SUS PERSONAJES: MI NOVIA Y YO
© ROBIN WOOD
RESEÑA DE ARIEL AVILEZ
“Repito que casi no leo historietas.
De Robin la única que leo, y que es una historieta brillante,
es MI NOVIA Y YO, que se publica en Intervalo”
Héctor Germán Oesterheld (1)
Corría el año 1968 y ROBIN WOOD ya tenía cautivos a sus lectores con un drama épico (NIPPUR DE LAGASH), una de espías (DENNIS MARTIN), un western (JACKAROE) y un policial (BIG NORMAN); si bien había incursionado ya en el campo de la comedia, no había encarado aún una serie con esa temática. MI NOVIA Y YO vino a llenar ese bache y se convirtió rápidamente –a partir del número 178 de la revista y durante los 25 años en que su publicó ininterrumpidamente- en la historieta principal de “INTERVALO”. Grande es el mérito también de CARLOS VOGT, un dibujante que supo complementar como pocos el trabajo de Wood definiendo con maestría gags, expresiones y climas; lo mismo era efectivo en una escena de humor desopilante que en un momento conmovedor.
Lo cierto es que lo que comenzó como una comedia romántica con tintes humorísticos, terminó convirtiéndose en una comedia casi biográfica en la que podemos reconocer sin dificultad varios episodios anecdóticos de la vida de ROBIN WOOD.
AQUÍ NO HA PASADO NADA, AQUÍ HA PASADO TODO
Dos son los acontecimientos significativos en la vida de Homero “Tino” Espinoza, el protagonista: el día que empieza a trabajar en la Editorial Palomita y la tarde en que conoce a su novia, Penélope “Poppy” Andersen. Luego nada parece modificar su vida: hace innumerable cantidad de amigos –la mayoría de los cuales no volvemos a saber más,- ejerce ocasionalmente variedad de oficios, viaja por el mundo e incluso su noviazgo con la atractiva activista de la liberación femenina se eterniza sin el riesgo de un inminente matrimonio.
Sin embargo, Tino trasciende su realidad de personaje de historieta, en parte, porque es consciente de ello, de que es el extraño títere con albedrío de un guionista y de un dibujante –Carlos Vogt- con el que comparte aventuras como si nada, casi sin recordarle su condición de hacedor, salvo para rematar de modo cómico uno que otro episodio.
Casi todos los episodios empiezan de un modo parecido, con Tino monologando ante sus lectores, saboreando una pipa, y introduciéndolo seductivamente a lo que será el tema de la historieta del día: el amor, el trabajo, el cine, la historieta, los hijos, los perros, la amistad, la niñez, el cine, el noviazgo, el paso del tiempo, los sueños, los personajes pintorescos, la familia... Luego la historia sale disparada hacia parajes imprevistos y amables que no siempre se ajustan a la consigna inicial y que, sin embargo, jamás parecen fuera de lugar.
Tino Espinoza es y no es Robin Wood: en algún episodio se encuentra con su creador, se sorprende de su parecido físico con él, de sus gustos similares y hasta por él es enviado a visitar Europa en busca de aventuras que, luego, Robin y Vogt convertirán en historietas; acompaña al desorganizado Espinoza en este viaje una bella periodista suiza, Cristina Rudlinguer, centrada y trabajadora; lo curioso es que la dama también es y no es Robin Wood: Cristina Rudlinguer es uno de los tantos seudónimos con los que el guionista firmó sus historietas más antiguas.
Tino se define a sí mismo como escritor, periodista y argumentista de historietas y esto da pie a que, casi una década antes que el célebre Loco Chávez, realice logrados retratos de los personajes arquetípicos de su tiempo, especialmente centrándose en la variopinta fauna que pulula las redacciones de los diarios y las revistas. La Editorial Palomita -¿hace falta aclarar que es el poco sutil disfraz que porta la Editorial Columba en la historieta?- es el hábitat del protagonista, y en ese mundo es divertido deducir y adivinar el entorno de nuestro guionista de cabecera, entorno que Wood y Vogt parodian descaradamente y sin concesiones.
YO TE CONOZCO...
Ciertamente Poppy –la novia a la que hace referencia el título de la serie, basada en cierta noviecita danesa que Robin supo tener allá lejos hace tiempo- no tarda en convertirse en un personaje omnipresente pero secundario, opacado por la redacción de Editorial Palomita y hasta por el perro Tom –nombre que Robin tomó del único perro que crió en su vida,- extrañísimo can cuya astucia e intelecto superan sobradamente a los de su amo, y dueño de una agudeza reflexiva que sólo los lectores podemos apreciar porque tenemos la suerte de poder leer los globitos de sus pensamientos.
El cruel Balbastro –nombre ficticio tras el cual se esconde Jorge Vasallo, uno de los jefes de redacción de Editorial Columba- es la mano derecha del misterioso Sr. Palomo, dueño de la Editorial del que jamás vemos más que su trono, su poderoso brazo y su cetro. Balbastro, el hombre que sonríe, es un sádico que disfruta de su posición privilegiada y que goza más aún cuando tiene alguna oportunidad de torturar a sus empleados, especialmente al inexplicablemente imprescindible Tino.
Comparten con Espinoza los trabajos y los días el señor Represas – Antonio R. Presa en la vida real,- un jefe de sección oportunista y servil; los dibujantes Villachic- los Villagrán, por supuesto,- Hernández- Lito Fernández,- Dalhumo- Gianni Dalfiume,- El Pollo-‘Chingolo’ Casalla,- Lucio- Lucho Olivera;- los escritores Mirini -Manuel Morini -y Ferrati- Ricardo Ferrari- y decenas más que tal vez resultaría aburrido reseñar (estos hallazgos siempre son más divertidos encontrarlos durante la lectura de la obra).
Leer hoy un episodio de Mi Novia y Yo, con toda esa carga referencias que excede a su época, resulta una experiencia tanto o más grata que hacerlo en los tiempos de su publicación original; es lo que sucede con todo clásico, y sin duda esta creación se ha ganado un comodísimo lugar entre las historietas que pueden ostentar ese galardón.
UN PAR DE COSAS MÁS
En su primera versión, Tino Espinoza es dibujante publicitario y estudiante de Historia. Más adelante su apellido muta a “Peñalba” y se dedica a escribir jingles para propagandas. Finalmente recupera definitivamente el apellido y la profesión genérica de escritor.
Dos episodios están dedicados a dos personas que marcaron a fuego la vida de Robin Wood: en “Helena y el reportaje”, el guionista rinde homenaje a Helena Goñi –aquí llamada Helena Ñoqui- una vieja amiga periodista que laburaba en la revista “Gente”-aquí ‘Gentío’-. También llama la atención el entorno de Helena: su amigo Mario-¿Mario Mactas?- y su compañero Emilio. Lo curioso es que versiones de estos tres personajes también aparecen en Nippur bajo los nombres de Aneleh, Oiram e Ilioem, sencillos anagramas de Helena, Mario y Emilio, respectivamente. En “Don Rómulo T. Perina”, el homenajeado es, obviamente, el tal Rómulo Perina. Perina fue a Robin Wood lo que Macedonio Fernández fue a Jorge Luis Borges, así que sobran las palabras. Rómulo Perina también fue un personaje de peso en Dennis Martin, tal es así que a lo largo de toda la década del ’70 fue uno de los secundarios más recurrentes de la serie y, sin dudas, el personaje más interesante y divertido.
En el año 1988, con motivo de los festejos de los 70 años de la revista El Tony, Tino Espinoza visita en dos ocasiones consecutivas a Pepe Sánchez (episodios 179 y 180) para hacerle un reportaje. Como no podía ser de otra forma, consolidan una gran amistad y, lo más importante, protagonizan dos muy buenas historietas.
En 1994 y 1995 salieron dentro de la Colección Clásicos de Columba dos tomos que compilan en total 22 episodios de la serie. Incluyen prólogos, reportajes y portadas inéditas de Carlos Vogt y resultan bastante difíciles de conseguir; pero vale la pena intentar hacerlo.
(1) H. G. Oesterheld entrevistado por
Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno (1975) en:
Oesterheld en primera persona, Buenos Aires,
La Bañadera del Cómic, 2005, pág. 26
(Reseña de Ariel Avilez/ avilezavilez@yahoo.com.ar)
Fuente digital: http://www.robinwoodcomics.org
(Registro: Agosto 2011)