LA COLONIA - LOS INICIOS
En los primeros años de la Colonia, la vida en Asunción distaba mucho de la placidez que la caracterizaría un siglo más tarde. Realizada la fundación de la ciudad en 1537, lo que se conoce como tal era -en realidad- apenas una "casa fuerte". Refugio construido de troncos y barro aunque suficientemente amplia como para albergar a los pobladores así como al depósito de los "bastimentos", el armamento y algunas herramientas.
Se agregarían más tarde la herrería y la iglesia "...con sus dos clérigos".
La llegada de más población, arsenal y "...un valioso surtido de mercaderías" el 2 de setiembre de 1541, como producto de la despoblación de Buenos Aires avivó la necesidad de crear el Cabildo, hecho materializado algunos pocos días después: el 16 de setiembre.
En la ocasión fueron electos los primeros alcaldes: los capitanes JUAN DE SALAZAR y GONZALO DE MENDOZA, conjuntamente con seis Regidores.
"Graduada" de ciudad, Asunción tuvo un escudo de armas que según FÉLIX DE AZARA, fue aporte de Irala y según otros, provino del mismo Carlos V.
El hecho cierto es que los colores de la bandera de la ciudad corresponden exactamente a los de la Casa de Austria, cuna del monarca español.
En marzo de 1542, llegaba directamente a Asunción, ya por entonces constituida en el único "reparo de la conquista" en esta parte del continente, el Segundo Adelantado ALVAR NUÑEZ CABEZA DE VACA quien, luego de una accidentada gestión, es devuelto a España tres años más tarde, preso y engrillado a bordo de la carabela "Comuneros", primer producto de la tecnología naviera de la incipiente colonia y "primer golpe de estado" de nuestra valiosa colección posterior.
Un incendio iniciado en la madrugada del 4 de febrero de 1543, destruyó las tres cuartas partes de Asunción salvándose solo unas 60 casas que, hallándose al otro lado del arroyo (sería el Jaen), quedaron a cubierto del fuego.
Re-edificada la ciudad bajo la dirección del propio ALVAR NUÑEZ, las casas fueron construidas con la misma tosca indumentaria de madera, barro y paja aunque ya más separadas unas de otras para evitar la propagación del fuego en cuanto se produjera alguno.
Al Dr. FULGENCIO R. MORENO debemos la descripción de aquella casa original asuncena, rodeada "...de un sólido cercado de madera, formando lo que llamaban un corral que era a la vez, huerto, gallinero y depósito de ganado porcino...Las paredes eran de tapias y los techos de paja. Los aposentos principales, al frente; y en el fondo, la despensa y la cocina cuyo amplio cupial redondeado y en rápido declive, caía hasta tocar el suelo sobre el patio vecino"
En cuanto al trazado, la ciudad habría partido de la misma casa-fuerte, a cuyo costado se había establecido la Plaza Mayor. En ésta "...se enarboló el rollo público, emblema de la justicia real. A ambos lados (...) se levantaron la casa del gobernador y la Iglesia de la ciudad".
A menos de 8 años de su fundación, ya existían cuatro Iglesias en Asunción en las que "... en todas las fiestas van los indios de la redonda a oír misa". Entretanto, en la tosca iglesia elevada bajo la advocación de la Virgen de la Encarnación, se reunían los miembros del Cabildo y se impartían las enseñanzas a los niños que surgían"...del robusto y desenfrenado mestizaje hispano-guaraní".
Hasta hace muy poco, el rancho campesino era una exacta reproducción tecnológica de las primeras casas de Asunción. Estructuras de madera, tapias de madera y barro y techo de paja.
EMPIEZA A CORRER SANGRE
La historia muchas veces falseada, ya por falta de rigor crítico cuando no directamente por la imposición de criterios racistas y despectivos hacia las culturas autóctonas, dieron por cierto aquello que la "..amalgama hispano-guaraní" fue una relación cuasi-idílica, producto de la buena predisposición de "hidalgos e indígenas" o de religiosos y "salvajes" para convivir en "paz" y "armonía". Si no la historia, ya el sentido común puede indicarnos que no hubiera poder ser así en medio de tan opuestos propósitos, de tantas adversidades y quebrantos, en medio de la lucha permanente con los elementos y en medio de la permanente hostilidad, tanto entre indios y españoles así como entre estos mismos entre sí, que en más de una vez se trenzaron en sangrientas disputas por los escasos atributos del poder.
Las dificultades eran incrementadas por la distancia de las flotas expedicionarias a las Cortes Reales y por los poderes omnímodos que asumían entonces los Capitanes.
Como ejemplo de ésto puede mencionarse la forma en que el Primer ADELANTADO PEDRO DE MENDOZA "resolvió" una cuestión disciplinaria -que en realidad fue una intriga- con su maestre de campo, Don JUAN DE OSORIO, a poco de la llegada la expedición de aquel al río de la Plata. El "conflicto" fue resuelto con el siguiente bando: "...Que donde quiera y en cualquier parte que sea tomado el dicho Juan de Osorio, mimaestre de campo, sea a muerto a puñalada o estocadas o de cualquier manera que le pudiese ser, las cuales les sean dadas hasta que el alma le salga de las carnes". Cuando los mismos capitanes que habían intrigado a Osorio, JUAN DE AYOLAS, JUAN DE SALAZAR Y GALAZ DE MEDRANO además del licenciado CRISTÓBAL PACHECO y el Sargento Ternero, lo tuvieron preso, volvieron a preguntar a Don Pedro sobre cómo actuar. Mendoza les contestó: "Hagan lo que han de hacer". Ante la primera puñalada de Ayolas, Osorio gritó: "¡¡Confesión, confesión, confesión!!" a lo que los demás le contestaron: "¡No traidor, aquí no hay confesión!" y terminaron la "faena" con " ....siete puñaladas en la quijada y el pescuezo" que dieron cuenta del infortunado Osorio.
Alrededor de 1542, a un año de fundado el Cabildo de Asunción, la población española estaba constituida por unas 600 personas, las que distribuidas en 250 casas y conjuntamente "... con sus respectivas familias y servidumbre indígena" , se encontraban "arracimadas" en las cercanías de la casa-fuerte original y formaban el núcleo esencial de la ciudad. Ya para entonces Buenos Aires había sido despoblada,
Mendoza moría en el camino de retorno a España y el mismo Ayolas sucumbía en manos de los Indios. Mientras y en el momento que Asunción sufría un azote de langostas "... tanta langosta que el sol oscurecía.." según el padre Andrada, se planteaba un entredicho -uno de los tantos a lo largo de la Colonia- entre Ruiz Galán e
Irala. "Mostradme por donde debo obedeceros porque yo estoy aquí como lugarteniente de Ayolas", le habría dicho Irala a Ruiz. En el encuentro de ambos, plenode hostilidades y amenazas, cada uno de ellos al frente de sus respectivos hombresarmados, el que había jurado como teniente Gobernador de Don PEDRO DE MENDOZA,dijo: "No me hagáis tanto que os ahorque" , a lo que Irala replicó: "Eso haréis de hecho pero de justicia no podéis hacer".
Cacique mataco y su hija.
De esta manera se efectuaba la presentación
«en sociedad» de los indígenas ante los
«conquis tador es» españoles. La «amalgama
hispanoguarani» resultaba entonces, inevitable.
ENCOMIENDAS, "MITAYOS" Y "YANACONAS"
El proceso de conquista y colonización de las "nuevas tierras" por parte de la corona española, había encontrado a los indios indefensos, no tanto porque estuvieran " ... en una etapa de desarrollo social inferior", o porque la tecnología europea les superara sino porque, sencillamente, los naturales no manifestaron sentimientos de hostilidad y resistencia. Estos aparecieron más tarde, ante las muestras de ambición, crueldad y violencia de los conquistadores. Así los aborígenes, de aliados –cuando los españoles necesitaron de bastimentos- pasaron a convertirse en adversarios ni bien aquellos intentaron alguna reacción. Por los mismos motivos se unieron a las indias. Las relaciones -en este caso- se debieron más a la ausencia de mujeres blancas y a la desinhibición sexual de las nativas, antes que a una vinculación parecida a un matrimonio. El mismo hecho que los españoles tuvieran varias mujeres indias sin ninguna intención de establecer una relación del tipo "occidental y cristiano" con ellas, hizo que la Asunción fuera conocida entonces con el nombre de "... paraíso de Mahoma". Debe agregarse que el procedimiento de mestizaje nunca tuvo para los españoles el mismo valor que para los indios, entre quienes el tovaja pasaba a ser un miembro de la familia y como tal, usuario de derechos y privilegios.
Todo este proceso se verificaba de acuerdo al "proyecto conquistador": tomar tierras, mujeres, y devastar tribus enteras sometiendo a los indios a un trabajo excesivo y agobiante. Y ni bien se planteaba alguna oposición, "aleccionadoras" represalias ensangrentaban el territorio de la Provincia, como sucediera en la Semana Santa de 1539, cuando fueron asesinados los "principales", luego de descubierto un complot indio para matar a los españoles.
La última etapa de la dominación española, ya luego de 1550 y consolidado el proceso de conquista, consistió en el sometimiento y el vasallaje de sus antiguos auxiliadores, primero, luego aliados y parientes. Para el efecto se procedió al reparto de indios, mecanismo predecesor del sistema de encomiendas. Los repartimientos, como su nombre lo indica, " ... consistían en repartir indios, en forma compulsiva, para servir al conquistador". El sistema de encomiendas - sin embargo –aunque parecido a los repartimientos, se basaba en la labor de los indios -de sexo masculino, entre 18 y 50 años- que vivían con sus familias y respectivos caciques, dentro de la propiedad adjudicada al encomendero español. Este mantenía derechos feudales sobre sus vasallos quienes le pagaban impuestos con productos a cambio de la protección temporal y espiritual que recibían de "su señor".
El mecanismo de trabajo obligatorio se llamaba MITA y MITAYOS a los habitantes de los pueblos de indios, sujetos de aquel oprobioso sistema de semi-esclavitud. Los YANACONAS fueron algo parecido aunque con ese nombre eran identificados los indios y descendientes participantes en las guerras con los españoles, que tomados prisioneros, eran destinados a una perpetua servidumbre en la casa del encomendero.
En este caso, además de los indios masculinos, yanaconas eran sus mujeres y sus hijos. Y eran - también - conocidos con el nombre de ORIGINARIOS.
La misma dócil y desinhibida disposición para esta fotografía expusieron los indios a la feroz tecnología guerrera de los conquistadores españoles .
LA RAZÓN DE LA PIEDRA
Al realizar el "REPARTO DE LOS SOLARES" luego de la llegada de los sobrevivientes de la desdichada Buenos Aires, en setiembre de 1541, Domingo Martínez de Irala determinó el perfil urbano que caracterizaría a Asunción durante los más de 270 años de la Colonia. En aquel momento y alrededor de los promontorios, accidentes naturales, arroyos, lagunas y costas, se definieron los sitios para los edificios religiosos, los del gobierno - incluyendo los cuarteles - las casas y corrales, los "caminos reales"
. Y se habrán definido también las normas urbanísticas y constructivas que regirían el desarrollo de la Asunción de antaño aunque la premura y la precariedad de las instalaciones no habrían generado -entonces-mayores reparos de la autoridad.
La falta de aquellas recién se lamentaría cuando al alba del 4 de febrero de 1543, una india poco cuidadosa iniciaba las actividades hogareñas intentando avivar el fuego con unas chalas de maíz. El recio viento norte hizo que el fuego saltara del bracero a una hamaca "...tibia aún de sueño" y de ésta, a la paja del techo. Después, bastaron sólo unas pocas horas para que más de media ciudad ardiera durante cuatro días enteros.
Pero "... el espíritu de aquellos hombres desmesurados, capaces de ganar mundos, no se arredraba por tan poco. De inmediato, con apresurado afán.." se dedicaríana la tarea de reconstruir la ciudad, ya sin la prisa de los primeros años de instalación.
No obstante, se siguió utilizando la madera y la paja pero las edificaciones ya ganaron en envergadura y seguridad. La fragilidad de estas construcciones era –sin embargo incontrastable frente a las de piedra. Y, contrariamente al argumento ".. que no
existían piedras en Asunción", las razones de su desestimación para la obra colonial debe buscarse en los siguientes hechos: a. que el indio guaraní, habitualmente nómada y silvícola, no elaboró una cultura constructiva basado en un material tan lleno de exigencias, cuidado y tiempo como la piedra; b. que la falta de medios para arrancar, labrar y transportar la piedra, dificultaron su utilización; c. el clima benigno y –sobre todo- el escaso y poco riguroso invierno, hizo que el bosque circundante, los frondosos árboles o las enramadas fueran -muchas veces- suficiente abrigo para las tribus de indios primero, o familias de mestizos, después. El desamparo de la naturaleza que, en muchas partes, significó la aplicación de mayores agudezas tecnológicas para conseguir abrigo y seguridad, no significó en el Paraguay más inconvenientes que los habituales vaivenes del río o algún álgido "viento sur".
Pero la razón definitiva que fundamenta la modestia de las casas coloniales en el Paraguay puede deberse a que, entre los mismos españoles hubo desde marineros , clérigos, herreros, carpinteros, panaderos, pastores e industriales de toda clase hasta cronistas y verdugos, pero no se sabe de algún español o europeo que, como los jesuitas más tarde, labraran y enseñaran a labrar la piedra, o trabajar en el arte de la construcción en mampostería de ladrillos. Pero la ciudad progresó igual. Aunque sus habitantes vivieran siempre con las armas a su alcance, Asunción tuvo su Cabildo desde 1541, sus autoridades con el capitán Juan de Ortega como Justicia y Aguacil mayor (alcalde); un capellán, el presbítero FRANCISCO DE ANDRADA y hasta un médico, el genovés PEDRO BLASIO DE TESTANOVA.
Hasta hace muy poco tiempo la construcción rural - y aún la urbana - era idéntica a las construcciones de los primeros colonos de ¡450 años atrás!.
TRESCIENTOS OCHENTA HABITANTES
La Armada del Primer Adelantado PEDRO DE MENDOZA al RÍO DE SOLÍS (de la Plata), fue la raíz de la que emergió Asunción. No sólo porque de esa expedición salió el grupo originario de la población paraguaya sino porque, al disponerse el desalojo definitivo de Santa María del Buen Aire, aquel sufrido contingente pasó a engrosar el de Nuestra Señora de la Asunción. Aunque mucho se discute la pertinencia de aquella medida tomada por Irala, a 5 años de fundado aquel pueblo.
Los testimonios de los primeros pobladores del "país del hambre" como llamara JULIO CÉSAR CHÁVEZ a la primera Buenos Aires, dan cuenta de penurias que ".... ni las de Jerusalén se la podían comparar". Resultaba increíble que aquella fantástica expedición de oficiales expertos en todas las especialidades, con "...14 navíos, 1500 españoles, 150 alemanes y sajones (....) 100 caballos y yeguas, bastimento, armas, artillería" así como religiosos y algunos hombres casados con sus mujeres, haya fracasado tan ruinosamente.
Pero independiente de las estrategias de colonización y de los juicios que éstas merezcan, lo cierto es que la falta de alimentos, la hostilidad de los indios y de las fieras que esperaban más allá de las empalizadas, sin tiempo para sembrar ni cosechar nada, hizo que se dispusiera el abandono de aquel paraje. La heroica y debilitada población remanente, fue llevada a Asunción donde arribó el 2 de setiembre de 1541 a bordo de tres bergantines. Cuatro décadas más tarde, la Provincia del Paraguay devolvería con creces aquella inyección a la casa-fuerte asuncena, con la re-fundación de Buenos Aires.
Asunción, súbitamente multiplicada, ya podía convertirse en ciudad. El hecho se concretó sólo unos días después: el 16 de setiembre, con la creación del Cabildo.
Los recién llegados, sumados a los que estaban, incrementaron el nuevo "padrón" a 380 habitantes. Entre ellos había ".. un griego -Candia- algunos flamencos, y unos pocos ingleses (...) una docena de portugueses y varios italianos". Dos de estos últimos, se encargaron de dar la vida y la muerte en la novel ciudad: maese Pedro fue el primer cirujano y Mollano, (Mogliano, o Moggiano) de Cerdeña, oficiaría de verdugo. En impartir justicia, el "sardo", como era comúnmente conocido, fue bastante versátil: le era indiferente la horca, el degüello o el garrote vil.
Entre la nueva población de españoles, los más numerosos eran vascongados, andaluces o castellanos, cuyos apellidos hoy, son los más comunes en el Paraguay.
Gracias a los también incorporados cronistas, ULRICO SCHMIDL, FRANCISCO VILLALTA y PERO HERNÁNDEZ se conoce que, de inmediato, se procedió al reparto de solares y tierras, ".. se labraron y se entabló el chacareo y se cercó la población". Este cercado no habrá sido otro que uno de madera o "de palos" que sustituía al amurallamiento de la ciudad, medida previsora común adoptada en ciudades de vecindarios más hostiles que el de Asunción. Dado el emparentamiento con los indígenas y la cooperación de éstos en surtir la menguada despensa española, la medida no habrá pasado de ser aquí, más simbólica que de estricta necesidad. No obstante, en estas disposiciones quedarían grabados algunos de los caracteres urbanos más destacados de la Capital de la Provincia del Paraguay.
Al repartir los solares, Irala destinó para cementerio la actual plaza ubicada entre las calles de la República, 14 de Mayo y 15 de Agosto, detrás del Cuartel de la fotografía. Fue el primer camposanto de la Colonia.
LEALES Y TUMULTUARIOS
Lejos de la quietud social y perfecta armonía entre españoles -y de éstos con los indios- con las que se ha pretendido caracterizar desde siempre la vida en Asunción durante la Colonia, la crónica de los hechos revela que la misma no tuvo sin embargo, nada parecido a la tranquilidad. En cambio, fue permanentemente alterada por la intolerancia y la rebelión.
Como siempre sucede en la historia, basta que algo quede mal planteado o mal resuelto para que se originen reacciones, interpretaciones encontradas o soluciones parciales, que sólo permiten instalar la inseguridad y enseñorearse la violencia. La CÉDULA REAL del 12 de Setiembre de 1537 fue -en este caso- el germen nutricio para que se desate la ambición política en estos parajes. A partir de su promulgación ".. el monarca autorizaba a olvidados conquistadores sin fortuna a elegir gobernadores cuando no los hubiera". Como la "cuestión previa" era dilucidar si había gobernadores, la situación daba lugar a irreconciliables enconos y frecuentes disputas por el poder.
El primer problema se presentó con las muertes -casi simultáneas- de Pedro de Mendoza y su heredero, Juan de Ayolas. La emergencia favoreció a un ".... oscuro capitán de Vergara" llamado DOMINGO MARTÍNEZ DE IRALA, teniente de aquel último.
Pero lo peor estaría por venir ... y vino, con el nuevo ADELANTADO ALVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA. IRALA había ya consolidado su liderazgo y sus partidarios, a la vista de la famosa Cédula Real, hicieron todo lo posible por hacer la vida del Adelantado, más dura de lo que era. El incendio de Asunción, habrá soliviantado las cosas de tal manera que, un año más tarde, el 11 de Marzo de 1544, durante "... la noche de San Marcos" y al grito de "..¡libertad!, ¡libertad!..."y otras "..feas palabras", era apresado Alvar Núñez.
Se daba inicio a la confrontación entre "tumultuarios" y "leales", conflicto que no terminaría sino al inicio de la década siguiente, con la aniquilación de la remanente fuerza de estos últimos. Los tumultuarios eran aliados de Irala mientras los leales lo eran del Adelantado.
El propio Alvar Núñez refería que mientras estuvo preso, "...hubo grandes escándalos" entre ambas fuerzas. ULRICH SCHMIDL, cronista de aquellos tiempos, escribíapor su parte que, durante aquel período de enconos afilados era ".... como si el mismo diablo, metido entre nosotros, nos mandara y nadie se creía seguro..". Los "Comentarios"del propio defenestrado Adelantado delatan que" Francisco de Mansilla mató a Cristóbal Simón; Juan Riquel mató a García Villalobos; Juan Richarte cortó una mano a un calafate que se dice Nicolás Symon; Méndez dio una lanzada
A Diego Becino; Luís Bascomancó de dos dedos de la mano a García Villamayor; ... el capitán Camargo mancó de la mano derecha a Roque Caraballo.." .
La saga de aquellos hechos policiales que desencadenaron en la colonia leales y tumultuarios, tuvo un aditamento más cuando dos de los últimos leales, Juan de Camargo y Miguel de Urrutia fueron apresados a raíz de una conspiración para matar a Irala. Condenados a muerte por éste y llevados en presencia del verdugo Moggiano el Sardo, Camargo admitió su culpa. Urrutia -en cambio- protestó inocencia y "... por dos veces se soltó la cuerda que debía ahorcarlo porque era hombre corpulento.
Entonces el Sardo, impaciente, lo estranguló con sus manos".
La «cristianidad» era en la época de la colonización, casi un acto reflejo, ritual, que no se condolió nunca de las extremas crueldades aplicadas no sólo a indígenas sino también a «peninsulares».
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