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ALFREDO VIOLA (+)
  PRESIDIOS Y CUARTELES - Por ALFREDO VIOLA - FASCÍCULO Nº 11 - Año 2012


PRESIDIOS Y CUARTELES - Por ALFREDO VIOLA - FASCÍCULO Nº 11 - Año 2012

PRESIDIOS Y CUARTELES


Por ALFREDO VIOLA


LA HISTORIA DEL PARAGUAY - ABC COLOR

FASCÍCULO Nº 11

Investigación Especial Nº 7

Asunción – Paraguay

2012


 

            El propósito de la fundación de presidios, guardias, fuertes y cuarteles fue principalmente para contener la ocupación clandestina de los portugueses, más tarde la de los brasileros, de los indígenas chaqueños preferentemente y, finalmente, de los argentinos. Por una comunicación del Virrey del Río de la Plata, de fecha 17 de octubre de 1791, que daba cumplimiento a una disposición real, se ordenó la fundación de un fuerte en la orilla del río Paraguay, al norte de Concepción para, de esa forma, detener el avance portugués.

 


            FUERTE SAN CARLOS DE BORBÓN, POSTERIORMENTE FUERTE OLIMPO

 

            Como entonces era habitual que el Cabildo de Asunción tratara la fundación de pueblos y presidios, en esa corporación se discutió la forma de llevar adelante la empresa. Para preparar la llegada de la expedición fundadora, el gobernador Joaquín Alós y Brun se dirigió a la Ciudad Real de la Concepción. El Fuerte o Presidio (como se llamaba) de Borbón fue fundado por el jefe del Regimiento de Dragones del Rey, José Antonio de Zabala y Delgadillo, el 25 de setiembre de 1792. La construcción se llevó a cabo en un lugar elevado llamado Tres Hermanos, considerado fuera de peligro en épocas de crecidas del río.

            La fundación del Fuerte Borbón buscaba, además, convertir al lugar en una localidad que pudiera servir de escala en el tránsito que se pensaba abrir al Perú. Recordemos que unas décadas antes, el padre jesuita José Sánchez Labrador había llegado de la misión de Belén a las Misiones Jesuíticas ubicadas en la región sudeste del Alto Perú. Mientras tanto los portugueses incitaban a los indios mbaja, que eran diestros jinetes, a asaltar las estancias ubicadas al norte de la Región Oriental, para vender a los mismos portugueses el producto de lo robado.

            Más tarde, indígenas de varias tribus mbaja, comenzaron a visitar el Fuerte Borbón e iban perdiendo la inicial desconfianza. Al enclave llegaban noticias del desplazamiento de nativos que en ciertos casos se dirigían a la Villa de Concepción con intenciones de asaltar las estancias de sus distritos.

            Un inventario de las armas allí realizado en 1797 arrojaba las siguientes cifras: un cañón de hierro, calibre 24; un cañón de bronce, calibre 24; 100 balas de cañón de a cuatro; 50 balas de cañón de a tres; seis libras de mechas; tres quintales de plomo de bala de fusil y carabinas invertidos en cien tarros de metrallas, calibre de a tres; 474 cartuchos de fusil con bala; 900 balas de fusil sueltas; 218 piedras de fusil; 24 fusiles con bayonetas; 12 cartucheras; seis de pólvora que hacen a 24.

 



            EL FUERTE BORBÓN BAJO LA ADVOCACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

 

            En los primeros lustros de su fundación, el Fuerte Borbón contó casi en forma regular con un capellán. En una ocasión su comandante concedió un mes de permiso al capellán, que pasó a Concepción, pero antes de cumplirse el término de permiso concedido, el comandante pidió que se le enviara de vuelta al capellán, "... para que los individuos de este destacamento podamos cumplir con el precepto anual de la Santa Madre Iglesia". En otra ocasión solicitó del comandante de Concepción dos frascos de vino y un almuz de harina, "... para que pueda realizarse a que se hallen obligados a asistir y oír (misa) los individuos que aquí sirven".

            El comandante del Fuerte Borbón, Pedro A. Mier, le preguntó al Gobernador, en el año 1801 -estaban entonces en guerra España y Portugal- qué medida debería tomar con relación a portugueses que llegaban al Fuerte, y le contestó el gobernador Lázaro de Ribera "que todo portugués que llegue allí debe ser remitido a esta Villa (Concepción) en segura custodia".

            Al Fuerte Borbón se dirigió el Gobernador Intendente, y desde allí le informó al Virrey del Río de la Plata haber arribado a dicho Fuerte. La estacada del Fuerte, que era de palma, no ofrecía la menor seguridad, pues los cimientos estaban tan dañados "que aun el viento estaba volteando las estacadas, la guardia toda amenazando ruina, el envarillado de cañas de los almacenes casi todas quebradas".

            También desde el Fuerte Borbón, el gobernador intendente Lázaro de Ribera partió hacia Coimbra para atacar a los portugueses, con una fuerza que se había reducido a 330 hombres. Los españoles atacaron el Fuerte de Coimbra y luego tuvieron que retirarse sin haberlo tomado, ante el peligro de que las embarcaciones quedaran varadas. Al llegar la noticia de que habían firmado la paz España y Portugal, los portugueses devolvieron cinco prisioneros que tomaron y el comandante del Fuerte Borbón recibió una comunicación del Gobernador Intendente en la que le ordenaba que "trate a los portugueses que lleguen a ese puerto con amor y caridad, dándoles a saber los deseos que tienen los españoles de conservar la paz y amistad".

 

            EL FUERTE BORBÓN DURANTE LOS PRIMEROS GOBIERNOS INDEPENDIENTES

 

            Ante la inminencia de la invasión del Paraguay por fuerzas porteñas, y frente a la carencia de armas de fuego por la que estaba pasando la Provincia, se recurrió a varios presidios y fuertes a fin de obtener por lo menos una cantidad mínima de ellas. Así, el Fuerte Borbón contribuyó con "dos cañones de bronce, doscientos racimos, en forma de metralla, un zurrón de pólvora, con el peso bruto de tres arrobas y diez libras, y dos atacadores".

            Es posible que así como el Fuerte Borbón cedió una parte de sus armas de fuego, también una parte de su dotación haya venido para incorporarse a la defensa de la Provincia. Poco después el Fuerte fue abandonado por los integrantes de su dotación. Es posible que la causa haya sido la falta de víveres. El Fuerte fue ocupado posteriormente por los indios mbaja, pero estos fueron desalojados por los portugueses -que después lo entregaron a los paraguayos que habían ido de Concepción- sin oponer ninguna resistencia.

            Cuando Fernando de la Mora estaba en camino de reconquistar dicho Fuerte, se enteró de que el mismo había pasado otra vez a manos de los paraguayos.

 

            HAMBRE EN FUERTE BORBÓN

 

            En la primera época de la vida independiente la provisión irregular de alimentos estaba a la orden del día. Fue la razón por la que en una ocasión, el comandante del Fuerte Borbón decidió dejar allí la cantidad imprescindible de soldados, y a los restantes los envió a Concepción.

            Para fortuna de los soldados que habían quedado en el Fuerte, por esos días llegó allí desde Coimbra, un alférez portugués, con una correspondencia para el Gobernador Intendente. Si bien este mensajero no tuvo permiso para seguir viaje, vendió una parte de los víveres que traía. Esta provista, para mantener a la dotación por al menos unos días, devolvió tranquilidad a los soldados. Pero se sentía la escasez de víveres, motivo por el cual el comandante de Borbón, Francisco Bartolomé Laguardia, se quejó al de Concepción por haber recibido solamente en pequeña cantidad una partida de varios productos, luego de dos meses de haberlo solicitado: "... después que hemos tenido más de dieciséis días amargos de entera desilusión, sostenido únicamente con aquellas granjerías que nos proporciona la suerte de la caza y nos franquea la tierra con sus raíces...".

            La provista que había llegado oportunamente se componía de ciento treinta y una arrobas: veintitrés libras de charque, diez libras de carne pisada con chicharrones, cuatro pelotas de grasa, con treinta y siete arrobas, quince arrobas de chicharrón, diez libras de sebo chicharrón y cinco sacos de maíz.


            DESERCIÓN DEL FUERTE BORBÓN POR EL IRREGULAR SERVICIO DE APROVISIONAMIENTO

 

            Por los diversos asaltos que efectuaban los mbaja a las estancias ubicadas en el distrito de Concepción se dificultaba el normal abastecimiento del Fuerte Borbón.

            Esto hizo que el Dictador enviase un auxilio de tropa y víveres y más de 600 cabezas de ganado vacuno y treinta caballos. Entonces llamó la atención la amenaza del comandante del Fuerte Borbón de abandonarlo por falta de víveres. A partir de esto se infiere que las 600 cabezas de ganado vacuno no fueron llevadas al Fuerte. Al Dictador le causó sorpresa lo expresado por su comandante al de Concepción, y preguntó cómo podían carecer de víveres después de habérseles proveído recientemente, teniendo incluso la posibilidad de cambiar aguardiente por ganado vacuno con los indios mbaja. Por eso creyó al Dictador que lo expresado por el comandante del Fuerte Borbón era "pura amenaza", pues contradiciéndose le había pedido herramientas para reedificar varias habitaciones, "cosa que no puede pensar un hombre reducido a la desesperación por falta de víveres".

            En el mes de enero de 1816 el Dictador ordenó al comandante de Rosario enviar para el abastecimiento de Borbón "doscientas más cabezas de ganado vacuno, y después se dispondrá otra remesa". En una comunicación al comandante de Concepción, el Dictador expresó que había recibido un oficio enviado por aquel, en el que acusaba haber recibido una partida de 243 cabezas de ganado vacuno para el consumo de las tropas de los diversos presidios ubicados en el norte del país, y le pidió "la mayor economía en el gasto por la escasez y dificultad de encontrar partidas considerables de ganado bueno por hoy en día, y que de las estancias que he fundado no se podrá sacar ganado crecido hasta de aquí a dos años".

            Poco a poco y con el correr de los años se fue normalizando el abastecimiento de víveres al Fuerte Borbón, que durante varios años había contado con una chacra, atendida por los propios soldados. Cuando el Dictador recibió un pedido de semillas de maíz, poroto, batata, zapallo, maní y "rama" de mandioca se entusiasmó, y expresó: "No hay duda de que ese es un arbitrio bellísimo y de antemano podría haberse practicado".

 

            EL FUERTE BORBÓN PASA A LLAMARSE FUERTE OLIMPO

 

            El 25 de diciembre de 1823, el Dictador cambió el nombre del Fuerte Borbón por el de Olimpo, de acuerdo con una comunicación que dirigió al alcalde ordinario de Concepción. Así mismo, afirmó, al referirse al ex Fuerte Borbón, cuya nueva denominación era el de Fuerte Olimpo, "que así se llama ahora lo que se decía Borbón desde que hice construir de nuevo y amurallar de piedras aquel Fuerte, que antes no era nada más que una estacada de palmas". El propósito que tuvo el Dictador al cambiar de nombre al Fuerte Borbón es explicable. La dinastía borbónica estaba presta a someter nuevamente a las ex colonias españolas. Flaco servicio haría el Dictador a la "causa común americana" si continuaba ese importante Fuerte con el nombre de Fuerte Borbón.

 

            LAS RELACIONES DE LOS MILITARES DEL FUERTE CON LOS INDÍGENAS DE LA REGIÓN

 

            Fuerte Borbón, ubicado en medio del área que habitaban los indios mbaja, fue fundado para frenar la entrada de los portugueses a la provincia española del Paraguay.

            Desde el Fuerte Borbón, llamado ahora Olimpo, se enviaban oportunos avisos al Fuerte de San Carlos del Apa, a Concepción y Tevegó (una población de mulatos fundada en 1813, que se despobló en el año 1823 y fue refundada por los cónsules Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso) ante los inminentes ataques de los mbaja a esas regiones, avisos que permitían a sus defensores estar alertas si los malones se realizaban.

            En ocasiones, las relaciones entre los militares y los aborígenes eran amistosas. En los primeros años del gobierno del Dr. Francia, como ya se señaló en páginas anteriores, en el enclave se hacía sentir la falta de víveres, que en más de una ocasión motivó la deserción de varios soldados. Así, cuando se encontraba el Fuerte prácticamente sin víveres, aparecieron los indios calapa (pertenecientes a la nación mbaja) que venían de los "cocales" y quienes oportunamente les auxiliaron "con un par de lecheras y una res". En ocasiones, como cuando creció extraordinariamente el río Paraguay, los soldados contaron con la ayuda de los indígenas que les prestaron tres canoas, con las cuales se formó una balsa para así poder evacuar el Fuerte.

            El Dr. Francia, siempre desconfiado de la mala fe y perfidia de los portugueses, ordenó a José Miguel Ibáñez, comandante de Concepción, no dejar pasar hacia Asunción a los indios guana y mbaja, procedentes de los establecimientos portugueses, temeroso de que de regreso a sus lares, informaran a los lusitanos de la situación del Paraguay, "y de todo lo que por acá pasa, si expresamente no son inducidos a viajar por estas partes para llevar noticias de todo".

 

            TRATADO DE PAZ

 

            Un tratado de paz fue firmado por representantes del Gobierno nacional y el cacique Leopoldo, alias "Nagalati" o "Calapami", jefe de la nación mbaja.

            Por este tratado el líder indígena se comprometió por sí y por su nación catibebos a vivir en paz, amistad y buena armonía "con el Supremo Dictador de la República del Paraguay y con todos los vecinos, naturales y moradores en los establecimientos de ella, y el gobierno y el pueblo del Paraguay debían mantener con los indígenas catibebos la amistad, paz y buena armonía, poniendo en olvido todo lo pasado". Fueron intérpretes en el encuentro, la cacica Catalina y el subteniente de artillería don Fernando Pereira y firmaron este tratado José Gaspar de Francia, Marcos Rolón, Francisco González Vejarano y Fernando Pereira.

            El cacique Leopoldo prometió cumplir los artículos de este tratado.

            Se estableció en el acuerdo que si llegaran a surgir diferencias entre "Los individuos de esta República y el expresado cacique, u otros individuos de su parcialidad y dependencia, se procuraría por todos los medíos posibles concordar y terminar esta diferencia amigablemente". El cacique Leopoldo comunicó que su parcialidad contaba con treinta armas de fuego, las que prometió traer dentro de dos meses. También prometió que luego de pasar a la Región Oriental, la "defenderán de toda hostilidad, invasión o asalto de cualquier enemigo, sin distinción de cualquier nación".

            Cuando los indígenas de la nación liderada por el mencionado cacique Leopoldo querían pasar a la Villa de Concepción o internarse en sus distritos, por los motivos que fueran, debían obtener previamente permiso y pase del jefe de la guardia más inmediata.

            En ciertas ocasiones ciertos caciques querían acercarse a las autoridades del país, pero recelaban de que pudieran ser víctimas de la traición de los blancos. Por eso solamente estaban dispuestos a venir a Asunción si les acompañaba el comandante del Fuerte Borbón, en quien confiaban plenamente. Molestó al Dictador la falta de confianza de los indígenas mbaja hacia su persona. Debido a ello, manifestó en una comunicación al comandante del Fuerte Borbón, Fernando Velázquez, que "este gobierno no acostumbra ni se acomoda con tales engaños..." y que, dejando todo recelo y malicia, "... se venga, si quisiese, con los demás caciques, incluso el Nalepenigui, en la inteligencia y seguridad de que serán bien tratados, guardando ellos también buena fe, aunque yo no sé qué garantías o seguridad pudieren ellos dar...

            Los tratados que firmaban los blancos con los indígenas duraban muy corto tiempo, pues no eran estos últimos muy firmes en el cumplimiento de las cláusulas establecidas en aquellos. En ocasiones, el Dictador obsequiaba a los indígenas que vivían en las inmediaciones del Fuerte diversos artículos como telas, cuchillos, hachas, espejos, agujas, tijeras, otros enseres, que les remitía de Concepción. Con estos obsequios el Dictador trataba de ganar la buena voluntad de los nativos, para así vivir en paz, libre de los asaltos de sus malones y que tanto daño habían causado en esa zona del país.

 


            FUERTE DE SAN CARLOS DEL APA

 

            Este Fuerte fue construido a fines de la época colonial por don José Bolaños, hacia finales del año 1794, con 1.248 palos de "estacas rollizos clavadas a pique". A los pocos años el Fuerte se trasladó en las inmediaciones del río Apa y en el año 1801 sufrió el ataque de los portugueses, quienes causaron muertes y heridas a sus defensores. Uno de los heridos en la ocasión y además hecho prisionero, entre otros, fue el entonces subteniente Fulgencio Yegros, devuelto hacia el Paraguay un tiempo después.

            En el año 1803, el Fuerte Apa estaba recibiendo mejoras aunque los soldados y oficiales que prestaban servicio en instalaciones como esta, alejados de las poblaciones, solían pasar necesidades, especialmente por la falta de uniformes y víveres.

            Ya al inicio de la vida independiente, los soldados del Fuerte Apa expresaron que "estaban desnudos, los más sin camisa, ni un poncho con que cubrir nuestras carnes, montando la guardia con chiripá cuando nos corresponde el turno... (...) además que fueron enviadas de sus casas, arrebatadas".

            En el año 1812 este Fuerte estaba defendido por un sargento, un tambor, cinco cabos y veintinueve soldados. Ya al inicio del gobierno del doctor Francia, éste comunicó al comandante de Concepción que le enviaba víveres, municiones y soldados, y le ordenó que el teniente Montiel, comandante del Fuerte de San Carlos del Apa, sea relevado con la gente de su compañía para servir en la Villa de Concepción.

            Como los soldados no contaban con los uniformes y prácticamente carecían de ropa, el comandante de Concepción, José Agustín Yegros, solicitó una ayuda económica para subsidiar la mucha desnudez en que se hallaban los hombres del Apa. El Dictador ordenó que al peticionario se le entregaran 1.290 pesos fuertes el 20 de noviembre de 1815.

            Como si no fueran suficientes los portugueses, que no perdían oportunidad para infiltrarse y explorar las regiones despobladas del país, el Fuerte de San Carlos del Apa sufrió un violento ataque de los indios mbaja, que arrearon todo el ganado allí existente. Al respecto, informó su comandante Pablo José Vera y Aragón al de Concepción que "... nos acaba de llevar todo el ganado enteramente, pero mediante la divina providencia hemos podido liberar... (roto el documento) a los dos vaqueros a rigor de tiros de cañones y no hubo desgracia entre mi gente". Interesaba también al Dictador la labranza que se utilizaba en el Fuerte y preguntó cuántos peones trabajaban allí. Obtenida la respuesta, ordenó al comandante de Concepción que allí únicamente debían enviarse tres peones de los pardos o indios en los tiempos de labranza, "pues no es preciso que allá pongan inmensidad de chacras".

            En la chacra del Fuerte de San Carlos del Apa se sembraban las menestras que consumían los soldados y caña de azúcar, de la cual se obtenía miel para consumo de la tropa e incluso se enviaba al Fuerte Olimpo.

            En la lectura del mensaje del año 1842 y refiriéndose al poblamiento del norte del país, el cónsul Carlos Antonio López informaba al Soberano Congreso Nacional que había sido repoblada "la población de pardos de Etebegó (se escribía también Tevegó), en la margen oriental del río Paraguay". Al comunicar a la Magna Asamblea mencionada que en la costa del río Apa se habían erigido otras villas, se dejaba implícito que el Fuerte de San Carlos se constituía en una seguridad para las personas que se iban afincando en esas regiones del país. Dicho Fuerte, al igual que los cuarteles, guardias, presidios que se iban estableciendo, contribuyó a mantener la frontera en toda la región norte del país.

 

            EL FUERTE DE SAN JOSÉ

 

            Este Fuerte, conocido como de San José o de los paraguayos, como lo denominaron los correntinos, fue construido durante el gobierno del Dr. Francia en la margen izquierda del río Paraná en la actual provincia argentina de Misiones. Por su dimensión, fue la construcción de mayor tamaño que realizó el Dictador durante su gobierno. Su finalidad fue defender toda la región comprendida entre los ríos Paraná y Uruguay, región que desde el año 1821 fue ocupada por orden el Supremo con el argumento de que ese territorio pertenecía al Paraguay.

            También el territorio de las ex Misiones Jesuíticas, que en los últimos años de la colonia se había incorporado a la Provincia del Paraguay, venía a formar parte de él. Mediante la ocupación de ese territorio con las periódicas marchas de varias compañías que salían de Itapúa, a la vez de ahuyentar a los beneficiadores clandestinos de yerba mate, se abría el camino para que los comerciantes brasileños pudieran llegar a Itapúa.

 

            TRESCIENTOS CINCUENTA SOLDADOS PROTEGEN A LOS OBREROS QUE CONSTRUYEN EL FUERTE DE SAN JOSÉ

           

            Terminados varios edificios destinados para cuadra, trescientos cincuenta soldados pasaron de Itapúa para proteger a los obreros de cualquier asalto que pudieran efectuar algunos enemigos. Los militares no holgaban ni siquiera en las horas de servicio, pues trabajaban en la construcción del campamento, y como expresó el Dictador: "Así habrá también más gente que ayude a las faenas, porque todos deben trabajar". La finalización de la construcción se puede inferir del envío de una partida de alcayatas hacia la zona de obras, que por orden del Dictador llegaron para ser colocadas en unas puertas trabajadas en Itapúa y luego enviadas al campamento de San José. Igualmente, Francia ordenó amurallar un boquerón de doce cuerdas (850 metros aproximadamente) y que se encontrara un palo largo y recto que sirviera para el asta de la bandera.

 

            OTROS FUERTES CONSTRUIDOS AGUAS ABAJO DURANTE EL GOBIERNO DEL DICTADOR FRANCIA

 

            Anterior a la construcción del Fuerte o Campamento de San José, el Dr. Francia ya había hecho fundar en el Chaco los fuertes o presidios de Montes Claros, Orange, Formoso y Santa Elena. Así como fueron construidos o reparados varios presidios o guardias.

            Antes de dar una breve noticia de los cuatro fuertes fundados en el Chaco, debe referirse que en la época colonial ya se "habían fundado poblaciones y presidios a costa de los vecinos de la provincia. Los presidios erigidos fueron: La Herradura, Aguatapé, Ñundiay, Ibiocá, Moraypirá, y asedian y guarecen la dicha costa". Estos presidios (entiéndase fortines y no lugares de reclusión) habían sido fundados de acuerdo con una solicitud presentada por el Cabildo de Asunción al gobernador intendente don Joaquín Alós y Brun con el respaldo de los vecinos de Asunción, quienes contribuyeron para el efecto con miles de cabezas de ganado vacuno y otros bienes.

 

            EL FUERTE DE ORANGE

 

            Este Fuerte, al igual que el de Formoso, Montes Claros y Santa Elena, fue construido en el Chaco con intenciones de cortar las invasiones que los ecuestres guaicurús efectuaban en la Región Oriental. Algunas referencias al Fuerte Orange, fundado en los primeros años de la década del veinte del siglo XIX, señalan que su dotación había aumentado a cuarenta hombres. El comandante de Saladillo, posteriormente llamado Villa Oliva, debía facilitar para el consumo de los soldados allí destacados, una cabeza de ganado vacuno cada cuatro días, proveniente de la estancia estatal de Surubi-y.

            El subteniente Estigarribia y cuarenta y seis soldados, seis de ellos pardos lanceros, fueron a Orange para relevar a los que estaban allí prestando servicio. Los víveres que llevaron fueron maíz blanco y morocho, poroto, mandioca seca, dos pelotas de miel, dos tercios de yerba y "siete cestones de sal con diez arrobas. También se llevó una partida de tejas para arreglar el techo de la casa de uno de los baluartes".

            Dos años después -ya en la segunda década del siglo XIX- el sargento Mariano Roque Alonso se puso en camino con treinta y ocho hombres para relevar a la guarnición de Formoso. Debía dejar en Orange siete lanceros y dos fusileros que iban a remplazar a dos soldados enfermos. El Dictador ordenó relevar al comandante del Fuerte, y para remplazado designó al sargento Brito (sic).

            Solamente el comandante de Orange tenía que ser relevado, y tenían que permanecer en él los treinta y dos hombres que integraban la dotación. El sargento Brito recibió la orden de no realizar rondas en canoa hasta que no bajara el nivel del río, y que en caso de acercarse los indios, que siempre andaban "con mala intención", debían ser volteados con una descarga de fusil.

 


            MILITARES Y MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN A FORMOSO

 

            Once militares fueron destinados a la guarnición de Formoso, como así también 4.000 tejas, dos vigas de madera, tres sacos de cal, "para la obra de los Lances que han de añadirse a las casas"; y como bastimento varios sacos de maíz, poroto y sal. Los soldados que no estaban de servicio debían ayudar a los trabajadores en la construcción para que la obra terminara pronto. El Dictador también envió una partida de cartuchos y piedras de chispa al comandante de Formoso.

            Unos meses después el Supremo también envió al encargado de la guarnición tres puertas, tres ventanas, alcayatas y clavos para su colocación en la obra, recomendándole que "... en adelante tenga mejor cuidado de que los cueros se sequen con todas las garras enteras de las cuatro piernas, y no solamente con los de las caras (...) teniendo entendido que con los cueros se compran también efectos para vestir (a) la tropa".

           



            DESCRIPCIÓN DEL FUERTE DE FORMOSO

 

            De acuerdo con un inventario realizado en el Fuerte o Presidio de Formoso cuando de él se hizo cargo el sargento Mariano Fermín Ojeda, el enclave contaba con cuatro cubos con sus casillas de tejas o lances de casas con cuatro cuartos y cuatro puertas, tableros de dos manos, dos con cerraduras, pasadores y llaves correspondientes, cuatro ventanas de tableros de dos manos, con dos rejas de hierro y sus tranquillas de lo mismo, y dos con rejas de madera. Además: "...una oficina con tres lances de casa al lado del sud, tres cuartos y tres puertas de una mano de tableros, dos con cerraduras, pasadores y llaves correspondientes, y tres ventanas de una mano con rejas de madera".

            A continuación aparecen en el inventarío "dos lances de casa" al lado del norte y otras dependencias más. Finalmente "un portón con dos pasadores, cerradura y llave correspondiente y tranquillas de hierro con casilla de tejas de loza".

 

            TRASLADO DE LOS FUERTES DE FORMOSO Y ORANGE A LA REGIÓN ORIENTAL

 

            Años después de la muerte del Dictador, a través de un mensaje, el presidente de la República, Carlos Antonio López, informó a la representación nacional que en vista del estado ruinoso de los fuertes Formoso y Orange, estos demandarían una fuerte suma de dinero para su refacción. Como en ese momento se temía una invasión de las tropas del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel Rosas, se creyó más conveniente trasladarlos a la banda Oriental, y encordonar el litoral con fuertes, guardias, piquetes y corridas por agua y por tierra. Efectivamente, por un decreto del presidente Carlos Antonio López firmado en Paso de Patria, la dotación del Fuerte Formoso se trasladó a Villa Franca. Con relación a los otros dos fuertes que hemos citado, los de Montes Claros y Santa Elena, formados por el Dictador, se refieren a relevos de los subtenientes, sargentos, cabos y soldados, envío de víveres, asignación de una determinada cantidad de reses para consumo de la dotación y envío del vestuario para la tropa que allí prestaba servicio.

            Por consiguiente, estas disposiciones son semejantes o reiterativas a las comunicaciones y órdenes que se recibían en los fuertes de Orange y Formoso.

            En su mensaje, Carlos Antonio López informó a los honorables señores representantes de la nación haber ordenado el traslado a la Región Oriental, "a esta parte de la costa (...) el fuerte de Montes Claros, quedando a la banda del Chaco los fuertes de Orange y Formoso por la conveniencia que se reporta de su conservación en aquella costa".

 


            FUERTES DEL SUR

 

            En las últimas décadas del siglo XVIII aumentó el número de poblaciones desde Asunción hasta Ñe'embucú, de acuerdo con una información suministrada al Gobernador Intendente por Ramón Penayo, comandante de San Antonio. En el litoral señalado existían trece guardias y dos fortines, y en vista de la extrema escasez de personal, debido a que los cosecheros de tabaco estaban exonerados del servicio militar, "nunca se puede observar un número fijo en el montar de la guardia, sino que con lo que se posee y no más".

            La guardia de Angostura se cubría con dieciséis hombres, y la de Villeta, con diez, por la gran cantidad de personas que estaban en medio de estas dos guardias. Los fortines eran cubiertos por seis y ocho custodios.

            En la Herradura y Remolinos, a la banda del Chaco la Reducción de San Francisco Solano de los Remolinos, el servicio de la guardia tenía una duración de un mes y luego se hacía el relevo; en Ñundiay este relevo se realizaba cada quince días y en las otras guardias y fortines, cada ocho días.

            La fundación del Presidio de la Villeta de San Felipe Borbón del Guarnipitán en el Valle del Bastán, más conocido como Villeta, se realizó con la conformidad del Cabildo de Asunción. EL gobernador Juan Gregorio Bazán de Pedraza, unos días después del pedido de la corporación, convocó en su domicilio a varios altos oficiales para realizar una Junta de Guerra y tratar el poblamiento de dicha región. En la reunión se vio la conveniencia de fundar en Guarnipitan una población de españoles, "para que unidas las fuerzas, estando juntos los soldados presidiarios al Presidio de Santa Rosa (de Cumbarity), con población en forma de ciudad...".

            Aprobada la fundación de la población de españoles, se decidió que todos los españoles que estaban en la región comprendida y en las riberas de los ríos Tebicuary, Ca’añabe, el Ybycuí y otros valles de sus contornos, en tierras ajenas en perjuicio de sus propietarios, "vengan a poblar en el dicho Guarnipitán, en el sitio que se ha de elegir".

            De esta manera se organizó la fundación que se llevó a cabo el 5 de marzo de 1714, de acuerdo con lo afirmado por el jesuita Pedro Lozano y Juan Francisco Aguirre, que escribieron acerca de esa fundación.



INVESTIGACIÓN ESPECIAL 7

Continuación

 PRESIDIOS Y CUARTELES - ALFREDO VIOLA

 




            LA DEFENSA DE LA REGIÓN DE VILLA OLIVA

 

            La antigua Saladillo dio origen a la población de españoles llamada Villa Oliva, ubicada al sur de Villeta.

            Se adjudicaron mercedes de tierra en la época colonial a varios "suplicantes" por el gobernador Fulgencio de Yegros y Ledesma, quien ordenó el pago y el poblamiento de la tierra concedida. El 26 de julio de 1767 los beneficiarios tomaron posesión de dichas tierras. Y como las mismas fueron quedando vacías con el correr del tiempo, no faltaron personas que solicitaron su adjudicación.

            El gobernador Pedro Melo de Portugal accedió a dicha adjudicación y uno de los favorecidos fue Juan de Zevallos, quien obtuvo en propiedad un terreno de una legua de frente sobre el arroyo Paraí y tres de fondo.

            Estas concesiones de tierra se realizaban con la intención de frenar las peligrosas incursiones de indios chaqueños, pero en ocasiones la existencia de ganado de diversas especies en las estancias que se iban estableciendo atraía los asaltos de los aborígenes, en especial en la época de estiaje. Se sumaban a este peligro la poca cantidad de habitantes con que contaba Saladillo, la escasez de armas de fuego y la poca o ninguna cantidad de proyectiles. La misma preocupación también hizo conocer el comandante del pueblo de Remolinos, don Fulgencio Ferreira, el cual escribió al citado comandante de Costa Abajo con relación a las consecuencias de la bajante del río Paraguay, y le pidió además el auxilio de mulatos para poder reconstruir "la guardia caída".

            Durante el gobierno del doctor Francia y debido a una crecida excepcional del río Paraguay, el pueblo de Remolinos se trasladó a un lugar más elevado que fue asignado con el nombre de Villa Franca.

            La Reducción de San Francisco Solano de los Remolinos, que se formó en el año 1776 con indios mbocovi, estaba ubicada casi enfrente del pueblo de Remolinos. Contó con un cura doctrinero y una estancia para proveer de carne a los neófitos. Más tarde otros caciques con sus tribus se incorporaron a la Reducción. Pero como todos estos indígenas eran nómadas, cazadores, pescadores y recolectores, no querían sembrar ni dejaban sembrar; antes bien, cruzaban el río y robaban ganado de la estancia real.

            Para asegurar esa Reducción, el Cabildo pidió al Gobernador Intendente que una partida de cincuenta soldados con sus oficiales se estableciera en la Reducción, en donde se debía construir una guardia. Como los robos que realizaban estos mbocovi no se limitaban a la estancia del Rey, sino también se extendían a las de los particulares, se resolvió que fueran amonestados, y si persistían en sus robos, debían sufrir graves castigos, y "que se les haga fuego vivo y castiguen como contraventores de la buena fe y traidores al Rey, haciendo que en todo evento queden respetadas y gloriosas las armas de Su Majestad".

 

 

 

 

            LA REDUCCIÓN DE SAN FRANCISCO SOLANO DE LOS REMOLINOS EN LOS PRIMEROS AÑOS DE LA VIDA INDEPENDIENTE

 

            Los problemas que existían en la Reducción de San Francisco Solano se agravaron a inicios de la época de la independencia. Como todos los aborígenes del Paraguay, los mbocovi consumían gran cantidad de carne. Es posible que la guerra que llevó la Provincia contra el ejército porteño, movilizando a miles de personas que se alimentaban de las estancias reales, haya causado una merma considerable en la cantidad de ganado vacuno que ellas tenían. Por consiguiente, tal vez haya disminuido en consecuencia la cantidad de animales que mensualmente se entregaba a los indígenas. Ante esta situación, el padre catequista Rejalaga, para reiterar un pedido de auxilio de ganado vacuno que había elevado a las autoridades de Caazapá, envió a un cacique y a varios acompañantes. Esta delegación nada consiguió, ya que en Caazapá manifestaron que "este pueblo se halla en total desmayo y casi agonizante por la falta de arbitrio y la ninguna proporción que esta ha quedado..." Ante esta situación, la junta Superior Gubernativa pidió informes y sugerencias al Cabildo de Asunción para la subsistencia de los indios de la Reducción: "Traslada a su solicitud de Remolinos, mediante no haber fondos públicos para subvenir a estos gastos". Respondió el Cabildo que varios virreyes y gobernadores destinaron sumas de dinero para establecer estancias en Ita Moroti y a la otra banda del arroyo Surubi-y a favor de la Reducción de los mbocovi. Además, los regidores manifestaron que los mbocovi no tenían en la Reducción ningún buey para la labranza que pudieran hacer de las partidas anteriores de vacunos que habían sido enviadas de Caazapá, pues "ya es tiempo que se le encargue a ese cura o al sobrestante de la Reducción que apuren a esos indios a que tengan chácara para que de ellas se mantengan como hacen los guanatacuatí y ... (roto el documento) ... de ello subsisten sin pensionar a la Provincia en cosa alguna".

            Para que estos mbocovi pudieran hacerse agricultores, los regidores del Cabildo propusieron que se enviaran de Caazapá ocho indígenas para que trabajaran e hicieran trabajar a los mbocovi. Fulgencio Yegros y Pedro Juan Caballero, miembros de la Junta Superior Gubernativa, ordenaron que la persona que corría con la hacienda del Rey aclarara la cantidad y clase de ganado existente en las estancias reales, para así poder ordenar al mayordomo y al catequista de la Reducción de Remolinos que mandaran retirar el ganado necesario, y "que dichos indios se dedicaran al trabajo, pues en más de cuarenta años no se ha notado en ellos aplicación alguna ni la menor utilidad, al paso que han sido crecidos los gastos que se han incurrido en mantenerlos".

            La agricultura no formaba parte de las pautas culturales de los indígenas chaqueños, y los mbocovi no fueron la excepción. Sus alimentos antiguamente los obtenían cazando, recolectando frutos silvestres y pescando, y después que los colonos de la Provincia del Paraguay establecieran estancias en el Chaco, se convirtieron en hábiles jinetes, lo que les permitía cazar con relativa facilidad y llevar a cabo sus incursiones para el robo de ganado en la Región Oriental.

            Durante el gobierno del Dr. Francia los mbocovi tampoco demostraron interés en trabajar la tierra. Establecidos en la Reducción de Itapé, una partida de ellos se dirigió a Saladillo y allí fueron apresados por su comandante, quien luego pidió auxilio al Dictador. Este ordenó al comandante de urbanos de Cumbarity que esos indígenas fueran buenamente compelidos a volver a su Reducción, "pero si enteramente se mostrasen resistentes, más bien le dirá V.M. que pasen el río y se vayan a la otra banda...", y continuaba la comunicación del Dictador que repetidas eran las quejas contra esos indígenas, y que su catequista, el clérigo Rejalaga, dejó su cargo, "sin duda aburrido y desengañado de ellos", y que debía desconfiar de la permanencia de ellos en la costa del río, pues tal vez pensaban robar ganado y cruzar al Chaco, como ya lo habían hecho anteriormente.

            La Dra. Branislava Susnik afirmó que la Reducción de los Remolinos duró hasta el año 1820, y que "algunos grupos domésticos se integraron a los toba, otros se acoplaron a los grupos mbocovíes sureños, se retiraron a su Chaco adentro y reasumieron su rol de líderes tradicionales.

 


            LA DEFENSA DE PILAR Y DE SUS DISTRITOS

 

            La ciudad de Pilar, fundada en el año 1779, tuvo un rápido crecimiento demográfico y bastante desarrollo de la ganadería, que hubiera sido de mayor dimensión si las estancias no fueran asaltadas con cierta frecuencia por los indígenas chaqueños. Estos ataques eran con las mismas características de las que acometían a los establecimientos ubicados cerca de la costa del río Paraguay.

            Continuas eran las denuncias de los vecinos de Ñé’embucú con relación a los robos de ganado que se realizaban en sus estancias, causados por la poca atención que se prestaba en la guardia de los presidios, así como por la poca cantidad de armas de fuego y de municiones que ella disponía. Estos males eran comunes en todos los presidios de la Provincia del Paraguay.

            Ante una denuncia presentada por un vecino al Cabildo de Pilar por los continuos robos que sufría en su estancia de parte de los indios del Chaco, especialmente cuando el río estaba en temporada de estiaje, los regidores resolvieron pedir ayuda al gobernador intendente Lázaro de Ribera para solucionar el estado lamentable de las guardias, la falta de oficiales instruidos y de armas y municiones. También los cabildantes agregaron que los indígenas penetraban por Curupayty, que libremente cometían sus correrías por el campo de los hermanos Piris, quienes no solo no les impedían el paso, sino que les permitían que se pusieran en comunicación con los indios de la Reducción de los Remolinos, y que instruían a los indios infieles del Chaco sobre los pasos existentes en Ñe’embucú. Así mismo, en este pedido al gobernador Ribera se denuncia al comandante Sebastián de Esteche de indiferente y poco vigilante de esa frontera, y de no ordenar la instrucción y manejo de las armas a los milicianos.

            El gobernador Ribera pidió informe al teniente coronel Gregorio Tadeo de la Cerda, comandante de Costa Abajo, indicándole que le había reiterado la obligación de mantener y redoblar la guardia del litoral al comandante de la Villa; y que el citado comandante Esteche mostró indiferencia y no comunicó el estado de las guardias, y que debió reconstruirlas valiéndose de los indios y mulatos libres.

            Igualmente, el gobernador ordenó que se librara orden al comandante de Ñe'embucú para que, sin dar lugar a nuevas advertencias, se dedicara con el mayor empeño al pronto reparo y composición de las guardias. Luego, Ribera envió cierta suma de dinero al indolente Esteche para los gastos de la reconstrucción de las guardias.

 


            CONSTRUCCIÓN DE UN CUARTEL DURANTE EL GOBIERNO DICTATORIAL EN LA CIUDAD DE PILAR

 

            En Pilar se inició la construcción de un cuartel en el año 1822. EL Dictador ordenó al ministro de Hacienda que enviara a la obra de ese cuartel "15 puertas de una batiente, 15 ventanas de una batiente, 15 cerraduras de una mano, 45 alcayatas para ventanas, 30 dichas para puertas, 75 clavos de remache, 300 dichos chicos, 11 tablas de cedro..."; pues después de varios años era necesario reconstruir el cuartel.

            El comandante Gill escribe al Dictador: "Estoy refaccionando el cuartel por hallarse enteramente deteriorado, poniendo de nuevo como quinientas tejas de palma por hallarse muchas de ellas podridas". El Dictador había autorizado la reedificación del cuartel y ordenó al comandante Gill que lo ensanchara al lado del poniente. En esa misma nota, el Dictador ordenó al comandante de Pilar "usar la madera destinada a la construcción de la iglesia para edificar el cuartel, con cargo de reponerla oportunamente".

            Le comunicaba que con algunas embarcaciones le enviaría más cal, y si la pared es la francesa, "...haciéndose con alguna prolijidad (pueden) revocar y blanquearse".

            El Dictador tuvo intención de mandar techar el cuartel de Pilar con tejas de material cocido que "se han proporcionado de los pueblos destruidos". Si bien la frase que hemos transcripto es ambigua, se refiere a los pueblos de las ex misiones jesuíticas destruidos en el año 1815 y en los años siguientes por los milicianos artiguistas, después

del asilo de este en el Paraguay. Sabido es que el Dictador hizo recoger de las iglesias de varios pueblos ubicados en la margen izquierda del río Paraná las piezas litúrgicas para evitar que cayeran en manos enemigas.

            También envió que se retiraran tejas, puertas y ventanas de dichas misiones que las empleó en la construcción de cuarteles.

 

            FORTALEZA DE HUMAITÁ. PARA DEFENDER LA INDEPENDENCIA NACIONAL ESTABLECEN BATERÍAS DE CAÑONES EN HUMAITÁ

 

            Una vez estallado el movimiento de la independencia en Buenos Aires, las autoridades españolas se establecieron en Montevideo, desde donde trataron de restablecer el Virreinato del Río de la Plata. Una flotilla naval a su servicio asaltaba las embarcaciones de las provincias de Buenos Aires y las del litoral del río Paraná. Independizado el Paraguay, sufrió la captura de una nave que iba a Buenos Aires además del bloqueo por la clausura del citado río, con la amenaza de incursionar las naves españolas sobre el río Paraguay.

            La Junta Superior Gubernativa escribió al teniente gobernador subdelegado de Corrientes, cuanto sigue: "Nosotros habíamos pensado fijar una batería en Jumaitá (sic) por la estrechura del río, y lo suspendimos creyendo con sobrado fundamento que las dos de Rosario eran suficientes para preludir el tránsito de los buques y corsarios".

           

            SE ORGANIZA LA DEFENSA DE HUMAITÁ

 

            Unos años antes de comenzar la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza, en Humaitá se desarrolló una intensa actividad. Se había construido una iglesia, la que solemnemente fue bendecida por el obispo Urbieta, ante la presencia de un numeroso y selecto grupo de personas, entre ellas el presidente de la República, Carlos Antonio López. El mismo Presidente recibió una comunicación a través del cual se le informa que para las obras se realizó "... el corte de palmas para los parapetos para concluir la batería en obra, y para el corte de adobe y reunión de otros materiales para la otra batería que se ha demarcado a la izquierda de Londres (se refiere el informe a la famosa "batería Londres") a la que dio principio desde el lunes de esta semana".

            En plena actividad, Humaitá recibía convoyes de carretas con leña, ladrillos y piedras traídos de Tajy y Paso de Patria. Para el hospital se confeccionaban sábanas y vestimentas para los asistentes.

            Ya en plena Guerra Grande, la fortaleza no pudo detener a los acorazados brasileños, pues al hacer blanco en ellas no perforaban las chapas blindadas debido a que las baterías construidas carecían de proyectiles de acero.

 


            CUARTELES Y PRESIDIOS UBICADOS EN LAS COSTAS DEL RÍO PARANÁ

 

            En las costas o en las inmediaciones del río Paraná se fueron estableciendo presidios o cuarteles. Algunos, con el correr de los años, fueron evacuados y otros permanecieron en el lugar donde fueron fundados. El Fuerte de San José, establecido en 1834, fue la mayor construcción castrense realizada durante el gobierno del Dr. Francia. Citamos también los fuertes de Tranquera de Loreto y San Miguel, que protegían la costa oriental del río Paraná.

            El Salto fue también otro campamento o fuerte fundado en la margen izquierda del mismo río. Todos, o casi todos estos enclaves, tenían sus estancias con ganado vacuno y equino que les proveían la carne para el consumo y los caballos para la remonta de sus defensores.

            El Dictador ordenó la construcción de galpones en Candelaria y en Itapúa, "para lo que pueda ofrecerse". Los galpones que se iban a levantar debían ser de veinte lances y tenían que aprovecharse los materiales de la misma ruina de Candelaria. Así mismo, el Dictador buscó informarse si todavía se conservaban las puertas y ventanas que se habían traído de las ruinas de Candelaria, Santa Ana, Loreto, San Ignacio y Corpus. Entonces, en la Subdelegación de Santiago estaban depositadas cuarenta puertas y ventanas que habían sido desmanteladas y evacuadas del campamento de Salto. Para la construcción del cuartel de Itapúa se fijó una dimensión de 91 varas.

            El cónsul de la República Carlos Antonio López recordó, en el mensaje dirigido en consular a los honorables señores representantes de la nación, en el Congreso General celebrado en el año 1844, que además de los cuarteles establecidos en varios lugares importantes del país, "ordenó el gobierno que se construyesen otros tres, con gran capacidad en la Villa de la Encarnación, en Villa Franca y en la jurisdicción de la Villa del Saladillo". En el mensaje dirigido a los muy honorables señores representantes de la nación, expresó que se había establecido en el Cerrito del Chaco un fuerte y en el puerto una guardia "para mayor seguridad de la frontera y resguardo de los obrajes de maderas y palmas".

            Pero no solamente Carlos Antonio López se preocupó por establecer puestos defensivos en los lugares convenientes, sino también envió tres expediciones militares para explorar el Chaco hasta el río Bermejo. Estas fueron motivadas por la posible invasión del Paraguay por las tropas del dictador Rosas, al mismo tiempo de conocer esa región desde donde provenían tantos asaltos de los indígenas.

 

            CUARTELES Y PRESIDIOS FUNDADOS EN LA MARGEN IZQUIERDA  DEL RÍO PARAGUAY

 

            La segunda mitad del siglo XVIII marca el resurgimiento de la Provincia del Paraguay. Se fundan pueblos en distintos lugares del país, y en particular a lo largo de la margen izquierda del río Paraguay. La Villa Real de la Concepción, fundada en el año 1773 por el gobernador Fernando de Pinedo, fue en su momento, antes de fundarse el Fuerte Borbón, un antemural a la expansión portuguesa. Bien expresó el gobernador Pinedo, con relación a esa fundación, que "fue ventajosa y oportuna, pues servía para contener la expansión de los fronterizos vasallos del Rey de Portugal".

            El rey Carlos III, en comunicación con el Cabildo de Asunción, expresó a esta corporación que con la fundación de Concepción se había alcanzado "mucho alivio en las menos invasiones de los indios bárbaros, a quienes servía de mucho freno semejante establecimiento, sirviendo también de estorbo a los portugueses para internarse en mis dominios".

            Desde Concepción, en el año 1815, se llevó una expedición contra los indios que estaban en las márgenes del río Apa.

            El Dictador se enteró del buen resultado de esa incursión mediante el parte que le remitió el comandante José Miguel Ibáñez. Contento y optimista le expresó: "Si los moradores de esa Villa continúan con esta energía, no hay duda de que, al fin, han de superar a los indios y volver a rehacerse en sus fortunas. Para que pueda V.M. repetir una más gruesa expedición contra las tolderías más numerosas y distantes, he mandado ya que apronten y marchen allá de varios Partidos y Villas, fuera de la de San Pedro, doscientos treinta hombres... ".

            Para la expedición que se estaba organizando, el Dictador remitió proyectiles y dos tiendas de campaña al comandante de Concepción y balas, avisándole que próximamente le llegarían una partida de caballos y 185 hombres escogidos que pueden participar en la acción contra los mbaja.

            Otras órdenes más le dio el Dictador al comandante Ibáñez, especialmente que "trate de destruir a la mayor cantidad de indios para que cesen sus hostilidades y se logre el sosiego de esa frontera".

            Mientras por un lado el Dictador ordenaba que se destruyera la mayor cantidad de indios, por el otro ordenaba al ministro de Hacienda que entregara cuatro ponchos cordobeses al cacique Cainoconoe, de Lima, "que por vía de agrado se le sugiere esta gratificación". Ese mismo día otros indígenas son "gratificados". Es decir, recibían regalos.

 

            EL DICTADOR, CON INTENCIONES DE HACER CONSTRUIR CUARTELES EN CONCEPCIÓN

 

            En una comunicación al comandante de Concepción, el Dictador le manifestó que estaba con intenciones de mandar construir cuarteles en Concepción, para que allí puedan juntarse las tropas veteranas cuando se presentara la necesidad de defender la seguridad de esa región. Ponía a disposición del comandante Ibáñez "toda La herramienta necesaria, puertas y ventanas con rejas, con todo lo que es de cerrajería, la cal y el mantenimiento necesario para los trabajadores...". Después de muchos meses, el Dictador ordenó al ministro de Hacienda que enviara al comandante de Concepción herramientas "para preparar la obra de los cuarteles que he dispuesto hacer edificar en aquel territorio".

            El Dr. Francia aprobó el lugar para construir el susodicho cuartel y aprobó un área de 50 por 50 metros para la instalación proyectada. En otro oficio dispuso que el techo fuese de tejas de palma y que cuando se necesitasen las puertas y ventanas, que le enviaran las medidas, para que las pueda mandar fabricar, "con rejas de fierro, alcayatas y cerraduras". De acuerdo a lo afirmado por el médico suizo Renger, el Dictador estableció una línea de dos guardias "en unos pequeños fuertes o empalizadas en ambas orillas del río Paraguay, desde su unión con el Paraná hasta Villa Real". Otra línea de guardias fue establecida sobre el río Aquidabán-Nigui.

            A medida que transcurría el tiempo y dentro de las posibilidades económicas, los gobernantes que se sucedían buscaban, salvo contadas excepciones, defender el país del peligro de los asaltos de los indígenas o de la penetración clandestina de los portugueses, y de los brasileños cuando ya independientes de Portugal. Por estos motivos y otros que aparecen en este decreto, el Dictador tomó la determinación de suprimir las milicias de los regimientos de Costa Arriba y Costa Abajo, y que los vigías o presidios de ambas costas, debían ser cubiertos por los urbanos de Las respectivas comandancias y distritos.

            Citó cinco presidios: del Castillo, el Peñón, el de Arecutacuá, el de Manduvirá y el Ypyta, y los presidios de Costa Abajo eran: los de Lambaré, San Antonio, Villeta, Ybiocá, Paso Laguna o Ñundiay, Lobato y el de la Herradura.

            Con todos los presidios, guardias, cuarteles y fuertes que se habían fundado y se irían formando, se pudo defender el país de los ataques indígenas y mantener la independencia y la integridad territoriales.


 



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Registro: Setiembre del 2012






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