ASUNCIÓN Y SUS SITIOS
Qué convierte a un sitio en especial? Qué le hace diferente a otro? Qué tiene Asunción que no podamos encontrar en otras ciudades?
Para responder a estos interrogantes pienso de inmediato en la palabra identidad. Y esto quiere decir sencillamente que Asunción, además de los espacios que certifiquen las huellas de sus acontecimientos históricos más importantes, debe ofrecer lugares y equipamientos para su percepción y disfrute, fuera de mecanismos que permitan la manifestación de otras peculiaridades, ambientales y urbanas. Lo especial de su música, de su comida. El encanto de sus recorridos y sus rincones. Algo propio que haya quedado a salvo de los estereotipos turísticos.
La siguiente -inevitable- pregunta sería: ¿conserva Asunción algo de todo eso?. La respuesta es un contundente NO. Al menos, en cuanto a los escenarios de la historia.
No, en cuanto al conjunto urbano que diera origen a la identificación de la ciudad con el calificativo de "ASUNCIÓN COLONIAL". No, en la medida de lo que se ha conservado en Lima, Valparaíso, Quito, Cuzco, Sucre, La Habana y otras ciudades de Latinoamérica. Nada quedó en Asunción, de los importantes conjuntos edificados de antaño, como los conventos, cuarteles y otras instalaciones del gobierno. No sobrevivieron nombres de lugares, barrios, promontorios, arroyos, parajes. O queda muy poco de ellos. La capital de la antigua PROVINCIA DEL PARAGUAY quedó constituida, en casi toda su geografía, por retazos sobrantes de la "liquidación" inmobiliaria que viene padeciendo -prácticamente- desde fines de la guerra del ´70.Aparte de nuestras costumbres y hábitos sociales, difuminados hoy en la frivolidad, sobreviven solamente algunas pocas casas de fines del siglo, componentes edificados sueltos y algún conjunto.
Un aspecto del CAFÉ NACIONAL EN LA PLAZOLETA DEL PUERTO a principios de siglo. Los asuncenos de la época no sabían quizá lo que era "urbanismo", pero probablemente lo sentían de muy diversas maneras.
"LEER" LA CIUDAD
Una ciudad registra -tal vez como ningún otro organismo- algomás que las vicisitudes históricas de una sociedad. Puede denotar, con bastante fidelidad, el carácter de sus habitantes y algo de su sentido de "comunidad". Sus ideas estéticas y espaciales expresados en monumentos, esculturas, mobiliario y equipamientos.
En ese sentido, la Asunción de las décadas de los ‘30 ó ’40 tenía mucho más que ver con nuestra realidad social, cultural y económica que la ecléctica y desagradable silueta que ofrece hoy. Basta con observar las fotografías de la época para verificarlo. Y no se trata de un problema de densidad poblacional o de tráfico automotor. Es -lisa y llanamente- un problema ocasionado por el deterioro de la conducta social, de una visible reducción de la calidad ambiental.
El asunceno de la primera mitad de este siglo no sabía -tal vez- lo que era urbanismo pero "lo sentía" de muy diversas maneras. Lo que caminaba de su ciudad, lo que veía, se manifestaba en códigos descifrables y reconocibles. En casas, paisajes y objetos que recordaban sucesos, rostros. La nomenclatura de sus lugares y calles se basaba en referencias concretas y legibles, no sólo en un simple cartelito colocado en la bocacalle para justificar un anuncio publicitario. Los ciudadanos tenían una clara percepción del "sitio" que habitaban.
Luego estaban los elementos que permitían la continuidad de los contactos, la comunicación, la transmisión de la cultura: los bares, los cafés, el almacén de la esquina, la escuela del barrio, el "baldío" y una serie de rituales, personajes y acontecimientos que alimentaban las vivencias ciudadanas.
Asunción tiene una larga lista de estos "templos" de la cultura ciudadana en estado de postración, o desaparecidos para siempre.
La réplica de ¨la victoria alada¨, fragmento escultórico hallado en la isla de Samotracia, corona el monumento construido en homenaje a la REVOLUCIÓN DE LOS COMUNEROS en el antiguo promontorio de ¨SANSON CUɨ. El lugar es conocido hoy como la «ESCALINATA ANTEQUERA».
EL VALOR DE LA MEMORIA
Sin embargo y aunque siempre se habla del valor de la memoria colectiva como un factor que refuerza la identidad de una comunidad, hay voces que se elevan en contra de la conservación.
Joaquim Guedes, arquitecto brasileño, decía en un reportaje publicado en un diario de Asunción, que la conservación del "patrimonio arquitectónico" es un hecho " ... que -a veces- resulta incomprensible para el pueblo, pues se valoran formas arquitecturales que nada tienen que ver con sus vivencias espaciales y si con la de sus "amos" del pasado. Ese "patrimonio" -objeto de veneración conservacionista le recuerda a ese pueblo años de opresión, de despotismo, de crueldades". Si lo de Guedes fuera aplicable, Alemania no conservaría las huellas de las barracas que anticiparon el "holocausto" de la última Guerra Mundial; ni los otros países europeos mantendrían las variadas muestras arquitectónicas de su historia, muchas veces violenta y despótica.
La aplicación de un mecanismo selectivo para la conservación no pasa por lo que - bajo un juicio igualmente subjetivo- pudo haber sido "bueno" o "malo" para el "pueblo".
Tampoco es un nostálgico intento de revivir algo muerto por la persistencia de objetos que lo recuerden. Nada más equivocado. La conservación traduce una actitud de dignidad histórica. Es tratar de comprender lo que fuimos -y somos- por vía de la memoria.
Adicionalmente, en el gesto de "seleccionar valores" va generalmente implícita una actitud conservadora y retrógrada que, apelando a un discutible altruismo cultural, remeda elementos formales del pasado luego de haber secundado por años, la depredación a mansalva de lo auténtico. El TEATRO DE LÓPEZ (Impuestos Internos), el MUSEO GODOY (Ministerio de Relaciones Exteriores), el PALACIO DE BENIGNO LÓPEZ (Banco de Asunción) de nuestra capital, entre otros, son algunos de estos ejemplos.
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