LOS "MANCEBOS DE GARROTE"
Si se realizara un cálculo de cuántas generaciones pasaron desde la primera "amalgama racial" hispano-guarani hasta hoy, considerando un promedio de 25 años de edad para cada una de ellas, llegaríamos a contabilizar -aproximadamente- 18 generaciones.
Desde Irala hasta nosotros. Diez y ocho veces españoles, indios, pardos, mulatos, zambos o mestizos. O la mezcla de todos ellos juntos y de otras incorporaciones que vinieron después.
¿Somos tan diferentes -humanamente hablando- a aquellos orígenes?. Aún a pesar de las -a veces- interesadas opiniones actuales, extranjeras y locales, que nos endilgan un montón de defectos, los juicios de jesuitas o cronistas de la colonia sobre nuestros antepasados mestizos no eran tan diferentes a las que, más de doscientos años después nos adjudicaba cuanto veleidoso europeo pasara por aquí. Y, desde los hermanos Robertson a esta parte, pareciera que cambiaron muchas cosas pero según lo que observamos a nuestro alrededor y en las páginas de los diarios, cada vez nos parecemos más al primer nieto de Irala.
De los primeros mestizos, ya "veinteañeros", elogiaba el Fray Juan de Rivadeneyra en 1563, sus habilidades y destrezas enmontar a caballo y en manejar el "garrote".
Y es que como no había suficiente hierro para forjar espadas en la herrería de la colonia, estos mozalbetes manejaban ".. unos varapalos terribles" por lo que les llamaban "mancebos de garrote". En la guerra -decía el fraile- eran "... lindos arcabuceros, ingeniosos, curiosos y osados (...) En la paz no son muy hombres y aplicados".
Unas décadas después, en 1609, el Fray Reginaldo de Lizarraga discrepaba drásticamente con las opiniones de Rivadeneyra cuando escribía al rey: "... los que llamamos mestizos (son) gente mentirosa como sus aguelos de parte de sus madres, holgazanes, bebedores y de otros vicios".
Exageraciones aparte, lo cierto es que estos "chicos" eran enteramente criados y educados por sus madres indígenas, lejos de las convenciones sociales europeas aunque de ese lado, salvo algunas contadas excepciones, los buenos ejemplos tampoco abundaban.
Otra caracterización poco enaltecedora de los mestizos brindaba un bando del gobernador Felipe de Cáceres el que consideraba "... que los mancebos de la tierra están contra lo mandado, (...) asaltando los corrales, las casas y rompen hasta las puertas, por lo que, a fin de atajar tanto mal y deservicio de Dios, ordeno en adelante no salgan de noche, desde la hora de la queda, tocada la campana..".
Pero los encargados de realizar las rondas nocturnas para tomar las medidas punitivas
"... ponían más cuidado en evitar sus acechanzas que en perseguirlos", según Carlos Zubizarreta, debido a que según el mismo historiador, mientras llegaba la hora de los frenos morales "... los ‘mancebos de garrote’ jugaban, bebían y corrían las callejas del poblado buscando lances de amor y de fortuna".
Doscientos años después prevalecían "en el pueblo llano" estas características esenciales aunque una " ...clase selecta y reducida" todavía traslucía, entre la pobreza de sus lienzos y sus pies descalzos, "...la nobleza de sus prosapias".
Un tipo paraguayo pintado por un europeo,
d’Hastrel del Ferdinand, alrededor de 1860.
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