GABRIEL CASACCIA
EL PADRE DE LA NOVELA PARAGUAYA
UNA BIOGRAFÍA LITERARIA
Por ARMANDO ALMADA ROCHE
Editorial Arandurã,
Asunción-Paraguay, 2007 (287 páginas)
A manera de prólogo
Un 20 de noviembre de 1980, a las seis de la tarde, moría en Buenos Aires Gabriel Casaccia, el primer narrador de dimensión continental que tuvo el Paraguay, víctima de una trombosis cerebral. Había nacido en Asunción el 20 de abril de 1907. Nosotros nos atreveríamos a decir que era un escritor paraguayo-argentino. Una residencia de más de 45 años en la Argentina (más de dos décadas vivió en la Capital y el resto en Posadas) le otorgaba el derecho a ser casi tan argentino, igual que cualquier hijo de este suelo acogedor que le diera cobijo. En esta tierra fue recibido con respeto, como se acostumbra aquí a recibir a todos los hombres de buena voluntad. Acá vivió y escribió sus obras y también dio, tributo generoso, a cambio del afecto recibido, hijos argentinos a dicho solar que, poco a poco, y a través de los años, fue haciéndose suyo, y aprendió a amarlo convirtiéndolo en su segunda patria. "Estar en Buenos Aires no es un completo exilio - dijo-: estoy unido por el idioma, y las parecidas geografías no alcanzan a multiplicar la melancolía. Hay distinciones, claro, entre lo que uno tuvo que dejar y lo que encontró. Pero estas distintas idiosincrasias no son obstáculos para la amistad, el respeto y a veces, la admiración. Mejor pueden ser consideradas como estímulos y novedades para todo el que tenga la manía de escribir, que es mi caso". Muchos ignoraban -especialistas incluidos-ese hecho. Un hecho que definía la personalidad de este creador que, junto con Augusto Roa Bastos, constituía la zona de renovación más clara que ostentaba la castigada literatura del Paraguay.
La soledad, el aislamiento respecto de los ambientes literarios, su concentración en el cerrado ámbito de su trabajo, confirieron a Casaccia una personalidad singular. Quizá el exilio, casi un país sin fronteras donde recalaron enormes creadores paraguayos (el músico José Asunción Flores, fallecido en Buenos Aires hace décadas, Elvio Romero, poeta reconocido internacional-mente que habitaba entre nosotros, también fallecido), detalló aquellos límites donde se sumergió el autor de La babosa para procurar cimentar y desarrollar su camino de palabras donde la historia de su país y sus hombres fueron indiscutidos protagonistas de una épica peculiar. Esa misma soledad, acentuada y distante, tal vez explique el silencio de la prensa argentina (y de la paraguaya, ¿por qué no?), un silencio que lamentablemente tiene paredes de ignorancia perdida en la largura del olvido.
La literatura paraguaya, con la muerte de Benigno Gabriel Casaccia Bibolini (tal su nombre completo), ha perdido a uno de sus pioneros y más sólidos puntales, cuando aún su intelecto y talento maduro prometían algo más. Así y todo pudo dar una obra, su último libro, que lo terminara días antes de morir, LOS HUERTAS, una novela de gran fuerza y dramatismo, especie de síntesis de sus novelas anteriores y en donde aparecen casi todos los personajes de sus libros, entremezclados en su eterno Areguá, ese pueblito que significa "desde hace tiempo", si lo traducimos al castellano.
LA INCIPIENTE NOVELÍSTICA PARAGUAYA
La narrativa paraguaya como parte de una literatura nacional se define, en el contexto de las literaturas nacionales hispanoamericanas, por características de atraso y marginalidad cuyas causas no son exclusivamente culturales. Despojado el Paraguay por sus tremendas vicisitudes históricas del espacio y del tiempo que le correspondieron en el proceso de la expresión cultural hispanoamericana, se esfuerza en dar su voz, la que falta aún en su plenitud al conjunto de las literaturas nacionales de América Latina.
El atraso cultural del Paraguay, en correspondencia con su retraso económico y social, presenta una problemática diferente a la de los demás países. Por de pronto, es el único totalmente bilingüe. Junto al español o castellano se mantiene la vigencia de la lengua indígena, el guaraní, como el más efectivo vehículo de comunicación nacional y popular. Una lengua oral cuyo predominio continúa siendo neto frente al idioma heredado en una pro-porción de aproximadamente de un 50% de guaraní-hablantes y un 43% de bilingües, es decir, de hablantes que dominan y practican por igual las dos lenguas, con sólo un 7% de castellano - hablantes monolingües, que no conocen guaraní.
En este cuadro forzosamente esquemático, resalta un hecho a primera vista curioso y casi anormal: pese a la riqueza de su experiencia histórica y de sus dos vertientes idiomáticas, el Para guay no tiene todavía una novelística apreciable, al menos como un cuerpo o sistema de obras representativas de esta cultura bilingüe y aun trilingüe. Situación que los historiadores, sociólogos y críticos de la literatura latinoamericana no parecen haber tomado mayormente en cuenta, y que el renombrado Luis Alberto Sánchez zanjó denominándola en su momento, como alusión a un vacío: "la incógnita del Paraguay".
La narrativa paraguaya, digna de este nombre, comienza al final de la década del 30 con tres novelas de la guerra del Chaco, magra producción si se considera el ciclo de la narrativa boliviana que el mismo acontecimiento produjo. A esta tres novelas iniciales habría que sumar, en la década del 40, los primeros textos narrativos de Gabriel Casaccia, a quien puede considerarse con justicia el fundador de la, en ese instante, incipiente novelística paraguaya. Nuestro hombre no sólo está, junto con Josefina Plá, Hérib Campos Cervera, Augusto Roa Bastos y Elvio Romero, en el parnaso de los grandes creadores paraguayos, sino también en el de toda la gloriosa literatura hispanoamericana.
OTRAS ALAS, OTROS VUELOS
"Yo emigré de mi país en 1935 -explica el propio Casaccia-, después de la guerra del Chaco, porque la situación económica y política se presentaba muy sombría. El Paraguay siempre fue, y sigue siendo, por mandato de Dios, el país de la indisciplina y el despilfarro. Desde el punto de vista de la tranquilidad para escribir, sin problemas políticos ni de otros órdenes, el alejamiento me fue beneficioso. Pero me debe haber sido perjudicial perder el contacto directo y permanente con mi tierra y sus habitantes. No obstante, si me hubiera quedado, todo hubiese sido distinto, tan distinto que otra hubiese sido mi creación, yo, y mi vida entera. Me afinqué en Posadas, por muchos años. Después experimenté una irresistible atracción por Buenos Aires y decidí probar fortuna en ella. Descubro una ciudad fascinante, vertiginosa, también implacable".
Emigrar, partir, mutar el arraigo hasta en casi un hecho creativo, fue una constante de la literatura de su país a partir de 1930. La guerra del Chaco, de la cual -vaya ironía del destino- Paraguay salió victorioso, pareció marcar el inicio de ese modus vivendi.
En tanto, la vida de Gabriel Casaccia había sido común a la de muchos jóvenes nacidos en el seno de familias acomodadas, producto de las inmigraciones europeas beneficiadas con una interesante posición económica. Había nacido en Asunción el 20 de abril de 1907, donde cursó estudios primarios. Fue precisamente en el colegio San José, en el que permaneció hasta el segundo año del bachillerato. De ahí en más, rasgos irregulares demarcaron sus estudios. Tres años en un colegio católico de Bue-nos Aires, otro en el Colegio Nacional de la ciudad de Posadas, que iba a estar entrañablemente unido a la vida del escritor. Para la anécdota, cabe recordar que en las fogosas tierras misioneras Casaccia conoció -como funcionario de un gobierno de facto provincial- al luego presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, Horacio Esteban Ratti.
En 1932, el joven Casaccia ocupaba el rango de jefe de Gabinete del Ministerio de Relaciones Exteriores de su país. Por entonces fue que alcanzó su título de abogado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción. Posteriormente, cuando se declaró el conflicto armado entre su país y Bolivia, en el que tuvo una actuación reconocida con el premio Nobel de la Paz el diplomático argentino Carlos Saavedra Lamas, solicitó ser trasladado al frente de operaciones. Allí actuó como auditor de guerra con la Séptima División de Infantería de las Fuerzas Armadas. En 1935, al finalizar la guerra, se radicó en Posadas, como lo hemos señalado más arriba. Podríamos decir que es un dolorido exiliado por motivos económicos o políticos. Pero siempre un luchador infatigable, un amante de la libertad, un demócrata convencido, un argentino paraguayo de bien y sobre todo un escritor de raza, gloria de las letras paraguayas.
LA BABOSA, NOVELA FUNDACIONAL
Con un siglo de atraso, la narrativa paraguaya inaugural nace casi al mismo tiempo que la nueva novela hispanoamericana. Pero esta narrativa inaugural es una literatura sin pasado. Así la definió la escritora hispano-paraguaya Josefina Plá, en el sentido de una literatura carente de tradición, de un sistema de obras ligadas por denominadores comunes. Una literatura sin pasado, lo cual significa un pasado sin literatura.
Todavía recordamos su primera novela, HOMBRES, MUJERES Y FANTOCHES, un libro mediocre y pesado, pero en donde ya se vislumbraba la chispa de su talento. Después vendría EL BANDOLERO (voces dramáticas), una suerte de pieza teatral a lo Valle Inclán, tipo esperpento. En esta obra aún no hallaba su estilo, los diálogos son muy largos y faltos de espontaneidad, se nota mucho la influencia de las novelas del Ruedo Ibérico. En 1938 publica EL GUAJHÚ, que originó una real revolución en las letras paraguayas y pone término a todo un ciclo narrativo convencional. Es con este libro de cuentos en donde Casaccia, a nuestro entender, encuentra su lenguaje y estilo propios que ya no abandonará en toda su carrera literaria. Posteriormente aparece MARIO PAREDA, que no es la novela que acaso se esperaba de él, pues se nota en ella cierta pesadez en las descripciones; sin embargo, alegra por su frescura y fondo. Después de unos años da a luz otro tomo de cuentos, en 1947, editada por la Editorial Ayacucho de Buenos Aires, El pozo. Con este nuevo libro se vuelve a ubicar en la senda de su estilo definitivo, como lo sostendrán muchos críticos años después.
Pero es con LA BABOSA, novela aparecida en 1952, un año antes que El trueno entre las hojas, de Roa Bastos, en donde Gabriel Casaccia se consagra como escritor y arranca definitivamente al Paraguay del anonimato literario en que se hallaba. LA BABOSA es, nos parece, la novela fundamental en la narrativa paraguaya contemporánea. LA BABOSA no es una crónica, ni una compilación de anécdotas locales, ni un reportaje, ni las "memorias" resentidas de un civil. LA BABOSA es el testimonio de un estado socio-cultural, de una época, fotomontaje de un existir cuyos datos pueden hallarse, repetidos quizá con variantes de color, no tanto de diseño, en otros ambientes donde quiera que las circunstancias ha elaborado las condiciones necesarias, el caldo de cultivo para las situaciones. Es con LA BABOSA, recalcamos, que su tesitura crítica, estrechamente vinculada al existencialismo sartreano, se volvió contra los falsos mitos que envolvían al hombre común de su país, hiriéndolos definitivamente. Precisamente por ello, quienes erigían las murallas de una tradición cuestionables en sus pautas, e incluso el poder que asimilaba tales características para hacer rutina del mismo, se volvieron aunque sin posibles argumentos, sobre Casaccia. Sin embargo, a esa altura de la obra del autor de LA LLAGA, resultaba imposible negar el papel que le tocó jugar dentro de un continente donde la escasa narrativa se había asimilado a una concepción folclórica, limitante, proclive a la inexistencia y a la servidumbre política.
Muchas veces se dice que la prosa de Gabriel Casaccia da como resultado un mundo angustioso e inquietante de fantasmas, de frustraciones, de desamor y de obsesión ante la muerte. Es el reflejo de la preocupación existencial del escritor, siempre presente en su obra, con un tono de pesimismo e insatisfacción. Voluntaria o involuntariamente conoció el exilio, ya lo dijimos.
Augusto Roa Bastos, el otro grande de la narrativa del Paraguay, sin desconocer el lugar que le cabe a Elvio Romero en la poesía, precisó en la presentación de una reedición argentina de EL POZO (Editorial Jorge Álvarez, Buenos Aires, 1967) el papel de Casaccia en las letras de su país. "Gabriel Casaccia es el iniciador de la narrativa paraguaya contemporánea -especificó el autor de Yo, el Supremo-; lo que en buena medida da a su obra un carácter fundacional, y su autor, el mérito insólito de haber echado a andar el género en un país novelísticamente inédito. Antes de Casaccia, la novela y el cuento en el Paraguay sólo conocían esbozos y tentativas frustrados en la ausencia de una tradición novelesca, tan rica y adelantada en otros países de nuestra América. Pero no sólo cronológicamente Casaccia es el fundador de la narrativa paraguaya actual, lo es también por la fuerza y la coherencia de su mundo narrativo".
En una de las tantas entrevistas que le hiciéramos, el escritor decía: "Toda novela es un pequeño cosmos, un orbe cerrado en sí. En toda novela hay algo personal, muy íntimo del autor. En mis novelas la parte personal es Areguá. Uso mis relatos para volver espiritualmente a ese lugar, donde viví las tristezas y gocé las alegrías de mi infancia y adolescencia, y donde dejé tantos recuerdos al crecer. Al escribirlo recordándolo es como si volviera a caminar por sus calles de tierra, y entrar en sus caserones poblados de fantasmas de los que allí vivieron. Más pasa el tiempo y más tengo la sensación que la única vez que fui de verdad yo fue en aquellos años. Tal vez en Areguá -sin saberlo- rocé la felicidad. Y puede ser que ahora esté buscando su leve e imperceptible roce cada vez que me refugio en ese pueblo con la imaginación. Pero todo eso está ya tan lejos, que hay momentos que me parece que Areguá es un pueblo que lo sueño, y que no existe sino en mis libros. Tal vez dentro de algunos años no sea más que eso: un pueblo imaginado. El mundo de la literatura y el mundo en que vivimos son dos mundos distintos. Se parecen casi nada. En definitiva, hay sólo un camino. El que hubo siempre. Que el creador de verdad tenga la fuerza de vivir solitario y mire dentro suyo. Que comprenda que no tenemos huellas para seguir, que el camino habrá de hacérselo cada uno, tenaz y alegremente. Ya que la verdadera misión del escritor moderno es recoger en lenguaje fácil y sencillo trozos de vida diaria, los grandes y pequeños acontecimientos que a todos nos pueden ocurrir".
VISIÓN DE LA MUJER PARAGUAYA
Quienes lo conocimos hablamos de un hombre ligeramente arisco, poco sociable, casi parco, y coincidimos en que para él lo más importante era la literatura, esa fatalidad inexplicable de crear un mundo paralelo donde, tal vez, existiera la felicidad. De alguna manera, Gabriel Casaccia se reconocía en ese espejo. Creía que el destino del artista era el de "vivir una vida imperfecta: el triunfo como un episodio; el fracaso, como verdadero y supremo fin". Decía a quien quisiera escucharlo que jamás había escrito pensando en el lector. Lo hacía para satisfacer "un dulce vicio que no hace daño". Más efusivo, admitió que escribir era "un acto de amor, de locura y de muerte".
Las mujeres en las novelas de Casaccia pertenecen a todas las clases sociales, pero es la mujer de la baja clase media la más estudiada. Casaccia tiene una visión pesimista y crítica del mundo y narra sus argumentos en colores grises, tétricos y trágicos. Sus personajes existen en una sociedad dominada por la dictadura militar opresiva y deshumanizante, la corrupción política, la abulia, la miseria y la desesperación sicológica. No hay héroes ni Heroínas; hay pocos momentos alegres o felices. No aparece en sus páginas la salvación y por eso no hay salvadores. Por su pesimismo y falta de heroísmo Casaccia ha ocasionado cierta condenación, en su momento, de la prensa paraguaya, pero Casaccia mismo ha contestado a sus críticos con la mejor defensa posible: si la realidad fuera diferente, con mucho gusto escribiría cosas alegres. Las mujeres que pueblan sus novelas pertenecen a la misma realidad trágica que los hombres, y por eso no debemos esperar una visión más idealizada de la mujer que del hombre. No obstante, podemos generalizar en este punto que aunque es cierto que la mujer en las novelas de Casaccia comparte la misma circunstancia mala que el hombre, nunca es la causa directa de esa circunstancia. En otras palabras, la mujer es mucho más la víctima de los males de la sociedad que el hombre.
Con LA BABOSA el Paraguay contribuyó por primera vez a la novelística continental y llamó la atención aun de pueblos de otras lenguas. La obra fue recibida en el Paraguay como algo escanda loso, porque muchos paraguayos querían ver una representación pintoresca de su tierra, típica en Libros de viajes o en descripciones folclóricas de mujeres bonitas vestidas en ao po'i bailando al son del arpa. En vez de esto, no encontraron nada halagüeño, sino un retrato crítico y condenatorio del atraso, el interés, el chanchullo, la violencia, el machismo y la frustración en la sociedad. LA BABOSA interpreta el ambiente paraguayo por medio del análisis de varios personajes burgueses que caen víctimas de los chismes de Ángela Gutiérrez, a quien el cura del pueblo ha apodado "la babosa". Todo ocurre en Areguá, repetimos, un pueblo de veraneo a las orillas del legendario lago Ypacaraí, que llega a ser un microcosmos del Paraguay donde el lector observa la fibra moral del país. La primera víctima de Ángela es Ramón Fleitas. La historia de Ramón, la más importante de la novela, es la de un campesino que ha llegado a ser abogado y marido de una mujer rica. Aspira a ser conocido como gran novelista, ya que tiene cierto renombre de poeta en los círculos literarios de Asunción ("tan fácil de ganar", según el autor). Se afana por ocultar su origen humilde y por sostener una imagen falsa de su persona como escritor urbano y culto. Al ponerse en contacto con el medio rústico de Areguá, se degenera paulatinamente a su estado original de campesino y recoge todos los hábitos de un hombre inculto. El agente catalizador de su transformación son los chismes de Ángela acerca de su concubinaje con la criada, Paulina. Ramón, además, simboliza para Casaccia mucho de lo que es el Paraguay moderno: la barbarie encubierta por una capa superficial de cultura urbana y europea.
La babosa es el caso más negativo de la mujer en las novelas de Casaccia. Es cruel, despiadada, inmoral y sexualmente frustrada. Pero, la verdadera intención del autor no es satirizar a la mujer paraguaya o crear un gran personaje para analizar complejos freudianos, sino saca a relucir el ambiente cerrado e inmoral de la burguesía. Así, el carácter de Ángela se hace instrumento para desenmascarar la trampa, la hipocresía de la clase profesional, y la ausencia de caridad y otros valores humanos.
Cuando le preguntamos si era partidario de la literatura de tendencia social o comprometida, el escritor nos responde: "Las almas de la novela no tienen para qué ser como las reales; basta que sean posibles. Y esta psicología de espíritus posibles que he llamado imaginería es la única que importa en el género literario. Aunque lo sorprendente y maravilloso es que a veces la vida de pronto se encarga de justificar y dar validez a aquellos universos imaginarios, o a aquellos seres creados por la fantasía. Pero no es el novelista el que ha ido a la realidad que lo circunda; es la vida la que ha penetrado en el orbe del novelista. El hombre y sus problemas morales y sociales deben ser el centro de una novela. El corazón humano es misterioso e insondable. Para mí el ideal de la novela es aquel en que lo sicológico se mezcla con lo existencial. Claro que al ocuparse el novelista del hombre y -sus problemas inevitablemente aparece lo social, porque el hombre está en el mundo y el mundo también está en él. De ahí que sin quererlo, sin proponérselo expresamente, esté analizando y juzgando la sociedad. Ahora, la novela tendenciosa o comprometida ideológicamente no tiene nada de social y se convierte en mera propaganda política. Para mí una novela lograda es la que no deja indiferente al lector. Tiene que despertar su espíritu crítico y de duda; hacerlo pensar o emocionarlo hondamente; encender su indignación o su adhesión; ser un revulsivo espiritual".
Luego aparecieron LA LLAGA (1963), que contiene un complejo estudio psicológico y que recibió el premio Kraft; LOS EXILIADOS (1966), ganadora del premio Primera Plana y posiblemente su mejor novela; LOS HEREDEROS (1975), donde experimenta con nuevas técnicas. Decía Roa Bastos sobre sus libros: "Yo creo qué el conjunto de sus obras es lo que tiene importancia. Evidentemente, la que abre la etapa de su literatura es LA BABOSA; es su etapa culminante de su labor de escritor. Su muerte es una pérdida muy grande". Y Josefina Plá afirmaba: "Gabriel Casaccia se nos ha ido cuando aún podía seguir acendrando experiencias y profundizando horizontes, con nuevos libros testimoniales, crueles, con una crueldad que lo saben los verdaderos creadores dentro y fuera, es un cilicio sobre el alma. Tenía predilección por crear tipos ordinarios sacados de una clase media decadente envueltos en sus vicios e intereses personales". El autor argumenta: "Yo nunca pretendí copiar ni ser fiel a ninguna realidad externa en lo que se refiere a los personajes. No he pretendido tampoco hacer una novela costumbrista. El pequeño orbe de LA BABOSA -repelente o no, nauseabundo o no- se sustenta de sí mismo. Areguá no es más que el telón de fondo".
Declara el escritor: "Desde mi novela LA BABOSA hasta Los exiliados, pasando por LA LLAGA, noto que sin quererlo, sin buscarlo ex profeso, he tratado de indagar cuál es la realidad de mi país, esa realidad profunda y auténtica, que subyace bajo lo superficial, anecdótico y cotidiano. La busco a través del hombre paraguayo, de lo genuino que hay en él. El paraguayo -como el hombre argentino- tiene un alma y un destino modelados por el ambiente y por problemas originales de su país. Pero no inquiero lo genuino del ser paraguayo sirviéndome del costumbrismo o de su folclore, sino a través de sus conflictos y problemas sociales y humanos. Por eso mis novelas son novelas de personajes, de almas, y el ambiente, aunque importante también, está en segundo término, y no absorbe ni ahoga al personaje".
"AREGUÁ, EL PAÍS DE MI INFANCIA..."
LA LLAGA, publicada en 1964, relata la historia de una de tantas revoluciones frustradas. Otra vez es un cuadro descarnado de las frustraciones, violencia, chanchullo, politiquería y las demás lacras que son endémicas en esa sociedad gobernada por una dictadura sin ley. En esta novela, como en LA BABOSA, Casaccia crea un tipo de lugar mítico del Paraguay y de Areguá. Los nombres de los sitios son verdaderos (Areguá, el Paraguay, las calles de Asunción), pero los nombres de los políticos y de los personajes son totalmente ficticios. El ambiente es, en realidad, una ficción o una abstracción necesaria para el libre desarrollo de los personajes y la acción. No hay recuerdo de fechas, de modo que el tiempo también es mítico. Señalo esto porque muchos paraguayos critican el aspecto histórico de las novelas de Casaccia. Este es un novelista que no sigue estrictamente la historia en sus novelas (como Roa Bastos), sino que crea sus propios ambientes y tiempo basados en hechos reales. El protagonista de LA LLAGA es Gilberto Torres, pintor mediocre y frustrado, que aloja en su casa en Areguá a un ex coronel deseoso de derrocar el gobierno. El hijo de la amante de Torres, Atilio, denuncia la conspiración a la policía. Torres es arrestado, torturado y finalmente exiliado en la Argentina. Atilio luego se suicida. Casaccia desarrolla muy bien los papeles de dos mujeres en esta novela. Una es la mujer de Torres, Rosalía. Su historia es muy común. Cuando era estudiante, se enamoró de Torres, quien le prometía viajes y estudios en Europa. Rosalía no sólo pierde toda esperanza de una carrera sino también el amor a su marido. Queda amargada, porque Torres ahora la encuentra fea y desagradable y tiene una aventura con Constancia de Cantero, la mejor amiga de Rosalía.
LOS EXILIADOS, ganadora del premio Primera Plana en 1966, es la continuación de La llaga, y en ella seguimos la historia de Torres y Constancia en Posadas, Argentina. El tema es el dolor del exilio, y la desesperación de los que lo padecen. Torres es otra vez el protagonista y el mismo tipo ruin, insensible y desconsiderado de antes. Constancia, en cambio, es otra persona. Desde el suicidio de su hijo, se le ha endurecido el corazón respecto a su antiguo amante, a pesar de que la visita con la esperanza de revivir su amor. En relación a esta obra decía el autor: "El tema de Los exiliados es el vivir cotidiano de un grupo de desterrados paraguayos en la ciudad argentina de Posadas, donde residí varios años. De modo que es una novela de vivencias. Su estructura es lineal. Por la forma de presentar el tema podría definírsela como realista, testimonial, aunque no estoy enrolado en ninguna tendencia ni escuela literaria, y cualquier método me parece bueno siempre que él me sirva para prestarle más fuerza y autenticidad al relato".
La anteúltima novela de Casaccia es LOS HEREDEROS, que salió en 1976. La acción ocurre en el Paraguay del año 1948. El ejército acaba de ganar la guerra civil y agentes secretos persiguen despiadadamente a los revolucionarios. Casaccia hace hincapié en la historia de la constante represión en el Paraguay, la sucesión de revueltas, asesinatos políticos, cuartelazos y revoluciones, y el caos y sufrimiento que han dividido la memoria colectiva de su pueblo en períodos de infamia. El argumento versa sobre la persecución de varios personajes opuestos al régimen, y sobre la vida personal de Indalecio Rolón Palacios, siquiatra y antiguo director del manicomio nacional, despedido por violar a una interna de 14 años. En efecto, a pesar de la sangrienta historia vívidamente descrita, la trama principal gira alrededor de la vida sexual del Dr. Palacios y sus deseos mórbidos de desflorar a las inocentes campesinas de Areguá y de casarse con su hijastra.
Esta novela parece recobrar su vigor, que decayera momentáneamente en LOS EXILADOS (1965), para caracterizar el funciona miento de un determinado grupo humano. En este caso, recalcamos, el de los descendientes, empobrecidos y desplazados de la vieja oligarquía liberal paraguaya, en decadencia desde 1922. Unos seres abúlicos, inactivos o acomodaticios, que sobreviven juntamente con los muy pálidos resplandores de lo que fuera la ciudad de Areguá y el balneario de San Bernardino, o que, empujados por la desesperación, se han entregado a una lucha anárquica e irracional (el hijo extremista de la familia Villalba Bogado).
En lo demás, Casaccia se mantiene fiel al historicismo reformista y positivo, propio de la escuela realista, tanto al brindarnos una abundante y precisa información, que sitúa y justifica a sus personajes.
Sería difícil encontrar un caso similar de identificación con un país que alcance la profundidad y dimensiones con que la persona y la obra literaria de Gabriel Casaccia se han reflejado en el Paraguay. Todo lo que ha escrito, no importan los años que llevaba alejado de su suelo o del menester rigurosamente patrio, arranca siempre de su casi agónica preocupación por penetrar en lo paraguayo integral y esencial, en la complexión anímica que con-forma su ser, y por encontrarle vías decorosas a su futuro, que el autor vislumbra cada vez más inestable y amenazador. Para ello recurre a una estética que se resume en una toma de conciencia denunciatoria de valores falsos, acre, negativa, llena de frustraciones; pero a la vez, íntima y trascendente del Paraguay en su descarrío americano.
No cabe duda de que para asumir esa actitud de radical energía creadora que es su verdadero rostro actual, Casaccia transitó durante una primera etapa de aprendizaje -ya lo hemos señala do en otros párrafos- por los caminos de varios "ismos" decimonónicos, mediatizado fundamentalmente por una lastrosa herencia modernista. Pero a medida que avanza en el tiempo y en el espacio literario -etapa de transición-, la forma se vuelve insumisa para responder a un continuo cuestionamiento del propio estilo y de la realidad que lo fundamenta. Por eso, en cuanto a la calidad artística propiamente dicha, simplemente la presuponemos para reconocer que en ella se afinca la función suprema del arte, y que es allí donde incide el genio del artista y los matices intransferibles de su personalidad. Es decir, cuando Casaccia tiene conciencia de que hay que sacrificar el estilo a lo que es superior a él, la ansiedad desnuda, lo hace sin vacilación, porque cualquier cuidado convencional ocultaría esos otros aspectos más positivos y valiosos de su obra.
LOS HUERTAS, O LA REALIDAD DESBORDADA
No creemos que esta novela sea superior, sin embargo, a LOS HEREDEROS. Se advierte en ella el programa, tal vez el artificio; también el humanismo irónico del autor corre el peligro de verse des bordado por la realidad. Las tragedias políticas sobrepasan toda literatura. En ocasiones, el placer de la descripción, de la reconstrucción repetitiva, ha roto el ritmo del libro. Y el humor es siempre un arma de dos filos, que si bien concede distanciación y una cierta sugestión, también hace palidecer los temas. El uso, pues, del tópico deliberado, el empleo aplastante del sarcasmo y el montaje artificial a toda prueba hacen que este libro no sea una obra enjundiosa. Pero ¡cuidado! Estos reparos deben aplicarse en sus debidos límites: LOS HUERTAS es una novela considerable, y sin duda alguna no la mejor de las novelas de Casaccia; nobleza obliga.
Mas, conviene señalar, también conclusivamente, que el examen de la relación hombre-mundo-creación artística, revela el grado en que la realidad va dejando constancia de su paso por la obra escrita para dar acceso a esa otra realidad más auténtica que la de la imaginación -ya lo hemos repetido en otras ocasiones-. Porque cada nueva entrega de Casaccia funciona como llave de acceso a un mundo, abstracto u objetivante también, que encuentra su sentido y se va completando a través de un sistema de referencias, alusiones y connotaciones de la vida diaria que lo sustenta. Su esencial pesimismo humanista le hace apto para la crítica y el examen de conciencia. Su historia es desolada, pues la historia del mundo también lo es. Su pesimismo universal, su tendencia al nihilismo (sus personajes sienten la vida de manera existencialista sin tener la fuerza moral de darle sentido por medio de actos de libre voluntad. Sin estos actos se quedan dentro de un tiempo estancado, vacío y, según la filosofía existencial, al dejarse subyugar por el fatalismo pesimista, no resultan verdaderos seres humanos), su constatación amarga de los fracasos de la naturaleza humana le llevan a una autocrítica permanente, que como ya se ha indicado repetidamente, han venido obsesionando al autor desde que se inició en el oficio de escribir. "¿Qué hay en nosotros, paraguayos, que nos empuja, casi indolentes, casi hastiados, casi alegremente, a la nada?", dice. Hasta cuando se acerca al panfleto -y en cierta forma LOS HUERTAS es uno-, lo hace con un rigor y una disciplina que todo lo transfigura. Gracias a ello, su arte alcanza ese nivel espléndido y sostenido. Y su pesimismo no lo es tanto. Con su mirada lúcida y desencantada, con su sarcasmo humanista, Casaccia es al mismo tiempo un testigo y un actor.
A casi veintisiete años de la muerte de Gabriel Casaccia, tiempo en el que una espesa estela de silencio cayó sobre su historia vertida en la aguda memoria del olvido, resulta importante repasar estos datos. Porque no fue la muerte lo único visible en su camino, esto dicho en función de la ignorancia, que no es olvido, de la prensa. Gabriel Casaccia, quizá, en este mismo momento, se halle paseando por su entrañable Areguá -"el país de su infancia"-, entre fantasmal y auténtico, del brazo de sus personajes, reales o ficticios.
ÍNDICE
Reconocimientos
A manera de prólogo
-. Adiós al amigo/ Areguá, o desde siempre/ Entrañable oficio/ Lecturas e influencias/ La muerte en el alma/ El latigazo del boom/ Borges, el amor y el espanto/ El exilio y el reino/ Cuentos de la selva/ Todos los fuegos el fuego/ La pasión de la escritura/ América en la novela/ El socialismo es un humanismo/ La música en el Paraguay/ El reposo del guerrero/ Cuestionario Proust/ Cronología.
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