-Aikuaángo chamígo rejopera hague nde ahy’ógui. Ha aju rohechami aína ( Supe que te operaron de la garganta y vine, por eso a visitarte- le dijo a modo de saludo, Carlos Miguel Jiménez (nacido en Pilar el 5 de julio de 1914 y fallecido en Asunción el 29 de agosto de 1970) a su amigo Agustín Barboza, quien había ido a visitar al barrio Sajonia.
El cantor de José Asunción Flores acababa de salir del quirófano, operado de la garganta por el Dr. Nelson Llamosas en el verano de 1952. Estaba hospedado en la casa de su amigo Gilberto Duarte, quien mucho le insistió para que guardara cama y silencio –conforme le recomendó el cirujano-, en su domicilio.
Barboza, más con señas que con palabras, entabló comunicación con uno de los más grandes poetas populares de nuestro país. Dada la mudez del visitado, el visitante y el dueño de casa fueron los que llevaron la voz cantante en el encuentro.
Caía ya la tarde y el sol, como una espada que derretía su acero, se derramaba a la orilla del río Paraguay, tan amado por el Ruiseñor de la Guarania de reposo post-operatorio.
_Arémako aguereko ko Mi patria soñada verso ajapova’ekue. Ha aipotágui nde remomúsica chéve name’êiva avavépe. Ágâ amoî ndéve nde pópe. Ndaipóri apuro. Nde ahy’o oî pôrâ jey vove rejepulsea hese (Hace tiempo guardo estos versos. No le di a nadie porque deseaba darte a vos para que le pongas la música. No hay apuro. Cuando tu garganta esté bien, podrías musicalizarlos-, le pidió, ya al despedirse, Carlos Miguel Jiménez.
Apenas se fue el poeta, Agustín leyó la obra que había quedado junto a él. Le cautivó enseguida. “Era la aspiración de un hombre honrado que clamaba por una sociedad en la que se cultivasen los mejores valores de la humanidad progresista. Cada palabra parecía nacer de la más profunda palpitación de su corazón de gran poeta”, expresa Agustín Barboza en su libro de memorias Ruego y camino.
El pilarense había escrito el poema después de la despiadada revolución de 1947 que no solo enlutó dramáticamente al pueblo paraguayo sino que resucitó los cánones de la intolerancia en sus modos más bárbaros. Ante ese panorama, el poeta llamaba a la concordia, soñando una “patria nueva”. Como pocos, el poema dibuja la aspiración de libertad y democracia de un pueblo perseguido por los dolores de parto de los atropellos a la dignidad de sus habitantes.
“Mi trabajo con Mi patria soñada fue arduo. Pero en unos cuantos días pude cumplir mi propósito y cuando estrené en casa de Gilberto ante una reunión de amigos tuvo una inmediata aceptación. Empujado por un incontenible entusiasmo, el dueño de casa dijo que la composición podía convertirse en un nuevo himno, con la ventaja adicional de tener un ritmo típicamente paraguayo y ser de autores nacionales”, cuenta Barboza en su ya mencionado libro.
A Duarte, el generoso anfitrión del compositor , no le faltó razón. La obra, pronto, se transformó en el canto de un pueblo apuñalado pero aun así esperanzado de vivir en un país parecido al de sus sueños. Esa aspiración hoy, sigue viva porque todavía no llegó ese tiempo de primaveras amarillas que invocaba el poeta.
Haberle otorgado a esta obra de Barboza y Jiménez, el Premio Nacional de Música, fue, sin duda, un acto de Justicia. Ese canto no es ya de ellos sino de todos los que coincidimos con su contenido y aguardamos la hora precisa de existir en un Paraguay libre de ataduras nativas o extrañas, sin amos insaciados ni murallas para el pensamiento, en un Paraíso que construyamos entre todos y para todos.
Algún tiempo después de la creación de esa pieza musical, los peronistas de la Argentina la escucharon y quisieron que fuese un himno de ellos, cosa que, finalmente, no se concretó.
MI PATRIA SOÑADA
Fulgura en mis sueños una patria nueva
que augusta se eleva de la gloria al reino
libre de ataduras nativas o extrañas
guardando en la entraña su prenda futura.
Patria que no tenga hijos desgraciados
ni amos insaciados que usurpan sus bienes
pueblo soberano por su democracia
huerto con fragancias de fueros humanos.
Es un paraíso sin guerra entre hermanos
rico en hombres sanos de alma y corazón
con niños alegres y madres felices
y un Dios que bendice su nueva ascensión.
Patria sin muralla para el pensamiento
libre como el viento sin miedo a metrallas
la nación modelo que por su cultura
se eleve a la altura de todos los cielos.
Donde alegres trinos de son libertarios
a los proletarios y a los campesinos
patria donde haya voces de estudiantes
promesas vibrantes de luz paraguaya.
Sueño en una patria sin hambre ni penas
ni odiosas cadenas que empañen
su honor donde el bien impere sin sangre
ni luto bajo su impoluto manto tricolor.
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MI PATRIA SOÑADA
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