Presidencia Provisional del Coronel ALBINO JARA.
17 de enero al 5 de julio de 1911.
El coronel Albino Jara Benegas fue presidente provisional de la República del Paraguay,
entre el 17 de enero de 1911 y el 5 de julio de 1911. (Luis Verón, ABC COLOR)
Biografía del Cnel. Jara:
Nació en Luque el 28 de febrero de 1877. Su padre fue el Cnel. ZACARÍAS JARA, que actuó en la guerra del 64/70 y dejó numerosa descendencia. Su madre se llamó doña EULALIA, falleció muy anciana en San Pablo (Brasil).
Siguió la carrera de las armas. En 1897 fue enviado becado a Chile, junto con varios otros jóvenes, y egresó de Alférez. Pronto se manifestó su temperamento inquieto e impetuoso. Actúa en la revolución de 1904 en filas de los sediciosos con el grado de Capitán. Su padre, ZACARÍAS JARA, era jefe de las fuerzas gubernistas del Norte.
En la oportunidad, se retiró sin combatir, presionado por su hijo. Este hecho, y el gran arraigo del movimiento subversivo, hizo que pronto éste prosperara y triunfara, finalmente. Cae el gobierno del CORONEL ESCURRA, por el pacto del 12 de diciembre de 1904. El 2 de diciembre de 1905 se le confiere el grado de Teniente Coronel de Guardias Nacionales, junto con otros caracterizados ciudadanos, algunos civiles.
Posteriormente asciende a Mayor de Artillería. Jara nunca se resignaba a ser "segundón". Chocaba a menudo con sus jefes, por el más fútil motivo, y se desconfiaba de él y con razón. Era respetado y temido.
Dirigió la revolución contra el PRESIDENTE FERREIRA, del 2 al 4 de julio de 1908, siendo ya Mayor. Se desarrolló en plena ciudad de Asunción. El 5 de julio es nombrado MINISTRO DE GUERRA Y MARINA por GONZÁLEZ NAVERO, Vice Presidente en ejercicio del Poder Ejecutivo.
Ya había ascendido a Teniente Coronel y poco después a Coronel en comisión (9-VII-1908). A propósito, más tarde, en 1911, se propone en el Congreso el ascenso de Jara a General de Brigada. La Cámara de Diputados lo aprobó, pero no así el Senado. Asume MANUEL GONDRA en 1910 la Presidencia. El 17 de enero de 1911 el Ministro de Guerra Jara lo presiona y le obliga a renunciar. Por fin se colman sus aspiraciones, pues el Congreso lo nombra PRESIDENTE PROVISIONAL. Fue el 190 Presidente desde el comienzo de la era constitucional.
ADOLFO RIQUELME, su acérrimo enemigo, encabeza un movimiento subversivo, que es debelado por el gobierno. Riquelme cae prisionero y es fusilado cerca de Villa del Rosario. Los excesos del CORONEL JARA en el alto cargo motivan su deposición el 5 de julio de 1911.
Es deportado a Buenos Aires. Un tiempo después, retorna al país de incógnito, e informado que se realizaba una reunión del consejo de Ministros, se disfraza de campesino, atropella la casa e irrumpe violentamente en el salón donde se efectuaba la reunión y exige al Ministro de Hacienda la entrega de moneda argentina, a lo cual accede el Ministro. Conseguido su objetivo, desaparece del escenario. Realmente un episodio digno de una película del Oeste.
Retorna a Buenos Aires. Pero no ceja en sus propósitos. Nuevamente, en 1912, el CORONEL JARA encabeza otro movimiento subversivo que esta vez le resultaría fatal. La insurrección, tras varias alternativas, culmina en Paraguarí, donde es derrotado por las fuerzas radicales gubernistas. Herido de un balazo, fallece días después, el 15 de mayo de 1912.
Contaba 35 años de edad. Tal, en apretada síntesis, el curriculum de este "varón meteórico", como le llama un escritor. Durante el ejercicio de la Presidencia, reside en una casa de las calles Convención y Villarrica (hoy O'Leary y Pte. Franco).
Físicamente, el Cnel. Jara era de complexión atlética y de buena estampa. Hacía gala de una incomparable destreza y agilidad, que se complacía en ostentarla en cuanta ocasión se le presentase. Refieren que en un banquete realizado en Buenos Aires en 1910, a los postres subió sobre la mesa y comenzó a bailar un aire popular, ante el asombro de los asistentes y el azoramiento de los mozos. Esto ocurrió cuando el Cnel. Jara y Adolfo Riquelme fueron a la capital porteña como delegados del Paraguay a los actos conmemorativos del centenario de la independencia argentina.
Ya investido de la primera magistratura el 17 de enero de 1911, integró así su GABINETE:
INTERIOR: Sebastián Ibarra Legal; RELACIONES EXTERIORES: Dr. Cecilio Báez; HACIENDA: Dr. José A. Ortíz; JUSTICIA, CULTO E INSTRUCCIÓN PÚBLICA: Dr. Manuel Domínguez; GUERRA Y MARINA: Comandante Carlos Goiburú.
Nace lo que ha dado en llamarse el neorradicalismo, lo cual involucraba un nuevo cisma en el Partido Liberal. Era, por decirlo así, un partido personal, el "jarismo".
Una agrupación heterogénea, con la participación dé liberales radicales y cívicos, que habían constituido en 1910 el denominado Partido Liberal Democrático, más algunos hombres sin filiación política definida. A propósito, recordemos que Jara había desplazado a los liberales cívicos en 1908, algunos de los cuales volvían a colaborar con él. En cuanto a los radicales, excluyendo algunos colaboracionistas, la mayoría estaba abiertamente en contra suya y lo combatirían.
Sebastián Ibarra Legal pronto renuncia al Ministerio del Interior y lo reemplaza Cipriano Ibáñez, joven que comenzaba su actuación.
Indudablemente Jara, no obstante sus pocas luces para ejercer tan elevada función, gozaba de gran prestigio y arrastre político al lograr en poco tiempo la adhesión de caracterizados ciudadanos de diversas tendencias políticas.
MANUEL GONDRA emigra del país. Hombre teórico e idealista, debe soportar ahora en carne propia la cruda realidad, consecuencia de los últimos acontecimientos.
Varios conocidos militares como Chirife, Mendoza, Rojas, Schenoni, Patricio Alejandrino y Justo Escobar, Alfredo Aponte, Crisóstomo Machuca y muchos subalternos, simpatizantes del depuesto Presidente, no están conformes. Incúbase otra rebelión.
ADOLFO RIQUELME y EDUARDO SCHAERER (liberales radicales) eran los jefes civiles más entusiastas. En febrero de 1911 sublevan las zonas militares de Concepción y Misiones. Los sediciosos planeaban marchar con dichas fuerzas rápidamente sobre Asunción, sin dar tiempo a Jara a organizar la defensa. Pero éste, ni corto ni perezoso, convoca a la Guardia Nacional y prepara una expedición por vía fluvial hacia el Norte, pero la partida de ésta queda diferida porque dudó de la lealtad de algunos jefes que la integraban. En cambio, una columna de las tres armas se embarca por tren con destino a las Misiones, al mando del Ministro de Guerra Goiburú. Se enfrentan con los insurrectos en Caí Puente (hoy Cnel. Bogado), comandados los últimos por el Cap. Francisco Brizuela (más tarde Coronel). Las acciones son favorables a Goiburú y los insurrectos se desbandan tras sangrienta lucha.
Goiburú, libre de enemigos hacia el Sud, retorna a la capital, ya que los rebeldes al mando de Adolfo Riquelme avanzan hacia Asunción con apenas 800 hombres.
Llega a Limpio y en Paso Ñandeyara es interceptado por los gubernistas, muy superiores en número, siendo también derrotados. Estaba visto que los radicales estaban camino del fracaso en este intento contra el aguerrido e impetuoso Jara.
Este en persona se pone ahora en campaña para perseguir y batir a Riquelme. Su asesor militar era el chileno contratado MAXIMILIANO JOFRÉ. Entretanto, queda encargado del despacho de la presidencia el Ministro del Interior CIPRIANO IBÁÑEZ.
Riquelme y sus tropas resuelven atrincherarse en Puerto Rosario, esperando la embestida de Jara. Contaban aún los rebeldes con varias piezas de artillería, que fueron emplazadas sobre el barranco del río, y en Bonete, zona pantanosa, también se construyen trincheras. Avanza Jara por agua y tierra y se empeña una feroz lucha en las cercanías del estero, el 16 de marzo de 1911, en la que el Tte. Cardozo, con exiguas tropas, se defiende tenazmente, hasta que es derrotado y muerto, hallándose su cadáver acribillado a balazos. También la flotilla de Jara con certeros disparos de artillería logra acallar a la batería de la costa. Luego ocupa Villa del Rosario, donde se encontraba Adolfo Riquelme con una pequeña fuerza. Ante la imposibilidad de defenderse, los rebeldes huyen en desbande. Riquelme finalmente es capturado, encerrado en la torre de la iglesia y posteriormente fusilado por la espalda por la patrulla que lo conducía por un camino desierto (17-111-191 l). La misma triste suerte corrieron otros prisioneros. El odio instilado en la mente de algunos hombres les hace cometer los mayores excesos.
Este fue el trágico epílogo de la enconada rivalidad entre Jara y Riquelme. Los restos de éste, enterrados cerca del lugar, fueron luego exhumados y arrojados al Cuarepotí, donde desaparecieron. Contaba 32 años de edad. Fue distinguido político y periodista, fundador de "El Diario"
Regresa el Presidente CNEL. ALBINO JARA a Asunción con los laureles del triunfo. Pero estos alevosos asesinatos de indefensos prisioneros, suscitan una general protesta en el país y en el exterior. Jara se mantiene inflexible y ordena instruir sumario a los responsables del fallido movimiento subversivo. El terror se enseñorea del país. Entretanto, es nombrado Ministro de Hacienda Francisco L. Bareiro, en reemplazo del Dr. Ortiz, a quien se le confía una misión en el exterior.
En esa época se pavimentan unos 40.000 m2. de calles asuncenas. Un acontecimiento trascendental constituyó la llegada del ferrocarril a Encarnación (abril-1911), que luego se empalmaría con el argentino.
La prensa ("El Nacional y "El Diario") iniciaba una violenta campaña de oposición. Varios prominentes colorados integran ahora el Congreso y el Dr. Antolín Irala preside la Cámara de Diputados.
Por los motivos expuestos, el centenario de la Independencia no se festejó dignamente. No obstante, se declaran feriados los días 13 al 20 de mayo de 1911. En manifestaciones populares realizadas se escuchan los gritos de "Viva el Paraguay!", "Muera el dictador!".
El Ministro de Guerra Cnel. Goiburú es enviado a Europa, para alejarlo del país, por no inspirar confianza.
Subrepticiamente se prepara otro movimiento subversivo, cuyo líder es el Dr. ALEJANDRO AUDIBERT, al cual se adhieren otros numerosos ciudadanos de varias filiaciones.
La copa se colma y se desborda con motivo de haber enviado el Cnel. Jara una invitación para tomar el té a una bella artista italiana, Lydia Panizzi, que actuaba en el Teatro Nacional, en tarjeta timbrada de la presidencia de la República.
Respecto a este hecho, muchos afirman que lo de la tarjeta fue una pesada broma de un conocido personaje que hizo esta humorada, imitando la letra del Presidente, pues era un experto calígrafo. Lo cierto es que el Coronel se propasó con su invitada y la madre de la misma presenta una denuncia, divulgada por "El Diario", dirigido por el Sr. Ramón Lara Castro, que publica asimismo el facsímil de la tarjeta.
Allí ardió Troya. El diario fue allanado y clausurado y su director tuvo que asilarse precipitadamente. La juventud enardecida sale a las calles a protestar contra estos excesos. Jara los hace dispersar por la fuerza y muchos son apresados y azotados.
Cipriano Ibáñez, a la sazón Ministro de Guerra, también le retira su apoyo a Jara.
En el Congreso se suscitan airadas protestas e interpelan al gobierno. MANUEL DOMÍNGUEZ, el egregio historiador, Ministro de Justicia, C. e I. P., se presenta e intenta defender la posición del P. E. en el Parlamento. Domínguez se enfrenta él solo a los enardecidos parlamentarios que le increpan duramente y los refuta airosamente y con solvencia, demostrando sus cualidades de avezado polemista, defendiendo una causa indefendible. Refieren que a la salida del recinto del Congreso fue silbado estruendosamente, a lo que Domínguez, sin inmutarse y sin perder su prestancia de gran señor les responde: "Conque filarmónicos, los bárbaros?".
A raíz de esto, el CORONEL JARA hace disolver el Congreso, exigiendo su renuncia a los no adictos a su régimen, apelando a la violencia. El respetable ex convencional del 70 FRANCISCO CAMPOS, habiéndose negado a renunciar, recibe varios sablazos del propio Presidente.
Pero esta situación no podía durar. El 5 de julio de 1911 es invitado Jara a concurrir al cuartel de artillería y, allí reunidos muchos oficiales, el Mayor TOMÁS MENDOZA, designado por los conjurados, se enfrenta con él exigiéndole su dimisión.
El Presidente, acorralado como una fiera por la joven e incorrupta oficialidad, no tiene otra alternativa que renunciar.
Sin más trámites es conducido al puerto y embarcado con destino a Buenos Aires. El público presente en el puerto lo despide con hostilidad. Se reúne el Congreso, incluso los representantes que habían sido obligados a renunciar, y nombra a LIBERATO MARCIAL ROJAS Presidente Provisional de la República.
Fuente: HISTORIA DEL PARAGUAY CONTEMPORANEO 1869 - 1983. Autor: OSVALDO KALLSEN, Imprenta Modelo S.A., Asunción – Paraguay 1983 (215 páginas).
CORONEL ALBINO JARA
Unos hombres llegan a políticos por ser eminentes y otros llegan a eminentes por ser políticos. El Coronel Jara pertenecía a esta clase. No fueron premiadas sus dotes de gran estadista o de militar afamado cuando entró a formar parte del Gobierno de la Nación o empuñó después las riendas del Poder Ejecutivo. El mismo fue quien en ambas ocasiones se declaró juez de sus méritos y se discernió supremos cargos para premiarlos. Y a decir verdad, que ni por su extensa cultura ni por su práctica política, ni por su pericia militar, estaba llamado a escalar tan altos puestos como conquistó en poco tiempo, ni a repartir prebendas a medida de su capricho y de su inconsciente voluntad, sin más norte que la sumisión de "sus hechuras" al impulso de sus iniciativas destartaladas.
¡El valor....! Es verdad, era valiente, hasta temerario. ¿Pero de qué sirve el valor sin la concurrencia de otras energías? ¿Es que se puede otorgar la gobernación de un Estado al gimnasta que se tira de cabeza en el circo desde una altura de sesenta metros, al torero que se sonríe ante el cornupeto o al aviador que se sube a las estrellas? ¿Es que el ser valiente es un salvo-conducto para deprimir a los semejantes y engrandecerse a costa de la pusilaminidad o la prudencia del prójimo? ¿No fueron tan arrojados como Jara, Valenzuela, los Mayores Silvio Rodi, González Filisbert y tantos otros, y por ser aquel osado y más respetuoso con los prestigios ajenos, conquistó la cárcel por el mismo acto que a Jara le valió la vida y le honró después de la muerte con el dictado de ciudadano ilustre, eminentes paraguayos y otros adjetivos al uso? ¿No hemos admirado la intrepidez sin límite de oficiales y soldados de esta valiosa tierra que han muerto gloriosamente en los fratricidas combates, sin que de muchos quede en consuelo de saber cuál es el pedazo de tierra santificado con su heroísmo?
Y no hay que suponer hostilidad alguna en estos juicios. Precisamente buscando un poco de verdad para la historia, nos atrevemos a echar en el escoldo de los apasionamientos personales e interesados el benéfico riesgo de la imparcialidad.
Jara, ni fue tan bueno como algunos dicen, ni fue tan malo como otros creen. Socialmente, por su temperamento, inclinado naturalmente a la amabilidad y a la complacencia, acaso no hubiera causado daños ni estragos. Pero como hombre público, desconocedor e ignorante de su verdadero valer, entre otras infinitas cosas, se creyó capaz de empresas napoleónicas, cuando en realidad su poderío no residía en él sino en la prudencia e indolencia de los demás. Y su vanidad sin cauce, sacrificó despiadada y ciega cuantos obstáculos tropezó en su imprudente desenvolvimiento.
¿Cómo de otra suerte, el que discreto y bien aconsejado, pudo convertirse, a pesar de su insignificancia política, en un patricio agasajado y querido, prefirió enterrar su banda presidencial en una mezquina sepultura de la campaña, imposibilitando con su conducta los homenajes póstumos que hubiera podido merecer su jerarquía anulada? ¿Por qué no tuvo inconveniente en buscar privadamente profesores de francés y de derecho, reconociendo su ignorancia en tales materias, y se resistió a demandar enseñanzas y a valerse de preceptores en la vida pública, que es donde más lonecesitaba?
Cubramos con el crespón de nuestro pesar la tumba del amigo muerto, pero dejemos en paz el incensario para las virtudes de estadista y del guerrero, que mal pudo formarse consagrando su vida a los devaneos que inundaron su esencia única. (1912)
(EL COLORADO, 20 de Julio de 1912)
Fuente: LOS PRESIDENTES DEL PARAGUAY. CRÓNICA POLÍTICA (1844-1954). Por RAÚL AMARAL. Prólogo DOMINGO M. RIVAROLA. Biblioteca de Estudios Paraguayos – Volumen 50. Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos.Asunción-Paraguay. 1ªEdición 1994 (347 páginas).
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