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Historia Política


Guerra de la Triple Alianza 1864 - 1870 - Por GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ
(07/03/2012)

LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA 1864 - 1870

Por GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ


La Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) fue la contienda más sangrienta de América del Sur. Comenzó en diciembre de 1864, como una lucha armada entre el Paraguay y el Brasil. Pero en mayo de 1865 se aliaron al Brasil el Uruguay y la Argentina, y así quedó formada la Triple Alianza.

La guerra comenzó a causa de una intervención militar del Brasil, que invadió el Uruguay con su ejército. El gobierno uruguayo pidió ayuda al Paraguay, cuyo presidente era el entonces general Francisco Solano López (1826-1870). López temió que la intervención militar brasilera fuese el primer paso para una ocupación definitiva del Uruguay, lo cual rompería el equilibrio del Río de la Plata y pondría yen peligro la Independencia del Paraguay. Por eso rechazó enérgicamente la intervención brasilera en el Uruguay; como su parecer no se tuvo en cuenta, López decidió atacar al Brasil. En aquel momento, el Gobierno del Paraguay y el del Uruguay eran aliados en contra del enemigo común, el imperio del Brasil, gobernado por el emperador Pedro II.

En diciembre de 1864, las tropas paraguayas invadieron Mato Grosso y en unos meses vencieron toda resistencia, ocuparon las principales ciudades del lugar y se apoderaron de una considerable cantidad de armas. Esta etapa del conflicto, llamada campaña de Mato Grosso, terminó con una victoria paraguaya. El ataque a Mato Grosso tenía como objetivo proteger la retaguardia del Paraguay, que pensaba enviar tropas al Uruguay, para expulsar a los invasores brasileros. Sin embargo, para febrero de 1865, los brasileros comenzaron el sitio de Montevideo y controlaban los puntos estratégicos del Uruguay. El presidente uruguayo Atanasio Aguirre, amigo del Paraguay, fue reemplazado por Venancio Flores, amigo del Brasil. Aquello modificaba por completo el anterior entendimiento paraguayo-uruguayo.

Solano López decidió atacar Río Grande del Sur (Brasil) y pidió permiso para hacer pasar sus tropas por el territorio de Misiones al presidente argentino, Bartolomé Mitre. López consideraba que, si Mitre permitía el paso de la flota de guerra brasilera por el río Paraná, también debía permitir el paso del ejército paraguayo por Misiones; sin embargo, Mitre negó el permiso.

López sospechó la existencia de un acuerdo entre el presidente argentino y el emperador brasilero, y decidió tomar la iniciativa. En marzo de 1865, el Congreso paraguayo declaró la guerra a la Argentina y concedió el grado de mariscal al general Francisco Solano López. El 13 de abril de 1865, la marina paraguaya se apoderó de embarcaciones de guerra argentinas ancladas en el puerto de Corrientes y ocupó Corrientes. El 1 de mayo del mismo año, los representantes del Brasil, la Argentina y el Uruguay firmaron el tratado de la Triple Alianza en Buenos Aires.

Con el ataque a Corrientes comenzó una segunda fase de la guerra, la campaña de Uruguayana, caracterizada por la ofensiva paraguaya en territorio argentino y brasilero. En mayo de 1865, el ejército paraguayo entró en la Argentina dividido en dos columnas: una de 12.500 hombres al mando del teniente coronel Antonio de la Cruz Estigarribia y otra de 25.000 hombres al mando del general Wenceslao Robles. La columna de Estigarribia llegó hasta el río Uruguay, y lo cruzó para internarse en el territorio de Río Grande del Sur (Brasil), donde marchó hacia el sur, bordeando el río Uruguay. Estigarribia se apoderó de San Borja y otras ciudades brasileras, pero terminó su avance en la ciudad de Uruguayana, donde se rindió al ejército aliado en septiembre de 1865. La columna del general Robles marchó por la provincia de Corrientes con dirección al sur, bordeando el río Paraná, y llegó hasta la ciudad argentina de Goya en junio, mes en que tuvo lugar la batalla naval de Riachuelo, en que la flota paraguaya fue destruida por la brasilera. Robles sufrió contratiempos y no pudo continuar su avance más allá de Goya; en octubre retrocedió hasta llegar a las cercanías de Paso de Patria, donde cruzó el Paraná para regresar al Paraguay.

Para finales de 1865, los soldados de Robles terminaron de cruzar el Paraná. A partir de entonces, Solano López adoptaría una estrategia defensiva, después de haber tomado la ofensiva en las campañas de Mato Grosso y Uruguayana. En la siguiente fase de la guerra, la campaña de Humaitá, las operaciones se desarrollaron mayormente en territorio paraguayo, en el actual departamento de Ñeembucú. Aquella fue la campaña más larga, porque duró desde enero de 1866 hasta la caída de la fortaleza de Humaitá en poder de los aliados en agosto de 1868. Los aliados desembarcaron en territorio paraguayo sólo en abril de 1866, en un punto situado sobre el río Paraguay (al norte y a corta distancia de Paso de Patria) y avanzaron hacia el este, bordeando el Paraná, bajo la protección de la flota de guerra brasilera, que dominaba los ríos.

A principios de mayo, los aliados fueron sorprendidos con un ataque paraguayo a su campamento de Estero Bellaco, que rechazaron sufriendo bajas considerables. El 24 de mayo se dio una gran batalla, la de Tuyutí, en que los paraguayos sufrieron grandes bajas al atacar las posiciones aliadas. En los meses siguientes se dieron las batallas de Yatayty Corá, Boquerón y Sauce, que no tuvieron consecuencias decisivas desde el punto de vista militar. Renunciando a la ofensiva, el ejército paraguayo construyó un sistema defensivo llamado Cuadrilátero, que constaba de trucheras, fosos, fortines y obstáculos, basta hoy visibles en parte. El Cuadrilátero comprendía la fortaleza de Humaitá y las trincheras de Curupayty.

En septiembre de 1866 tuvo lugar la entrevista de Yatayty Corá, en que discutieron la posibilidad de la paz, pero sin llegar a un acuerdo, el mariscal López y el general Mitre, comandante de todas las fuerzas aliadas. El 22 de aquel mes, los paraguayos dirigidos por el coronel José Eduvigis Díaz obtuvieron una gran victoria en Curupayty, donde rechazaron un fuerte ataque de los aliados causando enormes pérdidas al atacante. Después de su derrota en Curupayty, los aliados permanecieron inactivos por el resto del año 1866. En febrero de 1867, Mitre cedió el mando superior de las fuerzas aliadas al marqués de Caxias, jefe brasilero. Mitre regresó a su país para enfrentar una insurrección de las provincias argentinas. Caxias comprendió que no podía romper las líneas defensivas paraguayas y por eso decidió cercarlas; su objetivo era aislar en el Cuadrilátero a López, con el grueso del ejército paraguayo, y así emprendió una serie de maniobras envolventes. En 1867 no hubo grandes batallas (como en 1866), aunque sí numerosos enfrentamientos. López mantenía su posición en el Cuadrilátero; los aliados trataban de aislarlo del resto del país. El 15 de agosto de 1867, los acorazados brasileros pasaron frente a Humaitá y comprobaron que los cañones no podían perforar sus corazas. En febrero de 1868, los acorazados brasileros pasaron de nuevo frente a Humaitá; dos acorazados llegaron hasta Asunción, efectuaron unos disparos y bajaron nuevamente el río. En marzo de 1868, estaba a punto de completarse el cerco del Cuadrilátero. Para no quedar cercado, López lo abandonó sin que el enemigo lo advirtiera. En una hábil maniobra, cruzó el río Paraguay por la noche con el grueso del ejército; marchó por el Chaco (hoy argentino) hacia el norte y volvió a cruzar el río Paraguay para acampar en San Fernando (cerca de la confluencia del río Tebicuary con el río Paraguay). En Humaitá, para demorar el avance del enemigo, López dejó una guarnición de 3.000 hombres, que resistió con valor hasta el 5 de agosto de 1868. Con la caída de Humaitá y la captura de sus defensores, los aliados podían seguir su avance hasta Asunción. En aquel tiempo, para llegar a Asunción desde el sur de la Región Oriental, había dos caminos: el que bordeaba el río Paraguay y el antiguo camino jesuítico de las Misiones.

Hasta agosto de 1868, el teatro de las operaciones había sido Ñeembucú. En el resto del país no se habían visto acciones militares de importancia. Sin embargo, en todo el Paraguay se sentían los efectos de la guerra. Para 1867, los cultivos eran solamente el 30% de lo que habían sido al comenzar las hostilidades. Sumadas al hambre y las penurias, varias enfermedades graves (como el cólera) habían diezmado a la población civil. Para colmo, se denunció una conspiración en el nuevo campamento de López, el de San Fernando. Esa conspiración, llamada conspiración de San Fernando, llevaría a la ejecución de numerosas personas, incluyendo Benigno López y Juliana Insfrán (hermano y prima de Francisco Solano López).

La campaña de Pykysyry fue breve: duró desde comienzos de agosto de 1868 hasta fines de diciembre de 1868 y terminó con la destrucción del ejército paraguayo en la batalla de Lomas Valentinas. En agosto, López levantó su campamento de San Fernando para marchar al norte, y acampar de nuevo al norte del arroyo Pykysyry. Caxias comprendió que el Pykysyry y las trincheras paraguayas no podían atacarse de frente, y por eso decidió un ataque por la retaguardia: cruzó el río Paraguay y marchó por el Chaco, para desembarcar en San Antonio el 3 de diciembre de 1868. Desde San Antonio, Caxias pretendía atacar al ejército paraguayo en un punto que no estaba fortificado. Entonces, Solano López envió al general Bernardino Caballero para detener a Caxias. Caballero lo enfrentó en las batallas de Ytororó y Abay, donde los paraguayos fueron derrotados, pero se cumplió el objetivo de detener el avance del enemigo. Después de reorganizar sus fuerzas, Caxias atacó el campamento paraguayo de Lomas Valentinas el 21 de diciembre; la batalla duró siete días y terminó con la destrucción del ejército paraguayo. Sin embargo, Solano López pudo escapar con algunas docenas de soldados y llegó a Cerro León. En los primeros días de enero de 1869, los aliados entraron en Asunción y la saquearon. Caxias, disgustado por la mala conducta de sus tropas, que no podía controlar, dio por terminada la guerra y viajó a Río de Janeiro. Le sucedió como comandante el conde D'Eu, yerno del emperador Pedro II.

La campaña de las Cordilleras duró desde enero de 1869 hasta marzo de 1870. Más que una campaña militar en sentido estricto, fue un enfrentamiento entre un ejército bien armado (el aliado) y las fuerzas irregulares de la resistencia paraguaya. En las Cordilleras, López consiguió formar un nuevo ejército de unos 12.000 efectivos, en su mayoría ancianos y menores de edad. Aunque mal armados y mal alimentados, los combatientes paraguayos contaban con la ventaja del terreno. En Azcurra (cerca de Caacupé), López trazó una línea de trincheras capaz de resistir un ataque frontal. El nuevo jefe aliado, el conde D'Eu, no la atacó, sino que marchó hacia el sur y el este, y luego giró para atacar Piribebuy, que tomó en agosto de 1869; si hubiera continuado el ataque, D'Eu hubiera podido caer sobre Caacupé, donde se encontraba López con su reducido ejército. Pero el jefe brasilero no se caracterizaba por la pericia militar ni el respeto a las leyes de la guerra: cometió crueldades contra los prisioneros y la población civil, pero dejó que López escapara hacia Curuguatay. Cuando reiniciaron las operaciones, los aliados enfrentaron un ejército de niños dirigido por el general Caballero en Acosta Ñu; la matanza y la conscripción de menores no honran a los combatientes. Prosiguiendo la retirada, López llegó hasta Cerro Cera con algunos centenares de combatientes; allí fue atacado y muerto el 1º de marzo de 1870.

Posiblemente, la Guerra de la Triple Alianza fue la primera guerra total de la historia contemporánea. En 1870, el Paraguay estaba arrasado. Su población, estimada en 500.000 habitantes al comenzar el conflicto, había quedado reducida a la mitad. La agricultura y la ganadería habían desaparecido. El ganado vacuno, estimado en más de dos millones de cabezas, no llegaba a 15.000 en 1870 (en su mayoría, animales baguales). El país debía importar artículos básicos (p. e., porotos, papas) porque no producía nada; por otra parte, tampoco con qué pagar las importaciones; a falta de moneda nacional, circulaban las extranjeras. Se destruyeron las obras de infraestructuras y sistemas de comunicación, como la fundición de hierro de Ybycui, el arsenal, el astillero, el ferrocarril. Las tropas brasileras ocuparon el país hasta 1876; las argentinas, hasta 1879. Para entonces, el Paraguay había cedido a la Argentina el territorio chaqueño comprendido entre los ríos Pilcomayo y Bermejo y el territorio misionero situado al sur del río Paraná. Al Brasil había cedido el territorio comprendido entre el río Blanco y el río Apa.

Fuente: HITOS DEL BICENTENARIO. Por LINE BAREIRO, MABEL CAUSARANO, MARGARITA DURÁN ESTRAGÓ, VÍCTOR-JACINTO FLECHA, BARTOMEU MELIÁ, GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ © De esta edición SERVILIBRO. COMITÉ ASESOR, COMISIÓN NACIONAL DEL BICENTENARIO. Editorial Servilibro. Telefax: (595-21) 444 770. Correo electrónico: servilibro@gmail.com , Asunción, Paraguay octubre 2011.



TENIENTE CORONEL JORGE THOMPSON*

EL EJÉRCITO PARAGUAYO Y SUS RECURSOS GENERALES**

 

*        El ingeniero civil inglés George Thompson llegó al Paraguay en 1858, y fue empleado en los trabajos de construcción del ferrocarril entre Asunción y Paraguarí. Durante la guerra actuó como ingeniero militar e intervino en la fortificación de Curupaity, Pikysyry y Angostura. Capituló en este último punto en diciembre de 1868. Tras permanecer por un tiempo en Gran Bretaña, regresó al Paraguay, donde falleció en 1878.

** Capítulo V de La Guerra del Paraguay. Este libro se publicó originalmente en inglés bajo el título de The War in Paraguay (Londres, Longmans, Green and Co., 1869). En el mismo año 1869 apareció en Buenos Aires la primera edición en español.

 

Las fuerzas del Paraguay [al iniciarse la guerra] consistían en un ejército de cerca de 80.000 hombres; la tercera parte de estos formaban la caballería, las otras dos la infantería y la artillería. Los mejores soldados se escogían para la artillería y la caballería. La caballería estaba dividida en regimientos, y la infantería en batallones; la artillería en escuadrones de artillería ligera y de artillería de plaza. Cada regimiento de caballería se dividía en cuatro escuadrones, compuesto de 100 hombres cada uno; debían ser mandados por un coronel, un teniente coronel y dos sargentos mayores, etcétera; pero en realidad muchos regimientos sólo eran mandados por un teniente y raras veces por un oficial de mayor graduación que un capitán. La causa de esto era la escasez de oficiales superiores, pues López era muy parco en sus promociones. A manera que la guerra se prolongaba, la fuerza de los regimientos disminuía, y no era posible remontarlos del todo. Las dos últimas observaciones son igualmente aplicables a la infantería.

Los regimientos de caballería estaban armados con sables, lanzas y carabinas de chispa. Las lanzas paraguayas tenían tres yardas de largo y las de los aliados doce pies. La escolta del presidente se componía de doscientos cincuenta hombres armados con carabinas rayadas, de cargar por la recámara, sistema Turner; el regimiento de dragones de la escolta, con carabinas comunes rayadas.

Como los primeros no se batieron hasta los últimos días de la guerra, no pudieron ensayar sus armas. La caballería montaba en recado, que es la silla del país, y constituye una buena cama. No usaban freno y para suplirlo, pasaban una fuerte guasca o cuerda, que les servía de rienda por dentro de la boca del caballo asegurándola con un nudo. En esta época había en el Paraguay unos cien mil caballos, de los cuales la mitad no habrían podido galopar más de tres millas. Los caballos paraguayos nunca habían sido buenos, a lo que se agrega que últimamente habían sido diezmados por una terrible enfermedad en el espinazo, que generalmente había atacado a los mejores.

Cada batallón de infantería se dividía en seis compañías de cien hombres cada una, llamadas de granaderos, 1a, 2a, 3a, 4a, y de cazadores. La compañía de granaderos era compuesta de los hombres más fornidos y altos del batallón y la de cazadores por los más débiles y bajos. Sin embargo, al principio de la guerra la mayor parte de los batallones constaba de 800 a 1.000 hombres, conteniendo a veces más de seis compañías, compuesta cada una de 120 hombres. Tres batallones estaban armados con rifles Witton. Uno de estos, formado por López I, había permanecido constantemente en Humaitá, donde en lugar de raciones se le entregaban tres tiros para que cazaran en los bosques el alimento necesario. En vez de balas usaban cortados para tirar a los patos; esta circunstancia destruyó las rayas de los rifles quedando por consiguiente inutilizados.

Tres o cuatro batallones estaban armados con fusiles fulminantes y los demás con fusiles de chispa, que tenían la marca de las armas de la Torre de Londres. No llevaban más arma blanca que la bayoneta, para la cual no usaban vaina porque la conservaban siempre armada.

Solamente el batallón 6 tenía los machetes encontrados en los vapores tomados en Corrientes, porque después de su vuelta de Mato-Grosso hacía el papel de infantería de marina.

Había tres regimientos de artillería volante, que constaban de cuatro baterías de seis cañones cada una, otra batería de cañones rayados de acero de a 12, el resto era de todos los tamaños, forma, peso y me tal imaginables, variando su calibre entre 2 y 32. La mayor parte de ellos acababan de ser montados en la Asunción.

La artillería de plaza (toda lisa) constaba de 24 cañones de 8 pulgadas de diámetro y 251 arrobas 5 libras de peso, dos de 56 muy pesados y como cien más cuyos calibres variaban entre 24 y 32. De estos 18 de 8 pulgadas de diámetro, 2 de calibre de 56 y 70 de menor calibre, entre los que había muchos de 12 y de 8, constituían el armamento de las tan temidas baterías de Humaitá. Las chatas estaban armadas con 6 cañones de 8 pulgadas. La mayor parte de la artillería consistía en cañones de hierros viejos y carcomidos, probablemente llevados como lastre por algunos buques y comprados por el Paraguay, parecidos a los que sirven de postes en Woolrich.

Los soldados de artillería ligera además de su propio ejercicio eran adiestrados en el de caballería, y los de plaza en las maniobras de batallón. El Paraguay contaba con un total de 300 a 400 cañones de todo tamaño. Su marina consistía en 17 vapores pequeños, todos ellos mercantes, excepto el "Añambay" y el “Tacuarí” que eran verdaderamente buques de guerra. Estos buques estaban armados con cañones lisos de 4 a 32. El “Jejuí” montaba un cañón rayado de cargar por la culata (calibre 12). Los marinos usaban rifles Witton con bayonetas-sables. Ni los rifleros ni los artilleros usaron nunca el punto graduado de sus armas, sino que levantaban sus punterías algunas yardas sobre la altura del blanco según la distancia.

Sin embargo tiraban mejor que sus enemigos que conocían el uso del punto graduado.

Los medios de trasporte eran lentos, consistiendo en carretas de bueyes. No había para el trasporte convoyes especiales, sino que se entregaban a cada jefe las carretas y bueyes que pedía y éste sacaba de su tropa los hombres necesarios para su manejo.

El cuerpo médico consistía en un cirujano mayor, tres cirujanos con el rango de capitanes, y un farmacéutico con el de teniente. Todos ellos eran ingleses. Estos tenían bajo sus órdenes muchos practicantes paraguayos, todos enseñados por ellos y por el farmacéutico. El convoy del hospital era idéntico al que hemos descrito. Las drogas eran ya muy escasas.

Había en los depósitos paraguayos como quinientas toneladas de pólvora y grandes cantidades de balas, bombas, etcétera.

El traje del soldado consistía en una camisa, calzoncillos y pantalones blancos, camiseta de bayeta grana con vivos blancos y azules, sobre esta camiseta llevaban un cinturón blanco y no usaban calzado.

El gorro paraguayo era el segundo distintivo de su uniforme, el de la infantería era parecido al gorro de cuartel de infantería de la guardia imperial francesa, pero con pico, y eran o colorado con vivos negros, o negro con vivos colorados.

Cuando ya no quedaba paño en el país, este gorro fue sustituido por un kepí de baqueta, que fue una buena invención. La caballería y artillería usaba un alto morrión negro con un penacho, los de caballería tenían una flor de lis y los de artillería una escarapela tricolor.

Al regimiento de la escolta armado con rifles Turner, le llamaban "Aca Carayá" o cabezas de monos, porque llevaban un yelmo de cordoban con guarniciones de bronce, en cuya extremidad superior estaba cosida una cola de mono negro. Una larga cola negra de caballo caía desde el yelmo sobre la espalda del soldado. Estos soldados llevaban una túnica punzó y pantalones blancos, y cuando estaban de servicio, botas granaderas. Los dragones de la escolta usaban altos morriones cuadrados, como el resto de la caballería, pero tenían una ancha faja de bronce alrededor de la extremidad superior, por lo cual eran llamados "Acaverá" o cabezas relucientes. El soldado paraguayo llevaba en el morrión, peine, dinero, cigarros, fósforos, aguja, hilo, botones, tabaco de mascar y el pañuelo.

Los uniformes de los oficiales y de los marinos eran parecidos a los franceses, pero el petit-uniforme consistía en una camiseta negra con vivos colorados, la que fue reemplazada cuando el paño se hizo escaso por la de los soldados, que tuvieron que pasarse sin ella. Al fin ya no tenían ni esto y el único distintivo del oficial era el kepí y la espada, que nunca abandonaba.

Los paraguayos eran los hombres mas respetuosos y obedientes que se pueda imaginar. Desde el soldado hasta el general todo el mundo se descubría en presencia de su superior, que nunca contestaba al saludo.

Todo el que llevaba traje militar en el Paraguay era de hecho jefe superior de todo particular, y todos los jueces, etcétera, tenían que descubrirse en presencia de un alférez. López se resentía de todo insulto hecho a sus oficiales, y durante el reinado de su padre, una señorita dejó de ser invitada por dos años a los bailes, por orden suya, a consecuencia de no haber querido bailar con un oficial.

El paraguayo no se quejaba nunca de una injusticia, y se hallaba enteramente satisfecho con todo lo que determinaba su superior. Si le azotaban, se consolaba diciendo: si mi padre no me azota, ¿quién me haría este favor? Todos llamaban a su oficial superior "su padre" y a su inferior "su hijo". A López le llamaban taita-guazú o el padre grande, le decían también mita-morotí, o el niño blanco, y carai o carai-guazú, que significa gran señor.

El cabo tenía la obligación de no abandonar su vara cuando estaba de servicio. Era el verdugo apaleador y podía dar a cualquier soldado tres palos bajo su propia responsabilidad. A un sargento le era permitido ordenar que un soldado recibiera doce palos, y a un oficial tantos cuantos quisiera.

Por faltas muy graves y por las más insignificantes cometidas en la vanguardia, el jefe de campo no podía castigar al culpable, sino quetenía que ponerlo en el cepo, y dar parte a López de su falta, el cual sentenciaba. Si era oficial, se le quitaba la espada y se le arrestaba, hasta que López dispusiera. Los cepos en campaña consistían en atar al individuo por las manos con un lazo, asegurándolo en una estaca, y haciendo esta misma operación con los pies, de manera que el paciente se hallara igualmente distante de ambas estacas.

Como en el ejército francés, todos los oficiales salían de la tropa. Los jóvenes de buena familia que servían, tenían que dejar su calzado porque no era permitido a ningún soldado llevar zapatos. Al principio los castigos eran impuestos con arreglo a la ordenanza española, pero últimamente eran del todo arbitrarios. Un artículo de las ordenanzas condena a muerte a todo el que acepte cualquier cosa que pertenezca al enemigo.

Las raciones eran una vaca diaria para 80 hombres y cuando escaseaba la carne, para 200. Sin embargo, esto sucedía raras veces; recibían mensualmente una libra de yerba, un poco de tabaco, sal y maíz cuando había para hacer con él una sopa. Durante la guerra la sal era escasísima, y su falta era la que más se sentía, y ha costado al Paraguay millares de vidas; millares han perecido igualmente por la falta de alimentos vegetales, que habían sido la base de su alimentación hasta que entraron al ejército, donde no se comía sino carne cansada y flaca. Los soldados recibían una ración, los oficiales dos, los jefes de campo cuatro y los generales ocho.

Fuente: TESTIMONIOS DE LA GUERRA GRANDE: Sargento Mayor GASPAR CENTURIÓN. Sargento Mayor ESTANISLAO LEGUIZAMÓN. Capitán de Fragata ROMUALDO NÚÑEZ. Oficial de marina MANUELTRUJILLO. Teniente Coronel JORGE THOMPSON - MUERTE DEL MARISCAL LÓPEZ: JUAN SILVANO GODOY. VIZCONDE DE TAUNAY - TOMO II. Compilación, introducción y notas de RICARDO SCAVONE YEGROS. COLECCIÓN IMAGINACIÓN Y MEMORIAS DEL PARAGUAY Nº 2. DIRIGIDA POR RUBÉN BAREIRO SAGUIER Y CARLOS VILLAGRA MARSAL © Edición especial de SERVILIBRO, Asunción - Paraguay 2007 (117 páginas)



Algunos libros de lectura recomendada:

*. DATOS HISTÓRICOS DE LA GUERRA DEL PARAGUAY CON LA TRIPLE ALIANZA . ESCRITOS POR EL GENERAL FRANCISCO ISIDORO RESQUIN EN EL AÑO 1875. PUBLICADOS POR EL DR. ÁNGEL M. VENEROSO EN EL AÑO 1895. BUENOS AIRES. COMPAÑIA SUD-AMERICANA DE BILLETES DE BANCO , 1895.

*. MEMORIAS O REMINISCENCIAS HISTÓRICAS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY. Por JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN . Prólogos de RICARDO CABALLERO AQUINO y J. NATALICIO CARDOZO. Editorial El Lector, Colección Histórica Nº 19, Asunción – Paraguay. 1987 (356 páginas).

*. LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA – VOLUMEN I. CAUSAS E INICIOS DEL MAYOR CONFLICTO BÉLICO DE AMÉRICA DEL SUR. Título original: THE PARAGUAYAN WAR / V. 1. CAUSES AND EARTY CONDUCT © THOMAS WHIGHAM, 2010  © De esta edición: Santillana S.A., 2010 - www.santillana.com.py

*. TESTIMONIOS DE LA GUERRA GRANDE y MUERTE DEL MARISCAL LÓPEZ. TOMO I. Recopilación, Introducción y Notas de JULIO CÉSAR FRUTOS. Colección IMAGINACIÓN Y MEMORIAS DEL PARAGUAY. Dirigida por: RUBÉN BAREIRO SAGUIER y CARLOS VILLAGRA MARSAL. Edición especial de SERVILIBRO para ABC COLOR. Asunción-Paraguay 2007 (107 páginas). TESTIMONIOS DE LA GUERRA GRANDE : Biografía militar // General Pedro B. Duarte - Diario de Guerra // José Segundo Decoud - Crónica de Guerra // Capitán Leandro Pineda - Asalto al Fuerte de Coimbra //  General Francisco L Resquín. MUERTE DEL MARISCAL LÓPEZ: Cerro Corá // Coronel Silvestre Aveiro - Marzo de 1870 // Efraím Cardozo - Apuntes biográficos // Coronel Juan C. Centurión - 1° de marzo de 1870. Cerro Corá  // Alférez Ignacio Ibarra - Exposición y protesta // Mme. Elisa Alicia Lynch

*.  ANALES. DIPLOMÁTICO Y MILITAR DE LA GUERRA DEL PARAGUAY - Tomo I. Por GREGORIO BENITES. ASUNCIÓN. Establecimiento Tipográfico de MUÑOZ Hnos. 1906. Edición Digital: BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY. Setiembre 2005.

*. GUERRA DEL PARAGUAY. LAS PRIMERAS BATALLAS CONTRA LA TRIPLE ALIANZA Por GREGORIO BENITES. Editorial EL LECTOR. Director editorial: PABLO LEÓN BURIÁN. Edición al cuidado de RICARDO SCAVONE YEGROS. Asunción – Paraguay 2012 (245 páginas)

*. VERDADES Y MENTIRAS SOBRE LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA. Edición del autor: JORGE RUBIANI Asunción - Paraguay (212 páginas).

*. LA GUERRA DEL PARAGUAY. CORRESPONDENCIAS PUBLICADAS EN EL SEMANARIO. Por NATALICIO TALAVERA. Ediciones NIZZA. Buenos Aires – Asunción 1958 (137 páginas)

*. LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA 1864 -1870 -1ª PARTE. Por CÉSAR CRISTALDO DOMÍNGUEZ - COLECCIÓN LA GRAN HISTORIA DEL PARAGUAY, 6 © Editorial El Lector. Asunción – Paraguay 2010.

*.  LA GUERRA CONTRA LA TRIPLE ALIANZA 1864 -1870 - 2° PARTE. Autor: HUGO MENDOZA - COLECCIÓN - LA GRAN HISTORIA DEL PARAGUAY, 7 © Editorial El Lector. Asunción –Paraguay 2010



ANALES DIPLOMÁTICO Y MILITAR DE LA GUERRA DEL PARAGUAY - TOMO II

Por GREGORIO BENITES

 Ex plenipotenciario paraguayo cerca de varias potencias de Europa y América

 
ÍNDICE TOMO II
 
CAPITULO I : Misión al Pacífico  CAPITULO II : Mediaciones CAPITULO III : La Prensa CAPITULO IV : Cambio en la legación paraguaya CAPITULO V : Viaje a Estados Unidos CAPITULO VI : Regreso a Europa CAPITULO VII : Audiencia de Napoleón III CAPITULO VIII : Retiro del ministro americano CAPITULO IX : Jóvenes educandos en Europa CAPITULO X : Enviado especial al Paraguay JUAN BAUTISTA ALBERDI - CONCLUSIÓN.


Fuente: ANALES DIPLOMÁTICO Y MILITAR DE LA GUERRA DEL PARAGUAY. TOMO II. Por GREGORIO BENITES. Ex plenipotenciario paraguayo cerca de varias potencias de Europa y América. ASUNCIÓN. Establecimiento Tipográfico de MUÑOZ Hnos. - 1906. Edición Digital BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY - Setiembre 2005.





SOLO CON LA FIDELIDAD DEL PARAGUAYO SE LLEGA A CERRO-CORA

 

El mundo en su mayoría se compone de felones o de candidatos a felones. Esa mayoría es, sobre todo, inconstante, dice Maquiavelo, "el mas grande escri­tor de cosas humanas". Cuando ven a la patria o al jefe medio perdidos, traicionan o, por lo menos, de­sertan la causa nacional o la del caudillo. Ejemplo típico es el del ejército francés en 1814. De 600.000 soldados en gran parte distribuidos entre sitiados y sitiadores y la otra en ejército móvil, combatiente, desertaron 180.000, o sean 300 por cada mil o 30 por cada cien (Thiers).

Y hemos visto que en el Paraguay en un ejér­cito de 15.000 soldados sólo dos desertaron al exte­rior en siete años. Esa fidelidad sin paralelo a la causa nacional ante el peligro creado por Rosas, fue ima­gen de la otra fidelidad ante la invasión de los Aliados. En rigor, sólo también hubo dos desertores en un ejército de treinta o cuarenta mil, uno frente a Corrales y otro en Curuzú. ¿Dónde se lee esa cifra mínima que equivale a cero en un gran ejército?

Al contrario de lo que sucede casi siempre en otras partes, nuestros soldados, prisioneros o heridos, se escapaban y volvían a su bandera.

Después de Riachuelo "los paraguayos que esta­ban en el Chaco atravesaban el río y se presentaban a López a pesar de que la mayor parte de ellos habían pasado tres días sin comer" (Thompson).

Centenares y centenares de los soldados entre­gados por Estigarribia en Uruguayana y de los restos de la ex guarnición de Humaitá, capitulados por el Coronel Martínez, de a poco o de a mucho, pronto o tarde, cuando pudieron hacerlo, tornaron a incorpo­rarse al ejército nacional, obedientes al mandato del honor. Lo propio sucedió con los que cayeron prisio­neros en Abay y en las Lomas Valentinas. Algunos de los rimeros, fueron a Ytá-Yvaté, otros reaparecie­ron en Cerro-León y Ascurra. La causa del Paraguay parecía perdida. ¡No importa! Obedecían a la voz del corazón.

¡Y así durante cinco años! Cada resto de nues­tro ejército podía decir lo que el Padre Maíz: Fuí la fidelidad en el infortunio de mi Patria. Cai con los últimos en el último combate. Es "caso Único en la historia de los hombres", dice el Capitán Danton Texeira.

Y con aquellos cruzados de hierro, modelos de lealtad a su causa, se puede ir hasta la colina trágica más allá, mucho más allá... hasta los confines del mundo.

Verdad es que tales cruzados iban con un cau­dillo fascinante, otro ejemplo de fidelidad inquebran­table como no hubo en el mundo. Murió cumpliendo su juramento, al revés de tantos jefes de Estado más o menos felones o mendaces, que abundaron en todo tiempo. Es lo que vamos a probar sin pérdida de tiempo.


 

 

EL JURAMENTO DEL HÉROE

 

Único jefe de Estado que sino morir por su Patria "El heroísmo, soberano bien -pensa­ban los Germanos."

(TRINE.)


"El culto del heroísmo existe oscura­mente aun bajo el disfraz mercantilista en toda la raza, en todo tiempo."

(TAI­NE.)


"El valor es fuente de cuanto hay de grande, noble y bueno en el hombre.

Es el fundamento de todas las virtudes. El héroe dirige a la humanidad...

El va­lor del inglés ha llevado el poderío de la Gran Bretaña a los confines de la tierra."

(CARLYLE.)


"El héroe exalta la imaginación. Es un educador y la guerra es un buen criterium de lo que vale una raza."

(RE­NAN.)


Abundan los jefes de Estado que juraron "morir por la Patria" y ni se pusieron en el caso de hacerse matar. ¡Perjuros! Citemos a algunos de los que ju­raron en falso.

Alejandro de Rusia, cuando Napoleón estaba por invadir a su Patria, dijo a Caulaincour: "Moriré con mi Nación espada en mano." Historia ... Su Na­ción supo morir en Esmolensko y en Moscú, pero Alejandro en ninguna parte se puso a tiro y según cierta leyenda trágica que parece historia, acabó pe­regrinando en Siberia, en expiación de su parricidio. ¡Perjuro!

Luis XVIII sabe que Napoleón volvía de la Isla de Elba y promete a las dos Cámaras "morir en de­fensa de la Francia como buen descendiente de Enri­que IV". Y en seguida huyó a Gante, donde se puso bajo la protección de las bayonetas enemigas de esa Francia que juró defender. Así, el "buen descendien­te de Enrique IV", de quien dijo Enrique Heine "que se pudrió en el trono". ¡Perjuro!

Otro farsante, pero estupendo. Napoleón I está por salir de París para la campaña de Bélgica, reúne también a las dos Cámaras y les dice: "Yo y el ejér­cito cumpliremos con el deber de morir por la Pa­tria." El ejército cumplió el suyo, pero seamos fran­cos y verídicos: Napoleón, en vez de morir con su Guardia, se dio a la fuga y llegó llorando a los Cua­tro Brazos, para acabar después en un espantoso cau­tiverio. En 1815 ya no era el guerrero de la campaña de Italia ni el de la defensa de París. Los más genia­les y valientes no lo son en ciertos momentos, dice Voltaire. Henri Houssaye ha probado que el culpable

principal de la derrota fue Napoleón y no Grouchy. "Debía haber muerto en Waterloo", gemía el Prome­teo encadenado y atormentado por Hudson Lowe en Santa Elena, y suscribimos su afirmación. Pero esa confesión de parte significa que con no morir en Wa­terloo, también mintió a las Cámaras. ¡Perjuro!

Y saltando sobre otros tantos y tantos valientes de palabra, vamos a Napoleón III. También el hom­bre jura "morir por la Francia" y en Sedán, poco des­pués, escribe al Rey de Prusia: "No pudiendo morir a la cabeza de mis tropas vengo a poner mi espada (sic) a los pies de V. M.". ¡Bonita manera de cumplir su juramento! El cobarde de Sedán, se lee en el AÑO TERRIBLE. ¡Perjuro!

Y así todos, el Kaiser, etc. No entra en misa, la campana y a todos llama ... ¡Tragicomedia el mundo!

Y lo que sale, en resumidas cuentas, es que en Europa ningún jefe de Estado, salvo en la antigüedad Leónidas, Rey de Esparta, murió en una guerra in­ternacional combatiendo por su Patria.

¿Y en América? Igual que en Europa. Piérola, el dictador del Perú, cuando la guerra con Chile, jura morir por la Patria, y después de Chorrillos y Miraflores, pies para qué te quiero. Y antes, Santa Cruz hizo lo propio. Juró también morir por la Pa­tria y nuestro gran O'Leary se divierte con este da­to: "Una hora antes de terminar la batalla de Yun­gay, corre hasta parar en Lima."

Y de Piérolas y Santa Cruces está llena la historia. Claro es que hubo jefes de Estado americanos capaces de hacerse matar y que sólo por fortuna no murieron. Allí está Bolívar, centella de la guerra. Pero con esta salvedad y algunas más y callando, en cortesía, los nombres de tantos héroes de boquilla, ningún Presidente, Dictador o Monarca americano, murió en sus lineas, en una guerra internacional, es­pada en mano ni espada en ninguna parte. Ninguno, pronombre indeterminado demasiado absoluto que pide una excepción.

Y esta excepción es el Mariscal López. Al fin en este mundo, baile de disfraces, damos con un héroe auténtico que vale igual o infinitamente más que el Rey de las Termopilas. Vamos a ver sus juramentos y cómo supo cumplirlos.

En Villa del Pilar, al recibir de manos del Obis­po nuestra bandera tricolor, decía: Jamás caerá de mis manos esta insignia sagrada de la Patria (15 de diciembre, 1845). Contaba apenas 18 años y es pro­bable que entonces nadie diera mayor importancia a lo que decía aquel adolescente de ojos soñadores, pero en nosotros, a la distancia, esas palabras repercuten de un modo singular porque sabemos que quien las dijo acabó por imprimir "una memoria de César" en su bandera y que esas palabras tuvieron por cortejo y comentario su voluntad de hierro, sus batallas y su muerte.

Y corrió el tiempo, que siempre corre, y veintiún años después, cuando ya estaba soplando la tormen­ta de la guerra, repitió a la madre la obligación em­peñada: juro morir con mis últimos soldados-(Junio,1866, Palleja, Memoria).

Y días antes de la batalla de Curupaity, en la entrevista de Yataity-Corá (12 de septiembre, id_): Antes que aceptar el Tratado Secreto, me defendere hasta mis últimas trincheras.

Se va viendo que estaba enteramente resuelto cumplir su juramento. Y en efecto, poco después de aquella entrevista con Mitre, contando con la leal­tad jurada de sus Generales y Oficiales, en Paso-pucú contrae otra vez el compromiso de pelear hasta el ín­timo confín del territorio (P. Acosta, Memorias, inéditas). No eran palabras de esas que se dicen por decir. Eran sonidos profundos de su alma metálica.

Y allí mismo, en el cuartel general de Paso-pucú, reiteró a Washburn: Antes que aceptar el Tratado Secreto, sucumbiré al frente de mi última guardia. Sólo huesos han de quedar en mi Patria y mis ene­migos apenas han de tener la satisfacción de contem­plar mi tumba. (Historia del Paraguay.) Ni Aníbal ni César ni Napoleón, ninguno de los semi-dioses de la guerra, dijeron cosas semejantes. Estamos por decir que jamás vibraron en labios humanos palabras tan terribles.

Y también en Paso-pucú, recibiendo la espada de honor, regalo de las damas de la Asunción: Pro­meto vencer o morir antes que envilecer esta espada (25 de diciembre, 1867, Resquín, Datos Históricos).

Y más tarde en Piquysyry en su manifiesto "a la Nación y sus Ejércitos": O salvaremos a la Patria o una ancha losa reunirá nuestras cenizas (16 de octu­bre, 1868, Padre Maíz, Etapas de mi vida), acento que denota un estado incandescente del espíritu que sólo un Shakespeare o un Tácito podría sondear, o quizá ni ellos.

Dos meses después contesta a la intimación de los Aliados: Prefiero abrir una ancha tumba en mi Patria antes que verla ni siquiera humillada. Cada gota de sangre que cae en la tierra es una nueva obli­gación para los sobrevivientes. (24 de diciembre, 1868, Centurión.) Así el valiente caudillo entendía aquello de que los muertos impulsan a los vivos. ¡Y en qué momento pronunciaba esas palabras! El 24 de diciembre, tres días después de la acción en que sólo le quedaron noventa hombres sanos. La verdad es que la tumba, ya muy abierta, la ensanchaba en aquellos días con los encuentros de Ytororó, Avay, Itá Yvate, sin igual en los anales del mundo. El Ma­riscal es caso único en el linaje humano.

Y en Azcurra, en su conmovedora carta a su hijo Emiliano: Si la Patria cae, yo caeré con ella 146. ¡Al hijo como a la madre, como a la Nación y sus Ejércitos! No es posible pedir mayor sinceridad al co­razón.

Y llega a Cerro-Corá y en la trágica mañana (1° marzo, 1870), "ocaso de su vida, aurora de su glo­ria", se despide de las fidelidades que le acompaña­ron hasta allí con este testamento sin par: Si los res­tos de mis ejércitos me han seguido hasta este final momento, es porque sabían que yo, su Jefe, sucumbiria con el último de ellos en este mi último campo de batalla. Así decía horas antes de su muerte y aña­día esto que hubiera refrendado Séneca o Esquilo: El vencedor no es el que queda con vida en el campo de batalla sino el que muere por una causa bella 147. Y dijo mas: Seremos vilipendiados por una genera­ción surgida del desastre, que llevará la derrota en el alma y en la sangre como un veneno el odio del ven­cedor. Pero vendrán otras generaciones y nos harán justicia aclamando la grandeza de nuestra inmola­ción. Yo seré más escarnecido que vosotros, seré puesto fuera de la ley de Dios y de los hombres, se me hundirá bajo el peso de montañas de ignominia. Pero también llegará mi día y surgiré de los abis­mos de la calumnia, para ir creciendo a los ojos de la posteridad, para ser lo que necesariamente tendré que ser en las páginas de la Historia 148. En el Memo­rial de Santa Elena no hemos encontrado profecía se­mejante. El corso hablaba siempre de sus batallas sin cifrar esperanza en su vindicación como mártir del patriotismo.

Y se sabe cuáles fueron las últimas palabras del Mariscal al caer en el torrente: Muero con mi Patria. Cayó con "la espada de honor" en la mano. Había jurado en Paso-pucú -recuérdese- morir antes que envilecerla y cumplía su juramento el caballero sin tacha, Bayardo de la Historia Americana 149.

Y no sólo murió el Mariscal. Con él cayeron el Vice-Presidente Sánchez, su Ministro Caminos y su hijo Pancho, de 17 años, quien retó al enemigo que le intimó la rendición, diciendo: Un, Coronel para­guayo no se rinde. También con él murieron tres Coroneles (Aguiar, Francisco López y Denis) y cua­tro Capellanes Mayores. ¿Dónde se ha visto que todo el personal superior de un gobierno muera pelean­do por la causa nacional? ¿Dónde? Ni en la Ilíada, ni en Esparta ni en los tiempos de Odín.

Y se ve, en resumen, cómo supo cumplir el ju­ramento que hizo oír a la Nación en días de espe­ranza y juventud; a su madre, a su hijo y a sus ejér­citos, en la edad madura, entre el estruendo de los combates; a amigos y enemigos, en horas de victo­rias inmortales, y, a veces, con el corazón oprimido, en presencia de traiciones parricidas, ante la Patria expirante.

Verdades impresas, acendradas:

Jamás cayó de sus manos la insignia sagrada.

Al frente de su última guardia se defendió en su, última trinchera, en el Último confin del territorio.

Cayó la Patria y cayó con ella. Sólo huesos quedaron en su Patria..

Sus enemigos apenas tuvieron la satisfaccion de contemplar su tumba... en el desierto solemne. Allá, muy lejos, entre la serranía, está la tumba del gigante, evocadora en su silencio. La aureola de su gloria brillará siempre allí como el arco-iris en laneblina que cubre la catarata del Guaira.

¡Merecía gobernar el mundo! Si quisiéramos ha­cer un poco de retórica diríamos que la belleza moral de esa voluntad sacrificada a la causa de la Patria, es como un canto de la Ilíada, pero notamos que esta frase lírica no trasuntaría toda la verdad. Homero cantó a heroínas embellecidas por la leyenda, a hé­roes ficticios o que se dibujan y se pierden en la pe­numbra de la fábula. Y López, al revés, es protago­nista que se mueve en plena historia, sin mentiras, sin contornos falsos que le agranden o le achiquen. Es realidad estupenda, intensamente humana. Vale más que las creaciones de Homero y de Milton.

Los Faraones levantaron Pirámides para vencer al tiempo que nos lleva a la nada. López, con su voluntad, " la más fuerte que el sol haya alumbra­do", escribió un poema que vivirá más que las Pi­rámides.

En el sentido ideal de las cosas, que es su senti­do supremo, los únicos vencedores en la famosa gue­rra fueron el Mariscal y su Patria, porque son los úni­cos que se hicieron dueños de la eterna simpatía hu­mana en el dominio también eterno de la historia. El mismo profeta de Cerro-Corá lo dijo: Vencedor es el que sucumbe por una causa bella.

En realidad, el Mariscal fue la personificación fascinante de las virtudes excelsas de su raza, como lo son ahora tantos jefes que en el Chaco, con su vo­luntad irreducible, están encadenando la victoria. En ellos y en su ejército revive el Mariscal, el espí­ritu de este profesor de heroísmo que brindó al Uni­verso una emoción de epopeya y le enseñó cómo ha de cumplirse un juramento y cómo se muere por la Patria. Y este caudillo y su pueblo eran creaciones de lo que se llama Geografía Humana, el medio y la raza.

 

 

NOTAS

146 - El Héroe y el Padre, diario La Unión.

147 - Pozo del Cano, El Combate Homérico, fundado en las "Memo­rias del Coronel Silvero, el ilustre correntino, leal amigo que llegó hasta Cerro-Corá y reprodujo las palabras apuntadas, como testigo ocular. Según Centurión, el Mariscal dijo algo de lo que cuenta Silvero, pero el 25 de febrero, cuatro días antes 1º de marzo.

148 - Leandro Pineda, Teniente veterano, condecorado con la me­dalla de Tuyuti, -carta dirigida el 29 de marzo de 1926 al Comité Directivo faro-centenario del natalicio del Mariscal López (El Diario, 10 de abril de 1926). El Coronel Centurión contaba lo que el Teniente Pinedo añadiendo que el Mariscal afirmaba que después de medio siglo surgiría de su tumba... Es lo que con otras palabras dijo el Ministro norteamericano Mac Mahon.

149 - Resquín consignó verdad estricta con decir que "el Mariscal había jurado (en Paso-pucu) no envilecer el suelo de su nacimiento y cumplió su palabra muriendo de las balas enemigas".

Fuente: EL PARAGUAY SUS GRANDEZAS Y SUS GLORIAS. Por MANUEL DOMÍNGUEZ © MANUEL DOMÍNGUEZ (h.). Editorial AYACUCHO. Buenos Aires – Argentina, Noviembre 1946 (254 páginas).



CARTOGRAFÍA DE LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA



Guerra del Paraguay 1864-1870. Teatro de Operaciones

 

Itinerario de la invasión del MATTO GROSSO

Diciembre 1864 - Enero 1865


Itinerario de la Invasión de RÍO GRANDE DO SUL

10 de Junio al 5 de Agosto de 1865



 

Marcha de los Aliados sobre CORRIENTES

Octubre - Diciembre 1865

 

Marcha del Ejército Aliado sobre PASO DE PATRIA

Abril 1866

 

 

Teatro General de las Operaciones

Primavera 1866

 

 

Batalla de Tuyutí - 24 de Mayo de 1866

 

 

Cerco de Humaita, 1867

 

 

Batalla de Curupaytý



Asedio de Humaita


 

Posiciones del Tebicuarý - 1868

 

Maniobra del Piquysyrý

 

 

Caballero en Itororó y Avahý

 

 

Batalla de Ytororó - 6 de Diciembre de 1868

 

 

Batalla de Avahý - 11 de Diciembre de 1868

 

 

Conclusión de la Campaña del Piquysyrý

 

 

Ataque Aliado a Piribebuy - Agosto de 1869

 

 

Persecución de López de Piribebuy a Cerro Corá


Campamento de Cerro Corá - Febrero-Marzo 1870


 

Fuente: EL NAPOLEÓN DEL PLATA - HISTORIA DE UNA HEROICA GUERRA SUDAMERICANA. Por MANLIO CANCOGNI – IVAN BORIS. Primera edición: mayo de 1972. Título original de la obra: IL NOPOLEONE DEL PLATA. Traducción: ENRIQUE DE OBREGÓN. Adaptación cartográfica: SEGESA, Barcelona. © RIZZOLI EDITORE, Milán 1972 © EDITORIAL NOGUER S.A., Barcelona, 1972. Gráficas Marina, Barcelona – España 1972 (286 páginas)



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LA HISTORIA A TRAVÉS DE LA IMAGEN

Redactores: Lic. ANTONIO MARÍA BOERO y RAMIRO ANTONIO BOERO RUIZ

Abril del 2005 – Rivera Uruguay

 




 

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