba en busca de su consolidación definitiva en los nuevos tiempos que le tocaba vivir al país. Con los primeros eslabones hacia la renovación estética (que parecía forzar alguna salida del modernismo tardío o "largo calvario estético") y los meritorios tanteos de posguerra, nos aproximamos a la generación del 40.
No está de más destacar que en 1941 la editora "La Colmena" había convocado a un concurso de novela que fue ganado por CONCEPCIÓN LEYES DE CHAVES, quien ya venía publicando sus relatos; la misma daría a conocer años más tarde "RÍO LUNADO" y la biografía novelada de ELISA ALICIA LYNCH. En esos años también aparece la escritora TERESA LAMAS CARÍSIMO, quien escribió "HUERTA DE ODIOS" y "LA CASA Y SU SOMBRA".
En ese tramo, las voces más consecuentes solidifican cierto aire de innovación. VALLEJOS define con claridad este punto al decirnos: "No se puede hablar de la promoción del 40 ni de las promociones siguientes si no se plantea el problema de los precursores de nuestra literatura contemporánea. Se debe hablar de ORTIZ GUERRERO, precursor humano ("su mejor poema fue su vida", Lamas) de JULIO CORREA (1890-1953) su precursor verbal, que rompe con las palabras perfectas y la estética hedonista imperantes hasta entonces; de HERIBERTO FERNÁNDEZ (1903-1927), que trató de forcejear el verso modernista y le insufló un renovador e inquietante soplo de ANGUSTIA; de JOSÉ CONCEPCIÓN ORTIZ (1900-1972), que con su soneto a RAÚL BATTILANA DE GÁSPERI, escribió el poema más cáustico y existencial de nuestra literatura. Y algunos poemas de JOSEFINA PLÁ, que desde "EL PRECIO DE LOS SUEÑOS" ; 1934, muestran las primeras señales de la extinción del modernismo y el advenimiento de formas y estructuras contemporáneas" (1).
Lo cierto y concreto es que brota la primera chispa de la innovación estética con el grupo literario "VY'A RAITY", conglomerado de escritores que tenía como uno de los máximos impulsores a HÉRIB CAMPOS CERVERA (1908 1953); este excelente poeta tenía el convencimiento de que "la poesía debe servir", más allá de "la belleza inútil". En ese sentido, se inclinó hacia una especie de compromiso político y en cierta forma influyó en los escritores agrupados en el cenáculo, aunque otros eludieron elegantemente la tentación apuntando su orientación hacia la búsqueda de recursos estéticos más personalistas. Algunos de los que descollaron en VY'A RAITY fueron: JOSEFINA PLÁ (1909-1999), AUGUSTO ROA BASTOS (1917-2005), OSCAR FERREIRO (1922-2004), ELVIO ROMERO (1926-2004), JOSÉ ANTONIO BILBAO (1919-1998) y EZEQUIEL GONZÁLEZ ALSINA (GASTÓN CHEVALIER PARÍS) (1919-1989), HUGO RODRÍGUEZ ALCALÁ (1917), JOSÉ MARÍA RIVAROLA MATTO (1917-1998), GABRIEL CASACCIA (1907-1980), DORA GÓMEZ BUENO DE ACUÑA (1903-1987). Este grupo sería, sin lugar a dudas, el pilar de la GENERACION DEL 40, a la que también se incorporan algunos consagrados poetas sociales como: JULIO CORREA (1890-1953), CARLOS GARCETE (1918-2000), ARISTIDES DÍAZ PEÑA (1907-1996) ARNALDO VALDOVINOS (1908-1991), CARLOS MIGUEL GIMÉNEZ (1914-1970), FÉLIX FERNÁNDEZ (1898-1981), DARÍO GÓMEZ SERRATO (1903-1985), VÍCTOR MONTÓRFANO (1909-1975), FACUNDO RECALDE (1899-1969), MANUEL VERÓN DE ASTRADA (1903-1989), PEDRO ENCINA RAMOS (1924-2004), ANTONIO ORTIZ MAYANS (1908-1995), TEODORO S. MONGELÓS (1914-1966), NÉSTOR ROMERO VALDOVINOS (1916-1987), GERARDO HALLEY MORA (1918-1998).
En "VOCES FEMENINAS DE LA POESÍA PARAGUAYA" (Alcándara Editora, Poesía 4) doña JOSEFINA PLÁ hace mención especial a dos grupos de poetisas que aparecen en los años 40: RENÉE CHECA (1896-1963), NATHALIE BRUEL (1897-1957), IDA TALAVERA DE FRACCHIA (1910-1993). ELVIRA MERNES DE GALEANO, JOSEFINA SAPENA PASTOR, TEODOSIA RAMÍREZ y ROSA BARDICHESKY.
JULIO CORREA, "el precursor verbal del 40", inauguró una vertiente vanguardista donde predomina el lenguaje político. Se puede decir que la actitud, la perseverancia y sensibilidad social de Julio Correa fueron elementos simplificadores de la poesía paraguaya. Bajo el influjo de esos signos asumió la protesta. Si bien la literatura de Correa no fue favorecida por la crítica burguesa, nadie puede negar el mérito y valor de la palabra del poeta. Su dramaturgia en guaraní ha sido acertada, pues ha logrado plasmar una comunicación perfecta con los iletrados. El guaraní como idioma y como recurso literario siempre significó desde el punto de vista de Correa una elevación hacia el legítimo destinatario de su literatura: el pueblo. "CUERPO Y ALMA" se titula el libro de Correa y contiene los poemas que fue publicando a lo largo de su vida.
Doña JOSEFINA PLÁ había definido los pormenores de la GENERACIÓN DEL 40 buscando en cierta forma alguna aclaración. En ese sentido había apuntado: "NO SABÍAN LO QUE QUERÍAN, PERO SABÍAN LO QUE NO QUERÍAN". En una conversación que mantuvo el autor de estas líneas con la citada poetisa, ésta había expresado cuanto sigue: "El grupo del 40 no fue una generación, éramos totalmente heterogéneos, imagínese la edad de JULIO CORREA, HÉRIB CAMPOS CERVERA ya maduros y EZEQUIEL GONZÁLEZ ALSINA o ROA BASTOS en plena juventud. Si fuera por la edad no figuraríamos muchos, los mayores fueron los primeros en complementarse, luego vinieron los jóvenes por gravitación, no hubo enseñanza, no hubo comunicación magistral, pero sí actitud ante la vida".
En realidad, el 40 fue uno de los focos que captan el espíritu de los intelectuales de acento modernista pero que apuntaban decididamente hacia el vanguardismo literario, producto de una especie de maduración gradual que fue definiendo un esquema. La aparición de cuentos, relatos y poesías, especialmente en la prensa diaria y revistas. Recuérdese que doña JOSEFINA PLÁ había dado a conocer en 1934 su celebrado libro "EL PRECIO DE LOS SUEÑOS", con elogioso comentario del intelectual EFRAÍM CARDOZO en "El País", periódico que traía los jueves un estupendo suplemento cultural.
El citado poemario consolida la visión de la poetisa. Doña Josefina había llegado al Paraguay en 1926, volvió a España y nuevamente de vuelta al Paraguay (1938) trajo en la memoria los poemas de Miguel Hernández que fueron dados a conocer en las famosas tertulias de "VY'A RAITY", donde también aparecían ERNESTO BÁEZ (actor) e HIPÓLITO SÁNCHEZ QUELL (historiador). Lo que intentó el 40 fue romper con la orfandad, leían afanosamente ciertas novedades y no descuidaban el acercamiento hacia Louis Aragón, André Bretón, Walt Whitman y César Vallejo. Un liderazgo descollante le cupo a JOSEFINA PLÁ, quien junto a HÉRIB CAMPOS CERVERA recrea los nuevos moldes de la poesía paraguaya hasta entonces capturada por la corriente modernista. La magistral obra de doña Josefina se extendió a lo largo de varias décadas abarcando la poesía, el periodismo, la narrativa, el ensayo, el teatro y la crítica literaria. Incursionó además el campo de las artes plásticas con visible éxito. La mayor parte de su extensa labor literaria aparece después de la década de los años 60.
Durante el gobierno del general Higinio Morínigo crece la "GENERACIÓN DEL 40". Como se sabe, Morínigo envió a la llanura al liberalismo y, tras completar el periodo faltante por el mariscal Estigarribia (muerto en accidente el 7 de septiembre de 1940), no tardó en embarcarse en un acelerado deterioro político. De todos modos, para 1946 el país estaba viviendo momentos de gran tensión política y Morínigo caminaba sobre una cuerda bastante floja, situación que lo obligó a la formación de un "gobierno de coalición" entre colorados, febreristas y militares. A fines del 46 los "aires democráticos" desnudaban las encendidas arengas políticas que cuestionaban la gestión de Morínigo. Los liberales, comunistas y febreristas no cesaban en sus ataques. Si bien estaba en práctica el pacto político, las grandes diferencias entre colorados y febreristas eran notorias y preocupantes. Tal vez por eso, desde el inicio del acuerdo Morínigo era vigilado atentamente por dos grupos políticos que colaboraron con él. De todos modos, a partir del mes de diciembre el febrerismo demostraba claramente su imposibilidad de seguir en el Gobierno, situación que fue acelerando la tensión por el abierto coqueteo de Morínigo con el coloradismo. Los febreristas aseguran que por falta de coincidencias políticas se alejaron del "Gobierno de coalición". Y fue precisamente aquella ruptura política la que abrió una peligrosa grieta en el poder. Esta amarga realidad desemboca definitivamente en el famoso 13 de enero, que no es sino la definitiva alianza de Morínigo con el coloradismo. Muchos aseguran que Morínigo traicionó a sus camaradas y no olvidan que los mentores intelectuales de dicho acontecimiento fueron el poeta NATALICIO GONZÁLEZ y el escritor VÍCTOR MORÍNIGO. No queda al margen de los acontecimientos el mayor de Caballería Enrique Giménez, fuerte protagonista de aquellos tiempos.
El 17 de marzo prendió la primera chispa de la revolución del 47. Aquel fuego inicial se produjo con el asalto al cuartel de Policía. Posteriormente estalla el levantamiento de Concepción donde se sublevan la Primera Región Militar y la División 2 de Infantería. Tras largos meses de enfrentamientos y abusos en ambos bandos, el 20 de agosto de 1947 las fuerzas leales a Morínigo triunfaron, dejando en consecuencia una brecha prácticamente insalvable de rencores. Heridos, muertos, desaparecidos, exiliados y desterrados formaron la larga caravana ocasionada por el fratricidio. Para el Partido Colorado fue la victoria, es decir, la posibilidad de imponer su hegemonía. Para la oposición fue la derrota, la triste realidad, el no poder cambiar la situación. El Gral. AMANCIO PAMPLIEGA, en su libro "MISIÓN CUMPLIDA", definió el tema explicando lo siguiente: "Se puede afirmar sin cortapisas que el principal responsable de la revolución fue el propio general Morínigo, con el afán de seguir gobernando, se alió con la facción del coloradismo, con buen olfato de éstos de las debilidades y flaquezas del primer magistrado. Si Morínigo fue el primer encantado del momento, muy pronto se transformó en el enemigo público número uno" (2).
Tras ese conflicto armado y defendiendo los ideales de libertad, partieron al exilio numerosos escritores paraguayos. Los que no salieron del país sufrieron la presión del "exilio interno". No obstante, se puede afirmar sin cortapisas que las mejores obras de la literatura paraguaya fueron escritas en el desarraigo. En Buenos Aires, por ejemplo, aparece "LA BABOSA" (1952), de GABRIEL CASACCIA, considerada por su estructura global como la primera novela paraguaya de consagrada madurez que logra llevar la novelística nacional a la altura de las grandes creaciones del continente.
Ese mismo año, JOSÉ MARÍA RIVAROLA MATTO ofrece su "FOLLAJE EN LOS OJOS", una novela de carácter social que pinta el cuadro dramático vivido en los yerbales del Alto Paraná. Por su parte, ROA BASTOS da a conocer "EL TRUENO ENTRE LAS HOJAS" (1953), colección de cuentos, que en cierta forma apunta hacia una literatura de fuerte contenido social. Más de un lustro tuvo que pasar para la edición de "HIJO DE HOMBRE", de gran éxito y premiado por la afamada Editorial Losada de Argentina. Sucesivamente, Roa siguió trabajando en otras obras como: "EL BALDÍO", "LOS PIES SOBRE EL AGUA" y "YO EL SUPREMO", cuyo cuadro fantasioso sobre el doctor Francia le dio fama universal, logrando inclusive el codiciado Premio Cervantes de Literatura, en el año 1989.
El éxodo de intelectuales que produjo el 47 también arrojó al destierro al poeta HÉRIB CAMPOS CERVERA, que definitivamente no volvió a su país, pues murió seis años después en Argentina. En pleno ostracismo el poeta afirma sus obras y publica su primer libro: "CENIZA REDIMIDA" (1950), a través de Editorial Tupá, dirigida por ANSELMO JOVER PERALTA. En 1952 da a conocer su obra teatral "JUAN HACHERO". MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ, al referirse al poema "UN PUÑADO DE TIERRA" nos indica que puede considerarse como una síntesis de los universos significativos más entrañables de su poesía. Póstumamente aparecieron otras obras de CAMPOS CERVERA: "HOMBRE SECRETO" (1966) y "POESÍAS COMPLETAS" (1996).
Un hecho notable en la década del 40 es la aparición de ELVIO ROMERO, quien, castigado por los desbordes de la revolución de 1947, también salió al exilio y se instaló en Buenos Aires, donde produjo la mayor parte de sus obras. Su poesía ha mantenido un fuerte contenido social que lo convirtió en uno de los más tenaces poetas contestatarios contra el régimen autoritario de Alfredo Stroessner. Como se sabe, el dictador se instaló en Paraguay por casi 35 años, dejando a su paso una impresionante cantidad de desaparecidos, torturados y perseguidos políticos. Debemos recordar también que ELVIO ROMERO fue amigo personal de Pablo Neruda, Nicolás Guillén y toda la pléyade de poetas latinoamericanos que surgieron después de la década del 40. Las obras de Romero recibieron elogiosos comentarios de Gabriela Mistral y Miguel Ángel Asturias. El bardo social paraguayo LUIS MARÍA MARTÍNEZ lo había calificado con estas palabras: "Fructífero poeta, es la voz más dramáticamente nuestra y palpitante de la poesía social. Desde sus adolescencia y hermoso libro “DÍAS ROTURADOS" hasta- "LOS INNUMERABLES" este aedo entero e innombrable se constituirá en su más visionario clamor combatiente. Desde su posición de extramuros pasó revista con fervor militante, a todos los años de luchas y derrotas, a toda su epopeya de promisorio desenlace. Su verbo, sonoro y desenvuelto, dueño del porfiado oficio del bien decir, se constituye de por sí, en el alimento de la civilidad soterrada, que vive y marcha hacia el porvenir. Es el poeta de más acentuado fuego tirteico" (3).
La poesía paraguaya había roto con la incomunicación luego de nefastos periodos de congelamiento, persecución y amordazamiento. Sin embargo, hay casos en que la autocensura pintó una actitud evasiva para contrarrestar el peligro de morir con un verso en la garganta. Paraguay estaba saliendo de una frágil estructura literaria tras los caballos apocalípticos de las tragedias que derrumbaron innumerables esperanzas. De cualquier forma, los escritores paraguayos no dieron sus espaldas a los acontecimientos que sacudieron con atroz insistencia los cimientos de nuestra propia historia. Muchos poetas elevaron sus voces para denunciar las manipulaciones y el corrupto avasallamiento de los regímenes políticos que hicieron todo lo posible para castigar de muerte a la palabra escrita. Pero también es cierto que quienes descargaron las denuncias utilizando como arma de difusión contestataria a la literatura, muchas veces no hallaron ecos de solidaridad ni valoración en los círculos críticos especializados, cuyas indiferencias más bien promovieron -la mayor de las veces- arrinconamientos arbitrarios. A pesar de todo había subido de tono la poesía social paraguaya con una gran fuerza motriz para afianzar el espíritu de renovación.
Por otra parte, tenemos en esa década una impresionante clasificación que muestra a las claras la evolución de la narrativa paraguaya del siglo XX. Es decir, se pasa de esa especie de costumbrismo conservador a una literatura de rasgos sociales. Entre las décadas del 40-50 (y sucesivamente en otras décadas) se dieron canales expresivos concretos en el cuadro novelístico de nuestro país. Por un lado: NATALICIO GONZÁLEZ ("LA RAÍZ ERRANTE", 1951), CONCEPCIÓN LEYES DE CHAVES ("MADAMA LYNCH", 1957), JUAN F. BAZÁN ("DEL SURCO GUARANÍ", 1949), WALDEMAR ACOSTA ("LAS HOJAS", 1954), TERESA LAMAS ("LA CASA Y SU SOMBRA", 1954). También hay que mencionar a algunos ya nombrados como: GABRIEL CASACCIA ("LA BABOSA", 1953), JOSÉ MARÍA RIVAROLA MATTO ("FOLLAJE EN LOS OJOS", 1952), CARLOS GARCETE ("LA MUERTE TIENE COLOR", 1958), JORGE RITTER ("EL PECHO Y LA ESPALDA", 1961), JOSÉ LUIS APPLEYARD ("IMÁGENES SIN TIERRA", 1965), MARIO HALLEY MORA ("LA QUEMA DE JUDAS", 1965) y CARLOS VILLAGRA MARSAL ("MANCUELLO Y LA PERDIZ", 1965).
Según VICENTE PEIRÓ BARCO, CASACCIA y ROA "consiguen, al instalarse en Buenos Aires, una mayor amplitud temática y las posibilidades de difusión que, de haber permanecido en el Paraguay, no hubiesen podido lograr. Basándose en ello, Roa ha considerado que el exilio permitió el desarrollo de una narrativa paraguaya de calidad. Sin dejar de creer en esta afirmación, vistos los resultados irrefutables" (4).
El escritor JUAN BAUTISTA RIVAROLA MATTO, en un artículo que mantuvo inédito pero que fue publicado por el Suplemento Cultural de Noticias el Diario, había señalado que con CASACCIA y ROA la narrativa paraguaya "se decide a meter las manos en el barro nauseabundo para mancharse con él y moldear la efigie aterradora de un hombre comido por la lepra, que vive su propia muerte. Al mismo tiempo renuncia a la ingenuidad retórica para iniciar la búsqueda de un lenguaje propio, esto es, de un lenguaje capaz de instrumentar vivencias singulares y proyectar su espíritu en el tiempo" (5).
Doña JOSEFINA PLÁ fue quien acuñó la frase "CASACCIA y ROA salvaron con botas de siete leguas la literatura paraguaya con retraso de medio siglo". Recuérdese que CASACCIA da a conocer "HOMBRES, MUJERES Y FANTOCHES" en 1930, "MARIO PEREDA" (1939), "LA BABOSA" (1953), "LA LLAGA" (1964), "LOS EXILIADOS" (1973). "LOS HUERTAS", edición póstuma (1984).
FRANCISCO FEITO, al reseñar la tardía aparición de la narrativa paraguaya, se refiere a CASACCIA y ROA diciendo que son dos figuras que sacan a la novelística de su confinamiento local para universalizarla, en ese sentido asegura: "Sacan al Paraguay de ese sempiterno anonimato al que hasta entonces había estado" (6). Conste que la primera incursión de ROA en la literatura fue a través de la poesía, género en que era considerado por JOSEFINA PLÁ, en el 40, como uno de los más promisorios. Su primer libro fue "EL RUISEÑOR DE LA AURORA" (1942). En su exilio de Buenos Aires (1947) escribió "EL NARANJAL ARDIENTE" (1949), poemario que permaneció inédito hasta 1960. MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ expresa que los máximos representantes del 40 beben de las aguas posvanguardistas, ofreciendo al mismo tiempo los rasgos históricos esenciales de la época, como la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial, la guerra con Bolivia y la Revolución del 47, etapas en las que sienten las influencias de Miguel Hernández, Pablo Neruda, Federico Lorca, Rafael Alberti y Luis Cernuda (7).
AUGUSTO ROA BASTOS había ofrecido un elocuente panorama acerca de dos figuras poéticas que oficiaron de mentores del 40. En ese contexto esbozó cuanto sigue: "HÉRIB CAMPOS CERVERA y JOSEFINA PLÁ inician el movimiento actual. Pertenecen al tiempo violento de la angustia. De la altísima tensión de sus moldes intelectuales, la emoción resuena con un gemido sepultado cuya sonoridad acaba por impregnar todo el canto. En ellos la sensibilidad coincide con el tiempo histórico"
NOTAS
(1) Vallejos, Roque. "La literatura paraguaya como expresión de la realidad nacional". 2a edición. Editorial Don Bosco. 1971.
(2) Pampliega, Amancio. "Misión Cumplida". 2° edición. Editorial El Lector. 1984.
(3) Martínez, Luis María. “El trino soterrado ".Tomo I. 1985.
(4) Peiró Barco, Vicente. "El robinsonismo de la narrativa paraguaya". Suplemento Cultural de Noticias el Diario. 5 de julio de 1998.
(5) Rivarola Matto, Juan Bautista. Suplemento Cultural de Noticias, 25 de febrero de 1996.
(6) Feito, Francisco. "La babosa o el fin de una narrativa yugulada". Obra: "La babosa", edición El Lector, 1996.
(7) Fernández, Miguel Ángel. "Prólogo de Ceniza redimida". Ediciones Alcándara N° 1, 1982.
(8) Roa Bastos, Augusto. "La poesía actual en el Paraguay". Revista del Ateneo Paraguayo, Año 4, Nº 11, 1946.
Fuente: PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA. PERFIL HISTÓRICO, BIBLIOGRAFÍA Y ENTREVISTAS A LOS MÁS DESTACADOS ESCRITORES PARAGUAYOS. Autor: VICTORIO V. SUÁREZ, Criterio Ediciones, Asunción-Paraguay, 2006 (573 páginas)
LECTURA RECOMENDADA:
LA RENOVACION POÉTICA DE 1940 - Obra de HUGO RODRÍGUEZ-ALCALÁ
A partir de la quinta década del siglo se produce en el Paraguay un movimiento de renovación poética cuyo impulso sigue todavía operando. Críticos como Josefina Plá y Francisco Pérez Maricevich señalan tres etapas en la historia de la nueva poesía y hablan de una Generación de 1940 y de dos promociones: la de 1950 y la de 1960.
La clasificación es útil y esclarecedora y la aceptaremos mientras no se proponga otra mejor, aunque resulte cuestionable la exactitud de más de una de las fechas indicadas como la de la verdadera aparición de los grupos.
En efecto, la llamada Generación de 1940 no se constituye en ese año y, además, uno de sus miembros nunca actúa dentro del grupo ni siquiera en forma marginal. No obstante, es indudable que durante los años cuarenta, tres poetas de mérito, Josefina Plá, Hérib Campos Cervera y Augusto Roa Bastos, realizan de consuno una labor cuyo propósito es poner al día la literatura -especialmente la poesía- de su patria y verificar un balance y liquidación del modernismo. Pero, en rigor, ya desde 1938 Josefina Plá, recién reintegrada al país tras un prolongado viaje, inicia, sola, una campaña renovadora y formula con perfecta lucidez todas las ideas que, años más tarde, la Generación del 40 iba a hacer suyas.
Por otra parte, la Promoción de 1950 tampoco surge en ese año. Integran esta promoción dos grupos muy afines aunque de orígenes diversos: el de la Academia Universitaria, que se forma en el Colegio San José, y el de la Facultad de Filosofía. Ahora bien, la Academia Universitaria se funda en 1947, a inspiración del P. César Alonso, y publica el importante volumen titulado Poesía, no en 1950 sino en 1953. La revista Cuenco, que pronto se llamará Alcor, y cuya inspiración proviene de la Facultad de Filosofía -y en la que colaborarán los dos grupos unidos ya-, aparece no en 1950 sino en 1955. La publicación de Poesía en 1953 y la de dicha revista en 1955 ofrecen fechas más significativas que la de 1950.
Tocante a la Promoción de 1960, cabe hacer notar que en ese año dos de sus miembros más descollantes, Francisco Pérez Maricevich y Miguel Ángel Fernández, publican sus libros primerizos, y por esta razón, al menos, la fecha indicada resulta más plausible que las anteriores, sobre todo si se considera que un año antes y otro después, Luis María Martínez y Roque Vallejos, respectivamente, dan a luz libros que revelan claramente su "identidad promocional", digamos, al grupo de 1960.
Josefina Plá, en un artículo señala "nuevas hornadas" a partir de 1963 y cita nombres y obras, aunque sin clasificarlas en generación o promoción. Estos poetas no serán objeto de estudio especial al final de este capítulo, ya que su obra debe primero definirse con mayor firmeza y plenitud.
La renovación de la poesía paraguaya llevada a cabo por la que llamaremos no sin reservas la Generación de 1940, consiste no sólo en la liquidación definitiva de los rezagos modernistas gracias a la introducción de las escuelas de Vanguardia, entendida ésta en su proliferación de tendencias dispares aunque afines, sino en la adopción de una nueva actitud del escritor. En efecto, a partir de los años cuarenta surge en el Paraguay un tipo de escritor que adopta el quehacer literario como el más importante y la literatura entonces se convierte en carrera y en destino. Antes no acontecía así sino esporádicamente. El escritor paraguayo desde 1900 a 1940 era ante todo político u hombre de leyes, o ejercía cualquier otra profesión marginalmente, para la cual la literatura consistía en un pasatiempo o en un adorno. La literatura como literatura, se entiende, porque sólo a ella nos referimos.
Esta actitud será decisiva para la dignificación de las letras. Como uno de sus resultados es menester llamar la atención sobre un fenómeno también nuevo: el escritor paraguayo se afana en trascender el "encierro" a que la mediterraneidad del país había condenado a promociones anteriores. Y este afán se manifiesta en dos formas: el escritor aspira a estar rigurosamente al día con las corrientes literarias mundiales, por una parte, y, por otra, se empeña en dar a luz sus escritos no sólo dentro sino fuera de las fronteras patrias. Los escritores de más edad y aun los más jóvenes comparten igual aspiración. Josefina Plá, Hérib Campos Cervera, Augusto Roa Bastos, Elvio Romero, Miguel Ángel Fernández y otros publican en revistas extranjeras. Y por primera vez nombres de escritores paraguayos adquieren prestigio internacional.
Entre los poetas, Elvio Romero hace de la poesía su quehacer absorbente con tenacidad y éxito ejemplares. Es el poeta paraguayo más fecundo y más leído fuera de su país.
Esto no quiere decir que antes no hubiese habido escritores paraguayos de fama internacional, como Juan E. O'Leary, Justo Pastor Benítez, Justo Prieto, Julio César Cháves, Antonio Ramos, Efraím Cardozo y otros, pero los nombrados, y muchos más que no se nombran, cultivaban o siguen aún cultivando disciplinas no estrictamente literarias, como la historia o el ensayo histórico-sociológico.
Lo nuevo consiste en que el creador de ficciones o el poeta lírico que asume la ficción o la creación poética como exigencia vocacional incoercible, pugna porque su labor esté a la altura de los tiempos por un lado y, por otro, se proyecta allende las fronteras patrias para superar el aislamiento secular. Apenas se celebra hoy día congreso internacional de literatura o conferencia de escritores en que el Paraguay no esté representado por un novelista, un crítico o un poeta.
Otra aportación de los escritores de 1940 a 1960 consiste en un continuo meditar sobre lo que ha sido y es la literatura paraguaya, verificando una revisión imparcial de sus valores, y justificando históricamente sus deficiencias. Nunca se han escrito tantas y tan buenas páginas sobre el tema antes muy poco estudiado de la literatura nacional. Y esto se debe a que la adopción de la nueva actitud del escritor en las últimas décadas exige una toma de conciencia de la realidad cultural del país. Tanto para Roa Bastos, por ejemplo -escritor del 40-, como para J. L. Appleyard y R. Bareiro Saguier -de la promoción del 50-, como para M. A. Fernández, F. Pérez Maricevich y Roque Vallejos - de la del 50-, la literatura que debía hacerse a partir de ellos había de tener muy en cuenta la literatura nacional ya hecha: es menester continuar una tradición -piensan todos-, pero en el sentido de superar cuanto había habido antes de provincialismo, rezago y retórica insincera.