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Compilación de Mitos y Leyendas del Paraguay - Bibliografía Recomendada

  LA VIRGEN DE LOS MILAGROS DE CAACUPE - Por JOSÉ MARÍA RECALDE

LA VIRGEN DE LOS MILAGROS DE CAACUPE - Por JOSÉ MARÍA RECALDE

LA VIRGEN DE LOS MILAGROS DE CAACUPE

Por JOSÉ MARÍA RECALDE


 

         Señor José María Recalde:

         He leído con interés su trabajo "La Virgen de los Milagros de Caacupé", y me ha gustado. Sobre todo, lo encontré piadoso, por lo que creo podrá hacer mucho bien su lectura, difundiendo lo que se conoce de su origen y enfervorizando más y más a los millares de devotos que le rinden pleitesía y veneración.

 

         ANIBAL MENA PORTA

         Arzobispo

 

 

COMO LA SEÑAL DE LA CRUZ ANTES DEL REZO

 

         Se conoce la historia de la Virgen de los Milagros por un opúsculo, tan denso como alado, que nos dejó el Padre Fidel Maíz, figura histórica de dramática actuación en la guerra de defensa contra la Triple Alianza y que sobrevivió a aquella tormenta hasta hace relativamente poco tiempo.

         Orador sagrado de renombre, escritor de pluma vigorosa, intelectual de enciclopédica cultura, considerado una autoridad en filosofía, el que fue hasta morir humilde cura párroco de su pueblo natal -Arroyos y Esteros- escribió la historia de la Virgen de Caacupé con documentación y con cariño.

         Agotada aquella obrita, tan grande no obstante su pequeñez, otro enamorado devoto de la Virgen, el Rdo. Padre Antonio Scarella -uno de los primeros profesores de nuestro Seminario Metropolitano- y celoso sacerdote de la Misión- publicó una más ampliada historia de la Virgen de Caacupé, desde su retiro de Luján; obra que se difundió profusamente en el país y cuya edición también ya se agotó.

         Siguiendo las luminosas huellas de esos autores, se ofrece al público católico esta edición, en la que no podrá encontrarse ni la erudición, ni el elegante estilo, ni el agudo ingenio de aquellos sacerdotes; pero que se brinda especialmente a los devotos a de la Virgen Azul, en el deseo de llenar un claro en la bibliografía cristiana y paraguaya, y en los conocimientos históricos del pueblo.

 

 

CAACUPÉ Y SU VIRGEN

 

         En el Paraguay abundan las bellezas naturales; pero entre esa multitud de dones que sembró la Providencia en su bondad hacia nosotros, ha de sobresalir Caacupé, la progresista villa que fundó una imagen.

         Custodiada por los cerros, como por arcángeles; acariciada, como con manos maternales, por dos arroyos -que después forman el Ytü y más luego el arroyo Pirayú- con un clima ideal, fresco en verano y en invierno tibio, con prodigiosa vegetación en torno, Caacupé es como un estuche de esmeralda que guardarse una preciosa joya.

         Y en verdad que guarda una joya muy preciosa: la Virgen de los milagros, hasta la cual no cesan de llegar los peregrinos en busca de consuelo y cura de sus males del espíritu y del cuerpo, o a pagar su deuda por una u otra salud recuperada.

         Estas romerías se registran todo el año, y se refuerzan en los días de asueto. Pero es en los 8 de diciembre que se vuelca en Caacupé buena parte de la población de toda la república; y aun del extranjero próximo engruesan numerosos promeseros la concentración de un pueblo religioso, que viene a pedir, acongojado, o a agradecer en alborozo sus divinos bienes a la Reina de los Cielos.

         En ómnibus, a pie, en carretas, automóviles, camiones y a caballo, se desgranan los devotos, interminablemente, desde todos los puntos del país, sin arredrarles las incomodidades -hasta contabilizándolas como méritos morales- qué tiene que haber forzosamente en una reducida población sin los suficientes alojamientos para tanta gente.

         Por la historia que a continuación se lee, se verá que realmente parece que la misma Virgen eligió a Caacupé, y hasta el lugar donde ahora está su imagen desde hace 184 años, para desde allí regar con bendiciones a su pueblo.

         …Simbólicamente hay que subir la cordillera para llegar hasta el sagrario de la Virgen de los Milagros. Y esto que pasa en el mundo físico, nos enseña que para alcanzar las mercedes celestiales, hay que subir espiritualmente, en el amor del prójimo y de Dios, para alcanzar la gracia y el perdón.

 

DOS MILAGROS: LA SALVACION DEL ESCULTOR Y SU ESCULTURA

 

         Acaso un poco antes, acaso algo después del año 1600...

         Cierta mañana, un grupo de indios mbayaes perseguía a un guaraní, en los montes cercanos de Tobatí, con la intención de darle muerte, tal vez por pertenecer a otra tribu, la anteriormente dominante, o tal vez porque el indio guaraní se había convertido al cristianismo y era feligrés de la "Doctrina Franciscana.", a la que los mbayaes temían tanto como a Dios el diablo.

         Completamente acorralado como estaba y desesperado por la suerte mortal que le esperaba si caía en poder de esos malvados enemigos, el indiecito convertido se escondió detrás del tronco de un gran árbol que le parecía protector.

         Agazapado allí y temblando, se le iluminó de pronto el recuerdo de la Inmaculada Concepción, que era la Virgen de su predilección, como adoctrinado por los franciscanos. Y entre, rezos y suspiros, entre miedos y esperanzas, le prometió a la Reina de los Cielos que si libraba de sus injustos y feroces enemigos, le haría una imagen de la misma madera del árbol que por la intercesión divina, le daría protección.

         Milagrosamente, nadie dio con él. Y al verse libre, no vivió más que para cumplir su promesa.

         Y volvió al árbol que fue su ángel de la guarda, ya con herramientas. Lo desgajó de la madera necesaria, para su propósito, puso a secar esta madera como él sabía, y pacientemente, con todo el arte de sus manos y el fervor de su alma, se puso a esculpir dos estatuas de la Virgen: una, más grande, destinada a la Iglesia de Tobatí, y otra, más pequeña, para su devoción particular.

         Esta imagen menor es la Virgen de los Milagros que se venera en Caacupé; imagen menor que iba a resultar la mayor, por la abundancia de sus dones y de sus fieles.

         Según la opinión de los críticos de arte, y no solamente de sus devotos, la imagen es una creación artística casi genial en su belleza extraterrena.

         Durante un tiempo, se le alargó el cuerpo, para poder vestirle las lujosas ropas que se le donaban; y esto desproporcionó la mirífica figura, pero sin dañar la perfección de sus facciones. Después, por disposición de la autoridad eclesiástica, se la redujo a las proporciones racionales, para conservar su estética por siempre. Y también se resolvió que no se la sacase más del templo a la estatua original, sino a un facsímil, para ponerla a cubierto de cualquier accidente, siempre posible e imprevisible.


OTROS DOS MILAGROS: NACE EL LAGO YPACARAI Y SE SALVA LA IMAGEN

 

         Algunos años después de aquel milagro de la Virgen -su primer milagro- y de aquel milagro del escultor indígena –el primer promesero- se vuelven a tener noticias de la imagen.

         Cerca de la floreciente población de Arecayá, vivía el patriarca Tapaicuá, guaraní también acristianado. Y en su casa tenía un pozo de agua surgente, un manantial que abastecía a todo el vecindario con su rica y abundante agua.

         En 1603, este generoso ycuá se desbordó en forma nunca vista, sembrando por doquier la desolación y el espanto, con la muerte y la miseria, al inundar toda la región hasta que el beato Fray Luis de Bolaños conjuró a las aguas, para que no se hinchasen más, quedando así formada la laguna Ypacaraí.

         Entre los objetos que arrostraban las crecidos aguas -animales muertos, y aun cadáveres humanos, casas arrasadas, árboles y muebles- iba un extraño maletín cilíndrico de cuero que flotaba a la ventura.

         Un carpintero indio de Atyrá, llamado José, lo vio y salvólo y llevado a tierra firme, descubrió que contenía la famosa imagen de la Inmaculada Concepción, de la que

ya se sabía la historia: quién la talló, porque, y cómo se había hecho escultura tan sublime.

         Consultado el Padre Bolaños, éste adjudico la imagen a José -que por algo la Providencia lo había elegido para encontrar y rescatarla de las aguas- hasta que apareciese el verdadero dueño.

 

¿QUIEN FUE EL INDIO QUE TALLO LA IMAGEN Y QUE SE HIZO DE ÉL?

 

         De este hombre, tan creyente como artista, lo historia no ha recogido el nombre. Pero aunque no sepamos nunca a quién deben la fe y la iglesia esa obra de inspiración

celeste, consolémonos con la creencia de que la Virgen ha de conocerlo, y allá, en el cielo, le habrá dado el premio que en esta vida se ganó.

         De la suerte de este artista indio se dan hecho dos suposiciones: que se había mudado de Tobatí y que residía en Arecayá cuando la inundación; o que lo sorprendió ésta en un viaje y que moriría ahogado en la crecida de las aguas.

         Esta última hipótesis es la más probable, por lo bien acondicionada que se encontró la imagen en su hermético maletín de cuero, y ya que nunca nadie se presentó a reclamarla, señal de que entonces ya estaría muerto el propietario.

         Y si se había avecindado en el lugar, no se explica que tuviese así guardada su idolatrada virgencita, cuando es de presumir que le rendiría culto permanentemente.

 

EL PRIMER ORATORIO EN CA'ACUY CUPE

 

         Quedó entonces así José, el carpintero indio de Atyrá como dueño de la imagen.

         Siguió corriendo el tiempo, cada vez más plácido. Y al cabo de unos años, ante el aumento de la población de Atyrá con el traslado de los indios de San Vicente de Lloys, de las cercanías de Gorsory, se hizo imprescindible construir más casas en el pueblo, para darles un decente alojamiento.

         El Padre doctrinero de Atyrá comisionó al indio José -el feliz poseedor de la Virgen de los Milagros- para que fuera en busca de las maderas reclamadas para las urgentes edificaciones, enviándolo a Ca'aguy cupé; de donde, apocopado y más fonético, le vino la denominación de Caacupé al pueblo no nacido todavía entonces, pero que iba a tener vida inmortal gracias a la Virgen de los Milagros.

         Terminada su misión José, y encantado del clima y de las bellezas del paraje de donde había traído las maderas para agrandar el caserío del pueblo de Atyrá, decidió volver a él y quedarse a vivir allí con su esposa e hijo único y naturalmente con su adorada Virgen.

         Eligió el lugar conocido por "Comisaría cue", en las proximidades de "Sanja Jhü", a unos dos kilómetros del futuro égido de Caacupé, hacia el S. O.

         Anexo a la vivienda que levantó para los suyos, construyó un modesto oratorio. Este fue el primer santuario de la Virgen de los Milagros, y fue muy concurrido de devotos que le traían limosnas y regalos de joyas y animales, en gratitud por las mercedes de que era pródiga la imagen.

         La casa del indio José y familia con su oratorio de la Virgen, estaba en tierras condóminas de don Manuel Gómez y don Solano Irrazábal. Y el Ycuá Rivas que manaba allí cerca tomó el nombre de Tupasy Ycuá, clavándose a su vera una cruz de urundey mi.

 

MUEREN JOSÉ, SU ESPOSA Y SU HIJO, Y SE HACE PUBLICO EL CULTO EN TOBATI

 

         Tiempos después, enfermó de gravedad José. Y sintiendo que llegaba su hora suprema, con la bendita imagen de la Virgen en sus manos y rezando la "Salve" -traducida al guaraní por el santo paí Bolaños- entregó su alma al creador.

         Al poco tiempo, muere también la viuda de José, y luego, el hijo único del virtuoso matrimonio, quedando la milagrosa estatua en poder de uno de los parientes de José.

         Lo único que se sabe desde entonces es que este pariente llevó la santa imagen a Tobatí.

         Y desde aquel año impreciso, se pierden las huellas de la Virgen, si bien los deudos de José, a la desaparición de su familia, resolvieron que en adelante el culto de la Virgen fuese público y ya no más privado, como venía siéndolo.

         Más de cien años dura este silencio de la  historia de la Virgen, trasmitida por las generaciones sucesivas. Pero este mismo silencio y el hecho de que allá por el año 1750 vuelva a aparecer la imagen, nos revelan el milagro que siempre, tanto ayer como hoy, la ha rodeado, así como el destino que le había señalado la Providencia de ser la lumbre espiritual de nuestra patria.

 

POR FIN SE TRAE, DEFINITIVAMENTE, LA VIRGEN A CAACUPÉ

 

         Con efecto, en esa fecha, poco más o menos, un natural de Tobatí, cuyo nombre también se desconoce, ofrece la estatua de la Virgen a la familia Aquino, gente principal de Caacupé, con la condición de que se le construya un oratorio digno, fácil de levantar, por cierto, con tantos donativos como se habían acumulado en la inocencia de aquella época feliz.

         Pero los Aquino, que eran numerosos y pudientes, no aceptaron la gloria de ser depositarios de la Virgen y la envidiable oportunidad de hacerle una morada en Caacupé.

         Quizá a esta familia se le antojaba demasiada responsabilidad esta misión, y en su humildad se juzgaría no merecedora de la honra de alojar a la Reina de los Cielos en su hogar.


DOÑA JUANA CURTIDO DE GRACIA

 

         Así las cosas, se ofreció oportunamente doña Juana Curtido de Gracia, quien cedió unas tierras de su propiedad, de dos manzanas de extensión. Y se adelantó a edificar en ese predio un oratorio provisorio para la Inmaculada.

         Este terreno es el que actualmente ocupan la iglesia de Caacupé y su plaza circundante.

         Y no soleemos que la población y las autoridades edilicias de la villa hayan reconocido la fe y la generosidad de aquella dama, dando, por ejemplo, su inolvidable nombre a una de las calles adyacentes de la iglesia, o a la misma plaza, para que la posteridad siempre recuerde su meritoria donación.

         (Esta donación se formalizó en 1765; y en unos papeles de la época, anexos a dicho documento público, constaban los datos anteriores sobre la odisea de la Virgen; papeles que estuvieron en poder del juez de paz y jefe político don Solano Irrazábal).

 

PRODIGIOSO FRACASO DE LA CONSTRUCCION DE LA IGLESIA EN LOMA GUASU

 

         Debido a no sabemos qué dificultades o a diferencias pueblerinas, los vecinos, ante la oferta de doña Juana Curtido de Gracia, propusieron ubicar la proyectada iglesia en el lugar denominado Loma Guasú, a una legua al norte de Caacupé, y no en su futuro asiento mismo.

         Consultada la autoridad local, ella dispuso que la iglesia se edificase allí, es decir, en Loma Guasú, siempre que algún vecino donase el solar para el efecto, como lo había hecho tan espontáneamente doña Juana Curtido de Gracia en el actual Caacupé.

         Fue así cómo poco a poco fueron acumulándose los materiales de construcción en Loma Guasú, donados por los fieles de los alrededores.

         Pero cada vez que estos pobladores se citaban para trabajar, y ponían, manos a la obra, un temporal inesperado desarraigaba los horcones y echaba en tierra las vigas, destruyendo, en fin, todo lo poco que se iniciaba siempre.

         Por último, se dieron por vencidos los que querían en Loma Guasú la iglesia, viendo la voluntad divina en tantos contratiempos, invariablemente repetidos, como si la Virgen señalase el corazón del futuro Caacupé para mansión terrestre de su imagen en el misterio de su inmaculada concepción.

 

LA PRIMERA IGLESIA: 4 DE ABRIL DE 1770

 

         Hay que tener presente que Caacupé no existía aún como poblado y que al parecer era lo mismo, por lo tanto, ésta o aquella ubicación de la proyectada iglesia.

         Cinco años después de los percances relatados, edificó la iglesia en su sitio de hoy, aunque no era toda la actual iglesia.

         Era un edificio de 50 varas de largo por 20 de frente, con un corredor de 4 varas de ancho, probablemente con torre de madera al costado izquierdo.

         El caballete tenía 7 varas de alto; las paredes costaneras, 5 varas, y las columnas laterales, 7 varas, mirando el templo hacia el N.E., sin fachada, con 3 puertas al frente

y una ventana encima de la central, para dejar entrar la luz a un pequeño coro de madera.

         Esta primitiva iglesia tenía tres naves, siendo doble de las otras la del centro. Las paredes eran de adobes, y el piso, de ladrillos, y el techo, de tejas.

         En el altar mayor había tres nichos, y a ambos lados del de la Patrona, sendos altarcillos laterales: en el lado derecho, la Virgen del Carmen, y en el izquierdo, la Pasión. Una barandilla de madera, muy sencilla, separaba el presbiterio.

         En el primer caballete, al entrar, se leía: "Se empezó el 4 de Abril de 1770 -- Dedicase a la Virgen de los Milagros".

 

FUNDACIÓN ESPAÑOLA Y PARAGUAYA DE CAACUPE: LA "CAPILLETA"

 

         Vista la devoción famosa despertada por la Virgen, el gobernador español Carlos Morphi fundó en ese mismo año Caacupé como Centro Religioso.

         Pero recién en tiempos de don Carlos Antonio López, este gran presidente erigió el pueblo como centro civil, nombrándose al Pbro. Juan José Jiménez, Cura Párroco o Excusador del pueblo fundado por la Virgen, con el nombre de "Capilleta".

         Así nació Caacupé como pueblo, formando parte de un solo gran distrito que comprendía también Arroyos y Esteros y Atyrá, cuya especie de capital administrativa era Tobatí y cuya autoridad era un Juez Comisionado General y Jefe de Urbanos con asiento en Aparipy.

         El primer Juez de Paz y Jefe Político de la Capilleta de los Milagros fue don Juan Bautista Saracho, que era Celador Auxiliar en Capilla Guasú, antiguo nombre de Piribebuy.

 

UN AVISO DEL CIELO...

 

         Siendo Cura de la iglesia de Caacupé el Pbro. don Mariano Quiñónez, una noche de tormenta, en el año 1852, cayó un rayo en la iglesia.

         Los descarga eléctrica redujo a cenizas el cortinado que cubría el nicho de la Virgen, y a consecuencia del incendio que produjo el rayo, uno de los dedos de la mano de la Virgen y la pintura de su rostro quedaron muy deteriorados.

         Los efectos del rayo en la adorada imagen causaron consternación entre los fieles. Más tarde se quiso ver en el siniestro un presagio de la cercana guerra que nos trajo la Triple Alianza.

         Tres años después, vino de Asunción el pintor Manuel Marecos, para que retocara la imagen, restaurándola, la cual quedó tal coma se conserva hasta el presente.

 

NO SE TRASLADA LA IGLESIA CON SU MILAGROSA IMAGEN

 

         En 1856, la iglesia se aumentó con dos lances más. Dirigió la obra el maestro Aquino, artífice de entonces, quien comprobó que era la tercera vez que se ampliaba la sagrada casa.

         El presidente Francisco Solano López tuvo el propósito de trasladar la iglesia a la falda occidental del cerro, probablemente donde ahora repta la ruta por el que se llamo Yvytú Rapé.

         Se cree que este plan del Mariscal López respondía al deseo de Madame Lynch de tener la iglesia con su famosa Virgen frente a su quinta de Patiño, al otro lado del lago.

         Pero lo más verosímil en el proyecto es que obedeciese a la intención de entronizar la milagrosa imagen en la meseta desde donde el Padre Bolaños aquietó las aguas desbordadas del futuro lago.

         Sea como fuere, no se llevó a cabo el traslado, porque la guerra se venía encima; y toda la atención gubernativa y de la nación entera era reclamada por la suprema defensa de la patria.

 

SAQUEO DEL TESORO DE LA VIRGEN

 

         En la trágica retirada de nuestros ejércitos, cayó en poder de los invasores todo el tesoro de la Virgen, consistente en alhajas y dinero amonedado de oro y plata.

         Entre esta riqueza desaparecida, figuraba la corona de oro con incrustaciones de piedras preciosas que le había donado la hermana del Mariscal y esposa del general Barrios, doña Inocencia López de Barrios.

         Fue en Acosta Ñü donde se perdieron, en manos brasileras, estos cuantiosos tesoros de la Virgen, según lo atestiguó el Padre José del Pilar Jiménez, simple diácono y guardián depositario del tesoro.

 

EN 1883 SE EDIFICO LA ACTUAL IGLESIA

 

         Por último, fue en el año 1883 cuando se construyó la actual iglesia de Caacupé, de piedras y ladrillos, siendo Cura Párroco don Bernardino Sandoval, y con la exclusiva contribución de los devotos.  

         La iglesia tiene, en su ampliación de entonces, 57 metros por 19 con los corredores inclusive. Mira esta vez hacia el S. O. y ostenta la torre a la derecha.

      Las obras de edificación estuvieron bajo la dirección del mayordomo de fábrica don Manuel Gómez.

 

HAY QUE PROSEGUIR Y TERMINAR LA GRAN BASÍLICA

 

         La futura gran basílica comenzóse a construir en 1945 y será, a su terminación, una de las más majestuosas de América.

         La concepción arquitectónica es creación original del arquitecto don Miguel Ángel Alfaro; y en ella se contempla, no sólo la belleza artística y la amplitud del templo, sino que también la necesidad -además de la basílica propiamente dicha para santuario de la Virgen y adoración de los devotos- en ella se contempla la necesidad, decimos, de una cripta, en el piso bajo, donde los servicios religiosos ordinarios puedan oficiarse con la debida solemnidad, sin el vaivén de público de paso ante la Virgen.

         No puede calcular el costo de la basílica, por la creciente cotización de los materiales de construcción y de la mano de obra, y porque la obra va a llevar años todavía.

         Será lenta la construcción a causa de que se la costea exclusivamente con donaciones y limosnas, según estos aportes, que son imprevisibles por su naturaleza.

         También por esta causa, de depender únicamente de la generosidad y del fervor de los devotos, no puede fijarse ni aproximadamente la fecha en que concluirá la monumental iglesia.

         Para tener una ligera idea de lo que costará toda la basílica, basta saber que hasta la fecha, tal como están las obras, apenas iniciadas -si bien la parte más difícil- ya han exigido la inversión de mucho más de medio millón de guaraníes.

         La verdad es que es considerable, en cantidad al menos, el tesoro en alhajas de la Virgen, pero aparte de ser penoso deshacerse de esas joyas en su fundición, igualmente se teme que al final no sumen una cantidad muy    respetable como parecerá a primera vista. Es probable que el valor de dichas joyas, como metal, sea inferior al de las joyas como tales, y entonces, su conversión en barras de oro y plata, a más de ser costosa por los distintos quilates de los metales empleados, no alcanzaría un alto precio; un precio compensador al menos de la pérdida de las alhajas y del trabajo de clasificarlas en la fundición.

         Las características de la basílica son éstas:

         Como ya se dijo, se compondrá de un cuerpo longitudinal y de un crucero, en cuya intersección se disponen de cuatro arcos portantes que se apoyan sobre cuatro pilas-trones, y sirven de asiento, a su vez, al tambor, reforzado con contrafuertes y perforado por ventanales que dan paso a la luz hacia el interior del templo. Este tambor es el que recibe la cúpula, la cual remata en un gracioso cupulín o linternón.

         La cabeza y brazos de la cruz del edificio, se hallan festoneados por tres capillitas o nichones, de planta semicircular; y la construcción longitudinal está integrada por tres naves -una central y dos laterales- separadas por filas de arcadas que se apoyan en haces de columnas.

         La entrada está constituida por un frontón que se apoya sobre una columnata.

         Toda la edificación se halla rodeada de una galería limitada por una fila de arcos apoyados en columnitas.

         En el frente, se perfilan dos campanarios, simétricamente dispuestos.

         Una particularidad que cabe señalarse son las dos galerías de planta curva, a cada lado de la fachada, simbolizando maternales brazos que se abren y se extienden.

Estas galerías se proyectan hacia la plaza y tienen la pendiente necesaria para servir de rampa de acceso, y sin graderías, desde el nivel de la plazoleta hasta el de la iglesia.

         La cúpula se cierra a una altura de cuarenta metros con cincuenta centímetros por encima del nivel del piso. Y el cupulín se sobre eleva siete metros más sobre la cúpula. Es decir que la mayor altura de la basílica será de 47 metros con 50 ctms.

         La clave de la nave principal se halla a veinte metros con noventa centímetros del piso.

         Desde las columnas del pórtico hasta el arco de la galería posterior, el largo máximo del edificio alcanzará ochenta y cuatro metros con setenta centímetros. El largo del crucero, incluyendo las galerías circundantes, será de cincuenta y tres metros con cincuenta centímetros. El ancho del cuerpo longitudinal será de treinta metros con treinta centímetros; y el ancho de las galerías, cuatro metros con cincuenta centímetros.

         Como el terreno presenta un acentuado desnivel en el sentido del eje longitudinal de la iglesia, ubicar la cripta bajo la basílica ayudara más bien a resolver el problema topográfico en esa forma, mucho más útil y fácil, que el desmonte o el relleno.

         El magnífico proyecto del arquitecto Alfaro –que no es ninguna copia ni encaja en un determinado estilo arquitectónico- está siendo llevado a la práctica por la empresa constructora de los distinguidos ingenieros Luis A. Paleari y Pastor D. Gómez.

 

 

EL ÑANDEJARA GUASÚ DE PIRIBEBUY

 

         Corriendo de boca en boca, a través de las generaciones y con referencias documentadas de vez en cuando, llega hasta nuestros días la historia del santo Patrono de Piribebuy: el milagroso Ñandeyara Guasú.

         A pesar de tenerse pocas versiones históricas, las mismas son bastantes para ser dignas de crédito, dándole a la historia -ese mismo misterio- inefables bellezas y la sencillez tan pura de las tradiciones religiosas.

         La imagen consiste en un Crucificado, esculpido en madera y de acabado artístico, como todas las obras de arte que nos legó el pasado y que fueron trabajadas por las manos inspiradas y el corazón ingenuo de los indios guaraníes bajo la enseñanza de Padres franciscanos y jesuitas.

         El Ñandeyara Guasú también es creación de un escultor anónimo, cuyo nombre la tradición no ha recogido; pero cuya alma, sí, habrá sido recocida por Ñandeyara Guasú por toda una eternidad de beatitudes.

         La particularidad de este monumento sagrado es que tiene los brazos plegadizos, gracias a un mecanismo simplísimo, mediante el cual los brazos pueden adosarse al cuerpo, facilitando así el desprendimiento, su manejo y su traslado.        

 

COMO SE ENCONTRO ESTA IMAGEN

 

         Esta es la historia del hallazgo del Ñandeyara Guasú.

         La cordillera de los Altos, al noroeste de Paraguarí, tiene una bifurcación rica en paisajes de montes escabrosos, dulces arroyos y plácidos valles, pintorescos en su matización, verdes de lujuriosa vegetación y con un cielo luminosamente azul sobre la tierra roja.

         Desde lejanos tiempos y hasta hace relativamente pocos años, ése era el paso obligado del comercio del país, en una vasta zona norte, de maderas y de yerba mate sobre todo. Era corriente el ir y venir de frutos del país y de mercaderías manufacturadas de regreso, en largas caravanas, a lomo de mulas por esas serranías.

         Y fue en estos lugares que cierta vez pasaba una de esas caravanas, cuando un peón del grupo descubrió entre los riscos y la maraña una mula suelta, inmóvil, junto a un extraño bulto envuelto en lana y algodón.

         La mula perdida y solitaria dejó acercarse a los arrieros; y fue enorme la sorpresa de éstos -hombres simples como eran- cuando hallaron, en el misterioso envoltorio desenvuelto, una gran imagen del Crucificado, con los brazos plegados y de sobrecogedora y mística belleza en sus líneas escultóricas y en su vívida, dramática expresión.

         Atribuyeron su propiedad a los jesuitas de San Estanislao, y su pérdida, al extravío de la mula de alguna caravana que traía o llevaba mercaderías, ya de los yerbales, ya de la capital.

         Conocido el prodigioso hallazgo por los espaciados pobladores del lugar –a quienes se informó en la búsqueda del dueño de la imagen- el vecino más próximo al sitio del descubrimiento del Ñandeyara Guasú, lo reclamo para sí, para dejarlo en su casa y allí exponerlo a la veneración pública.

 

LAS MULAS OBEDIENTES Y EL CAPATAZ DESOBEDIENTE Y CASTIGADO

 

         El capataz de la caravana, hombre violento y descreído a todas luces, decidió, por el contrario, llevar el Crucificado a Pirayú, considerándose con más derechos sobre él porque uno de sus peones lo había encontrado y él era el jefe.

         La misma mula, que parecía haber estado custodiando lo imagen, y todas las demás restantes se empacaban, negándose a ponerse en marcha, a pesar de los azotes, cada vez que se les ponía el divino bulto encima.

         A raíz de este inexplicable y unánime "capricho" de las mulas, el jefe de la caravana resolvió quedarse a pernoctar en el lugar, para intentar el traslado del Crucificado al día siguiente.

         Misteriosamente, el capataz empecinado amaneció muerto al otro día, sin que nadie pudiese precisar la causa de su súbito fallecimiento, aunque en verdad todos sus subordinados y acompañantes y vecinos, todos menos él -el muerto ya- habían visto en la conducta de las mulas, la voluntad de la Providencia.

         Y el hombre había maltratado despiadadamente a las pobres bestias porque obedecían, inocentes, una incógnita orden superior, que les hacía soportar los goles y persistir en su actitud, no obstante los castigos inmerecidos y crueles.

 

CURUSU CERRO, SANTUARIO DE ÑANDEYARA GUASU

 

         Luego de sepultado el cadáver de su jefe, la caravana reemprendió el viaje, dejando el Crucificado al vecino que lo había solicitado desde el comienzo, y tan insistentemente, y de quien se sabía era hombre de bien y de vivir en el temor de Dios.

         Y bien pronto, con las limosnas de los continuos mercaderes y otros viajeros de tránsito, se levantó un humilde oratorio en una gruta, del cual no han de quedar ni los escombros hoy.

         En torno a este oratorio con su cruz que alzaba como bandera de paz, se fue formando un pueblecito: Curusú Cerro.

         Cuidaba del oratorio de la gruta un ermitaño, que allí mismo vivía como un anacoreta, alimentándose de las limosnas, y dando el pan de gracia, el pan espiritual, a los cristianos del contorno; y en cada año se realizaban funciones patronales qué atraían mucha gente.                

         Tiempos después, la cruz de este oratorio, de un metro de altura y que era monolítica, es decir, de urca sola pieza de piedra, fue llevada por el Padre Gaspar Medina al oratorio público, colocando en su reemplazo otra de madera y de igual tamaño: gloriosa cruz que los devotos astillaban,   carcomiéndola, en mérito a los milagros que florecían a su sombra.

         Ya muy mutilada esta cruz, fue cambiada a su vez por otra de tres metros de alto, que hizo colocar doña Agustina Escobar.

        

 

SIMILITUD DE LOS PATRONES CELESTIALES DE CAACUPÉ Y PIRIBEBUY

 

         Es de notarse la analogía que tienen entre sí la Virgen de los Milagros de Caacupé y el Ñandeyara Guasú de Piribebuy: pueblos hermanos en su vecindad y en su destino.

         De ambas imágenes les da la tradición como autores a dos indios guaraníes; los dos grandes artistas llevaron sus nombres a la tumba, aunque nos legaron lo mejor de ellos: sus obras inmortales. La una imagen apareció flotando en las aguas de una inundación, y la otra imagen, también en forma misteriosa, en la soledad de los bosques y de los cerros. Y de ninguna aparecieron jamás los dueños, y las dos han cruzado el tiempo indemnes.

         Lo que sí parece sin lugar a dudas es que el cielo había dispuesto que el Hijo de Dios y su Divina Madre estuviesen cerca una de otra, para que sus milagros fuesen los puntales de la Fe, las estrellas de la Esperanza y los manantiales de la Caridad.

 

UN MILAGRO BIEN DOCUMENTADO

        

         Pero volviendo a la narración de la imagen de Ñandeyara Guasú, leemos en el primer caballete de la iglesia de Piribebuy, esculpida esta frase en la madera:

         "1774 - Operario: don Gaspar Medina".

         Al respecto, como basamento histórico, como verdad científica, sabemos que el Padre Gaspar Medina estuvo atacado de cáncer epizoico en las fosas nasales.

         Su mal era incurable y se hallaba harto avanzado. Pero este digno sacerdote prometió levantar un templo a Ñandeyara Guasú de su peculio si llegaba a curar de su terrible enfermedad.

         …Curarse un cáncer, y más aún en aquella época, era un milagro imposible... ¿Y entonces?. . .

        Pero para Ñandeyara Guasú no hay imposibles. Y así está escrito, en el caballete de la iglesia de Piribebuy, uno de sus tantos milagros.

 

TRADICIÓN Y PORVENIR DEL GENIO PARAGUAYO COMO PUEBLO ARTISTA

 

         Un pueblo de artistas. Esto es el pueblo paraguayo, y desde antes, desde antes de nacer como nación independiente. Y alguna vez han de volver a sobresalir sus dotes naturales, como ya fructifican hoy en la música especialmente y en el canto.

         La Virgen de los Milagros, el Ñandeyara Guasú y todas las ruinas y reliquias de las sobrevivientes iglesias coloniales, nos demuestran el genio guaraní para crear bellezas.

         El Padre Charleroir, en su "Historia del Paraguay", consagra la idoneidad, la inteligencia, la contracción y la paciencia de los nativos del país para la arquitectura, la escultura, la pintura y un sinfín de industrias que exigen sentido estético y talento.

         En arquitectura, por ejemplo, prueba de esa predisposición de los guaraníes son las ruinas jesuíticas de Jesús y Trinidad. En escultura, trabajaron de preferencia la madera, material acaso más difícil que la piedra; y en el arte de esculpir hicieron obras poco menos que maestras.

         Han quedado innumerables obras, o más bien, restos de obras escultóricas, la mayoría desaparecidas hacia el extranjero, en museos públicos y privados y en mansiones particulares y hasta en aplicaciones de las más profanas.

         En los retablos franciscanos de Atyrá, Caazapá, Itá, San Juan Nepomuceno, Tobatí, Valenzuela, Yaguarón, Yuty y Capiatá particularmente -con su primoroso altar mayor y su sagrario- y de otros pueblos, pueden admirarse aun muñones de esas joyas escultóricas.

         También se distinguieron los guaraníes, bajo la dirección de franciscanos y jesuitas, en la fabricación de órganos musicales, muy buenos en sonido y en su acabado, que obtuvieron éxito en Europa mismo, juntamente con alfombras de Turquía artísticas, tejidas íntegramente a mano, esferas astronómicas, etc. etc.

         Un pueblo que fue grande en espíritu, en las creaciones del arte y de la fe altruista de sus corazones, y en las realizaciones colectivas de su felicidad y su progreso, tiene que volver a ser de nuevo grande en la paz fecunda, porque está signado por el mismo Dios.

 

LAS PEREGRINACIONES, SÍMBOLO HISTÓRICO Y PROFUNDO

 

         Aunque conscientemente no se capte, las peregrinaciones son también un símbolo.

         Peregrinos somos los mortales en este valle de lágrimas; peregrinos que al ir hacia la muerte, en verdad vamos hacia Dios, según el cristiano aprovechamiento del terrenal viaje que es la vida.

         Esta peregrinación de nuestra vida es como ir a un Caacupé más trascendente, con el premio de arribar al cielo, si en el peregrinaje no fuimos pecadores o si nos arrepentimos, con humildad, de los pecados.

         El pueblo, con su fe y en su conciencia, intuye o adivina que al trasladarse a Caacupé como promesero, repite y anticipa, en la síntesis de un símbolo, su        vida y la de toda la humanidad.         

         De ahí que los peregrinantes deben llegar hasta la Virgen con corazón de niño y mente limpia, como puesto de rodillas el espíritu, como recién nacida el alma, para hacerse dignos de la presencia inefablemente virginal y ser merecedores de su misericordia.

 

 

OTRA VEZ EN NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO

 

         Confiando en que al lector que nos ha acompañado hasta el final, este pequeño libro lo habrá reconfortado, siéndole agradable su lectura y además fructífera en nutrición de espíritu, en aumento de fe cristiana y amor patrio, constructivamente; a ese lector propicio le decimos "Dios se lo pague" por su bondad de acompañarnos, y le deseamos paz.


 



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