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ARTURO RAHI (+)
  LA MONEDA. LA PRE-COLONIA y COLONIA (Obra de ARTURO RAHI)


LA MONEDA. LA PRE-COLONIA y COLONIA (Obra de ARTURO RAHI)

 LA MONEDA. LA PRE-COLONIA y COLONIA

Obra de ARTURO RAHI
 

LA PRE-COLONIA


"AI iniciarse la conquista hispana, los Avá guaraníes hallábance nucleados en el área comprendida entre los Ríos Paraguay, Miranda, Paraná, Tieté-Añemby, Uruguay, Yacuí y con algunos asientos en el litoral atlántico" (Branislava Susnik, Los Aborígenes del Paraguay. Tomo II, pág. 9.). Es decir que los guaraníes estaban diseminados en muchos grupos poblacionales y ocupaban una gran extensión del territorio del continente descubierto por los españoles.

"Los Carios, cuyo "guará" extendiéndose entre el río Manduvirá y el río Tebycuary, representaban una población guaraní racionalmente plasmada y culturalmente homogeneizada" (Branislava Susnik, Los Aborígenes del Paraguay. Tomo II, pág. 23.). Los Carios, componíanse de varias nucleaciones con su conciencia "oreva" local y con sus "tuvichá", pero siempre abierta a la intercomunicación convidatoria y por ende a la participación preferencial en emprendimientos mayores". "Las principales nucleaciones eran las siguientes: a) Nucleación de la comarca asunceña" ....., que es la que nos interesa para nuestro relato posterior, integrada por una fuerte comunidad de aborígenes varios, que salvo rarísimas excepciones, recibieron amistosamente, entraron en "contacto con los españoles y se convirtieron en suegros con adopción de los apellidos de sus yernos" (Branislava Susnik, Los Aborígenes del Paraguay.. Tomo II, págs.24/25.3).

Aclaramos que no aceptamos la tan repetida historia de la unión de razas surgida de una amistosa y hasta si se quiere amorosa relación entre españoles y guaraníes, que tantas veces hemos leído en textos que con románticas expresiones pretenden justificar la violencia del trato dado a los dueños de éstas tierras. La unión que sí existió fue forzada, en muchos aspectos bárbara, que poco honor hizo a los supuestos civilizados europeos. Pero esto es tema de otro relato. Solo queríamos manifestar nuestra posición al respecto.

Estos varios-guaraníes, habitantes permanentes del entorno asunceno, que se conocía con el nombre de Paragua - y, con el que hasta hoy se designa a la Ciudad de Asunción en el interior del país, eran no solamente pescadores y cazadores, sino también agricultores. Contrariamente a la mayoría de los habitantes del sur de nuestro continente indo-americano, los carios-guaraníes sembraban la tierra y obtenían para su alimentación y canje, productos tales como mandioca, maíz, batata y muchas variedades de porotos, en cantidades suficientes no solo, repetimos, para su alimentación y almacenamiento, sino para canjearlos por otros productos que ellos pudieran necesitar. Esto lo podemos leer en muchos escritos existentes sobre el tema. Particularmente nos referimos a los cronistas de las primeras expediciones españolas, que fueron repetidamente auxiliadas por los carios que habitaban en Paragua - y. Así por ejemplo, Ayolas que fue auxiliado antes de subir en busca del camino al fabuloso Perú, del que nunca regresó. También lo fue Irala que salió en su busca y también Juan de Zalazar quién tal vez agradecido por el trato y ayuda recibidos, decidió fundar la primera población o fuerte español en esta parte del continente, dando nacimiento a la Ciudad de Asunción, madre de ciudades, de la que saldrían luego expediciones que fundarían Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes, Santa Cruz de la Sierra, Villarrica, que hoy son grandes centros poblacionales de los que irradian civilización y cultura.

Ese acto de intercambio de productos a que nos hemos referido en el párrafo anterior, nos está diciendo de la existencia del sistema monetario utilizado, el trueque reconocido y mencionado como medio de pago en latitudes muy diferentes y lejanas a la nuestra, y en otras épocas muy anteriores. El canje fue según es bien sabido, el medio de pago más antiguo conocido, y no vemos ninguna razón para que no lo fuera entre los habitantes de estas tierras que fueran bautizadas, erróneamente con el nombre de América, cuando que lo que correspondía era el de honrar a Colón, su descubridor. Colombia se debió llamar.

La llegada de los españoles dio lugar al nacimiento de un tipo especial de canje, ya que éstos vinieron provistos de un gran número de artículos de poco valor pero vistosos y llamativos para los naturales de estas tierras, que nada conocían de los modos de vida ni de los productos europeos. Estos artículos fueron inmediatamente canjeados por productos alimenticios de todo tipo, que abundaban en los pueblos carios. El historiador Juan B. Rivarola Paoli menciona repetidas veces que este tipo de intercambio fue designado en los documentos de aquella época con el nombre de rescate palabra que en realidad los españoles utilizaban para diversos menesteres, algunos de ellos para indicar el porcentaje que debían pagar o entregar a su rey sobre el número de aborígenes que apresaban y esclavizaban para su beneficio personal. Sabemos que los convertían en esclavos que debían realizar múltiples tareas, de sol a sol, sin recibir retribución alguna, aparte de una miserable comida diaria. Así exterminaron a casi toda la población nativa y así pagaron el recibimiento amistoso de que fueron objeto cuando casi liquidados por el hambre, bajaron a pedir comida.

En definitiva, no cabe dudas, de que el primer sistema monetario (si vale la expresión) utilizado en estas tierras, fue el trueque. De artículos típicos por artículos típicos, primero, y con esto queremos decir productos locales o regionales de la agricultura, la caza y la pesca y porqué no manufacturas familiares, como hamacas, canastos, que abundaban, por similares, y con la llegada de los españoles, estos mismos artículos por las chafalonías que los europeos traían especialmente para estos menesteres. No hay autor que haya tocado el tema, que no haya dado buenas referencias sobre este tópico, y particularmente Rivarola Paoli (Juan B. Rivarola Paoli, Historia Monetaria del Paraguay.). Por lo tanto nos remitimos a este autor en lo que a minuciosidades y preciosismos históricos se refiere, para aclarar cualquier aspecto adicional del tema. Recalcamos solamente que el canje fue el medio de pago indiscutible utilizado por los naturales de estas tierras antes de la llegada de los españoles.


LA COLONIA


El establecimiento de los españoles en esta parte del continente, dando así comienzo no solo a la formación de Asunción como una Ciudad de constitución permanente, sino que al nacimiento de lo que luego de los años se convertiría en la Provincia Gigante de las Indias y luego de mucho andar y de reiteradas desmembraciones; cuya motivación la encontramos en la ambición de "reinar" de algunos caudillos españoles, en lo que hoy es la República del Paraguay, dio comienzo igualmente al sistema generalizado de trueque con los nativos. Rivarola Paoli (Juan B. Rivarola Paoli, libro citado, pág. 13.) por ejemplo menciona que estos últimos proveían a los españoles de carne de venado y de puercos salvajes, "mantas de lino que hacen de unos cardos", cueros de tigre y de venados, pescados y "otros muchos mantenimientos". El precio que los españoles pagaban por estas provisiones y la moneda del pago, ya nos podemos imaginar. Habrán sido vistosas baratijas con poco valor comercial.

Con esto estamos diciendo que el sistema monetario (lo seguiremos llamando así) no cambió. Desde luego que es bien conocido que los españoles que llegaron al nuevo continente no traían provista de monedas para hacer negocios. Ellos venían a conquistar, a tomar lo que encontrasen, sin considerar para nada el derecho de los demás, de retener o negociar con lo suyo. Durante tres siglos el sistema fue el mismo en estas tierras, pero en descargo pero no justificación de los españoles corresponde decir que este era evidentemente el criterio o la costumbre imperante en el viejo continente, porque los portugueses e ingleses procedieron de la misma manera. Donde llegaron, se dedicaron al pillaje, al saqueo, a matar para conseguir lo ajeno. No importaba para nada que detrás de cada espada enrojecida con sangre inocente, se alzase una cruz y una plegaria que pretendiesen justificar lo que jamás podría tener justificación. Los religiosos acompañaron a los bárbaros conquistadores en todos sus excesos, y salvo rarísimas excepciones, justificaron lo realizado por aquellos.

Un historiador boliviano, cuyo país sufrió horrores en aquella época, dice: (Raúl Botelho Gosalvez, Proceso al Sub Imperialismo Brasilero, pag.7.) - Esto no excluía naturalmente, que la empresa de la conquista religiosa del Nuevo Mundo se trocase, por la misma dialéctica de la historia, en una tremenda conquista imperialista y de despojo en perjuicio de los pueblos indígenas, cuyos países fueron avasallados, y casi destruidos por la caterva de aventureros que bajaban en forma casi constante de los galeones procedentes de Cádiz, San Lucar de Barrameda y Palos de Moguer". Todos conocemos lo que pasó en México, Perú y Chile, así que no vale la pena seguir insistiendo sobre el tema, que sin embargo sirve como aditivo que explica muchos hechos y realidades que algunos pretenden negar o desvirtuar.

En esos primeros años, la Colonia vivía bajo la influencia del sistema mercantilista, pero presionada por la falta de oro y plata que pudiera dar visos de realidad a los requerimientos de quienes desde España dirigían o pretendían dirigir la vida en las nuevas tierras. Quienes integraron esos primeros grupos de peninsulares, llegaron en busca de riquezas y no para trabajar. La realidad se mostraba muy diferente a las expectativas y promesas que antes de embarcarse en Europa deslumbraba a los futuros Conquistadores. Muy pronto, las necesidades originadas por la miseria, presionó despiadadamente sobre quienes creyeron que en el nuevo Continente se llenarían de oro en poco tiempo y con poco esfuerzo.

Algunos, es cierto, consiguieron enriquecerse o por lo menos hacerse de metales preciosos, pero no fueron precisamente aquellos que llegaron al Paraguay. Muy pronto éstos se tuvieron que convencer que la única Manera de sobrevivir era trabajando la tierra, dedicándose a la agricultura, trocándose de conquistadores en colonizadores. Entonces empezó el drama para los nativos, porque los españoles eran muy propensos a mandar pero no a trabajar. Y la solución la encontraron esclavizando a hombres y mujeres nativos para que trabajaran y produjeran para ellos, bajo condiciones que, pese al paso de los años pero gracias a las muy pocas referencias históricas escritas sobre el tema de aquella época, demostraron que fueron verdaderamente brutales. Por cierto que los gobernantes españoles, Irala entre ellos, hicieron lo posible para que la repartija de esclavos, alcanzase a todos sus compañeros de aventuras. Las encomiendas tuvieron vigencia y la mano de obra esclava produjo los productos que sirvieron para la alimentación y el vestido y también para moneda. La moneda de la tierra que los nativos utilizaron antes de la colonia y que tuvo vigencia por largos años. La moneda de la tierra o moneda hueca, que iremos rememorando en las páginas que siguen.

Definitivamente en el Paraguay, al comienzo del régimen colonial, no existió una moneda que se distinguiera como símbolo monetario local. Tampoco se puede hablar de que existieran o circulasen monedas extranjeras como para mediar en las transacciones comerciales o laborales. Ese período se caracterizó por la falta casi absoluta de medios monetarios de pago y solamente se lo puede explicar por el hecho cierto de que solo el oro y la plata eran utilizados (amonedados o no) como medios de pago y es muy bien conocido que los españoles vinieron a buscar esos metales, no a traerlos. Como en el Paraguay no se encontraron oro ni plata, prácticamente desde el primer día se tuvo que buscar reemplazar estos elementos por otros que localmente fuera posible obtenerlos y que ya estaban siendo producidos y utilizados localmente en el sistema de trueques.

"Desde el comienzo de la conquista del Río de la Plata, el sistema monetario de estas regiones fue diferente del de las otras de América, porque ya el primer gobernador Domingo Martínez de Irala en 1541, crea en Asunción una moneda de hierro en forma de cuñas, y por esta razón la denominaron cuñas de hierro de Irala" (Carlos Pusineri Scala, libro citado, pág. 13.). Esto nos está diciendo claramente que la carencia de metales apropiados traídos desde fuera del país u obtenidos localmente, hizo que se llegara a estos extremos, lo que igualmente nos está confirmando, una vez más, que quienes estaban a cargo de la conquista, no tenían el menor interés de traer valores y su sola pasión era obtenerlos en estas latitudes para llevarlos a España y atesorarlos.

Antes de ir avanzando en nuestro relato referente a los años posteriores y volviendo a la "cuña de hierro de Irala", tiene mucho valor esta narración del maestro Ramón I. Cardozo, quien al escribir la biografía del fundador de Villarrica, Ruy Díaz Melgarejo, en un libro muy interesante, hoy casi no recordado y que no conoce de una reedición, al mencionar las aventuras de este señor en busca de metales preciosos recuerda, "que obtuvo en cambio del oro y la plata buscados afanosamente en las minas de Cuaracyberá, unas "sinquenta libras de cuatro arrobas poco mas ó menos de piedra de orno de quarta poco más o menos o una quadra con unos fuelles pequeños". "Con el hierro extraído de aquellas minas se remediaron, en gran parte, las necesidades de los pobladores fabricando de el cuñas, cuchillos y machetes". Esto según el historiador Cardozo ocurrió allá por 1577-1578, es decir algunos años después que Irala estableciera al hierro como metal monetario, por no haber otro en el territorio paraguayo.

No en balde Pusineri Scala afirma que "El Paraguay colonial no necesitó moneda metálica, porque se empleaban para todas las transacciones las cuñas de Irala y las llamadas monedas de la tierra, de rescate, pesos huecos o provinciales" (Carlos Pusineri Scala, libro citado, pág. 13.).

También Pusineri afirma que la "única moneda autorizada a circular en América fue la Real, en razón de que la acuñación era privilegio de la Corona y atributiva del Rey" (Carlos Pusineri Scala, libro citado, pág. 18.). De cualquier manera una cosa era la moneda que legalmente se estableció como obligatoria, y otra muy diferente, la que circulaba o podía circular. En el Paraguay sencillamente, y esto está bien probado por todos los documentos analizados y comentados, no existían monedas ni de oro ni de plata que circulasen e hiciesen posible el intercambio, y esto muy al margen de las pocas unidades que la gente pudiera atesorar como algo muy especial. Y esto es perfectamente comprensible.

Así que se echó mano a reemplazantes que hicieran el papel de moneda y esto por muchísimos años, tantos que podemos hablar de centurias, hasta que los españoles fueron expulsados de la administración del país y reemplazados por los paraguayos.

El historiador Pusineri Scala hizo un minucioso estudio de los documentos del Archivo Nacional, extrayendo información de primera mano sobre la materia monetaria, que narra con detalles en su libro, de ahí que de esta obra extraemos un pequeño resumen de datos que hacen a nuestros propósitos.

Pero antes quisiéramos referirnos a las "letras", "obligaciones" o "pagarés" que fue costumbre firmar por la gente de aquella época contra préstamos o adelantos recibidos, o como pago a cuenta de trabajos a realizar, o riquezas a obtener durante sus famosas "entradas" o campañas de descubrimientos. No creemos que estos papeles o documentos puedan ser considerados como moneda, contrariamente a las afirmaciones de otras personas. Eran (y son hoy día) sencillamente obligaciones transferibles que certificaban una deuda. Estos son documentos que ya fueron utilizados mucho antes del descubrimiento del Paraguay. Los historiadores mencionan que eran corrientes en civilizaciones como la de Asiria, Babilonia y Egipto, muchos siglos antes de nuestra era. Y por cierto que nunca fueron consideradas como moneda, sino como simples documentos que reconocían obligación de pagar una suma de dinero. Así que preferimos mencionarlas pero no aceptarlas como moneda. Eran documentos con características propias a obligaciones contraídas y que podían transferirse pero hasta ahí nomás. De otra manera habría que reanalizar totalmente la función de dichos documentos a la luz de la legislación bancaria vigente y darles una función adicional a la que ya tienen, porque aunque las fechas de comparación varían, los documentos de antes y de ahora son similares.

Y vayamos mencionando el uso de la "moneda de la tierra o moneda hueca”, a medida que los documentos del Archivo Nacional lo muestran. El sueldo anual del Capellán, en 1539, fue fijado en "20 fanegas de maíz, 10 de frijoles, 30 pollos, 50 panacus (sic) de raíz de mandioca. Para el caso del cura, en 1543, se fijó el sueldo de "16.000 maravedís, equivalentes a 20 fanegas de maíz, 10 de porotos, 50 panacus de mandioca y 30 pollos" (Carlos Pusineri Scala, libro citado, pág. 25.).

En este segundo caso se da la equivalencia entre la moneda real (el maravedí) y la moneda de la tierra (maíz, porotos, mandioca).

En 1541, Irala establecía algunos valores comparativos entre la moneda real y la moneda de la tierra. Así, por ejemplo: "un anzuelo de malla era igual a un maravedí; un anzuelo de rescate era igual a cinco maravedíes; un escoplo igual a diez y seis maravedíes; una cuña del ayunque de las que aquí se acostumbran hacer valer cien marevedíes. ( Carlos Pusineri Scala, libro citado, pág. 26.) . Como las cuñas fabricadas en Asunción tenían diferentes tamaños, en el mismo año de 1541, Irala estableció que la "cuña de marca valiera cincuenta maravedíes y la cuña de ayunque valiera cien maravedíes". Conviene mencionar, siguiendo a Pusineri, que el "anzuelo de malla" era fabricado utilizando los pequeños anillos metálicos de que se componían las cotas de mallas utilizadas por los españoles, mientras que el "anzuelo de rescate" era fabricado a partir de otros elementos metálicos.

En 1547 el precio del cuchillo, también utilizado como moneda por su rareza, era el siguiente: "treinta cuchillos encabados (sic) equivalían a diez cuñas de la mala moneda" y una cuña de la mala moneda equivalía a tres cuchillos de rescate encabados. No se aclara lo de mala moneda al referirse a la cuña.


En 1544, el Cabildo de Asunción fijó los siguientes precios de alimentos: (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 32)

2 gallinas caseras igual a 3 cuchillos de marca.

8 huevos igual a 1 cuchillo.

3 libras de pescado de espinel igual a 1 cuchillo.

2 libras de pescado de red igual a 1 cuchillo.


No comprendemos, o mejor dicho, no apreciamos el por qué de la diferencia del valor del pescado capturado con red, del capturado con espinel. Evidentemente algo habrá hecho la diferencia para justificar un 30% de sobrevalor para el capturado por medio de redes. De cualquier manera no tenemos una explicación y nos remitimos textualmente al autor que estamos siguiendo, que tampoco la tiene.

En 1545, Irala acuerda que "por ser público y notorio" la no existencia de oro y plata que sirvan como moneda, que "una cuña de hierro a 7 onzas valga 100 maravedíes y que 4 cuchillos de los que al presente corren cada uno 25 maravedíes y que mediante esto se compra, viste, contrata, paga jornales de trabajadores y vende los bastimentos y otras cosas que de presente hay en la tierra y que aún los diezmos, quintos y penas de cámara se vendían a las dichas monedas de rescate, acordaban, hasta tanto que Dios sea servido de dar oro y plata que el factor presente los precios y se carguen por el contador tesorero en la dicha moneda y en la misma se hagan los libramientos" (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 32). Es un reconocimiento de valor monetario a cuchillos y cuñas, hasta para pagar tasas del gobierno de la colonia y de la iglesia. Pero en el mismo año de 1545 se establece que un cuchillo valía dos peines. Así se pretendía evitar abusos, ya que algunos exigían un cuchillo por un peine (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 33).

Luego de 1556, lo que se desprende de otro documento del Archivo Nacional citado por Pusineri (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 36), un caballo costaba 1.500 cuñas de hierro, que eran equivalentes a 300 varas de lienzo, que a su vez se apreciaba en 100 pesos oro, todo naturalmente de acuerdo a la cotización que estos valores tenían en el mercado. Por la misma época, en el Diario de Aguirre y refiriéndose al testamento de Irala se dice "que por las tierras y animales que tenía, se dio el valor en varas de lienzo y cada vara de lienzo valía 10 cuñas, y se supone - decía - que 14 cuñas eran 100 maravedíes, que es casi el valor de 68 maravedíes de plata" (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 37). Realmente abruman estos valores comparativos que varían en cada caso, pero probablemente eran mejor comprendidos en aquella época por la gente acostumbrada a su uso.

Al parecer alrededor de 1575 se introdujeron en la provincia monedas de oro y plata. De inmediato se les dio el valor de intercambio que tendrían en el mercado: una onza de plata era igual a cuatro varas de lienzo y cada ducado de oro era igual a cinco varas y cada vara de lienzo igual a dos reales (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 40). Apenas después, en 1576, una fanega de maíz era igual a media vara de lienzo; una fanega de frijoles era igual a una y media varas de lienzo; el quintal de algodón en cuesco era igual a once varas de lienzo; dos cochinos igual a una vara de lienzo; cuatro pollos igual a una vara de lienzo. En esta época, entonces, se ve claramente que la "moneda" que compraba los demás artículos era el lienzo. Para 1585, una libra de hierro valía una vara de lienzo y cada onza de plata valía cuatro varas de lienzo.

En 1595 en Asunción "Hay extrema necesidad de lienzo, por lo cual las rentas reales de Su Majestad y demás ventas y compras que se hacen, vienen en gran disminución por defecto de pedir el tercio en lienzo, atento a lo cual mandaban y mandaron que desde el día que fuere pregonado públicamente este auto y proveimiento en adelante y valgan y se guarden y usen las monedas siguientes":

hierro;  a 1/2 peso cada libra.

acero;  a 2 pesos cada libra.

cerca (sic);a 6 tomines (sic).

garabata (sic); a 1/2 (medio) peso cada libra.

algodón;cada quintal 12 pesos.

lienzo;1 vara = 1 peso (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 42).


Con la salvedad del significado de algunos nombres, es bien claro que la equiparación se refiere al "peso" que teórico o no, servía de comparación. Pero para el año 1600 aparecen otros valores comparativos: una arroba de tabaco igual a doce pesos (huecos), y una arroba de algodón igual a seis pesos. La siguiente aclaración de Pusineri es útil: "Para el cabal conocimiento del patacón, peso y moneda de la tierra, añadiremos que el patacón y el peso los dividían en ocho reales, y comparados ambos pesos imaginarios con el físico de a ocho reales acuñados que es el corriente del día, eran el patacón sus 3/4 y el hueco 1/4. La libra de tabaco equivalía a un real de plata sellada y cada una de algodón y hierba, medio real de la misma plata (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 43).


En 1598 se establecieron los siguientes valores monetarios:


lienzo:1 vara = 1 peso.

acero:  1 libra = 2 pesos.

hierro:  1 libra = 1/2 peso.

garabata(sic):  2 libras = 1 peso.

cera limpia:1 libra = 6 tomines (sic) (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 44).


En el mismo año de 1598, se estableció que el sueldo de los "curas doctrineros que enseñaban a los indios", "se han de pagar en las cosas y frutos de la tierra, que con vino, azúcar y garabata" (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 55). De igual manera, en 1600, se determinó que el trabajo de los Escribanos por "conocimientos y escrituras públicas"' se debía pagar en vino, aclarando que debía ser "del presente año que siendo el vino bueno, caro y asentado...”.

En 1611 una fanega de maíz equivalía a un peso (o sea seis reales de plata); una gallina era igual a dos reales; una madre de mecha que tenga 16 palmas era igual a un peso, tres libras de garabata igual a un peso; una arroba de algodón (sin sacar las pepitas de esta tierra) igual a 4 pesos; una vara de lienzo de algodón igual a un peso; una fanega de frijoles igual a tres pesos (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 61). Por Cédula Real de 1618 se confirmaron los valores anteriores, aunque se agregaron: una arroba de yerba mate igual a 2 pesos de la tierra; una arroba de tabaco igual a 4 pesos de la tierra; una gallina igual a dos reales, equivalentes a 1/3 del peso de la tierra" (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 63).

En 1638 por Real Cédula se crea el Papel Sellado, estableciéndose "que de aquí en adelante, en todas y cualquier parte de las Indias Occidentales, islas y tierra firme, del mar, océano, descubiertas y que se descubriesen, no se pueda hacer ni escribir ninguna escritura, instrumento público, ni otros que por menos aquí irán declarados sino fueran en papel sellado". Al año siguiente y visto que en el Paraguay solo circulaba la moneda de la tierra, se resolvió que el papel sellado sería pagado con lienzo, u otra moneda de la tierra, según como se presentase el caso (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 70).

En 1659 y años siguientes, según los registros de la Real Hacienda, los impuestos se pagaban con "yerba, algodón, lienzo, tabaco azúcar y otros productos de la tierra". La yerba fue tomando importancia y llegó a tener preeminencia en éstas y otras transacciones. Así se puede verificar en años subsiguientes y Pusineri Scala menciona pagos de impuestos efectuados precisamente con yerba mate durante los años de 1677, 1680, 1681 entre otros.

En 1727 el Cabildo de Asunción certifica que en la Provincia del Paraguay no corre ni se usa ninguna de las monedas selladas permitidas, "sino los frutos y monedas de la tierra, yerba, tabaco y otros que están expresados en las leyes de la nueva recopilación que solo en la provincia se puede usar por permuta y cambios" (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 85). Esto nos está diciendo que casi dos siglos después del inicio de la dominación española, nada cambió en materia monetaria. Solamente se fueron agregando nuevos productos que a su vez fueron sirviendo como monedas corrientes.

En la carta Relación del Jesuita José Cardiel de 1747, este dice: "En esta Gobernación del Paraguay no corre moneda alguna, gobiérnase por trueque. Las vacas en el Paraguay valen seis pesos y se compran con yerba, tabaco, algodón, miel de caña, lienzo de algodón". "La yerba costaba dos pesos la arroba y así con una vaca se compran tres arrobas; al del tabaco dos pesos, etc"."El tributo al rey es de un peso que se paga en lienzo, tabaco, azúcar, yerba, etc." (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 89).

En 1774 se establecieron las tarifas para uso del correo recientemente creado. Como es lógico las tasas se fijaron en pesos reales. Pero "en la provincia del Paraguay no se podían pagar los franqueos en monedas porque pocas eran las que circulaban, entonces el pueblo exigió que se aceptara el sistema de pago con productos del país". Naturalmente y visto las condiciones prevalecientes en el Paraguay, el Administrador "se vio en la obligación de aceptar la exigencia paraguaya, por temor a que ocurriera en caso de negación, una sublevación de los levantiscos asuncenos" (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 92).


Es por eso que en 1775, se establecieron los siguientes precios para el franqueo de cartas a Corrientes y Santa Fe (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 97):


Carta sencilla, 1 real   =  3 libras de yerba o 1/2 libra de algodón

Carta doble, 1 1/2 real = 4 libras de yerba o 2 libras de algodón y tabaco

Carta triple, 2 reales   =  6 1/2 libras de yerba o 3 libras de algodón y tabaco

Onza paquete, 2/12 reales =  8 libras de yerba y 4 1/2 libras de algodón y tabaco.


Igualmente se establecieron precios de franqueos para correspondencias para otras "provincias, o reinos de Chile, Perú, etc." todos basados en yerba, tabaco y algodón." También se pagaban regularmente en productos de la tierra, la mano de obra por diversos trabajos realizados en la Provincia.

"Hasta fines del Siglo XVIII se pagaba todavía en monedas de la tierra: el 22 de Septiembre de 1790 el portero Hermenegildo Telles solicitó al Cabildo se le satisfaga el sueldo de 316 pesos en yerba por razón de portero y relojero de la Ciudad. El mismo día los cabildantes acordaron se le satisfaga el pago" (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 111).


Con respecto a la yerba mate (hierba), que cumpliera una función trascendental como moneda en aquella época tan especial y difícil, transcribiremos las siguientes líneas que dicen claramente de la importancia de este rubro de la producción paraguaya: Con respecto a la yerba, dice Aguirre: "fue la hierba del Paraguay una de aquellas producciones que en la República del Paraguay tomaron los españoles de los indios como el chocolate en la América Septentrional. Los documentos originales constan que en los tiempos de Domingo Martínez de Irala se dio hierba a los indios en ración y sustento de sus trabajos. Al principio los españoles la tuvieron por "vicio inútil", pero después se hizo de uso común. Además de la hierba, Asunción proveía de tabaco, dulces, vino, trigo, aguardiente y otros renglones". Menciona igualmente Aguirre que los gobernadores eran "pagados en hierba, moneda de lo más apreciada" (Carlos Pusineri Scala, libro citado, página 112), refiriéndose a la yerba mate.

El nuevo siglo no trajo aparejado mayores cambios en el orden monetario para la Provincia del Paraguay. En 1809 a nivel oficial se discute el precio del algodón y del lienzo, tradicionales monedas de la tierra, ya que un aumento de su valor en el mercado significaba mayor ingreso al fisco que cobraba sus impuestos en dichos productos. De cualquier manera es interesante el concepto que ya tenían entonces, de beneficiar la aplicación de la materia prima (algodón) a la fabricación de telas (lienzo), para obtener de este último producto un mejor precio en el mercado, lo que de hecho significaba mayor poder adquisitivo.

Libro citado: CARLOS PUSINERI SCALA, HISTORIA DE LA MONEDA DEL PARAGUAY, Asunción – Paraguay.


Fuente:

LA MONEDA Y LOS BANCOS EN EL PARAGUAY

Obra de ARTURO RAHI

Ediciones Comuneros

Asunción – Paraguay, 1997 (253 páginas)






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