USOS Y COSTUMBRES
" ... APÉESE CABALLERO"
Conseguir alojamiento en tiempos de la Colonia al llegar a una ciudad desconocida, suponía grandes dificultades. Sobre todo si el visitante era extranjero, eso es decir no español ya que habría sido probable que los súbditos de la corona que llegaban al Paraguay tuvieran en Asunción, lo mismo que en España, la posibilidad de alojarse en las "casas del Rey", propiedades particulares cuyos dueños tenían la obligación de ceder alguna parte de sus instalaciones como alojamiento de instituciones, especialmente cuarteles, o personalidades del gobierno. Consideraciones aparte, las penurias para llegar al Paraguay eran tantas que al mérito del arribo se agregaban las muestras de alegría y hospitalidad de los residentes, hacia los visitantes.
Ya cuando la Colonia se hubo consolidado y la expansión de Asunción obligó a mayores intercambios, tanto sociales como comerciales, el contar con un pariente en la capital resolvía todos los problemas de alojamiento. No tanto porque se tuviera mayores comodidades, ya que la hospitalidad se limitaba a un catre o una hamaca tendidas bajo las enramadas, sino porque se podría pernoctar al abrigo de una casa.
Por lo demás, era común que la gente durmiera donde le sorprendiera la noche o incluso ya llegados, al Mercado por ejemplo, debajo de las carretas o dentro de ellas.
La solidaridad de los ciudadanos hacia el viajero era enarbolado en aquel tiempo, como un valor de caridad humana y de gentileza señorial. Así, con la expresión "... apéese caballero", cualquiera alojaba a un "recién llegado" conociéndose –desde luego- las grandes distancias que tenían que recorrerse entonces. El "arribeño" era invitado a tomar asiento y a beber agua antes de ser conminado a "asearse" para la cena.
Ya luego de la Independencia Nacional y, en especial durante el gobierno del Dr. GASPAR R. DE FRANCIA, la escasez de hoteles en Asunción hizo que los extranjerosque llegaban -muy eventualmente- se alojaran en casas de familia, como sucedieracon los comerciantes ingleses, los HERMANOS ROBERTSON y los naturalistas suizosRENGGER y LONGCHAMP. El caso del Gral. JOSÉ GERVASIO ARTIGAS fue distinto ya quese presentó a solicitar asilo en las fronteras de Itapúa, en 1821.
Admitido por el Dictador, su presencia en la capital se derivó en una corta estadía en el CONVENTO DE LA MERCED donde fue alojado transitoriamente para ser confinado, finalmente, a la remota localidad de SAN ISIDRO DEL CURUGUATY.
Aunque el Dr. Francia raramente admitía la presencia de otros visitantes extranjeros, unos años más tarde, Don CARLOS ANTONIO LÓPEZ tuvo sus apuros por admitir una entrevista en Asunción con el Gral. JUSTO JOSÉ DE URQUIZA. Transcurrían los primeros años de 1859 y el general "unitarista" argentino se presentó en el Puerto de la Capital a bordo de la nave paraguaya "SALTO DEL GUAIRÁ". López llamó entonces a Don CARLOS SAGUIER, un acaudalado comerciante de Asunción y le pidió su casa para alojar al ilustre visitante. Saguier le dijo que eso era imposible porque la tal casa estaba llena de mercaderías. "La vaciaremos esta noche" le respondió López tajante para destacar, seguidamente, un batallón de soldados para el procedimiento de dejar las habitaciones libres de "... mercaderías, mostradores y cuanto trasto comercial había". Al amanecer del día siguiente, Urquiza ocupaba la casa.
Los primeros edificios destinados a hoteles fueron sencillamente casas de familia con muchas habitaciones. La de la fotografía, es el antiguo palacio de BENIGNO LÓPEZ, que cambiando de nombre, fue hotel varias veces.
LA VESTIMENTA
Es fácil imaginar la sorpresa de los españoles ante la vista de los primeros pobladores de América. Aunque los que llegaron al río de la Plata con el Adelantado Pedro de Mendoza, más de 40 años después del primer viaje de Colón, ya tendrían informaciones sobre los pobladores de estas tierras por los datos aportados por otras expediciones o por haber participado directamente en ellas, lo cierto es que más que la exuberante vegetación o los caudalosos ríos, más que la abundancia de peces o la variedad de animales que vagaban por los bosques ofreciéndose a la cacería, habrá impactado a los españoles la visión de hombres y mujeres que, como único atuendo, exhibían aros, collares, vinchas o pinturas en el cuerpo.
"...Hombres y mujeres, jóvenes y viejos, andan desnudos como su madre los trajo al mundo", escribía el alemán ULRICH SCHMIDL, cronista de la expedición del primer
Adelantado, para agregar: "....los hombres van pintados de azul desde arriba hasta las rodillas, como si de pantalones dibujados se tratase. Lasmujeres van pintadas de otra manera, también de azul, desde los pechos hasta sus partes, y con mucho primor. Andan desnudas y son hermosas a sumanera...... Y acaso también pecan en la oscuridad". Lo último delataba el pensamiento íntimo de los conquistadores.
Reprimidos, sin mujeres (españolas) con abstinencia sexual demeses -y no sólo por la larga travesía- obnubilados por un catolicismo arcaico que veía el diablo detrás de cada cuerpo femenino, de inmediato asociaban la desnudez al sexo, o a la necesidad de relaciones sexuales. Además se equivocaban, porque los indígenas no necesitaban de la obscuridad para "pecar". Era otra asociación que manifestaba la represión europea: el sexo como algo ilícito que había que esconder o "hacerlo" en la oscuridad.
Pero todo acto de dominación supone también la adopción de los valores de los grupos dominantes. De ahí que la aparición de la ropa debe coincidir con los hábitos de los indios "catequizados" (la desnudez era tentación y, por lo tanto, pecado), o ya en vigencia uno de las factores más importantes para la determinación del status: la ropa.
Esta, también era un símbolo del poder. Los jesuitas de las reducciones comentaban que aquellos indios que ostentaban algún rango o autoridad sobre los demás, debían contar con algún distintivo para ese efecto.
El "typoi", típica vestimenta femenina del Paraguay es mencionada por primera vez por HANS STADEN, otro cronista alemán que había integrado la expedición de Doña Mencia de Sanabria en 1550, cuando en relación a los carios, mencionaba: "... se cubren de piel de animales salvajes (..) Las mujeres fabrican con el hilo de algodón una especie de sacos abiertos en ambos extremos, ellas lo llaman, en su lengua,
typoi".
Más de dos siglos después, Félix de Azara hablaría de lo mismo al describir la ropa de los pajaguás, ya por entonces los únicos indios que andaban a la usanza original " .... se envuelven del estómago al tobillo y a veces desde los hombros, pero llevan además un trapo de un pie cuadrado, atado con una cuerda y fijo a la cintura, de manera que cuelga de las partes sexuales....
INDIA CADUVEO (MBAYÁ) según una postal editada por R.ROSAUER.
Aunque el concepto de pudor occidental les impuso la ropa,
la rica pintura del cuerpo así como los collares, aretes y pulseras, son originales.
BANDOS Y PROCLAMAS
La aparición de los medios de prensa en Asunción dio inicio a la retirada -lenta pero definitiva- de avisos, manifiestos, bandos y proclamas, instrumentos de los que se valía el Gobierno -especialmente- para dar a conocer sus decretos o novedades. Unos años antes, estos mismos impresos, habían proscripto -a su vez- a los pregoneros del paisaje humano de la ciudad.
Independientemente del valor de lo comunicado y su fácil distribución, estos documentos tenían una sintaxis elocuente, de exaltación patriótica y evocaciones sagradas, que elevaba la comunicación a niveles de obligación suprema. Como ejemplo de esta "literatura oficial" se puede leer en la Proclama lanzada por FRANCISCO S.
LÓPEZ a los soldados y marinos de los "Cuerpos Expedicionarios del Norte", al inicio de la guerra del ’65/70: "... el Imperio del Brasil, poco conocedor de vuestro valor y entusiasmo, os provoca á la guerra. La honra, la dignidad nacional y la conservación de los más caros derechos, nos manda aceptarla".
Diez años antes, el 21 de Febrero de 1855, una Proclama de CARLOS ANTONIO LÓPEZ ya auguraba que la inestable relación con el Brasil tendría un desenlace violento: ".... Con todo, ya no es posible la duda; las fuerzas brasileras han penetrado en el río, no se nos ha dirijido una sola palabra de cortesía: somos invadidos y obligados a defender nuestro suelo, nuestra independencia, honor y existencia".
Y aún antes, en una Proclama lanzada en el "Cuartel General de Paso de la Patria", el 17 de noviembre de 1847, CARLOS ANTONIO LÓPEZ llamaba a las armas con la consigna: "¡VIVA LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY! ¡INDEPENDENCIA O MUERTE!", aunque la redacción expresara que "... nos hemos armado para nuestra defensa, no para inquietar a nuestros enemigos". Y ya entonces se hablaba de bloqueo: "Soldados: el comercio de la República está cortado: tenemos un verdadero bloqueo...".
La constante hostilidad de los vecinos, la Confederación Argentina y el Imperio del Brasil, desde la misma Independencia, hizo que los Gobiernos del Paraguay, desde el Dr. Francia hasta el segundo de los López, impregnaran en toda documentación oficial la voluntad de conservar la "sagrada independencia". La actitud –generalizada en la sociedad- se trasladó también a las transacciones privadas y hasta los recibos eran redactados con las consignas mencionadas: "VIVA LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY" o, "INDEPENDENCIA O MUERTE".
En cuanto a los medios de prensa, "EL SEMANARIO", que fue el medio distribuido en tiempos de relativa paz, desde 1848 hasta 1864 completaba su nombre con el texto: "de Avisos y Conocimientos Útiles" y se limitaba efectivamente a eso. Mencionaba por ejemplo las frecuencias y horarios de los buques y ya en su "Cuarta Época", luego de la habilitación de los primeros tramos del ferrocarril, los horarios de trenes y los costos de los pasajes. Su "Sección de Anuncios" contenía frecuentemente avisos como el siguiente:"Caballo perdido. Un petiso saino, requemado, tres albos, criollo con esta única marca G, de la propiedad del Sr. Cura de la Catedral, Presbítero Ciudadano
José Gaspar Téllez ....Asimismo se le había perdido ahora como dos meses un hobero entrepelado, andador suelto, y también de franco..".
Grabado editado en una postal, en 1881. En él se observa la Catedral, la casa del Pdte.
Carlos A. López y los habituales ejercicios guerreros de la época.
AVISOS Y REMATES
Entre 1848 y 1864, tanto "EL SEMANARIO" como "EL PARAGUAYO INDEPENDIENTE", se limitaban -en la mayoría de sus ediciones y páginas- a la publicación de informaciones de interés general, noticias sobre buques que llegaban o salían, hechos policiales, a acusar temporales o bajantes del río, las frecuencias del novedoso tren o noticias de curas milagrosas ... y algún cuento. "El Semanario" -en su breve "SECCIÓN OFICIAL"- daba cuenta también de los "DECRETOS SUPREMOS" del Gobierno que, los que generalmente referían las inestables relaciones con las naciones vecinas.
Los avisos comerciales de estos diarios también informaban -de manera escueta y precisa- sobre existencias de mercaderías en las tiendas de Asunción, con su correspondiente lista de "precios corrientes al po rmayor" , evitando toda exaltación al consumo o la búsqueda del impacto en la novedad publicitada.
"EL SEMANARIO" anunciaba en una edición del 25 de noviembre de 1863, una lista que sería hoy las delicias de cualquiera:".... Champaigne Canasto, 14 a 16 pesos. Cerveza inglesa, superior marca Tenent a 18 pesos. Coñac en botellas, Fideos frescos de Génova, Aceite de oliva en botijuela, Vino tinto catalán ..." además de otras exquisiteces, "bebibles" y "comestibles".
Para vestidos y adornos se anunciaban "...Paño negro alemán a 37 reales. Bramante fino 1a. clase. Sarazas percales de 24 a 26 yardas - pieza de 8 pesos. Muselinas pintadas, Pañuelos de mano floreados, Bayetas sajón y rosa ...".
Ya después de la finalización de la Guerra, la oferta comercial -según los numerosos diarios de la época- aunque abundante y variada, ya se extendían a los servicios, como las "Lecciones Particulares de Francés del Sr. Manó, en la calle Libertad (EligioAyala)Nº 11"; los servicios de "Teodoro Jhon, relojero y joyero alemán" en la calle 25 de Diciembre (Ntra. Sra. de la Asunción) Nº 13,
al lado de la librería Lalane" y a las lecciones de música y la afinación de pianos del Profesor Arthur Loreau, ".... premiado en los Conservatorios de Marselle y París".
Las nutridas y coloridas páginas sociales de hoy tenían en aquellos medios su fundamento histórico ya que las novedades sociales eran debidamente resaltadas; además, claro está, de los "calzados frescos", el "Café de Moca" y la excitante novedad del hielo. Entonces, los avisos por servicios profesionales comenzaban sus primeros pasos, no sólo en cuanto a los de los sastres,modistas, boticarios, músicos y técnicos como los mencionados, sino también los de médicos, abogados y constructores, que iniciaban la disputa por la escasa clientela de Asunción.
Pero en la confusión y desarreglo social e institucional emergente en la posguerra, los avisos de Remates puestos por escribanos eran las publicacionesmás frecuentes en las páginas comerciales. La oferta en este renglón era abundante.Debe recordarse que todo el Paraguay se ofrecía a colonos o especuladores inmobiliarios, tanto en el
Río de la Plata como en Europa. Los "rematadores" explotaban entonces un territorio comercial "virgen" y de grandes posibilidades.
Los más notorios y frecuentes, eran los avisos de Pablo Ramella, Andel D. Peña y
Ca., Soler y Miltos, Cecilio Rodríguez y Ca., Juan E. O’Leary y Augusto Bastos, entre otros.
La «galería comercial» de Palma, fue realmente una larga galería de techos bajos y
generosos aleros y «recovas». En ese lugar estaban instalados - generalmente - médicos,
abogados, boticarios y los negocios de «ramos generales».
EDICTOS
"La Junta Económica Administrativa, avisa á aquellos que sean pobres de solemnidad para que ocurraná la oficina de esta Corporación á fin de ser inscriptos en el catálogo de los que deben estar exentos de impuestos públicos...".Avisos como éste, aparecido en "El Pueblo" el 23 de abril de 1872, se encuentran en casi todos los órganos periodísticos de la época. La utilidad que representaban los medios de prensa para la comunicación entre el pueblo y las autoridades o, entre la misma gente, se denotaba por la frecuencia y variedad con que se leían estos llamados. "AVISOS AL PUEBLO", EDICTOS JUDICIALES, de la Policía o de la JUNTA ECONÓMICA ADMINISTRATIVA.
Estos eran un recurso habitual de comunicación para cualquier novedad del ámbito gubernamental, de la justicia o, incluso, de la esfera privada.
La credibilidad de la letra impresa no sólo pautaba entonces lo que resultaba de novedoso en el comercio sino que -hasta a veces- el uso de avisos establecía el fin de una relación profesional, la salida de una persona del país o la pérdida de un caballo.
En este último caso, se lo planteaba casi como una explicación personal, como si suplantaran a la misma conversación que -de tenerse- serviría para comunicar la pérdida. En los casos anteriores, el aviso era suficiente advertencia para que la población se diera por notificada: había "salido" en el diario.
Es que en aquellos tiempos hasta los mismos avisos comerciales carecían de la exaltación con que hoy se les rodea. Salvo la aparición del hielo o alguna novedad medicinal anunciada por alguna "botica", el aviso comunicaba simplemente las bondades del producto sin aderezos que alteraran la comunicación. Si hablar en voz alta era signo de mal gusto, los avisos debían ser comedidos y discretos.
La profusión de edictos gubernamentales se debía también al hecho que luego de la finalización de la Guerra del 64/70, el escuálido Gobierno Nacional tenía muchas nuevas disposiciones que comunicar. Un edicto de la Policía publicado en "LA PATRIA", el 19 de Agosto de 1875, expresaba -por ejemplo- que "Todo habitante de esta ciudad que mantenga en su casa animales de la raza canina, está obligado a munirse de la Policía de una chapa o placa que cada perro llevará pendiente del cuello". Otro edicto informaba "Queda completamente prohibido el cargar armas ofensivas". La Comisión de Crédito Nacional, entretanto, advertía al público "... que ninguna persona que viaje al esterior podrá llevar para sus gastos particulares más de doscientos cigarros, debiendo éstos ser comprados en las oficinas del Estanco".
Y en un mensaje dirigido al ámbito laboral, el mencionado "La Patria" convocaba el concurso de "quinteros" o "chacareros" que desearan trabajar en una quinta ".. situada en el parage denominado ‘Pinoza’, sobre la calle Bermejo esquina Olimpo".
Muchas veces, el aviso hablaba de algo que -por lo visto- la gente ya sabía... a juzgar por este recuadro colocado en "EL PUEBLO" por el Secretario de la Junta Económica Administrativa, Victorino Abente. En él se leía: ".... en conocimiento del público que todos aquellos que quieran vacunarse gratis, ocurrará la Asociación Centro- Médica, en la calle de Palma nº 72".
En el mismo lugar informarían -tal vez- contra qué males se aplicaría la tal vacuna.
El poder de la prensa se resumía gráficamente en esta postal de homenaje.
En él se observa un facsímil de «El Diario», de 1902, encerrando la
imagen del Palacio de Gobierno.
EL INICIO DEL "STATUS"
Una de las primeras consecuencias señaladas a la REVOLUCIÓN INDUSTRIAL iniciada en Inglaterra a mediados del siglo pasado, fue la emigración del campo a las ciudades.
En el Paraguay despoblado de la pos-guerra del ’70, esa circunstancia estaba proscripta. En la Europa -en vías de industrialización acelerada- el hacinamiento en las grandes concentraciones urbanas y la dura lucha por la subsistencia, hicieron desaparecer de los núcleos humanos los lazos de afecto, por parentesco o amistad, valores, creencias, costumbres y tradiciones. El anonimato consagró una nueva forma de comparación entre los grupos sociales: el "status".
Por notorias carencias e indiscutibles dificultades, la Asunción de fines del siglo pasado pasó por alto todos los fenómenos anteriores, pero consagró la novedad del "status"; mecanismo que se medía -y se mide todavía- por el origen o el apellido, el color de la piel, las posesiones y las formas de exteriorizar el linaje: el lenguaje, las vestimentas, los carruajes, el número de sirvientes y por último, el lugar -o la zona de habitación.
Sin embargo, algunos de los valores de esta forma de comparación social consagrados por las sociedades de aquel tiempo, como el recurso del conocimiento, el buen gusto y la degustación "de lo culto" y lo bello, lamentablemente quedaron sin vigencia.
Pero el "status" carecía de valor si no se lo exponía a la consideración de los otros. Si no se confrontaba con las "acciones sociales" de los demás.
Así, una de las peculiaridades surgidas de la efervescencia social y comercial del país y ante la falta de "linaje" de algunas familias de Asunción, sobre todo extranjeras, era la necesidad de exponerse a la consideración -y si fuera posible- al respeto y la admiración pública, al mismo tiempo que las novedades que ellas traían desde el "mundo civilizado y moderno".
Se editaban entonces, tanto en la capital como en algunos pueblos del interior, todo tipo de publicaciones, en español, en italiano o en alemán, que mostraban el poderío de la pujante clase empresarial emergente de la posguerra y de la consolidación social e institucional del país. Y con ellos aparecían también sus casas, sus estancias, sus establecimientos industriales y comerciales, sus familias, sus ropas y sus joyas.
Especialmente en este siglo, diversas revistas, álbumes y libros "contaban" los logros empresariales de aquellas familias. Si bien algunos apellidos aparecidos entre los prósperos comerciantes de la "nueva era" denotaban una antigua militancia en los padrones sociales de la Colonia, su renaciente poderío económico devenía del emparentamiento con la nueva clase rica foránea ya que, al contrario de lo que había sucedido con algunas personas, las fortunas atesoradas de antaño no sobrevivieron a la guerra del ’70.
De aquellas publicaciones, dos fueron las más connotadas por el brillante trabajo de edición y por la calidad intelectual de sus autores: los "álbumes" de ARSENIO LÓPEZ DECOUD, "LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY. UN SIGLO DE VIDA NACIONAL" y el de RAMÓN MONTE DOMEQ, "LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY EN SU PRIMER CENTENARIO". Aunque ambos aparecieron en 1913, los dos datan de 1911, año en que no pudieron ser distribuidas por la inestabilidad social y militar imperante entonces.
Los primeros médicos egresados de la Facultad de Medicina.
Ser médico entonces era encaramar se al punto más alto del status social.
Ellos compensaban ese privilegio con una
gran capacidad y devoción profesional.
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