SONIA AQUINO : Por ironía del destino, el nacimiento de Sonia Aquino se dio en tiempos muy convulsivos para la República del Paraguay: por presión de los sectores democráticos del Partido Colorado, sobre todo, se había levantado el Estado de Sitio en marzo de 1959 y una medida administrativa aparentemente irrelevante, la suba del pasaje del tranvía, desencadenó una oleada de protestas juveniles que concluyó a fines de mayo de ese año con la clausura del Congreso Nacional y la abierta persecución. El nacimiento de Sonia se había dado el 16 de mayo.
Fedebrina Suárez, la madre de Sonia, deseaba desde el fondo de su alma que su hija no siguiese los pasos del padre, Arsenio Aquino, cuyas travesuras políticas lo habían llevado varias veces a la prisión y más de una vez al exilio.
Los descendientes de Arsenio Aquino y Fedebrina Suárez fueron cinco: Arnaldo y Gustavo, mayores que Sonia; Jorge y Hugo, menores.
Mientras niña realizó sus estudios primarios en la Escuela General Díaz, destacándose como una alumna aplicada y sistemática. En la pre-adolescencia y durante la adolescencia, Sonia cursó sus estudios secundarios en el Colegio Presidente Franco. Pese a las naturales confusiones de los primeros años, faltando más de dos años para concluir el bachillerato, Sonia ya tenía claro lo que quería estudiar desde la perspectiva profesional: Economía o Ciencias Contables.
El 16 de mayo de 1974 Sonia cumplió 15 años y sus inquietudes políticas y sociales estaban a flor de piel. Desde un año atrás, de hecho, el país soportaba momentos de inestabilidad y de agitación, debido a que el Gobierno de Alfredo Stroessner firmara el Tratado de Itaipú, el 25 de abril de 1973, que si bien prometía convertir al Paraguay en co-propietario de la mayor represa hidroeléctrica del mundo, comprendía normas abiertamente lesivas para los intereses del país.
Los jóvenes se sacudieron ante lo que consideraron inaceptable, realizándose debates y movilizaciones, festivales y marchas, ante los que el Gobierno respondía con fuertes medidas represivas. Sonia había escuchado bastante sobre el tema, ya que su padre compartía casi todas las críticas que se hacían contra el denominado “tratado leonino”.
Con algunos de sus compañeros del Colegio Presidente Franco, Sonia compartió sus cuestionamientos, pero al poco tiempo tuvo que rendirse ante algunas circunstancias: la gente tenía miedo para opinar, optando por refugiarse en el estudio, a veces; la mayoría optaba por gastar su inmensa energía en inocuas actividades de distracción, otras veces. Era evidente que ese no iba a ser el ambiente más propicio para canalizar sus inquietudes.
Los años posteriores: 1974, 1975, 1976 y 1977 fueron especialmente duros en el país, pues la Policía Política del stronismo había desarticulado casi por completo varias incipientes organizaciones de izquierda, cuyos militantes en su mayoría eran jóvenes. Una rápida descripción del período es fundamental, porque describen el contexto en el que Sonia tomó la difícil determinación de lanzarse a la militancia política.
En 1974 la policía arremetió contra dos agrupaciones: el Ejército Popular Revolucionario, EPR, y el Movimiento Popular de Liberación, MOPAL.
En 1975 se frustró el intento más relevante de la década por reorganizar el Partido Comunista Paraguayo (Pro-soviético), ocasión en que la baja revolucionaria más importante se tradujo en el cobarde asesinato del jefe del PCP, Miguel Ángel Soler, y de otros dos dirigentes de peso: Derlis Villagra y Octavio Rubén González.
En 1976, en el marco de una extendida represión, centenares fueron a parar a los calabozos de Stroessner y casi 20 fueron asesinados, en el marco de la represión que tuviera como blanco a la Organización Primero de Marzo, OPM. Ese año también se reprimió al Partido Obrero Revolucionario Armado, PORA.
En 1977 se desarticuló la iniciativa del histórico Movimiento Independiente, MI, que apostaba a un desarrollo político autónomo de los partidos políticos tradicionales.
En 1977 Sonia contaba con 18 años de edad; había concluido sus estudios secundarios y se sentía madura para comenzar a militar, para ponerse a tono con el más duro desafío de su tiempo, para pugnar por la reforma radical del cerrado y represivo sistema político. Fue una decisión difícil, pues los años inmediatamente precedentes mostraron ante los ojos de propios y extraños el lado más violento del stronismo.
El stronismo había asesinado a casi 30 militantes; había torturado a centenares de hombres y mujeres; tenía en cautiverio a más de 500 personas en el Campo de Concentración de Emboscada, desde ancianos hasta criaturas, varones y mujeres.
Sabiendo de eso, con plena conciencia de eso, con total conocimiento de a qué riesgos se exponía, Sonia decidió desafiar al régimen stronista, persuadida de que era mejor ser víctima eventual de un enfermizo latigazo de la dictadura, antes que ser una dócil ciudadana.
Es interesante notar que si bien el período estuvo cargado de adversidades, muchos jóvenes enfrentaron al régimen con valentía. Así, ante el empleo de la picana eléctrica –pieza cara para el violento sistema– se levantó la poesía, escrita con admirable coraje cívico por ilustres luchadores políticos y sociales, entre quienes ya se destacaba en ese entonces “Moncho” Azuaga, amigo de Sonia.
LA CONSIGNA DEL MOMENTO
El abarrotamiento de los calabozos del stronismo en 1976 había llevado al Gobierno la instalación de un Campo de Concentración en la localidad de Emboscada.
En 1978 se estaba apostando a reorganizar la Juventud Revolucionaria Febrerista, JRF, por una parte, y a rearticular la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos, JPDH, por otra parte. Sonia fue literalmente asediada por ambos grupos juveniles, que se jugaron a “captar” a la prometedora figura.
La Juventud Febrerista fue una iniciativa importante, sin sombra de dudas, pero fue la Juventud por los Derechos Humanos la estrella que brillaría más fuerte, debido a la extraña coincidencia de circunstancias que se encajaban mejor:
El Gobierno Jimmy Carter, desde los Estados Unidos, promovía la re-democratización de América Latina en el marco de la denominada “política de los Derechos Humanos”, en circunstancias en que en el Paraguay el tema de los presos políticos se había ubicado en el centro de los asuntos políticos a resolver.
A fines de 1978 se organizó una fuerte campaña: “Por una Navidad sin presos ni desaparecidos”, que movilizó a segmentos importantes de la sociedad paraguaya, mostrando con claridad que el país estaba cansado de vivir aprisionado. Los artistas plásticos – en su inmensa mayoría– donaron pinturas, grabados y esculturas para su exposición y subasta. La concurrida muestra se realizó en el ex Seminario Metropolitano, Brasilia casi Azara, y dotó a la JPDH de suficientes recursos.
La JPDH trabajaba conjuntamente con los propios presos políticos, con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, con los partidos democráticos de oposición y con los familiares de los presos políticos, que sumaban decenas. Paralelamente, se mantenía contactos con organizaciones proscriptas, sobre todo con referentes del Partido Comunista Paraguayo (Pro chino), ya que Gumercindo Britez Coronel, del Comité Central del PCP, se había integrado a la JPDH. Muchas de las reuniones organizativas se hacían en la casa de Sonia.
Concluido el año 1978, con avances constatables, pues ya se había puesto en libertad a la mayor parte de los presos, se debatió sobre la posibilidad de lanzar una campaña aún más ambiciosa. En el seno de la JPDH se propuso declarar el año 1979 “Año de lucha por el retorno de los exiliados”. La iniciativa no prosperó.
No obstante, 1979 fue especialmente importante, ya que a mediados de año el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, tomó el poder en Nicaragua, con lo que se puso punto final al dominio de la “Dinastía Somoza”, hecho que se festejó en el Paraguay en abierto desafío al régimen de Stroessner. El acto se realizó en el local del Partido Febrerista, ambientado con banderas rojinegras para el efecto, y en representación de la JPDH habló Sonia Aquino.
SEIS MESES DE ENCIERRO
Sonia terminó la carrera de Ciencias Contables en tiempo normal, pero como sus inquietudes sociales le exigían conocimientos más específicos sobre ese complejo campo, creyó ver en la carrera de Sociología una posible solución
Desde 1982 los ataques del Gobierno de Stroessner a propuestas de tinte progresista arreciaron. Los ataques fueron generalizados, si bien se centraron en dos objetivos que presuntamente se impulsaban desde el exilio, si bien contaban presuntamente con ramificaciones locales. Por una parte, se atacaba con rigor a la revista “Síntesis”, publicación de izquierda que aparecía en México, pero que se distribuía en el país; y por otro lado se especulaba sobre la intención de reorganizar la Organización Primero de Marzo, OPM.
En el país, propiamente, tres cursos de acción inquietaban a la represión stronista:
En 1982 el despido de un grupo de sindicalistas de la fábrica de Coca Cola dio pie a la realización de una expresiva campaña de sabotaje, con amplio respaldo popular. El lema “No tome Coca Cola, una bebida dulce hecha en base a la amargura del trabajador paraguayo” pegó y viabilizó un triunfo social clave.
En el sector universitario un pequeño grupo, el Movimiento de Reagrupamiento Universitario, MRU.
En el campo sindical se daba una intención de reorganización independiente en dos aguas: el sector que crearía después Movimiento Intersindical de Trabajadores, MIT, y un pequeño grupo con posturas más rígidas que publicaba el período “Avanzando”.
En ese marco de forzó la vinculación de posturas fuertes en el exterior con el funcionamiento de una Organización No Gubernamental, el Banco Paraguayo de Datos, BPD. La represión se desató contra todos y obviamente Sonia Aquino también fue alcanzada de lleno.
Juntamente con otras personas, hombres y mujeres, Sonia Aquino resultó literalmente secuestrada el 11 de mayo de 1983, cuando el Banco Paraguayo de Datos, BPD, fue tomado por asalto por los miembros de la Policía Política.
Sonia permaneció durante 10 días en el tenebroso Departamento de Investigaciones, donde se encontraban recluidas alrededor de 50 personas más. De ese total, unas 20 fueron procesadas por presunta violación de las leyes 209 y 294, denominadas “liberticidas”. Las mujeres detenidas fueron trasladadas a la cárcel de mujeres, el “Penal del Buen Pastor”, mientras que los varones quedaron recluidos en la Penitenciaría Nacional de Tacumbú.
De acuerdo con el parte policial los detenidos pretendían fundar el “Partido de los Trabajadores”, eran “agentes del comunismo y de la subversión internacional”, con un componente nuevo para la represión stronista en el caso de las mujeres, ya que “intentaban conformar un movimiento feminista en el país”.
De hecho, ese grupo fue el primero de mujeres en ser apresadas por intentar conformar un movimiento feminista.
Como la represión de mayo de veía venir, las mujeres que estaban involucradas en el proyecto de creación del movimiento feminista, juntamente con Sonia, se reunieron para evaluar cómo proceder en el peor de los casos. Las reuniones se realizaron en las casa de Sonia y de Pelusa Villagra, alternadamente, y por unanimidad se decidió reivindicar el derecho de las mujeres a organizarse, pese a que se acordó preservar los nombres de las personas que no querían aparecer vinculadas con el proyecto.
Fueron compañeras de prisión de Sonia Aquino otras incansables luchadoras, como Eulalia Leguizamón, “Lali”, Raquel Rojas, Margarita Mussi y Estela Ruffinelli.
VOZ Y VEZ DE LAS MUJERES
Corrían los años 80 cuando el feminismo como expresión de género irrumpió con fuerza en el país. Bajo el impulso de esas ideas, especialmente novedosas para el Paraguay, un grupo de mujeres impulsó la creación de una nueva agrupación, la Unión de Mujeres Paraguayas, UMPA. Entre otras, además de Sonia Aquino se destacaron en la iniciativa Ligia Prieto, Perla Yore, Diana Bañuelos, Pelusa Villagra, Raquel Rojas y Josefina Frascherí.
Una divergencia en cuanto a lo que se buscaba a través de la experiencia, sin embargo, hizo de divisora de aguas, pues mientras algunas se empeñaban por dotarle a la UMPA de un carácter meramente democrático- reivindicativo, otras presionaban por la realización de análisis más profundos y por la asunción de posturas de defensa de los intereses de género. Admitían no entender del asunto de manera acabada, pero pensaban que las mujeres debían asumir la doble tarea de pugnar por el fin de la dictadura (Uno) y por la equidad de género (Dos).
De hecho, después de distanciarse de la UMPA, Sonia y otras compañeras pasaron a realizar estudios, lecturas colectivas, debates y encuentros, con la expresa finalidad de lanzar una opción de género. Es más, en reiteradas oportunidades se hicieron pronunciamientos que fueron firmados por el autodenominado “Movimiento Feminista del Paraguay”.
No pasó mucho tiempo, sin embargo, para que para Sonia y otras compañeras suyas, se abriesen nuevos desafíos. Por una parte, al recuperar su libertad, se vio obligada, así mismo: obligada, aunque por sí misma, a sumarse a la lucha por la libertad de todas las prisioneras y todos los prisioneros políticos.
EN LAS BARRICADAS
Pero donde Sonia encontró el frente de combate más apropiado, como vestido hecho a su medida, fue en el campo de las luchas sociales, en general, y más específicamente sindicales. Un poco antes de la represión de mayo de 1983 tanto ella como Josefina Frascheri trabajaban con un grupo de mujeres que laboraban en una fábrica.
Sonia vio cómo la incipiente organización de género que crearan con tanto esfuerzo se metamorfoseaba en una organización de clase. En los calabozos se evaluaban ese tipo de experiencias y se sacaban conclusiones que irían a marcar a sangre y fuego la vida de las militantes de alma.
De hecho, después de salir de la prisión, Sonia Aquino, así como Josefina Frascheri, se integraron de lleno al movimiento gremial y sindical.
Sonia pasó a militar en el Sindicato de Empleados y Obreros del Comercio (SEOC) que ya en esa época tenía conformada la comisión de mujeres. La misma cosa ocurría con la Federación de Trabajadores Bancarios (FETRABAN), que también tenía conformada su comisión de mujeres. Las periodistas también estaban tratando de organizar su comisión y todos enmarcaban sus actividades en el seno del Movimiento Intersindical de Trabajadores (MIT), la estructura sindical más vigorosa y dinámica que se creara en la fase final del stronismo.
Era un período especial en el Paraguay, cuyo rasgo distintivo era el agotamiento de la dictadura. Las movilizaciones se tornaban más frecuentes y masivas. El MIT apostaba a articularse con sectores políticos de oposición, como los partidos Liberal, Febrerista y Demócrata Cristiano, con quienes compartía un anhelo común: ponerle punto final a un régimen que ya se había prolongado en demasía, el stronismo.
DOS TESTIMONIOS ILUSTRATIVOS
Sonia recuerda dos momentos de su militancia, que se reproducen literalmente:
“…También planteábamos cuestiones más amplias, como ser el acto que organizamos en la plaza O’leary, donde una semana antes, en el marco de los festejos por el día de la primavera, una muchachita fue desnudada y manoseada ante la actitud pasiva de la policía”.
“La comisión de mujeres de los sindicatos se reunió con la comisión de mujeres de los partidos políticos para programar un acto de repudio en la plaza O´leary. No solicitamos el permiso, pero comunicamos al Ministerio del Interior, donde decíamos que era un acto de repudio y en contra de la violencia. Recuerdo que en un volante decía: “Para concurrir con una flor en la mano y la indignación en nuestros corazones”
“La plaza estaba rodeada de policías y fuimos entrando de a una…Cuando abre su cartera la compañera Diana Bañuelos y se coloca el chaleco de papel sulfito, viene la policía, le estira y rompe el chaleco y empieza el forcejeo con nosotras ...”
“… Hicimos mucho barullo, atajando todo el tránsito y luego nos dispersábamos subiéndonos al primer colectivo para desaparecer. Eran estos, algunos de los métodos que utilizábamos en la lucha final contra la dictadura.”
Un compañero para el recuerdo: “Gumercindo Britez militó con nosotros en la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos. Hasta hoy se lo tiene como “desaparecido”, porque nunca fue entregado el cuerpo a sus familiares. Cayó en el marco del llamado “Caso Caaguazú”, en marzo de 1980, y según nos contaron fue degollado por los represores, junto con otros compañeros. Fue el marido de la compañera Margarita Báez, a quien después la conocí en la prisión y resultó ser una militante sumamente solidaria”.
Obs. : Retrato corresponde al artista FEDERICO CABALLERO
Fuente : REBELDES POR LA PATRIA, por ROBERTO PAREDES . SECRETARÍA DE LA MUJER DE LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA ( www.mujer.gov.py ). Comité de género de la ITAIPU BINACIONAL. COLECCIÓN KUÑA REKO. Editorial SERVILIBRO. E-mail: servilibro@gmail.com / Web: www.servilibro.com.py. Asunción, Paraguay, 2011.