Uno de los efectos centrales que se buscó con las estrategias de terror fue desestructurar los procesos organizativos de carácter social, político o armado que suponían una amenaza para el régimen. Numerosas expresiones organizativas se convirtieron en objetivos de operaciones militares o policiales que atacaron a organizaciones campesinas, así como a partidos políticos de oposición, organizaciones estudiantiles, movimientos sociales y algunos sectores disidentes del coloradismo oficial.
El terror formó parte del contexto de las violaciones de derechos humanos en el caso de la dictadura. Este terror era parte de una estrategia de control social contra grupos o personas que militaban en grupos de oposición, pero también cumplió una función de control social más amplio.
En guaraní esa estrategia se conoció con el nombre de mbokyhyje (aterrar), es decir, hacer tener miedo. La coerción y el miedo, sistematizados como mecanismo de poder, provocaron la internalización de la represión en la ciudadanía, un “censúrate” o “reprímete” permanente. Se logró así cercenar la capacidad de rebelión y resistencia desde el interior de la misma ciudadanía.
Las prácticas del régimen de usar informantes o pyrague en las comunidades o vecinos y la generalización del estigma supusieron un ejercicio de control de la vida cotidiana que rompió esa confianza con los demás. Este componente de control total supuso en muchos momentos incluso una mitificación de la capacidad del régimen, que si bien disponía de todos estos recursos represivos, generó una vivencia de impotencia total en las víctimas y sectores afectados, induciendo a una pasividad defensiva. En este ejercicio y vivencia de control total, la idea que quedó durante años en la mentalidad de muchos sectores es que la autoridad tiene una fuerza invencible.
La forma en cómo se perpetraron las violaciones, especialmente la gran proporción de gente que sufrió detención arbitraria y el carácter generalizado de la tortura a las personas detenidas muestran la intencionalidad de generar terror como parte de las violaciones, y su carácter ejemplificante destinado a los sectores que podrían mostrar solidaridad y apoyo a las víctimas directas.