No hay mayor dolor que el de soportar la injusticia del exilio. Los tiranos, en la historia de la humanidad, han des-terrado (quitarle a alguien su tierra, despojarlo de su entorno físico y social) a su enemigos. Suelen alegar que este castigo es un mal menor en comparación a la muerte en los calabozos. Olvidan los que afirman esto que vivir fuera de su patria es nada más que otra manera –acaso más cruel y sanguinaria- de morir.
TEODORO S. (SALVADOR) MONGELÓS– nacido en Ypacaraí el 9 de noviembre de 1914 y fallecido en San Pablo, Brasil, el 20 de mayo de 1966- sintió en alma propia el ardor ocasionado por el fuego maldito del ostracismo. Ferviente epifanista (colorado adscripto a la línea política de EPIFANIO MÉNDEZ FLEITAS, expulsado del país por Stroessner), sufre en 1955, como tantos otros de su idéntica manera de pensar, el ramalazo de un Gobierno que empezaba a afirmarse en el ejercicio del poder despótico y arbitrario.
Te´o–como los llamaban sus amigos- amaba encendidamente al Paraguay y a los hijos de su pueblo, sobre todo a los menos favorecidos. Muchas de sus obras testimonian este afecto entrañable hacia los desposeídos. Su verbo poderoso hallaba en el listado de palabras los adjetivos más rotundos para hablar de la causa de los pobres. Lejos de los destinatarios de sus afectos más hondos, el techaga´u le carcomía el espíritu. En Che ka´aru ndavy´ái derrama en versos vigorosos toda su angustia y su anhelo de libertad.
El poeta, que había llegado a ser diputado durante el Gobierno de Federico Chaves, con el sueño de retornar pronto junto a los suyos, se instaló en Foz de Yguazú.
La doctora GLADYS MEILINGER DE SANNEMANN –que lo cuidó hasta el último instante de su vida-, también exiliada, recuerda que ante el deseo vehemente de volver a pisar su añorada nación, su marido, RODOLFO SANNEMANN, lo acompañó a Teodoro a un viaje clandestino al Alto Paraná. De aquí el escritor llevó –como diría su colega HÉRIB CAMPOS CERVERA en su poema dedicado al Dr. Carlos FEDERICO ABENTE- un puñado de tierra paraguaya. La tendría siempre consigo como una reliquia sacrosanta.
Entre 1963 y 1964 Teodoro S. Mongelós escribió Polca Colorado. “No recuerdo exactamente la fecha, pero un día, estando los que éramos sus amigos reunidos con él en su casa de Foz de Yguazú, escribió ese poema frente a nosotros”, recuerda la Dra. Gladys.
En esa obra, tomando como punto de partida la polca de su partido, lamenta su instrumentalización por parte “de viles piratas”, aludiendo obviamente a la camarilla del dictador que se había apoderado de todos los signos vitales del coloradismo.
No se queda, sin embargo, en la orilla de un lamento sin redención posible. Por eso cree que ”en lugar de yugo,/ cadena y mordaza,/ tornará el lucero/ de la libertad”.