© Alberto Sisa
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Foto portada del libro: Amancio Ruiz Díaz
Asunción – Paraguay. Abril 2010 (116 páginas)
hay un momento que no es mío,
no sé si en el pasado, en el futuro,
si en lo imposible... Y lo acaricio,
1o hago presente, ardiente,
(Del Libro de las Alucinaciones)
"PEATÓN ALUCINADO" DE ALBERTO SISA
La poesía es fundamento del ser humano, al cual corresponde una realidad eterna. Su expresión entraña una función espiritual propia, de imaginación y creación. Es convertir el pensamiento en materia, expresar el ideal, descubrir la realidad, excitar la curiosidad, producir en nuestro ser un movimiento parecido a las mareas que provoca la luna al ejercer una atracción gravitatoria sobre nuestro planeta, determinando el caudal de las aguas en la inmensidad de los mares.
El poeta manifiesta en "PEATÓN ALUCINADO" sus ansias de libertad. Los poemas buscan escapar y elevarse como un sonido que flota sobre la muchedumbre lejos de la burocracia de los días. Su lenguaje fluye conciso en su variedad asumiendo una subjetividad policontextual o en el mensaje que aborda cuestiones ético-filosóficas, para luego lanzarse a la yugular a través de la denuncia social, condenando la injusticia, la guerra, las asimetrías y desigualdades, la contaminación y el daño al ecosistema.
El peatón busca poner en valor al ser humano, encontrar el espacio y el tiempo necesarios para disfrutar de la vida. Es el intérprete que nos interpela y concilia con la memoria.
El alucinado en su alumbramiento, deslumbramiento, tiene visiones o sensaciones irreales, pero es una falta de razonamiento relacionada con el burilar sagrado, como cuando los chamanes de todas las culturas utilizan elementos alucinógenos con fines lúdicos o místicos; pretende perder la lucidez y el raciocinio de la realidad, y así poder ver, oír y dar una explicación a un enigma, duda o aportando las soluciones a las dificultades.
"PEATÓN ALUCINADO" nos invita a la aventura de transitar de a ratos sendas oníricas, en el límite del expresionismo. Todo es mundano en su universo. El clímax se da en la evocación, invocación de los manes referenciales en el poema "VISIONES DE RODAR A LO INFINITO" y nos insufla de esperanza, concordia y amor en "TESTAMENTO Y EPITAFIO DEL PEATÓN ALUCINADO".
Recomendación para el leyente: sean peatones, caminen más, es un disfrute saludable; y también sean un poco alucinados, porque de ellos será el reino de la felicidad.
ARIEL VERA - Gestor Cultural
El alba desciende en la ventana
mi cuerpo soñoliento salta
del mullido lecho de los días
para enfrentar los embates cotidianos
que insomnes acechan las mañanas.
Es hora de vestir, desayunar y partir,
es hora de perderme en el tráfago diario,
tras papeles sellados y boletines
diseminados en el escritorio;
por la lenta agonía de los minutos
escapan mis ojos tras selladas ventanas
buscando un horizonte de plazas,
sin escape a patios recreativos
ni conversaciones para el despiste.
pues hay veces que con el alba
despierta una sonrisa sincera
por el claustro de luces artificiales;
ajena a la odiosa burocracia
los mensajes de texto ocupan casilla llena,
los e-mail invaden el correo electrónico
exigiendo respuestas urgentes,
el celular suena con su tonta cancioncilla;
la computadora se despereza
luego del pulse de arranque,
la oficina empieza a llenarse de gente,
la jefatura convoca a reunión del pleno
para trazar los planes del día;
trajín de máquinas y hombres
las tiernas miradas se apagan,
las hormonas pasionales se diluyen,
los huesos que nos sostienen
Vorágine de letras aletean
traviesas en la blanca hoja,
notas, dictámenes, gacetillas y cartas
esperando que ágiles manos
solucionen los problemas,
devenir de los acontecimientos.
sueña su sueño sin dueño,
como algo urgente, necesario,
en medio del trajín cotidiano;
sin esperar permisos ni excusas
surgen las palabras de futuro
traspasando los altos muros
atravesando caliginosas paredes
y complicadas redes sensoriales,
es que la palabra lleva consigo
el misterio de su encantamiento.
Desanudo la fiel corbata de los días,
desabrocho los botones de la camisa,
sentado en el banco dejo caer
en el pastizal del parque
que caen como dos pesadas anclas;
extiendo mi cuerpo exhausto
y cierro mis ojos al paisaje
para sumirme en la contemplativa
levedad que ofrece el mediodía.
Transcurren monótonos los días
en círculos de indolencias,
el corazón late urgencias
desvelado por los avatares
de amores no correspondidos.
Tras biblioratos del debe y haber
suman las largas noches de vigilia,
cumplir lo asignado en lugar y hora
es la fiel tarea de todos los días,
es cuando conjuro la jornada
con baladas y epigramas de amor
para seguir sonriendo en el camino.
El presente en una mirada
reflexiva tendida al horizonte;
en el reloj del juicio final,
la aguja fatalista que cae
en la breve estancia terrenal,
en la cresta de inciertos designios;
el destino no juega a los dados.
El filósofo optimista Leibnitz cultivó el bien en el mejor de los mundos posibles, pero no esperó que crecieran los espinosos cardos del real, en los cándidos jardines de su morada.
sucumben los ángeles caídos,
sin flashes ni maquillajes
van encubiertos por la senda
los siete pecados capitales.
Alucinado sació falsos placeres.
para disipar las tinieblas,
y así encontrar el resplandor
que ofrece venturoso el horizonte.
Bruscos bocinazos, ulular de sirenas,
vértigo de azoteas, extravío de pasos
aleteantes, gente que va y viene
efervescente extravío humano
La busqué noctámbulo y perdido
por los viejos boulevares clandestinos,
no la encontré, ni ella a mí,
sin darme cuenta hace tiempo
en tu mar de la tranquilidad
por tu vasta geografía lunar
de insondables misterios.
multipliquen los dones del pan.
De las entrañas de la tierra
brotarán los raigales de simientes
para en abierta floración al sol
ser cálices de venero alivio.
Vencedores de la angustia
sobrevivieron a terribles naufragios
e izaron banderas de redención
con el timonel enfilado a la libertad.
Rosales, mirtos, naranjas y limoneros
de la Alhambra de profundas querencias,
piel morena de ojos brunos
esencia morisca enraizada
Calles de quemantes estíos,
fulgentes paisajes pintados
veredas con antiguos signos
desleídos en el suelo polvoriento
que trazan los círculos del tiempo.
Antiguo itinerario de la memoria,
viandante de gastadas suelas,
tras los pasos anhelantes,
perdidos en tiempo y lejanía.
Calles de quemantes estíos,
AQUEL CUARTO EN PENUMBRAS
solo en aquel cuarto en penumbras,
ausente de voces augurales,
el espejo roto, la vieja corbata,
pelos y cenizas en el suelo,
en aquel cuarto en penumbras,
y aquellos viejos rostros
distorsionado destello de luz
la belleza surcada de arrugas
en las paredes desnudas agrietadas
la desdicha habitada en los sombríos
párpados de unos ojos que se alejan.
Añejo árbol de enmelenado follaje,
fronda de conventual silencio,
Lorca oculto tras los gajos
sumido en su verde delirio,
verde viento, verde sinfonía,
En su ramaje empozan los estíos
con escarchas de fugaces otoños,
concierto de canto y luz,
luciérnagas y cigarras estelares
en el melancólico mes de diciembre;
centenario tallo memorial
con vestigios de amor grabados
en su rugosa corteza de fuego.
Añejo árbol de raíz profunda
extendida al centro de la tierra,
bendecidas lágrimas caídas del cielo
que germinan sombras del querer,
pencas de hojas por donde migran
los sueños, que viajan lejos, muy lejos,
Marité, que en las mañanas
broten de tu boca palabras
que la brisa bañe por siempre tu rostro
con el gesto ameno y cordial,
que el sol alumbre en tus ojos
con todo el fulgor de tu serena mansedumbre,
y que las camelias crezcan
sonrientes en el sereno de tu cabellera proletaria;
de proyectos, notas, números, ni del debe hacerse;
háblame de tus sentimientos, aspiraciones, quebrantos,
háblame de tus fantasmas,
de la vertiginosa carrera contra los avatares de la existencia,
hambre, miseria, intolerancia,
erigidos jinetes apocalípticos en el globalizado
háblame de tus preocupaciones,
de las llamadas ibéricas puertas del porvenir,
de todo lo que representa el éxodo y desarraigo de sideral dolor,
háblame de tus desvelos de madre,
de tus urgencias en este tiempo de esperas,
háblame de tender puentes
con palomas, mariposas y colibríes,
lo esencial es también invisible en los ojos,
decías parafraseando al Principito;
Marité, caminemos juntos por la vida
para anunciar como aquel poeta beat
"que el peso del mundo es amor,
Sí es cierto, veo que tus ojos ya no son los mismos,
el polvo gris del sufrimiento traza
surcos ojerosos en tus párpados
no claudiques, no desesperes,
unámonos a las encendidas palabras de Vinicius,
quien nos dice en profesión de fe:
es preciso reconquistar la vida.
"Zaratustra tensa el delgado hilo entre el bien y el mal".
Peatón suspendido en el cordel
asido a la vara de equilibrio
sobrevuela a su propia sombra;
allá arriba solo en el vaivén
balanceándose en las alturas
sacudiendo el hilo del desvarío
por encuna de torres y tejados;
sobrevive a las brumas de los días,
al tendal de odios, mentiras y avaricias,
extendidos en los bifurcados
a vacíos bolsillos, falsos besos,
árboles mutilados, asexuados viandantes,
a mujeres de cautivos destellos,
ceñidos encajes y sinuosas caderas,
orinados panteones, piratas del asfalto,
al puñal de las blasfemias,
a blancas humaredas del apocalipsis,
granos envenenados en las sementeras,
y ondas magnéticas corriendo por las venas;
allá arriba en las alturas
comprometido a encontrarse el mismo,
con la bullente sangre apuntando
al corazón del desamor y la indiferencia,
camina sobre la transparente línea
que separa el abismo del cielo,
bamboleándose a cada paso
hasta el final incierto de la última línea;
mitad hombre, mitad marioneta,
mitad ángel, mitad bestia,
entre la fe, la sinrazón y el deseo.
El calmo y frío rostro del torrente me pidió un beso.
Eran dos pequeños ojos crispados de penas
subiendo al barandal de los desterrados,
equilibrista de cornisas y azoteas de fuego,
decidido a romper el cordón umbilical
el no ser de frente al vacío
decidido a cruzar la otra orilla
que separa la vida de lo desconocido.
¿Quién lo escucha en la noche tan inmensa
dispuesto a precipitarse al abisal lecho del olvido,
para dormirse bajo un manto de musgos
junto a los duendes del río;
descansar tal vez, poner fin al desamor,
al tedio de la rutina de ir muriendo
lentamente todos los días;
abajo, el turbio remolino de las aguas,
a su frente, el viento silba desquiciado
miríadas de luces de la ciudad
lo guiñan en la noche enajenada;
los labios resecos y partidos,
parecen murmurar la sentencia
de Maiakowski, en su noche final,
"La barca del amor se ha estrellado
contra la vida cotidiana";
el corazón latiendo como tropeles
de caballos desbocados en fuga,
con la mirada puesta en el horizonte,
ser o no ser, en la ineluctable encrucijada
en la noche aleve al destino;
compendia su vida fragmentada
en gimientes de ausencias;
la conciencia retrocede hacia la negrura infinita;
el dilema de hundirse en el lino del lecho sombrío,
o seguir respirando el hálito de auroras boreales;
el remolino gira en vertiginoso círculo
abriendo sus tenebrosas fauces
de blancos y sedientos dientes de espumas,
en la glacial mudez de la noche cómplice.
En un café de Lisboa, Fernando Pessoa reúne a sus
amigos, los poetas Alberto Caeiro, Ricardo Beis y
Alvaro de Campos. Voces Habitadas desde el yo,
diletancia poética surgida en las voces del propio
desasosiego. Café de por medio y unos puros
cubanos. Pessoa dice que todos los ocasos se
fundieron en su alma, y quienes leen lo que escribe
sienten en el dolor leído. Ricardo, el helenista,
sentencia que quien quiere poco, tiene todo; quien
quiere nada, es libre; quien no tiene y no desea, siendo
hombre, es igual a los dioses. Alberto, el panteísta,
afirma no creer en Dios porque nunca lo vio, la
divinidad está en los árboles y las flores, la luz, la luna y
el sol. Alvaro, el futurista urbano, afirma que el
hombre debe abarcar la humanidad de todos los
momentos, simpatiza con una piedra, un ansia, sea una
flor o una idea abstracta. Pessoa absorbe sus propios
fantasmas en el vuelo imaginario de otras vidas,
amores, filosofías, ilusiones, desencantos, en un
solo hombre, todos, o tal vez nadie.
En el vértigo de los días
ver al mendigo hambriento,
por la voracidad del fuego
en el horizonte crepitante
de viciadas nubes de hollín
envejeciendo nuestras sienes,
el dióxido de carbono cegando
el aire, rostros, pulmones;
las dispersas semillas del mal
descienden siniestras por surcos
acorralados, envenenados,
altos muros de la avaricia
y las jaurías sedientas de poder;
silenciados por pensar diferente,
injuriados por apuntar al alba
al final, la palabra nos libera
de los antiguos profetas;
la que horada con el verbo fraternal
e ilumina las mentes de oscuros designios,
tierra y cielo, amor y odio,
beso y afrenta, flor y marchitez.
convertida en velo intangible
la que proclama un reino de paz
desde la cumbre del Tabor,
la palabra que mece triunfante
las olas del Leteo y el Aqueronte,
la que acciona los dormidos resortes
la palabra exacta y salvífica
y redime a pobres y ricos;
llora, libera, dialoga y apacienta
en la insondable luz del alba.
TESTAMENTO Y EPITAFIO DEL PEATÓN ALUCINADO
Señoras, señores, madres, padres,
jóvenes, adultos y ancianos,
dejen atrás los insultos, rencores,
enojos, odios e injurias,
entiérrenlos en el cieno profundo
sean portadores de Buenas Nuevas,
sobre todo amen y celebren
el prodigio de la naturaleza,
que las palabras sirvan al bien,
pacifiquen, hermanen, armonicen,
restañen heridas de guerras,
testamenta un peatón alucinado
agobiado por el peso de gritos
y silencios sin respuestas,
deja grabadas con suelas de fuego
en el destemplado rostro del asfalto,
estas sinceras palabras de ofrenda:
Por aquí pasó un hombre que amó.
LAS EDADES EN EL TIEMPO (A MANERA DE EPÍLOGO)
Las edades transitan su ciclo vital en el tiempo consumido por los años. Nacemos y crecemos con el ansiado devenir fijado en horizontes venturosos, pero con caminos anegados de contratiempos, cumpliéndose aquel aserto de Ortega y Gasset, "el hombre y sus circunstancias". Los espejos transparentan la edad biológica, pero no reflejan el interior nuestro donde anida la conciencia, esa luz nunca dormida en las intrincadas redes cerebrales, dispuesta a despertarse con la estrella de las buenas acciones que naturalmente predispone y obra en el hombre, pues somos seres llenos de pasión, imbuidos de nobleza y buenos sentimientos. ¿Podrán ser alguna vez los espejos, reflejos de nuestra alma? Venimos desnudos al mundo y desnudos vamos a esa dimensión desconocida, henchidos de eternidad ¿Acaso en vida no debemos transparentarnos desnudos, libres, sanos, con la límpida conciencia despierta frente al "yo" de nuestra existencia, de cara al sol? Los niños juegan, ríen, se divierten sin malicias. Los jóvenes adquieren sus emociones y sentimientos agudizados por el desarrollo de sus hormonas que hacen al pleno vivir, radiantes, desbordantes, llenos de energía y con el despegue in crescente dula facultad del razonamiento. La juventud lleva consigo el sello indeleble de amar intensamente y el de gozar a plenitud ese enamoramiento tan natural del ser, pero a la vez se encuentra con un mundo conflictivo, en el que debe medir sus impulsos para no colisionar contra "los muros de la vida cotidiana", pero no por ello deja de fijar la vista en la conquista de sus metas con determinación y coraje. El niño será siempre niño, el joven será siempre joven, en su etapa biológica, pero siempre los mismos en esencia. Mirándonos al espejo debemos transparentar el ser y no obrar como un mero reflejo alucinatorio de perfiles y poses en falso. El hombre debería transfigurar su propia realidad siendo auténtico y consecuente consigo mismo, para de la tristeza dar paso a la alegría. Y qué mejor energía vital que la propia poesía como expresión de cambio para que este mundo sea más habitable. Todos podemos aportar una estrofa al mundo, nos decía el viejo Whitman. El niño que sonríe jugando, el joven que sueña, que ama y lucha por sus conquistas creciendo en el inexorable tránsito a la adultez, paso a las edades del tiempo con los invisibles tensores que sostienen los huesos del tiempo. La candidez de un niño; la juventud y sus energías transformadoras; el sosiego y la madurez del hombre adulto, son círculos del tiempo que se cumplen, así como la inevitable encrucijada de la conciencia y el ser, formando un poderoso ente unitario que orientado hacia los nobles fines humanitarios, podrá navegar victorioso dejando atrás el proceloso mar de la incertidumbre y la angustia. Qué es la vida, sino una florescencia de sentimientos atesorados en la viva presencia de los días.
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