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Historia Política


Revolución de 1922 - Coronel Adolfo Chirife. Comandante de las Fuerzas Revolucionarias
(29/03/2012)

REVOLUCIÓN DE 1922 - PARAGUAY 


Por MILDA RIVAROLA


 

         El 7 de junio de 1922, se llevó a cabo el primer intento de Chirife y Mendoza de tomar Asunción. Siete ataques consecutivos del ejército sublevado fueron repelidos por las fuerzas gubernamentales al mando del Cnel. Manlio Schenoni, con el apoyo de unidades con "voluntarios de la Liga Marítima". (77) Las batallas duraron dos días, con numerosas bajas civiles y militares en la capital y sus alrededores. El ejército de Chirife, destruyendo vías ferroviarias, se dirige hacia Paraguarí y Villarrica y luego a Ka'i Puente (hoy Cnel. Bogado, en Itapúa) donde se fortifica y atrinchera.

         Diversas escaramuzas se libran entre fuerzas leales y sublevadas en este trayecto, y por vez primera, aviones biplanos participan en una contienda bélica paraguaya. En junio, los caudillos radical-gondristas recuperan Piribebuy y Ajos, mientras milicias partidarias de Schaerer ocupaban Barrero Grande. Los reclutamientos y requisiciones se suceden en ambos frentes: el ejército sublevado contaba con el parque de armas del ejército, pero los "saco puku" logran reclutar unos 3.000 hombres, mientras los "saco mbyky"   contaban con unos 2.000. (78)

         En los meses siguientes, las montoneras de ambas fracciones tienen sangrientos encuentros en Yhú (San Estanislao), Acahay y diversas localidades de Misiones. Encarnación estaba en poder de los chirifistas, y pese al bloqueo naval del buque gubernista "Adolfo Riquelme", pudo trasladarse desde Posadas al menos un embarque de armas y municiones -adquiridas por Schaerer en Argentina- al ejército revolucionario, en agosto del '22. (79)



         Los sublevados intentan crear un partido, de ideología autoritaria y nacionalista, con participación del Cnel. Chirife y sus comandos, dirigentes   "schaeristas", "jaristás" y "liberal-democráticos". Según el agregado militar francés en Buenos Aires, el Paraguay necesitaba "un dictador que sepa imponerse y dirigir el país" con mano férrea, lo que era "el programa de Chirife, quien querría la autoridad absoluta" para gobernar con el apoyo de algunos "notables" el país. (80)

         Esta propuesta de "dictadura militar independiente de los partidos" pudo haber nacido en Alemania -donde Chirife hizo cursos- y encontró eco en algunos republicanos: el Cnel. Goiburú e Isidro Ramírez ofrecieron una alianza al ejército chirifista -que habría reportado a los "saco mbyky" masas de combatientes colorados- en julio de 1922, aunque ésta no se concretó. (81)

         Entre julio y agosto del '22, se dan combates en San Cosme, Yuty; y entre el 13 y el 16 de noviembre, el ejército gubernista toma Carmen y Ka'í Puente. El frente de batalla se desplaza hacia Misiones, Unión, Guairá y Cordilleras, donde se libran otras batallas. (82) A fin de año, el ejército de Chirife se hallaba concentrado en Itanará, y sus destacamentos realizan incursiones hacia P.J. Caballero y Concepción, requisando caballadas y haciendas y reclutando personal de los establecimientos yerbateros y ganaderos de la zona.

         Villarrica es tomada y retomada por ambos contendientes varias veces, en marzo del '23, cuando también Pilar e Humaitá resisten con éxito ataques de fuerzas "chirifistas". Poco después, el directorio del Partido liberal ofrece la candidatura oficial para el siguiente período constitucional al presidente provisorio Eusebio Ayala, quien renuncia a su cargo el 7 de abril, para dar inicio a la campaña electoral. (83)

         El 12 asume el ejecutivo, en su remplazo, su ministro de Hacienda Eligio Ayala, quien gobierna provisionalmente hasta marzo del año siguiente.

         En mayo del '23 fallece de una enfermedad el Cnel. Chirife, y la sublevación queda al mando del Cnel. Mendoza y el Tte. Cnel. Brizuela. Fracasados los intentos de conciliación, se dan nuevos combates en Piribebuy (junio), Ajos y Arroyo y Esteros. El ejército "constitucional" se acercaba nuevamente a Asunción en junio, y a la convocatoria de un nuevo reclutamiento del gobierno radical se adhieren los socialistas, la LOM y varias federaciones obreras, con un manifiesto «Contra la criminal sedición militar burguesa», donde acusan a "los militares y civiles nacionales y extranjeros oligárquicos que se levantaron en armas contra la vida, el progreso, la civilización y la paz". (84)

         Asunción es atacada entre el 9 y el 10 de julio de 1923. Eligio Ayala, cuyo ejército contaba con apenas 500 efectivos, llama a filas a los jefes radicales y a la LOM, que hacen la defensa de la ciudad comandados por el Ministro de Guerra M. Schenone. Previendo un desenlace desfavorable, el presidente, su gabinete y los fondos del Tesoro Nacional se embarcaron en navíos anclados en el Puerto. La guerra civil termina con la victoria del grupo radical-gondrista, dejando un saldo de aproximadamente 300 millones de $ papel (pago a particulares por daños y perjuicios); miles de emigrados, y daños incalculables a la infraestructura de comunicaciones (las líneas de ferrocarril fueron levantadas, los puentes volados, etc.) y en las empresas agropecuarias del interior. (85)

         Nuevas elecciones legislativas tienen lugar el 30 de setiembre de 1923 (el Estado de Sitio, prorrogado indefinidamente durante la contienda, seguía vigente) y en ellas resultó victorioso el "partido gubernista", que había logrado previamente la unificación de sus corrientes internas. Los colorados se abstuvieron de participar, y "los únicos competidores a los candidatos oficiales, pertenecientes al Partido Obrero, no obtuvieron sino un número de votos de lo más insignificante, en Asunción y en Concepción". (86)

         Eligio Ayala renuncia al cargo, el 17 de marzo de 1924, para presentar su candidatura presidencial -la de Eusebio Ayala había sido postergada- y Luis A. Riart completa el período. Bajo su corto mandato, se dan las elecciones presidenciales -sin presencia de la oposición- y la dupla Eligio Ayala-Manuel Burgos, electa por el Colegio, asume el décimo quinto mandato constitucional el 15 de agosto de 1924. Bajo su austero e inteligente mandato, se inicia el período más brillante del liberalismo paraguayo.

 

 

NOTAS

 

77. Los comandos gubernistas estaban dirigidos por el Cap. José F. Estigarribia, Arturo Bray, Camilo Recalde, Luis Irrazábal y otros oficiales de importante actuación militar y política posterior, ver Urizar, R., op. cit., pp. 441-2 del Tomo II.

78. Urizar, R., op, cit., pp. 481-3 y 501 del II Tomo.

79. El caudillo radical Manuel Balteiro y efectivos de la LOM intentaron detener el cargamento, y fueron apresados en Posadas.

80. Rapport Nº. 313/6 del Ataché Militaire de la France á Buenos Aires, 20. VII. 1922, Quai d'Orsay, MAE, Serie B Amérique, Paraguay, Vol. III.

81. De los Santos, op.cit., pp. 144-5 del primer tomo, Urizar, R., op.cit., p. 432 del Tomo II; Eusebio Ayala ante las Cámaras, IV.1923, en ARCHIVO DEL ...op.cit., p. 504 del T. I. y Ferrier a Poincaré, Asunción, 1.VIII. 1922, Quai d'Orsay, MAE, Serie B Amérique, Paraguay Vol. III. El legendario caudillo colorado José Gill participó todavía en estos combates al lado de los "Saco Mbyky".

82. De los Santos, Tomás, LA REVOLUCIÓN DE 1922, Asunción, El Lector, 1984, pp. 29-42 del Tomo l.

83. Urizar, R„ op. cit., p. 593 del II Tomo. La decisión de relevar al primero obedeció, según este autor, a su "temperamento conciliador" y a la lentitud con que se desarrollaba la campaña gubernista contra el ejército de Chirife.

84. Manifiesto Obrero del 1.VI.1923, firmado por la FOP, el PS, la LOM y una docena de sindicatos, en A. G. 09.05.019.

85. González, Teodosio, op.cit., pp. 163-6 y Seiferheld, Alfredo, ECONOMÍA Y PETRÓLEO DURANTE LA GUERRA DEL CHACO, Asunción, El Lector, 1983, p. 201.

86. Ferrier a Poincare, Asunción, 3.X 1923, Quai d'Orsay, MAE, Serie B Amerique, Vol. III Paraguay.

Fuente: CRÓNICA HISTÓRICA ILUSTRADA DEL PARAGUAY. REALIZACIÓN Y PRODUCCIÓN GRÁFICA de ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL. Tel. (595-21) 373 594, fax (595-21) 391 136. e-mail: arami@rieder.net.py . Asunción, Paraguay. DIRECCIÓN DEPARTAMENTO DE ARTE : Lic. Raquel Ambrasath. DIRECCIÓN DE LA OBRA : Oscar del C. Quevedo. AUTORES : Adriano Irala Burgos, Aníbal Benítez Fernández, Beatriz González de Bosio, Carlos Martini, José Antonio Galeano Mieres, Margarita Durán Estragó, María Graciela Monte de López Moreira, Miguel Chase Sardi y Milda Rivarola Espinoza. Asunción - Paraguay 2006 (1039 páginas).



Colección: JAVIER YUBI




LA GUERRA CIVIL - ANTECEDENTE


Eusebio Ayala asume la presidencia provisional de la República el 7 de noviembre de 1921, o sea una semana después que el vicepresidente Dr. Félix Paiva considerara infructuosa su tarea de establecer la necesaria continuidad. Entonces el Congreso decide asumir la responsabilidad de designar al nuevo mandatario, resultando elegido el Dr. Ayala, quien integra su gabinete de esta forma: Interior, Rogelio Ibarra; Relaciones Exteriores, Alejandro Arce; Hacienda, Eligio Ayala; Justicia, Culto e Instrucción Pública, Eliseo da Rosa; Guerra y Marina, Cnel. Manuel Rojas A. Los ministros renuncian en pleno el 2 de mayo de 1922, rechazándoseles la dimisión. El doctor Ayala aguantará hasta el 12 de abril de 1923, en que renuncia al cargo después de haber tratado de gobernar durante un año, cinco meses y cinco días.

No es mucho lo que ha podido hacer. En 1922 se dicta la ley de organización del magisterio; al año inmediato, el 7 de abril se suprime el cuarto curso de la Escuela Elemental de Villa Rica por falta de alumnos.

El 27 de marzo de dicho año se desata la guerra incivil (como es toda aquella que supone una contienda entre hermanos) que dura hasta el 10 de julio de 1923. El grupo armado rebelde se denomina, sin mayores eufemismos, "constitucional". Por esa época se producen dos hechos relevantes: la contestación del presidente argentino Dr. Hipólito Yrigoyen, a un pedido de armas para el gobierno paraguayo, por intermedio de su amigo don Manuel Gondra, que resulta negativa en relación con los antecedentes krausistas del pacifismo internacional, y al mes siguiente (julio de 1922) el poema de Eloy Fariña Núñez: "Mater dolorosa", que exalta el martirologio de la mujer paraguaya en su condición materna.

Entre los nombramientos se destacan los que siguen: Facundo Recalde, Odón Frutos, Manuel W. Chaves, Juan Evangelista Troche, Sofía Mendoza, Dr. Rodolfo Ritter, don Pastor Giménez, Lidia Frutos, Pablo Max Ynsfrán.

Fuente: LOS PRESIDENTES DEL PARAGUAY - TOMO I. CRÓNICA POLÍTICA (1844-1954). Segunda Edición. Por RAÚL AMARAL. Editorial Servilibro, Dirección Editorial: Vidalia Sánchez, Asunción-Paraguay, 2005. 395 pp.



Enlace interno a documento de lectura recomendada:   GUERRAS CIVILES, REVOLUCIONES Y ASONADAS EN EL PARAGUAY. Por MIGUEL ÁNGEL PANGRAZIO CIANCIO - REVOLUCIÓN COMUNERA / GUERRA CIVIL DE 1904 / REVOLUCIÓN DE 1947. INTERCONTINENTAL EDITORA. Diagramación: GILBERTI RIVEROS ARCE. Corrección: ARNALDO NÚÑEZ. Asunción - Paraguay, 2008 (236 páginas)





CONCLUSION DE LA GUERRA CIVIL DE 1922

 

         La guerra civil de 1922 tuvo resultados memorables pero no duraderos en materia de democracia y gobierno de los mejores. Derrotó y enterró al caudillismo tradicional personificado por Eduardo Schaerer; aunque éste logró seguir creando zozobra partidaria entre la masacre de estudiantes del 23 de octubre de 1931 y la Presidencia Provisional de su concuñado, Félix Paiva, entre 1937 y la elección de José Félix Estigarribia como candidato militar del liberalismo. Pero ya no pudo dirigir al Partido Liberal de modo personalista y caprichoso por lo cual su sueño de volver a la presidencia constitucional se desvaneció.

         La lucha fratricida una vez más demostró que el ciudadano-soldado de Paraguay es capaz de vencer a un ejército convencional de cuarteles, jefes, oficiales y Estados Mayores. Eso significó en 1923 que el ejército, así como estaba, no llenaba las expectativas de profesionalismo y disciplina. A partir de la victoria gubernista de 1923, el Ejército se profesionalizó lenta pero irreversiblemente. Durante la era de Eligio Ayala que duró hasta 1936, los militares finalmente se sometieron a la autoridad civil y dejaron de cortejar o dejarse cortejar por políticos. A partir de la victoria del Chaco, los militares balbucearon un nebuloso programa "revolucionario" que buscara el desarrollo y el progreso en base al corporativismo y al estatismo de moda en la Europa en los albores de la Segunda Guerra Mundial.

         Se necesitó otra sangrienta guerra civil en 1947 para amarrar totalmente a los militares a la política partidaria como aliados menores del triunfante coloradismo. Pero los cuarteles no quedaron satisfechos. El golpe del 4 de mayo de 1954 fue del Ejército en contra del Partido Colorado al que efectivamente desalojó del Poder y llamó luego como socio subalterno, pero solo después de haber entrevistado a los otros partidos políticos dispuestos a unirse al concierto como componente del coro. Era el logro en 1955 de todo lo opuesto a lo obtenido en 1923, es decir, gobiernos democráticos, constitucionales con mandato limitado, instituciones vibrantes y vitales, y militares no deliberantes sometidos a la autoridad civil constitucional. Todo esto pudo realizarse en los gobiernos posguerra civil del 1922, pero llegó a un abrupto final en febrero de 1936 en que parte del Ejército nuevamente se sublevó contra un Presidente civil y lo derrocó. La Guerra del Chaco fue funesta para la democracia al traer de vuelta los frecuentes alzamientos golpistas.

         Los militares como cuerpo en 1924 no tuvieron otra opción que aceptar la realidad de la fortaleza de los gobiernos civiles del radicalismo y su patriótico empuje para dejarse persuadir de la seriedad de la amenaza boliviana y la necesidad de concentrar los recursos del país en la defensa de la soberanía. Pero obviamente, la sujeción al poder civil tuvo lugar en forma reticente y renuente por lo que los mandatos de la constitución nunca permearon a la institución armada de modo definitivo y persuasivo. Por eso, un jefe rebelde como el mayor Rafael Franco casi descarrila todo el andamiaje de la discreta y encubierta planificación de la defensa del Chaco con el incidente del Fortín Sorpresa en 1928, cuando ya Eligio Ayala había dejado la presidencia al sucesor, que a punto estuvo de ocasionar el estallido inoportuno de la guerra con Bolivia en momentos en que todavía no estábamos armados ni organizados. Casi se repitió el descalabro de Solano López de 1865 que inició la guerra mientras sus partidas de armamento estaban en alta mar y sus encorazados a medio construir en los astilleros europeos. Se notó que ya no era Eligio Ayala el Presidente en octubre de 1928, porque si bien Franco fue disciplinado, no lo fue de acuerdo al mandato de Maquiavelo en "El Príncipe" por lo que Franco volvió a tentar suerte con más suerte en 1936. La guerra civil de 1922 no había resuelto definitivamente el problema militar, solo lo había acallado momentáneamente. Todavía habría caudillismo castrense a futuro.

         De cualquier manera, por haber intentado y logrado, a medias, la sujeción del militar al Poder civil, los liberales radicales se convirtieron en enemigos de los hombres en armas. Obviamente, la educación en la Escuela Militar no insistió como debía en el apego a la Constitución. Pero, por otro lado, la arrogancia civil liberal hacia los militares tampoco hacía amigos ni influenciaba a las personas. Por lo pronto, los sublevados en 1922 fueron severamente castigados con la expulsión de la carrera y solo unos pocos lograron volver a los cuadros activos y eso solamente ya en vísperas de la Guerra del Chaco. El intento radical de estar entre los primeros de nuestra América Latina en transformar al Ejército en una fuerza armada supeditada a la constitución fue gallardo y aguerrido, pero últimamente condenado al fracaso. No se podía ignorar ni descontar la fortaleza de la propaganda totalitaria desde Europa hasta finales de la Segunda Guerra Mundial, pero esa propaganda cayó en campo fértil y no tuvo que esforzarse mucho. Las inclinaciones autoritarias solo tuvieron que hacerse más ostensibles.

         El comportamiento anticaudillista de los radicales también llegó a extremos indeseables porque revelaban indecisión y debilidad. Con la excusa de no ser aprobada la ley que permitiría el estado de sitio, los partidarios de Schaerer-Chirife se movían con total libertad en Asunción al estallar la rebelión, reclutando soldados y recaudando fondos destinados a destruir al Gobierno. Tamaña tolerante liberalidad conspiraba contra el principio de la propia supervivencia. Esas tareas perniciosas las realizaban los schaereristas en Asunción, mientras a escasos 12 kilómetros, en Luque, el ejército sublevado preparaba los trenes para venir al asalto. Esta apatía ante la crisis en nombre de las libertades civiles les ha ocasionado a los liberales no pocos inconvenientes.

         Entre el 22 y el 23 de octubre de 1931, exaltados grupos de estudiantes -y seguramente infiltrados- recorrían en manifestación violenta los domicilios de las autoridades sin que la Policía los dispersara. Tuvieron que llegar en ese tenor hasta las escaleras del despacho presidencial para que la fuerza reaccionara en una perfectamente evitable matanza. Irónicamente, quien había desmantelado la reja perimetral del Palacio de Gobierno que dejaba a la sede del Gobierno indefensa ante una turba había sido el mismo Eduardo Schaerer desde la primera magistratura. Anteriormente, la entrada y salida al Palacio era perfectamente controlada en portones de infranqueables rejas y muros elevados.

         Sin embargo, tampoco deja de ser ejemplar en aquel entonces el respeto al adversario y el apego a las leyes incluso en tiempos de enfrentamientos. Por ello, la comunicación del Presidente Eusebio Ayala a los Jefes Políticos del país del 2 de enero de 1923 debe figurar en toda antología de Derechos Humanos:

         "He recibido quejas respecto a algunas persecuciones de que son víctimas ciudadanos que pertenecen a la oposición, de parte de las autoridades y de parte de los amigos políticos del Gobierno. Sería muy desagradable que esas quejas tuvieran fundamento. Las autoridades nacionales no deben obrar bajo la influencia de inspiraciones ni menos de pasiones políticas. Quienes no entiendan así su misión deberán abandonar sus cargos, pues el gobierno no está al servicio de ningún interés partidario, sino para proteger y amparar a todos los habitantes, sin distinción alguna. Existe el estado de sitio y el Presidente en su virtud, tiene la facultad de arrestar a las personas que crea sospechosas; que esta facultad solamente él la puede ejercitar, personalmente o por expresa delegación. Ningún agente del P.E. está autorizado a arrestar a nadie, a no ser que sea por mandato de juez competente. Las autoridades deben proteger especialmente la propiedad de los habitantes, reprimiendo enérgicamente los atentados que han venido multiplicándose durante la subversión. Acuse recibo. Eusebio Ayala."  

 

         Como Bolívar, Ayala seguramente "aró en el mar", porque medio siglo más tarde cualquier subcomisario de campaña arrestaba ciudadanos "por imperio del estado se sitio", que en muchos casos ni siquiera estaba vigente en sus regiones. Sin duda, en materia política, mucha hubo involución desde aquella era dorada de la democracia.

         Plácido Jara y sus montoneras a las que se sumaron Chirife y el grueso de su Ejército en desbandada demostraron que el norte de la Región Oriental es propicio para la guerra de guerrillas, siempre que haya apoyo logístico del extranjero ya que el asalto a las estancias locales tiene sus limitaciones pues no es una fuente inagotable de recursos. Por ello, los rebeldes recurrieron al arrojado asalto sobre Asunción el 9 y 10 de julio de 1923 que dio por concluida la lucha. Era un caso emblemático de la improvisación y de lanzarse a un proyecto "a la que Dios es grande", sin planes ni previsiones, en la confianza de que solo estar ahí en el epicentro de las cosas hará que éstas sucedan favorablemente. No fue así, los rebeldes llegaron a Asunción pero no sabían exactamente para qué. Y si bien tomaron posiciones avanzadas en el centro de la ciudad, al no tener planes deliberados ni objetivos claros, terminaron en la corrida hacia la frontera argentina, tradicional amparo y refugio de cuanto conspirador surge en el Paraguay.

         Terminada la contienda, se afianzó la seguidilla más ilustrada y democrática de presidentes civiles de la historia paraguaya. Eligio Ayala, el gran estadista que prestó su nombre a esa era dorada de gobernantes preparados, democráticos y honestos, hasta pudo darse el lujo de presidir la única elección competitiva de los partidos tradicionales en 1928 donde en elecciones libres y justas, el candidato liberal, José P. Guggiari se impuso al colorado Eduardo Fleytas. Luego de esa derrota, los colorados se refugiaron nuevamente en el abstencionismo, conscientes de su inferioridad numérica. La Guerra del Chaco enterró todo el experimento democrático y civilista. A menos de un semestre del armisticio de 1935, ya se tuvo un levantamiento militar con su secuela de presidente y gabinete presos y exiliados. Los militares que habían sido disciplinados hasta aceptar la sujeción al poder civil estaban nuevamente fuera de sus cuarteles en 1936 y no dejaron de intentar asonadas hasta 1996.

         Lo que aparentemente los militares no perdonaron a los liberales fue el trato recibido después de la victoria de 1923. Los militares, por ser los responsables del uso persuasivo de la fuerza, recibieron las sanciones más severas, la más leve de las cuales ya es lo suficiente seria para ellos, la pérdida del estado militar, de la carrera. Algunos pocos de los sublevados de 1922 pudieron volver a vestir el uniforme en la Guerra del Chaco; pero para la mayoría, el castigo de la expulsión del ejército era responsabilidad de los radicales y si bien a futuro, alguno que otro jefe no ocultó su afición al liberalismo, la absoluta mayoría guardó resquemores e injurias contra el liberalismo. Hasta la supuesta tendencia de los liberales al antilopismo, en la eterna batalla intelectual sobre lo acontecido en la Guerra Grande, fue superada por un cambio substancial gracias al cual los liberales también aceptaron la condición de "Héroe Máximo" de Francisco Solano López como cabeza de la gran epopeya de la defensa nacional. En sus mensajes al Congreso en ocasión del centenario del natalicio de López, el propio Eligio Ayala se refería a la titánica defensa de la patria aunque todavía no al Mariscal.

         La base de la animadversión militar hacia el liberalismo y los liberales se originó en la severidad de las penas y en el hecho de que para la sociedad toda, y para los militares con ella, la supremacía civil era una novedad exótica difícil aún de digerir.

         Sin embargo, para los civiles involucrados en la rebelión, una temporada en el exilio era casi la pena más dolorosa. De a poco, volvían a sus actividades y pronto de nuevo ocupaban los sitios anteriores sin traumas mayores. Por ejemplo, el gran responsable de la sedición, Eduardo Schaerer volvió a sus negocios y a su caudillismo. Pronto, adquirió nuevamente relevancia política al fundar el diario LA TRIBUNA por mucho tiempo decano de la prensa nacional. Schaerer, como propietario de extensas tierras en Puerto Sajonia, donó parte del terreno del estadio de la Liga de Fútbol con lo que valorizó las tierras que fraccionó y loteó con buenas ganancias. Plácido Jara, José Gill y otros líderes combatientes civiles también volvieron a sus regiones para seguir ostentando la prominencia anterior. En definitiva, para los militares, y con buena dosis de razón, los únicos con quienes el Gobierno fue firme y casi implacable fueron los uniformados. En defensa de los liberales debe decirse que por utilizar bienes y armamento y la confianza del Estado y por el juramento de fidelidad a la Constitución, los militares tenían responsabilidades mayores y eran pasibles de una justicia tanto militar como civil más rigurosa. El militar se consideraba la reserva moral de la República y ello necesariamente implicaba obligaciones delicadas y consecuencias más inflexibles.

         El Paraguay siempre salió de sus conflictos armados con cambios significativos y la guerra civil de 1922 no fue excepción. De la Guerra del 70, emergió el Paraguay Constitucional de los derechos individuales y las instituciones afianzadas, una prensa libre y el derecho a la propiedad privada. De la Guerra Civil de 1922, como vimos, se afianzó la democracia, se perfeccionó el sistema constitucional con prominencia civil, se circunscribió a los militares a sus cuarteles y se les limitó su ámbito, se llevó al poder a los políticos más ilustrados y honestos, y se logró el cuasi milagro de elecciones libres, directas y competitivas. De la rebelión cuartelera de 1936, surgió el remedo al totalitarismo, la corporativización de la sociedad, la injerencia del Estado en la economía, los monopolios gubernamentales como eterna fuente de ineficiencia y corrupción y el monopolio de los militares en las carteras de Defensa y Seguridad en el Gabinete. De la Guerra Civil de 1947, surgió la dictadura de partido único de la Asociación Nacional Republicana cuya Junta de Gobierno en un momento debía dar su aprobación para el ascenso de jefes militares. Todo eso tuvo su reacción en el golpe del 4 de mayo de 1954 donde los militares derrocaron a los colorados del poder para luego atraerlos como socios menores y apoyo electoral -aunque casi todas las elecciones fueron de candidato único- y movilización de adherentes. El péndulo había girado al otro extremo, en un momento, era la cúpula militar la que daba su aprobación o veto para el ingreso de algún líder civil a la cúpula partidaria. El 2 y 3 de febrero de 1989, surgió el Paraguay actual, pluralista, con elecciones libres, con alternancia partidaria en el poder que, sin ser perfecto, evoluciona y constituye un salto cualitativo comparado con la dictadura anterior.

         Un elemento prácticamente ausente en 1922 fue el mundo de afuera, el internacional cuyo papel fue marginal pero en su medida, significativo. El universo foráneo llegó sin sorpresa alguna a través de nuestra única vía de salida, Buenos Aires. Hasta ahí fueron los combatientes a buscar a los componentes de la naciente fuerza aérea. Desde Buenos Aires llegaron los voluntarios extranjeros como los veteranos aviadores de la anterior Guerra Mundial, Nicolás Bó, Sídney Stewart y Patrick Hassett. También de la capital porteña llegó por tren el contrabando de armas para los rebeldes, con la indiferencia cómplice de las autoridades aduaneras y fronterizas de la Argentina. La República de Chile proveyó de armas al Gobierno y no pocos voluntarios prusianos fueron reclutados por el coronel Chirife para su causa. Ponía así el Coronel a jugar su experiencia anterior en las academias militares alemanas donde dejó amigos y admiradores. Naturalmente, conocida la derrota, el territorio fronterizo argentino fue la matriz a la que recurrieron quienes precisaban ponerse a salvo del Gobierno y del brazo largo de la justicia de su país.

         Traumática como fue para sus contemporáneos, la Guerra Civil de 1922 permitió, en el aspecto renuentemente positivo de la confrontación, la emergencia de un liderato nacional dentro del Partido Radical. La figura cumbre era Eligio Ayala que poco a poco fue imponiendo su liderazgo gracias al manejo de las finanzas y la administración general para extenderse luego incluso al campo militar. Cuando los dirigentes partidarios notaron que en Eligio Ayala habían encontrado un formidable dirigente completo, lo llevaron primero a la Presidencia provisional por unos meses, y en seguida a la Presidencia constitucional desde donde obró una gestión transformadora, hasta hoy sin parangón.

         Más allá de cualquier duda, los cuatro años del gobierno de Eligio Ayala fueron los más dramáticamente transformadores de la era constitucional. Por primera y única vez en la historia económica paraguaya, un Presidente consciente de su tarea y conocedor de las circunstancias hizo que un boom económico que en el pasado y en el futuro eran brillantes oportunidades desperdiciadas para las mayorías y aprovechadas solo por unos pocos especuladores, se tradujera en progreso visible para las grandes mayorías por medio del empleo y la productividad. El Estado pudo recaudar lo justo, invertir lo necesario y cumplir sin traumas con sus obligaciones. Como nunca antes en la era constitucional, se libraban cheques del gobierno por montos de cinco o más cifras en libras esterlinas para la adquisición de material de guerra en Europa. Tanto fue el éxito de Ayala como administrador que al terminar su mandato el Presidente entrante, José P. Guggiari, le rogó que siguiera en el Ministerio de Hacienda. Guggiari también pudo exponer sus cualidades de político sazonado y combatiente valeroso durante la guerra civil lo que le aseguró un puesto como candidato presidencial, primero, logrando ser el gran ganador del voto popular. En una de esas contradicciones del liberalismo latinoamericano, Guggiari era a la vez un líder burocrático-racional de acuerdo a la caracterización dada por el sociólogo alemán Max Weber, y un líder tradicional carismático, pues a su saber, a su habilidad oratoria y de escritura, unía su fama de combatiente aguerrido.

         No fue poco el logro de Eligio Ayala desde la presidencia durante el boom algodonero pues tomó todas las medidas adecuadas y recomendadas para evitar que la burbuja especulativa se apropiara de las ganancias y las reservara para algunos de los especuladores. Ayala controló la inflación valorizando la moneda y con ello logró una inédita confianza de la población en la tarea gubernamental. A una sociedad moderna no le puede ir bien si sus bancos están mal por lo que Ayala no dudó en rescatar a las entidades financieras de su crisis de iliquidez. Seis décadas más tarde, el Gobierno fue incapaz de hacer algo parecido cuando el boom de la construcción de la represa de Itaipú. Entró mucho dinero pero la inflación se disparó sin control, y en lugar de ahorro e inversiones, la sociedad se agotó en el consumismo y en menos de un lustro, la gran bonanza se había desinflado. En 1980, el Paraguay no tuvo el liderazgo que Eligio Ayala fue capaz de imponer en 1924. Al carecer de una universidad que descubra a través de la investigación las bondades y errores del pasado, no hubo la capacidad de instruirse en base a la experiencia. El Paraguay parece condenado a repetir sus errores al no ser consciente y aprender de sus aciertos. De haber vivido en otra época, posiblemente Eligio Ayala hubiera ganado el Premio Nobel en Economía por su combate a la inflación y su exitosa política monetaria.

         La gran lección de la Guerra Civil de 1922, aprendida a la fuerza, fue la desaparición del caudillismo tradicional personalista y autocrático. Eduardo Schaerer llevó al Paraguay a una sangrienta y larga refriega solo porque quería volver a ser presidente. No tenía un programa ni una serie de reivindicaciones, su ambición de limitaba a querer llegar de nuevo al poder. Para ello arrastró al coronel Chirife a una aventura trágica, y al país a negras horas de luto y dolor. Pero a partir de ahí, las ambiciones meramente personales sin algún disfraz institucional o social ya no prosperaron.

         Rafael Franco quiso hacer una revolución socialista de derecha y de izquierda desde el poder y no duró año y medio. Higinio Morínigo llevó adelante una revolución corporativa pseudonacionalista. Alfredo Stroessner duró 35 años prometiendo la segunda reconstrucción nacional con infraestructura y desarrollo. Cuando se quedó sin proyecto concreto y se limitó a querer legar a su hijo militar el Ejército y la Presidencia, sus propios camaradas generales lo derrocaron de ambos. El Paraguay no era la Nicaragua de Somoza ni la Argentina peronista donde los cónyuges se sucedían entre sí.

         En la guerra civil de 1922 también fue la última vez que hubo combates callejeros en amplios sectores de la capital por varios días. A partir de ahí las escaramuzas eran limitadas a buscar tomar la Policía, el Regimiento Escolta o algún edificio gubernamental o medio de comunicación. El respeto a la población civil ha venido siendo mucho mayor a partir de entonces y se buscó siempre la menor intervención en sus asuntos. Finalmente, la guerra civil de aquel año enfrentó una vez más a los tradicionales adversarios partidarios, los colorados y los liberales, con el Ejército en el medio. Ambos credos -sus partidarios se llaman entre sí "correligionarios"- se veían como más que adversarios electorales ocasionales y poco menos que enemigos, con visiones muy diferentes cada uno y deseos de imponerse sobre el otro. Tomó tiempo ir superando ese maniqueísmo y antes de que el sistema democrático se impusiera, la alternativa en los conflictos era siempre la violencia.

         Como corresponde a toda sociedad tradicional, casi tribal, los tradicionales rivales por la cumbre política se veían primero como partidarios y después, solo renuentemente, como compatriotas. En 1923, todavía quedaba un largo camino de casi un siglo que recorrer para la pacificación de los espíritus y la verdadera convivencia democrática y civilizada, libre de enconos y rencores y de ambiciones bastardas capaces de llevar a todos a una conflagración destructiva y estéril.

         La magna tarea de un Paraguay para todos los paraguayos tuvo un tropezón en aquella guerra civil, pero de ella emergimos escarmentados y dispuestos a trabajar por la grandeza nacional; por lo menos a lo largo de una década. Después, nos solazamos en más de lo mismo, con un discurso distinto pero con deplorables resultados similares.

         Queda 1922-1923 como una desgracia nacional que a pesar de todo dejó valiosas lecciones, no todas bien aplicadas ni por el tiempo necesario. Hoy todavía se proyecta como una tragedia cuyos detalles emergen con mayor claridad para ofrecernos ejemplos sobre tanto lo que se debe evitar como lo que se debe aplicar en esta incesante búsqueda del bienestar y de la felicidad para nuestra estoica ciudadanía.

   Fuente: LA GUERRA CIVIL DE 1922. Por RICARDO CABALLERO AQUINO  - COLECCIÓN GUERRAS Y VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PARAGUAY - NÚMERO 10 © El Lector (de esta edición). Director Editorial: Pablo León Burián. Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina. Director de la Colección: Herib Caballero Campos. Diseño de Tapa y Diagramación: Jorge Miranda Estigarribia. Corrección: Rodolfo Insaurralde. Asunción – Paraguay, Febrero 2013 (114 páginas)

   



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